Herbert Marcuse - C-apitalismo tardío y la estrategia de la izquierda.

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1 HERBERT MARCUSE LA DEMOCRACIA BURGUESA EN EL CAPITALISMO TARDÍO Y LA ESTRATEGIA POLÍTICA DE LA IZQUIERDA (1972) Biblioteca OMEGALFA

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HERBERT MARCUSE

LA DEMOCRACIA BURGUESAEN EL CAPITALISMO TARDÍOY LA ESTRATEGIA POLÍTICA

DE LA IZQUIERDA

(1972)

BibliotecaOMEGALFA

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Herbert Marcuse

LA DEMOCRACIA BURGUESA EN EL CAPITALISMOTARDÍO Y LA ESTRATEGIA POLÍTICA DE LA

IZQUIERDA *

Las elecciones en Estados Unidos de 1972 han demostrado,una vez más y con más claridad que antes, el rostro históricode la democracia burguesa: su transformación de sociedaddinámica en estática, de liberal-progresista en conservadora.La democracia se ha convertido en el más poderoso obstáculopara el cambio —excepto para el cambio a lo peor—. En elcamino desde el laissez faire al monopolio y el capitalismo deEstado, la democracia burguesa en su forma presente señala elpunto en el que sólo parecen posibles dos alternativas: neofas-cismo a escala global o transición al socialismo. La primera esla más plausible; no aboliría, sino que sólo intensificaría elsistema establecido y le daría otro aliento lo suficientementeamplio como para ocasionar casi una destrucción irremedia-ble.

El desarrollo regresivo de la democracia burguesa, su auto-transformación en Estado policial y de bienestar debe ser dis-cutida dentro de la estructura de la política global de EstadosUnidos. En suma, la política gobernada por el mito de laconspiración comunista internacional (la Guerra Fría) llegó asu fin en 1972; la visita de Nixon a Pekín y Moscú marcó elgiro (¿coincidiendo con el nuevo giro en la política de las su-

* Fuente: Metapolitica VOL. 4- Num. 16.

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perpotencias comunistas? Esto fue sugerido por Nixon en U.S.News and Reports, junio de 1972). Estas visitas fueron segui-das por una vasta reorganización que abrió la URSS (y con unalcance mucho menos visible, China) a las finanzas y corpo-raciones de Estados Unidos. La reorganización política concu-rrente fue indicada por la sorprendentemente débil protestacomunista contra la saturación genocida de bombardeos enVietnam.

Al mismo tiempo, avanza el agresivo incremento militar ypolítico de la máquina militar de Estados Unidos y la or-ganización fascista del “Mundo Libre” (Filipinas, Puerto Ri-co).

Pero, ¿contra quién es esta fantástica movilización de podermundial? Una guerra global entre las superpotencias capi-talista y comunista (que destruiría a ambas) queda excluidapor el mero interés en la propia supervivencia de los re-gímenes establecidos en ambos lados y por su potencial “su-permortal”. Los beneficios derivados del continuo incrementoinflacionario de la industria de defensa en los países capitalis-tas y la respuesta competitiva en los países comunistas noparece justificación suficiente a la vista de los costes del Esta-do bélico para el resto de la economía nacional.

La respuesta sugerida por la actual utilización de esta máquinade guerra es: la “seguridad nacional” de Estados Unidos; éstase halla amenazada por los movimientos de liberación nacio-nal en todo el mundo. La respuesta exige cualificaciones fuer-tes:

1. La independencia nacional de los antiguos países colonialesno es per se una barrera al imperialismo, y el neocolonialismoes todavía colonialismo. Tampoco es la independencia nacio-nal incompatible con la dependencia del capital extranjero (el

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caso de la mayoría de los países latinoamericanos, países ára-bes, Burma, Tailandia, etcétera) —podría incluso ser más lu-crativo que un “colonialismo directo”—.

2. Los movimientos de liberación nacional no pueden sostenerel uso completo del poder militar estadounidense (incluyendoarmas atómicas “locales”) en cualquier espacio de tiempo.¡Vietnam no es una excepción! Nixon estaba probablementeen lo cierto cuando declaraba que “podríamos salir de Viet-nam del Norte en una tarde”. Y la tendencia de la política co-munista sugiere que semejante destino de Vietnam no provo-caría un conflicto militar con el único poder comunista quepodría contrarrestar a Estados Unidos.

Sin embargo, los movimientos de liberación nacional consti-tuyen una amenaza al sistema capitalista en su conjunto pordos razones (interrelacionadas):

a) En la medida en que la “teoría del dominó” es cierta. Victo-riosa en un país extranjero, la revolución podría tener un efec-to de bola de nieve en la subversión de los regímenes satélitesen otros países —¡una difusión que debe ser completamentetomada en serio!—. Esta es la amenaza al “espacio vital” delcapitalismo avanzado; no controlar simplemente las materiasprimas vitales, trabajo barato, etcétera, sino también el espa-cio, la gente y el tiempo. En sentido estricto, la economía delEstado capitalista monopolístico es una economía política.Las agudas necesidades económicas están “sobrecargadas”por la necesidad de largo alcance de prevenir el crecimientodel potencial comunista —no sólo el poder soviético o chino,sino también la revolución popular indígena en la Europa delEste y en el Tercer Mundo, una revolución que podría hacerreal la autodeterminación y rechazar cualquier condición desatélite—.

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b) Esta prospectiva histórico-mundial es el espectro que arrojala metrópoli capitalista donde la insalubridad del sistema es-tablecido empieza a afectar la conducta “normal” requeridapara el funcionamiento continuado y ampliado del capitalismo—la conducta en el trabajo tanto como en el ocio—.

El sistema reacciona efectivamente. La democracia burguesase está dotando a sí misma de una base popular ampliada quesoporta la liquidación de los restos del período liberal, el apar-tamiento del gobierno del control popular y permite perseguirla política imperialista. El shiboleth de la democracia: gobier-no del pueblo para el pueblo (autogobierno) asume ahora laforma de una identificación a larga escala del pueblo con susgobernantes, caricatura de la soberanía popular. Rousseaucabeza abajo; la voluntad general está incorporada al gobier-no, mejor, a la rama ejecutiva del gobierno. El disentimiento yla oposición son libres en la medida en que son manipulables.

Esta identificación, ella misma una consecución del capita-lismo monopolístico de Estado en su estado más avanzado(Estados Unidos), opera en una dimensión profunda que sos-tiene el poder del sistema en los individuos: la democraciaburguesa ha encontrado una fundación instintiva del mismotipo para su desarrollo regresivo y destructivo. Las seccionesque siguen discutirán brevemente esta dinámica.

El capitalismo avanzado está caracterizado por una extensióncuantitativa y cualitativa de su clase trabajadora. El denomi-nador común sigue siendo la dependencia del capital, la apro-piación capitalista del tiempo impagado de trabajo, la separa-ción del control sobre los medios de producción. Con la con-centración monopolística del poder económico y la extracciónextendida del valor añadido al trabajo intelectual e “impro-ductivo” (en el sentido del término de Adam Smith) extensos

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estratos de las clases medias se convierten en clase trabajado-ra —sin ser radicalizados ni “proletarizados”—. Sólo en estanueva forma histórica es la clase trabajadora la mayoría de lapoblación, sólo en esta forma culmina la polarización capita-lista de la sociedad en capital y trabajo, gobernantes y gober-nados. Y, al mismo tiempo, la enorme población dependiente,la clase dominada, provee la base popular de la democraciaburguesa —reproduciendo esta democracia en su estructurarepresentativa—.

¿Bonapartismo?

