Marruecos Total

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Marruecos

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La información de este volumen se distribuye en tres secciones. La primera sección, Marruecos, un mundo de contrastes, consiste en siete itinerarios a lo largo del país, a través de los cuales el lector hallará una información detallada sobre las distintas regiones, ciudades y sus alrededores, proporcionando un buen número de alternativas a la hora de visitar los lugares que reúnen los mayores atractivos. La segunda sección, titulada Marruecos a vista de pájaro, consiste en una introducción general donde se proporcionan las coordenadas históricas, geográficas y económicas del país, haciendo especial hincapié en su situación actual y en aspectos culturales, como su arquitectura, el arte y la artesanía, la literatura, la religión, el idioma o las fiestas. Finalmente, el apartado de Guía de servicios ofrece abundante información sobre diversos temas como documentación necesaria, medios de transporte para desplazarse por el país, principales acontecimientos culturales y festivos, etc., así

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Marruecos

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TÁNGER, EL RIF Y LA REGIÓN ORIENTAL

Tánger empieza en España. Bajando desde el norte, la tierra se vuelve amarilla y luminosa. Los espacios se agrandan. Mirando con los ojos de la fantasía, aparecen los caballeros que, en nombre del Islam, recorrieron estos parajes, partiendo justo de aquí, del extremo de Marruecos, frente al monte de Tarik, tras el cual el sol se esconde en el océano. Cuando en un viaje de este tipo se llega al Estrecho, se tiene la sensación de estar a punto de abrir una puerta: quién sabe lo que habrá al otro lado, qué voces, qué gestos, cuántos problemas para nosotros, occiden-tales, que hemos modelado el mundo a nuestra imagen y semejanza.Cambia la lengua. Aquí, el árabe, el español y el francés se mezclan, se confunden, cuentan la historia de estos lugares, marcados por los hombres que los han habitado y los poderes que los han gobernado. Imposible no darse cuenta. Cambian las paredes, los edificios. Los de la Ville Nouvelle son creaciones recientes, europeas, con menos de cien años de vida, historias de intrigas internacionales, fragmentos de películas en blanco y negro. Pero los de la medina son otra cosa, indescifrables, secretos. Conviene irse acostumbrando a perderse en una ciudad árabe, sin demasiados nombres en las esquinas de las calles, pero con muchas cosas en las que fijarse: aquí las babuchas, allí las cacerolas, al fondo un café donde se puede hacer un alto y saborear la vida frente a un perfumado té de menta.

Sobre todo cambia la noción del tiempo. Y en el puerto, tener prisa es un pecado mortal. Leer los impresos, de dónde vie-nes, hacia dónde vas, una firma, cambiar dinero guardando con cuidado los recibos, no perder jamás la paciencia si alguien se te acerca ofreciéndote hoteles, restauran-tes, paraísos terrenales…

No hay grandes monumentos ni cosas importantes que ver. Sin embargo, un viaje no es solo pasar por lugares distintos. Es también un cúmulo de emociones, de olo-

res, de instrucciones de uso de mundos dife-rentes, y esto, si queremos, cala muy dentro, marca, vuelve con nosotros a casa y en el mosaico del alma pesa más que las postales y las fotos. Son muchos los que se han que-dado en Tánger con ese espíritu, muchos nombres con sabor americano: Malcom Forbes, Paul Bowles, William Burroughs o Brion Gysin. Extraña desazón: ¿qué empuja a gente importante y culta a irse de unos sitios cómodos y ricos, a otros, a primera vista, más problemáticos?

MARRUECOS, UN MUNDO DE CONTRASTES

Recomendaciones para la lectura

Las estrellas que acompañan los nombres de localidades, monumentos y obras de arte hacen referencia a la importancia turística de las mismas; el criterio seguido es el de una estrella (★) para los que poseen interés y dos (★★) para los de gran interés.

La indicación [pág.] significa que de una localidad citada en este apartado existe mayor información en la página de referencia.

Respecto a las localidades que cuentan con un plano en esta guía, los nombres de los monumentos van seguidos de una referencia entre paréntesis que sirve para su localización dentro de aquel. Así, si se trata por ejemplo del Mausoleo de Mohamed V, la indicación (C5) significa que se encuentra en el cuadrante formado por la inter-sección de la fila C y la columna 5 del plano correspondiente.

La descripción de las localidades se ha hecho, siempre que ha sido posible, a partir del centro de la ciudad y siguiendo el mismo orden en que los monumentos, museos y otras curiosidades se encuentran. También se incluyen algunas poblaciones situadas en los alrededores de las principales ciudades, proporcionándose, en cada caso, las distancias en kilómetros desde el punto de partida.

Toda la información contenida en esta guía ha sido cuidadosamente comprobada antes de su publicación. No obstante, dada la naturaleza variable de muchos datos, recomendamos su verificación antes de salir. La editorial no se hace responsable de los daños o molestias que tales cambios pudieran ocasionar.

Panorámica de Tánger, con la costa española al fondo.

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TÁNGER, EL RIF Y LA REGIÓN ORIENTAL

Tánger empieza en España. Bajando desde el norte, la tierra se vuelve amarilla y luminosa. Los espacios se agrandan. Mirando con los ojos de la fantasía, aparecen los caballeros que, en nombre del Islam, recorrieron estos parajes, partiendo justo de aquí, del extremo de Marruecos, frente al monte de Tarik, tras el cual el sol se esconde en el océano. Cuando en un viaje de este tipo se llega al Estrecho, se tiene la sensación de estar a punto de abrir una puerta: quién sabe lo que habrá al otro lado, qué voces, qué gestos, cuántos problemas para nosotros, occiden-tales, que hemos modelado el mundo a nuestra imagen y semejanza.Cambia la lengua. Aquí, el árabe, el español y el francés se mezclan, se confunden, cuentan la historia de estos lugares, marcados por los hombres que los han habitado y los poderes que los han gobernado. Imposible no darse cuenta. Cambian las paredes, los edificios. Los de la Ville Nouvelle son creaciones recientes, europeas, con menos de cien años de vida, historias de intrigas internacionales, fragmentos de películas en blanco y negro. Pero los de la medina son otra cosa, indescifrables, secretos. Conviene irse acostumbrando a perderse en una ciudad árabe, sin demasiados nombres en las esquinas de las calles, pero con muchas cosas en las que fijarse: aquí las babuchas, allí las cacerolas, al fondo un café donde se puede hacer un alto y saborear la vida frente a un perfumado té de menta.

