Silencio en el convento Luis Saldaña

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El empresario

El funcionario de nivel medio y sin esperanzas de ascenso se afloj el nudo de la corbata, se sec el sudor de las manos en el pantaln y respir profundo, antes de teclear el nmero reservado para ocasiones de extrema urgencia. Hubiese querido hacer la llamada temprano en la maana, tan pronto se haba enterado del contratiempo, pero sus instrucciones eran claras: toda comunicacin deba hacerse a travs de un telfono mvil, cuando el resto de los empleados de la Administracin de Reglamentos y Permisos se encontrara almorzando y las oficinas estuvieran desiertas de burcratas. Aunque Joaqun Sabater Gandarillas no era su jefe, las sumas de dinero que le haba entregado durante los ltimos cinco aos, a cambio de informacin, influencia, desaparicin de expedientes y otras gestiones turbias, le conferan una autoridad que no ostentaba sobre l ni el director de la agencia. Tema al carcter de Sabater y anticipaba uno de sus exabruptos. En momentos como este lamentaba los compromisos a que lo sometan sus acuerdos con el magnate, pero tena un hijo en la universidad y una aficin al juego que lo esclavizaba. Se encontraba inmerso en estas reflexiones cuando Sabater contest el telfono.

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Qu pasa, Morales? vocifer Sabater de mala gana, a modo de saludo. La llamada lo haba sorprendido almorzando con el presidente de su agencia publicitaria y dos ejecutivas de cuentas que con cada trago se desligaban ms de sus escasas inhibiciones. Es sobre El Convento balbuce Morales, incmodo ante la inminencia de los gritos de Sabater y la proximidad de nuevas y riesgosas encomiendas. Las risas de las damas de la mesa contigua, unidas al murmullo general del restaurante de moda, impedan a Sabater escuchar lo que su interlocutor trataba de explicarle. Mir molesto a sus vecinas. Las seis mujeres deban tener ms de cuarenta aos, pero sus prtesis de silicn estaban muy bien puestas y el maquillaje haba sido aplicado con pericia. Hablaban y rean con el desparpajo de quien se intuye a salvo de necesidades. Consider pedirles que bajaran la voz, pero desisti de la idea. Opt por excusarse y salir al vestbulo del restaurante. Morales, repite lo que dijiste. No te escuch bien. Qu coo pasa con El Convento? El permiso de construccin no puede emitirse de manera inmediata. Han radicado una oposicin. Quin? grit Joaqun Sabater, dando seas claras de impaciencia. La Iglesia Catlica. Cmo que la Iglesia Catlica, Morales? Tenemos todos los endosos necesarios. El fundamento de la oposicin no es muy claro, pero ya le han asignado nmero de querella y esto va a retrasar lo del permiso. Otra cosa, la Iglesia ha contratado a Adams, Travieso y Evans para representarla.

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Carajo!, Morales, espera mis instrucciones el lunes. Necesito pensar esto. Buen fin de semana, seor Sabater. El empresario cerr la comunicacin sin despedirse y reflexion unos minutos antes de regresar a la mesa. La contratacin de la firma de Alfonso Travieso significaba que la Iglesia no escatimara en costos y que se avecinaba una batalla legal frrea. Sinti un leve ardor en el estmago y prefiri postergar la consideracin del asunto para despus de resolver el proyecto ms inmediato, el que lo esperaba en la mesa con las piernas cruzadas. Cuando entr de nuevo al restaurante, una sonrisa haba borrado de su semblante todo vestigio del inconveniente. En el trayecto de regreso a la mesa, se detuvo a saludar con gestos afables y ademanes elegantes a banqueros, abogados, polticos e incluso a un juez. A la mayora los conoca desde nio; algunos eran padres de sus compaeros de estudio; con otros coincidi en el Colegio San Ignacio o frecuentaban los mismos clubes. A pesar de no estar entre los mejores estudiantes de su promocin, el viejo Sabater logr matricularlo en la Facultad de Ciencias Empresariales de una buena universidad en Boston, donde Joaqun armoniz su inclinacin natural hacia la fiesta con las exigencias acadmicas de los profesores. Una vez graduado, trabaj dos aos en una casa de corretaje en Nueva York. De regreso a Puerto Rico, su astucia, las influencias de su familia y un poco de suerte lo encumbraron en el mundo de los negocios en muy poco tiempo. En fin, Joaqun Sabater Gandarillas se senta cmodo en los crculos ms exclusivos y en su mirada brillaba la certeza de tener un lugar en ese mundo. La lengua de una de las ejecutivas jugueteaba con la cereza de su trago cuando Joaqun regres a la mesa.

