Tierno Galván - Ensayo Acerca Del Valor Social de Las Cosas

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ENSAYO ACERCA DEL VALOR SOCIAL DE LAS COSAS tSchiller aparece, como siempre, en plena posesión de su elevada person?lidad ; tiene en la mesa de té la misma grandeza que podía haber tenido en el Consejo de Estad'o. Nada hay que le embarace ni cohiba ; nada hay que logre abatir el vuelo de sus pensamientos. Kx- presa las cosas grandes que se le ocurren sin consideración ni reparo alguno. Era hombr e ver- dadero, y así debiéramos ser todos. En cambio, los demás nos sentimos cohibidos siempre ; cuanto nos rodea, personas y objetos, ejerce su influjo sobre nosotros ; nos molesta que la cu- charilla sea de oro, porque la queríamos de plata; y así, paralizados por cientos de con- sideraciones, no osamos dar libre curso a las cosas grandes que pudiera haber entre nosotros. Somos esclavos de los objetos que nos rodlean, y parecemos grandes- o pequeños, según que éstos nos limiten o nos dejen espacio para des- envolvernos libremente.* (Goethe, Conversaciones con Ecker- mann, 1.* de octubre de 1828.) ODEMOS considerar cierto que existir es en cierto modo coexis- tir. Pero en la co-existencia está implicado lo otro existente sin lo cual no sería posible. Co-existir es existir con «lo otro», que en tér- minos generales está constituido por la totalidad de lo que no so- mos nosotros mismos. Ahora bien, aunque la existencia en cuanto tal no admita ni más ni menos, los modos de ser de la existencia son distintos, pues existen las piedras, los ríos, los animales y los otros hombres, y no hay duda, creo yo, de que el modo de ser de la existencia de la piedra es distinto del modo de ser de la exis- tencia de un amigo. Con todo esto co-existimos, pero, ¿no será líci- to preguntarnos si del mismo modo? ¿Mi co-existir con la piedra no será diferente de mi coexistir con los demás hombres? Parece evidente, que mi existencia en común con lo que no soy yo cambiará en relación con el distinto sentido que tenga el modo 79

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Ensayo filosófico de Enrique Tierno Galván titulado "Ensayo acerca del valor social de las cosas".

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  • ENSAYO ACERCA DEL VALOR SOCIALDE LAS COSAS

    tSchiller aparece, como siempre, en plenaposesin de su elevada person?lidad ; tiene enla mesa de t la misma grandeza que podahaber tenido en el Consejo de Estad'o. Nadahay que le embarace ni cohiba ; nada hay quelogre abatir el vuelo de sus pensamientos. Kx-presa las cosas grandes que se le ocurren sinconsideracin ni reparo alguno. Era hombre ver-dadero, y as debiramos ser todos. En cambio,los dems nos sentimos cohibidos siempre ;cuanto nos rodea, personas y objetos, ejerce suinflujo sobre nosotros ; nos molesta que la cu-charilla sea de oro, porque la queramos deplata; y as, paralizados por cientos de con-sideraciones, no osamos dar libre curso a lascosas grandes que pudiera haber entre nosotros.Somos esclavos de los objetos que nos rodlean,y parecemos grandes- o pequeos, segn questos nos limiten o nos dejen espacio para des-envolvernos libremente.*

    (Goethe, Conversaciones con Ecker-mann, 1.* de octubre de 1828.)

    ODEMOS considerar cierto que existir es en cierto modo coexis-tir. Pero en la co-existencia est implicado lo otro existente sin locual no sera posible. Co-existir es existir con lo otro, que en tr-minos generales est constituido por la totalidad de lo que no so-mos nosotros mismos. Ahora bien, aunque la existencia en cuantotal no admita ni ms ni menos, los modos de ser de la existenciason distintos, pues existen las piedras, los ros, los animales y losotros hombres, y no hay duda, creo yo, de que el modo de ser dela existencia de la piedra es distinto del modo de ser de la exis-tencia de un amigo. Con todo esto co-existimos, pero, no ser lci-to preguntarnos si del mismo modo? Mi co-existir con la piedrano ser diferente de mi coexistir con los dems hombres?

    Parece evidente, que mi existencia en comn con lo que no soyyo cambiar en relacin con el distinto sentido que tenga el modo

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    de ser de la existencia de todo eso que yo no soy. Si clasifico loque es distinto de m mismo en tres rdenes, lo inanimado, comolas piedras y los ros; lo animado irracional, como una flor o unpjaro, y lo animado racional, los hombres, encontrar tre9 modosgenerales de co-existencia, cuya determinacin slo ser posiblecontestando a estas preguntas:

    1. Qu sentido y alcance tiene la coexistencia hu-' riiana con lo inanimado?

    2. Qu sentido y alcance tiene la coexistencia hu-mana con lo animado irracional?

    3. Qu sentido y alcance tiene la coexistencia hu-mana con lo animado racional (hombres)?

    Es verdad que lo que es distinto de m no se agota en los tresrdenes supuestos, que apenas si recogen el mundo sensible. Hayotras cosas que no soy yo, como el arte o el Estado, que no estnincluidas en la anterior clasificacin. No obstante, para el fin pro-puesto, basta plantearse y responder a esta pregunta :

    Qu sentido y alcance tiene la coexistencia humana, con loinanimado? (1).

    En general se plantea en la anterior pregunta el problema delvalor sociolgico de las cosas. Por lo pronto la relacin de co-exis-tencia entre hombre y cosas no es parigual; tiene un sentido dems a menos. El hombre pone ms en las cosas que las cosas en elhombre. Este poner ms consiste en que la accin humana da yconserva el sentido a las cosas. Una piedra es slo una piedra has-ta que alguien la hizo hacha. El hacha de silex es ms que un gui-jarro, es un guijarro con sentido social. Una flor, no fue sino unacosa en bruto hasta que se aproxim a una mejilla, se prendi deun vestido o se destil su esencia.

    Conferir sentido social a una parte del mundo sensible inani-mado, es en cierto modo causarla, hacerla cosa, como ya sugierela expresin cosa etimolgicamente muy prxima a causa. Silas cosas son causadas conviene distinguir, desde el punto de vistasociolgico, la res, en cuanto mera realidad, las cosas que de-nuncian la realidad ms un cierto sentido sociolgico, y los

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    jetos, en el sentido que tiene la palabra espaola objeto, cuan-do decimos : la casa est llena de valiosos objetos.

    En la anterior tricotoma est supuesto un .proceso, cuyas eta-pas se denen por una mayor carga de sentido sociolgico. Las aresson exteriores o lo sociolgico, las cosas tangentes, los objetos se-cantes.

    Ahora bien, desde la generalidad de Las abstracciones la articu-lacin del proceso parece demasiado rgida para ser socialmentcvlida; no obstante, no hay que olvidar que lo social en s es comouna esfera de cuyos infinitos puntos pueda-ser tomado, arbitraria-mente, uno cualquiera como centro. De esta manera, sin atentar ala validez apodctica del lugar geomtrico las situaciones cam-bian, y pueden ser distintas para cada cual, res, cosas y ob-jetos. Para m, por ejemplo, una pieza de tela en cuanto tal tieneel carcter de res, una cierta cantidad de esa tela ms los adita-mentos necesarios para hacer un vestido es una cosa, la vestiduramisma sera un objeto.

    En trminos generales, no ya respecto de m u otro, los objetosse definen por su mayor socializacin. Los objetos ms objetos,pudiramos llamarlos artculos, los artculos (2) tienen un am-plio ndice de generalizacin y uso, que en los objetos es menor.Ahora bien, la situacin de res,

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    por una nueva serie de palabras que pudieran ser stas: enseres,tiles y adminculos. La relacin entre los trminos de las dos se-ries sera la siguiente, a partir de las cosas:

    Valoracin general: Cosas objetos artculosValoracin personal: Enseres adminculos tiles

    Estudiando los trminos de ambas series se observa que cadauno de los de una se corresponden biunvocamente a los de la otra,tomando como element de comparacin la intensidad de la car-ga, social o personal, puesta en cada uno; pero entre los elementosde la segunda serie no existe la relacin de crecimiento que se daentre los de la primera. En efecto, entre cosas, objetos y artculoshay una relacin creciente de menos a ms en orden a la mayorsocializacin de cada uno. Sin embargo, entre enseres, adminculosy tiles no existe tal relacin, cualquiera que sea la ordenacinque les demos. Esto es ya por s un resultado importante; muestraque enser, adminculo y til no 6on partes de un proceso social,sino categoras arbitrariamente producidas por la voluntad de cadauno. En otras palabras, que entre las dos series hay una contrapo-sicin de sentido. La primera es fundamentalmente social, y anti-social la segunda. Bien es verdad que es antisocial slo en la me-dida en que es social, .pues cabra distinguir entre lo antisocial ylo no social. Esto ltimo sera lo contrario y aqullo lo ob-puesto.Los contrarios se anulan en tanto que los ob-puestos se incluyen. As,lo diverso incluye lo sencillo, el bosque del rbol, el continente alcontenido, lo social a lo antisocial, pues donde no hubiere encuentroy oposicin de cada uno con la muchedumbre de los dems, nohabra sociedad humana, sino unin zoolgica. Ahondando ms,haba que distinguir entre ob-puestos, contrarios y polarizados. Enefecto, los trminos de una relacin axiolgica bueno, m a l o -estn polarizados como nadie ignora, los de una relacin socialaparecen ob-puestos en cuanto uno incluye al otro sin que hayaentre ellos una relacin de positividad o negatividad individuo,sociedad, y los trminos meracente lgicos ser, no ser apare-cen como contrarios en una relacin de simple exclusin concep-tual del uno por el otro.

    Esta digresin permite aclarar que los trminos de la serie en-eer, adminculo, til, se relacionan con las de cosa, objeto, ar-tculo no por modo no social, es decir, en cuanto contrarios,

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    ni por modo asocial, es decir, en cuanto (polarizados, sino pormodo social, es decir, en cuanto ob-puestos, ya que la ob-po-sicin caracteriza lo propiamente social. Slo existe la ob-posi-cin en cuanto existe el hombre; la nuda relacin entre una pie-dra y un rbol es la del principio de contradiccin, una piedraos una piedra en cuanto no es rbol, y algo es bello y no feoaporque la positividad de la belleza excluye la fealdad. Sin em-bargo, el hombre es la nica entidad que se ob-pone en principioa sus semejantes, despus a las cosas. Cuando Aristteles dice queel hombre es un animal sociable por naturaleza es decir, por silsubstancia- dice que se ob-pone, y de este modo se compone elComplejo mayor que es la Polis. Desde este punto de vista hay queadmitir a la usanza platnica la relacin flosomntica entrePolis y poleo, pelear, oponerse.

