No. 175: ser animal

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dos sonetos ingleses / Miguel-Ángel Cabrera la traición como origen / Felipe Kong Aránguiz ¡la infancia no es un juego de niños! / Ambra Polidori ser animal

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Número 175 de la Revista Opción

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dos sonetos ingleses / Miguel-Ángel Cabrerala traición como origen / Felipe Kong Aránguiz

¡la infancia no es un juego de niños! / Ambra Polidori

3 y 5

Todas las tardes a las tres y cincollega hasta el patio un pájaro.¿Qué busca? Nadie lo sabe.No alimento: rehúsacualquier migaja.Ni apareamiento:está siempre solo.

Tal vez por la simple inercia de contemplarnossiempre sentados a la mesa a una misma hora,poco a poco se ha vuelto como nosotrosanimalito de costumbres.

josé emilio pacheco, álbum de zoología.

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173175

J. G. Heck, The complete Encyclopedia of Illustration.

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OPCIÓN 175 CONTENIDO { 2

J. G. Heck, The complet

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EXÉGESIS

36 Paráfrasis de la creación eduardo h. gonzález

38 El animal jorge othón

gómez martínez

41 Ojos color ámbar cecilia durán mena

44 La imposibilidad en la naturaleza

alejadro campos 54 Bestiario francisco trejo

56 La traición como Origen. Lo humano, lo animal y la opresión

felipe kong aránguiz

64 Tener y no tener mundo: reflexiones en torno a la aperturidad en los animales

angélica vanessa huerta donado

69 ¡La infancia no es un juego de niños! ambra polidori

REFLEXIÓN

28 Bien y subjetividad jean-paul sartre

LITERARIAS

6 Aplausos a la sirena santiago maya

8 Dos sonetos ingleses miguel-ángel cabrera

10 Oximorrinco miguel santos díaz

12 Dos minutos juan enrique bonilla morales

16 La agonía del minotauro ulises paniagua

18 Fábulas o heces: fábulas satíricas a partir de los animales césar abraham navarrete

20 Pescando un pescadito iván foronda arróniz

22 En una bahía escanciada de luz aleqs garrigóz

24 Parasomnia rodrigo zepeda

26 El recato diana urbieta

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Portada: J. G. Heck, The complete Encyclopedia of Illustration.

Guardas: Biodiversity Heritage Library.

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} CONTENIDO OPCIÓN 175 3

J. G. Heck, The complet

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yclo

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Illu

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tion.

Dr. Arturo Fernández Pérez

Dr. Alejandro Hernández Delgado

M.D.I. Patricia Medina Dickinson

Revista del alumnado

Francisco Osorio

Comisión de redacciónAlejandro CamposBenjamín Castro

Andrea Reed

Comisión de material gráficoFernando López Martínez

Mariana Mejía Daniela Philipson

María Zilli González

Karla Ileana Almazán Cristina Barnard

Dra. Claudia Albarrán Lic. Aldo Aldama

Lic. César Guerrero Dr. Mauricio López Noriega

Dra. Lucía Melgar Dr. Pedro Salmerón

alexbrije + kpruzza

Sandra Luna

Producciones Editoriales Nueva Visión México

revista del alumnado del itamRío Hondo 1, Tizapán,

San Ángel, 01000 México, D.F., Tel./fax 5628-4000, ext. [email protected]

http://opcion.itam.mx

ISSN: 1665-4161 reserva de derechos al uso exclusivo: 04-2002-

es una revista universitaria sin fines de lucro. Todos los derechos reservados. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación, en cualquier forma o medio, sea de la naturaleza que sea, sin el permiso previo, expreso y por escrito del titular de los derechos. Los artículos son responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente el sentir de la revista. Revista indizada por Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales (clase). Integrada al Sistema de Información Bibliográfica sobre las publicaciones científicas seriadas y periódicas, producidas en América Latina, el Caribe, España y Portugal (latindex).

Tiraje: 2,000 ejemplares

LIBROS

77 Septiembre. Zona de desastre I Fabrizio Mejía Madrid y José Hernández

alejandro campos

78 El cóndor y las vacas. Diario de un viaje por Sudamérica. I Christopher Isherwood

andrea reed

COLUMNAS

70 escribir desde el odio: claves para comprender algunas visiones de nuestra historia

pedro salmerón sanginés

73 dinámicas sonoras carlos spíndola

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OPCIÓN 175 EDITORIAL { 4

{EDITORIAL}

El animal autobiográfico

El Filósofo1 “pensó” lo animal, lo racionalizó, lo dividió y lo mecanizó. Creó todo un sistema humano en el que parecía autorreferirse. Formali-zó la vida animal sin aproximársele. Formuló egológicamente una ma-

quinaria que desconocía la mirada del animal. Más aún, nombró lo animal sin percibir una respuesta del mismo. Pienso, luego existo se convirtió en una auto-afirmación del logos humano. La mirada del animal, ése animal concreto que pudo haber interpelado al Filósofo, no sólo fue desviada, sino también ignorada.

El animal nos mira, nos concierne y nosotros estamos desnudos ante él. Y pensar comienza quizás ahí.2

La cuestión animal se asume verdaderamente a partir de una experiencia. Un indicio que emana de una mirada: “el animal también me mira”. Cuando miro al animal me miro a mi mismo, sus ojos me ocasionan cierta incertidum-bre: ¿quién es ése que me mira?

Las críticas de Derrida al pensamiento antropocéntrico comienzan por señalar una negación tajante. El Filósofo que “pensó”, que nominó lo animal, lo hizo sin querer mirarlo.

Al igual que Descartes, jamás Kant, Heidegger, Lévinas, Lacan (…) evocan la posibilidad de ser mirados por el animal que ellos observan y del que hablan.3

Y entonces descubrí sus ojos, su cara, dos orificios como cabezas de alfiler, enteramente de un oro transparente carentes de toda vida pero mirando, dejándose penetrar por mi mirada que parecía pasar a través

del punto áureo y perderse en un diáfano misterio interior.julio cortázar, axolotl

1 El Filósofo con mayúscula metaforiza al canon discursivo filosófico, científico y político; enteramente antropocéntrico.

2 Jacques Derrida, El animal que luego estoy si(gu)endo, Madrid, Trotta, 2008, p. 45.

3 Ibid, p. 110.

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} EDITORIAL OPCIÓN 1755

Heidegger mismo, quien caracteriza a lo animal como “carente de mundo”, parece haber reconocido –al menos por un instante– en la mirada animal una manera de apertura, un reconocimiento profundo de su propia existencia. La pobreza del mundo del animal –nos hace notar Giorgio Agamben– se transforma a veces, durante el curso (de Heidegger), en una riqueza incom-parable, y la tesis según la cual el animal carece de mundo es puesta en cuestión como una indebida proyección del mundo humano sobre el animal4.

¿Pero ese gato no puede también ser, desde el fondo de sus ojos, mi primer espejo?5

La apuesta de Derrida es paradójica: apunta a mostrar la carga autoafir-mativa del hombre al hablar del animal, pero al mismo tiempo piensa al animal(es) a partir de una experiencia autobiográfica. Es a raíz de la mirada, del gato que alguna vez lo miró, que el filósofo francés se aproxima a la exis-tencia como un espejo con el otro-animal. Yo soy en la medida en que me reflejo con el otro, soy siguiendo un rastro, si(gu)endo al animal que me mira.

La apertura que la mirada animal trae consigo es una invitación a reflexio-nar, sentir y percibir un abismo absolutamente indeterminado, un vértigo que –más allá del vacío que provoque– es un indicio que puede devenir en una nueva forma de entendimiento.

Veo al animal y soy el animal. No puedo mas que pensar: ¿quién soy?, ¿quién me mira?, ¿quién es el animal que luego estoy si(gu)endo?

Francisco Osoriodirector editorial

4 Giorgio Agamben, Lo abierto. El hombre y el animal, Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 2006, p.112.

5 Jacques Derrida, op.cit. p. 68.

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{LITERARIAS}

Santiago MayaEstudió Letras en la udg.

Colaborador de revista Zarabanda.

Aplausos a la sirena

El público espera que la sirena se pose sobre el trampolín. Que camine hasta la orilla para preparar su lanzamiento. Todos esperan emocionarse, gritar, vibrar cuando la vean. El réferi, lo saben, aguzará el silbato. Y la

sirena aguardará el momento preciso para hacerlo; en tanto respira y pestañea ligeramente, observa. Dos campanadas y el silbato resuena. La sirena abre sus dos grandes alas y se lanza al estanque. Da nueve giros. El momento es her-moso: su cola plateada permanece perfectamente vertical y su dorso emplumado horizontal. Es una cruz de madera y luz que resplandece. Revolotea por el viento y ochenta cantos de aves son despedidos. Es el cenzontle, dicen, mur-muran. Su cuerpo entra preciso, sin despedir una gota. Entonces se alzan las gradas y repiten que el momento es hermoso. Caen lágrimas sobre la alberca. Hay un estrépito, está la euforia, hay una feria. Crecen confiterías entre las gradas. Llueve confeti, la alharaca, miradas entusiasmadas; llueve confeti, brazos alzados y de colores, piel erizada, parlotean gallos y guajolotas. La sirena no emerge. La sirena está en el público aplaudiendo también, realmente emocionada y sin saber por qué. Se sospecha una mentira imaginada. Llueve confeti, miradas se encuentran, se descubren cuerpos enteros, no hay más papeles, cesa el aplauso. Cae el silencio. La sirena calla también. El agua taciturna y lenta, es acariciada apenas por una brisa lejana. Al final, una bocina colocada en las graderías anuncia su llegada. El acto se ha logrado y la gente vuelve a sus casas. Nunca se ha cumplido un mito de manera tan magistral.

John White, Flying-Fish, 1585.

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} LITERARIAS OPCIÓN 175 7

John White, Flying-Fish, 1585.

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Miguel-Ángel CabreraEstudiante de Filosofía, unam.

Cofundador de la revista Cuadrivio.

DOS SONETOS INGLESES

DE!LA!NATURALEZA!DE!LAS!COSASNo es falso afirmar que la certidumbrese encuentra en la rutina de los días,la suma de esa aciaga pesadumbrees nada, un claro sueño que vivías.Menos vil es la frescura ilusoriadel mar, sus olas y la esfera puraque late en cada cuerpo y cada historiaanónima, pues todo es hermosura.En cada línea, cada plano, observo las flores, las montañas, el silencio,y el verso que en las tardes le reservoal mundo hecho de polvo, ese palacio.Las cosas y la nada son iguales,no importa, labro y muero en sus cristales.

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DE!LA!DOCTRINA!DE!LOS!DÍAS!VARIOSEl goce de los libros por la noche,El frío que acaricia por tu cara,el paso de todos, ese derrochede tiempo que a mis ojos alegrara.El hábito de ver las cosas llenasDe sí, de todos y del magisterioDe la compañía del verso. Páginasy folios guardan el otro misterio(la música) que la palabra templa.Algunas voces que en los arrabalescomercian con el viento, y esa coplade ayer, de ti, de cada alegre lunes.También la historia es ese simple instantede cada paso, inevitablemente.

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Miguel Santos DíazEscritor mexicano nacido en

los 70´s. Estudió Letras Clásicas en la unam. Ha obtenido cuatro premios

literarios en los últimos 3 años. Tiene varios libros inéditos y

uno a punto de ser édito. Ahora escribe un recetario de

cocina artesanal y una Mitología de seres caseros,

mañana quién sabe.

Oximorrinco

Escribo de vecesque me faltan ojosy trazo de veces que me faltan manos,todo lugar encuentro a ciegastoda pluma pretexto para besar al aire.

Toda ilusión me colma de insomnios,todo manantial me seca los labios,despierto de veces que me sobran sueños me inundo de veces que me sobra sed.

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} LITERARIAS OPCIÓN 175 11

Clay-Thompson.

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Juan Enrique Bonilla Morales

Estudiante de octavo semestre de Matemáticas

Aplicadas en el itam.

Dos minutos

l reloj ha empezado a contar.1

El amanecer se ha ido agotando y la silla donde me encuentro permanece rígida mientras el tiempo pasa inadvertido.

Mis libros están desordenados, como cada pensamiento en mi mente, y la estructura de mi universo parece no cambiar aun cuando Juan arma aquel objeto con impecable simetría.

Cada paso –tan exacto y tan preciso– que dibujan sus manos alrededor del cubo, me comparte una sensación de seguridad y evita que mis ideas di-vaguen más allá de los números que escribo en mi libreta o de la perfección de sus movimientos.

Dedicado a W

1 La notación utilizada en el texto está basada en la cono-cida “Notación Singmaster”, la cual establece que los giros se realizan en sentido de las manecillas del reloj.

E

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} LITERARIAS OPCIÓN 175 13

Fuera del ruido que produce ojear los libros de la biblioteca y el sonido que produce mi pluma al escribir, la calma y el silencio imperan en el edificio como parte esencial de sus cimientos.

De pronto, se escucha que abren las puertas del elevador y veo que alguien se aproxima, desfilando pie tras pie como si imitara el ritmo de una suave sinfonía.

Su pelo oscuro, que contrasta con la tez blanca que inunda de belleza su faz, se desliza al paso presuroso de su reloj.

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OPCIÓN 175 LITERARIAS { 14

Sus brazos aparentan una marcha imperfecta que, al roce del viento, nutre de vida su andar; un abrigo negro protege la fragilidad de su cuerpo del frío invernal.

Distraída en sus quehaceres, con un bolso colgado de su hombro, ha olvi-dado notar en sus ojos la inocencia que comparte a sus observantes: cómo cautiva, cómo envenena, cómo incita a soñar.

Se ha olvidado ya del dolor que le causan sus zapatillas, de cómo su caminar parece no entonar con lo que el corazón le dicta a sus pies, un corazón que trata de omitir el sufrimiento de sus pesares cotidianos y los guarda en discursos de papel junto a sus notas de teoría política.

El sol refleja en las ventanas sus jeans un poco pasados de moda que dejan intacto su perfil de persona seria, su juventud indomable y la unicidad de su persona. Ella es la dueña de su destino, la escritora de sus decisiones, la que conjura sus fatalidades y dicta sus bendiciones. Es ella, la que esculpe su vida y sólo deja su alma abierta a las más sinceras de sus compañías.

Su mirada se mantiene constante en su camino, sin ver atrás, sin atrapar lo que le rodea; ella sabe bien que el secreto de su galanura está en no cruzar mirada con sus poetas, que podrían descubrir la sencillez de sus sentimientos y, con el hechizo de un verso, hacerla retroceder y derribar centímetro a centí-metro el amor que le tienen al mundo y a cada instante de su vida: matar sueños, crear ilusiones y, con la peor de las suertes, llegar a enamorarla.

Sacude su pelo con el ligero toque de sus manos mientras cierra sus ojos para soñar con el mañana, un mañana que muchas veces desearía que fuese como su pasado, cuando aún había violetas y nardos en su jardín. Así, final-mente, despertar y equilibrarse con su existencia, su única verdad, pues cada segundo que avanza es cada segundo que deja ir.

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} LITERARIAS OPCIÓN 175 15

Cada parpadeo en su rostro, cada respirar de su pecho, cada susurro que emiten sus hermosos labios es algo que ya no volverá; un momento in-efable que la impregna de encanto, le da fuerza a sus acciones y la deja invicta ante la muerte, aun sabiendo que algún día perderá.

Su diadema un poco desajustada, sus aretes que desentonan con su ves-timenta acaparan mi atención y me hacen apreciar cada vez más su infinita belleza, su interminable bondad, su preciada lindura. Esa gentileza que en-ciende lo más recóndito de mi ser y engendra en mi interior el anhelo de un beso que sea eterno, como eternos son sus ojos.

Hasta que, en un momento inesperado, gira sutilmente su cuello hacia mí.

Y la veo sonreír.

—Tic toc—¡Cubo armado!— Sólo dos minutos, Juan. Has ido mejorando.

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OPCIÓN 175 LITERARIAS { 16

Ulises PaniaguaNarrador, poeta, videasta y

dramaturgo. Arquitecto por el ipn. Ha publicado, en colectivo, cuatro libros de cuento. A título

personal ha publicado dos poemarios así como libros de

cuentos infantiles.

La agonía del minotauro

IMaldito Minotauro que reposas al amparo de mi sombracomo silencio que vulnera una armonía,como fatiga de nocturno peregrinoo encrucijada donde llora una taberna.

Maldito Minotauro que habitas mis horas,riguroso carnicero de añoranza,grito último y certero.

Protervo, sensible, con asombro de albaríes y atacas cuando el luto te frecuenta,

y esgrimes tristeza cual bandera de letras:

Carcómete, pues, en tus rincones de olvido,templos de cantinas y borrachos,

hilos de Ariadna a tres el kilo,en las anheladas muertes personales,

en tu ruego.Destrúyete, cáncer de sociedad,

refugio de mundo.

Destempla el corazón,vuelve al carril de la llana vida.

Despierta, ¿dónde quedó tu laberinto?