Sobre todo cambia la noción del tiempo. Y en el puerto, tener prisa es un pecado mortal. Leer los impresos, de dónde vie-nes, hacia dónde vas, una firma, cambiar dinero guardando con cuidado los recibos, no perder jamás la paciencia si alguien se te acerca ofreciéndote hoteles, restauran-tes, paraísos terrenales…

No hay grandes monumentos ni cosas importantes que ver. Sin embargo, un viaje no es solo pasar por lugares distintos. Es también un cúmulo de emociones, de olo-

res, de instrucciones de uso de mundos dife-rentes, y esto, si queremos, cala muy dentro, marca, vuelve con nosotros a casa y en el mosaico del alma pesa más que las postales y las fotos. Son muchos los que se han que-dado en Tánger con ese espíritu, muchos nombres con sabor americano: Malcom Forbes, Paul Bowles, William Burroughs o Brion Gysin. Extraña desazón: ¿qué empuja a gente importante y culta a irse de unos sitios cómodos y ricos, a otros, a primera vista, más problemáticos?

MARRUECOS, UN MUNDO DE CONTRASTES

Recomendaciones para la lectura

Las estrellas que acompañan los nombres de localidades, monumentos y obras de arte hacen referencia a la importancia turística de las mismas; el criterio seguido es el de una estrella (★) para los que poseen interés y dos (★★) para los de gran interés.

La indicación [pág.] significa que de una localidad citada en este apartado existe mayor información en la página de referencia.

Respecto a las localidades que cuentan con un plano en esta guía, los nombres de los monumentos van seguidos de una referencia entre paréntesis que sirve para su localización dentro de aquel. Así, si se trata por ejemplo del Mausoleo de Mohamed V, la indicación (C5) significa que se encuentra en el cuadrante formado por la inter-sección de la fila C y la columna 5 del plano correspondiente.

La descripción de las localidades se ha hecho, siempre que ha sido posible, a partir del centro de la ciudad y siguiendo el mismo orden en que los monumentos, museos y otras curiosidades se encuentran. También se incluyen algunas poblaciones situadas en los alrededores de las principales ciudades, proporcionándose, en cada caso, las distancias en kilómetros desde el punto de partida.

Toda la información contenida en esta guía ha sido cuidadosamente comprobada antes de su publicación. No obstante, dada la naturaleza variable de muchos datos, recomendamos su verificación antes de salir. La editorial no se hace responsable de los daños o molestias que tales cambios pudieran ocasionar.

Panorámica de Tánger, con la costa española al fondo.

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Tánger, el rif y la región orienTal

TÁNGER★

620.000 habitantes

La ciudad está dispuesta como un anfiteatro en la falda de una colina calcárea que se asoma al estrecho de Gibraltar, en una sucesión ininterrumpida de subidas y bajadas cubiertas de casas blanquísimas. Partiendo del peñón rocoso donde se halla la medina, ha ido ocupando progresivamente toda la franja litoral com-prendida entre el mar y las primeras colinas que ciñen su entorno. El carácter de la ciudad viene dado por su privilegiada situación geográfica: lugar de encuentro de dos mares, el Mediterráneo y el Atlántico, y de dos continentes, Europa y África. La confluencia cultural, lingüística, arquitectónica hace que la primera impresión sea de una ciudad marroquí “anómala”, poco marroquí y muy espa-ñola; así, en los días claros, los 14 km que la separan de España parecen menos hasta el punto de poder distinguir por la noche las luces de los coches de Tarifa.

La vida de la ciudad está asegurada por la alta actividad de su puerto, que en 2007 fue trasladado unos kilómetros más hacia el este, a Ksar es-Seghir, para posteriormente ser ampliado por el proyecto ganador de Jean Nouvel. En cambio, el puerto de la ciudad se ha convertido en puerto turís-tico, con la consiguiente revalorización de una gran parte de la ciudad que va desde la medina hasta el paseo marítimo de la bahía. En donde, hacia el cabo Malabata, se ha creado una animada zona de ocio do-tada de centros comerciales, instalaciones deportivas y recreativas, un lago artificial y un puerto deportivo. El turismo (también el interior) sigue siendo, junto a la acti-vidad económica del puerto, el principal motor de la economía de la ciudad. Tánger, que en otro tiempo fue centro de intereses coloniales y diplomáticos y de un intenso tráfico internacional, conserva al menos en parte el encanto de ciudad cosmopolita

que la hizo famosa en la primera mitad del siglo xx, cuando era un lugar de moda, de literatura y transgresión, refugio de una ecléctica comunidad de expatriados.

Durante los últimos años se ha rehabili-tado la medina mientras en las colinas de alrededor de la ciudad han ido naciendo nuevos asentamientos. El nuevo puerto de Tánger Med, a 45 km al norte de la ciudad y a solo 20 de Ceuta, absorbe ya todo el tráfico naval y la actual construcción del tren de alta velocidad (planificado para 2015) reducirá el tiempo de transporte ferroviario de Casablanca a Rabat.