    Ya en posesin de una terminologa que designe el sentido so-cial de lo inanimado, hemos de replantearnos, para que la repeti-cin dificulte el olvido, la pregunta inicial acerca de la relacindel hombre con lo inanimado.

    Habamos dicho al principio que en la relacin hombre-objetose daba una diferencia de cualidad dirigida constantemente en di-reccin los objetos. Era el hombre quien ms pona. Pero elms poner humano puede volverse contra el hombre y apresarleo limitarle. Los objetos cargados de sentido social adquieren antenosotros cierta autonoma e imperio. El rehuir su mandato suponeun atrevimiento y atreverse deja abierta una interrogacin respectodel xito o el fracaso sociales. Respecto de un objeto tan cargadode sentido social como un sombrero masculino o, para exagerarel ejemplo, una ramo de azahar, quin se atreve? Quin intro-duce arbitrarias modificaciones en la forma de los sombreros dehombre? Quin ve con sosiego un ramo de azahar en torpemanos?

    Desde este punto de vista hay en los objetos una-singular con-crecin de la normatividad social. Del mismo modo que la bellezaslo es perceptible en esto o aquello, en un cuadro o en un rostro,lo social slo se percibe en los actos o en las cosas, primariamenteen los actos, porque el hombre pone ms, pero tambin en lascosas, porque no hay actos sociales sin cosas. El hombre coexis-te'con I09 objetos y cosas en cuanto es social, y es social en cuan-to coexiste con cosas y objetos, al menos con relacin a una so-ciedad humana.

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    Pero los objetos Cargados de sentido social nos presionan y limi-tan, no slo en cuanto son concreciones de acciones y reaccionessociales, sino en cuanto mera realidad. En otras palabras : que elgentido social est en cierto modo predeterminado por las condi-ciones reales de la cosa u objeto. Un vagn del ferrocarril poseedeterminadas condiciones fsicas que provocan la intimidad e in-cluso la confidencia, condiciones que no fueron pensadas en fun-cin de confidencia e intimidad. Conviene en este momento acla-rar, sino intentaremos hacer -una axiologa social. Cuando habla-mos de la concrecin de la normatividad social en las cosas, nono9 estaremos refiriendo a un valor que se contrae en un bien?Y si es as, no habremos rebasado el mbito de lo sociolgicopara incidir en el valorativo, con lo que este ensayo no ser pro-piamente un ensayo de sociologa? desde nuestro punto de vis-ta, y en este sentido empleamos la palabra, valor es todo modode estimacin social vigente.

    En la anterior de-finicin hay incluidos los siguientes elemen-tos : a) Lo estimado una casa, por ejemplo. b) El modo de es-timacin es cara o barata, buena o mala. c) La socializacindel modo.

    Ahora bien, el que la casa sea cara o barata, cmoda o inc-moda, de moda o pasada de moda, depende del fundamento so-cial del modo de estimacin. No tendra razn de ser decir a unacasa barata, si no existiere la base sociolgica del juego de intereseseconmicos. Es ms, se le puede decir barata porque existe esteprevio fundamento social. Lo mismo ocurre, y el ejemplo resultaan ms claro, si decimos que est o no de moda, o que es cursi.Cmo podramos decir que est de moda si no existiese previa-mente la realidad social en cuyo seno es posible y se ha producidoese modo de estimacin Comn al que llamamos moda?

    Es evidente que la mayor parte de los valores valen en cuantoson modos de estimacin social, pero algunos, y en ellos est elquid, parece que valen por s mismos en cuanto tales. Si nos fija-mos en lo que la filosofa tradicional llamaba trascendentales, pa-rece que algo es bello no porque se abra a una estimacin social

    omn, sino porqne es o vale como tal, lo mismo ocurre con lobueno, con lo verdadero, etc.

    No obstante, y el lector ya lo habr sospechado por el empleode esa cauta expresin aparece, desde este punto de vista ve-rum, bonum, pulchrum, etc., no son sino modos de estimacin so-

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    cales. Desde la perspectiva individual la famosa e incoercible acia-ritas esttica se reduce al mero juego psicolgico de estmalo yreaccin seguido de la vivencia de placer o displacer en el casode la fealdad u obscuritas consecuente a determinados estmu-los. En el fondo psicolgico de toda vivencia esttica, est la reac-cin placentera de un impulso excitado por medio de una met-fora. Un cuadro bello es un modo metafrico en el sentido derecorrer con un rodeo de halagar un impulso, en trminos msconcretos y mediatos, un deseo. La representacin de un paisajesatisface un impulso primario de radicacin en la naturaleza pormedio de una metfora, la representacin, que en cuanto es acer-tada regpecto de su fin es bella. La belleza en cuanto metfora delos impulsos, no es sino el modo oblicuo de incitar stos.

    Por otra parte, la ilusin de belleza en cuanto tal, verdad encuanto tal, etc., no aparecieron sino cuando hubo un transfondasocial en cuyo seno las vivencias y los estmulos haban adquiridodeterminada objetividad simblica y, por lo tanto, comn. El arteno es desde este ngulo, sino el resultado de un proceso de so-cializacin de determinados estmulos presentados en metfora. Ellector comprender mejor lo que intentamos decir, si considera lamanera picassiana. Es una concepcin de la pintura que ha des-truido los estmulos socializados con tanto esfuerzo, y, por conse-cuencia, no es arte, no tiene belleza. Podramos decir que no po-see ninguna manera metafrica de halagar los deseos ms obviosy generales. En resumen, y esto es lo que deseaba aclarar, la axio-logia no tiene razn de ser sino como rama de la sociologa, encuanto todo valor se reduce a la socializacin de un estmulo me-tafrico. Concedido esto, aunque sea cesub conditione, las refle-xiones que siguen aparecen, por lo menos intencionalmente, justi-tificadas.

    Los valores 6e incluyen en la realidad siempre Condicionadospor la estructura de lo real. En otras palabras, que el modo deestimacin comn de una piedra ser distinto al de un rbol porel simple hecho, de que una piedra es una piedra y un rbol unrbol. El que un vagn del ferrocarril sea estrecho y alargado,tenga ventanillas, etc.. condiciona a priori 6U sentido social. estas condicionantes hay que aadir las que pone el modo de esti-macin comn cuando, desde nuestro punto de vista, las hace acosa,objeto, etc.

    Ocurre segn lo anterior que nuestro recorrer vital es un dis-

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    currir entre res, cosas y objetos, del mismo modo que un ro discu-rre entre y por los obstculos que bordean su lecho. As como elro hace su cauce conformando lo que encuentra, el obstculoencontrado contribuye a preconfigurar el futuro recorrido del cau-ce. De esta manera se fija conceptualmente el sentido social de lascosas y objetos en cuanto obstculo. Los instrumentos no slo nossirven, sino tambin se nos oponen e imponen, en el estrato deres, en el de Cosas, en el de objetos.

    Para ciertos espritus especialmente influenciables estas pasionesde las cosas y objetos, que corregular y se oponen a las acciones,son deprimentes o consoladores. Es el caso de Reiner Mara Ril-ke, el poeta teorizador de las cosas. En general es un dato co-mn al a exietencialismo la preocupacin respecto de las cosas yobjetos. El supuesto en mayor profundidad Comn el existencialis-mo es la cefintud y su irremediabilidad. Ante la finitud irreme-diable los objetos cobran inusitada importancia en cuanto ingre-dientes del mundo. Dice Rilke que las enturas tienen los ojosfrancos a lo abierto (das Offene). Para el hombre immer ist esWelt, siempre se da el mundo abierto, obstaculizando la visinde lo vaco sin cosas y por ende ilimitado. Ya de nios, insiste elpoeta, se nos obliga a ver lo conformado, lo abierto como exis-tencia.

    Nosotros no tenemos jams, ni nn solo dael espacio puro ante nosotros, en el que las floresse despliegan infinitamente. Siempre es Mundo,y jams el ningn lugar sin nada,lo puro, lo incustodiado, lo qne uno respiray sabe infinitamente y no pretende.

    Cuando nio, uno se pierde escondidamente por estoy le sacuden y espabilan. O se muere y lo es (3).

    (3) Wir haben nie, nicht einem einzigen tag,den reinem Raun vor nns, in den die Blumenunendlich anfgehn. Immer ist es Weltund niemals Nirgends ohne Nicht:das Reine, Unberwachte, das man atmet undunendlich weiss und nicht begehrt. Ais Kindverliert sich eins im Stilln an dies und wirdgeriittelt. Oder fener stirb und ists.

    (Empleo en el texto la traduccin de G. TORHENTE BALLESTER. Cf. Elegaoctava.)

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    Ante el amando, para' siempre encarado a nosotros que nopodemos eludir tal obsesionante encaramiento, slo es vlido unmodo de huirle y transponerle, hacerlo nuestro de la manera msentraable, incorporndole al propio acrecentarse y enriquecerseemocional. En este caso pueden los objetos, incluso servirnos de con-suelo y ayuda.

    ccLa naturaleza, las cosas de nuestro trato y uso, son cosas pro-visionales y caducas; pero son mientras estamos aqu, nuestra pro-piedad y nuestra amistad; son consabidoras de nuestra alegra ymiseria, como ya fueron los confidentes de nuestros antepasados.As, no solamente no hay que calumniar y descalificar lo de aqu,sino precisamente por su provisionalidad, que Comparte con nos-otros, estas apariencias y cosas tienen que ser comprendidas ytransformadas por nosotros, con inteligencia entraable (4).

    La idea anterior se traduce poticamente en los admirables ver-sos de la poesa A un nio:

    N A i N ;So wie hir alie schwanktet weder.

    die Zuckerdose, noch das Glas voll Wein.Der Apfel lag. Wie gnt das manchmal war,den festen rollen Apfel anzufassen,den starken Tisch, die stillen Frhstckstassendie guten, wie bernhigten sie das fahr (5).

    La confianza que Rilke expresa en lo construido por el hombrey, en general, en lo que no siendo nosotros no es muy prximo, nosignifica en principio confianza en los objetos en cuanto objetos, sinoConfianza en uno mismo procedente de lo otro.

    El decurso de la vida social que discurre aumenta su compaci-dad y ncleo al tropezar con la consistencia de lo ajeno, de ma-nera que si los objetos, en general el mundo, agobian, tambinayudan a un discurrir confiado. La confianza en los objetos se con-

    (4) De la carta a Bulewicz, cit. por G. T. BALLESTER en la ed. de las Ele-gas citada.