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} LITERARIAS OPCIÓN 175 17

IITe vi, bebiendo. Te vi bebiendo una cerveza quemada. Descansabas la corna-menta, fatigado, sobre la barra. Esperabas una ilusión, una voluta de cigarro. Hablabas mucho: de la terrible condena que implica ser un hombre de as-falto, del diario llevar el pan para departir en la cena, del amargo carnaval que en Latinoamérica se gesta, del agudo acero de letras, del recibo de luz. De esta Creta de alta tensión y amplias avenidas bajo tráfico de oficina, del hilo telefó-nico que conduce siempre al semáforo –preventiva– del espantoso laberinto.

Hablabas. Jorobado y musical. Con ojos de sinsabor, con el dolor a cuestas, con las pezuñas desnudas, sin limar. Hablabas. Bebías.

Bebías una cerveza, y otra, mientras en los tersos encalamientos de paredes perfumadas de tequila e historias insalubres, el eco de mariachis, y Vicente, y Alejandro, el olor a pulque y José Alfredo y Pedro Infante, inflamaban, sórdidos, un retazo de tiempo.

Bla, bla, bla. Hablabas. Con ojos de sueño. Blablabas. De la oscura perma-nencia de las soledades, estériles como pavimentos en la Selva Lacandona.

En el arrastre de tu cornamenta larga y retorcida –nido de paloma a me-dianoche– contabas maravillas de tu improvisada isla en confines urbanos, de tu particular península que a todos pertenece, del aullido que provoca no conocer jamás la salida; de llanto, de miedo, de la interminable espera del justiciero Teseo.

Ulises, 2005

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OPCIÓN 175 LITERARIAS { 18

César Abraham NavarreteComunicólogo, poeta, traductor, fotógrafo y viajero. Administra el blog literario Palabras de viento.

Fábulas o heces: fábulas satíricas a partir de los animales

EL!PATO!Y!LAS!PATASHabía una vez, dos veces, tres veces...un pato sin patas –porque el ser humanocon-ciencia lo creó para ser alimento.

¡Ah, qué triste ser –y ver a– un pato sin patas!

[FÁBULA!TRANSGÉNICA!Y!DE!PRODUCCIÓN!MASIVA]

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} LITERARIAS OPCIÓN 175 19

EL!SER!HUMANO!Y!LA!CUCARACHAUn humano amenazaba a un insectomientras gritaba para hacerse notar:—¡Te aplastaré como a una cucaracha!—Si te fijas bien, soy una cucaracha;si me aplastas tendría que ser como a una.

EL!LANZADOR!Y!LA!JABALINAMientras escuchaban en la radiouna justa deportiva en la que el narradordescribía el lanzamiento de un jabalineroque rompía la marca mundial,la jabalina, aterrada, decía a sus jabatos:“¡No veo qué tenga de laudablelanzar a una jabalina por los aires!”

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OPCIÓN 175 LITERARIAS { 20

Iván Foronda ArrónizEconomista, udg. Colaborador de las revistas Nocturnario del Centro de Creación Literaria

Xavier Villaurrutia, y Registromx. Ocasional articulista del diario

La Jornada Jalisco.

PESCANDO UN PESCADITO

Me he encontrado un pescadito debajo de la cama.

Yo he hablado con el pescadito. El pescadito me ha dicho que te amo. Luego el pescadito ha reído y ha brincado. Se han zangoloteado por las

sábanas. El pescadito te ha quitado el izquierdo calcetín. El pescadito se ha metido

por tu cuerpo, se ha filtrado por tu boca. Lo he visto salir de tu nariz mientras dormías. El pescado pescadito es juguetón. Cuando duermes y te abrazo lo escucho en

el centro de tu pecho: pum-pum, pum-pum. Y cuando has abierto apenas tú los ojos, lo he visto nadar

en tus pupilas. Ahí pasa riéndose de mí. En tu lengua yo lo he visto merodear. Al besar tu estómago lo

he escuchado revolverse. Ese pescado pescadito está en todos lados burlándose de mí.

A ese pescadito un día lo pescaré y te lo daré para que repita frente a tique te amo mucho más de lo que dijo

el primer día que lo vi.

Para Amapola

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} LITERARIAS OPCIÓN 175 21

Biodiversity Heritage Library.

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OPCIÓN 175 LITERARIAS { 22

Aleqs GarrigózPoeta. Fue galardonado el premio Adalberto Navarro

Sánchez de Literatura (2005), el premio Municipal de

Literatura otorgado por la Casa de la Cultura de la ciudad de

Guanajuato (2008), y el premio espiral de Poesía (2011

y 2012)

EN UNA BAHÍA ESCANCIADA DE LUZ

"Habrá que deslizar un espeso bosque de algassobre tu cuello al jadear en tu oído,para decir el nombre de este frenesí.

De esos limos tienes el cuerpo y la maleabilidad.De estas espigas que cortan el cielo, la delicadeza.De mí lo tienes todo.

#El mar nos brama en la mirada como un enorme toroque necesitara urgentemente embestirnos.Se allega; tira las piernas, despoja la ropa.

El mediodía perenne, polimorfo, de esta selva untuosa de gravedades, nos responde. Se mueve a tu ritmo pelviano,agita su floresta despeinada con cada gemido.

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} LITERARIAS OPCIÓN 175 23

$El trino de las aves del paraíso lamerá todavía nuestros costadosmientras tu hermosura centellee así de feliz.

(Nuestro afecto es ya más blanco que la arena.y las bestias comiendo de nuestra mano.)

%Necesito una espada, para cortar el telón de este mundo; y exhibirnos tal como somos.

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OPCIÓN 175 LITERARIAS { 24

Rodrigo ZepedaEstudiante de Matemáticas Aplicadas, itam y Lengua y

Literaturas Hispánicas, unam.

Parasomnia

Tú sabes lo que pienso de los sueños sin nombre…Escucha,

ahora, nuestra alma sin cuerpo.

Dice: “Tu estrella se desliza bajo el pretil de las puertas.”Dice: “Eres el punto más azur de todo cielo.”

Observa su cabellera en el sendero esbozado de tu rostro al mío. La adornan: veinte astros;

nueve nocturnas estrellas;serenos arpegios.

Siente cada palabra en la caricia de mis labios a tu mejilla.Mírala flotar en su cometa,

entrelazarnos;concatenar:

al abismo de tus ojos el aroma de tu aurorafundir dos alientos;

suspirar para sí setenta y dos letras;tener un nombre;

ser un sueño.

Comienza aquí una palabra vestida de sueño más música […]con los ojos menos grandes que el sol

pero mucho más vigentes…gilberto owen

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} LITERARIAS OPCIÓN 175 25

J. Erdeben, Momotus Cequinoctialis.

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OPCIÓN 175 LITERARIAS { 26

Diana UrbietaEstudió Lengua y Literatura

Modernas Alemanas en la Facultad de Filosofía y Letras

de la unam, actualmente trabaja en su tesis sobre Ein

Brief de Hugo von Hofmannsthal. Inició en 2010 una relación con el Silencio, al cual le ha sido infiel en varias

ocasiones con el Punk y el Industrial.

El recato

El hombre piadoso siempre enciende una luzcuando capta esa mirada del crepúsculola hora Buena y Malay sospecha,el silencio en la nucaen el hombro, en el pabilo negro,su ojo se le llena de fuego.

Y las cosas se inclinanempiezan a asomarse donde no lo pensamos,el atardecer en donde no lo sabíamos.El señor de las grietasnos retrata.

La curiosidad borra los bordes,borra el norte a donde miran las almas,en las sombras alarga una mano tramposade ángulos torcidos.

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} LITERARIAS OPCIÓN 175 27

Y los pensamientos son captadospor ese rayo oblicuo de un sol rojoque alcanza nuestra carne.

El que teje se pinchael que busca se esconde;un hombre ante el umbral se queda mudo,se toca la frente,se tapa la profunda vergüenza.

Las nubes coloradas arden en la esquina del ojo,el que camina alegre las trata de sacar con un pañuelo,no hay nadie que lo tome del rostro y lo despoje.Detrás un sol sigue arrojando locura al horizonte,telarañas del calor y el silencioentre carne y espíritu.

Los pintores rodeaban al santo de penumbra.

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{R EFLEXIÓN}

OPCIÓN 175 REFLEXIÓN { 28

Jean-Paul SartreFilósofo, novelista y dramaturgo francés

Bien y subjetividad1

El Bien debe ser hecho. Sin ninguna duda eso significa que él es el fin del acto. Pero también que él no existe fuera del acto que lo hace. Un Bien platónico que existiera en y por sí no tendría ninguna significación.

Entonces, se diría que él está más allá del Ser; de hecho, él sería un Ser y, como tal, en primer lugar nos dejaría totalmente indiferentes, nos deslizaría-mos a su lado sin saber qué hacer con él. Por otra parte, él sería contradictorio como una síntesis aberrante del ser y del deber-ser. Y el Bien cristiano, para-lelamente, que tiene sobre el primero la superioridad de emanar de una sub-jetividad, si escapa tal vez a la contradicción, no sabría motivarnos, sin embargo, ya que Dios no hace el Bien: él lo es. De lo contrario, ¿habría que negar la perfección a la esencia divina? Ahora bien, lo que podemos sacar del examen de esta idea –”el Bien debe ser hecho”– es que el agente del Bien no es el Bien. No es más el Mal lo que nos conducirá por vías indirectas a plantear el pro-blema del ser del Bien: el agente está en un estado de pobreza con relación al Bien, es ahí el creador desgraciado, ya que su acto no se vuelve sobre él para calificarlo. Sin duda, si él lo hace seguido, se dirá que él es bueno o justo. Pero bueno no quiere decir: quien posee el Bien, sino: quien lo hace. Justo no quiere decir: quien posee la justicia, sino: quien la rinde. Así, la relación original del hombre con el Bien es del mismo tipo que la relación de trascendencia, es decir, que el Bien se presenta como aquello que debe ser puesto como realidad objetiva por el esfuerzo de una subjetividad. El Bien es necesaria-mente hacia lo que nosotros trascendemos, es el noema de esta noesis par-ticular que es el acto. La relación entre la subjetividad que actúa y el Bien es

16 de diciembre de 1945

1 “Appendice I”, Cahiers pour une morale. París, Gallimard,

partió a Estados Unidos por segunda ocasión el 12 de

y M. Rybalka, The Writings of Jean-Paul Sartre, vol. i, Northwest University Press,

través del Atlántico en el barco Liberty. Ya que la segunda parte de este documento está fechada el 17 de diciembre, éste debió haber sido escrito durante el viaje. [Esta nota aclaratoria, así como la nota 2, se toman de la traducción al inglés de David Pallauer, University of Chicago Press,

TRADUCCIÓN!DEL!FRANCÉS!POR ALEJANDRO!MACÍAS

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} REFLEXIÓN OPCIÓN 17529

tan estrecha como la relación intencional que liga a la conciencia con su objeto, o la que liga al hombre con el mundo en el estar-en-el-mundo. El Bien no puede ser concebido fuera de una subjetividad que actúa y, sin embargo, él está más allá de esa subjetividad. Subjetivo en tanto que debe siempre ema-nar de una subjetividad y nunca imponerse a ella desde fuera, es objetivo en tanto que él es, en su esencia universal, rigurosamente independiente de esa subjetividad. Y, recíprocamente, un acto, cualquiera que sea, supone original-mente una elección del Bien. En efecto, todo acto supone una separación y una retirada del agente con relación a lo real y una apreciación valorizante de lo que es en nombre de lo que debe ser. Así, el hombre debe ser considerado como el ser por el cual el Bien viene al mundo. No en tanto que la conciencia puede ser contemplativa, sino en tanto que la realidad humana es proyecto. Esto explica por qué muchas personas están tentadas de confundir el Bien con lo que cuesta más esfuerzo. Una moral del esfuerzo sería absurda: ¿en qué sería un signo del Bien el esfuerzo? Me costaría más estrangular a mi hijo que vivir con él en armonía. ¿Es por eso que debo estrangularlo? Y si entre dos caminos igualmente seguros, y que ambos conduzcan a la virtud, yo escojo el más difícil, ¿no confundí el medio con el fin? Ya que lo que importa es hacer, no hacer difícilmente. Y si considero el esfuerzo como una ascesis, cedo prime-ro a una moral naturalista del ejercicio, de la gimnástica de almas; tengo la idea cosista de aprovechar lo adquirido, como el gimnasta que hace quince lagartijas hoy para hacer veinte pasado mañana. Pero en moral, no hay un punto de ad-quisición ni un trampolín. Todo es nuevo siempre. Héroe hoy, cobarde mañana

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si no tiene cuidado. Solamente si el esfuerzo tiene ese premio a los ojos de mu-chos (fuera de un viejo olor cristiano de mortificación), es que esforzándome vivo más mi acto en su relación con el Bien. Entre menos me esfuerce, el Bien al cual tiendo me parece dado existir como una cosa. Entre más me esfuerzo, me siento haciendo más este Bien que vacila, palidece y parpadea de obs-táculo en obstáculo. Es en el esfuerzo donde se me descubre la relación de la subjetividad con el Bien. Estando a punto de perecer, siento que el Bien corre peligro de arruinarse conmigo; cada vez que mis intentos fracasan, siento que el Bien no es hecho, sino que es puesto en cuestión. El esfuerzo revela la fragilidad esencial del Bien y la importancia primordial de la subjetividad.

Así, poco importa que el Bien sea. Es necesario que él sea por nosotros. No habría para nada aquí un regreso de la subjetividad sobre ella misma ni el querer participar del Bien que plantea. Los regresos reflexivos se hacen des-pués y no manifiestan más que una cierta fuga, una preferencia de sí. Pero, simplemente, la subjetividad encuentra su sentido fuera de ella en ese Bien que no es nunca y que ella perpetuamente realiza. Ella se escoge escogiendo el Bien y no puede hacer que escogiéndose no escoja el Bien que la define. Ya que me defino siempre por la trascendencia. Así, cuando se nos acusa de favorecer los caprichos, se obedece a un prejuicio que hace creer que el hom-bre está primero completamente armado, completamente preparado, y que después así escoge su Bien, lo que le dejaría una libertad de indiferencia fren-te a posibilidades contrarias. Pero si el hombre se califica por su elección, el capricho ya no tiene sentido pues en tanto que él es producido por una per-sonalidad ya constituida y que está “en el mundo”, él se inserta al interior de una elección de sí mismo y del Bien ya existente. Es la atención instantánea al instante. Pero para que hubiera atención al instante, es necesaria una du-ración que se temporalice, es decir, una elección original del Bien y de mí

si no tiene cuidado. Solamente si el esfuerzo tiene ese premio a los ojos de mu-

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enfrente del Bien. Es lo que permite comprender que tanta gente devota del Bien de una causa no acepte con gusto que ese Bien se realice fuera de ellos y por caminos que no han concebido. Iría por completo hasta mi sacrificio para que esa persona que amo encuentre la felicidad, pero no deseo que venga a ella por casualidad y aparte de mí. A decir verdad, hay incertidumbre acer-ca de la subjetividad. Lo que es seguro es que el Bien debe ser hecho por la realidad humana. Pero, ¿se trata de mi realidad individual, de la de mi partido o la de la humanidad concreta? Ciertamente, el Bien sería universal si yo pu-diera fundirme en la totalidad humana como en una síntesis indisoluble; lo ideal sería que fuese el resultado del hacer de esta totalidad. Sin embargo, por una parte, esta humanidad concreta es en realidad una totalidad destotali-zada; es decir, ella no existirá jamás a título de síntesis: ella se detiene en el camino. De suerte que el ideal mismo de una humanidad haciendo el Bien es imposible. Pero, además, el carácter de universalidad del Bien implica ne-cesariamente la posición del Otro. Si el Otro y yo nos fundimos en una sola realidad humana, la humanidad consciente de ser una aventura histórica, úni-ca e individual no puede poseer el Bien más que como objeto de su propia voluntad. O, para reencontrar la estructura universal del Bien, sería necesario postular otras realidades humanas, en la Luna o en el planeta Marte, y así, de nuevo, un Prójimo. Notamos que la estructura universal del Bien es necesa-ria como lo que le dona su trascendencia y su objetividad. Poner el Bien hacién-dolo es poner al Prójimo como debiendo hacerlo. No escapamos a eso. Así, para terminar, es la subjetividad concreta (el sujeto aislado o el grupo, el partido) quien debe hacer el Bien enfrente de otros, para los otros y exigiendo de la diversidad de los otros que ellos lo hagan también. La noción de Bien exige la pluralidad de las conciencias y aun la pluralidad de los compromisos. Si, en efecto, sin ir hasta presuponer la totalización sintética de las conciencias y el fin de la Historia, imaginamos que se hace un acuerdo unánime sobre la naturaleza del Bien por hacer, y además una identidad de acciones, el Bien conserva su universalidad pero pierde su realidad de “debiendo-ser-hecho”, ya que tiene en el presente, para cada subjetividad concreta, un afuera. Él es siempre para mí lo que tengo que hacer, pero también es lo que los demás hacen. Es decir, él aparece a la vez como natural y supranatural. Es, en un sentido, la realidad ambigua de lo que se llama las costumbres. Así, el Bien es necesa-riamente la búsqueda de subjetividades concretas existiendo en el mundo en medio de otras subjetividades hostiles o simplemente orientadas de manera diferente. No solamente es mi ideal, sino también mi ideal que deviene en ideal del prójimo. Su universalidad no es de hecho, es de derecho, como sus otras características.