HistoriaEl nombre de Tánger tiene un eco simbó-lico en la mitología griega, pero parece derivar del de un grupo bereber que se ha-bía asentado en esta zona en el Neolítico. Tingis, quizá frecuentada por navegantes fenicios, es citada por Hecateo de Mileto

Tánger como pruebaAsí pues, Tánger como introducción, como prueba de acceso. O se sale co-rriendo, o se sigue adelante. Avanzando hacia el este, en seguida se está al abrigo del Rif: calles atormentadas, parajes ás-peros y verdes donde Abd el-Krim llegó incluso a fundar y gobernar una república independiente en los albores del siglo xx. Tetuán, Chauen: cal y sol, nombres y rostros bereberes, lejanas historias de lugares misteriosos, ocultos a las mira-das indiscretas de los primeros viajeros infieles. Alhucemas, donde el recóndito Mediterráneo –que nace a espaldas de Ceuta y que no se puede renunciar a contemplar desde lo alto, desafiando los tornados que cortan las montañas– deja, amistoso, que se le acerquen. Las regio-nes orientales permiten adivinar Argelia y tienen el encanto de las cosas lejanas. Primero otros montes, luego aquellos lugares (presentes también en los libros imaginarios de nuestro Oriente) hechos de espacios inconmensurables y escasa presencia humana. Nada de dunas y poca arena. Grandes distancias que recorrer. Entre Oujda y Figuig, 400 km de apa-rente vacío, una de las mil piezas que conforman Marruecos. Los pensamien-tos cruzan de prisa nuestra mente, tra-tando de medir el horizonte, adivinando las palmeras y los ksar, dejando que nos envuelvan dimensiones desconocidas, en tierras todavía mal definidas, tanto, que en tiempos recientes las policías en-frentadas se consolaban disparando a los dos lados de una frontera incierta. Un poco más allá comienza el Sáhara, que en árabe quiere decir simplemente desierto.

ItinerarioUn día es suficiente para visitar Tánger (planos en las págs. 20-21 y 23) sin prisas, desde el Gran Zoco a la Gran Mezquita al Dar el-Majzen, y para darse una vuelta por las calles principales de la Ville Nou-velle. Como sugerente introducción a la visita de la ciudad, se aconseja subir a la terraza situada al comienzo del boulevard Pasteur, desde donde la vista abarca el antiguo núcleo amurallado, la kasba y, a sus pies, dispuesta como un anfiteatro ante el puerto y la bahía, la medina; en un segundo plano se divisa el cementerio judío, cubierto de verde vegetación. La

jornada puede incluir además la excur-sión paisajística, arqueológica y balnea-ria por los alrededores de Tánger al cabo Espartel y a la antigua colonia romana de Cotta (33 km).

La visita propuesta (mapa en las págs. 26-27) continúa a lo largo de la costa de Tánger a Tetuán hasta Ceuta, a 68 km, y Tetuán (plano en las págs. 30-31), a 106 km, cuyo ambiente andaluz se puede saborear en un día, incluyendo la visita a los museos importantes. En los alrede-dores de Tetuán se encuentra la costa de Gomara, aislada, fascinante y no siempre de fácil acceso, hasta el-Jebha.

El camino de Tetuán a Oujda (533 km sin contar las desviaciones de la carretera principal) permite explorar la vertiente meridional del Rif entre paisajes muy diferentes, vistas espectaculares sobre montañas desnudas o cubiertas de verdes de bosques de cedros y abetos, llanuras cultivadas, salidas al azul del Mediterrá-neo, larguísimas playas… proponemos muchas etapas: Chauen (64 km), Alhuce-mas (222 km), Nador (154 km), Melilla (13 km desde Nador) y Oujda (140 km). Las curvas también son numerosas. Desde Chauen, pasando por Uezzane, Fez el-Bali y Taunate, un rodeo de 169 km permite volver al recorrido principal cortando por el interior de la región montañosa del Rif.

Por fin, de Oujda a Figuig es un viaje de 376 km por una región de grandes llanuras desérticas, raros oasis, ksar y kasbas que conduce hasta las proximi-dades de la frontera argelina.

Bab el-Assa, la Puerta de los Centinelas, acceso principal a la kasba de Tánger.

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Tánger, el rif y la región orienTal

TÁNGER★

620.000 habitantes

La ciudad está dispuesta como un anfiteatro en la falda de una colina calcárea que se asoma al estrecho de Gibraltar, en una sucesión ininterrumpida de subidas y bajadas cubiertas de casas blanquísimas. Partiendo del peñón rocoso donde se halla la medina, ha ido ocupando progresivamente toda la franja litoral com-prendida entre el mar y las primeras colinas que ciñen su entorno. El carácter de la ciudad viene dado por su privilegiada situación geográfica: lugar de encuentro de dos mares, el Mediterráneo y el Atlántico, y de dos continentes, Europa y África. La confluencia cultural, lingüística, arquitectónica hace que la primera impresión sea de una ciudad marroquí “anómala”, poco marroquí y muy espa-ñola; así, en los días claros, los 14 km que la separan de España parecen menos hasta el punto de poder distinguir por la noche las luces de los coches de Tarifa.

La vida de la ciudad está asegurada por la alta actividad de su puerto, que en 2007 fue trasladado unos kilómetros más hacia el este, a Ksar es-Seghir, para posteriormente ser ampliado por el proyecto ganador de Jean Nouvel. En cambio, el puerto de la ciudad se ha convertido en puerto turís-tico, con la consiguiente revalorización de una gran parte de la ciudad que va desde la medina hasta el paseo marítimo de la bahía. En donde, hacia el cabo Malabata, se ha creado una animada zona de ocio do-tada de centros comerciales, instalaciones deportivas y recreativas, un lago artificial y un puerto deportivo. El turismo (también el interior) sigue siendo, junto a la acti-vidad económica del puerto, el principal motor de la economía de la ciudad. Tánger, que en otro tiempo fue centro de intereses coloniales y diplomáticos y de un intenso tráfico internacional, conserva al menos en parte el encanto de ciudad cosmopolita

que la hizo famosa en la primera mitad del siglo xx, cuando era un lugar de moda, de literatura y transgresión, refugio de una ecléctica comunidad de expatriados.