Tal vez, pero sin Bonaparte, sin el real o pretendido dictadorcarismático. En cualquier caso, el análisis está contrastadocon cambios estructurales que militan contra la congelaciónde sus conceptos en estadios previos del desarrollo. La demo-cracia burguesa retiene la estructura de clase capitalista; almismo tiempo, la clase dominada, la población subyacente enel sentido amplio, se convierte en sujeto-objeto de la política,de la democracia: el pueblo, “libre” en el sentido y dentro delos límites del capitalismo y en esta libertad reproduciendo suservidumbre.

Esta dialéctica está claramente reflejada en la terminologíapolítica de la izquierda. Con la excepción de ciertos grupossectarios: el énfasis, en teoría y práctica, cambia de la (tradi-cional) clase obrera al “pueblo”: “el poder para el pueblo”.

Pero, ¿quién es el pueblo? En el argot oficial, especialmenteel legal, el pueblo es la suma total de los ciudadanos america-nos (incluidos los gobernantes), considerado como represen-tado en y por instituciones específicas y organizaciones (eneste sentido, “el pueblo contra X”). Este no es ciertamente el

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sentido del “poder para el pueblo”. Tampoco es, como el es-logan, el pueblo coextensivo con la “clase obrera” en el senti-do restringido; incluye amas de casa, minorías raciales y na-cionales, empleados, desempleados, en suma, prácticamentetoda la población sometida.

El concepto contiene así todos estos elementos: el pueblo po-bre (le peuple), los súbditos del príncipe (gobierno mo-nárquico o republicano), ciudadanos investidos de derechosconstitucionales y libertades que participan en o son el go-bierno. De hecho, el concepto parece no tener contrario, por-que incluso los miembros de la clase gobernante pagan im-puestos, votan —sometidos al gobierno de la ley—.

Y precisamente este concepto amorfo refleja la realidad: lasmasas amorfas que hoy forman la base de la democracia ame-ricana —anuncio de sus tendencias conservador - reacciona-rias, incluso neofascistas—. Primero los hechos que indican labase popular de la democracia en Estados Unidos, las raícesde su fuerza como aparecieron en las elecciones de 1972 —sólo el clímax de una tendencia de largo alcance—.

En las elecciones libres con sufragio universal, el pueblo haelegido (¡no por primera vez!) un gobierno belicista, im-plicado por largos años en una guerra que no es sino una seriede crímenes sin precedente en la Humanidad —un gobiernode representantes de grandes corporaciones (¡y gran trabajo!),un gobierno incapaz (y sin voluntad) de detener la inflación yeliminar el desempleo, un gobierno que recorta el bienestar yla educación, un gobierno empapado de corrupción, propulsa-do por un Congreso que se ha reducido a sí mismo a unamáquina de decir sí (después de algunas críticas no muy se-rias)—. Y este gobierno fue elegido por un considerable votoobrero del pueblo, rechazando a un candidato que era sin gran

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esfuerzo de la imaginación un radical, un anticapitalista; queera miembro del establishment, pero que ofreció una oportu-nidad razonable para acabar con los crímenes de guerra y mi-tigar algunas desigualdades e injusticias que clamaban al cie-lo. En otras palabras, el pueblo estaba dispuesto (nadie lo for-zó) a “adquirir” inflación y desempleo, crímenes de guerra ycorrupción, un ampliamente inadecuado servicio de salud, lacontinua carrera diaria por la existencia —¿por qué?—.

La respuesta se ofrece por sí sola fácilmente: el GNP está su-biendo, los beneficios progresan todavía; uno se gana la vidamucho mejor que antes, puede viajar, divertirse. Y después detodo, si la alternativa es el socialismo, y si el socialismo es loque existe en la URSS y sus satélites (¿y qué otra cosa hay allísino las nociones irreales de unos intelectuales?), el capitalis-mo es con mucho preferible. Es más, el pueblo está manipula-do, con el cerebro lavado; los media, prácticamente su únicafuente de información, reflejan y expresan los intereses delgobierno y sus políticas —o más bien los del establishmentcapitalista, lo que no excluye cierta crítica dentro de unoslímites—. Y la educación, si es que alcanza, es cada vez másfuncional: orientada a los trabajos que deben tenerse y debenhacerse: servicio recompensado por el establishment.

La respuesta tiene bastante sentido, pero no nos dice toda lahistoria. El nivel más alto de vida se compra al precio de mu-cha miseria, frustración y resentimiento; la locura del gasto,de la actividad inhumana en la cadena de montaje y la pérdidade la vida y los miembros en un constante sacrificio es dema-siado obvia para ser reprimida con eficacia. Y la sumisión a lasiniestra concentración de poder en el gobierno exige explica-ciones precisamente a la vista del hecho de que ocurrió de unamanera democrática, con derechos civiles y libertades institu-

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cionalizadas por la mayoría de la población.

Así, es erróneo decir que el pueblo no tiene la culpa, que notiene poder para cambiar las cosas con sólo quererlo. Con todaseguridad, el pueblo ha querido desde hace mucho que la in-troyección continúe determinando eficazmente su mente yconducta a la vista de su crueldad evidente y su obsolescencia.

¡El pueblo puede hacer algo!

Por ejemplo, puede votar contra la administración belicista,puede salir en masa a protestar y manifestar su voluntad comosoberano. Es libre para conseguir información no conformista,no manipulada ni censurada (la así llamada prensa under-ground que no es del todo underground; incluso algunos in-formes en los mejores periódicos y en televisión, medios sos-tenidos por sus fuentes, etcétera), pero parece que no quiere,que no tiene el deseo real, la necesidad real de leer o ver u oíralgo que contradiga la verdad o falsedad aceptada.

Así la gente vota libremente a sus gobernantes, incluso si nofuera la cuestión de conservar o conseguir trabajo —se identi-fica con sus gobernantes—. Y así forma una mayoría comple-tamente conservadora que se perpetúa a sí misma en, y através de, los procesos electorales, que perpetúa la clase go-bernante y su administración y que frustra la oposición.

Aquí está el círculo vicioso de la democracia burguesa hoy:desde que no domina la situación revolucionaria que podríagenerar una praxis revolucionaria, la izquierda radical debecombinar y re-forzar su estrategia extraparlamentaria con unaoposición parlamentaria. Pero un gobierno diferente puede serelegido so-lamente por una mayoría popular, y ésta es unamayoría conservadora. En otras palabras, en el mejor de los

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casos sólo un representante del establishment (aunque tal vezcon una mayor inclinación liberal) podría tener la posibilidadde ser elegido —un mal menor (que podría incluso estabilizarmás al establishment)—.

El espectáculo en la reelección de Nixon se presenta como elepitome de pesadilla del período en el que ha tenido lugar latransformación de la democracia burguesa en neofascismo —el estado más elevado (¡hasta ahora!) del capitalismo mono-polístico de Estado—.

La identificación del pueblo con el sistema encuentra su ex-presión más llamativa entre la clase trabajadora (más baja).Los trabajadores votaron ampliamente a Nixon, la discrimina-ción racial, la carga continua de material de guerra duranteuna huelga, el odio contra los “radicales” que resulta en pali-zas brutales de manifestantes, el boicot a los barcos de paísesdonde trabajadores organizados rechazaron realizar el embar-co de bombas americanas contra Vietnam —sería desastrosopara la izquierda minimizar estas acciones como aberracionesno representativas, en lugar de atribuirlas al poder de la buro-cracia de la unión—. Son más bien el tributo del trabajador alas fuerzas sociales que unen al pueblo más allá de los conflic-tos sociales persistentes de maneras nuevas al sistema estable-cido.

De maneras nuevas, porque el juego entre producción y des-trucción, libertad y represión, poder y sumisión (es decir, launión de los opuestos que permea la sociedad capitalista ente-ra hoy día) ha creado, con la ayuda de los medios tecnológi-cos que no tenía previamente a su disposición, entre la pobla-ción sometida una estructura mental que responde y refleja lasexigencias del sistema. En esta estructura mental están lasraíces individuales profundas e instintivas de la identificación

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de la mayoría conformista con la brutalidad y la agresión ins-titucionalizada. Una afinidad instintiva, sí, libidinosa une, másallá de toda justificación racional, los súbditos a los gobernan-tes.