Lunes 17 de diciembreDe aquello se sigue:1º Que no hay hombre que quisiera el Bien por el Bien.2º Que no hay hombre que quisiera el Bien para aprovecharse de él egoístamente (amor-propio).

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En ambos casos se comete el error de suponer que el hombre está com-pletamente hecho y que después mantiene una relación centrípeta o centrífu-ga con el Bien. Pero como de esta relación (que es la elección original) es que nacen a la vez el hombre y el Bien, podemos desechar las dos hipótesis. El hombre interesado de la moral del interés, por ejemplo, escoge a la vez, por motivos que se reconstruyen en el psicoanálisis existencial, ser interesado y que el Bien sea el interés. Él se definirá por el interés en el momento mismo que de-fina el mundo y la moral por el interés. A nuestros ojos, él no será jamás el hombre interesado, sino el hombre que escoge ser interesado. Y sabremos ver-daderamente lo que es el interés cuando hayamos explicitado las razones me-tafísicas que se pueden tener para reducir la condición humana al interés. Al nivel de su elección, el hombre interesado es desinteresado, es decir, que él no se explica por el interés.

Analizar (psicoanálisis existencial):

Las morales

Del placer

Del interés

De la voluntad de poder

De la virtud

Del deber

Del amor

Estudiar algunos tipos de valor:

Valores vitalesNobleza

Gracia

Valores de acción

Generosidad

Abnegación

Franqueza – pureza – inocencia

De aquello se sigue también, necesariamente, que la persona es inseparable del Bien que ha elegido. Es el agente de ese Bien. Al quitarle ese Bien, ella ya no es más, de la misma manera que si se le quita el mundo a la conciencia, ya no es más conciencia de algo y, por lo tanto, ya no es conciencia. Pero ella no tiene a su Bien para conservarse, más bien es proyectándose hacia el Bien que ella se hace y se conserva. Así, la persona es el puente entre el ser y el deber-ser. Pero como tal, ella es necesariamente injustificable. Es por eso que elige hipostasiar las características esenciales de su Bien con el fin de darle sobre ella una primacía ontológica. Así, existente como servidor de este Bien a priori, el hombre tiene una existencia de derecho: él es de alguna manera sus-citado [suscité -ligión: ya que Dios ha creado [suscité

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} REFLEXIÓN OPCIÓN 17533

Paulhan habla de la ilusión de totalidad que nos haría creer en presencia del armadillo que vemos el armadillo2. Pero esta ilusión de totalidad no es so-lamente el hecho del conocimiento. La encontramos en todos los dominios. Todo lo que vivimos, lo vivimos como si fuera nuestra vida entera y es por eso que tomamos a través de todas nuestras experiencias una significación de la condición humana. Esta calle triste, con grandes edificios con apariencia de barracones que yo recorro, se extiende para mí hasta perderla de vista; es mi vida, es la vida. Y mi soledad en Burdeos era la soledad, el abandono de un hombre.

Dificultad: hay dos órdenes. El hombre del Infierno y el hombre salvado. Cuando admitimos que la libertad se construye en el terreno de la pasiones, esta dificultad ya no existe: hay el hombre natural con su determinismo y la libertad aparece cuando él se escapa del círculo infernal. Pero si usted no es estoico, si usted considera que el hombre es libre hasta en el Infierno, enton-ces ¿cómo puede explicar que haya un Infierno? Dicho de otro modo, ¿por qué el hombre elige casi siempre en primer lugar el Infierno, la inautenticidad? ¿Por qué la salvación es necesariamente el fruto de una nueva marcha neu-tralizando la primera? Reflexionemos. Lo que aquí llamamos inautenticidad es de hecho el proyecto primero o la elección original que el hombre hace de sí mismo eligiendo su Bien. El proyecto es inauténtico cuando el proyecto del hombre es el de reunir un En-sí-para-sí e identificarse con él, en suma, de ser Dios y su propio fundamento, y cuando al mismo tiempo pone el Bien como preestablecido. Este proyecto es primero en el sentido de ser la estructura misma de mi existencia. Yo existo como elección. Pero como esta elección es precisamente posición de un trascedente, ella se hace sobre el plano irreflexi-vo. Yo no puedo aparecer en primer lugar en el plano reflexivo, pues la reflexión supone la aparición del reflejo, es decir, de una Erlebnis3 que se da siempre como habiendo sido antes allá y en el plano irreflexivo. Así, soy libre y responsa-ble de mi proyecto bajo la reserva que él es precisamente como habiendo sido primero allá. De hecho, no se trata de una restricción a la libertad, ya que, en realidad, es solamente la forma bajo la cual ella es libertad lo que es el objeto de esta reserva. Siendo irreflexiva, esta libertad no se pone ella misma como libertad. Ella pone su objeto (el acto, el fin del acto) y es acosada por el valor. A este nivel, entonces, ella se realiza como elección de ser. Y es en su existencia misma que ella es tal. No se trata ni de un determinismo ni de una obligación, sino simplemente la libertad se realiza en primer lugar en el plano irreflexivo. Y no tendría ningún sentido preguntar si ella puede primero reali-zarse en el plano reflexivo, ya que éste por definición implica el irreflexivo. Del mismo modo valdría hablar de una restricción ejercida en la mente de un matemático porque éste, pudiendo concebir un círculo o un cuadrado, no pudiera concebir un círculo cuadrado. No se trata de un límite contra el cual la libertad se viene a topar, sino más bien, haciéndose libremente, ella se hace irreflexiva, y como ella es escape nihilizante del ser hacia el En-sí-para-sí y per-petua nihilización, ella no puede hacer, a menos que ponga el En-sí-para-sí

2 Jean Paulhan, Entretien sur des faits divers, París: Gallimard,

3

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como el Bien existente a título de selbstständing4. Entonces el verdadero pro-blema: ¿Saldrá del Infierno? No sabría ponerse a otro nivel más que en el reflexivo. Pero como la reflexión emana de una libertad ya constituida, ya hay una cuestión de salvación, según si la reflexión retomara por su cuenta el proyecto primero de la libertad, o no lo retomara y fuera una reflexión puri-ficadora que rechaza «hacer con». Ahora bien, es cierto que estamos aquí en presencia de una elección libre con una alternativa del tipo de aquellas que la psicología clásica nos tiene habituados a considerar. “Mitmachen oder nicht mitmachen”5. Solamente que los dos términos aquí son inexistentes antes de la decisión. Y como ellos tienen su origen en la conciencia no-tética que la liber-tad tiene de ella misma, es evidente que la reflexión cómplice no es más que la prolongación de la mala fe que se encuentra en el seno del proyecto primi-tivo a título no-tético, mientras que la reflexión pura es una ruptura con esta proyección y constitución de una libertad que se toma a sí misma como fin. Esto se debe a que, si bien es mucho más ventajoso vivir sobre el plano de la libertad que toma su fin en sí misma, para la mayoría de la gente resulta difí-cil hacerlo…

4

5 “Participar o no participar”

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} REFLEXIÓN OPCIÓN 17535

Grabado antiguo de árboles de plátano, bambú y otras plantas, placa 55, 1860.

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{EXÉGESIS}

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Eduardo H. González Ha publicado poesía, cuento

y ensayo literario en e.u.a., Chile, Argentina, España y México. Obtuvo el 3er.

Lugar en el Certamen Nacional de Poesía

“Francisco Javier Estrada”, 2008, convocado por

Casas del poeta A. C.

Paráfrasis de la creación

…fue el origen la hoguera en el ojo; la ardiente conjetura del felino.

Todo fue como dictaron los céfiros en el corpúsculo de la noche. Devino la congruente diligencia de la hormiga.

Alcanzó el hálito su máximo ensayo: los azures incorpóreos ornamentó el ave.

Convino la contemplación y la tozuda estirpe, la definitoria pulcritud del mutismo; al delirio abrasante confirió el elefante la mesura del respiro.

Sí, todo fue como pronunciaron el rizoma del día y el oleaje del destino y el odre murmurantey el aroma del nacimiento.

Mas arribó también la ironía.Volvióse un dios y dijo:¡¡¡Háganse los animales!!!Y éstos, congratulados por la simplezade aquél, dejáronle en el ensueño…

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} EXÉGESIS OPCIÓN 17537

Biodiversity Heritage Library.

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El!animal, por más humano que se predique, siempre encuentra el concilio entre el sentir y el

ser. Bien dijo Darwin que nos sustenta una gama de emociones innatas; nos asemeja a la naturaleza animal el hecho de poder sonreír y llorar sin haber siquiera presenciado visualmente tales fenómenos1. El ciego y el sordo, más allá de sus mañas, nacieron capaces de advertir las gracias –sin más estéticas– de la sonrisa humana, caprichosa pero humana. Discrepo diametralmente del distan-ciamiento, provocado por la razón, entre el antropocentrismo y la calidad animal, meramente biológica. El humano y el animal son, por lo menos, comparsas del relato de la vida.

Cuando me sentí mirado por él, el ímpetu de defenestrar toda liquidez intelectual al abismo del sentimiento se exacerbó. Su mirada logró revirar toda intención ra-cional de superar la entidad animal al grado de anhelar la supremacía de las especies. Me miró y comprendí, bajo la ventura del reconocimiento, que aquella languidez provocativa del vuelo, mera del ave, comprendía toda inquietud que soslayaba debajo del pliegue humano que quiso encubrir su –mi– anomalía inquietante y latente por animalizar la vida cotidiana, capitalistamente estructurada. El paradigma que, paralelo a mis padres, me crió, era insuficiente ante su mirada. El ave, al voltear, volvió a germinar la semilla de la existencia.

Jorge Othón Gómez Martínez

Estudiante de Actuaría y Matemáticas Aplicadas

por el itam y de Sociología por la unam.

“L’águila siendo animalse retrató en el dinero.

Para subir al nopalpidió permiso primero”.

fragmento de me he de comer esa tuna, por manuel esperón

1 Charles Darwin, The expression of the Emotions in Man and Animals. 1872.

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} EXÉGESIS OPCIÓN 17539

Miguel Ángel, en la Capilla Sixtina, trazó magistralmente la unión entre el universo –llamándolo Dios– y el hombre; descontextualizando su presente, me gustaría poder jactarme de conocer su inconsciente resolución: era la unión ontológica entre el sujeto, alado o mestizo, y la vida. Miguel Ángel observó caute-losamente la mirada del animal bajo la mórbida sentencia secular del egocentrismo racional, verdugo del consentimiento vivo y sempiterno del hombre aunado al sentir bestial, peyorativamente connotado desde entonces.

Me miró. Me miró fiel y plácido.Como aquellas lenguas nochesbajo el trance del seno ácido.Sosegada vigilia de las estirpes:pernoctando el sueño ideal.

Me miró. Mirada inquebrantableante los sollozos mudos del avetetrapódica y mesurable,cualitativamente vivo y suave;viviendo una cavilación abismal.Bi

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Me miró y más allá vio su fin,aunado, así, al presagio latentedel reflejo solar sobre el adoquín.Perenne bajo su mirar, dijo el entepostrero al lecho peñascal.

Se miró y finalmente comprendió,arremetiendo ahí un súbito interés,que al mirarme el esteta embelecóde ventura al ave por revés,conciliando el ser, y el animal. Tanta elocuencia termina por cebar el ingenio de la razón; así como la

suma competencia consume el altruismo –por definición solidario– y lo vuelve mero código moral que complace la penitencia espiritual. Tanta vanidad consolida el colofón individual, excluido de la potencia comunitaria. Tanta humanidad contemporánea sesga el horizonte común, biológico, que nau-fraga en algún recóndito e ínfimo recoveco de nuestro día a día, casi marginado a los atavismos de la barbarie. El animal mira al hombre como comparsa de la existencia; el hombre, deliberadamente, ofusca el lazo nato entre su deter-minación y el dedo del universo. ¿Y si nos volvemos a mirar?

El animal, por más humano que se predique, termina siendo el hombre.

Biodiversity Heritage Library.

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} EXÉGESIS OPCIÓN 17541

Al anochecer, cuando el sol se oculta entre las montañas y el crepúsculo es un festín de sonoridades, el lobo sale de su cueva, cruza a toda velocidad por entre los árboles del bosque, se acerca al lago, alza

la cabeza y se detiene. Recula un poco y comienza el triple juego: un aullido, un olfateo y un gruñido. La punta de plata del hocico se frunce y los músculos del lomo se tensan.

Lo ha visto.Fija con dureza la mirada de color ámbar en el pescador que rellena la

cantimplora. Las reminiscencias del reino animal, pintadas en su instinto, brotan: el sonido del cerdo, el cálculo del tigre, y un ladrido espasmódico que recuerda más la carcajada nocturna de su prima la hiena que de su hermano el perro.

No. No es lo que dicen. Ni apasionado necrófilo, ni adversario cobarde. Es cazador. Es carnívoro. Prefiere la carne fresca, pero ha tenido que competir con las aves carroñeras. Ha sido difícil. Se ganó el repudio de los ganaderos. Ataca a burros, becerros, caballos, vacas. Ellos le quitaron su alimento prin-cipal. Ya no hay ciervos. Se conforma con roedores. Tampoco hay muchos. Se los han acabado.

Oculto detrás de los carrizales, lo observa con atención. Está quieto. Parece estar digiriendo mentalmente un manjar. Los hilos de baba manchan el terreno pedregoso. Las orejas, en pico y cortas, se yerguen. La glándula odorífica de la cola, que aumenta la fineza de su olfato, apunta en dirección al lago. Imagina que el manjar palpita entre sus garras, entre los colmillos y se adentra en la garganta.

Cecilia Durán MenaEstudiante del doctorado en Creación Literaria, Casa Lamm. Maestría en Administración, itam.

Ojos color ámbar

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Prepara la actividad intestinal por la que aquél, que aún no se ha percatado de su presencia, formará parte de su esencia. No de forma íntegra: a pedazos.

Un gruñido que no sale de sus fauces suena potente. Viene de sus entrañas. Las costillas sobresalen entre la piel tan delgada. Entre los recuerdos brotan imá-genes: la crin hirsuta, las coces, los ojos abiertos y los dientes que tiraban mordidas en un intento desesperado por defender la vida. El hilo de sangre que recorrió el cuello en señal de que dientes y colmillos fueron efectivos. La quietud absoluta y la blandura de su carne. El festín para la manada. Las ávidas quijadas, la voracidad del diente, que da cuenta del botín sangriento. Otros tiempos. Juventud y potencia que hoy faltan. Más gruñidos, más retortijones. Sin duda, otros tiempos. Hoy está solo y el recuerdo del banquete no llena el hueco ni alivia la necesidad.

¿Cuántas veces le ha implorado a la luna por un bocado? Ladridos de súplica que los luceros jamás han escuchado.

Duele. Cabeza. Estómago. Corazón.El olor está por todas partes. Lo envuelve desde la nariz hasta la punta de la

cola. Casi puede imaginar el sabor: como a caballo joven o a vaca gorda. Ojalá, no importa. Hasta el de rata muerta le da gusto.

El pescador, de espaldas, rellena su cantimplora. Se concentra en el espejo de agua que refleja cientos de estrellas y a dos que tres urracas que sobrevuelan el lago de regreso a su nido. No hay luna. El aceite del quinqué se agota, se extingue. Los ojos color ámbar están habituados a la poca luz.

Se alborota el hueco que late en el estómago del lobo. No hay mucha fuerza y sale en su ayuda el instinto. Busca en su cuerpo la fortaleza que huyó por la falta de alimento. Reaparece la fiera, recobra sus instintos, las garras erizadas, los rencores se le dibujan en la cola. En un instante, calcula y entiende. Le falta su pareja. Ella mordía el perineo. Él hincaba el diente en la yugular. Así era más fácil. No resistió. Se le fue la vida como se le está yendo a él.

Abajo, encuclillado, el pescador comienza a habituarse a la oscuridad. Respira hondo y se llena los pulmones con los aromas de las hierbas y la tierra del bosque. Se deja invadir por las melodías de los grillos y las chicharras y de tantos más que se van añadiendo y que no puede identificar. No distingue el ruido del aire que entra y sale del hocico. No percibe la mirada.

El lobo se asoma. Retrocede. Regresa la garra, se lanza de un brinco y a gran velocidad avanza sobre su presa. Cruza la frontera.

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El pescador termina de rellenar su cantimplora y escucha un murmullo. Todo es calma, gorjeo de los pastizales que se mueven con el viento. Sin embargo, sabe. No es ni el canto del grillo, ni el choque del agua contra su bota. No es la hierba, ni el vuelo de las aves nocturnas. Es un silbido, el aire electrizado. Ojos que brillan. Un ruido. La piel de la nuca se tensa. Restriega las patas traseras. Araña el suelo. Un salto. Le cae encima.