    (5) Como vosotros vacilabais,ni el azucarero ni la copa de vino vacilaban.La manzana yaca all. Qu bueno era esto a veces,tocar la dura y compacta manzana,

    , la mesa fuerte, las silenciosas tazas del desayuno,las buenas; cmo daban sosiego al ao todas ellas!

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    vierte en confianza en uno mismo en cuanto el uno mismo desdeel punto de vista social aumenta por la presencia de los objetos.En el fondo, Rilke quiere convertir las cosas en enseres, los objetoen adminculos, es decir, personalizar los valores sociales, paraescapar a lo abierto, a lo.que es otro (6). Desde este punto de vis-ta adquiere pleno sentido una frase de Nietzsche, que tiene, enapariencia, mucho de enigmtica. El que, Conforme a su natu-raleza, est lleno de temor ante las personas, pero conserva todosu valor ante las cosas, teme las relaciones nuevas y las nuevas in-timidades, y restringe las antiguas para que se confundan su in-cgnito y su radicalismo ante la verdad (7).

    Ahora bien, es necesario tener en cuenta que aun dentro de loobjetos caben graduaciones en cuanto a la intensidad de su sig-nificado social. Por lo pronto la carga contrada en un objetoo cosa puede ser positiva o negativa. La llamamos positivacuando tiene o tiende a tener el mximum de vigencia social, ne-gativa en el caso contrario. El paso de lo negativo a lo positivo estdefinido por un lmite indeterminable. Un vestido tiene durantecierto tiempo vigencia social hasta que en un cierto momento lapierde. El trnsito est determinado por multitud de elementosapenas coercibles. No es slo el uso, sino tambin la oportunidadcolor, de la tela, del corte, es decir la moda. En efecto, algo estde moda cuando tiene la mayor carga social positiva; segn lapierde o altera se transmuta en demod. Pues bien, segn losobjetos pierden vigencia social la ganan personal.

    Aun a riesgo de pecar de monotona seguir utilizando el ejem-plo de la vestidura. Un traje acabado de hacer tiene mucho decosa, al cabo de pocos das es un objeto tanto para m que mehe adaptado a l, como para los dems, ya que conserva sin dis-minucin su cualidad de objeto. La coincidencia conmigo y conlos dems en cuanto objeto da el mximo valor social al traje.Sin embargo, cuando aparecen las rodilleras y coderas inevitables,constitutivas de la vestidura misma, y el traje se personaliza uni-mismndose con el llevador, comienza a perder el sentido positivode su carga social, tiende a ser cosa y ms tarde res. Desde lue-

    (6) Qu es lo abierto? Aquello que tienen alrededor la criatura y elente. As lo define GUARDINI. ZU Rainer Mara Rilkes Deutung des Daseins,pgina 56. Berna, 1946.

    (7) Aurora. Aforismo Si l .

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    go ton, como deca Unamuno, smis rodilleras, mis coderas, peroen este caso el posesivo tiene un sentido claramente antisocial. Des-de el pinito de vista psicolgico provoca un estado emocional pa-radjico. Por un lado es ahora cuando el hombre comienza a con-fiar de veras en sus enseres y adminculos; los hace entraablecomo deca Rilke, pero por otro la alteracin del sentido social lecoloca en situaciones difciles ante los dems humanos que Con lcomparten un clima social comn.

    Por algo as como un instinto social, cuyas races son muy hon-das, slo a las personalidades de excepcin se les tolera la dema-siada personalizacin de las cosas. El pueblo ve algo superior enel atrevimiento ante los objetos, y lo vincula a personalidades su-periores. De aqu sin duda, desde un determinado punto de vista,la vigencia social del distrado. Pero hemos de ser fieles a la obli-gacin sobreentendida, de discernir ms y mejor que el pueblo.Hay ciertamente superioridad en el atrevimiento ante los ob-jetos? Hay un atrevimiento autntico que consiste en el despreciode los objetos en cuanto contraccin de un determinado clima so-cial, sin otra6 condicionantes que las propias convicciones. Puedeparecer risible o tonto, pero siempre inspira respeto. Calicls, quesenta antipata, respeto y simpata tout mel hacia Scrates,explic a pesar suyo la superioridad del que se atreve con los ob-jetos. Deca Calicls : Esta es la verdad, Scrates, y te conven-cers de ello si renuncias a la filosofa y te dedicas a esludios supe-riores. La filosofa, Scrates, no carece de encanto si se usa de ellacon moderacin y durante la juventud, pero si se excede el justotrmino se convierte en una calamidad. Por muy buenas condicio-nes que tenga un hombre, si insiste en cultivar la filosofa duranteu madurez es imposible que no se haga extrao a todo aquelloque es preciso conocer para llegar a ser un hombre educado y res-petado (8).

    Calicls expone un elemento hasta ahora slo esbozado queaclara por Completo los motivos que fuerzan a reconocer a estaclase de hombres una determinada superioridad. Siendo conscien-tes desde nuestra perspectiva del valor de los objetos en cuantotales, I06 desprecian aunque no los menosprecien. Es saber que pue-den y no quieren lo que justifica la superioridad. Desde un puntode vista estrictamente social Scrates no era, Calicls lo insina, un

    (8) PLATI, Gorgias, 484, c.

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    hombre educado, porque completamente educado desde un puntode vista exclusivamente social slo est quien respeta con sumisinlos objetos en cuanto tales.

    Calicls nos ha abierto el panorama de la educacin en funcindel respeto o irrespeto hacia los objetos.

    La educacin en cuanto mera actividad social y no en cuantopaideia es en buena parte el arte de servirse de las cosas. Paraentender por completo la afirmacin anterior es necesario distin-guir servir de utilizar. El vocablo utilizar lo empleamos paradesignar el us sin distingos ni matices de una cosa en cuanto talpara el fin que de un modo primario se adeca. Un cuchillo paracortar, un tenedor para pinchar, una cuchara para vaciar. Este esel sentido inmediato de la realidad en cuanto cosa. No obstanteel uso casi indiferenciado de las cosas en Cuanto tales denunciainadaptacin al medio, y esto, en cierto modo, es mala educa-cin.

    Servir es la palabra que empleamos para indicar exactamente locontrario, el uso cuidadoso de los objetos para fines muy dife-renciados. Es decir, la aplicacin de cada instrumento al fin quefocialmente tiene atribuido como vigente. Ntese que hay una cier-ta adecuacin entre cosa y utilizacin, objeto y servicio.

    Una vez ms el tema central de este captulo renueva su presen-cia; la fuerza social contrada en los objetos, que contribuye aconfigurar nuestro decurso.

    Desde el punto de vista de la mera instnimentalidad de las co-sas, tenan razn ciertos escolsticos negando al instrumento accinpropia que no fuera accidental. La accin del instrumento noncompetat secundum formam propiam, sed secundum quod moveturab agente principali. Pero desde el punto de vista social, que es-taba indito en esta perspectiva para los escolsticos, el intrumen-to es o no es objeto; si es un objeto, es decir si lleva una cargasocial positiva, posee no una actio, pero s una passio que con-venit sibi praecise ut objeto.

    n

    Una clase de atrevimiento inautntico ante los objetos es el deRilke y Unamuno. Tal por lo menos como literariamente se pre-senta, la demasiada adhesin a los objetos y excesiva apoyatura en

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    ellos, intentando convertirlos en enseres y adminculos, denunciamiedo. Miedo a desasirse de la nitud. La finitud tiene un modoespecial de expresarse en lo conjunto. En este sentido, el mundoodia la distancia. Personalidades como Reine Mara Rilke y Una-muno tienen miedo a perder los bienes inmediatos ya hechos suyos,porque la prdida acarrea la necesidad de subsistir y encararse conlo que es otro como cosa y aun como objeto, y vencer su lejanahasta hacerlo enser o adminculo, en cuyo vencimiento subyace,hasta que se cumple, el miedo a perder el contacto con lo finito.Para quienes la consciencia de realidad se agota en lo finito, lascosas son, ya lo hemos dicho, una apoyatura inexcusable.

    Con frecuencia sucede que se toma a estas personas por debe-ladores de lo socializado cuando, en el fondo, slo quieren darleun estado de quietud; que sea siempre igual y lo mismo.

    Hay un tipo de hombre que se atreve a las cosas por odio, y otropor amor. Constituyen dos clases de revolucionarios, el revolucio-nario econmico-social y el revolucionario religioso.

    Un elemento que se da casi como una constante en las pertur-baciones sociales profundas es la destruccin de objetos y cosas,pero no accidentalmente a un estado de guerra, sino substantiva-mente por la destruccin misma de lo que los objetos significan.Para Comprender la relacin hombre-ccobjeto en este caso, es ne-cesario tener en cuenta :

    a) Que toda regin de objetos est verticalmente diferencia-da en sectores que se agrupan respecto de un objeto arquetipoo modelo.

    De esta manera para no dejar la esfera de los ejemplos tri-viales la regin de objetos llamados cuadernos, o casas, se es-tructuran por y en una serie de sectores, casas sin comodidades,con comodidades, con lujo, etc., que simbolizan o reducen su ex-presin a un tipo plenamente cargado de sentido social que consti-tuye su mxima concrecin e imagen. Con un trmino algo impre-ciso pudiramos llamar a tal casa o cuaderno arquetpico, ideal.

    Til objeto ideal, lejos de ser inasequible, es asequible, es ms, siem-pre hay unos objetos ideales vigentes, ms o menos propicios. Estesentido tienen las frases he visto el piso ideal, el coche idaloe, incluso, en cierto aspecto, la mujer ideal, La moda est siem-pre enderezada hacia el objeto ideal, tiene la pretensin de rea-lizarlo.

    b) El hombre acta siempre con referencia a la consecucin

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    de objetos ideales o arquetpicog que aunque son su ideal tam-bin son el ideal, es decir, tienen una realidad objetiva plena-mente diferenciada de la subjetiva.

    En este sentido, cuando se ha logrado la congruencia perfectaentre el deseo y el objeto ideal deseado, aparece la personalidadsocial tpica con caracteres definidos. El ricacho, el burgus, el aris-tcrata, en sus mil variedades.

    c) Que el hombre se alberga dentro de determinadas estructu-ras sociales en los objetos. El hombre pertenece a un determinadocomplejo social de modo efectivo cuando maneja sus objetos.Durante ciertos perodos esta afirmacin ha tenido una vigenciasocial rigurosa. Slo para los escribas eran aobjetos el punzn ylas tablas, slo para el hombre libre la clmide tena valor de ob-jeto en Grecia, y Scrates alaba a quien sabe sujetrsela en elhombro derecho con un ademn que no es hacedero para un escla-vo. Aun hoy, poca en que las clases tienden a indiferenciarse cua-litativamente, el asalto de clase a clase complica la dificultad, dealbergarse entre nuevos aobjetos. De aqu que el objeto sea un-,testimonio de clase y que recaiga sobre l el resentimiento social.

    d) La adaptacin repentina a un sector de objetos extraos,.es decir, de cosas para el inadaptado, no es hacedera. Los objetos,en cuanto sirven, estn en conexin con un complicado armadijode referencias que hacen que su mera utilizacin resulte insatis-factora. Si fuere posible la comprensin completa y espontnea delas referencias insertas en una regin de objetos o en el sector deuna regin, la adaptacin de clase a clase, de estamento a estamen-to, e incluso de casta a casta sera repentina. Bastara estar entre-las cosas, para servirnos de ellas como objetos.

