NUEVO TESTAMENTO - … · los Hechos y sus cartas. ... En el contexto del segundo viaje misionero...

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CUADERNO DE FORMACIÓN nº 18 NUEVO TESTAMENTO LAS MUJERES EN EL MOVIMIENTO DE JESÚS MUJERES EN LAS COMUNIDADES PAULINAS Comunidad Cristiana de la Esperanza

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CUADERNO DE FORMACIÓN nº 18

NUEVO TESTAMENTO

LAS MUJERES EN EL MOVIMIENTO DE JESÚS

MUJERES EN LAS COMUNIDADES PAULINAS

Comunidad Cristiana de la Esperanza

Comunidad Cristiana de la Esperanza

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MUJERES EN LA PRIMERA GENERACIÓN (30-70 d.C.) EN LAS

COMUNIDADES PAULINAS

Las fuentes para reconstruir la vida, y en concreto, la presencia y

funciones de las mujeres en las comunidades de Pablo son dos:

los Hechos y sus cartas. Aquí nos centramos en las que son

nombradas de manera explícita, recuperando para la memoria de

los orígenes cristianos su identidad y su contribución a la

expansión del cristianismo.

LAS MUJERES DE LAS COMUNIDADES DE PABLO EN LAS

NOTICIAS DE HECHOS

Retomamos en un primer momento las noticias consignadas en

Hechos, tratando de extraer de ellas algunas informaciones

históricas sobre la presencia de las mujeres en las comunidades

fundadas por Pablo. Lucas nos deja constancia de cuatro mujeres

concretas: Eunice, la madre de Timoteo (Hch 16,1), Lidia en

Filipos (Hch 16,14-15.40), Priscila (Hch 18,2) y Dámaris, de la

que únicamente se dice que se convirtió en Atenas y que no

estaba vinculada al judaísmo (Hch 17,34). Además, Lucas

conserva la memoria de un grupo de temerosas de Dios que se

convirtieron en Tesalónica y Berea (Hch 17,4.12). En los casos de

Lidia y Priscila habrá que confrontar las noticias de Lucas con las

del propio Pablo, ya que también él alude a mujeres de la

comunidad de Filipos (aunque omita la presencia de Lidia) y habla

más de una vez de Priscila.

1. Eunice. En el contexto del segundo viaje misionero de Pablo

(Hch 15,26-18-22), encontramos la breve alusión a Eunice en

Listra (Hch 16,1). De ella se dice que era una judía creyente. No

es fácil determinar el significado del apelativo “creyente”, pero

parece muy plausible que se trate de una cristiana.

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Si interpretamos el dato lucano a la luz de otra mención que hay

de Eunice en el NT, podríamos pensar que se trata de una mujer

cristiana. En 2Tim 1,5 se dice que junto con la abuela de Timoteo,

Loida, la madre de Timoteo, Eunice, ha contribuido a que la fe

arraigue en Timoteo, uno de los principales colaboradores de

Pablo. El texto de Timoteo destaca, por tanto, su función

educadora de cara a la expansión y arraigo del cristianismo. La

referencia de Timoteo sobre Eunice y Loida nos permite pensar

que otras muchas mujeres, en algunos casos viudas, o bien

casadas con un marido no creyente, habrían podido influir para

que sus hijos se adhirieran a la fe cristiana, algo muy valorado en

los comienzos del cristianismo.

2. Mujeres ricas de Tesalónica y Berea. Lucas se refiere a la

conversión de mujeres ricas (prominentes y distinguidas) en

Tesalónica y Berea (Hch 17,4.12). Si bien se dice que fueron

muchas, algo inverosímil, sí sería posible pensar que algunas lo

hicieron, sobre todo, pensando que se refiere a la zona

macedonia, donde las mujeres desempeñaron roles en la vida

pública mucho más importantes que en otros lugares del Imperio.

Por otra parte, es algo generalmente aceptado que la conversión

de algunos miembros de las clases altas ayudó a la implantación

del movimiento cristiano en los centros urbanos de la zona

oriental del Imperio. Como otras mujeres adineradas en el mundo

grecorromano, pudieron ejercer como benefactoras de las

comunidades cristianas, y ser reconocida su función, afirmando

su liderazgo en el grupo creyente.

3. Lidia. El relato de la conversión de otra mujer macedonia, Lidia

(Hch 16,11-15.40), ha sido muy olvidado en los estudios sobre

Hechos. Al contener en el medio el relato del carcelero que se

convierte, muchos autores han preferido centrarse en este último

y proponerlo como memoria de la fundación de la iglesia de

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Filipos, relegando la figura de Eunice, que estaría igualmente en

la base de esta comunidad paulina, según la narración lucana.

Es muy discutible si se trata o no de un personaje histórico. Por

un lado, los intérpretes que apoyan que se trata de una mujer

histórica inciden en que la narración de Hechos es más ambigua

de lo que a veces se ha resaltado. De hecho no está tan claro que

Lidia sea una temerosa de Dios, ni que Pablo se haya dirigido

claramente a una sinagoga, pareciendo más bien que el apóstol

se dirige al lugar de trabajo de Lidia, o a la reunión de una

asociación. Es decir, que estaríamos ante una tradición que

Lucas ha recibido y que habría hecho encajar con su propio

esquema de la predicación paulina: Pablo se dirige primero a los

judíos y luego a los paganos. Además, los datos que se aportan

sobre la mujer son muy plausibles en el mundo grecorromano del

siglo I d.C.