Dos vidas que penden de un hilo. Dos miradas se encuentran. No hay tiempo. De rodillas uno. Tembloroso el otro. Gruñidos. Un grito.

Silencio.Huellas de cuatro dedos y sus uñas, que parecen de un perro grande, pero

más anchas. Las impresiones de las almohadillas digitales más alargadas y separadas. Pisadas, huellas de zapatos de hule. Hendiduras en el terreno del lago que estuvo pegado a la vida. Gotas de agua derramada sobre el terreno pedregoso. Gotas espesas a la orilla del lago. Manchas. La cantimplora flota en la superficie.

Biodiversity Heritage Library.

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LA!LÍNEA!INVISIBLETimothy Treadwell ha cruzado la “frontera invisible”1 que existe entre el mundo natural y el mundo humano, afirma Werner Herzog en su documental Grizzly Man. La obra muestra y reflexiona acerca de las cintas sin editar que registran los veranos que pasó Treadwell en una reserva en Alaska acampando cerca de los osos grizzly. Vigoroso defensor de dicha especie, Treadwell buscaba “educar a la gente”2 en el respeto hacia los animales y protestar en contra de la cacería de osos. Su muerte fatal –fue comido por un oso hacia el final de uno de sus campamentos– hace que Herzog reflexione sobre el significado de la vida y la lucha de este personaje. Con singular perspicacia, Grizzly Man nos introduce poco a poco en los tortuosos abismos de la personalidad del protagonista, para que después Herzog discurra: en el fondo de su causa ecologista, Treadwell estaba “luchando contra la civilización misma”.3 Es decir, que en realidad encontró en el “mundo secreto de los osos”,4 una salida a su incapacidad para adaptarse a la sociedad en la que vivió. Halló en la indiferencia y el caos de la naturaleza “a un amigo, a un salvador”.5 Los osos se le presentaron como amigos, mientras que el mundo humano lo hizo como un universo extraño. Encontró mejores formas de amar a los osos –a los cuales se acercó a distancias sorprendentes– que de amar a las mujeres.6 Refugiado en los confines de la vida humana, Treadwell vacilaba, cada verano, de puntitas sobre la línea invisible que lo separaba de sus amigos los osos. Un día la cruzó y cayó.

Alejadro Campos Estudiante de Economía, itam.

La imposibilidad en la naturaleza

1 Werner Herzog, Grizzly Man, Estados Unidos, Lions Gate Films, 2005.

2 Ibid.

3 Ibid.

4 Mundo que, por cierto, para Herzog es completamente inexistente en la realidad.

5 Ibid.

6 Esto se muestra claramente en la escena donde Timothy Treadwell expresa cómo ha fracasado en sus relaciones amorosas con las mujeres.

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} EXÉGESIS OPCIÓN 17545

NATURALIDADCuando digo que alguien actúa de forma natural, quiero decir que lo hace de forma suave, que su acto no sorprende, ni irrita. Es como si dicho acto siguiera un flujo. ¿Acaso sigue el flujo de la naturaleza? La naturaleza se mueve natu-ralmente: sigue su propio flujo. Alguien puede moverse naturalmente, pero, ¿qué flujo sigue?, si el flujo de “la naturaleza” no es igual al de nosotros. ¿Qué quiere decir hablar naturalmente o vestirse naturalmente?, por ejemplo. Si alguien actúa como un oso, no diremos que actúa naturalmente. Acaso diremos que es un salvaje. Sin embargo, a veces escuchamos discursos o presenciamos actos que nos parecen “tan naturales”. Me siento tentado a unir naturalidad con elegancia. La elegancia es amable a nuestros ojos, no irrita.

Delicados trazos de pincel, naturaleza que se traza todos los días, sutil atardecer.

La naturalidad es sutileza, pero la naturalidad no es naturaleza. Cuando digo que alguien actúa de forma natural, no quiero decir que actúa conforme a la naturaleza, sino que actúa con sutileza, con cierta tenuidad. Al pasar, dicha persona no salta ante nuestros ojos, como no implica sobresalto alguno el que todos los días los pájaros canten. De ahí la metáfora: el acto natural (humano) nos pasa enfrente tan sosegado como el acto natural (natural).

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Lo natural no irrita porque sigue un flujo, sin en-contrarse con éste. Uno de los flujos posibles es el de la civilización. Una persona puede parecer natural cuando es altamente civilizada: elegante, sutil. Siempre sabe qué hacer. No obstante, el flujo civilizatorio no es el único flujo posible. Hay personas que también parecen naturales, pero porque siguen un flujo propio, que no nece-sariamente es el mismo que el de la civilización.7 No son naturales ante la civilización, pero tienen una naturalidad propia, que tiene que ver con un a priori en el actuar.

Timothy Treadwell no pudo seguir el flujo “natural”8 de la civilización. Entonces volteó hacia la naturalidad: la de la naturaleza. Quiso ser natural. Al ver que el mundo humano no se lo permitía, volteó hacia el origen, inten-tando descifrar el flujo de los osos. “Conozco el lenguaje del oso”, afirmaba.9 Buscó lenguajes de una naturalidad distinta; lenguajes que se encontraban separados del suyo (¿el humano?) por un abismo. El abismo también lo unió a los osos.

LÍMITE!ABISALLa frontera –simbolizada en la mirada que, a fin de cuentas, es impenetrable– tiene su atractivo. Derrida lo expresa muy bien: “esa mirada así llamada ‘animal’ me hace ver el límite abisal de lo humano: lo inhumano o ahumano, los fines del hombre, a saber, el paso de las fronteras desde el cual el hombre se atreve a anunciarse a sí mismo, llamándose de ese modo por el nombre que cree darse”.10 Timothy Treadwell se exilió en los osos, colocándose en la frontera de lo hu-mano, mejor dicho: de lo que llamamos humano. Conversando con los osos, quiso adentrarse en el límite entre lo humano y lo ahumano, dirigiendo su mirada hacia lo impenetrable. Siguiendo la línea de pensamiento de Herzog, afirmaríamos que Treadwell cruzó la línea.11 No obstante, Derrida es capaz de torcer la idea de que existe una línea divisoria e invisible entre el hombre y el animal. Sin negar que exista una discontinuidad, el autor afirma que existe un límite abisal que “no forma una sola línea indivisible sino más de una línea en abismo”, además de que “no se deja ya trazar, ni objetivar, ni contar como una”.12 Dicha frontera no se deja trazar porque tiene una historia: la de la relación del hombre con “el animal”.13 La frontera “se alimenta de abismo”14, y entonces ya no queda claro cuál es esa línea de “lo humano”. Esto es: el problema no es con lo invisible de la frontera; el problema es que dicha “fron-tera” no es lineal, sino abismal. Entonces, ¿en qué momento cruza Timothy Treadwell dicha frontera?

7 Ser natural por la propia naturalidad es una empresa mucho más difícil de lograr.

8 Ya profundizando en el significado del adjetivo “natural”, éste puede sonar sarcástico al ser utilizado. Toda metáfora se ríe de sí misma.

9 Ibid.

10 Jacques Derrida, El animal que luego estoy si(gui)endo Madrid, Trotta, 2008, p. 28.

11 No considero esta afirmación errónea, tanto como imprecisa.

12 Ibid., p. 47.

13 Aunque no es propósito de este ensayo desarrollar la idea de Derrida acerca de la palabra “animal”, sí es menester aclarar que, para el autor, hablar del animal es omitir toda la heterogeneidad que existe dentro de lo que llamamos animales. Es decir, no es lo mismo un oso, que un perro. Son distintas formas de ser.

14 Ibid.

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LA!LÍNEA!NATURALQuizás la línea que sí se cruzó fue la de la naturalidad. Treadwell dejó de ser natural cuando dejó de ser civilizado, como bien comenta Herzog, y como también lo vislumbra el mismo Timothy, en una de las escenas: “tan sólo soy diferente”, “provocador”,15 “duro”. Esto lo dice afirmando, al mismo tiempo, que ha encontrado una forma de sobrevivir entre los osos, que quizás nadie antes había logrado. Ha descubierto formas inhumanas de sobrevivir, y no sólo eso, sino que siente que ha alcanzado una forma de comunicación con los osos. Si realmente lo logró o no, es imposible de saber. Habría que definir, para comenzar, el significado de “comunicar”. Herzog es escéptico al respecto. Sin embargo, cabe también preguntarnos: ¿por qué Treadwell acudió a los osos?, ¿qué fue lo que observó en la mirada de éstos?

ANTI"LOGOSHerzog ya ha dado una explicación a esta pregunta : la mirada del oso repre-senta lo incivilizado. En su desesperación y enojo con el mundo humano, tal como le ha sido formulado, Treadwell acudió a un mundo incivilizado. Sin embargo, esto sería suponer que no existe ningún vestigio de civilización en el mundo de los osos. En este sentido, la clara postura de Herzog difiere de la del mismo Treadwell: en la mirada del oso –y en la “mirada” de la naturaleza en general–no existe más que una “apabullante indiferencia”.16 Esto es: el oso no responde, sólo reacciona. En pocas palabras, ésta es, según Derrida, la inter-pretación que se ha dado, a lo largo de la historia, de la diferencia entre el hombre y el animal. Desde Descartes hasta Heidegger, la cuestión se ha en-focado en la “disposición o no del logos”17 del animal; de ahí que Derrida denomine “logocentrismo” a la cultura filosófica prevaleciente.18 La línea di-visoria: el animal no razona y, por tanto, no puede responder al humano, sino sólo reaccionar ante éste. Entonces, en la historia de Grizzly Man, la prueba de la reacción –más que respuesta– del oso estaría en el asesinato de Timothy: el oso agresivo tenía hambre.

Reversión del argumento: la prueba de la respuesta –más que reacción– del oso estaría en los increíbles acercamientos (al menos físicos) que Timothy pudo tener con ellos, y en el hecho de que pudo convivir muy de cerca con dicha especie durante trece veranos.

NATURAL#EZA$Dije anteriormente que la naturalidad era la de la naturaleza, pues en ella reside el origen de la palabra; en ella reside la metáfora. También dije que naturalidad no es naturaleza; esto es: existen naturalidades que no provienen del “mundo na-tural”. Y ahora: naturaleza no es (implica) naturalidad. Al menos no estoy seguro de poder afirmarlo. Es decir, ya no queda claro si podemos afirmar que la esencia de la naturaleza es ser natural –al menos en el sentido como se ha tomado la palabra hasta ahora.19 En ocasiones la naturaleza nos sorprende, se rompe. No sorprende que un oso se haya comido a un ser humano, pero sí

15 Traduje edgy como “provoca-dor”; en la traducción se pierde la relación entre edgy y edge, que significa borde. Herzog, op. cit.

16 Ibid.

17 Derrida, op. cit., p. 44.

18 Ibid., p. 43.

19 Esto es, evidentemente, un problema ontológico, porque entonces se rompe también la palabra “naturaleza”. Si la naturaleza puede ser no-natural también, entonces, ¿cuál es el mundo natural? Al final estaríamos llamando naturaleza a un “comportamiento” en el que prevalecen tiene ciertas características, pero que en realidad no está delimitado. Pues, precisamente, ese es uno de los errores del logocentris-mo: que no logra ver lo abismal de la frontera y la pone como una línea divisoria tajante. La línea la ponemos los seres humanos.

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sorprende que un ser humano y varios osos hayan podido tener una especie de relación. El documental de Herzog es rico en ejemplos de lo anterior.

PODER!NO"PODERTomando en cuenta que es muy complicado establecer los límites de nuestra re-lación con los animales, cabe preguntar: ¿cuáles son los no-límites? Derrida plantea la pregunta de Bentham: “Can they suffer?”.20 ¿Pueden sufrir los animales? ¿Pueden sufrir los osos grizzly? Posteriormente examina dicha pregunta:

A la cuestión le preocupa cierta pasividad. […] La palabra “poder” vacila entonces. Lo que cuenta en el origen de una pregunta así, no es ya solamente aquello a lo que se refiere una transitividad o una actividad (poder hablar, poder razonar, etc.); es más bien lo que prevalece en esta auto-contradicción que vincularemos más tarde con la auto-biografía. “¿Pueden sufrir?” viene a ser preguntarse: “¿Pueden no poder?”. ¿Y qué hay de esta impotencia? ¿Qué hay de la vulnerabilidad experimen-tada desde esta impotencia? […] Poder sufrir no es ya un poder, es una posibilidad sin poder, una posibilidad de lo imposible.21

La pregunta es de difícil respuesta, pero arroja claridad. Tal como Derrida

propone, pareciera muy difícil afirmar que los animales no sufren y, en ese sentido, sería difícil afirmar que Timothy Treadwell no tuvo un punto de reunión con los osos: el del sufrimiento, el de la impotencia. Una reunión pasiva como la pasividad de las miradas.

David Foster Wallace, en su intento por determinar si las langostas sufren cuando son arrojadas a un recipiente con agua hirviendo para ser cocinadas, sugiere una definición original del sufrimiento:

[Es] difícil negar, en cualquier manera significativa, que [la langosta] es una criatura viva experimentando dolor y deseando evitar/escapar a la experiencia dolorosa. En mi mente profana, el comportamiento de la langosta en la tetera, parece ser la expresión de una preferencia; y puede ser que una habilidad para formar preferencias sea el criterio decisivo para definir el sufrimiento real.22

Si la langosta prefiere no estar en agua hirviendo, y lucha para no estarlo, entonces podríamos afirmar que sufre. Es decir, el animal experimenta una especie de descontento, de infelicidad, de sufrimiento por su impotencia ante una situación que lo sobrepasa.

Timothy Treadwell conversa con un oso después de que éste pierde una pelea por una hembra y se tira a la tierra apagado, derrotado, cansado. El humano le explica al oso: “No siempre se obtiene lo que se quiere”23 –no siempre se obtiene lo que se prefiere obtener. Aunque es fácil pensar que el oso no entiende el lenguaje de Treadwell, también es (más) fácil pensar que el senti-miento de imposibilidad es compartido: el oso preferiría haber conseguido a la hembra. Treadwell tampoco ha podido quedarse con las mujeres que ha querido

20 Ibid., p. 44.

21 Ibid.

22 ””It is hard to deny in any meaningful way that this is a living creature experiencing pain and wishing to avoid/escape the painful experience. To my lay mind, the lobster’s behavior in the kettle appears to be the expression of a prefer-ence; and it may well be that an ability to form preferences is the decisive criterion for real suffering”: David Foster Wallace, “Consider the Lobster”, Gourmet, Estados Unidos, 2004. Consultado en: http://www.gourmet.com/magazine/2000s/2004/08/consider_the_lobster?

23 Herzog, op. cit.

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(preferido). La mirada perdida del oso sirve de espejo: refleja la tragedia de tener que se(gui)r24 en la vida, aun cuando se sufre.

Pre-ferir, luego no-poder, luego sufrir: Timothy y el oso.

SE#GUI$R #A$ EL!OSOTragedia, abismo, mirada impenetrable. Mirada impenetrable, pero mirada (encuentro), al final. Treadwell voltea hacia la pasividad que implica la vida: el oso grizzly prefiere, pero al mismo tiempo no puede. El ser vivo es, además, autobiográfico:

La autobiografía, la escritura de sí del ser vivo, la huella del ser vivo para sí, el ser para sí, la auto-afección o la auto-infección como memoria o archivo de lo vivo sería un movimiento inmunitario (por consiguiente un movimiento de salvación, de salvamento y de redención de lo salvo, de lo santo, de lo inmune, de lo indemne, de la desnudez virginal e intacta).25

En este sentido, Treadwell sigue al oso para autorreferirse (es el oso), en un ejercicio que al mismo tiempo es escrupuloso e inmunitario; que pretende salvarse o redimirse, según Derrida. Juego de miradas: seducción que se protege para poder dejar huella.

Por lo tanto, la huella de nuestro protagonista tiene que ver con aquello a lo que siguió y, al mismo tiempo, con él mismo. Su huella es de oso –de ahí que el título del documental sea tan atinado: “Hombre grizzly”, traducido lite-ralmente al español. No obstante, llamar a Timothy Treadwell “el hombre oso” deja de ser tan metafórico. O mejor dicho, la metáfora deja de estar sólo en el plano del lenguaje, y ya no queda tan claro qué es lo propio del humano, y qué es lo propio del animal . Pero más específica y correctamente, ¿qué define a Treadwell?, y ¿qué define a los osos que lo acompañaron? La frontera abisal es indefinible en tanto las miradas se intercambiaron, y tanto el oso como Timothy se autorrefirieron a sí mismos por medio del otro.