    Don Quijote tom una venta por castillo, la cuadra por sala de-armas, las maritornes por doncellas linajudas, y sali adelante consu empeo de hacerse caballero cuando el dueo de la venta le dio-un espaldarazo fingiendo leer en el libro de cuentas del fign. Si'alguien gracias a los dioses nadie lo hizo hubiera sacudido alcaballero hasta hacerle entrar en s y ver las cosas como los demas-as vean, automticamente hubiera descendido de un sector deaobjetos a otro y de miembro de la caballera andante a simplehidalgo. nicamente el loco, y don Quijote lo estaba y de remate,,puede saltar de un sector de objetos a otro, porque se sirven de-ellos no por el sentido que tienen, sino por el que les atribuyen,,sin que esta atribucin est internamente falseada por el error, ya-.

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  • ENSATO ACEBCA DEL VALOR SOCIAL DE LAS COSAS

    que ante el loco quienes se equivocan son I09 dems. De aqu quepara don Quijote no exista la vergenza social en este aspecto yest siempre seguro de s.

    Si teniendo en cuenta las consideraciones que hemos hecho re-trotraemos la cuestin al momento inicial y preguntamos nuevamen-te acerca de las condiciones y significado de la destruccin revolu-cionaria de las cosas y objetos, podremos Contestar con bastanteseguridad.

    Por lo pronto, en el momento orgistico de las revoluciones so-ciales lo que se destruye ante todo son los modelos o arquetipos degrupo, que resumen lo mejor de un sector de objetos. El instintosocial, en este caso al servicio del odio, lleva al destructor a ele-gir sin equivocaciones el objeto de mayor carga social positiva. Noexisten elementos estadsticos que puedan emplearse como punto departida seguro; pero, grosso modo, disponemos de hechos indiscu-tibles que podemos usar como grandes nmeros. Disponemos delhecho indiscutible de la destruccin de smbolos religiosos en lasluchas sociales. Que durante las guerras de religin catlicas y pro-testantes se destruyesen recprocamente las respectivas capillas, nopuede sorprender a nadie; sin embargo, que durante la ltima gue-rra civil espaola se destrozaran por parte de los rojos con m-todo y constancia los smbolos de la religin catlica, es un hechosorprendente porque no se trataba de una guerra religiosa, sinosocial. Que no se trataba de una lucha religiosa parece indudable.A mi juicio, los smbolos religiosos se destruan porque se vea enellos la mxima carga social positiva. Si se hubieren interpretadonicamente en cuanto expresin de lo divino, no se hubieran aniqui-lado ; el miedo hubiera prevalecido sobre el deseo de destruir. Has-la en la hereja iconoclasta parece transparentarse un cierto odio alas cosas en cuanto soporte de situaciones sociales. Desde un puntode vista teolgico se puede explicar la hereja meramente como con-secuencia exagerada del manofisismo. Quiz esta explicacin sea bas-tante para encontrar el subsuelo del movimiento iconoclasta en Bi-zancio, donde los problemas religiosos se discutan en debates calle-jeros, ltimo testimonio de la tendencia agrica de la cultura grie-ga; pero en Occidente, en el Imperio carolingio y cuando el Em-perador tuvo que intervenir con la mxima energa contra los ico-noclastas, es evidente que los destructores tenan el ansia de refor-ma social y destruyendo las imgenes deshacan un determinado

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  • E. .TIERNO CALVAN

    estado de cosas expresado en la demasiada mundanizacin de laIglesia.

    Por las mismas razones los instrumentos personalizados, ense-res, adminculos, tiles, cuando a los ojos del destructor muestranmejor una personalidad, que la impersonalidad social, son respe-tados. Se destruyen los objetos de los dems que para el destructorson meras cosas cuando no simples res. Se destruye un espejo,I09 muebles, las tapiceras; pero ante la vajilla que una familiausaba (enser), o la cigarrera de otro (adminculo), o su pluma esti-logrfica (til) si han perdido la primaca como objetos siente elque destruye por odio social un indefinible aspecto. La impersona-lizacin de los objetos invita a lo que la personalizacin de los ad-minculos reprime. El odio social digmoslo as, est impersonali-zado en cuanto actitud comn, ante Cosas y objetos, por cuyarazn recae sobre algo tambin impersonalizado aunque no indi-ferenciado respecto de otros hombres.

    As como el enser, o el adminculo, suele ser submarginal alodio social, el artculo es supermarginal, pero marginal al fin decuentas. El artculo, testimonio mximo de la impersonalizacinde la tcnica y el comercio actual, est en cuanto artculo absolu-tamente deshumanizado. Pinsese en una tuerca, en su singularcosmopolitismo y generalizacin.

    Al ciego proceso de destruccin de objetos dirigido hacia elarquetipo de cada regin, sigue el proceso de la asimilacin de aco-sas a objetos, o en otras palabras, de integracin de las cosasque eran objetos arquetpicos para otros en nuestro propio aobje-to ideal. La historia de la arquitectura ofrece ejemplos clarsi-mos. Aprovechar una mezquita, en cuanto cosa, para hacerla unacapilla catlica, equivale a reducir el objeto ideal de otros en nues-tro propio objeto ideal. En este caso nunca ocurre que la presen-cia de un objeto ideal ajeno nos imponga la fuerza social que con-tiene; al contrario, le procuramos convertir en objeto ideal pro-pio dotndole de nuevo sentido social. El contenido de esta trans-formacin y su sentido se evidencia considerando un objeto en doipocas. Sea, por ejemplo, el abanico. En el siglo XVIH y en el XIXel abanico de valor intrnseco, de marfil, pintado a mano, etc., eraun objeto valioso de uso. Estaba vinculado a un conjunto de for-mas sociales, el saln, el discreteo, que al desaparecer obligaron adotarle de una nueva carga social considerndole objeto histri-camente valioso. Con loi objetos que han perdido vigencia social

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  • ENSAYO ACERCA DEL VALOR SOCIAL DE LAS COSAS

    puede ocurrir, o que se olviden, o que se conviertan. Si se olvidan,el olvido es la ausencia absoluta, desaparecen en cuanto objetoso acosas y se transforman en ares. Si se convierten, adquieren unnuevo sentido social primario en cuanto son objetos ideales de otroscomplejos de relaciones sociales. Hoy el abanico valioso es unaacosa de vitrina, su fuerza est en la presencia histrica que con-tiene. Y no se objete a esto que es valioso porque es raro; tam-bin ciertas hormas de zapatos de hace un par de siglos son ara-ras y su rareza no complica esa nueva valoracin como objeto idealque atribumos al abanico.

    Ocurre que vivimos un historicismo absorbente cuya razn deser est en el miedo al vaco. Padecemos una verdadera fobia a ladistancia, en cuanto ausencia; necesitamos estar conjuntos y pare-tados con el presente y con el pasado, y para hacer a ste resisten-te e inmediato hay necesidad de llenar cualquier laguna del pret-rito por la que pudiramos escurrirnos hacia la nada. De aqu elexagerado sentido anticuario de nuestro tiempo y la continua con-versin de cosas que fueron objetos ideales en nuestros objetos idea-les dentro de cierta regin de objetos.

    En el caso de las alteraciones sociales violentas suele darse unadegradacin social en la conversin del sentido de ciertos objetos,por la razn de que los estratos sociales inferiores suelen hacer elpapel de protagonistas. En la destruccin de parte del mobiliariodel Temple, los revolucionarios destruyeron casi todos los objetosque alcanzaron, no obstante no se sirvieron sino utilizaronaquellos de que se hicieron dueos. E, incluso, cuando se servande ellos, el desconocimiento de todas y cada una de las relacionessociales de que el objeto era nudo, le obligaba a una cierta degra-dacin del sentido de la carga social. Permite esto aclarar que laadecuacin del hombre con un objeto ideal nunca es perfecta si enel objeto hay subyacentes significados sociales a los que el hombreno puede o no sabe adaptarse. De aqu que en el perodo de enfre-namiento que suele seguir al momento orgistico revolucionario,sean frecuentes los personajes inadaptados a los objetos, desequi-librados sociales cuya actitud psicolgica en el comportamiento so-cial es siempre de agresividad y desafo.

    La dificultad de asimilar por completo los objetos ideales de otrogrupo, que vemos como Cosas, slo se vence totalmente cuando ta-les objetos se socializan en el grupo que no los posee, es decir,cuando se hacen artculos. El bao en cuanto entidad, no en

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  • ENSAYO ACERCA OEL VALOB SOCIAL DE LAS COSAS

    generacin de dandys, la seala perfectamente la denominacin quese les dio en Francia de guantes amarillos-. Los guantes fueron elobjeto smbolo para los dandys.

    Cada generacin, junto Con el acontecimeinto definidor y con elhombre arquetipo, posee un objeto smbolo. No siempre es fcildescubrirlo. No obstante, disponemos para ilustrar nuestra afirma-cin de un ejemplo prximo e interesante. Me refiero a la camisacomo objeto smbolo de las generaciones actuales. Camisa negras,camisas rojas, camisas azules.

    Previamente hemos de advertir que el objeto ideal no siemprecoincide con el objeto smbolo. En el caso concreto propuesto esindiscutible que una camisa negra o roja no es la camisa ideal,no obstante es el objeto smbolo. Es digno de estudio el labernticoentresijo de elementos que integran, sociolgicamente, la elecciny vigencia de este smbolo.

    Por lo pronto, la camisa masculina es antes un artculo queun objeto. Posee tal generalizacin en Occidente, que ha per-dido los lmites de vigencia social que caracterizan a los objetos.Precisamente porque es un artculo significa de modo absoluta-mente impersonal a la masa. En cuanto artculo ha rehusado cual-quier contenido sociai concreto y, como ocurre en esta clase de en-tidades, por un exceso de sentido social tiende a perder signifi-cado sociolgico. Al aadirle un color simblico retoma significa-cin sociolgica y se convierte en objeto. Desde este punto devista podemos llamar uniforme a todo artculo convertido en ob-jeto por la aadidura de un significado sociolgico comn a ungrupo. Un cordn vinculado a un cierto color simblico, 6endo, porejemplo, para un hbito, resulta un uniforme. Pero el uniformeen cuanto tal hace desaparecer el artculo que subyace inadvertido,salvo en el caso que consideramos, la camisa smbolo, en el que anest presente y presionante.