Por otro lado, los autores que se inclinan a tratarla como un

personaje no histórico inciden en el carácter novelístico del relato

de conversión de esta mujer, en paralelo al de las nobles de

Tesalónica (Hch 17,4.12.33-34), al de Tecla, y a algunos ejemplos

de Flavio Josefo. Este relato refleja la retórica lucana, según la

cual, las mujeres ricas sirven para subrayar la importancia de

una determinada religión, desviando la atención de personajes de

clases inferiores. Así, sucede en Hechos, al poner a continuación

la historia de la esclava poseída por un espíritu que pronuncia

oráculos (Hch 16,16-18). Finalmente, Pablo no habla de Lidia en

ninguna de sus cartas, tampoco a la que dirige a la iglesia de

Filipos, donde en cambio, sí se refiere a dos mujeres, Evodia y

Síntique, y sí cita en 1Cor 16,15 a la familia de Estéfanas, los

primeros convertidos en Acaya. No es fácil de explicar la omisión

paulina de una mujer que ha estado, de acuerdo al relato lucano,

en los orígenes de la comunidad de Filipos, fundada por el

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apóstol; más aún, está en el inicio de la misión de Pablo en

Europa.

Sea o no un personaje histórico, lo que sí podría decirse es que

estamos ante una narración que puede muy bien reflejar la vida

de mujeres con medios económicos que se vincularon al

movimiento cristiano y que habrían desempeñado u rol

significativo en él. El que Lucas haya utilizado su tradición para

sus propios intereses no excluye del todo la posibilidad de que su

relato contenga algunos datos históricos, como tampoco el que,

como en el caso de las mujeres de Tesalónica y Berea, Lucas ha

moldeado su relato siguiendo una tendencia novelística. Eso sí,

hay que tener en cuenta su tendencia a disminuir el rol

protagónico de las mujeres, el afán por presentarlas de una

manera que no contradiga las costumbres y creencias

mediterráneas sobre las mujeres, y el interés por destacar la

vinculación del movimiento cristiano con las élites sociales, para

darle mayor credibilidad.

De Lidia se aportan algunos datos sobre su origen. Por el nombre

podemos pensar que se trataría de una liberta, que ahora posee

su propia casa, y que es originaria de Tiatira, en Asia Menor, una

región conocida en la antigüedad por el comercio de lana y

púrpura. Lidia se ha trasladado a Filipos, probablemente por

cuestiones de trabajo, como también parece que hizo Priscila.

Además del nombre, los Hechos identifican a Lidia pro su

profesión: es vendedora de púrpura (Hch 16,14). Nuevamente

aquí los distintos autores optan por explicar el dato de manera

diferenciada. Para algunos, Lidia se dedica a una profesión

despreciada por el mal olor de las tinturas y, por tanto, su estatus

social es bajo, contando con pocos medios económicos. Para ellos

se trata de una mujer trabajadora que tiñe y vende sus productos.

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Otros autores inciden en el hecho de que el comercio de la

púrpura fue muy ventajoso, al menos para alguno de los tejidos

teñidos con la púrpura proveniente del molusco murex1. Algunas

inscripciones revelan que algunos de los que se dedicaron a este

negocio, mujeres y hombres, desempeñaron algunos importantes

cargos cívicos y fueron reconocidos benefactores. Si Lidia hubiera

comerciado con púrpura auténtica, algo que no podemos saber

con certeza, podría haber sido miembro de la familia imperial, ya

que los emperadores, desde Claudio tenían el monopolio de este

comercio, y además, los esclavos y libertos fueron de los colectivos

que tuvieron mayor movilidad en el mundo antiguo, y no sería por

tanto inverosímil, encontrar a Lidia en Filipos. No obstante, no es

fácil afirmar esto, ya que Lidia pudo comerciar con púrpura más

barata. Aunque la descripción lucana cuadra bien con la retórica

en relación a la clase y al alto estatus social de las mujeres, no es

necesario pensar que Lidia haya sido muy rica, aunque sí ha

podido alcanzar un nivel de vida más alto que la mayoría de la

gente gracias a su negocio: tiene y gobierna una casa, da

hospedaje y, además, viaja, todo ello signos de su autonomía.

Es fácil, además, que estuviera vinculada a alguna asociación

voluntaria o collegia. La presencia femenina en estos gremios está

atestiguada, aunque menos que la de varones. Las fuentes

permiten avanzar la hipótesis de que hubo mujeres como Lidia

1 Murex es un género de moluscos gasterópodos de la familia Muricidae. Son caracoles carnívoros marinos, propios de aguas tropicales. Carecen de nácar en el interior de la concha. Ésta dispone de un opérculo que permite al animal cerrarla y resguardarse dentro. Casi todos viven en la zona intermareal, entre rocas y corales. Poseen sifones bien desarrollados, sostenidos por un surco o canal sifonal de la concha. Muchos miembros de este género son de una gran belleza, con conchas alargadas y esculpidas con espinas o frondes. Las superficies interiores de las conchas a menudo presentan una coloración vistosa. El mucus procedente de dos especies se empleaba en la elaboración del Púrpura de Tiro o Púrpura real, un tinte usado en prendas de la realeza.