LA!POTENCIA!DISIPADA La lucha contra la civilización, y la consiguiente pérdida de naturalidad, de Timothy Treadwell es de oso. En el ejemplo que se ha desarrollado aquí, pero que definitivamente no es exhaustivo, Treadwell no puede conseguir a la mujer que quiere: el oso no puede conseguir a la mujer (hembra) que quiere. La metáfora es a través de lo imposible: del abismo. No hablaremos del (de cuerpo de) oso. La reacción que tiene de tirarse al suelo, sin moverse, ¿es natural? Es difícil delimitarlo, pues dicha pregunta guarda relación con una cuestión de poder. La reacción (o respuesta) sería no-natural en tanto el oso pudiera responder al sufrimiento, rebelándose (revelándose) en contra del flujo de la vida. De acuerdo con lo que se ha interpretado de las palabras de Herzog, el director del documental diría que el oso no puede protestar, pues la mirada del oso siempre expresa indiferencia. Yo me inclino más por pensar que en la

24 Derrida juega constantemente con los verbos ser y seguir, y afirma en un punto que: “antes de la cuestión del ser como tal, del esse y del sum, del ego sum, está la cuestión del seguir, de la persecución o de la seducción del otro, que sigo o que me sigue, que me sigue mientras yo lo o la sigo”. Derrida, op. cit., p. 82.

25 Ibid., p. 64.

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Biodiversity Heritage Library.

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filmación también existen vestigios de no-naturalidad en los osos. Después de todo, nadie puede negar que dichos osos se encontraron con un ser humano, y que dicho ser humano se acercó a ellos de formas que nadie antes había inten-tado. Si el ser humano puede actuar de formas inesperadas, ¿cómo incide eso en la naturalidad de los osos? ¿Cómo es posible que la naturaleza tenga una reacción ante todo, incluido lo que no se esperaba? Y si ya se lo espera todo, entonces, todo acto humano también sería natural. ¿Qué no a veces el ser humano rompe, precisamente, con lo natural de la naturaleza, y este rompi-miento exige una respuesta?

En cambio, sí podemos hablar con más seguridad del (de cuerpo de) humano. Timothy Treadwell perdió la naturalidad y es evidente que puede rebelarse (revelarse) ante su sufrimiento. En otras palabras, Treadwell ha sido herido por lo llamado “humano”, por lo cual decide alejarse de este espacio, hasta adentrarse en otro donde lo único que parece más claro es que existe el su-frimiento, la herida. Desde la impotencia, se muestra potente: se alza, protesta, se queja, responde. Sin embargo, es justamente en ese lugar donde sus gritos no se escuchan. Los seres humanos lo ignoran. A su potencia se la traga un abismo inexplicable, quizás de la misma forma como nosotros nos hemos tragado a la potencia del animal. Decidimos escuchar al que ya puede, pero ¿qué hay del que todavía no puede y preferiría poder, pues es potente? Es precisamente en este punto donde la obra de Timothy Treadwell tiene una relevancia abrumadora. No es sólo una lucha contra la civilización, sino una im-posibilidad de acceso a la civilización. Es la imposibilidad de acceso al amor, cuando él está ávido de amar. Es el no-poder cuando se es potente. A dicha potencia se la traga un abismo al cual se le llama línea o frontera invisible, pero que, en realidad, no queda claro si existe como tal. Nos preguntamos si Timothy Treadwell pudo haber amado en una configuración social distinta que permi-tiera a su potencia convertirse en acto (poder).

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NATURALEZA!RAJADASi la vida es natural, la muerte puede ser no-natural. Si la vida es el poder, la muerte es la im-potencia. Si la vida continúa sutilmente sin que nos percatemos de ella, la muerte nos raja y nos hiere. Ambos son movimientos complemen-tarios de nuestro existir, pero quizás al movimiento de la muerte se le ha escuchado poco. Timothy Treadwell nos muestra que es posible vivir muertos: con la potencia imposible, con una herida cubierta por el movimiento natural que no deja de fluir. Resulta que dicho movimiento natural es tan sólo un tipo de movimiento, y no el que siempre debe ser, ni el que siempre es. Para pro-barlo, nuestro protagonista se va al extremo: busca la no-naturalidad de los osos (más que su naturalidad), que también sufren, para mostrarle a la sociedad que justificar la falta de acceso al poder por medio de la naturalidad es insu-ficiente, pues ni siquiera los osos están resignados. Les duele el flujo.

La imposibilidad que impone la sociedad se muestra como una especie de muerte: la muerte del amor en la vida de alguien, por ejemplo. Sin embargo, la gran pregunta es si dicha muerte es ineludible, o si, más bien, es una muerte creada, como el flujo social creado. Ante la muerte (la que sí se nos escapa), el movimiento civilizatorio queda impotente y entonces se da cuenta de que el cambio, tarde o temprano, llegará; un cambio que muchas veces se pide a gritos sin que nadie lo escuche. Enamorados de la naturalidad, hemos buscado sociedades naturales, olvidadas de la muerte. No sabemos sufrir.

Un día existió un hombre oso, que habló de la tragedia del amor con la natural(eza).

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LA!MOSCA!Y!EL!POETALuciérnaga apagada. –Un día, cuentan los antiguos, la mosca cambió con los dioses su luz por la velocidad y el zumbido (muy parecido al transitar de la co-rriente eléctrica)–. Como una gota de tinta en constante caída, la mosca busca el mantel de la mesa para liar su negrura con livianas grapas. –Escapa la mosca de los basureros, convertida en enjambres de tinta, cuando los perros emprenden la carrera–. En los ojos de la mosca se fragmenta el mundo: son caleidoscopios en juego buscando alimento. Y sus alas, dice el poeta, son una V, si se miran en picada. Ah, pero la madre del poeta odia a la mosca: si la ve parada en el frutero, o en la crema del postre, la fulmina con insecticida.

Francisco Trejo Ganador del Premio Nacional

de Poesía Ignacio Manuel Altamirano 2012. Estudió la

licenciatura en Creación Literaria en la Universidad Autónoma de la Ciudad de

México (uacm).

Bestiario

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LIBÉLULA!CORPUS!CHRISTIMetáfora de la muerte de Cristo es la libélula. –Posada en un lirio, la libélula parece el Dios crucificado–. Antes de morir y envolverse en su lienzo de me-tamorfosis, la larva divina cruza las aguas y milagrosamente sobrevive al beso judaico de sus depredadores. En la resurrección obtiene alas para emprender su viaje al firmamento. A propósito de la doctrina que profesó el Mesías, este místico insecto nos ofrece una alegoría precisa del amor: en pareja, durante la cópula, forma la figura de un corazón latente.

A/MANTIS!RELIGIOSASiempre encuentro similitud entre el comportamiento humano y el compor-tamiento de los insectos. Las ancianas puritanas, por ejemplo, cuando pasan frente a una iglesia, se santiguan y juntan sus manos a la altura de su pecho –en posición de mantis religiosa–; de este modo imploran a su Dios. Y aunque muchas veces se compare a la mantis con un alienígena, yo no encuentro mayor relación entre uno y otro. Tener la cabeza triangular y los ojos grandes no basta para una buena analogía. Pero sí comparo a la hembra de esta especie con las monjas. Ambas son maestras del engaño: en su rezo simulan la espera de un haz de luz proveniente del cielo, pero lo que realmente aguardan es la llegada de su víctima. La mantis hembra devora al macho. ¿Diríamos lo mismo de la mantis monja? ¡Claro! Pensamos lo contrario porque la vemos en la iglesia, entregando su aliento a las oraciones. Es difícil concebir que se ha comido a más de un sacerdote. J.

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En su libro Lo abierto, Giorgio Agamben expone el concepto de máquina antropológica o antropogénica, que viene a ser el dispositivo por el cual se separan y articulan entre sí lo humano y lo animal, tanto en las re-

laciones exteriores del hombre con el resto de los animales como en la relación interior del hombre con su propia animalidad. Distingue entre la máquina antropológica moderna, que realiza esta cisura aislando lo animal en el hombre, poniendo como límite al hombre devenido animal, y la antigua, que encuentra esta frontera en el animal que parece ser humano, que puede humanizarse como en los casos de niños salvajes. La historia de este proceso de configu-ración y desconfiguración de la máquina la va recorriendo marcando algunos hitos importantes, entre ellos especialmente Tomás de Aquino, Pico della Mirandola y Karl von Linneo.

Felipe Kong AránguizLicenciado en Filosofía por la

Universidad de Chile y alumno de la maestría en Filosofía en la

misma institución.

La Traición como Origen Lo humano, lo animal y la opresión.

Sería posible comer del cordero sin por ello cometer un crimen siempre que estuviera dispuesto a imitarlo

simone weil.

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En el jardín del Edén, según la interpretación bíblica de Aquino, el hombre mantenía una relación con los animales no basada en el dominio sino en la contemplación. No necesitaban de ellos ni para cubrirse, ni para alimentarse ni para transportarse, pues las condiciones de su medio ambiente eran perfectas. “Más bien tenían necesidad de ellos para obtener de su naturaleza un conoci-miento experimental. Y esto está significado por el hecho de que Dios condujo los animales ante Adán para que les impusiese un nombre que designara su naturaleza”1 ¿Cuál sería el sentido de esta cognitio experimentalis? Según Agamben, esta investigación tendría por finalidad descifrar la naturaleza del hombre mismo, podría decirse, mediante el conocimiento del animal como otro. La antropología nos cuenta de pueblos primitivos para los que aún los animales son sagrados, como las tribus Naskapi del noreste de Canadá, para quienes la caza del caribú es una práctica religiosa acompañada de múltiples ritos. La bestia no es considerada inferior por el hecho ser cazada, sino que al contrario, se considera que ella se entrega a los hombres como alimento cuando se le rinde correctamente el culto. Asimismo, los chamanes de dife-rentes culturas se distinguen del resto de la comunidad por el don de dejarse poseer por espíritus de animales; al haber estado en otro mundo, podían ver al hombre desde fuera del hombre, desde los ojos de un oso o una morsa, y así enriquecer su experiencia con el entorno y consigo mismos.

Pico della Mirandola, un par de siglos más tarde, definirá al ser humano como el animal sin rango, sin lugar propio en la creación; fue hecho al final, cuando ya todos los materiales se habían agotado en las otras criaturas, y por ello no tiene una naturaleza definida. Su ausencia de rostro le lleva a la obligación de mo-delarse uno, considerando que puede recibirlos todos: “en el hombre naciente, el padre infunde semillas de todo tipo y gérmenes de toda especie de vida”2. Así, podemos decir que el hombre es un “admirable camaleón”, capaz de convertirse en cualquier animal o incluso en algo divino. Un razonamiento se-mejante, aunque con una base biológica y no teológica, llevará tres siglos después a Linneo a clasificar al hombre dentro de los antropomorpha, los “semejantes al hombre”: no hay una diferencia específica importante entre el hombre y el mono, además de la disposición de algunos dientes, por lo cual diríamos que el hombre como especie no existe si no fuera porque es capaz de reconocerse. Linneo, por tanto, en lugar de poner en el hombre una descripción como hizo con todos los otros animales, pondrá un imperativo: el antiguo adagio nosce te ipsum, conócete a ti mismo. Podríamos caracterizar al animal como un ser vivo que carece de clorofila o de otro mecanismo autótrofo, por lo que requiere moverse para subsistir; el hombre da otra vuelta de tuerca a esta carencia, al faltarle incluso las determinaciones específicas sobre su naturaleza, y por tanto está obligado a establecerlas él mismo.

Si el primer modelo que tiene el hombre para conocerse o inventarse a sí mismo es el animal, el primer desliz que comete es el de cosificarlo, utilizándolo como instrumento. Este hecho, que está marcado históricamente por el abandono de una religión zoomórfica, tiene un origen mítico en un versículo

1 Tomás de Aquino, Suma Teológica, Primera parte, q. 96, art. 1° ad 3; en Agamben, Giorgio, Lo abierto, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2006, p. 48.

2 Pico della Mirandola, De la dignidad del hombre, 4, 22-23; en op. cit. p. 64.

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del Génesis, que coincide justamente con la expulsión del jardín. En el mo-mento en que el hombre se avergüenza de su desnudez y es descubierto por Dios, éste lo viste con pieles de animales; este hecho es remarcado por Kant en un texto más o menos marginal dentro de su obra, llamado Comienzo presunto de la historia humana. Según Kant,

La primera vez que el hombre dijo a la oveja: la piel tuya la Naturaleza no te la ha dado para ti sino para mí y se la quitó y se vistió con ella, tenía ya conciencia de su privilegio que, en virtud de su naturaleza, le colocaba por encima de todos los animales, que ya no consideraba como compañeros en la creación sino como medios e instrumentos […] Esta figuración implicaba, si bien de manera oscura, la idea de que no podía dirigirse en los mismos términos hacia ningún hombre, sino que tenía que considerarlos copartícipes iguales en los dones de la Naturaleza[.]3

A pesar de que el tono del filósofo es más bien jovial, no puede dejar de notarse una leve tristeza al mencionar a las bestias como antiguos compañeros de creación, estando al mismo nivel, como los hermanos Abel y Caín. De la misma manera que éste negó frente a Dios ser guarda de su hermano, el hombre renunció a la contemplación del animal optando por su cosificación. Aunque esto sea un acto necesario, según Kant, para establecer la igualdad entre los hombres, lo que resulta es una igualdad sumamente precaria, seme-jante a la de los bandidos cuando se reparten un botín; apenas acabe la abundancia, el proceso se repetirá, y los hombres se traicionarán entre ellos para someterse unos a otros. Así funcionaba, por ejemplo, el concepto de igualdad en la época antigua; los iguales entre sí eran siempre los amos, que eran capaces de reunirse en asambleas y de tener entre ellos amistad y respeto sólo tras haber sometido unos cuantos esclavos, que junto con las mujeres, los niños y los animales domésticos, permanecían en el ámbito de la casa.

Considerando las reflexiones de Agamben con respecto a la separación al interior del hombre entre animalidad y humanidad, podemos pensar mejor el significado de esta traición originaria. El hombre al traicionar al animal se traiciona a sí mismo; no sólo porque este primer gesto de opresión lo corrompe de manera tal que lo llevará a cabo innumerables veces más, sino porque una parte de sí mismo se oscurece y mecaniza, como sucede final-mente con cualquier ser sujeto a esclavitud. Es así como la separación social entre opresores y oprimidos se corresponde con la separación existencial entre humanidad y animalidad, es decir, al comienzo del funcionamiento de la máquina antropológica. Todo nuestro vocabulario sobre lo animal está viciado por esta traición que se quiere ocultar con ciencia, sin ser conscientes de que las justificaciones que se den de esta opresión son justificaciones de nuestra propia situación de sometimiento. Dentro de la dicotomía insalvable entre humanidad y animalidad, lo humano es lo que tiene derechos, libertad, nobleza, respetabilidad, y lo animal lo que carece de todo ello y su único bien está en servir a lo humano y obedecerlo. De esta manera, nos permitimos vivir en un sistema

3 Kant Emmanuel, Filosofía de la historia, México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1994 (5ta ed.), pp.75-76.

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económico que aparentemente le otorga toda la dignidad a lo humano dentro del hombre, mientras que solapadamente explota su parte animal; el marketing, las campañas políticas, las guerras, la producción de pobreza, son dispositivos que dejan a un margen lo humano, presuntamente no violentándolo, para abusar indiscriminadamente de lo animal en el hombre, que produce mucha más riqueza y crecimiento económico que su parte humana. Pero no puede olvidarse que lo humano no es más que una sobredosis de animalidad, el animal llevado a su punto extremo de expansión y que, al chocar consigo mismo, se convierte en su propio enemigo. Lo humano no puede desarrollarse sin un cuidado atento de lo animal, tal como un árbol no puede crecer si tiene podridas sus raíces; este cuidado no debe entenderse como una simple satisfacción de necesidades, sino primeramente como una descosificación y en segundo lugar como un acto de contemplación, de meditación junto con el animal exterior y el interior, que es, mucho más que nuestra parte humana, lo que determina nuestra igualdad.