La estructura mental incluye aquí el carácter sadomasoquista.Erich Fromm, siguiendo a Freud, ha desarrollado este concep-to en términos psicosociales (Estudios sobre la autoridad y lafamilia, ed. Max Horkheimer, París, Alean, 1936, pp. 77-136.Véase también, E. Fromm, Escape from Freedom, NuevaYork, Rinehart and Co., 1941).

Dentro de la concepción del materialismo dialéctico tratamosaquí con una de las “mediaciones” entre infra y superestructu-ra, uno de los modos por los que la estructura social se repro-duce en los individuos. Una afinidad prevalece entre fascismoy el carácter sadomasoquista (véase T.W. Adorno, Else-Frenkel-Brunswik y otros, La personalidad autoritaria, Nue-va York, Harper and Brothers, 1950, y los escritos de Wil-helm Reich sobre la psicología de masas del fascismo).

Ciertamente, la identificación instintiva es siempre primaria-mente con personas, no con instituciones, políticas o un sis-tema social. En este énfasis sobre la “imagen” sensual, sobreel sex appeal del líder político, el sistema americano ha domi-nado de una manera terriblemente eficiente la dimensión pro-funda más allá de la dimensión política. Los asuntos realesretroceden ante la afirmación instintiva de la imagen; el pue-blo se encuentra a sí mismo en sus líderes. No es de admirarentonces que no importe lo que hacen los líderes en Vietnam,qué atrocidades sin precedentes se cometen bajo su régimen;no importa mucho si mienten o dicen la verdad, lo que prome-ten y si mantienen sus promesas; corrupción y engaño en elnivel más augusto no causan muchos problemas. Todo esto es

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sólo la ampliación de lo que ocurre diariamente, lo que esconnatural a esta sociedad; si los políticos escapan impune-mente de ello sólo prueban su superioridad competitiva. Loscrímenes de la administración son de hecho crímenes sólopara un punto de vista moral “externo” —visto de otro modoson exigencias de la seguridad nacional, empresas libres, au-topreservación, etcétera—.

Puede ser digno de nota el que los rasgos de la “imagen” pa-recen cambiar en línea con el progresivo desagrado que causael sistema, con la brutalidad de sus resultados, con la sustitu-ción de la hipocresía por mentiras abiertas y engaños.

El presidente, de acuerdo con esto, como el jefe de esta corpo-ración gigante en la que la nación está organizada, puede aho-ra ser extremadamente feo, sin encanto ni sex appeal, peropleno de superioridad y moralidad en los negocios.

Ciertamente, el capitalismo siempre ha sido brutal y feo, cri-minal, pero la presencia de una oposición fuerte y activa re-forzó una cierta restricción (ideológica) en el advenimiento delos auténticos métodos y metas capitalistas. Es esta restricciónideológica (en sí todavía una forma de moralidad) la que hasido abandonada ahora.

En el abandono de las restricciones civilizadas sobre el poderdestructivo, en el liberar al gobierno del bien y el mal, en lasumisión y “comprensión” de un pueblo libre, funcionan im-pulsos instintivos que amenazan con asumir una fuerza explo-siva. Constituyen un gigantesco síndrome de sadomasoquis-mo. Casi un sadismo en estado puro reina en las masacresamericanas en Vietnam, en la dictadura de Saigón, pero tam-bién en los crímenes que permean la metrópoli, en la policía,en las prisiones e instituciones mentales; en la construccióninsana de edificios cada vez más lujosos; en los deportes,

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etcétera. Con un componente masoquista más amplio, el sa-domasoquismo sube en los conciertos de rock donde las ma-sas de audiencia alegre acceden a la violencia gratuita del rui-do (“¡escape de libertad, de la política!”). Y es sadomasoquis-ta la tolerancia de la gente —la “gente libre”—; tolerantes delos perversos y maníacos que los gobiernan.

Este síndrome sadomasoquista puede ser perfectamente racio-nalizado en términos de su productividad y poder. Pero preci-samente como en el caso de los mecanismos de identificación(véase más arriba), también aquí la racionalidad abierta esgenerada y fortificada por la dinámica instintiva. Esta con-fluencia convierte la categoría psicológica en política.

Sadomasoquista es siempre un individuo y no la sociedad,pero donde el síndrome sadomasoquista es ejercido por laconducta de una más amplia parte de la sociedad, se convierteen un síndrome social. Esta sociedad está entregada al instintode muerte en una de sus más brutales formas. Frases como“muerte de las ciudades”, “ríos y lagos agonizantes”, “bos-ques que desaparecen” deben ser tomadas muy literalmente.Pues de acuerdo con Freud, el instinto de muerte opera por unlargo rodeo: destruyendo a otros antes y mientras se destruyea uno mismo. El rodeo se acorta en la cultura de las drogas: loque una vez fue un elemento en la rebelión política se ha con-vertido ahora, divorciado de la praxis política, en un suicidiogradual. La cultura americana es todavía a veces descrita co-mo una “cultura que niega la muerte”. O, mejor, la negaciónneurótica de la muerte esconde una profunda “comprensión”de la muerte: su verdadera celebración en los reportajes dia-rios de los media sobre violencia, de la tasa de muerte enVietnam, en la abogacía, como última ratio, de la “soluciónfinal” (¡acabemos con ellos!).

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La terrible opción por la muerte no se detiene ante los máspróximos en el parentesco, los esposos y los hijos. La madrede tres estudiantes en el estado de Kent que declaró (y dejópara su publicación) que sus hijos debían ser “segados” si noobedecían a los guardias (cf. Contrarrevolución y revuelta, p.26) es probablemente un caso extremo de locura sadomaso-quista. La señora que fue la antigua presidenta de la Liga Na-cional de Familias de Prisioneros de Guerra es probablementetambién un caso extremo; aprobó el reiniciar los bombardeosde saturación sobre Vietnam, aunque esto obviamente retra-saría el retorno de los prisioneros, e incrementaría su número.Pero la señora prefirió esto antes que ceder a lo que llamó lapresión para firmar un acuerdo de paz que habría permitidovolver a los prisioneros (Los Angeles Times, 20 de diciembrede 1972). No creía que su afirmación representara los senti-mientos de la mayoría de las familias afectadas. Pero el casoextremo dilucida la norma: son publicados y cubiertos por losmedios —y no hay ofensa, tormenta de indignación y odio—;no hay violencia en sofocar esta violencia: pues esta opciónpor la muerte es una opción por la perpetuación de la masacre—una opción contra la paz y contra la esperanza—. Es unaopción política.

En el camino al fascismo, el capitalismo avanzado aprovechalargamente la agresividad primaria. En consecuencia, la inver-sión de esta tendencia podría implicar una reorientación radi-cal de la agresividad. La lucha contra el fundamento sadoma-soquista de la sociedad también se ha emprendido en un nivelinstintivo, aquí implica no la supresión sino la contractivaciónde la agresión. Su supresión por la predicación del amor y lano violencia juega en favor de los practicantes del odio y laviolencia. Son diferencias instintivas y “políticas” entre lasmanifestaciones de agresividad: el odio del mal, de la opre-

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sión y destrucción fortalece el instinto de vida, debilita el ins-tinto de muerte, la estructura sadomasoquista. Hay verdad enla afirmación de que casi siempre la persona equivoca-da, esdecir, la que está en favor de la liberación muere prematura-mente: el sistema de opresión tiene sus raíces fisiológicas. Elmarqués de Sade lo supo: bajo este sistema, la crueldad, lainjusticia, el vicio son siempre recompensados, mientras quela virtud, la moralidad, la justicia son invariablemente casti-gados. Esto y no su organización administrativa de la sexuali-dad es su mensaje. Podría muy bien haber condiciones en lasque el odio sería la única forma auténtica de amor. Adornoescribe:

Nuestra sociedad podría muy bien haberse desarrollado hastael punto de que la realidad del amor se expresaría de hechosólo por el odio a lo existente, mientras que toda evidenciadirecta del amor sirve sólo para confirmar las mismas condi-ciones que alimentan el odio (“Social Science and Sociologi-cal Tendencies in Psichoanalysis”, 1946, citado por M. Jay,The Dialecti cal Imagination, Boston, Little Brown, 1973, p.161).