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Adams, Travieso y Evans, buen da contest la voz nasal de una recepcionista en tono afectado. Buen da. Con el licenciado Travieso, por favor ms que solicitar, la voz pareca exigir una audiencia inmediata con el letrado. Lo comunico con su secretaria indic la recepcionista como una autmata y transfiri la llamada. Alfonso Travieso llegaba a su oficina todos los das a las seis y media de la maana. Cuando su secretaria tocaba la puerta para entregarle un caf negro, ya haba ledo el peridico y redactado varios documentos. La maana del veintisis de septiembre de mil novecientos noventa y cinco, Travieso an no haba terminado el caf cuando le comunicaron que tena una llamada en la lnea nmero cuatro. Quin es? pregunt, extraado del tono solcito empleado por su secretaria. El arzobispo Junquera. Haba conocido al nuevo arzobispo de San Juan en dos ocasiones. La primera, durante la gala anual de un museo de arte; la segunda, en una cena a beneficio de un orfanato. En ambas, sus conversaciones con monseor Juan Luis Junquera fueron breves, pero Travieso recordaba con claridad la sensacin incmoda que le produjeron los encuentros. Contrario al Arzobispo anterior, con quien desarroll una estrecha amistad, Junquera no le inspiraba confianza. Sin embargo, la Iglesia Catlica era uno de los clientes ms prestigiosos de la firma y pagaba de manera puntual sus altos honorarios, por lo que Alfonso Travieso no tuvo reparos en cancelar varios compromisos para recibir al Arzobispo esa misma tarde. A las dos en punto, una secretaria escolt a Junquera hasta la oficina de Travieso y cerr la puerta

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con delicadeza cuando stos comenzaban a intercambiar saludos y falsas cortesas. Igual que en las dems ocasiones en que se haban visto, el Arzobispo estrech la mano del abogado de manera casi imperceptible (un contacto fugaz con la punta de los dedos que, lejos de acercarlos, creaba la ilusin de una muralla infranqueable entre los dos hombres). Mientras escuchaba al Prelado exponer el propsito de su visita, Travieso tom notas minuciosas e hizo un inventario mental de los cdigos, ordenanzas y reglamentos que podran ser aplicables a las controversias presentadas en el relato. La exposicin del asunto se extendi cuarenta minutos, durante los cuales el abogado slo interrumpi a Junquera para hacer tres preguntas que le parecieron pertinentes. La encomienda estaba clara: impedir la construccin y posterior operacin de un lujoso hotel en el edificio que alberg por dos siglos y medio al Convento de las Reverendas Madres Carmelitas, desde su fundacin en mil seiscientos cincuenta y uno. Alfonso Travieso cuidaba con celo su reputacin de excelente abogado y jurista cauteloso, por lo que le advirti al Arzobispo que, aunque se podan esgrimir varios argumentos legales para oponerse al desarrollo hotelero, los mismos distaban de ser contundentes. Acaba de aprobarse un nuevo estatuto que confiere a todo ciudadano la potestad de impugnar el uso al que se destinan los edificios clasificados como histricos, con el propsito de preservar la esencia de las zonas coloniales. El Convento tiene esta catalogacin en el Instituto de Cultura, pero la constitucionalidad de esta nueva ley es dudosa. La teora legal de es dbil, Excelencia advirti Travieso.