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dedicadas al comercio de la púrpura, que prosperaron gracias a

ellos, y ejercieron como benefactoras de sus grupos profesionales.

Otro dato discutido es la vinculación de Lidia o no con el

judaísmo. El texto lucano dice que “adoraba a Dios” (Hch 16,14),

y que Pablo la encuentra, junto con otras mujeres en el “lugar

para orar” durante el sábado. Son varias las ambigüedades en el

relato que nos permitirían pensar que Lucas ha trabajado

“editorialmente” una tradición que ha recibido sobre el origen de

la comunidad de Filipos vinculada a una mujer para adaptarla a

sus interese teológicos.

Lucas considera a Lidia “adoradora de Dios”, y usa un término

que ciertamente en otros lugares es sinónimo de “temeroso de

Dios”. Sin embargo, aplica la expresión únicamente a Lidia y no

a las otras mujeres que están con ella, algo inusual en Lucas, que

siempre identifica a quienes escuchan a Pablo como judíos o

gentiles. Por otra parte, la expresión “adorador de Dios” puede

incluir a personas que tienen muy diferente interacción con los

judíos, no necesariamente religiosa. Por ejemplo, puede indicar

que son benefactores, como aparece en algunas inscripciones

(decreto honorario de Julia Severa, mujer gentil de Acmonia (Asia

Menor) del siglo I, quien ayudó a la construcción y decoración de

la sinagoga, pero que es reconocida como sacerdotisa del culto

imperial y miembro de la élite social).

El lugar de oración al que llegan se identifica con un término que

en otras ocasiones indicaría una sinagoga. El espacio ciertamente

es ritual (“nos sentamos y empezamos a hablar” Hch 16,13), pero

es lo suficientemente ambiguo como para indicar otro espacio

ritual distinto a una sinagoga. No cuadra con los testimonios de

las sinagogas en el siglo I el que estuvieran fuera de las ciudades,

sino en el centro. Para encajarlo en el esquema que Lucas tiene

de la misión paulina (primero a los judíos y luego a los griegos),

habría añadido “en el día de sábado”. Sin embargo, otra

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interpretación posible es que sea el lugar donde un grupo de

mujeres se reúnen para dar culto a alguna divinidad, y no

necesariamente al Dios judío. Esta explicación cuadra

perfectamente con el conocimiento que tenemos sobre el rol de

las mujeres de Filipos en las distintas religiones.

Según todo lo que acabamos de decir, parece más bien que Lidia

habría sido gentil. Todas las informaciones sobre ella cuadran con

la realidad socio-histórica de las mujeres en Filipos y con el modo

de proceder de Pablo en su misión. La memoria lucana ha

vinculado a esta mujer con una casa abierta a la comunidad

cristiana, que ofrece hospitalidad a los misioneros, y ella es la

anfitriona encargada de ello. Teniendo en cuenta la importancia

de las mujeres macedonias en la vida pública, es plausible que el

primer grupo de convertidas en Filipos hubieran sido mujeres, y

que la comunidad tuviera su primer lugar para reunirse en la

casa de una de ellas, una mujer comerciante, Lidia. Además, la

hospitalidad de los filipenses es reconocida y alabada por Pablo

en su carta a los filipenses (Fil 4,14-17).

La tarea de dar hospitalidad, de acuerdo con los datos de Hechos,

y que no tiene por qué ser del todo inverosímil, pudo no estar

exenta de dificultades y tensiones con el entorno social. Al dar

hospitalidad, Lidia se sitúa al lado de María, la madre de Juan

Marcos en Jerusalén, Ninfa en Laodicea o Priscila. Lidia habría

tenido una casa de tamaño medio, con capacidad para alojar a

gente en ella. Podría ser un edificio grande, al estilo de algunas

casas que se han encontrado en Filipos del tiempo de Lidia,

aunque son muy pocas las evidencias de este tipo en este periodo.

Cuadra igualmente bien con los testimonios paulinos sobre las

mujeres, y desde luego no tanto con Lucas, el hecho de que

estemos ante una mujer con palabra e iniciativa propia: “Si habéis

juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y

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nos obligó a quedarnos”, Hch 16,15, y que no le importa correr

riesgos.

LAS MUJERES DE LAS COMUNIDADES DE PABLO EN SUS

CARTAS

Las menciones de mujeres colaboradoras en la misión paulina se

entrelazan con la de otros hombres relevantes. El número de

mujeres nombradas es bastante menor que el de hombres, al

igual que es inferior el porcentaje de mujeres líderes en relación

a los hombres que realizan las mismas funciones. Sin embargo,

de ello no puede deducirse sin más que ésta fuera la realidad

histórica. Como sucede con otros testimonios que vieron la luz en

sociedades androcéntricas y patriarcales, las mujeres quedan

prácticamente ocultas y sus existencias concretas apenas son

reconocibles en la escritura masculina.

La evocación de sus nombres, junto con aquello que hicieron a

favor de la consolidación y extensión del movimiento cristiano en

sus orígenes, es la expresión de las dificultades sufridas

conjuntamente por mujeres y hombres, de su valentía en el

anuncio del evangelio y en la construcción de la fraternidad, y son

expresión igualmente de la alta estima recíproca en Cristo, que

Pablo y ellas/os se tenían.