Este odio liberador es la muestra de la conciencia liberada, suimpresión en la estructura instintiva. Una vez que los hechoshan sido aprendidos, una vez que ha resultado evidente porqué y cómo se han convertido en hechos y lo que han hecho ala gente, el camino está abierto para la “instintualizacion” dela razón, para la juntura de racionalidad y el inconsciente. Lanecesidad instintiva, el deseo de libertad se hace concreto co-mo una negativa: deseo de liberarse de..., de cambiar el mun-do. El mundo no puede ser cambiado por el amor (la humani-dad no lo ha aprendido todavía en 2000 años) pero puede sercambiada por el amor que se ha convertido en odio y volverá

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al amor cuando la lucha se haya ganado. No ha sido ganadaaún nunca: no sólo la fuerza bruta sino también el poder de laideología son responsables de la derrota. Desde el dios cruci-ficado (Nietzsche ha reconocido el horror de este símbolo) elculto a la muerte, el entendimiento con la muerte (Ein-verständniss mit dem Tode, en al. en el or.) ha estado sus-pendido sobre la civilización: muerte como recompensa, co-mo entrada a la vida, prerrequisito de la felicidad y la sal-vación. El Amor fuerte como la muerte: la frase epitomiza lagran mentira que ha ayudado a disciplinar a la gente en la pa-ciencia, la obediencia, el soportar. Esta ideología ha sido ins-titucionalizada en iglesias y escuelas, ha sido transmitida eneducación de generación en generación; atraviesa la democra-cia burguesa, ayuda una vez y otra a evitar y contener la re-volución.

La subversión de esta ideología no puede ser alcanzada por laeducación en el materialismo, ateísmo, etcétera; requiere fuer-zas más sólidas. Lo que está en cuestión es la conquista delmiedo que siempre es miedo al dolor, al sufrimiento, a lapérdida. Aquí la ciencia está en su dominio al dar a la huma-nidad madura control sobre la muerte: haciéndola fácil, indo-lora. El resto podría ser cuidado por un comprensivo y ade-cuado seguro de salud.

Estos son algunos de los temas extremos que enfrenta la iz-quierda radical en este período; operan en zonas todavía noelucidadas e incorporadas a la teoría y la praxis. Volvemos alasunto más agudo que nos ocupa: la estrategia de la izquierda.

El análisis de la integración capitalista desplaza el énfasisdesde las clases al “pueblo”, la población dependiente en suconjunto. En realidad, este cambio no es más ni otra cosa queuna redefinición del concepto de clases de acuerdo con el de-

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sarrollo del capitalismo, así la redefinición hace que las su-perpotencias sean probablemente de larga duración. De estemodo, la proposición de que el colapso será interno, desde elinterior del sistema sigue siendo cierta (del “interior” inclu-yendo el Tercer Mundo). Y el proceso de transición envol-vería una radical transformación de una democracia burguesaanterior a la construcción revolucionaria del socialismo ydentro de la estructura del capitalismo monopolista de Estado.

Esta transformación reduciría la mayoría consevadora con-formista pero en absoluto alcanzaría una transición “par-lamentaria” al socialismo. Esta posibilidad (si es que algunavez lo fue en los países capitalistas avanzados) está casi ex-cluida por el poder total armado y técnico de la clase gober-nante. La transformación democrática sólo puede llevar alpunto donde el apoyo popular del sistema es reducido a ungrado tal que la oposición radical pueda movilizar su propiabase popular —el sendero a la guerra civil—.

La siguiente sección discutirá la cuestión de si el capitalismoamericano genera las condiciones para semejante desarrollo.

Hay que empezar desde la base.

La estructura del poder ha conseguido reducir el movimientoal más pequeño y menos acreditado modo de protesta: ¡ma-nifestaciones, piquetes, cartas al editor, a los congresistas,telegramas al presidente! Humillante, ridículo, deprimente —pero cuenta: cuanto mayor el número, la cantidad, más difíciles despreciar este tipo de protesta—. Es más, los temas deben

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agudizarse y no canalizarse en controversias procedimentaleso legales. Por ejemplo, si los manifestantes contra los reclu-tamientos de marines en el campus están siendo castigados, laprotesta no debería ser contra el uso o violación de la norma-tiva (libertad académica, comportamiento académico), sinocontra la más castigable ofensa por parte de la administraciónal permitir los reclutamientos de marines en el campus enprimer lugar.

Generalmente la guerra debe ser el primer blanco: es la causade la inflación, del deterioro de la educación y el bienestar, dela cultura del crimen. Un corte a través de la red demoníaca yengañosa de los procedimientos y técnicas, la protesta deberíadejar claro que la presencia de las fuerzas de los Estados Uni-dos en Indochina ha sido un acto de agresión desde el princi-pio, y que la nación ha estado implicada desde entonces enuna serie ininterrumpida de crímenes de guerra. Fue una equi-vocación por parte del movimiento antibélico jugar al juegodel gobierno al trabajar por la liberación de los prisioneros deguerra. El argumento: que el enemigo estaba dispuesto a hacerconcesiones en el reconocimiento del sentimiento antiguerraen los Estados Unidos, que a su vez induciría al gobierno delos Estados Unidos a concesiones; este argumento equivocapor completo la fuerza de este Estado belicista y la brutalidadde la administración.

La izquierda debe darse cuenta de que nunca antes fue el po-der y la base popular de la clase gobernante tan grande comoes hoy en Estados Unidos, y nunca tan dispuesta a usar estepoder con todos los medios a su alcance. Se sostiene por elconformismo sadomasoquista de la gente. La liberación de-pende de la lucha revolucionaria en la que la estructura ins-tintiva que prevalece experimentaría una transformación deci-

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siva. La agresividad dominante no debe ser suprimida sinoreorientada contra el enemigo real, las tangibles y visibles delsistema capitalista —sus deficiencias así como sus virtudes:en el gobierno, la industria, el ejército, las universidades, lasiglesias, etcétera—. La acción debe ser sin la crueldad y ci-nismo que son las prerrogativas del establishment. Tal acciónllegará a los límites mismos de la legalidad siempre que tras-cender esos límites pudiera ser contraproducente, y deberá serpreparada por una ilustración política completa de la comuni-dad respectiva para neutralizar su hostilidad e indiferencia.

Los rasgos históricamente nuevos de la democracia burguesaen su forma más avanzada (en Estados Unidos) son: a) lafuerza de su base popular, y b) su carácter militantementereaccionario. La base popular está fortificada por una estruc-tura instintiva que reproduce el sistema capitalista en los indi-viduos. Ahora, no se trata por supuesto de un desarrollo nuevoen absoluto que la clase trabajadora se “aburguesa” (verbür-gerlicht). Es nuevo lo remoto de las condiciones bajo las cua-les este proceso podría invertirse, la ausencia de un partidoobrero y prensa obrera, el rechazo del socialismo incluso co-mo un fin.