Durante los últimos años se ha rehabili-tado la medina mientras en las colinas de alrededor de la ciudad han ido naciendo nuevos asentamientos. El nuevo puerto de Tánger Med, a 45 km al norte de la ciudad y a solo 20 de Ceuta, absorbe ya todo el tráfico naval y la actual construcción del tren de alta velocidad (planificado para 2015) reducirá el tiempo de transporte ferroviario de Casablanca a Rabat.

HistoriaEl nombre de Tánger tiene un eco simbó-lico en la mitología griega, pero parece derivar del de un grupo bereber que se ha-bía asentado en esta zona en el Neolítico. Tingis, quizá frecuentada por navegantes fenicios, es citada por Hecateo de Mileto

Tánger como pruebaAsí pues, Tánger como introducción, como prueba de acceso. O se sale co-rriendo, o se sigue adelante. Avanzando hacia el este, en seguida se está al abrigo del Rif: calles atormentadas, parajes ás-peros y verdes donde Abd el-Krim llegó incluso a fundar y gobernar una república independiente en los albores del siglo xx. Tetuán, Chauen: cal y sol, nombres y rostros bereberes, lejanas historias de lugares misteriosos, ocultos a las mira-das indiscretas de los primeros viajeros infieles. Alhucemas, donde el recóndito Mediterráneo –que nace a espaldas de Ceuta y que no se puede renunciar a contemplar desde lo alto, desafiando los tornados que cortan las montañas– deja, amistoso, que se le acerquen. Las regio-nes orientales permiten adivinar Argelia y tienen el encanto de las cosas lejanas. Primero otros montes, luego aquellos lugares (presentes también en los libros imaginarios de nuestro Oriente) hechos de espacios inconmensurables y escasa presencia humana. Nada de dunas y poca arena. Grandes distancias que recorrer. Entre Oujda y Figuig, 400 km de apa-rente vacío, una de las mil piezas que conforman Marruecos. Los pensamien-tos cruzan de prisa nuestra mente, tra-tando de medir el horizonte, adivinando las palmeras y los ksar, dejando que nos envuelvan dimensiones desconocidas, en tierras todavía mal definidas, tanto, que en tiempos recientes las policías en-frentadas se consolaban disparando a los dos lados de una frontera incierta. Un poco más allá comienza el Sáhara, que en árabe quiere decir simplemente desierto.

ItinerarioUn día es suficiente para visitar Tánger (planos en las págs. 20-21 y 23) sin prisas, desde el Gran Zoco a la Gran Mezquita al Dar el-Majzen, y para darse una vuelta por las calles principales de la Ville Nou-velle. Como sugerente introducción a la visita de la ciudad, se aconseja subir a la terraza situada al comienzo del boulevard Pasteur, desde donde la vista abarca el antiguo núcleo amurallado, la kasba y, a sus pies, dispuesta como un anfiteatro ante el puerto y la bahía, la medina; en un segundo plano se divisa el cementerio judío, cubierto de verde vegetación. La

jornada puede incluir además la excur-sión paisajística, arqueológica y balnea-ria por los alrededores de Tánger al cabo Espartel y a la antigua colonia romana de Cotta (33 km).

La visita propuesta (mapa en las págs. 26-27) continúa a lo largo de la costa de Tánger a Tetuán hasta Ceuta, a 68 km, y Tetuán (plano en las págs. 30-31), a 106 km, cuyo ambiente andaluz se puede saborear en un día, incluyendo la visita a los museos importantes. En los alrede-dores de Tetuán se encuentra la costa de Gomara, aislada, fascinante y no siempre de fácil acceso, hasta el-Jebha.

El camino de Tetuán a Oujda (533 km sin contar las desviaciones de la carretera principal) permite explorar la vertiente meridional del Rif entre paisajes muy diferentes, vistas espectaculares sobre montañas desnudas o cubiertas de verdes de bosques de cedros y abetos, llanuras cultivadas, salidas al azul del Mediterrá-neo, larguísimas playas… proponemos muchas etapas: Chauen (64 km), Alhuce-mas (222 km), Nador (154 km), Melilla (13 km desde Nador) y Oujda (140 km). Las curvas también son numerosas. Desde Chauen, pasando por Uezzane, Fez el-Bali y Taunate, un rodeo de 169 km permite volver al recorrido principal cortando por el interior de la región montañosa del Rif.

Por fin, de Oujda a Figuig es un viaje de 376 km por una región de grandes llanuras desérticas, raros oasis, ksar y kasbas que conduce hasta las proximi-dades de la frontera argelina.

Bab el-Assa, la Puerta de los Centinelas, acceso principal a la kasba de Tánger.

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Tánger, el rif y la región orienTal Tánger

Un atractivo únicoTánger, 1923: la proclamación de la zona internacional supuso el inicio de la edad de oro de Tánger que, conservando el espíritu marroquí y siendo cruce de civilizaciones, se convierte en un escaparate irresistible para playboys, millonarios excéntricos, hombres de negocios sin escrúpulos, agen-tes secretos, artistas refinados y aventure-ros de todo tipo.

Los cafés eran lugares de encuentro de figuras legendarias como Oscar Wilde, André Gide, Jack Kerouac, Tennessee Wi-lliams e Ian Fleming, que encontró aquí la inspiración para el personaje de James Bond. Mientras Cecil Beaton fotografiaba las blancas calles de la medina y sus arcos, la luminosidad de la ciudad atraía a pinto-res como Henri Matisse y Francis Bacon. Algunos ancianos recuerdan las fiestas salvajes de la heredera Barbara Hutton, que hizo alargar las estrechas y empinadas calles que llevaban a su casa, que luego el general Franco intentó comprar.

La anexión a Marruecos en 1956 pone fin a una época irrepetible. Pero, tras la anónima expansión urbana y demográ-fica que surge, el aura decadente de aquel cosmopolitismo seductor no desaparece, sino que está lista para manifestarse, de forma discreta para el que quiera perderse, recorriendo las callejuelas, o bien como ocurrió en 1989 con ocasión del setenta cumpleaños del millonario Malcom For-bes. Quien para festejarlo eligió el pala-cio del Mendoub y se gastó cerca de 2,5 millones de dolares: alquiló dos aviones que trajeron a 800 famosos entre los que se encontraban Elizabeth Taylor, Gianni

Agnelli, Robert Maxwell, Barbara Walters, Henry Kissinger, etc. Fueron recibidos por 600 percusionistas, acróbatas y bailarines además de una fantasía –carga de caballo que termina con disparos de fusiles al aire– de 300 jinetes bereberes.