Las comunidades paulinas no tienen estructuras uniformes de

liderazgo. En ellas existen muchas colaboradoras/es en la misión,

que realizan tareas muy diversas: visitan las comunidades para

verificar el crecimiento de su fe y animarlas en las dificultades,

llevan mensajes de Pablo y cartas, informan a Pablo de los

problemas comunitarios, supervisan las iglesias locales,

instruyen y evangelizan. Algunas de estas mujeres y hombres

permanecieron como líderes locales, mientras que otros fueron

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también itinerantes. No es posible, sin embargo, distinguir bien

unos de otros y hay una cierta ambigüedad.

La autoridad femenina se inscribe en este marco, en el que el

liderazgo de las mujeres se trasluce en los títulos que reciben, al

igual que otros varones, y atestiguan su inclusión en los distintos

equipos misioneros, para favorecer el arraigo y la inculturación

del evangelio en las culturas mediterráneas, y para animar la vida

de las comunidades cristianas. La comparación de los datos sobre

mujeres en estos equipos misioneros con las noticias que

describen la actividad de los colaboradores masculinos, nos

descubre que desempeñaron una inmensa actividad misionera,

tanto en sus comunidades locales, por medio del comercio y a

través de los oficios que desempeñaron, y eso, a pesar de muchas

dificultades y peligros.

Los títulos de ministra, benefactora, apóstol, colaboradora,

hermana, sancionaron y fomentaron la implicación activa y

significativa de las mujeres en el cristianismo, y ofrecieron el

ámbito de respetabilidad necesaria para vivir en unas sociedades

estructuradas y articuladas en torno al honor (prestigio,

reconocimiento y estima pública). Algunas creencias, valores y

conductas que la sociedad circundante catalogaba de ofensivas y

deshonrosas, los grupos paulinos, en estos momentos, las

alababan y estimaban. Las críticas sociales se transformaron en

felicitaciones para aquellas mujeres que con su inteligencia, su

capacidad para compartir sus bienes, su tiempo y sus cualidades,

contribuyeron al crecimiento del movimiento cristiano.

Los títulos representan así una palabra visible de autentificación

y acreditación de esas mujeres que con sus obras se han ganado

el derecho a ser consideradas socialmente dentro de su grupo.

Pero, además, siendo utilizados por Pablo, sancionan y legitiman

la autoridad y el liderazgo femenino. De hecho, es una creencia

firmemente arraigada en el mundo antiguo que la aprobación y la

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alabanza dada por alguien que posee un alto estatus o goza de

gran prestigio, incrementa el honor de quien recibe el elogio, el

puesto o el reconocimiento de sus acciones. Las mujeres reciben

estos títulos del mismo Pablo. Por otra parte, el hecho de que sean

conocidas por más comunidades que aquellas a las que estarían

ligadas en principio estas mujeres (bien porque se movían entre

las distintas comunidades o eran enviadas con mensajes de

Pablo, o bien a través de las mismas cartas de Pablo que podrían

circular de un lugar a otro), es un signo de que su prestigio es

muy grande, ya que el honor crece en la medida en que más gente

lo reconoce.

1. Evodia y Síntique. Con el fin de dar unidad a la exposición sobre

las mujeres en las comunidades de Pablo, a partir de los datos de

Hechos, comenzaremos por otras dos mujeres de Filipos, a las

que Pablo sí recuerda en su carta a los Filipenses (Fil 4,2): Evodia

y Síntique, dirigentes locales de esa comunidad macedonia,

probablemente porque tenían recursos económicos. Es muy

relevante el hecho de que se las nombre juntas, como si formasen

equipo entre ellas de manera autónoma, sin depender de varones.

Los nombres de Evodia (viaje próspero, éxito) y Síntique (suerte),

bien atestiguados en inscripciones griegas, nos hablan de su

origen gentil (sobre todo el nombre de Síntique, que aparece

nombrado después de la diosa de la fortuna). Podrían pertenecer

al grupo de metecos que poblaban Filipos y que podrían dedicarse

al comercio y la artesanía.

Evodia y Síntique tuvieron un liderazgo reconocido en la

comunidad de Filipos y, en general, en el movimiento paulino a la

luz de los datos en Filipenses. Ambas lucharon juntamente a

Pablo a favor del evangelio, y son dirigentes en su comunidad. De

ahí que Pablo esté preocupado por sus desavenencias ya que su

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conflicto no es indiferente para la vida comunitaria, ni para el

testimonio hacia fuera.

No se trata de problemas interpersonales, sino que los datos de

la carta apuntan a un conflicto relacionado con su tarea

evangelizadora y con las dificultades que conlleva: como Clemente

y otros son colaboradoras, y es plausible que pertenezcan a un

mismo equipo misionero. Por tanto, se destaca de ellas su papel

en la difusión del evangelio. Es fácil que ninguno de los

colaboradores nombrados sea itinerante, sino personas que

trabajaron activamente con Pablo en el inicio de la misión en

Filipos, una importante colonia romana, y que una vez que él se

fue, continuaron animando la vida de la comunidad. A ellos

podría dirigirse Pablo en el agradecimiento inicial de la carta (Fil

1,3-6). Ambas mujeres son comparadas con atletas que han

trabajado duro, al unísono y con valentía, e incluso con

sufrimientos por causa del evangelio, al igual que Pablo. Es

posible que la referencia a ellas contenga además un indicio de

su trabajo misionero entre no creyentes, y al éxito tenido, a pesar

de los sufrimientos que esto pudo traerles (sin que pueda

excluirse del todo la referencia a conflictos internos de la

comunidad). Es posible que ellas hayan sido nombradas por las

dificultades que han surgido de cara a la misión, pero

seguramente han quedado en la sombra otras mujeres líderes en

las comunidades paulinas cuyo ministerio se desenvolvió sin

problemas.