Quisiera apoyarme en este punto con dos conceptos importantes: uno es lo impersonal, visto desde el pensamiento de Simone Weil, y el otro es el Genius, figura romana retomada por el mismo Agamben. Para Weil, cuando recibimos injusticia no es nuestra persona la que se siente violentada, sino lo impersonal que hay en nosotros. Nuestra persona podrá protestar y exigir sus derechos; pero la eficacia de esta reivindicación está directamente ligada al poder de la persona, por lo que la justicia no puede tener allí lugar. En cambio, nuestra parte impersonal es aquella que, desde el fondo de nuestra alma, grita con una voz muda el lamento infantil “que Cristo mismo no pudo contener: ¿por qué se me hace daño?”4. Esta pregunta es anónima, en cuanto que pueda trasladarse de un individuo a otro sin importar la parte personal en ellos; en lo impersonal, que es el rincón más difícil de acceder en nosotros, residen el bien, la belleza y la verdad, que no pertenecen a nadie en particular. Pero quienes han visto destruida su persona por la desgracia no acceden a lo im-personal en forma pura, sino que se resisten a entrar en ese vacío, aferrándose a las migajas de personalidad que puedan recoger. La única forma de acceder a este espacio es mediante el silencio y la atención, facultades que la vida social cada vez más se empeña en obstruir. Sólo contemplando lo impersonal es que podemos llegar a una justicia, tarea que se ve opacada por el predominio del derecho, de la persona y de las nociones confusas de libertad y de bien que de ellas se extraen. Agamben, por su parte, habla en Profanaciones acerca del Genius, el dios al cual se entrega la custodia del niño al nacer. Este dios, equivalente en cierto sentido al cristiano ángel de la guarda o al daimon griego, acompañaba a cada hombre durante toda su vida, rigiendo tanto su fecundidad (su posibilidad de generar) como su creatividad y su posibilidad de ser feliz. Es una voz interior, más sabia que nosotros, a la que tenemos que obedecer siempre, aunque no la entendamos, porque su bien es nuestro bien. Pero este dios, que es el más íntimo que puede haber, es a la vez el más impersonal: “Comprender la concepción del hombre implícita en Genius significa entender

4 Simone Weil, La persona y lo sagrado, en Escritos de Londres y últimas cartas, Madrid, Trotta, 2000. p.18.

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que el hombre no es solamente Yo y conciencia individual, sino más bien que desde el nacimiento hasta la muerte convive con un elemento impersonal y preindividual”5. En esta figura, que Agamben relaciona tanto con los procesos fisiológicos de la circulación o la digestión como con la iluminación mental, con la genialidad en su sentido más moderno, hallamos una zona a la que el yo sólo tiene acceso en cuanto renuncie a sí mismo. El sujeto está cruzado por las tensiones producidas entre el Genius y el Yo, y el encanto de cada uno se determina por ese vaivén, por cómo se da ese movimiento entre los dos polos.

Simone Weil tenía una visión muy similar del genio, siempre ligada a lo impersonal: el genio siempre es humilde, hasta llegar incluso a anularse, a ser gestor de una obra anónima. En ello se opone al talento, que es la realización plena de las facultades de la persona, el ordenamiento ágil de las ideas con vistas a un fin concreto, como la estrategia militar. En lugar de ello, “hay que alentar a los idiotas, a la gente sin talento, a la gente de talento mediocre o apenas superior a la media y que son genios. […] el genio real no es más que la virtud sobrena-tural de la humildad en el dominio del pensamiento”6. La proximidad con el texto de Profanaciones difícilmente es casual: es sabido que Agamben conoce bien la obra de Weil y que le dedicó su tesis de doctorado. En ambos casos se liga lo impersonal con una necesidad de atención, de escucha de lo que no sabe hablar con voz propia; este pequeño monstruo balbuceante es lo animal, aquello que nos llama y que nos pide no una liberación entendida como un desatamiento de fuerzas, sino la contemplación y el amor necesarios para que este esclavo, que somos nosotros mismos, pueda recuperar el alma que le ha sido desgarrada.

En las últimas páginas de Lo abierto, Agamben expone una teoría escato-lógica del gnóstico del siglo ii Basílides, en la que habla de la situación del mundo terrenal una vez que las almas beatas hayan ascendido al cielo. Según él, llegado ese día se extenderá sobre la tierra una megalé agnóia (“gran igno-rancia”) que hará que todas las criaturas olviden y se incapaciten para pensar en un mundo trascendente, y vivan contentos con su propia condición natural. De esta forma, la humanidad podría reconciliarse con su animalidad mediante la absoluta separación de las dos; lo humano se va al cielo y lo animal se queda en la tierra, recuperando su origen preindividual, pre-personal. Es de notar que Agamben defina este tipo de vida como “relación con una zona de no- conocimiento”, exactamente las mismas palabras con las que se refiere al Genius. Pero este mito salvífico, que establece como Swedenborg un cielo y un infierno en el que ninguno de los dos es un castigo o un premio, sino simplemente las dos diferentes formas puras de relacionarse con lo divino (la absoluta presencia y la absoluta ausencia), me parece insuficiente para representar este estado de reconciliación. Para encontrar una metáfora justa, tendremos que volver curiosamente a Kant.

En el texto arriba citado, Kant elabora una interpretación del Génesis en base a su propia filosofía. Su optimismo parece irrefrenable: cada castigo divino le parece una elección humana, un hito crucial de la historia de la razón.

5 Giorgio Agamben, Profanaciones, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2005, pp. 9-10.

6 Simone Weil, op. Cit. p. 31.

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Considera que la expulsión del paraíso representa el paso de una obediencia a los instintos naturales (“la voz de Dios”) a un estado de libertad. En esto consiste la clausura del jardín, en mostrar que el camino de la razón no puede devol-verse a un estado primitivo; este camino es doloroso, dado que “la historia de la naturaleza empieza con bien, pues es la obra de Dios; la historia de la libertad con mal, pues es obra del hombre”7. Para cada individuo seguir este camino es penoso, pero para la especie seguirlo es no sólo lo mejor, sino lo único que puede hacer. Nos alejamos del bien para iniciar el camino del mal; este camino hay que recorrerlo entero, para llegar a ser merecedores del bien, o “dignos de ser felices” en la típica expresión kantiana. Los vicios no resultan, dice un par de párrafos después, de nuestra parte natural ni de nuestra parte cultural, sino de la desavenencia entre las dos; por ello, debemos guiar nuestros esfuerzos hacia que este desfase desaparezca, y que “el arte perfecto se convierta en naturaleza; que es en lo que consiste la meta final del destino moral de la especie humana”8. Según Simone Weil, si Adán y Eva no hubieran comido del Árbol del Conocimiento, hubieran llegado al Árbol de la Vida por casua-lidad; porque no les estaba prohibido hasta después. Si hubieran comido primero del Árbol de la Vida, el del Conocimiento no les habría hecho daño. Pero equivocaron el orden, y por eso tuvieron que emprender el camino. Su destino sigue siendo el mismo: el Árbol Divino, símbolo común a muchas tradi-ciones, que nos mueve desde el principio y desde el fin a la vez. Tenemos que llegar a encontrarlo, aunque no exista, para que se cumpla la promesa hecha por la serpiente. Ese día llegará sólo cuando hayamos terminado el camino del mal y hayamos aprendido a soportar sin consuelos nuestra ausencia de rostro, tras haberle devuelto al animal su lugar original, a la izquierda de los dioses.

7 Emmanuel Kant, op. Cit. p. 78.

8 Op. cit. p. 80.

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} EXÉGESIS OPCIÓN 17563

Biodiversity Heritage Library.

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Para distinguir la naturaleza viva de la inerte, Aristóteles toma como punto de partida las múltiples operaciones que corresponden, según el caso, a cada uno de los seres vivientes en distintos niveles. Conforme

su clasificación, la reproducción, la alimentación, el desarrollo y el envejeci-miento constituyen las características básicas comunes a todo ser vivo, inde-pendientemente de su grado de complejidad. Las plantas son el más claro ejemplo de una entidad que crece y se alimenta por sí misma, de manera continuada e indefinida hasta el final de sus ciclos. En segundo lugar, tenemos un ámbito constituido por facultades como la sensación, el movimiento y el reposo locales, los apetitos y el impulso y el deseo en general, las cuales se hacen patentes en cierto tipo de entidades naturales capaces de percibir, ya sea mediante el modo más primitivo de tacto, ya por un sofisticado sistema nervioso. En esta esfera se localizan todos los integrantes del reino animal, siempre y cuando posean al menos una de las cualidades mencionadas. Por último, tenemos la facultad discursiva e intelectiva presente únicamente en el ser humano, único animal que no sólo vive y siente, sino también sabe.1

Pero, ¿cuál es la raíz común a todas estas funciones y actividades vitales? En oposición a la influencia directa de su maestro Platón, Aristóteles deno-minará alma (psyché) al principio sobre el cual se construye una barrera ontológica infranqueable entre lo vivo y lo no-vivo, expresando con ello la autonomía de la vida con respecto a la materia. Sin embargo, dicho principio común a

Angélica Vanessa Huerta Donado

Maestría en Filosofía Facultad de Filosofía y Letras, buap

Tener y no tener mundo: Reflexiones en torno a la aperturidad en los animales

1 Aristóteles, Acerca del alma, Madrid, Gredos, 1988, p. 142.

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} EXÉGESIS OPCIÓN 17565

todos los seres no pertenece a ninguno en particular, ni por su nivel de sim-plicidad, ni por su grado de excelencia. Para el estagirita, el alma expresa vitalidad a través de tres distintas potencias que podemos resumir, según lo dicho, en facultad vegetativa, facultad sensitiva y facultad racional, pero conservando siempre la unidad dentro de la pluralidad de seres animados.

Puesto que la psyché es, en cierto sentido, todos los seres,2 un estudio que nos acerque al misterio de su naturaleza debe abarcar el conjunto entero de lo viviente, trátese ya de plantas, fieras o humanos. Sin embargo, hasta ahora no ha sido posible proceder de la manera que Aristóteles proponía. Por el contrario, los adelantos de la investigación científica moderna han sido fac-tibles gracias a la división sistemática de los distintos reinos naturales, con-solidándose por ello mismo como un conjunto de investigaciones aisladas pero unidas bajo el mismo método. Esto quiere decir que tan pronto como la física y la química aparecieron en el horizonte histórico de la humanidad, la totalidad de los seres animados unidos bajo un principio vital terminó por fracturarse para emerger de manera separada bajo las distintas modalidades propias de un “objeto de estudios”.

En última instancia, este descuido de la unidad vital en favor del conoci-miento especializado desembocó en la explicación de la vida a partir de sustratos netamente mecanicistas. Sin embargo, consecuencias como ésta no irrumpieron sorpresivamente en el ambiente filosófico contemporáneo. Para el pensador

2 Ibidem, p. 153.

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alemán Martin Heidegger, desde sus inicios griegos hasta nuestros días, la disipación de la investigación científica en diversas ramas del conocimiento constituye el cumplimiento de ciertas tendencias germinales, presentes desde antiguo en la fundación de la Academia platónica y la escuela peripatética. Con el florecimiento de un modo de pensar analítico-racional, también llegó el establecimiento de perímetros precisos, de direcciones concretas y de caminos previstos a la hora de preguntar. El aprisionamiento de la cosa a través del aparato metodológico, su pertenencia a un lenguaje delimitado y su constitución como objeto de estudios serán los tres factores determinantes para el comienzo del reflexionar dirigido, el cual a pesar de abrir nuevas modalidades de relación con los entes, termina por renunciar a la unidad omniabarcante del primer inicio. Desde entonces, “lo que le pertenece a la ‘cosa’ sólo se decide por las perspectivas y direcciones de la investigación que la disciplina prescribe con miras a su propia subsistencia, como el único camino posible de objetivación de las cosas”.3

Pero lo cierto es que la “substancia viviente” no se explica objetualmente, para dar paso, en segundo plano, a la unidad improvisada que busca subsanar los escorzos aún indescifrables para la razón científica. Por ello, la tarea pendiente de la investigación biológica, zoológica y botánica necesita, para su pleno desarrollo, liberarse de la mentalidad moderna y de sus prejuicios antropocén-tricos, que dan cabida a estudios desfasados en torno a la “psicología” de las plantas, o bien, a la “sociología” de los animales, por mencionar algunos ejemplos. Para lograrlo será preciso cortar el hilo conductor que orienta toda investigación en función de la supuesta posición privilegiada de la racionalidad humana, pues únicamente de esta manera podrá asegurarse el acceso a la vida desde sí misma y desde sus contenidos esenciales.4

El primer paso en esta dirección será la reelaboración de la idea de hombre que desde los tiempos de Aristóteles y hasta nuestros días ha determinado esen-cialmente toda forma de vivir y de pensar.5 De ahora en adelante el acento recaerá no ya en un animal cuya diferencia específica reside en la facultad intelectiva y discursiva, sino en su capacidad para iluminar lo que de otra manera permanecería en penumbras, es decir, para hacer transitables otros modos de ser distintos de él. ¿Pero cómo es posible semejante estado resplandeciente? Para Heidegger, el hombre sólo puede existir como pura claridad abridora de mundo, por estar instalado en lo abierto del ser (Erschlossenheit). Esto quiere decir que no tiene que partir de una esfera interior para relacionarse secundariamente con el mundo; él ya de entrada se encuentra abierto al mundo propiciando su comparecencia antes de cualquier escisión. De hecho, la concepción monádica basada en la primacía de un yo enfrascado en sí mismo, que accesoriamente se vuelve hacia la exterioridad para relacionarse con ella, es comprensible úni-camente sobre la base de esta aperturidad descubridora, que despeja lo que era intransitable, que aclara lo que era ignoto, en fin, que alumbra.6

Pero es importante señalar que este modo de visibilidad no se equipara a la mera facultad de un órgano determinado ni a ella se reduce. La visión de la que aquí se habla nos sitúa analógicamente en aquel aspecto del ver que permite, a

3 Martin Heidegger, Heráclito, Buenos Aires, El Hilo de Ariadna, 2012, p. 258.

4 Martin Heidegger, Los conceptos fundamentales de la metafísica, Madrid, Alianza, 2007, p. 242.

5 Martin Heidegger, Hitos, Madrid, Alianza, 2007, p. 266.

6 Martin Heidegger, Ser y tiempo, Madrid, Trotta, 2003, p. 96.

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través de una mirada circunspectiva o contemplativa, dar cuenta de aquello en lo que se está. Efectivamente, para Heidegger el establecimiento de los nexos intramundanos es posible únicamente sobre el fondo de la aperturidad, gracias a la cual el hombre puede “ver”, “tener” y “dar cuenta” deaquello que tiene enfrente, mientras que otros entes como la piedra o la rosa pueden ser visibles y, por ello mismo, estar descubiertos (Entdeckheit), pero nada más.7

Ahora bien, si el hombre instalado en la aperturidad luminiscente es el único ente que abre mundo, ¿qué sucede con la multiplicidad de seres que en él tienen cabida? Para Heidegger seres naturales como las rocas o un pedazo de tiza son sin mundo. Esta falta suya, empero, no es consecuencia de la inter-vención humana, como si durante el proceso para convertirse en utensilios al servicio de un fin distinto de su mero yacer ahí en medio del camino, perdieran algo de su esencia. En realidad, los entes inanimados ni siquiera pueden carecer de mundo porque entre sus posibilidades no se encuentra tal cosa. “... la piedra, en su ser piedra, no tiene absolutamente ningún acceso a otras cosas en medio de las cuales aparezca para alcanzar y poseer estas otras cosas en cuanto tales, por eso tampoco puede carecer en absoluto.” Más aún: esta falta de acceso posi-bilita, precisamente, su ser específico.8

Otra cosa sucede con los seres vivientes como las plantas y los animales, que sin pararse fuera de su ser, y sin quedar atrapados en la naturaleza material, perseveran dentro de la existencia. Efectivamente, para nuestro autor “de entre todos los entes, presumiblemente el que más difícil nos resulta de ser pensado es el ser vivo, porque, aunque hasta cierto punto es el más afín a nosotros, por otro lado está separado de nuestra esencia ex-sistente por un abismo”.9

Con estas palabras, Heidegger nos advierte las dificultades que conllevaría asumir realidades distintas de la humana bajo los mismos parámetros antro-pológicos que explican realidades específicas. Para salvaguardar la diferencia que emerge de modalidades tan distintas de la existencia, será necesario partir de la caracterización más común de lo viviente: el organismo.

Para nuestro autor, todo ser vivo se constituye como una totalidad esencial conformada por un conjunto de órganos que le permiten llevar a cabo diversos procesos como la alimentación, la reproducción o la digestión. Estas herra-mientas provistas por la naturaleza están presentes tanto en el bacilo de Koch como en los elefantes de la India y, de modo menos desarrollado, también en las plantas. Por ello, la cuestión por la esencia del animal nos guiará hacia el ámbito de la vida en general, del que, quizás, el mundo del hombre no conoce nada.