Con respecto al carácter político de la democracia burguesahoy: esta democracia no se enfrenta ya a un poder feudal opostfeudal; ha conquistado en su totalidad el ejército, el servi-cio civil, las instituciones educativas. Como resultado, el par-lamento ha sido reducido a una función menor. La monopoli-zación de la economía se impone en la concentración del po-der, en la rama ejecutiva del gobierno. El autogobierno de laburguesía es completo; en el alineamiento de la población traseste gobierno, la clase trabajadora ocupa todavía una posiciónde clase por sí, contra la burguesía como clase en esta socie-

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dad —sin trascenderla, no su “negación definitiva”—. Y lalucha de clases no interfiere con la brutal política imperialista:la solidaridad de la clase trabajadora internacional está en unbache histórico (más bien a cero), y el movimiento militantecontra la guerra está concentrado aún en los grupos mino-ritarios “marginales”.

En este estadio, el capitalismo despliega abiertamente suesencia propia: el crimen contra la humanidad que ha sidodesde el comienzo. La explotación del hombre por el hombre,y la perversión del humano en relaciones cómodas, el caráctery la organización degradante del trabajo, la destrucción de lanaturaleza —todas estas cualidades no pueden permanecermás ocultas o atenuadas por su progresiva función en el desa-rrollo de las fuerzas productivas—. El desarrollo capitalista yel uso de estas fuerzas, salpicadas siempre de explotación ydeshumanización, han culminado en la productividad del ase-sinato, el asesinato del débil y el pobre en Indochina: asesi-nato tecnológico, científico, automático que libera a los asesi-nos de cualquier sentido de culpa personal.

Es como si el capitalismo se sintiera ahora seguro para soltarlos frenos de su destrucción productiva —frenos legales, mo-rales, políticos (o como si el capitalismo no pudiera permitirseya mantener esos frenos)—. El sistema rompe su propio velo,su propia verificación. En su propia conducta demuestra di-ariamente la verdad de la teoría marxista. La tercera parte delAntiDühring de Engels, el análisis de Lenin del imperialismoson mansos y comedidos en comparación con la realidad. Launión del gran capital y el Estado es la más inmediata y abier-ta: la noción de conflicto entre intereses privados y gobiernopúblico ya no se toma más en serio y, si es necesario, es abo-lida por un fiat administrativo.

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Con la desaparición de la distinción entre negocio, mafia ypolítica, la corrupción se ha convertido en un término sin sen-tido. Cuanto más alta está más protegida está —“legitimada”por el mero hecho de que está tan elevada—.

En la democracia americana de hoy el gobierno es por defini-ción (porque fue elegido por el pueblo y porque es el gobier-no) inmune a la subversión, y está (por la misma definición)seguro de cualquier otra crítica verbal y oposición del Con-greso que puede ser manipulada con facilidad. La separaciónentre persona y cargo y el reconocimiento de un derecho de lagente a la resistencia (idea tan central a la tradición protestan-te y puritana) se han olvidado. El cargo sanciona al que deten-ta el cargo, y esta sanción no es afectada por sus hechos. Elpresidente es el presidente y retiene el tabú que le es debido—sea él o no el que ordenó la caída de la bomba atómica o lamasacre del pueblo vietnamita—. La mentalidad sadomaso-quista de sus sometidos fortifica el tabú.

Y el derecho a la resistencia: como lo ejerce el pueblo sobera-no, la resistencia ha sido siempre un evento revolucionario, unhecho más que un derecho. El derecho de resistencia nunca hasido concedido al pueblo en su conjunto, actuando en masa;ha sido siempre investido en una parte específica del pueblo,un grupo, consejo o “estado” considerado como representa-ción del pueblo mismo: “magistrados”, parlamento. Pero en lademocracia americana, hoy incluso, esta resistencia popularrestringida ha cesado de operar: con la actividad “equilibra-dora” del Congreso concentrado en el presupuesto y la protes-ta verbal, con el control ubicuo del poder del Ejecutivo, lademocracia burguesa no presenta ya un barrera efectiva alfascismo.

He destacado la función ambivalente de los derechos civiles

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en esta democracia. Tienen que ser defendidos por todos losmedios, aunque también sirven al gobierno protofascista quelos controla cada vez más abiertamente. Me refiero a Toleran-cia represiva: la situación ha empeorado desde entonces. Lanoción de objetividad, tan central al funcionamiento de unasociedad civilizada ha sido invalidada (más bien vuelta alrevés) —no por los radicales, los marxistas, etcétera, sino porel gobierno mismo que los prohibe—. Traza duras medidaspara forzar a los media a tener programas “equilibrados”. Conel disfraz de objetividad una rígida censura (que opera comocualquier otra cosa con el dinero: retirada y no renovación delas licencias). Pero si se necesitaría un nuevo equilibrio paraalcanzar la objetividad, sería en la dirección opuesta, es decir,igual tiempo y espacio para la opinión e información críticadel gobierno, y refutando las que emanan de él.

El gobierno puede permitirse consentir que se aireen y publi-quen la objetividad crítica siempre que ésta permanezca es-trictamente cuantitativa: diez cartas afirmativas al editor ydiez negativas en la misma página, etcétera. La igualdad esengañosa, pues la opinión afirmativa y conformista es multi-plicada y fortificada por el conjunto del contexto, la imagendel periódico, el espacio privilegiado que se le asigna a lasdeclaraciones y portavoces del gobierno, la presión vin-dicativa, el sentimiento de comunidad.

Es más, en este contexto, la objetividad en la permisividad deopiniones promueve la agresividad, la opresión y el crimen enla medida en que se publican las más indignas exhortaciones ala violencia —la violencia sadomasoquista enquistada en elestablishment—. No es un izquierdista salvaje ni un serhumano sino un tal Mr. Flynn de Anheim quien escribe a LosAngeles Times que “su única queja es que Estados Unidos no

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haya considerado apropiado usar las armas nucleares contraVietnam del Norte”, y el periódico imprime esta obscenidad(29 de diciembre de 1971, cuatro días después de Navidad)porque también imprime, en la misma página, la contestación.Un presidente que se sienta seguro en la Casa Blanca másprotegida del mundo es llamado “valiente” por ordenar bom-bardear, bombardear y bombardear un pueblo hasta matarlo yexpulsarlo de su tierra y este sinsentido es impreso, pero en lamisma página el mismo presidente es acusado por la mismarazón.

Comparado con el neofascismo, definido en términos de “sus-pensión de los derechos y libertades civiles”, supresión detoda oposición, militarización y manipulación totalitaria detodo el pueblo, la democracia burguesa incluso en su formamonopolista ofrece aún una oportunidad (la última) de unatransición al socialismo, para la educación (en teoría y prácti-ca) y la organización que prepare para la transición. La nuevaizquierda se enfrenta por tanto a la tarea de defender esta de-mocracia —defenderla es el mal menor: menor que el suicidioy la supresión—. Y se enfrenta con la tarea de defender estademocracia mientras ataca sus fundamentos capitalistas, esdecir, separar las formas políticas del capitalismo de su es-tructura económica. Tal separación se hace posible por la re-lación dialéctica entre forma y contenido: la forma burgués-democrática va detrás de la estructura del capitalismo mono-polista y de capitalismo estatal y preserva así las institucionesliberales vinculadas a un estadio histórico previo que estásiendo rápidamente superado. El capitalismo avanzado estáadecuadamente equipado para eliminar estas instituciones si ycuando el conflicto se vuelva intolerable, mientras que la iz-quierda es todavía muy débil para transformarla en una demo-cracia socialista. Superar esta debilidad requiere el uso de las

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instituciones democráticas mientras se combaten las fuerzasque, dentro de esa democracia, hacen al pueblo mismo elheraldo de las tendencias conservadoras, reaccionarias e in-cluso neofascistas.