    En un uniforme la uniformidad no procede del simbolismo co-mn, sino del artculo; es ste quien presta su impersonalizaciny generalidad y el smbolo quien lo rompe y tiende a ocultarla. Enefecto, en el conjunto de intenciones que matizan socialmente eluniforme suele estar implcita la de que se olvide el artculo quesirve de base. Nadie piensa que un chfer lleva chaqueta, sino cha-queta de chfer, sin pararse a distinguir entre el artculo (cha-queta) y la realidad que sirve de base a los smbolos que caracte-rizan a la chaqueta (chfer). Pero con la camisa en cuanto unifor-

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  • E. TIERNO CALVAN

    me ocurre que el elemento subyacente, el artculo, no slo no seelude, sino que se suscita. Hasta hay referencias emocionales muyrespetables en todo caso en himnos y alocuciones a la camisa encuanto artculo. Por qu no slo no se elude, sino que se acenta,la presencia de tal estrato subyacente?

    A mi juicio, lo que hay en el fondo de todo esto es el deseo,quiz no consciente del todo, de evidenciar que poseyendo unaconcepcin del mundo segura y absorbente, asentada en creencias,aun lo ms impersonal y generalizado, el artculo, es susceptiblede presentarse como objeto smbolo e incluso enser.

    Se trata de un testimonio ms inserto en la tensa coyuntura con-tempornea de lucha entre persona y socializacin. El intento delas generaciones europeas de entre dos guerras 1918-1939 deconciliar lo social impersonalizado con la personalidad y 8U9 exi-gencias, se manifiesta clarsimamente en la eleccin de la camisacomo uniforme, ms las notas que hemos puesto a luz: hacer queel artculo en cuanto artculo es decir, lo puramente socializadose muestre objeto e, incluso, enser, por obra de una concepcindel mundo, cuyo sentido y alcance se significa por un color. La ca-misa se convierte de este modo en un uniforme social. Pero desdeel punto de vista de la situacin de facto a que responde, el hombreencamisado, en negro o en rojo, se encuentra incluido en un ar-tculo y en el conjunto de significados que a esta categora corres-ponden, pero en cuanto reside en cierta concepcin del mundo pro-pia de una minora convierte el artculo en objeto smbolo. Ahorabien, como en esa concepcin del mundo est incluida la subsis-tencia de los artculos en cuanto tales, aunque procurando su in-clusin en el mundo de lo minoritario y sus correlatos, en el obje-to smbolo aparece tanto el elemento artculo Como el elementoobjeto, como el elemento enser. Es artculo por su mxima genera-lizacin e impersonalidad, objeto por su pertenencia a un grupodeterminado en cuanto smbolo, enser por la tendencia a conside-rarla parte de los elementos incluidos en la jurisdiccin de lo nti-mo y. singularmente querido.

    Pero en esto se denuncia la paradoja que encierra la concepcindel mundo de las generaciones de entreguerra. Nada puede ser so-cialmente enser sin dejar socialmente de ser artculo. Ya hemos di-cho que, segn los objetos ganan en vigencia personal, la pierdensocial; es decir, dejan de ser objetos, y la misma caracterstica esvlida para los artculos.

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  • ENSAYO ACEBCA DEL VAL08 SOCIAL DE I AS COSAS

    Las generaciones de entre-las-dos-guerras quisieron superar laantinomia entre socializacin y personalismo hacindolos partes deuna misma unidad y la intrnseca dificultad y paradoja inherente;a este intento se expresa perfectamente en la eleccin de la camisacomo objeto smbolo.

    Ms clara y viable parece, desde el mismo punto de vista, laactitud norteamericana. Desde esta perspectiva, que es, en general,.la anglosajona, no se pretende vincular al artculo en cuanto ar-tculo a la aenseridad. Hay una clara separacin entre el primeroque constituye los ncleos de articulacin social de mayor imperso-nalidad y generalizacin y los enseres tomados como ejemplo delos elementos de su serie que pertenecen al comundo personal,cada da ms alejado de la vida pblica.

    Worringer, en su esplndido ensayo acerca del Arte egipcio,ha insistido en la distensin caracterstica de la civilizacin egip-cia y de la norteamericana, entre lo grande y lo pequeo, lo inte-rior y lo exterior, lo general objetivo socializado y lo perso-nal ntimo. Precisamente dice Worringer es esencial en las for-maciones culturales artificiosas esa falta de transicin orgnica en-tre la esfera de lo ntimo y la esfera de lo pblico... La mouumen-talidad y la intimidad no estn en estas culturas, separadas por me-ras diferencias de grado, sino por total diversidad genrica. Y larazn es que las circunstancias sociolgicas de la alta civilizacinobligan a levantar un andamiaje artificioso, cuyas normas Construc-tivas ya no estn en relacin con la estrecha base de las posibilida-des naturales que se dan en la esfera ntima de la vida. Y cuantoms alto se levanta el edificio artificioso de la civilizacin, tanto-ms inconexo permanece el esquematismo abstracto de este trfico-convencional Con la ley orgnica de la vida, que acta en las for-maciones ntimas (9).

    Desde nuestro punto de vista, lo que Worringer denuncia en lacivilizacin egipcia y norteamericana es expresable desde los ar-tculos y enseres. En efecto, parece que para el norteamericano losartculos subsisten en cuanto tales sin que tenga la pretensin deconvertirlos parcialmente en enseres. Y, a su vez, lo que consideraenseres lo defiende saudamente de cualquier posible conversinen artculo. La enorme abundancia de artculos en la civilizacin

    (9) G. WOBBINGEB, Arte egipcio, Madrid, 1927. Trad. de E. RODHCUEZ SA-OIA, pg. 71.

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  • E. TIERNO CALVAN

    de los Estados Unidos denuncia el elevado ndice de socializacinde la vida, pero la defensa entraable del enser, el culto al hogary la familia muestra que se van separando entrambos estratos, taly como Worringer denunciaba, hasta perder cualquier contacto pro-fundo. Ante la solucin europeo-occidental, vincular ntimamentelo personal y lo social., claramente expresada en las generacionesque tuvieron como objeto-smbolo la camisa, se alza esta otra msen consonancia con el estado actual del mundo, la solucin de egip-cios y norteamericanos.

    Lo que hemos dicho, sin olvidar el punto de vista que nos haservido para formularlo, nos eleva a conclusiones distintas de lashabituales respecto de la socializacin del hombre contemporneo.Habra que distinguir entre socializacin y masificacin. Ungrupo humano estar tanto ms socializado cuanto mayor sea elnmero de artculos que pueblan su accin; pero esto no es bicspara que, tal como ocurre en el caso norteamericano, su vida nti-ma y familiar sea en el mbito que le es propio ms rica y honda.En general, se dan hoy en Occidente circunstancias en virtud delas cuales el hombre se socializa ms y se masifica menos. ni-camente la coyuntura que sigui a la primera guerra mundial pudoengaar a los observadores inteligentes hasta hacerlos Creer quesocializacin y masificacin significaban lo mismo. Fue esta opi-nin, radicalmente equivocada, la que condicion en parte los mo-vimientos polticos que estn detrs de la eleccin de la camisacomo objeto smbolo.

    Autntica masificacin se da all donde se identifican o se tien-de a indiferenciar las dos series que por comodidad hemos redu--cido a artculos y enseres. Parece que tal es el caso de Rusia, encuyo territorio el Estado vela cuidadosamente por que no existanautnticos enseres, adminculos y utensilios. El Estado ruso pre-tende masificar y, en consecuencia, evita el aumento del nmerode enseres, e impone los artculos. Muy en el fondo, la diferenciaentre anglosajones y rusos consiste en esto, en que pretenden socia-lizar unos y masificar otros.

    La mencin de Rusia nos retrotrae a las sugerencias que inicia-ron estas consideraciones: la destruccin de objetos en los movi-mientos revolucionarios.

    En general, cuando una revolucin motivada por el odio ha lle-gado a estabilizarse en una situacin de orden, sus directores, queanteriormente haban enseado a odiar los objetos de otro grupo,

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  • ENSAYO ACEBCA DEL VLOB SOCIAL DE LAS COSAS

    se esfuerzan por inculcar el mximo respeto a cosas, objetos y ar-tculos, cualesquiera que sean sus condiciones. En principio, pornecesidades materiales; despus, por la conviccin profunda pro-cedente de la propia experiencia de que sin respeto hacia las cosas,objetos y artculos no hay orden posible.

    Un movimiento revolucionario que aspire a constituirse en r-gimen no inquietado por las diferencias sociales tiene necesaria-mente que deificar las cosas y objetos. nicamente cuando existeun miedo profundo a la destruccin de las cosas hay paz soraLEl miedo y respeto a las cosas tiene que ser superior al odio y alamor. Estos ltimos, cada uno en su esfera, destruyen.

    El miedo a los objetos se puede imponer de varias maneras.Psicolgicamente, vinculando un determinado sector o regin deobjetos a determinado poder, por lo comn de sentido mgico.Tal ocurre con los utensilios del culto religioso. En otros casos nohay autntico miedo, sino respeto, por la concrecin social contra--da en el objeto. Tal ocurra, por ejemplo, con las ((imgenes fu-mosae de las viejas familias romanas, o estatuas de antepasadoennegrecidas por el humo de los sacrificios de muchas generacio-nes. Distinto sentido social tenan las cesubitae, imgenes limpiade la nobleza reciente. Podemos suponer legtimamente que un ro-mano, puesto a destruir por motivos sociales, se detendra respe-tuoso ante uno de los smbolos de la continuidad del de la Rep-blica y su podero, fumosae, pero golpeara sin piedad a los su-bitae, que no le inspiraran ni miedo ni respeto, sino slo odio.

    Cabe suponer, e incluso ofrecemos como objecin, que el res-peto hacia las cosas surja no por respeto a lo que socialmente sig-nifican, sino por amor a las cosas y objetos mismos, incluso poramor a las res. Tal parece ser el caso de algunos pueblos, porejemplo el alemn, singularmente amante de cosas y objetos has-ta el punto en algunos casos, de posponer el inters de los hom-bres al inters de los objetos. No obstante, arguyendo as se come-tera a mi juicio un grave error, pues no nace el respeto del amor,sino el amor del respeto, o miedo, etc. No procede la sociedad delamor, sino el amor de la sociedad. Para que exista el amor, lo mis-rao ocurre con el odio, es imprescindible la presencia de lo social,si se quiere del nosotros. Ni el hombre que se ama a s mismo, niel que ama a una mujer, ni la mujer que ama a su hijo, dejan deser eslabones de una relacin amorosa tendida entre el yo y elnosotros, de la cual relacin es este ltimo el elemento primigenio.