Aunque la mayoría de los animales estén biológicamente habilitados para ver, incluso de modos más agudos que cualquier ser humano, resulta infruc-tífero partir de este hecho para hablar de algo así como su apertura. En estricto sentido, el mundo animal se caracteriza por la falta de mundo, es decir, por la pobreza, por la carencia y humildad (Armmütigkeit) de su encontrarse. Pero no saquemos conclusiones apresuradas de estas palabras: “por muy prestos que estemos para valorar al hombre como un ser superior frente al animal, igual de cuestionable es tal enjuiciamiento, sobre todo si pensamos que el hombre puede hundirse más profundamente que el animal...”10 En todo caso,

7 Martin Heidegger, Prolegómenos para una historia del concepto de tiempo, Madrid, Alianza, 2006, p. 373.

8 Heidegger, Los conceptos fundamentales de la metafísica, op. cit., p. 248.

9 Heidegger, Hitos, op. cit., p. 268.

10 Heidegger, Los conceptos fundamentales de la metafísica, op. cit., p. 245.

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tratamos aquí con una tesis tan vieja como sospechosa, razón por la cual es necesario el previo esclarecimiento de sus elementos, para evitar caer de nuevo en los prejuicios provenientes de la mentalidad moderna.11

Es un hecho indiscutible que ningún animal tiene logos, y eso los mantiene atados a su hábitat. Pero “el lenguaje no es en su esencia la expresión de un organismo ni tampoco la expresión de un ser vivo”,12 por ello no podemos partir de este carácter para definir su animalidad. Lo que sí podemos tomar en cuenta es el modo en que se relaciona con su entorno, manteniendo un vínculo propio con el medio en lo que vive. A diferencia de la piedra o la tiza, el animal accede y se apropia de una parcela de mundo, relacionándose de tal manera con su alimento, su pareja, sus presas y sus enemigos que, siendo animal, accede al ente pero sin comprenderlo del todo. Para el escarabajo que sube por el tallo de una flor, no se trata de un tallo ni de una flor, sino de un camino que lo conduce hasta su alimento. La superficie rocosa sobre la que el lagarto reposa, le es dada como el lugar que debe buscar si quiere calentarse, pero nunca como una superficie hecha de rocas en cuanto tal.13 En otras palabras, tenemos que para Heidegger “aunque el animal pueda tener lo ente accesible de otro modo y en límites más estrechos, después de todo no carece en absoluto de mundo. El animal tiene mundo. El animal, pese a todo, no forma parte de la carencia absoluta de mundo”.14

Como podemos observar, el sentido de pobreza que se ha puesto en juego no debe entenderse en confrontación con la riqueza del mundo humano, ni con su hacer, ni con su decir. Para Heidegger, el animal es pobre de mundo no por la falta de participación activa en su configuración, ni por la imposibi-lidad de acceder a él mediante la praxis o la contemplación, y mucho menos debido a la ausencia del preguntar en su mirada; para llegar a comprender la carencia de mundo que caracteriza al animal, es necesario partir de otras con-diciones distintas de lo propiamente humano.

Con todo, parece que nuestro autor se queda corto al intentar devolver el estatuto ontológico correspondiente al reino animal. Según la crítica llevada a cabo por Jacques Derrida, con reflexiones como estas, Heidegger continúa inserto en el mismo juego que, remitiendo a la prístina definición del hombre como un animal que posee razón, remarca la tajante escisión entre el hombre y la bestia, sobre todo cuando en su Carta sobre el humanismo sitúa la dignidad del hombre en la posibilidad del lenguaje que le aproxima al ser. Es por ello que, para Derrida, las reflexiones heideggerianas en torno a la pobreza de mundo siguen transitando por la linealidad del camino metafísico.15 En este sentido, quizá sea el poeta Rilke quien más se acerque al misterio del animal, cuando declara en su octava Elegía que sólo el animal ve lo abierto con todos los ojos, mientras que el hombre se tropieza con sus propios pies, deteniéndose a meditar sobre esto y lo otro.16 Pero estas reflexiones se sitúan ya en otro campo.

11 Ibidem, p. 244.

12 Heidegger, Hitos, op. cit., p. 269.

13 Heidegger, Los conceptos fundamentales de la metafísica, op. cit., pp. 248-249.

14 Ibidem, p. 249.

15 Jaques Derrida, “Los fines del hombre” en Márgenes de la filosofía, Madrid, Cátedra, 1998, pp. 145-174.

16 Giorgio Agamben, Lo abierto, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2006, p. 107.

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} EXÉGESIS OPCIÓN 17569

* Artista y fotógrafa mexicana. Su obra se ha expuesto de manera individual en México, Estados Unidos, Francia, Italia, España y Cuba. Su trabajo se encuentra en numerosas colecciones privadas y en treinta y una colecciones públicas, entre las cuales está El Museo del Barrio, Nueva York; Maison Européenne de la Photographie y Bibliotèque Nationale, París; Museo de Arte Moderno, y Museo Universitario de Arte Contemporáneo (muac), Ciudad de México

Ambra Polidori*¡La infancia no es un juego de niños!Lightjet, 2 m. de alt. x 1.25 m. c/u, díptico (final: 2 x 2.50 m.), 2006.

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* Artista y fotógrafa mexicana. Su obra se ha expuesto de manera individual en México, Estados Unidos, Francia, Italia, España y Cuba. Su trabajo se encuentra en numerosas colecciones privadas y en treinta y una colecciones públicas, entre las cuales está El Museo del Barrio, Nueva York; Maison Européenne de la Photographie y Bibliotèque Nationale, París; Museo de Arte Moderno, y Museo Universitario de Arte Contemporáneo (muac), Ciudad de México

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{C OLUMNAS}

OPCIÓN 175 COLUMNAS { 70

Escribir desde el odio: Claves para comprender algunas visiones de nuestra historia

Hace unas semanas se realizó un espléndido coloquio sobre movimientos sociales en la Dirección de Estudios Históricos del inah, en el marco del cual Ariel Rodríguez Kuri y Francisco Pérez Arce presentaron magníficas

la ronda de intervenciones, voces del público –voces jóvenes, varias de ellas de mis alum-nos del itam, a quienes invité al evento– mos-traron notable extrañeza y desazón ante las justificaciones oficiales y oficiosas de la re-

“¿quién en su sano juicio puede creer que el movimiento fue resultado de una conspiración contra México?”

Recordemos los argumentos del presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien el 1º de septiem-bre, en su iv Informe de Gobierno, se refirió al movimiento estudiantil de una manera que dejaba muy claros los sentimientos y los valo-res de la élite gobernante y que reafirmaría un año después, al asumir la responsabilidad de las decisiones tomadas ese año, incluida implícitamente, la de los trágicos sucesos del 2 de octubre. Contraviniendo la sobriedad carac-terística de sus apariciones en público, denostó apasionadamente a un movimiento que, estaba convencido, era el instrumento de una conju-ra internacional contra México aprovechando –para mayor desdoro nacional, según creía– la coyuntura de las Olimpiadas:

Durante los recientes conflictos que ha habido en la ciudad de México se advirtieron en me-dio de la confusión, varias tendencias prin-cipales, la de quienes deseaban presionar al Gobierno para que se atendieran determina-das peticiones, la de quienes intentaron apro-vecharlos con fines ideológicos y políticos y la de quienes se propusieron sembrar el desorden,

prestigiar a México, aprovechando la enorme difusión que habrán de tener los encuentros atléticos y deportivos, e impedir acaso la cele-bración de los Juegos Olímpicos.

Varios párrafos después:De algún tiempo a la fecha, en nuestros prin-cipales centros de estudio, se empezó a reiterar insistentemente la calca de los lemas usados en otros países, las mismas pancartas, idénticas le-yendas, unas veces en simple traducción literal, otras en burda parodia. El ansia de imitación se apoderaba de centenares de jóvenes de ma-nera servil y arrastraba a algunos adultos.

Y tras abundar sobre las Olimpiadas, añadía:

Habíamos estado provincianamente orgullo-sos y candorosamente satisfechos de que en un mundo de disturbios juveniles, México fuera un islote intocado. Los brotes violentos, aparen-temente aislados entre sí, se iban reproduciendo,

Jóvenes manipulados por la CIA

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} COLUMNAS OPCIÓN 17571

sin embargo, en distintos rumbos de la capital y en muchas entidades federativas, cada vez con mayor frecuencia. De pronto, se agravan y mul-tiplican, en afrenta soez a una ciudad consa-grada al diario laborar.

Finalmente, luego de defender la letra y el espíritu de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal, que el Consejo Nacional de Huelga exigía que se derogaran:

Son del dominio público la sistemática provo-cación, las reiteradas incitaciones a la violencia,

resumen, los evidentes y reiterados propósitos de crear un clima de intranquilidad social, pro-picio para disturbios callejeros o para acciones de mayor envergadura, de las más encontradas y enconadas tendencias políticas e ideológicas y de los más variados intereses, en curiosa coin-cidencia o despreocupado contubernio.1

Los telegramas (antigua y un poco más lenta forma del twitter) recibidos por el presi-dente ese mismo día y los siguientes, muestran que había importantes sectores de la socie-dad que respaldaban su posición, que incluso le pedían ir más allá. Entre tantos otros, cito a un hombre al que he estudiado, general revolu-cionario, exsecretario de Relaciones Exteriores, de Industria, Comercio y Trabajo y de Edu-cación Pública, y exgobernante del Distrito federal y Nuevo León: don Aarón Sáenz, pode-

Olímpico Mexicano:Con profundo interés y altamente emociona-do, escuché su sereno y persuasivo examen de la situación creada en nuestro país con motivo

han promovido en México guiados por inte-reses contrarios a nuestra nacionalidad y por sectarismos y apasionamientos que implican

1 Véase el informe de Díaz Ordaz en Los presidentes de México ante la nación, 1821-1984, México, H. Cámara de Diputados,

v. Las citas están en las pp. 76-81.

sin duda alguna traición a la patria y a nuestras instituciones.2

Los estudiantes del año 2013 manifesta-ron su profunda extrañeza, su comprensible asombro, ante este tipo de expresiones. Les respondí entonces y lo reitero ahora que no solo era esa la posición de la clase gobernante, de parte de las élites y de importantes secto-res de la sociedad; sigue pensando así una par- te de México para quien la historia inmediata está formada de prejuicios que no tienen que investigarse, de los que no se duda. Así, para Luis Pazos, la masacre de Tlatelolco puede re-sumirse en tres renglones: El 2 de octubre, en un intento de desestabilizar al gobierno, un grupo interesado en crear caos y confusión pa- ra que no se celebraran los juegos olímpicos, propicia las víctimas de Tlatelolco” (Historia sinóptica de México

Pazos, autor de una veintena de libros so-bre historia y economía (algunos ilustrados por Francisco Calderón), durante los doce años de gobiernos panistas fue diputado fe-deral, director de Banobras y presidente de la Condusef. Lo recordamos por la desviación de recursos públicos al grupo ProVida y por-que ha sido presentado como un economista serio, aunque sus libros en esa materia tienen el mismo tipo de sustento y base que los de historia. Dediquémonos solo a sus afirmaciones

Para Pazos, el movimiento estudiantil de

Díaz Ordaz”. De sus líderes, “comunistas y so-cialistas” en su mayoría, “se dice que fueron financiados por la cia”. Los estudiantes fue-ron utilizados como carne de cañón, siguiendo la “recomendación concreta” de “los libros de subversión comunista” de “crear víctimas para mantener viva una subversión”. “Fueron los

2 Archivo Histórico Aarón Sáenz Garza, Expediente número 111/814, f. 38.

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OPCIÓN 175 COLUMNAS { 72

líderes izquierdistas (los) que propiciaron la

Juegos Olímpicos, ganar posiciones políticas y el poder” (p. 141).

El doctor Pazos repite sin matices la ver-sión sostenida por Gustavo Díaz Ordaz en su iv Informe de Gobierno, pero puesto que se presenta como analista o experto en nuestra realidad, podríamos exigirle pruebas. De esas habla en su libro ¿Por qué Chiapas?, que a di-ferencia del antes citado, pretende ser una explicación fundamentada de un hecho. ¿Cuáles pruebas ofrece de esa vasta conspi-ración? Lo que él vio (aunque no especifica qué vio) y lo que le contaron “un amigo tros-kista” y un señor Eudocio Ravines. Con tales pruebas le basta y le sobra para armar, para de-mostrar la gran conspiración contra México. Y claro, el hecho de que francotiradores dispa-raran desde los edificios contra estudiantes y soldados el 2 de octubre. En ambos libros la lectura sugiere que los francotiradores eran parte de la conjura orquestada por los líderes “socialistas y comunistas”.

Por supuesto, no puede evitarse que en los blogs y páginas webs inspiradas por la histo-ria del odio, a que me referí en otro artículo, siga campeando esta idea, pero sí podemos señalar a uno de los “ideólogos” del pan que sostiene las tesis del licenciado Díaz Ordaz, sin una sola prueba, más allá del “me dijeron”. Máxime, que la filiación de los francotiradores ha que-dado precisada por infinitas pruebas docu-mentales, como oficiales del Estado Mayor Presidencial que integraban el Batallón Olim-pia. Entre las pruebas aportadas destacan los documentos del general Marcelino García Ba-rragán publicados en Parte de guerra, de Julio Scherer y Carlos Monsiváis.

Pedro Salmerón SanginésLicenciado, maestro y doctor en Historia por la unam.

Ha escrito una veintena de textos académicos y cinco libros

sobre historia de México, entre los que destacan Los carrancistas.

La historia nunca contada del victorioso Ejército del Noreste

La División del Norte. La tierra, los hombres y la historia de un

ejército del pueblo (2006) y Juárez, la rebelión interminable (2007).

Es profesor del itam y de la Facultad de Filosofía y Letras de

la unam.

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} COLUMNAS OPCIÓN 17573

dinámicas sonoras

La República de la inspiración:

70 años de música en el Colegio Nacional en 6 tiempos.

IDecreto expedido por el Sr. Presidente de la República, general de División, Manuel Ávi-

crea el Colegio Nacional:…Artículo 1º. Con el nombre de Colegio

Nacional se crea una comunidad de cultura al servicio de la sociedad, dotada de personalidad jurídica, en cuyo seno estarán representadas sin limitaciones las corrientes de pensamiento y las tendencias filosóficas, científicas y artís-ticas, pero con estricta exclusión de todo interés ligado a la política militante.

Artículo 2º. El propósito general del Co-legio, será impartir por hombres eminentes, enseñanzas que representen la sabiduría de la época; esforzándose porque el conoci-miento especializado de cada una de las cáte-dras concurra, fundamentalmente, a fortalecer la conciencia de la nación, perpetuada en ge-neraciones sucesivas de personas relevantes por ciencia y virtudes.

Miembros fundadores del Colegio Nacio-nal: Mariano Azuela, Alfonso Caso, Antonio Cas, Carlos Chávez, Ezequiel A.Chávez, Ignacio Chávez, Enrique González Martínez, Alfonso Reyes, Diego Rivera, Isaac Ochoterena,

Ezequiel Ordoñez, José Clemente Orozco, Manuel Sandoval Vallarta, Manuel Uribe y Troncoso, José Vasconcelos.1

II

Se puede entrar al Colegio Nacional por Donceles o por la calle de Luis González Obregón. Al lado, la librería Porrúa de Justo Sierra. Unas fuentes aligeran la tensión del espectador que ha llegado temprano a una conferencia o a un concierto del Colegio Nacional. Se acerca la hora, comienza la fila para entrar. Los edecanes colocan al público en perfecto orden. No hay ruidos, ni per-turbaciones. Por fin, se entra al auditorio. Un águila sobresale ante el sol del conocimiento. Un lema está bajo sus garras, “Libertad por el saber”.2 El auditorio del Colegio Nacional impone; esto, tanto por sus bellas formas como por lo que representa: historia y tradición. De fondo, música de Haydn, en un volumen muy bajo, acompaña la espera. Pasan los minutos,

1 Archivo General de la Nación, Archivo Carlos Chávez,

2 Cfr. http://www.colegionacional.org.mx/SACSCMS/XStatic/colegionacional/template/content.aspx?se=historia&id=61&ev=63

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aumenta la tensión. Unos monitores de plasma se encienden; nadie puede quedarse sin ver. Llegan los invitados especiales. De pronto, como un director de orquesta, sale el confe-renciante magno. Aplausos atronadores. Silencio súbito. Toces nerviosas. Suena la salutación del ponente. Comienza un acto más del Colegio Nacional.

IIICuando se mira de frente al escudo del Colegio Nacional viene a la mente, de manera inme-diata, la música de uno de sus fundadores y primer representante de la cátedra de música del Colegio: Carlos Chávez. ¿Qué partitura se leerá con la mente? Probablemente la Chaco-na en mi menor, tomada de una pieza para órgano del compositor barroco alemán Dietrich Buxtehude.

Qué ternura y sublime aliente el de esta

el Colegio Nacional, el orador principal, don Antonio Gómez Arias declaró: el Colegio Na-cional está para inspirar, para dar un nuevo aliento a la Nación.3 Sigue la música de Chávez en la mente. Todas las notas fluyen como un solo torrente. Y las voces polifónicas de la orquesta elevan el ser. Chávez, un mexicano, compuso una música que es ya del mundo, que sobrepasa la propia cultura y el tiempo. El águila del escudo del Colegio Nacional parece decirnos todo ello. Imaginemos a la Chacona de Chávez-Buxtehude como el resumen de una gran historia. La historia del mejor México. De la luz de la Patria en su lozana y origi-naria acepción, sin demagogias. El Colegio Nacional es el sitio de confluencia del saber.

Nacional inspira, motiva.

3 Cfr. http://www.colegionacional.org.mx/SACSCMS/XStatic/colegionacional/template/content.aspx?se=historia&id=61&ev=62. Consultado el 31 de marzo de 2013.

IVEduardo Mata fue el segundo miembro del Colegio Nacional en la cátedra de música. Él, heredero de su maestro Carlos Chávez en cuanto a la disciplina y férreo perfeccionis-mo, continuó la tradición de acercar al público a las salas de concierto.