❙ VISITAEl casco antiguo y el puertoEste itinerario, que combina la visita de algunos de los principales edificios histó-ricos de Tánger con la experiencia de la medina –laberinto topográfico y humano del antiguo centro árabe–, empieza en el Gran Zoco (suk de Bar Ra), plaza que ocupa el centro de la vida urbana, y se desarrolla en cuatro horas de recorrido a pie. Es fácil enlazar con el recorrido que se describe más abajo, saliendo del puerto.

El Gran Zoco★ (II, D1-2) o plaza del 9 de abril de 1947 (fecha del histórico discurso con el que el sultán Mohammed ben Yusef reivindicó por primera vez la independen-cia y el fin del protectorado francés) es una enorme plaza irregular entre la medina y la ciudad nueva. Tradicionalmente, es aquí donde se instala el mercado, al que se asoman muchos cafés, y sigue siendo un animado lugar de reunión, perfecto para observar la vida de la ciudad, si bien en los últimos años los mercados se han ido desplazando hacia las callejuelas que bajan hacia el suroeste y a la rue de Portugal (al este de la plaza, en dirección al puerto). También al suroeste destaca el alminar decorado con azulejos polícromos de la mezquita de Sidi bou Abid (II, D1), cons-truida en 1917.

en el siglo vi a.C. y, 100 años después, en el Periplo del explorador cartaginés Anón. La ciudad, independiente hasta la destrucción de Cartago (146 a.C.), fue posteriormente absorbida por el reino de Mauritania. Nudo de comunicaciones entre España, Salé (Rabat) y Volúbilis, Tánger se convirtió bajo el poder de Clau-dio (42 d.C.) en capital de la Mauritania Tingitana y, tras su inclusión en la diócesis de España por decisión de Diocleciano, quizá de toda la circunscripción.

En el año 429, los vándalos de Gense-rico, tras haber cruzado la península Ibé-rica, se lanzaron a la conquista del norte de África y ocuparon la ciudad; pero en el año 553, Belisario, general de Justiniano, la incorporó al imperio bizantino. Desde el año 706, Mussa ibn Nusayr se apoderó de ella, y la historia de Tánger se fundió con la del Islam, historia a veces tumultuosa en esta parte del Magreb.

De aquí salió el ejército bereber de Tarik a la conquista de España (711). Luego se convirtió en objeto de las ambiciones ex-pansionistas de los idrisíes y de los ome-yas españoles, pero acabó cayendo bajo la dominación de la dinastía fatimí de Túnez (956), para después ser sometida por los al-morávides (1075) y los almohades (1149). En 1243 se pronunció en favor de los hafsidas de Túnez y en 1247 pasó a los benimerines.

En el curso del siglo xiv, Tánger co-merciaba con los principales puertos del Mediterráneo (Génova, Venecia, Barce-lona y Marsella), exportando pieles, lanas, alfombras, cereales y azúcar. Desde 1471, y durante dos siglos, estuvo alternativa-mente en manos de los portugueses y los

españoles, hasta que la infanta Catalina de Braganza la llevó como parte de la dote a su matrimonio con Carlos II de Inglaterra (1660-1685). Ese paréntesis ibérico marcó la toponimia (“zoco” por “suk”) y, en parte, la distribución urbana.

En 1684, Mulay Ismaïl, segundo so-berano alauita, la reconquistó para Ma-rruecos. Los acontecimientos sucesivos estuvieron enmarcados en la llamada “cuestión de Tánger” o, lo que es lo mismo, el conflicto de las ambiciones coloniales en Marruecos de las potencias europeas, que en la ciudad se tradujeron en una especie de protectorado colectivo de Francia, España, Inglaterra y Alemania. Su condición de enclave internacional, desarrollado en el último cuarto del siglo xix, se reconoció en 1904 y 1906 (confe-rencia de Algeciras) y se ratificó en 1912 con el establecimiento del protectorado francés: la soberanía nominal recaía so-bre un sultán aceptado por Francia, pero el gobierno estaba en realidad en manos de una comisión compuesta por Francia, España e Inglaterra, ampliada en 1928 a Italia, Portugal, Países Bajos, Bélgica y Suecia. La política mediterránea de las potencias europeas y la intensificación del comercio, favorecido por el puerto franco, la convirtieron en un animadísimo centro internacional. El 14 de junio de 1940, España, aprovechando la coyun-tura internacional, asumió el control de la ciudad pero, en 1945, se restableció la comisión internacional con la presencia de Estados Unidos. Tánger volvió a per-tenecer a Marruecos cuando este obtuvo la independencia en 1956.

Puerto pesquero y medina de Tánger

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Tánger, el rif y la región orienTal Tánger

Un atractivo únicoTánger, 1923: la proclamación de la zona internacional supuso el inicio de la edad de oro de Tánger que, conservando el espíritu marroquí y siendo cruce de civilizaciones, se convierte en un escaparate irresistible para playboys, millonarios excéntricos, hombres de negocios sin escrúpulos, agen-tes secretos, artistas refinados y aventure-ros de todo tipo.

Los cafés eran lugares de encuentro de figuras legendarias como Oscar Wilde, André Gide, Jack Kerouac, Tennessee Wi-lliams e Ian Fleming, que encontró aquí la inspiración para el personaje de James Bond. Mientras Cecil Beaton fotografiaba las blancas calles de la medina y sus arcos, la luminosidad de la ciudad atraía a pinto-res como Henri Matisse y Francis Bacon. Algunos ancianos recuerdan las fiestas salvajes de la heredera Barbara Hutton, que hizo alargar las estrechas y empinadas calles que llevaban a su casa, que luego el general Franco intentó comprar.