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  • E. TIEBNO CALVAN

    En otras palabras : el amor es constitutivamente social. Cuando^se ama a una mujer, no se ama lo que hay en ella de desemejantey opuesto a las dems, sino lo que tiene de sntesis o resumen delobjeto de mujer vigente en la poca. En cada estudio histricoCorrespondiente a una o varias generaciones definidas por los mis-mos caracteres, rigen determinados tipos sociales que son el n-dice de los ideales en vigencia. Cada hombre ve en la mujer queelige la realizacin de alguno, de muchos o todos los elementos queintegran ese ideal. En resumen, lo amado en el amor es siempreobjeto, dando a la expresin objeto el significado que nosotrosle hemos atribuido. Parece que hay casos en que la tesis anteriorno podra sostenerse, tales aquellos en que se ama lo feo o disfor-me. Hasta qu punto es en este caso social el amor? Lo que seama de un ser deforme, un enano, por ejemplo, no es su enanez odisplasticidad, sino la ausencia de lo comnmente admitido comoms perfecto. Se le ama porque su presencia acenta ms la ausen-cia de lo positivo, que es precisamente lo que se desea. En esteeentido, el amor es tambin metfora de los impulsos y valoracincomn. Con relacin a cosas, objetos artculos, an e3 esto msclaro. A un objeto se le ama por lo que socialmente vale; a unenser, por lo que socialmente significa, es decir, por lo que en lhay de antisocial. En este aspecto un enser equivale, en lo humano,a un ser deforme, al enano del ejemplo anterior.

    El miedo u odio a los objetos de otro grupo pudiera tener, in-cluso, un fondo biolgico originario. A. Huxley ha dado un exce-lente ejemplo en la descripcin de los nios que sufren en su Uto-pa Un mundo feliz.

    Cualquiera que sea su origen, el miedo a los objetos de otrogrupo, e incluso a las cosas, es de capital importancia para mante-ner el orden social. Esta es la razn a mi juicio del culto a las co-fias que practican los partidos revolucionarios que quieren implan-tar un sistema poltico-social para siempre. Tal es el caso del par-tido comunista en Rusia, en donde ha surgido un derecho de lasosas, objetos y artculos que no se puede llamar subjetivo ni espropiamente un derecho objetivo; constituye un tercer derechonacido de la necesidad de imponer miedo ante las cosas, queurge en cuanto pretensin para una accin jurdica del objeto encuanto destruido o menoscabado. No se trata de que el Esta-do vele por la riqueza comn o defienda la eficacia en la produc-cin econmica, son los objetos y cosas en cuanto tales los que es.

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  • ENSAYO ACEBCA DEL VALOB SOCIAL DE LAS COSAS

    ilcito destruir. Es evidente, a mi juicio, que un derecho de losobjetos que origine el miedo ante ellos es La garanta mayor de or-den social. Del mismo modo que el derecho romano ha cimentadoen Occidente el respeto a la propiedad y el amiedo a robar, lacontinuidad del aderecho de los objetos, naciente en todo el mun-do civilizado, provocar un complejo de miedo semejante al com-plejo de sacrilegio que se siente ante los utensilios del culto re-ligioso.

    Cuando una persona destruye un objeto referido a un grupo oclase, lo hace movido por el odio social. Sabe que rompe la mayoratadura y obstculo. Si rompe un enser, adminculo o utensiliode otro, lo hace por odio personal, cuyo trasfondo social ignora,aunque existe. Hay un supuesto de mayor gravedad: el menos-precio a las cosas, objetos, enseres, adminculos, etc. Este des-precio no supone, desde nuestro punto de vista, el mayor desprecioa la sociedad. Qu quiere decir, si es as, que tal menospreciose haya fundado precisamente, en el amor a los hombres?

    En la religin cristiana el amor desempea un papel esencial.Este amor es antes que nada amor a Dios. Pero amando a Dios seama a los hombres. Los hombres son amados en Dios. En efecto,hay que admitir que el amor a un Dios que es el sumo bien y cuyosatributos son meras enunciaciones de su absoluta perfeccin, exclu-ye en el amante que de verdad lo es y mientras lo es, la eficaciade los deseos antagnicos a lo que tal Dios representa, de modo queexcluid os el odio y sus motivaciones del Corazn humano, el amorde Dios provocar el amor a los hombres.

    A Cristo se le acercaron tres hombres que queran ser apsto-les (Lucas, 9, 57-62. Mateo, 8, 18-22). Uno de ellos le dijo: Yo teseguir a donde quiera que fueras; pero Jess le respondi: Lasraposas tienen guaridas, y las aves del cielo, nidos: mas el Hijodel hombre no tiene dnde reclinar su cabeza. A otro que aspira-ba al apostolado y que a la invitacin de seguirle que le hizo Je-ss respondi : Yo te seguir, Seor, pero primero djame ir adespedirme de mi casa, Jess le dijo: Ninguno que despus dehaber puesto su mano en el arado vuelve los ojos atrs es apto parael reino de Dios.

    Aunque estos juicios estn concretamente referidos al apostola-do, trasciende de ellos la poca importancia de lo mundanal ante lodivino, y, dentro de lo mundana], la secundaredad de lo que noes humano ante lo humano. Segn los presupuestos cristianos, la

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  • E. TIERNO CALVAN

    cosas se respetan porque sirven a los hombree, pero singularmen-te en cuanto sirven al prjimo. Desde el punto de vista del cris-tianismo, cada uno est obligado a tener en sus cosa9 y enseres, et-ctera, en poco, incluso a cederlas en beneficio de los otros. Dedonde se induce que 6 se generaliza esta comn actitud de menos-precio respecto de uno mismo y sus bienes, habra una comnemulacin en el altruismo, que se resolvera en el respeto a lascosas en general por el menosprecio de las cosas en particular.Amor a los hombres por el amor de Dios lleva a esta situacin queen el fondo es absolutamente antisocial en cuanto postergar el valorde codireccin que en la convivencia tienen las cosas, objetos, etc.

    Los occidentales, en cuanto entidad histrica, hemos sido con-ducidos al desierto y se nos ha dicho : Decid a estas piedras quese conviertan en pan, y en lugar de responder, no slo de panvive el hombre, sino de todo lo que Dios dice, hemos hecho de laspiedras pan y del agua luz. Se nos ha dicho por la voluntad de do-minio : adrame y la gloria y el poder temporal sern tuyos. Yen lugar de responder adorars al Seor tu Dios y a El solo ser-virs, hemos corrido tras el poder y la gloria temporales. Por l-timo, nuestro propio orgullo de hombres nos ha gritado atrvetea todo, que no ha de tropezar tu pie contra ninguna roca, y enlugar de responder no has de tentar al Seor Dios tuyo, hemosvolado y queremos volar cada vez ms lejos. Esta es nuestra gran-deza y miseria, y sobre ella est construida nuestra compaa y con-vivencia. La renuncia a las tres grandes invitaciones del deseo, lasoberbia y el poder es decididamente antioccidental. Siempre queaparece acusa la presencia de una levadura no occidental dentro dela cultura de Occidente, sobre todo porque el orgullo, la 9oberbiay podero sociales son siempre respecto de cosas, objetos, etc.

    Con razn Dominicus Bencit, autor de una historia latina de losalbigenses, denuncia su procedencia oriental, entroncndolos conblgaros y macedones, herederos de doctrinas maniqueas, que senegaban a la carne y a las cosas. Hoc est secretum hoerotic*orumde Concoresio, portatum de Bulgariam a Nazario suo episcopo,plenum erroribus.

    Si la actitud no occidental hubiera triunfado en Occidente hi-ptesis que se puede admitir slo en cuanto hiptesis, la ausen-cia de objetos que hicieren ms densas y concretas las acciones so-ciales, hubiera provocado o estimulado por lo menos la tenden-cia a la contemplacin que en las clases superiores de ciertos pue-

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  • ENSAYO ACEBCA DEL VALOB SOCIAL DE LAS COSAS

    blos orientales se manifiesta desde la perspectiva occidental comouna caracterstica retardadora. En las clases inferiores, la ausenciade cosas, objetos, artculos, provoca la dejadez intelectual aunqueaumente el trabajo fsico. Con muchos objetos, artculos, el hom-bre est anclado en lo finito y codeterminadp por ello. La6 perso-nas medianamente dotadas de inteligencia creen incluso que pien-san con esfuerzo cuando se dejan collevar con las cosas; las biendotadas pierden lentamente ante los muchos objetos y artculos lacapacidad de abstraerse de las cosas. Slo personalidades de ex-cepcin consiguen transcenderlas plenamente.

    Desde este punto de vista se da hoy, al menos en el rea de laCultura occidental, una rebelin de las cosas que no rs sino testi-monio de la primaca que ha alcanzado lo finito sobre lo infinito.La finitud es el problema de nuestro tiempo, y dentro de l, comouno de sus supuestos, la importancia desmedida de objetos, artcu-los, etc.

    III

    Las cosas, que repletan nuestro dintomo hasta casi asfixiarnos,se alzan amenazadoras, limitando sobre todo nuestra libertad es-peculativa. Tienden a destruir la fantasa, o por lo menos a acor-tar tanto su vuelo, que son culpables de la incapacidad creadoraque sufre Occidente. Un exceso de cosas complica siempre un de-fecto en la imaginacin creadora. Nada ms aclarador en este sen-tido que la postura de Picasso y sus seguidores y la situacin ac-tual de la lrica. A la lrica la ha matado, o la est matando, elruido procedente de las cosas, el ruido industrial. Durante muchossiglos Europa ha sido up pas sin ms ruidos casi que los natura-les. El rumor de los ros, del viento, el grito animal o humano,sirvieron de soporte a la lrica que, sugiriendo estos sonidos, en-contraba acogimiento y gratitud entre los hombres. En gran parte,la h'rica, en cuanto estilo, no ha sido sino el sentimiento musicalde la naturaleza.

    Movila el sitio umbroso, el manso viento,el suave olor de aquel florido suelo.Las aves en el fresco apartamientovio descansar del trabajoso vuelo.

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    Secaba entonces el terreno alientoel sol subido en la mitad del cielo.En el silencio slo se escuchabaun susurro de abejas qne sonaba.