La preocupación de Pablo le lleva a exhortar a cada una a tener

el mismo sentir y pensar en el Señor, algo especialmente

importante en esta carta: tener los mismos sentimientos que

Cristo Jesús es renunciar a la búsqueda de vanagloria y al

espíritu de rivalidad, y cultivas la humildad, la preocupación por

los demás y el convencimiento de que toda persona es superior a

uno mismo. Para ello, pide la ayuda de otros miembros de la

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comunidad. Las invita a orientar todas sus energías y a vencer

todas las dificultades uniéndose al amor de Cristo, única norma

para la comunidad. Los problemas que ellas padecen, a la luz de

toda la carta, son los de toda la comunidad, y efectivamente el

singularizarlas tiene que ver con que esos conflictos repercuten

más en la vida comunitaria si se trata de dirigentes. El modelo

que Pablo les propone de liderazgo está en sintonía con la

predicación de Jesucristo, como Siervo y Señor. Acentúa el

rebajamiento, algo que él mismo vivió: “Cuando hablan mal de

nosotros, contestamos con palabras amables. Hasta ahora, se nos

ha tratado como si fuéramos la basura del mundo” 1Cor 4,13.

2. María, Trifena, Trifosa y Pérside, “colaboradoras”. En los

saludos que Pablo envía a la comunidad de Roma se encuentran

varias mujeres de las que Pablo afirma que han trabajado mucho

en el Señor: María (Rom 12,6), Trifena, Trifosa y Pérside (Rom

16,12). Se utiliza el verbo afanarse, cansarse, que en Pablo llega

a tener un significado casi técnico: el trabajo misionero y, en

algún caso, el trabajo hecho por amor, en favor de la comunidad.

Pablo se refiere a su propio trabajo de apostolado y al de los

dirigentes comunitarios con ese mismo verbo.

Las referencias a colaborador y trabajo/fatiga) en las cartas,

hacen pensar que se trata de términos probablemente

equivalentes, y que designan un grupo de colaboradores en la

misión, a quienes se les reconoce algún tipo de autoridad. En

1Tes 5,12 Pablo ruega a los tesalonicenses que reconozcan la

autoridad de los que se afanan entre ellos, y los identifica

igualmente como quienes os presiden en el Señor y os amonestan.

La unión de estos dos últimos términos implicaría que su

liderazgo está vinculado a algún tipo de palabra autoritativa,

como tienen los padres en la familia. Es tarea de estos líderes

comunitarios educar a sus comunidades por medio de la

enseñanza y la predicación.

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El reconocimiento específico de que algunas mujeres se han

afanado por el evangelio (María, Trifena, Trifosa y Pérside) supone

la afirmación de su liderazgo. Al presidir sus comunidades han

resignificado su papel de cuidadoras, ya que dirigen y además

protegen y cuidan, ambos sentidos unidos en las cartas paulinas.

Es decir, estas mujeres ejercen su liderazgo alentando el caminar

comunitario con exhortaciones adecuadas al momento que viven,

incluso corrigiendo si es preciso. Por otra parte, el que esos

mismos términos se apliquen a varones que desempeñan las

mismas funciones es un indicativo del modo en que se redefine la

autoridad masculina en la iglesia, introduciendo el cuidado como

una cualidad imprescindible.

De manera explícita algunos de los testimonios paulinos asocian

a las mujeres con el ámbito de la casa, presentándolas como

dirigentes, anfitrionas y benefactoras. En los comienzos del

movimiento cristiano las casas privadas desempeñaron una

función central como lugares donde las comunidades se reunían,

se nutrían y se animaban en la tarea misionera. En ellas se oraba,

se fortalecían los lazos de hermandad entre los creyentes, se salía

al paso de sus necesidades (atención a enfermos, encarcelados,

etc.), eran centros de catequesis inicial de la fe, se practicaba la

hospitalidad y eran el lugar del que se partía y al que se llegaba

en los viajes misioneros. Pero, además habría que resaltar que las

casas funcionaron como lugares apropiados para atraer a nuevos

miembros a la comunidad cristiana, como podría deducirse de la

importancia que Pablo da en alguna de sus cartas al hecho de

que pueda observarse el comportamiento de los creyentes desde

fuera y provocar a la aceptación o al rechazo. Sin duda este modo

de organización contribuyó a reforzar el protagonismo de las

mujeres cuyas tareas de dirigencia podían verse como una

extensión de sus actividades en el ámbito de la casa. De esta

manera, las mujeres pudieron desempeñar funciones públicas

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sin desafiar abiertamente la estructura social, sustentada en la

división según el género de los espacios públicos y privados.