La anexión a Marruecos en 1956 pone fin a una época irrepetible. Pero, tras la anónima expansión urbana y demográ-fica que surge, el aura decadente de aquel cosmopolitismo seductor no desaparece, sino que está lista para manifestarse, de forma discreta para el que quiera perderse, recorriendo las callejuelas, o bien como ocurrió en 1989 con ocasión del setenta cumpleaños del millonario Malcom For-bes. Quien para festejarlo eligió el pala-cio del Mendoub y se gastó cerca de 2,5 millones de dolares: alquiló dos aviones que trajeron a 800 famosos entre los que se encontraban Elizabeth Taylor, Gianni

Agnelli, Robert Maxwell, Barbara Walters, Henry Kissinger, etc. Fueron recibidos por 600 percusionistas, acróbatas y bailarines además de una fantasía –carga de caballo que termina con disparos de fusiles al aire– de 300 jinetes bereberes.

❙ VISITAEl casco antiguo y el puertoEste itinerario, que combina la visita de algunos de los principales edificios histó-ricos de Tánger con la experiencia de la medina –laberinto topográfico y humano del antiguo centro árabe–, empieza en el Gran Zoco (suk de Bar Ra), plaza que ocupa el centro de la vida urbana, y se desarrolla en cuatro horas de recorrido a pie. Es fácil enlazar con el recorrido que se describe más abajo, saliendo del puerto.

El Gran Zoco★ (II, D1-2) o plaza del 9 de abril de 1947 (fecha del histórico discurso con el que el sultán Mohammed ben Yusef reivindicó por primera vez la independen-cia y el fin del protectorado francés) es una enorme plaza irregular entre la medina y la ciudad nueva. Tradicionalmente, es aquí donde se instala el mercado, al que se asoman muchos cafés, y sigue siendo un animado lugar de reunión, perfecto para observar la vida de la ciudad, si bien en los últimos años los mercados se han ido desplazando hacia las callejuelas que bajan hacia el suroeste y a la rue de Portugal (al este de la plaza, en dirección al puerto). También al suroeste destaca el alminar decorado con azulejos polícromos de la mezquita de Sidi bou Abid (II, D1), cons-truida en 1917.

en el siglo vi a.C. y, 100 años después, en el Periplo del explorador cartaginés Anón. La ciudad, independiente hasta la destrucción de Cartago (146 a.C.), fue posteriormente absorbida por el reino de Mauritania. Nudo de comunicaciones entre España, Salé (Rabat) y Volúbilis, Tánger se convirtió bajo el poder de Clau-dio (42 d.C.) en capital de la Mauritania Tingitana y, tras su inclusión en la diócesis de España por decisión de Diocleciano, quizá de toda la circunscripción.

En el año 429, los vándalos de Gense-rico, tras haber cruzado la península Ibé-rica, se lanzaron a la conquista del norte de África y ocuparon la ciudad; pero en el año 553, Belisario, general de Justiniano, la incorporó al imperio bizantino. Desde el año 706, Mussa ibn Nusayr se apoderó de ella, y la historia de Tánger se fundió con la del Islam, historia a veces tumultuosa en esta parte del Magreb.

De aquí salió el ejército bereber de Tarik a la conquista de España (711). Luego se convirtió en objeto de las ambiciones ex-pansionistas de los idrisíes y de los ome-yas españoles, pero acabó cayendo bajo la dominación de la dinastía fatimí de Túnez (956), para después ser sometida por los al-morávides (1075) y los almohades (1149). En 1243 se pronunció en favor de los hafsidas de Túnez y en 1247 pasó a los benimerines.

En el curso del siglo xiv, Tánger co-merciaba con los principales puertos del Mediterráneo (Génova, Venecia, Barce-lona y Marsella), exportando pieles, lanas, alfombras, cereales y azúcar. Desde 1471, y durante dos siglos, estuvo alternativa-mente en manos de los portugueses y los

españoles, hasta que la infanta Catalina de Braganza la llevó como parte de la dote a su matrimonio con Carlos II de Inglaterra (1660-1685). Ese paréntesis ibérico marcó la toponimia (“zoco” por “suk”) y, en parte, la distribución urbana.

En 1684, Mulay Ismaïl, segundo so-berano alauita, la reconquistó para Ma-rruecos. Los acontecimientos sucesivos estuvieron enmarcados en la llamada “cuestión de Tánger” o, lo que es lo mismo, el conflicto de las ambiciones coloniales en Marruecos de las potencias europeas, que en la ciudad se tradujeron en una especie de protectorado colectivo de Francia, España, Inglaterra y Alemania. Su condición de enclave internacional, desarrollado en el último cuarto del siglo xix, se reconoció en 1904 y 1906 (confe-rencia de Algeciras) y se ratificó en 1912 con el establecimiento del protectorado francés: la soberanía nominal recaía so-bre un sultán aceptado por Francia, pero el gobierno estaba en realidad en manos de una comisión compuesta por Francia, España e Inglaterra, ampliada en 1928 a Italia, Portugal, Países Bajos, Bélgica y Suecia. La política mediterránea de las potencias europeas y la intensificación del comercio, favorecido por el puerto franco, la convirtieron en un animadísimo centro internacional. El 14 de junio de 1940, España, aprovechando la coyun-tura internacional, asumió el control de la ciudad pero, en 1945, se restableció la comisión internacional con la presencia de Estados Unidos. Tánger volvió a per-tenecer a Marruecos cuando este obtuvo la independencia en 1956.

Puerto pesquero y medina de Tánger

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TerriTorio y población

tando el suyo como ‘un reino portador de modernidad’, aunque respetando la tradi-ción. El joven rey ha lanzado una campaña contra la corrupción y la inutilidad de la clase política, ha concedido una amnistía a los presos políticos, ha hecho volver del exilio a los opositores, muchos de ellos intelectuales expatriados, ha emprendido una serie de reformas en el ámbito de la educación, de la protección a las mujeres y de la ayuda a los más pobres, que en seguida le han impuesto el sobrenombre de “rey de los pobres”, colocándolo en una esfera diferente a la que ocupaba su padre, “el rey de los reyes”.