    En tiempos de Garcilaso, la vivencia de esta situacin podadarse lo bastante pura para suscitar una autntica emocin lrica,aunque el poeta la hubiese construido con mayor o menor artifi-cio; pero hoy el lirismo procedente del concierto musical de lanaturaleza est obstaculizado por el ruido de las cosas cuya presen-cia o recuerdo convierte en artificioso y rebuscado lo que de por ses natural. El ruido del ferrocarril, de las bocinas, de los motoresde explosin nos ha hecho hostiles al silencio en que la Naturalezaenvuelve sus gemidos; porque para el hombre moderno todo silen-cio de los ruidos parece esconder una amenaza.

    Pero lo importante para nuestro proyecto es que a la fenecidalrica natural no la ha sustituido una lrica de las cosas y sus rui-dos, lo que seala el poder de empequeecimiento que las cosastienen sobre nosotros. Segn las cosas aumentan y el espacio gemerma y se cuadricula disminuye nuestra humana grandeza. Partede nosotros ha sido engullida por las cosas, obligndonos a contarcon ellas. Tener puesta la atencin en tantas cosas, objetos, ensere,cuantos nos rodean, disminuye la capacidad de expresin y disper-sa hasta casi anularla la conciencia de nuestros actos. Se compren-de que los hroes de Hornero tengan una grandeza que va vincula-da al espacio vaco que tenan que llenar con sus ademanes y accio-nes. Tal grandeza es manifiesta en el Cid y sus hombres, por ejem-plo, y no est en funcin del mayor o menor espacio, sino del vacode cosas en el Contorno social. En trminos generales, nuestra re-lacin con el mundo en su dimensin espacial ha cambiado, el es-pacio se ha achicado y entre Ia3 consecuencias derivadas de esteachicamiento hay que poner la prdida, o por lo menos flaquezano superada, de la imaginacin. En relacin con lo que al princi-pio decamos, la desaparicin de lo mejor de la lrica no ha sidoreparada por la aparicin de una lrica nueva. Lo mismo ha ocu-rrido, me parece, con el drama y la tragedia. Sobre todo la incom-patibilidad de la tragedia con un mundo poblado de cosas resul-ta evidente.

    Pero no hay seales de superacin de este estado de incapa-cidad? Respecto de la lrica, la necesidad de hacerse cargo de las

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    cosas, objetos, artculos, etc., la han sentido desde el siglo pasa-do los poetas de mayor significacin por su modernidad. Leo Spit-ze, en un estudio magistral como suyo, dedicado a la enumeracincatica, ofrece numerosos ejemplos (10). Desde nuestro punto devista la enumeracin catica no s sino testimonio de la presin yurgencia de las cosas en el alma del poeta, desde cualquiera de losmodos tn que las cosas pueden ser. Cuando Werfel dice: Mo,mo y mo! Y siempre esta pared! Por qu no estar extendidopor el mundo, sintindolo todo a la vez, en animales y rboles, enmozo y horno, hombre y cosa?, expresa uu deseo de posesin yadaptacin a un mundo que se le escapa, cuya espacialidad mun-danal y valor de las distancias ha cambiado totalmente. En otropoema del propio Werel, sobre la cantante de pera que se veenvuelta en un escndalo teatral cuando el director de orquestaha perdido su batuta, se evidencia el deseo de utilizar las cosas yobjetos para provocar un estado anmico de sentido lrico-dra-mtico.

    ocY ella, de pronto, se supo en medio de toda la hostilidad deeste mundo... Supo que por el ciclo flotan ahora crecientes estre-llas. Supo que hay nios en harapos ante asilos horrorosos. Supo deun cirio que en alguna parte contempla una muerte. Supo de untelegrama terrible en el cuarto de una novia. Supo que la tormen-ta destroza una blanca cabana. Supo que una pobre mujer robalea en un bosque. Supo que un reo se tambalea aullando en suelda. Supo que ahora un enfermo estruja en su delirio el co-bertor.

    Obsrvese que el poema comienza de manera que pudiramosllamar tradicional, citando al cielo, las estrellas y la muerte, y quelentamente intervienen telegramas y cuartos, alea, celda,cobertor. De las sujerencias de infinidad cielo, estrellas 6epasa a lo finito y claustral cuarto, celda y a los artculoscobertor. El mundo csico se impone con su particular modode construir el espacio por la estrechez y lo prximo.

    En Claudel y Rubn Daro la enumeracin catica es menosmoderna anacrnicamente que en Werfel y en el propioWhirman. En ste el asndeton es vigorossimo, por el deseo enl incontenible de incorporar los objetos al mundo potico. Son

    (10) LEO SPITZBH: La enumeracin catica tn la poesa moderna, BuenosAires, 1945.

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    las cosas, objetos, etc., los que imponen a Whitman la asindetom'a,que aunque se expresa por la enumeracin o catlogo, no obstante,sugiere la finitud con enorme fuerza.

    Resulta, volviendo a la lrica, que la intromisin de las cosasno ha logrado con nueva msica el efecto que consegua la lricatradicional. Caldern recurra con frecuencia al asndeton; no obs-tante, la musicalidad natural de la poesa lrica permaneca in-tacta.

    aAl fin cuna, grana, nieve,campo, gol, arroyo, rosa,ave que cauta amorosa,risa que aljfares llueve,clavel que cristales bebe,peasco sin deshacer,y laurel que sale a versi hay rayos que le coronen,son las artes que componena esta divina mujer.

    . Propiamente hablando, la enumeracin Catica, no ya en cuan-to mero modo estilstico o asndeton, es un fenmeno moderno-iniciado al borde de la segunda mitad del siglo xix, y est dadoen funcin de la superabundancia de cosas. Ahora bien, hay queinterpretarlo como un esfuerzo sin xito para lograr una lrica d-lo artificioso y manufacturado, recurriendo al asndeton como ma-nera ms adecuada para expresar la posible interna musicalidaddel mundo industrializado, musicalidad que hasta ahora slo se haexpresado en cuanto incoherencia y ruido.

    Por otra parte hay que tener en cuenta que la lrica, apoyadaen lo subjetivo, se refiere siempre a una situacin anmica irre-petible. Ante una puesta de sol la expresin lrica que la expone-est incluida en un momento anmico caracterizado por su singu-laridad en cuanto estado de conciencia. Pero si la conciencia de-irremediabilidad que subyace en la creacin lrica es fcil ante unapuesta de sol, porque las puestas de sol nunca son iguales, o anteel mar irrepetido, o ante la flor, que es ante todo caducidad, esmuy difcil o imposible ante los artculos, que son perdurabilidad'y repeticin. Plumas como mi pluma las encuentro a cientos encuanto salga a la calle, y mesas como mi mesa, y pipas como mrpipa. Para lograr una situacin lrica es necesario, previamente,dotar de enseridad a los objetos; es el mtodo de Rilke, pero los.

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    enseres, por razones que ya hemos sugerido, poseen una pequenezintrnseca que les priva, quiz por su belleza hogarea, de gran-diosidad en cuanto fundamento de la expresin lrica.

    La superacin slo puede producirse en un sentido y dentrode unos lmites, es decir, en y por las propias cosas. De la posiblesuperacin slo hay un sntoma, el cine, en cuya intimidad estcreciendo una lrica y una dramtica de los interiores y de lacosas. Quiz lo que vengo diciendo, ms o menos confuso e impre-ciso, se esclarezca por una intuicin plena comparando una pin-tura medieval con otra renacentista. El vaco en que estn las figu-ras en el primer caso, tanto ms profundo e indeterminado cuantomenos se sealan las perspectivas, se convierte en un conjunto delugares cuando se colma de cosas, objetos y enseres. Las figurasse empequeecen segn se puebla su contorno.

    IV

    Desde el punto de vista de la convivencia la persona, que casiha perdido el sentimiento de soledad en el espacio, ha adquiridolo que pudiramos llamar sentimiento de mediaticidad respecto delotro. Entre persona y persona se interponen las cosas, emplean-do la palabra en su acepcin general. Ahora bien, esta interposi-cin no puede interpretarse en el sentido de aislar, sino en el dereferir. De hombre a hombre hay ms distancia en cuanto in-mediatos y ms proximidad en cuanto mediatez. En la red que cons-tituyen las relaciones sociales cada entidad no humana constituyeun nudo en el que se recogen multitud de referencias en cuya vi-gencia se contiene la mediatez de las relaciones humanas. La in-mediatez vigente en el conjunto de referencias puede ser de distintogrado segn el matiz del propio referir.

    1. Las referencias conferidas son inherentes a las cosas. Eltelfono, por ejemplo, tiene como referencia conferida mxima lade comunicar; en ella se expresa su autntico significado social.Tales referencias conferidas pueden ser uniferentes o biferentes se-gn lleven uno o dos sentidos independientes, o implicados en surealizacin. Puerta, v. gr., es un artculo que lleva conferidas dosreferencias, principales, cerrar y abrir, en tanto que caja, porejemplo, slo lleva conferida una referencia principal, guardar.

    2. Las referencias inferidas son independientes a las confe-

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    ridas y equivalen a un modo subsidiario de empleo de una cosa,artculo u objeto. La referencia principal conferida a un recipien-te es la de recibir; sin embargo, muchos recipientes llevan infe-rida la referencia adorno. En general el ocadorno es la referenciainferida de mayor importancia. La mayora de las cosas, objetos,artculos agregan a sus referencias principales la de poder serdecorativos. La raz misma de la palabra de-coro acusa que eladorno est siempre pensado en vista a los dems cuya presencia,potencial o actual, sirve de horizonte a la inferencia adorno, do-tndola de gran universalidad y fuerza, porque la conexin entreel adorno y los dems es ms estrecha que la que existe, porejemplo, entre la estilogrfica (escribir) o el tintero (mojar) y losdems. Tngase en cuenta que no nos referimos a entidades quehayan sido hechas para adornar ni siquiera que hayan sido, acce-soriamente, construidos oebsabdo en su decoratividad. Hablamos dsentidades que sin ser pensadas como adorno pueda inferirse deellas esta relacin. Un proyectil de mortero no ha sido construidoni pensado para adornar, no obstante, he visto que algunas perso-nas han inferido, con mayor o menor acierto, esta referenciaLas inferencias posibles son mltiples, por po decir innumerables.De un revlver, por ejemplo, cuya referencia conferida es peli-groso, se puede inferir juguete, etc.