Usar la democracia burguesa para reducir su base popular —no se trata ciertamente de una estrategia nueva—. Pero hoy latarea es infinitamente más difícil porque a) el impacto de lasnecesidades materiales como fuerza revolucionaria ha dismi-nuido considerablemente, y b) la manipulación del ser huma-no ha alcanzado una profundidad sin precedentes. Consecuen-temente, el surgir de la conciencia debe proceder sobre unabase más amplia, más allá de la clase trabajadora en el sentidoestrecho y debe ser un trabajo de educación para una verdade-ra transformación de valores y metas que alcanzara a negar elsistema establecido. ¡Bajo el capitalismo monopolístico laeducación política debería ser de hecho el trabajo de pequeñosgrupos no integrados y de los individuos!

¿Élites? ¿Por qué esta noción que pertenece al equipo propa-gandístico del establishment —denuncia de los odiados radi-cales en términos de apelar al antiintelectualismo del pue-blo—? ¿Por qué no mejor el buen término revolucionario de“vanguardia”? Siempre ha sido un grupo pequeño y siempreha incluido a los “intelectuales”. Y su tarea ha sido siempre laeducación.

Seguramente la oportunidad de una revolución socialistaemerge de la experiencia de la lucha revolucionaria misma,pero la cuestión es que hoy, en Estados Unidos por lo menos,en Alemania, en Inglaterra (esto es, en los países capitalistasmás avanzados), la lucha revolucionaria debe ser generadaprimero, hecha nacer, organizada. Esto exige la translación delas condiciones objetivas a la conciencia política, conciencia

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socialista. No puede ser la tarea de una “elite” (¿por qué re-emplazar el buen concepto leninista de “vanguardia” por el de“elite”, y sucumbir así a la propaganda del establishment?), delíderes con estilo propio, sino más bien de individuos y gruposde todas las clases (horribile dictu) quienes, en su confronta-ción con la sociedad han tenido la experiencia liberadora: enel campus, en las calles, en las tiendas, en los ghettos y quiense ha hecho militante socialista en esta confrontación. Sabenque las masas no son socialistas y trabajan por elevar la con-ciencia de sus compañeros y compañeras dondequiera queestén y no sólo entre los trabajadores: la educación política enteoría y práctica.

Esto responde la pregunta de ¿quién educa a los educadores?La respuesta es simple (una vez que nos hemos liberado de laviciosa propaganda antiintelectual en la formulación de lacuestión). La respuesta es: los educadores se educan a símismos. La teoría está ahí, la tradición intelectual y la expe-riencia están ahí, las lecciones de la lucha revolucionaria estánahí, pueden ser aprendidas y comunicadas...

Hoy el capitalismo impone a la educación política radical unnuevo foco y un nuevo “lenguaje”. Justo como en los paísescapitalistas avanzados el impulso radical puede probablemen-te originarse en la dimensión existencial más allá de las nece-sidades vitales materiales (privación), así la educación políticatendrá que acentuar y articular esta dimensión. Esto quieredecir que la necesidad de una reorganización fundamental deltrabajo manual e intelectual se acentúa por un cambio “ide-ológico”: la educación debe centrarse en temas “culturales”,morales como armas políticas.

La minimización de los temas morales (como “simplemente”ideológicos) se ha convertido en un enorme obstáculo para el

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desarrollo de la conciencia política y en un enorme impulsopara la moralidad capitalista dominante. Si los contenidos másconcretamente políticos no se hacen conscientes (después demás de un siglo de represión en la que no pocos marxistas seunieron a la burguesía), la imagen del socialismo como socie-dad cualitativamente mejor será una pálida y abstracta ideaque no merecerá que se luche mucho por ella. Esto quieredecir no que regresemos del socialismo científico a uno “utó-pico” y “verdadero”, del materialismo dialéctico al idealismo,sino, por el contrario, recapturar toda la fuerza del materialis-mo dialéctico por el reconocimiento del contenido material delos temas morales, su sustancia política y material.

¿Cuál es el contenido político de las categorías morales?

Si los trabajadores de América van en masa a la huelgacontra la guerra en Vietnam podrían hacerlo porque no sopor-tan más el sacrificio de una pobre gente luchando por su libe-ración, y no pueden soportar la completa destrucción de supaís. La solidaridad sería una categoría moral trasladada a laacción política. Al mismo tiempo, semejante acción, aparte desu efecto en la economía capitalista, rompería la identificacióndel trabajador con la clase dominante y sus intereses —ruptura que no se alcanza en la estrategia reformista de lossindicatos—. En suma: erupción de una moralidad socialistacomo fuerza política. Otro ejemplo, si se establecen las condi-ciones para que eventos tales como la Rose Bowl Parade (pre-senciada por más de un millón de personas) no pudiera tenerlugar mientras continuara la guerra contra los movimientos deliberación y se mantuvieran los ghettos. Esta conquista seríamoralidad que se convierte en fuerza política, y la kathexispolítica de un objetivo que simboliza la epifanía comercial de

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la esfera erótica. Al mismo tiempo, la supresión de la demos-tración pública de la belleza en la sociedad fea sería la ofensamoral radical contra la celebración de la alegría acomodada enla atmósfera del matadero.

Inversamente, la moralidad capitalista del trabajo como fuerzareaccionaria: en 1972 sectores importantes de trabajadores enlos estados densamente industriales de Estados Unidos vota-ron a favor de la reelección de Nixon por su posición respectoal transporte escolar. “Parece que el trabajador ínfimo de Mi-chigan ha llegado al punto en el que ‘la escuela a la que va suhijo significa más que la cuantía de su cheque de paga’” (NewYork Times, 10 de octubre de 1972). ¿Un tema “cultural” quesobrepasa los temas económicos materiales? ¿Es la calidad dela educación lo que preocupa a estos trabajadores o es másbien la moralidad racista la que motiva el acto político? Elresultado es una contribución más a la estabilización del capi-talismo en su forma más agresiva. La fuerza política de lamoralidad asume una forma histórica nueva bajo las nuevascondiciones del capitalismo monopolista: está más profun-damente enraizada y tiene un potencial radical más amplioque en los estadios previos del desarrollo social.

Cuando el capitalismo se ha liberado a sí mismo de sus frenosideológicos el bien y el mal deben volverse categorías políti-cas. Si a la gente “no le preocupa” es porque hace tiempo queha aprendido que las empresas del Mundo Libre están porencima del bien y del mal, la verdad y la mentira —mientrasel sistema funcione—.

Evidentemente, la liberación del bien y del mal aumentahorriblemente el poder de la sociedad que dispone de los me-dios y recursos para imponer sus propios intereses. Ahoracubren el mundo entero en el espacio interior y exterior. Aquí

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está la juntura entre la economía política y la amoralidad exis-tencial del sistema.

En este estadio, del apoyo popular continuado o la capacidadde soportar del capitalismo, dependen del “entendimiento” desus crímenes monstruosos: el bienestar material en las metró-polis descansa sobre el silencio inhumano de la mayoría con-formista. El nivel de vida más alto es sin duda una meta paraluchar. En los países avanzados debe ser esencialmente rede-finido en términos de liberación humana, en términos muymateriales. ¿Puede la vida buena alcanzarse sin la explotacióny brutalidad? Por razones prácticas tanto como teóricas larespuesta debe ser afirmativa. Pero tal desarrollo presupone larevolución que está siendo suprimida —no sólo por el gobier-no y la clase gobernante sino además por el pueblo que sesomete a ellos—.

Conforme a la “extensión” del objetivo de la educación políti-ca desde los trabajadores a “la gente”, la nueva izquierda enEstados Unidos ha enfatizado la comunidad como el terrenode la educación política. El concepto de “comunidad” es ide-ológico: sugiere una identidad básica de intereses que atravie-sa las divisiones de clase. Sin embargo, hay buenas razonespara esta “desviación” ideológica. Las comunidades como la“vecindad” ofrecen la oportunidad para alcanzar al pueblo ensu ambiente, en la concreción de su vida —tras el trabajo perotambién en el trabajo (¡las mujeres!)—. Es más, la concentra-ción en la comunidad contraataca la organización burocráti-camente centralizada de la política del establishment, y de lacentralización burocrática del partido de la oposición. El con-trol de la comunidad podría ser una forma (tentativa) de auto-determinación y control “desde abajo”; como tal, podría pre-ceder y acompañar el control de los trabajadores en las fá-

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bricas y las tiendas, en los ghettos, sería un medio de fortale-cimiento inmediato del potencial político y de desarrollar losnúcleos de la organización local. La organización vecinal enlas comunidades de clase media más baja establecería tambiénun vínculo personal entre la residencia y la ocupación (comer-cio, oficina, fábrica).