La variedad de los marcos ambientalesHabrá algún motivo por el cual Marrue-cos se ha convertido en un gran escena-rio cinematográfico, donde directores como Orson Welles, Scorsese o Bertolucci han filmado algunas de sus películas más famosas, fascinados por los paisajes y los ambientes que ya habían reflejado en su obra escritores como Paul Bowles, Edith Warton o Elías Canetti y pintores como Delacroix. El motivo hay que buscarlo en lo que la naturaleza ha dado a este país que alberga paisajes muy distintos. Expuesto a dos frentes marítimos –al Mediterráneo, con cerca de 500 km de costa, y al Atlántico, con casi 3.000 km–, el territorio marroquí se extiende desde el paralelo 36º, algo más al sur que el el estrecho de Gibraltar (que, con sus 14,5 km, lo separa de España), hasta un

poco más al sur de Tarfaya (aunque si se toma en consideración el Sáhara occiden-tal, sobrepasa el Trópico de Capricornio). La depresión del uadi Dra divide el terri-torio en dos mitades bien diferenciadas: al sur, la región sahariana, que constituye la parte más occidental del gran desierto afri-cano, y al centro-norte, una región mucho más extensa que se articula alrededor de una compleja sucesión de cadenas mon-tañosas, altiplanos, valles y llanuras y que forma una especie de isla entre el mar de arena y rocas del Sáhara y las aguas del At-lántico y el Mediterráneo. Los relieves que conforman el esqueleto de Marruecos son geológicamente jóvenes, como demuestran su altitud, los terremotos producidos du-rante el siglo pasado (el desastroso seísmo de 1960 destruyó Agadir casi por completo) y la presencia de volcanes inactivos.

Los principales sistemas montañosos son los montes del Rif y los del Atlas, que se dividen a su vez en las cadenas del Alto Atlas, el Atlas Medio y el Antiatlas. El Rif, que discurre casi paralelo a la costa medi-terránea y que en el altiplano de Tidiquin alcanza los 2.456 m, es una lluviosa área de montaña cubierta de densos bosques, aunque en las laderas más bajas también hay cultivos (cereales, olivos, árboles fruta-les), con una economía de subsistencia que provoca importantes flujos migratorios. Hacia el sur, cortando en diagonal el cora-zón del país, se suceden el Medio Atlas, que alcanza los 3.340 m en el Bu Nasser, y el Alto Atlas, una cadena “alta” e imponente que no baja nunca de los 1.800 m y que alcanza los 4.165 en el altiplano de Tubkal,

TERRITORIO Y POBLACIÓN

Un mundo de contrastesLas contradicciones y los contrastes son el rasgo dominante de Marruecos, un reino único y antiquísimo que se asoma a las orillas del Mediterráneo. En este rincón del continente africano por donde se pone el sol (el-Maghrib el-Aqsa, el “Extremo Oc-cidente”, como lo llamaron los árabes que partieron a la conquista de África del Norte en el siglo vii), la variedad geográfica, hu-mana y económica forma un mosaico com-plejo que es al mismo tiempo obstáculo para el cambio y requisito para un creci-miento que podría cambiar radicalmente el país. Ante todo, contraste de paisajes: ambientes mediterráneos y atlánticos, imponentes montañas ‘alpinas’ nevadas y llanuras desérticas, lluvias torrenciales y aridez, monótonos colores ocres y verdes intensos, frondosos bosques de coníferas y palmerales tropicales. Contradicciones infinitas separan también a los hombres, los marroquíes, palabra que se pronun-cia casi con pudor, porque en España ya es casi un sinónimo de inmigrante pobre e indeseado. Como en un caleidoscopio, están los bereberes divididos en decenas de clanes, pastores nómadas de las regiones áridas y campesinos de las zonas húmedas, árabes y descendientes de judíos españoles convertidos, o de los negros llegados del Sáhara, o de los pescadores procedentes de la Península Ibérica. Por lo demás, la situación geográfica de Marruecos ha hecho siempre del país un puente entre el Occidente cristiano y el Oriente islámico, entre un norte euro-

peo y un sur africano. A pesar de todo, las diferencias más marcadas son sin duda las sociales y las económicas, que separan a una pequeña minoría de ricos que vive en los elegantes barrios residenciales de las ciudades de una mayoría de pobres y desheredados que sufren su condición de marginados en los poblados chabolistas y en las aldeas rurales.

El Marruecos de las contradicciones y los contrastes solo se puede captar sa-liendo del lujo aséptico de los grandes ho-teles: solo así se puede entender por qué tanta gente huye sin duda del país más bo-nito y potencialmente más rico del Norte de África, tanto, que el Banco Mundial le augura un papel de líder de todo el conti-nente. Hasta ahora, Marruecos ha vivido ahogado por sus propias contradicciones y no ha logrado romper el círculo vicioso del subdesarrollo: un crecimiento demo-gráfico excesivo, un analfabetismo que afecta a la mitad de la población adulta, una agricultura demasiado sujeta todavía a los caprichos del clima, unos recursos preciosos, como el turismo, que se podrían valorar más, un desempleo que roza el 20 por ciento, una clase política y empresa-rial a menudo inadecuada, y un pasado reciente de autoritarismo y represión. Sin embargo, puede que la ruptura esté más cerca de lo que se piensa porque el nuevo rey, Mohamed VI, que sucedió a su padre Hassan II en 1999, parece haber tomado el camino el camino adecuado, presen-

Tuareg con caravana de camellos atravesando las dunas del desierto de Erg Chebbi

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TerriTorio y población

tando el suyo como ‘un reino portador de modernidad’, aunque respetando la tradi-ción. El joven rey ha lanzado una campaña contra la corrupción y la inutilidad de la clase política, ha concedido una amnistía a los presos políticos, ha hecho volver del exilio a los opositores, muchos de ellos intelectuales expatriados, ha emprendido una serie de reformas en el ámbito de la educación, de la protección a las mujeres y de la ayuda a los más pobres, que en seguida le han impuesto el sobrenombre de “rey de los pobres”, colocándolo en una esfera diferente a la que ocupaba su padre, “el rey de los reyes”.