Existe un documento en vídeo invaluable que nos acerca al mejor Mata, se trata de la ocasión en la que dirigió a la Orquesta Sinfó-nica de Londres en el Palacio de Bellas Artes, ejecutando la séptima sinfonía de Beethoven.4 ¿Qué podemos observar en esta grabación para la televisión? Nos paramos frente una ver-sión de esta sinfonía cuidada al más fino detalle. Mata, en este documento, nos da una cáte-dra de la adecuada dirección de orquesta. Del éxtasis que puede provocar la sinfonía que Richard Wagner considerara como la “apoteosis de la danza”. Los movimientos corporales de Mata eran de una finura, vitalidad y elegancia extremas. En ese estilo tan propio de un Carlos Kleiber o un Claudio Abbado. Su mano iz-quierda da los trazos; su mano derecha asigna y da órdenes a cada instrumento.

Si el Colegio Nacional está reservado a la más alta excelencia, Eduardo Mata llenaba este concepto en toda su extensión. En la mencio-nada versión de la Séptima de Beethoven, vemos al final la máxima confluencia de per-fección, energía y estilo posibles. Mata, la orquesta y el público son una sola entidad. En los últimos acordes de la Séptima de Beethoven estalla la alegría. Mata se encuen-tra en éxtasis con su olímpica figura. Es dueño de la felicidad del momento. Los cornos y las trompetas, junto al empuje de las cuerdas y los timbales juegan con la creación misma del nuevo hombre: pleno, libre, dueño de sí. Al fi-nal de la ejecución, Bellas Artes cae en estruen-dos. Admiración, orgullo, estro por hacer cosas,

4 Cfr. http://www.youtube.com/watch?v=1NNWhuF55tk.Consultado el 31 de marzo de 2013.

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} COLUMNAS OPCIÓN 17575

eso provoca en el melómano ver y oír la con-clusión de esta obra con Eduardo Mata. Esta- mos ante la excelencia lograda por un mexicano y ciudadano del mundo.

Mata, a la vez de director de orquesta fue compositor y conferenciante. Bajo esta última

de número del Colegio Nacional hasta su muer-

pre fue un infatigable divulgador de la música en sus más variadas formas. Fruto de estas co-laboraciones es una grabación con música de su maestro, Carlos Chávez, que fue resultado de las conferencias concierto que Mata dio en el Colegio en la primera mitad de la década de los noventa del siglo xx. El cuidado de esta serie y calidad de los intérpretes reunidos, nos da una idea de que las alturas posibles en ma-teria musical en este país.

VMario Lavista es el actual representante de la cátedra de música en el Colegio Nacional y al igual que Mata es un músico completo que incluye varias facetas de la cual son beneficia-rios los asistentes a sus charlas en el Colegio Nacional: la de compositor, pianista, acadé-mico y divulgador.

En su faceta de compositor, una de sus obras más representativas es su cuarteto de cuerdas no.1 llamado Reflejos de la noche. Esta obra está basada en un poema del Contem-poráneo Xavier Villaurrutia que en uno de sus momentos dice “La noche juega con los rui-dos, copiándolos en espejos de sonidos”. El cuarteto Reflejos de la Noche está compuesto bajo el principio de sonidos armónicos, es de-cir, de la emanación vibratoria de cada no- ta. Así que, no oímos propiamente tal o cual nota, sino su propia aura. Esta obra fue com-

de la música de cámara mexicana. Esta parti-tura nos remite al tiempo único. Al tiempo de

clepsidras mas que al de los relojes mecánicos. El alma queda en pleno estado contemplati-vo. Esta pieza es para cerrar los ojos. Meditar, dejar transcurrir la propia paz. Nada debe per-turbar el sublime momento. Se respira hondo. Una breve polifonía ataca. Concentración ple-na al máximo. En un mundo caótico y sin oriente, música como Reflejos de la Noche se vuelve un referente de origen. Fue precisa-mente Reflejos de la noche la obra con la que Lavista inició su labor en el Colegio Nacional,

que se escuchó fue la del Cuarteto Latinoame-ricano, no solo por razones afectivas con el autor, sino técnicas e interpretativas, al ser este ensamble el idóneo técnicamente para transmitir esta atmósfera nocturna.

Asistir a las conferencias de Mario Lavista también es toda una experiencia. Lavista po-see una exquisitez del lenguaje que claramen-te subyuga al oyente. Su predilección por la música francesa es bien conocida, así como su cercanía a la música sacra. El análisis mu-sical profundo, la erudición, la amenidad, el juicio crítico y sobre todo, la propuesta son las características de la divulgación del maes-tro Lavista. Cada una de sus charlas en el Co-legio Nacional va además acompañada de una temática y ejemplos musicales en vivo o con grabaciones. Uno tiene la sensación, tras es-cuchar a Mario Lavista, de haber aprendido infinidad de cosas esa tarde.

VI

cincuentenario del Colegio Nacional, se transmi-tieron por la televisión una serie de spots con la remembranza de algunos miembros ilustres del mismo. Como música de fondo estaba la sección lenta de la segunda sinfonía India de Carlos Chávez. Si por retórica se entiende la co-rrecta y emotiva emisión de ideas por medio de la palabra y el sonido, entonces el Colegio Nacional la tiene como principio.

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La comunicación con el gran público no tiene por qué ser rebajada o devaluada en aras de ganar aplausos. Bien se puede comunicar lo más granado de una disciplina, sin traicionar el vocabulario y las formas. Para transmitir su men-saje, el Colegio Nacional ha tenido a la música como íntima aliada. Nació con sonidos.

acompañado en el piano por Salvador Ordoñez Ochoa interpretaron el Quinteto Op. 57 del com-positor soviético Dmitri Shostakovich, una obra en lo técnico fundamentada en los prin-cipios de Johann Sebastian Bach y en lo emo-tivo, en la tragedia vivencial de la vida misma de Shostakovich. De esta obra se recomienda seguir con mucha atención el comienzo y el final del primer movimiento, así como el cuarto en su totalidad. ¿Qué se va a encontrar? La es-calofriante expresión de un alma dolorosa. La

Guerra Mundial, y esa atmósfera está presente sobre todo en la parte del piano, que describe una línea dramática de gran magnitud. Esa mú-sica dio origen a la tradición sonora del Colegio Nacional y, desde entonces, la música acadé-mica ha estado presente en sus muros.

Carlos Chávez, Eduadrdo Mata y Mario Lavista han realizado, a lo largo de estas prime-ras siete décadas y cada uno en su momento, una labor de difusión que bien merece ser reconocida con toda sinceridad y amplitud en nuestro país. El Colegio Nacional fue fundado para dar lustre a la cultura, pero, también, para unirnos a través de ella. Cada vez que alguien se acerque por primera vez al Colegio Nacional notará que es real la excelencia en su país. Que el más alto nivel es tangible. Que no todo en el país son problemas ancestrales e irre-solutos. El águila como símbolo del Colegio Nacional impone por su decisión, su seguridad, su actitud de dominar y volar sobre el panorama con toda libertad. Es la visión del espíritu que Antonio Caso, Alfonso Reyes y José Vasconcelos pensaron que debía transmitir el Colegio Nacional y es la visión que a 70 años perma-nece como la suprema aspiración del alma que desea ser alma y no cuerpo de alma.

Carlos SpíndolaMaestro en Políticas Públicas, itam. Actualmente es

rector de la Universidad José Vasconcelos de Oaxaca.

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} LIBROS OPCIÓN 17577

{LIBRO S}

La conjunción de la imagen con el texto le da al cómic un carácter explícito. Los rostros se muestran como puntos de referencia de las pa-labras, y los paisajes o escenarios le dan a los diálogos un carácter cinematográfico. Si a esto le agregamos el uso del blanco y negro –aunque con una mínima aparición de color– nos encon-tramos frente a la aspereza de una realidad claroscura, con una incesante manifestación de contradicciones. Tal es el caso de Septiembre. Zona de desastre, que narra e ilustra los sucesos acontecidos durante y después del terremoto

México, centrándose en el papel fundamen-tal que tuvo la sociedad civil en las labores de rescate.

Septiembre. Zona de desastreFabrizio Mejía Madrid y José Hernández

Sociedad que se organiza políticamente hasta que ve derrumbado su hábitat y el te-cho que la protege. Como el canario amarillo, alerta dentro de su jaula averiada, la sociedad mexicana, de alguna manera, resplandece en color: se realza. Sin embargo, el cómic es in-cansablemente gris, pues el terremoto ha ti- rado a una ciudad que pesa mucho; que cubre y recubre al color con su escala de grises. La jaula es también metáfora de hogar, como- didad y pertenencia. Por eso es que aun en ruinas, la gente se queda en la ciudad; y más: se organiza. La contradicción se da tanto en la historia como en los colores: la imposibili-dad de resplandecer como sociedad edificada es la imposibilidad de color en los persona-jes. Paralelamente, la posibilidad de color en el canario muestra un potencial: hay organiza-ción, pero ésta no logra mostrarse o canalizar-se siempre.

La narración conjunta de Mejía Madrid y Hernández muestra a un México que forma sindicatos cuando ya todo se encuentra des-nudo y desprotegido; que se forma “a golpes de suerte”. Las imágenes del cómic son explí-citas pero también silenciosas: el color está, pero ausente. También así son los rostros: con una expresividad congelada. Entonces es cuan-

recursos estilísticos de la obra, una luz ahoga-da: el corazón de la sociedad civil arraigado a, y a la vez oprimido por, una ciudad que pesa de-masiado políticamente.

Alejandro CamposEstudiante de Economía, itam.

Acostado, viendo el techo de tirol, seguía pensando que la vida no tiene sentido, pero

que, a veces, de vez en cuando, lo tiene porque se lo construimos, sacándoselo de las

entrañas a golpes de ganas, a golpes de suerte.

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La editorial Sexto Piso enriquece aun más su serie de traducciones literarias al publicar en México esta crónica en diario: El cóndor y las vacas, diario de un viaje por Sudamérica. Título que Isherwood escogió, según la justi-ficación que hace para el lector al inicio del

“el cóndor es el emblema de los Andes y sus -

lizan las grandes llanuras o, más concretamente, Argentina.” Sin embargo, al paso de los días, en su obra, la incertidumbre del significado del título promueve el seguimiento de los lu-gares, ya que las anécdotas sostienen signifi-cados distintos.

Christopher Isherwood es en sí mismo uno de sus personajes: aquella curiosidad insaciable hacen de su diario una experiencia de des-cubrimiento del lector junto al narrador. La posición del escritor, más que periodística, es aventurera; es un extranjero, ignorante de la realidad de Sudamérica, que no promulga nin-guna afirmación de búsqueda. No fue a encon-trar ni a encontrarse, fue a descubrir un mundo que no conocía junto a Caskey, su acompañan-te fotógrafo. La edición nueva de Sexto Piso es particularmente buena por la publicación de una treintena de fotos de Caskey, quien es parte sustancial de la obra de Isherwood. Imá-genes hermosas y muy significativas de los mo-mentos culminantes del viaje.

El cóndor y las vacas es un diario que co-

la costa de New Jersey y termina el 23 de mar-

midamente a relatar los momentos; es descrip-tivo y cauteloso. No pasa mucho cuando ya empieza a introducir una crítica y a lanzar pen-samientos juiciosos sobre los objetos, modos y personas del viaje. No obstante, en ningún momento lanza argumentos lo suficientemente arriesgados como para promover un debate; el escritor se abstiene a escuchar y a intentar com-prender. Visita pueblos, aldeas, rincones, casas de

Christopher Isherwood fue uno de los grandes escritores británicos/americanos del siglo xx, no sólo por sus obras teatrales –llevadas al telón desde el inicio de su carrera– sino también por sus novelas y cuentos realistas (reflejo de su experiencia cotidiana y de viajes exóticos), algunos cargados con un suave toque de ficción. Después de una visita a China para escribir su conocido libro de viaje, escrito en verso y prosa, Journey to war, Isherwood se mudó a Nue-va York, después a Hollywood. Esta segunda parte de su vida le permitió escribir libros y obras teatrales que fueron pronto reconocidas. A pesar de que se considera a Single man su obra maestra, El Cóndor y las vacas parece ser, también, uno de sus grandes escritos.

el cóndor y las vacasChristopher Isherwood

“… son tan sólo algunos aspectos de su presente y de su pasado, burbujas en el agua

de la olla […] Lo más probable es que sea una nueva raza y una nueva cultura. Tal

vez un tipo de sensibilidad completamente distinta, un nuevo enfoque de la vida […]

Sea lo que sea, se está cocinando…”christopher isherwood

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cultura, ciudades, lugares como: Willemstad, de una “alegría absurda” por sus colores: “na-ranja, carmesí, escarlata, verde loro y amarillo canario”; Caracas y su olor a ajo; Cartagena y su mundo en las calles; Barranquilla bajo las lluvias a “cántaros”; Bogotá con el doctor Jorge Eliécer Gaitán y los gitanos locales; en el río, donde la selva se ve espesa y salvaje: “todo es verde, denso, colmado, opresivamente vivo, vacío y sin embargo habitado;” el Banco, don-de las mujeres llevan trenzas largas y fundas de oro en los dientes; en el tren; en el Hotel Astor, para la aristocracia bogotana y su “elegancia deprimente”; Apulo, donde se respiran “ricos olores vegetales”; Cali, que tiene una momia indígena y danzas folklóricas; Pasto de valles formidables; la laguna de san Pablo con sus gar-zas blancas y la música de flautas indias; Tai-sha, donde los jíbaros aparecen y donde los indios aún cargan con batanas y flechas baña-das en “curare”; Guayaquil, el lugar donde sólo en la noche se anima y donde el gallo no tiene horario; Lima, que para llegar hasta ella tuvieron que aceptar que “la velocidad homicida es una especie de condición necesaria de los viajes”; Arequipa, donde se entabla una entrevista po-lítica con Haya; el gran hotel Quinta Bate de la “tía honorífica”, mujer majestuosa y guapa de ochenta años que ha hecho de su casa un hospedaje para quien visita Perú; Pucará, fa-mosa por sus cerámicas; Cuzco, la que era la capital del imperio Inca y la Puna; Machu Picchu, donde el ambiente exalta la idea de que la “civilización inca sobrevive”; Copacaba-na, centro de peregrinaje donde los incas se embarcaban para acudir a “la sagrada isla del sol”, donde el carnaval es rimbombante y donde los hombres hacen grandes danzas enmascara-dos en la “diablada”; Buenos Aires, donde…

Tantos lugares y en cada uno Isherwood se propone la reflexión del contexto; a pesar de que sus descripciones no son definidas con precisión, el encanto de su percepción permi-ten adentrarse en su análisis curioso. En un

barco, en el hotel, en la plaza, en el río, en casa de algún embajador o alguna condesa, el escri-tor se detiene a admirar su contexto; admiración de lo bello y de lo desagradable y maloliente, reconoce el espacio y lo escribe, promueve la curiosidad en sus frases súbitas: “… y ahí esta-ba Sudamérica; sus montañas se alzaban ro-tundas y solemnes desde la planicie del mar, realzadas por la luz del amanecer.” No toma riesgo en política, no es periodista, va a des-cubrir… y mientras avanzan las páginas del li- bro se nota un humor más suelto y que anima la lectura: un sarcasmo divertido. Las historias y los mitos emergen con la ayuda de ciertos per-sonajes, peculiares: embajadores, pintores, poetas, músicos, políticos, militares, fotógrafos, campesinos, indios (entre algunos: León de Greiff, Otto de Greiff, Eduardo Zalamea, Arturo Camacho Ramírez, Jorge Rojas, Eduar-do Carranza, Pablo Rocha. Oswaldo Guaya-samín, Diógenes Paredes, Miguel de Santiado, Javier de Gorivar, Jan Shcrender, Humberto Navarro, Jaime Valencia, Westphalen, Alicia Bustamante…)

La imaginación se cuela al pasar las pala-bras. La mitad del siglo xx fue de los momen-tos culminantes para la cultura en proceso de transición y ver a través del pensamiento de un extranjero en tierras aún “resentidas por la colonia” y “sin ser aún Estados”, además de atrayente por su estilo de escritura, permi-te concebir un personaje vinculante de tierras, que parecían antes ajenas. Todo esto hace de El cóndor y las vacas un libro extraordi-nariamente reflexivo para la realidad actual; la experiencia de Isherwood deja más que sólo un diario escrito: permite el recorrido históri-co de una realidad palpable y manifiesta un elogio a la curiosidad y a la valentía de quie-nes se arriesgan al descubrimiento y a la aven-tura cultural.

Andrea ReedEstudiante de Relaciones Internacionales y Ciencia Política, itam.

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dos sonetos ingleses / Miguel-Ángel Cabrerala traición como origen / Felipe Kong Aránguiz

¡la infancia no es un juego de niños! / Ambra Polidori

3 y 5

Todas las tardes a las tres y cincollega hasta el patio un pájaro.¿Qué busca? Nadie lo sabe.No alimento: rehúsacualquier migaja.Ni apareamiento:está siempre solo.

Tal vez por la simple inercia de contemplarnossiempre sentados a la mesa a una misma hora,poco a poco se ha vuelto como nosotrosanimalito de costumbres.

josé emilio pacheco, álbum de zoología.

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