¿Para qué el control de la comunidad? En las comunidadestodavía esencialmente conservadoras y conformistas el au-tocontrol no significaría otro progreso que, tal vez, el de laeficiencia. Igual que el control de los trabajadores en las fá-bricas no significaría un avance hacia un cambio radical socialy político si no son trabajadores radicales los que lo realizan,hombres y mujeres, así en las demás comunidades. Aquí tam-bién, la educación política debe ser el primer paso en el largocamino hacia el control socialista anticapitalista. El propósitode controlar es de hecho “racionalización”, es decir, una orga-nización del trabajo y el ocio menos costoso y destructivo delos recursos humanos y naturales, pero precisamente estepropósito debe ser preservado sólo por una sensibilidad revo-lucionaria, la imaginación y la razón —de otro modo, deberácontinuar siendo una racionalización de la no libertad, un es-tadio más alto en el desarrollo del capitalismo—. Racionaliza-ción y progreso en el control autónomo no asume “automáti-camente” los rasgos del socialismo del control para la liber-tad. Para conducirlo más allá del punto donde trasciende laestructura capitalista y hacia una reorganización radical de lavida, en otras palabras, donde asume una cualidad diferentedel trabajo y el ocio debe proceder sobre una base humanacualitativamente diferente —expresión de un nuevo potencialhumano—.

La misma relación estructural entre los elementos cualitativos

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y cuantitativos del proceso de transición prevalece en la co-munidad que juega un rol decisivo en la radicalización de lasociedad integrada: la comunidad de estudiantes. La contra-cultura, la nueva moralidad originada ampliamente en estosgrupos —contienen la diferencia cualitativa—. Lo que faltabadesde el comienzo era su organización política adecuada. Estofue impedido por el culto a la espontaneidad y el antiautorita-rismo. Se hicieron esfuerzos admirables en la organización enamplia escala. Su punto álgido (en la Convención de Chicagoen 1968) fue también el comienzo de la decadencia.

En este contexto, la lucha por la liberación de la mujer es dela máxima importancia —hasta el punto de convertirse enmovimiento político—. La negación de los valores y metas dela sociedad patriarcal de dominio masculino es también lanegación de los valores y metas del capitalismo —y esto en elnivel fisiológico, instintivo del individuo—.

He sido acusado de sucumbir a la imagen “masculino chovi-nista” de la mujer al atribuirle cualidades específicas queestán de hecho socialmente determinadas (ternura, suavidad,etcétera).Ahora me parece sin sentido separar de esta maneracualidades socialmente determinadas y fisiológicas (“natura-les”): en el desarrollo histórico, lo primero está inmerso en lafisiología y se convierte en una “segunda naturaleza”. Encualquier caso, estas cualidades femeninas se han convertidoen un hecho, y como factual, pueden ser usadas política y so-cialmente. Suprimirlas porque son históricamente determina-das podría ser sacrificarlas al establishment masculino. Cier-tamente, existe la hembra agresiva, la “madre devoradora”(como hay también el macho suave, el hombre no violento).La meta es liberar esas cualidades (masculino y femenino) locual toca a una sociedad mejor, una sociedad sin explotación

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sexual, o de otro tipo —independientemente de si esas cuali-dades están fisiológica o socialmente determinadas—.

En cada revolución ha habido demandas “sub-revoluciona-rias” y fuerzas que han trascendido las metas económicas ypolíticas de la praxis revolucionaria real. En la ausencia de unmovimiento revolucionario de masas aparecen como históri-camente prematuras. Hoy es el caso en un sentido especial-mente enfático. Las condiciones y los modos de vida que hansido tradicionalmente entendidos como el resultado y efectode la revolución, preceden ahora a la revolución, incluso apa-recen como parte de sus causas en los países capitalistasavanzados. Me refiero a que la transformación de valores pre-tende la subversión no sólo de la economía capitalista y lapolítica sino también de la conciencia establecida, la morali-dad y la estética —no sólo del capitalismo sino incluso delsocialismo de modelo soviético—.

Totalización de la libertad: cuanto más “rebosa” la produccióncapitalista en el mercado de bienes improductivos y ser-vicios, menos racional se hace la sujeción de la libertad a lanecesidad. El ámbito de la necesidad tiende a restringirse y ahacerse coextensivo con las exigencias del sistema establecidoy con las leyes que gobiernan la naturaleza (materia).

El objetivo sigue siendo lo que ha sido siempre en el esfuerzosocialista: las instituciones básicas del sistema, sus relacionesde producción. Es el trabajo individual en estas institucionestomado en aquellos cuya conciencia y cuyos impulsos debenser hechos susceptibles de cambiar. Las primeras y muy pre-carias manifestaciones ya están ahí: lo que normalmente espublicado y deplorado como el colapso de la ética puritana deltrabajo, el aburrimiento, la alienación, el trabajo, etcétera, esde hecho una primera protesta individual contra la organiza-

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ción capitalista de la vida misma —un rechazo que implica lamisma existencia del individuo y no sólo su trabajo—. El con-flicto entre la libertad y la necesidad no es ya reducido tantocomo parece a un conflicto inducido y reproducido por lasexigencias del capitalismo, y de este modo no puede ser re-suelto para cualquier plazo correcciones en el ajuste y veloci-dad de la cadena de montaje, la “humanización” de la supervi-sión en la factoría, la concesión de más responsabilidad indi-vidual en la producción de mercancía mala y superflua. Inclu-so si las reformas son realmente integrales y radicales en esadirección no serían incompatibles con la creación del suficien-te valor añadido, y el conflicto sería insoluble dentro de laestructura capitalista. Pues no se trata ya de sostener y seguirdesarrollando las fuerzas productivas sino de superar su uso alservicio de la dominación y la explotación.

No es pues un accidente que en este estadio de la historia loselementos trascendentes de la teoría marxiana estén siendoretomados. Las categorías económicas contienen en sí mismasel imperativo de la liberación: es la precondición más que elresultado del análisis. Esta coincidencia interna de la verdadimperativa y la científica está en sí misma fundada en la cons-telación objetiva, propiamente una situación histórica dondeel trabajo humano (intelectual y manual) ha creado las condi-ciones para la abolición de la servidumbre y la opresión —metas que no sólo están bloqueadas por la organización capi-talista de la sociedad—. El contenido trascendente de las ca-tegorías económicas define el concepto de explotación: elhecho de que la explotación persista incluso si las necesidadeseconómicas y culturales de los trabajadores están más o me-nos satisfechas, incluso si no se trata ya del proletario empo-brecido del siglo XIX. Pues la sustancia de la explotación esla negación de la libertad, es trabajar (y vivir) para mantener y

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aumentar el sistema social que crece y cuya riqueza dependede la degradación del ser humano. El valor añadido del que elcapitalista se apropia es el tiempo que quita a los trabajadores,tiempo quitado a su vida, y esta alienación del tiempo de lavida reproduce a su vez la existencia humana a servidumbre.