La variedad de los marcos ambientalesHabrá algún motivo por el cual Marrue-cos se ha convertido en un gran escena-rio cinematográfico, donde directores como Orson Welles, Scorsese o Bertolucci han filmado algunas de sus películas más famosas, fascinados por los paisajes y los ambientes que ya habían reflejado en su obra escritores como Paul Bowles, Edith Warton o Elías Canetti y pintores como Delacroix. El motivo hay que buscarlo en lo que la naturaleza ha dado a este país que alberga paisajes muy distintos. Expuesto a dos frentes marítimos –al Mediterráneo, con cerca de 500 km de costa, y al Atlántico, con casi 3.000 km–, el territorio marroquí se extiende desde el paralelo 36º, algo más al sur que el el estrecho de Gibraltar (que, con sus 14,5 km, lo separa de España), hasta un

poco más al sur de Tarfaya (aunque si se toma en consideración el Sáhara occiden-tal, sobrepasa el Trópico de Capricornio). La depresión del uadi Dra divide el terri-torio en dos mitades bien diferenciadas: al sur, la región sahariana, que constituye la parte más occidental del gran desierto afri-cano, y al centro-norte, una región mucho más extensa que se articula alrededor de una compleja sucesión de cadenas mon-tañosas, altiplanos, valles y llanuras y que forma una especie de isla entre el mar de arena y rocas del Sáhara y las aguas del At-lántico y el Mediterráneo. Los relieves que conforman el esqueleto de Marruecos son geológicamente jóvenes, como demuestran su altitud, los terremotos producidos du-rante el siglo pasado (el desastroso seísmo de 1960 destruyó Agadir casi por completo) y la presencia de volcanes inactivos.

Los principales sistemas montañosos son los montes del Rif y los del Atlas, que se dividen a su vez en las cadenas del Alto Atlas, el Atlas Medio y el Antiatlas. El Rif, que discurre casi paralelo a la costa medi-terránea y que en el altiplano de Tidiquin alcanza los 2.456 m, es una lluviosa área de montaña cubierta de densos bosques, aunque en las laderas más bajas también hay cultivos (cereales, olivos, árboles fruta-les), con una economía de subsistencia que provoca importantes flujos migratorios. Hacia el sur, cortando en diagonal el cora-zón del país, se suceden el Medio Atlas, que alcanza los 3.340 m en el Bu Nasser, y el Alto Atlas, una cadena “alta” e imponente que no baja nunca de los 1.800 m y que alcanza los 4.165 en el altiplano de Tubkal,

TERRITORIO Y POBLACIÓN

Un mundo de contrastesLas contradicciones y los contrastes son el rasgo dominante de Marruecos, un reino único y antiquísimo que se asoma a las orillas del Mediterráneo. En este rincón del continente africano por donde se pone el sol (el-Maghrib el-Aqsa, el “Extremo Oc-cidente”, como lo llamaron los árabes que partieron a la conquista de África del Norte en el siglo vii), la variedad geográfica, hu-mana y económica forma un mosaico com-plejo que es al mismo tiempo obstáculo para el cambio y requisito para un creci-miento que podría cambiar radicalmente el país. Ante todo, contraste de paisajes: ambientes mediterráneos y atlánticos, imponentes montañas ‘alpinas’ nevadas y llanuras desérticas, lluvias torrenciales y aridez, monótonos colores ocres y verdes intensos, frondosos bosques de coníferas y palmerales tropicales. Contradicciones infinitas separan también a los hombres, los marroquíes, palabra que se pronun-cia casi con pudor, porque en España ya es casi un sinónimo de inmigrante pobre e indeseado. Como en un caleidoscopio, están los bereberes divididos en decenas de clanes, pastores nómadas de las regiones áridas y campesinos de las zonas húmedas, árabes y descendientes de judíos españoles convertidos, o de los negros llegados del Sáhara, o de los pescadores procedentes de la Península Ibérica. Por lo demás, la situación geográfica de Marruecos ha hecho siempre del país un puente entre el Occidente cristiano y el Oriente islámico, entre un norte euro-

peo y un sur africano. A pesar de todo, las diferencias más marcadas son sin duda las sociales y las económicas, que separan a una pequeña minoría de ricos que vive en los elegantes barrios residenciales de las ciudades de una mayoría de pobres y desheredados que sufren su condición de marginados en los poblados chabolistas y en las aldeas rurales.

El Marruecos de las contradicciones y los contrastes solo se puede captar sa-liendo del lujo aséptico de los grandes ho-teles: solo así se puede entender por qué tanta gente huye sin duda del país más bo-nito y potencialmente más rico del Norte de África, tanto, que el Banco Mundial le augura un papel de líder de todo el conti-nente. Hasta ahora, Marruecos ha vivido ahogado por sus propias contradicciones y no ha logrado romper el círculo vicioso del subdesarrollo: un crecimiento demo-gráfico excesivo, un analfabetismo que afecta a la mitad de la población adulta, una agricultura demasiado sujeta todavía a los caprichos del clima, unos recursos preciosos, como el turismo, que se podrían valorar más, un desempleo que roza el 20 por ciento, una clase política y empresa-rial a menudo inadecuada, y un pasado reciente de autoritarismo y represión. Sin embargo, puede que la ruptura esté más cerca de lo que se piensa porque el nuevo rey, Mohamed VI, que sucedió a su padre Hassan II en 1999, parece haber tomado el camino el camino adecuado, presen-

Tuareg con caravana de camellos atravesando las dunas del desierto de Erg Chebbi