3. Priscila, misionera itinerante, artesana, maestra y anfitriona.

Los datos paulinos hablan, al igual que Lucas de Priscila/Prisca

y su marido Aquila, una pareja de misioneros artesanos, que

combinó su itinerancia con la permanencia en algunas ciudades

del Imperio, y que pusieron cuanto tenían (casa, bienes y sus

personas) al servicio del movimiento cristiano. La relevancia de

esta mujer y su marido, se destaca porque su recuerdo pervive en

la generación posterior de las Pastorales, donde aparecen

nombrados de nuevo (2Tim 4,19). Pero además, porque su

nombre aparece antes del de Aquila en dos ocasiones: Rom 16,3

y Hch 18,18, contraviniendo así los cánones sociales al uso. La

explicación que se ha dado a este hecho incide en dos direcciones:

por un lado, en que la categoría social de Priscila sea más alta

que la de su marido y, por otro, al éxito que esta líder femenina

ha tenido como agente de evangelización en las iglesias

domésticas y en la misión itinerante. Pero, además, Pablo en

ningún momento se refiere a ella como esposa, sino que subraya

el pleno compromiso de esta mujer en la tarea misionera en plano

de igualdad e interdependencia con el varón.

Priscila y su marido se han movido por tres grandes ciudades del

imperio romano. Combinaron su profesión como artesanos

dedicados al negocio de la piel con la tarea misionera. Las fuentes

los sitúan por primera vez como emigrantes judíos en Roma, de

donde salieron cuando Claudio (41-54 d.C.) expulsó de allí a los

judíos a causa de los desórdenes creados entre grupos judíos y

judeocristianos. De allí se habrían trasladado a Corinto, donde

hospedaron a Pablo (Hch 18,2-3). Y finalmente los encontramos

viviendo en Éfeso, a donde llegaron acompañados de Pablo (Hch

18,18-19,1), y donde dieron hospitalidad a Apolo, a quien

instruyen. Teniendo en cuenta que Pablo les envía saludos en su

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carta a los romanos, es presumible pensar que regresaron a Roma

más adelante.

Allí donde vive, Priscila ofrece su casa a la comunidad cristiana.

Así se dice explícitamente de Roma (Rom 16,5) y de Éfeso (1Cor

16,19), pero puede deducirse indirectamente también de Corinto,

ya que según Hch 18,2-3 fue anfitriona de Pablo y, por extensión,

del resto de la comunidad cristiana. No podemos asegurar qué

tipo de casa habrá ofrecido, pero pudiera ser que tuviera

alquilada una domus no demasiado pequeña, y con capacidad

para las reuniones comunitarias, del tipo de la de otros cristianos

significativos.

Priscila es considerada además como colaboradora, al igual que

su marido, el título más frecuente para referirse a los

colaboradores de Pablo: entre ellos, algunos líderes muy

importantes como Timoteo, Apolo, Epafrodito, Clemente y

Filemón. Entre las mujeres lo reciben además, Evodia y Síntique,

que no fueron itinerantes como Priscila. El título no se halla

referido a los creyentes en general.

4. Febe, ministra, benefactora y hermana. Otra de las grandes

figuras femeninas que forma parte de los colaboradores de Pablo

es Febe, vinculada a la iglesia de Cencreas (Corinto). Su nombre

aparece en los saludos que Pablo envía a la comunidad de Roma

(Rom 16,1-2). Son varios los datos contenidos en esos versículos.

Una de las designaciones con las que Pablo refuerza la autoridad

de liderazgo local es la de “hermana/o”, dirigida a alguien

individualmente. La denominación cobra una mayor relevancia si

se tiene en cuenta que normalmente aparece junto a títulos, como

ministra y bienhechora, en el caso de Febe.

A la luz de otros textos paulinos, son dos las dimensiones de la

vida cristiana que se subrayan: por un lado, cuando el título se

otorga a personas individuales se reafirma su contribución en el

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anuncio del evangelio y su papel de dirigencia (Flp 4,21: “os

saludan los hermanos que están conmigo”), como se hace con

Timoteo (Flm 1; 2Cor 1,1; 1Tes 3,2).

Por otra parte, este término, central en la concepción paulina de

la comunidad, se utiliza para reforzar los lazos de solidaridad

intragrupal (1Cor 6,1-11; 2Cor 8-9; Gal 4,15), especialmente

cuando la comunidad atraviesa situaciones conflictivas (Rom 14).

El hecho de que una mujer sea llamada explícitamente “hermana”

hablaría por sí mismo de su función en la animación comunitaria

y de su labor para reforzar los lazos de lealtad internos. Estas

tareas son nucleares en comunidades en misión que necesitan

vincularse muy fuertemente entre sí y en torno a su centro, Dios

mismo, para salir a los caminos mostrando en su palabra y en

sus vidas el amor divino.

Recibe además el título de “ministro” o diákonos2 (en el griego

original), y esto nos llevaría a pensar qué función le estaría

atribuida. Habría que resaltar tres aspectos:

1). De acuerdo a la cita de Rom 16,1-2, Febe, ministra de

Cencreas, habría recibido el encargo de representar a una iglesia

ante otra, y ser portadora de una carta de Pablo a Roma, tarea

que forma parte del concepto de diakonía. Quien realizaba estas

tareas había de ser recibido con el mismo honor que quien lo

2 Diaconía viene de la palabra griega diákonos que significa servidor. La diaconía se desarrolló en el mundo griego y romano refiriéndose a quienes sirven desde el punto de vista físico, material y corporal. Lo mismo ocurría en la cultura judía en tiempos de Jesús al considerar la diaconía cono servicio doméstico, realizado por esclavos, siervos y siervas, hombres y mujeres. Entre los primeros cristianos, la diaconía no consideró sólo el servicio material y doméstico, también comprendió el área espiritual. Los primeros cristianos llamaban diáconos a quienes cumplían algún cargo en la Iglesia y que debían ser un ejemplo de vida (1 Tim 3,8-13). Para ellos el diácono era un servidor como Cristo. El cargo en la Iglesia es por tanto un servicio.