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El caso supona considerables honorarios, pero no era partidario de dar falsas esperanzas a sus clientes. Desde su escritorio, Travieso observ al Arzobispo cambiar de postura y explicarle que no se desviara de sus propsitos. Lo escuch repetir con vehemencia que no permitira la remodelacin del edificio y la apertura de un hotel con casino en un recinto que an se consideraba sagrado. A pesar de que su complexin era frgil y sus ademanes un tanto afeminados, la mirada del Arzobispo no dej dudas en la mente de Travieso de que estaba frente a un alma perversa. Comenzaremos por impugnar el permiso de construccin. En dos semanas estar listo el recurso legal, Excelencia anunci Travieso, al tiempo que se levantaba y extenda la mano en seal de que la cita haba concluido. Las puntas de los dedos volvieron a rozar la mano de Alfonso Travieso.

Una vez solo en su oficina, Travieso reflexion. Haba ledo en el peridico una resea sobre el ambicioso proyecto. Los desarrolladores llamaran El Convento al nuevo hotel y Joaqun Sabater era el promotor principal de la empresa. No estudiaron en el mismo colegio, pero se conocan desde entonces. Travieso no recordaba si haban sido rivales en baloncesto, en voleibol o en ambos deportes. Ms tarde coincidieron en Nueva York, mientras Alfonso estudiaba derecho. Crea recordar que Joaqun se encargaba de las inversiones de un conglomerado financiero hebreo. No eran amigos cercanos, pero se saludaban con afecto

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cuando se encontraban en alguna fiesta del crculo de estudiantes latinoamericanos o en algn bar del Village. De adultos sus encuentros haban sido dictados por el arbitrio de la casualidad y su relacin segua siendo cordial, pero distante. Ambos conocan los logros y los aciertos de cada uno en sus respectivos campos. Se respetaban. Travieso era consciente del poder econmico de Joaqun Sabater y de sus prcticas mercantiles, por lo que anticipaba una defensa tenaz del proyecto. Puls el intercomunicador y pidi a uno de sus asociados ms competentes que pasara por su oficina. Mientras esperaba al joven abogado, sopes las personalidades del arzobispo Junquera y de Joaqun Sabater. Se pregunt qu misteriosa voluntad enfrentaba a dos personajes tan dismiles y tan parecidos al mismo tiempo. Estaba seguro de que el litigio sera interesante. Cuando su empleado toc la puerta, Alfonso Travieso sonrea.

La ejecutiva de cuentas se despert cuando Joaqun Sabater se levant de la cama, pero fingi seguir dormida. Prefiri sumergirse otra vez en el ocano de culpas que la asediaban cuando despertaba al lado de un hombre al que apenas conoca y con quien, estaba segura, no entablara una relacin duradera. Una vez ms se prometi que esa sera la ltima vez que se acostaba con un desconocido, gir su cuerpo, dio la espalda al abismo al que acababa de asomarse y trat, sin xito, de ignorar su temor a la zozobra, al se me hace tarde, me siento sola, son todos unos cabrones, por qu no ven lo que valgo, que me entrego, no me aprecian, no soy nadie, soy nada, menos que nada.

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En el bao Sabater abri la ducha. La oposicin presentada por la Iglesia estuvo a punto de arruinarle la sesin amorosa, pero los atributos fsicos de Ileana, Liliana o Viridiana salvaron la tarde. Adems, no era la primera vez que sus planes enfrentaban un escollo legal. Los haba tenido mayores y ms complicados y de todos haba salido con xito. Mientras se peinaba cavil sobre el rumbo por donde deba dirigir sus prximos pasos. Cuando termin haba decidido aplazar las instrucciones a Morales hasta despus de visitar al Excelentsimo Juan Luis Junquera. Conseguira una audiencia la semana entrante. Eran las seis y cuarenta y dos de la tarde. Se visti de prisa. Haba invitado a su esposa a cenar. Cruz la oscuridad del cuarto con sigilo y sali cerrando la puerta tras de s, sin despedirse de Ileana, Liliana oViridiana.

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