La primera fase en la subversión de esta condición podría serla apropiación del surplus de tiempo para la abolición de laservidumbre: la autodeterminación y la autoorganización deltrabajo socialmente necesario. La noción de que esto sólopodría ser imaginable en su nivel más alto de progreso técnico(¡automatización!) no parece sostenible. El desarrollo de laeconomía política en China muestra una modernización am-pliamente descentralizada y autónoma dentro de la estructurade un plan general. A este respecto, el problema no es la cons-trucción del socialismo “desde abajo” sino, más bien, la cons-telación política global, concretamente la capacidad de la su-per-potencia americana y su disposición a suprimir tal revolu-ción.

Una vez más, la estructura compleja del concepto marxianodel desarrollo capitalista debe ser enfatizada. Las con-tradicciones internas se manifiestan ellas mismas primaria-mente en el agravamiento de las dificultades económicas, peropor ellas mismas no llevarán al colapso del sistema. La solu-ción fascista ofrece una alternativa a la revolución. En verdadninguna sociedad puede mantenerse en el terror, pero una so-ciedad (y precisamente una sociedad técnicamente muy avan-zada) puede ser llevada por un terror plus, satisfacción de lasnecesidades más allá y por encima de las necesidades de sub-sistencia. El imperialismo americano tiene todavía un merca-do inmenso que conquistar: los movimientos de liberaciónlatinoamericanos son suprimidos por la fuerza bruta, los

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acuerdos de negocios con la URSS y China prometen no sóloseguir ayudando a las finanzas y la industria americanas sinoincluso proteger los flancos europeos y asiáticos del imperia-lismo. No hay nada en la teoría marxiana que excluya la posi-bilidad de tal desarrollo, y la única fuerza capaz de evitarlo esla acción política.

En el estadio del capitalismo monopolístico de Estado, la polí-tica gana importancia sobre la economía —incluso en la estra-tegia de la izquierda marxista—. He intentado mostrar que enUSA esto significa centrar la teoría y la práctica en objetivostales como la guerra, el estamento militar, el poder de ataquede la estructura sobre la educación y el bienestar, el gobiernopor conspiración de los agentes ocultos, la sujeción del Legis-lativo y el Judicial al poder Ejecutivo, la censura y la intimi-dación, el gobierno de la gran mentira. Y también la moviliza-ción en el nivel ideológico: enfrentarse a la mentalidad sado-masoquista que soporta la economía política del capitalismo.

El cambio de énfasis en la estrategia está motivado por la no-ción de un capitalismo diferente del concepto tradicionalmarxista. Lo he sugerido en términos de una desintegraciónestructural, mientras que la economía, en sus instituciones,opera todavía: una desintegración moral, en la práctica diaria,en el trabajo y fuera del trabajo. No revolución sino revuelta:por individuos y grupos pequeños en toda la sociedad; muyespontánea, muy aislada e, incluso, muy criminal para ser unavanguardia; no socialistas y no dispuestos para la organiza-ción política. Contra las distorsiones viciosas debe ser reitera-do que no es un lumpenproletariat, no es la basura, los des-empleados, etcétera: este estrato incluye trabajadores emplea-dos, de cuello azul y blanco, intelligentsia, mujeres, etcétera.En virtud de su posición y mentalidad, pueden hacerse políti-

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cos y convertirse en núcleos de organización gracias a unapaciente y dolorosa educación.

Si esta tendencia alcanza a constituirse y se hace con una bue-na parte de la clase trabajadora ampliada, las condiciones hanmadurado de suerte que pueda tener lugar la toma de factoríasindividuales y tiendas y la autoorganización del trabajo. Eneste punto, además, la lucha abierta con las (por ese tiempo yafascistas) fuerzas está llamada a estallar. Es inútil especularsobre el resultado pero son convenientes una serie de observa-ciones.

1. Las oportunidades de la izquierda dependen de la ex-tensión de su base popular. Esto es un truismo, pero por símisma la base popular no es una barrera efectiva contra elfascismo. En Alemania, una mayoría de la gente no apoyabaal nazismo antes de 1933. Es precisamente un rasgo esencialdel fascismo el ser capaz de integrar la mayoría fascista: porel terror efectivo y “preventivo”, pero también por el sistemade manipulación y satisfacción que retiene la parafernaliaconstitucional. El equilibrio del poder depende de la reso-lución y la capacidad de las organizaciones políticas de laizquierda de luchar con todos los medios a su alcance —or-ganizaciones enraizadas en las bases locales y regionales, perocoordinadas en un nivel más amplio—.

2. La idea de que el fascismo puede ser una precondiciónhistórica del socialismo es una ilusión fatal. Si algo ha contri-buido, es a debilitar y dividir a la izquierda en un tiempo en elque un frente fuerte-mente unido era esencial.

3. Ningún poder extranjero podría luchar eficazmentecontra el surgimiento del fascismo —ni podría ningún poderextranjero apoyar eficazmente un movimiento revoluciona-rio—. Razones: miedo de que esa intervención podría condu-

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cir a una guerra total y a ceder la estructura del poder a lospaíses que intervienen.

4. El fascismo puede ser definido como la organizacióntotalitaria de la sociedad para la preservación y la expansióndel capitalismo en una situación en la que esta meta no es yaalcanzable por el desarrollo normal del mercado. La principalamenaza al capitalismo es doble: la existencia de una oposi-ción fuerte socialista-comunista, y la constricción de la acu-mulación de capital causada por la guerra perdida, una seriadepresión, etcétera. En esta situación, la “solución” capitalistaes buscada en la reducción del nivel de salarios, frenando elpoder de los sindicatos y embarcándose en una política impe-rialista agresiva. Esta solución requiere la movilización detoda la población tras los intereses nacionales definidos por laclase gobernante, la abolición del gobierno de la ley, la emas-culación del parlamento como el rostrum de la oposición, lamilitarización total y el cierre de facto de la ideología de-mocrática.

Ahora, en el desarrollo del capitalismo monopolista de Esta-do, estas condiciones emergen en curso de crecimiento, conlas siguientes modificaciones:

a) El incremento de las dificultades de la acumulación de capi-tal y el estrecha-miento del mercado no aparecen como el re-sultado de una guerra perdida u otras condiciones anormales,sino más bien como el resultado de un incremento extraordi-nario de la productividad del trabajo y la constante superpro-ducción incluso bajo una capacidad productiva disminuida.

b)La oposición contra la política económica represiva tomaforma de resistencia sindical contra la reducción del salario yla resistencia de los trabajadores contra la explotación intensi-ficada —no una amenaza socialista-comunista—; por ejem-

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plo, Estados Unidos.

El fascismo alemán e italiano fueron derrotados en una guerraglobal no desde dentro. Es muy improbable que una cons-telación semejante vuelva a surgir si el fascismo se estableceen la mayoría de los países capitalistas avanzados de la erapresente. El peligro de autodestrucción es demasiado inmi-nente.

¿Las alternativas? En el mejor de los casos, la izquierda estarásuficientemente unida y suficientemente fuerte y militantecomo para controlar la marea fascista, lo cual quiere decir:unir y organizar ahora, mientras un potencial antifascista to-davía existe y tiene cierta libertad de movimiento. O (y estosería concomitante): la órbita comunista se reunifica y se pre-para lo suficiente como para frenar y hacer retroceder la agre-sión imperialista sin una guerra global (nuclear). Ambas posi-bilidades son aún bastante realistas.

Para la izquierda en Estados Unidos enfatizo de nuevo lastareas inmediatas: a) inundar a los políticos, los representan-tes, los medios y sus sostenedores con cartas y telegramas deprotesta en cada ocasión de represión y persecución y concada prorroga de la guerra; b) comenzar una vez más a ero-sionar por medio de manifestaciones, boicots y piquetes; c)ofrecer equipos de abogados capaces de defender a los incul-pados en los tribunales (¡renuncian-do a un juicio “político”donde no prevalece la atmósfera para ello!); d) reunir fondospara contra-instituciones; y e) trabajo educacional y organiza-tivo sobre base local, en la comunidad, etcétera. ■

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