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envía. Febe, como representante de Pablo, actuaría como en otros

momentos han hecho Timoteo y Tito.

2). Con este apelativo se estaría indicando también que el anuncio

del evangelio es central en su vida, como para Pablo, que se llama

a sí mismo “ministro de Dios”. Llegar a ser diaconisa o ministra

supone haber recibido la llamada de Dios para anunciar el

evangelio, e implicaría dedicarse a la enseñanza y la

evangelización entre las comunidades. Por tanto, a la luz de estos

textos, es posible que se trate de una mujer misionera,

predicadora y maestra. Estas tareas no estarían exentas de

tribulaciones, necesidades, fatigas y sufrimientos de muy

diversos tipos, como padeció Pablo y otros colaboradores suyos.

3). El título que se le adjudica nos hace caer en la cuenta de que

otras referencias a los “diáconos” en las iglesias paulinas es

posible leerla de manera inclusiva, aunque no necesariamente

siempre lo sea.

Pablo pudo haber gozado de la hospitalidad de Febe como se

deduciría de la apreciación que hace de ella: “ha sido bienhechora

de muchos y de mí mismo” (Rom 16,1-2). Con ese título, Pablo

parece indicar que se trata de una mujer rica que habría actuado

conforme a los sistemas de patronazgo en la Antigüedad.

Socialmente se esperaba que patrones/as y benefactores/as

empleasen sus recursos para beneficiar a individuos o colectivos.

Para llegar a apreciar adecuadamente la figura de Febe ayuda el

compararla con otras mujeres del mundo grecorromano que

actuaron como patronas y anfitrionas. Febe, como benefactora,

habrá acogido a Pablo y otros misiones en su casa de Cencreas,

probablemente les facilitaría también el acceso a personas

influyentes de la ciudad portuaria o de otros lugares. Esta tarea

habría sido muy útil para la extensión y consolidación del

movimiento cristiano. Y nos habla de la ayuda que ha podido

prestar a nivel económico, social y jurídico. Es decir que Febe ha

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podido desempeñar tareas de patronazgo y contar con cierta

influencia.

5. Apia, hermana. Apia es nombrada junto con Filemón

“colaborador” y Arquito “compañero” y, como ellos, recibe honor

nombrándola “hermana”, probablemente como benefactora de la

comunidad (Flm 2). Es probable que estemos ante una mujer que,

al igual que Filemón y Arquito, sería una persona prominente en

la comunidad de Colosas. No se la presenta como esposa, sino en

función de su significación para la comunidad, y con una

denominación propia, la misma que recibe Timoteo en Flm 1. Por

ello, Pablo quiere que sea no solo testigo singular de la

encomienda que va a hacer a Filemón, sino que tome como suya

la responsabilidad de velar porque cumpla el encargo.

6. Cloe. La preocupación por la supervivencia de la nueva familia

se muestra del mismo modo en la actuación de Cloe que informa

a Pablo de los conflictos que hay en Corinto (1Cor 1,11) y pide de

él una palabra para superar las divisiones existentes. ¿Quién es

esta mujer? Podría tratarse de una viuda con esclavos encargados

de gestionar sus negocios fuera de la ciudad, o podría ser una

mujer cuyo marido o padre fuera no creyente, o que no habría

querido enviar emisarios a Pablo. Si Cloe es creyente, algo que no

podemos asegurar con total certeza ya que no tenemos datos

suficientes, se trataría de una mujer que ha tomado la iniciativa

de enviar emisarios a Pablo. Contra lo que es habitual en Pablo,

en este caso cita su fuente de información (Cloe). Este dato

apunta al hecho de que ella habría tenido una función importante

en la iglesia de Corinto y el apóstol da crédito a sus palabras e

incluso se apoya en ellas para responder a esta comunidad. Más

aún, la visión que Cloe le hace llegar de la comunidad de Corinto

es compartida por Pablo, de acuerdo con el discurso que él hace

a continuación. Esto indicaría igualmente que Cloe y Pablo

comparten la respuesta a las divisiones que existen en Corinto.

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7. Junia, apóstol. Entre las personas que ostentaban la autoridad

con respecto a la misión se hallan los apóstoles. Para Pablo, éstos

no quedan circunscritos a los Doce, sino que él mismo reivindica

para sí este título, aunque para Pablo estos títulos no conllevaban

la existencia de “cargos” establecidos. El contexto de Romanos 16

hace pensar con bastante probabilidad que Junia y Andrónico es

una pareja misionera dedicada a la extensión del evangelio, algo

que concuerda muy bien con el uso más frecuente del término

“apóstol” en Pablo: designar así a los misioneros itinerantes que

predican el evangelio.

Es de notar que solo a una mujer Pablo llama “apóstol”, Junia

(Rom 16,7). Aparece nombrada junto a Andrónico, pero no se

especifica o no si es su mujer. Ambos son judeocristianos

helenistas, convertidos antes que Pablo y contaban con una

autoridad extraordinaria. El que hubieran colaborado

activamente con Pablo es un honor para él, y una credencial que

presenta para pedir hospitalidad a la comunidad de Roma. Nos

encontramos por tanto ante una mujer apóstol, probablemente

casada y que contribuyó con su enseñanza y su vida cristiana a

la extensión y consolidación del evangelio.

8. Mujeres profetas en Corinto. La correspondencia de Pablo con

Corinto visibiliza a mujeres que creyeron en su capacidad de

profetizar y defendieron su libertad para elegir el ascetismo3,

desafiando las convenciones sociales. Pero al mismo tiempo, nos

3 Como ascetismo se denomina una actitud y un modo de vida cuyo objeto es la perfección moral y espiritual del ser humano a través de la renuncia a los placeres y de la práctica de una vida austera. En este sentido, el asceta asume un estilo de vida en el cual prescinde de las comodidades y los lujos materiales, renuncia a satisfacer las necesidades del cuerpo y procura domar las pasiones del espíritu. Así, el asceta busca cultivar únicamente los caminos del espíritu. Como tal, prácticas vinculadas históricamente al ascetismo son el celibato y el ayuno. Asimismo, el ascetismo puede suponer un retiro del mundo, para llevar una vida apartada, en el cultivo del espíritu.

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revela que ya Pablo intentó controlarlas para formular normas

comunitarias de acuerdo a sus estándares personales.

La existencia de mujeres profetas en Corinto está atestiguada en

1Cor 11,5: “Y si la mujer ora a Dios, o habla en su nombre, sin

cubrirse la cabeza, le falta el respeto al hombre. Es lo mismo que

si se afeitara la cabeza”. El contexto refleja además que oran y

profetizan sin signos distintivos en sus vestidos que indiquen

subordinación. La referencia de 1Cor reconoce, por tanto, la

actividad profética femenina, aunque trate de controlarse y

contenerse en unos límites bien precisos.

Las profetas de Corinto creyeron en su autoridad, porque

reconocieron en sí mismas una inspiración divina, que fue,

además, aceptada, reconocida y valorada en sus grupos (aunque

hubiera quien la discutiera). Ellas, por tanto, destacaron por ser

voz de Dios para el camino creyente de sus grupos, en medio de

una historia difícil y a menudo conflictiva con el entorno. Ellas se

saben mediadoras de distintos dones de Dios para otros. Pablo

trata de contener una profecía de tipo extático4 que parece

desencadenarse en contextos de oración, y que para los corintios

en cambio, enriquece la vida comunitaria estimulándolos a

participar de los regalos que Dios les hace, sin pararse a

diferenciar los distintos dones a la manera de Pablo. Estas

mujeres están desafiando el orden establecido, las prerrogativas

masculinas y la estructura de la casa patriarcal, algo que

preocupaba a Pablo por la mala imagen que podía dar ante la

sociedad patriarcal y por eso intentó controlarlas.

9. Viudas. La presencia de las viudas en las comunidades

cristianas de primera generación la encontramos igualmente en

4 Que está en éxtasis, o lo tiene con frecuencia o habitualmente. Éxtasis: Estado del alma caracterizado por cierta unión mística con Dios mediante la contemplación y el amor, y por la suspensión del ejercicio de los sentidos.

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las comunidades paulinas, aunque solo una vez, en concreto, en

la comunidad de Corinto (1Cor 7,8.39-40). La instrucción de

Pablo a las viudas en el capítulo 7, muestra que Pablo pretende

moderar las tendencias ascéticas de Corinto. Del texto se deduce

que algunas viudas en Corinto han elegido quedarse como tales,

es decir, han optado por una vida ascética, como también otras

mujeres en ese grupo cristiano. Su viudedad ha abierto para ellas

una cierta vida autónoma, si económicamente podían mantenerse

o eran ayudadas, y, por tanto, estar en condiciones de ejercer

algún tipo de liderazgo comunitario.

Estas viudas cuentan de hecho con una autoridad espiritual

(1Cor 7,40) que Pablo ha de contrarrestar haciendo explícito que

él también tiene el Espíritu. Estas viudas que se sentían

inspiradas por Dios, defenderían con fuerza un estilo de vida

ascético que no todas las mujeres corintias estaban dispuestas a

aceptar. La respuesta paulina deja abierto el camino al celibato a

estas mujeres y por consiguiente el de sus servicio y liderazgo

eclesial, pero al mismo tiempo, deja claro que no se puede

imponer a nadie.

9. Mujeres casadas con maridos no cristianos (1Cor 7,12-16). Este

texto paulino nos permite vislumbrar algo acerca de la difícil

problemática que habrían tenido hombres y mujeres en los

matrimonios mixtos, ya en tiempos de la primera generación

cristiana. No obstante, parece que realmente lo que Pablo tiene

en mente es la situación ahora de las mujeres divorciadas. La

situación concreta que habría tenido que enfrentar en Corinto, es

la de aquellas mujeres casadas que optaron por separarse de sus

maridos no cristianos. Probablemente porque veían así el modo

de liberarse de conductas inmorales y de tensiones

intrafamiliares a causa de su fe. El argumento principal de Pablo

para animar a que se mantengan esos matrimonios mixtos es que

son un potencial evangelizador de maridos e hijos (1Cor 7,16).