    3. Las referencias diferidas constituyen el amplio campode lo que con otra expresin pudiramos llamar referencias pos-tergadas. Desde otro punto de vista ya nos hemos referido a ellas.Las referencias diferidas son inherentes a los objetos, artculos, et-ctera, en cuanto tales, pero no tienen vigencia por considerarseanti social su empleo. Tales referencias slo son dables en ciertossectores de cosas, etc. Normalmente en las ms prximas al que-hacer general cotidiano. Una referencia diferida es, por ejemplo,y subrayando lo extrao para la mejor comprensin, vestirse decosaco en Madrid, pues aunque es indiscutible que la referenciaconferida ms amplia en inhesin con o traje es vestir, se difierenuna multitud de las pohibles referencias implicadas en la ms ge-neral, por razones puramente sociales. Llegando a los matices esindudable que en el conocimiento de las referencias diferidas vi-gentes consiste la educacin, segn hemos dicho antes mirandodesde otra perspectiva, y en general la congruencia y adaptacincon el medio social en el que se convive. Ciertos objetos, un aero-plano, por ejemplo, apenas tiene referencias diferidas, pero otros, el

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    pauelo, v. gr., tiene un nmero de referencias diferidas que Cuantomejor se conocen y respetan mayor es el ndice de socializacin decada uno y del todo. La mxima socializacin consistira en la ma-yor generalizacin de las referencias duendas porque esto equival-dra a suprimir las modificaciones subjetivas de sentido que el hom-bre impone a las Cosas. Equivaldra a suprimir la originalidad. Re-cuerdo que cuando lea de nio las aventuras de Sherlock-Holmes meimpresion ms que cualquiera de sus otras originalidades que uti-lizase una babucha como tabaquera. Es ms, durante algn tiempoguard un poco de serrn en una zapatilla. Si se generalizase eluso de esta referencia diferida, en qu quedara la originalidadde nuestro buen Holmes? 4. La preferencia determina las referencias preferidas. Prefe-rir acusa un acto libre tanto como un acto determinado. Preferi-mos por algo y en ese algo, que es parte intrnseca del preferir, seacuan libertad y determinacin. No hay libertad sino desde y encuanto hay determinantes. La libertad es la consecuencia de lhetero-determinacin. Saber que ciertas condiciones de los seresque no soy yo me determinan de cierto modo originan la conscienciade la posibilidad de los otros modos de determinacin que no hansido actualizados. Desde este punto de vista libertad no es sinoconsciencia de la posibilidad.

    Con relacin a lo que en trminos generales podemos llamarcosas, el humano preferir descubre preferencias en ellas que afec-tan radicalmente a su vigencia social. Cuando el preferir est con-dicionado por determinada funcin no hay preferencia propiamen-le dicha, pues esta categora se subsume sin ms en las relacionesconferidas o inferidas, etc. Es natural que para un viaje corto querequiere un mnimum de accesorios se prefiera un maletn a unamaleta. Resulta obvio que las referencias conferidas al maletn envirtud de su funcin han determinado la eleccin. Las preferen-cias, en el sentido en que yo empleo esta palabra, subyacen a todaslas dems relaciones y se descubren por un acto libre de eleccin.Cuando prefiero una tela a otra, un papel a otro, un reloj a otro,estn presentes y hondamente inludidas en el juego de la eleccin,las preferencias. Las preferencias definen el gusto al que se podradefinir como preferir con acierto. Acertar en la eleccin suponedescubrir perspetivas de aceptacin comn y referir las condicio-nes remotas de los entes, etc., a la vigencia social. Por qu prefe-rimos de dos plumas casi iguales una a la otra es imposible de de-

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    cir. En trminos generales, la realidad social demarca cualquiereleccin, pero siempre subyacentes estmulos de las cosas code-terminan la opcin, por el halago ms o menos metafrico. Lossoportes ltimos de tal halago estn en la estructura material delas cosas en su estrechez o amplitud, delgadez o grosor, fragilidado consistencia.

    La eleccin de preferencias muestra el buen o mal gusto. Cuan-do se elige algo que no exige poner en accin la facultad de ele-gir sin precedentes, el buen gusto es pura sumisin al todo, ir ala moda. Pero cuando los heterodeterminantes han de encontraro no resistencia en nosotros, surge el autntico buen gusto, que esuno de los ms profundos instintos sociales.

    Si se consiguiere que el hombre viere siempre lo preferible conarreglo a una escala prevista e inalterable respecto de cada situa-cin y cosa, se habra llegado a la igualdad absoluta.

    5." Las referencias transferidas constituyen el mximum deposibilidades indeterminadas que ofrece una cosa u objeto en cuan-to tal. A un objeto se le puede transferir la referencia conferidaespecialmente intentando adecuarle a otro a una funcin para laque no fue construido. Las anteriores clases de referencias que he-mos sealado tienen un cierto fundamento en la realidad, la queahora exponemos se ofrece como pura arbitrariedad y juego. Enefecto, en la actividad ldica espontnea es donde mejor se perci-ben. Don Quijote, al tomar la baca del barbero por el yelmo deMambrino, transfera las referencias de un objeto a otro de modoabsolutamente arbitrario y en este sentido jugaba, bien que su jue-go no fuera para l tal, sino para quienes le vean. Lo mismo ocu-rre con los nios que transforman sillas en un ferrocarril o un baldesfondado en una barca. En tanto que el nio juega cree en laautenticidad de significado y transfiere a los elementos reales queutiliza en el juego. Las sillas son para l vagones de la misma ma-nera que la baca resulta para Don Quijote yelmo, con la diferen-cia de que el caballero no sabe distinguir entre el juego y no juego.La realidad es puro ludus del qu> no sabe eludirse, de aqu que aDon Quijote se le pudiera en cierto modo definir como lo puerilabsoluto. Para jugar con las cosas hace falta una inmensa fanta-sa, precisamente por esto los que carecen de ella estn de conti-nuo ante los que juegan en una actitud embobada y protestante.Tal es el Caso del amigo Panza, adulto que no saba jugar, en elsentido autntico del juego, transfiriendo relaciones, y que a la

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    continua invitacin de Don Quijote, nio absoluto, para que 83incluyese en el juego respondan con el asombro del espectador fas-cinado.

    Tngase en cuenta que jugar con juguetes es casi jugar, por-que en la mayora de los juguetes socialmente admitidos como ta-les hay relaciones conferidas y no transferidas, por lo que el juegono tiene la pureza creadora que tiene cuando se toman ventas porcastillos, escobas por cordeles.

    Durante sijrlos los nios occidentales no tuvieron juguetes queno fueran creados sino por su propia actividad transferdora dereferencias. Supongo que un nio del siglo XII tendra que imagi-nar que un taburete era un caballo y una rama de rbol la espadao la lanza, pero un nio actual tiene caballos de cartn y espadasde hojalata. Aqul tena que saltar con la fantasa de lo informea lo conforme y real, ste slo tiene que suponer la realidad, queel caballo lo es de carne y hueso, porque la conformacin ya seJa dan los objetos, en cuanto tienen la forma de caballo o de es-pada. Un nio que juega con juguetes objetos, el nio moderno,tisne la fantasa limitada en su aspecto ms importante, el plsti-co. Quiz en este remoto origen est la explicacin de la ausenciade jugosidad espontnea y pura en las artes principal o secunda-riamente plsticas. La literatura realista, que parece pensada porun nio poseedor de muchos juguetes; el simbolismo o ensayoimaginativo de una fantasa que no ha aprendido a imaginar loreal. Para una fantasa que se alimenta de s misma el objeto-ju-guete es innecesario y a veces peligroso, pues puede ser traspues-to, sin ms, al plano de la realidad, perdiendo su sentido Comojuguete. Tal ocurri con el retablo de maese Pedro destruido a es-padazos por Don Quijote.

    Las personas que apenas tienen imaginacin no saben jugar nicuasi-jugar. No slo son incapaces de transferir, sino que les re-sulta penoso el mnimo esfuerzo de transbordar a lo real lo queest prefigurado como si lo fuera. Sancho Panza es clarsimo ejem-plo, y lo mismo que todos los aldicos necesita que jueguen porl y ver jugar. Entra de lleno en la clase de los espectadores natosque asisten absortos a la representacin circense o farandularia sinsaberse desprender de ella y sin que por ello desparezca su espritucrtico. Don Quijote era para Sancho continuo juego espectaculardel que no poda desasirse y al que de continuo criticaba.

    Desde este punto de vista el Quijote es al mismo tiempo un libro

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    moderno y antiguo. Moderno en cuanto ridiculiza la constantetransferencia de los objetos propia de los libros de caballera, an-tiguo porque, pese a todo, la transferencia vincula al caballeropor la va de lo ldico a un mundo de superiores valores.

    La industrializacin creciente de los tiempos modernos ha ma-tado el puro juego transferidor. Los objetos, implacables, estnhaciendo de nosotros un conjunto de Sanchos Cultivados. No erapor esto por lo que Don Quijote arremeti en el discurso de lasarmas y las letras contra la plvora?

    6. Las referencias interferidas constituyen socialmente a losobjetos como desorden. Si aprovechramos la clsica compara-cin entre el organismo humano y sociedad podramos decir ensntesis, que las referencias interferidas expresan la entropa socialdesde las cosas, objetos, etc. Los objetos rotos, ruinosos, quehan perdido actualidad respecto d su funcin y son, por lo tanto,iiistrumentos incompletos; soportan referencias interferidas, y eneste sentido nos ofrecen una singular resistencia y limitacin. Pin-sese en el manillar de la puerta que se nos rompe en la mano, enla silla que se hunde por nuestro peso, o, en el orden de lo mo-crocsico, en el edificio que se cae. En tales casos nos encontramosante un vaco que hay que llenar cuya aparicin nos ha cogido desorpresa, provocando en nosotros el desconcierto y en la vida socialel desorden.

    El anlisis psicolgico del desconcierto motivado por la repen-tina desaparicin de la resistencia que ofrecen las cosas es de suyoaclarador en cuanto al concurso de stas ep la determinacin dela vida social. Por lo pronto nuestra accin pierde sentido al per-derlo las cosas. Es sta una de las fuentes ms comunes de la risa.Los payasos sobre todo apelan de continuo a este procedimiento.Quin no los ha visto sacar la espada, ebrios de clera fingida, paramostrar nicamente la empuadura? Por aqu se podra perseguirla idea, a mi juicio exacta, de que la risa es una manifestacin dedesconcierto ante la inesperada perfeccin de lo imperfecto, encuanto tal. El payaso levanta un cubo lleno de agua con intencinde duchar a su compaero, pero la tapa del fondo del cubo se des-prende y el payaso se moja a s mismo. Los espectadores ren. Te-nan in mente el esquema de la accin, esquema perfecto en cuantose prevea y esperaba el cumplimiento de todas sus partes. Sin em-bargo, la tapa se ha roto. Esto es en s un acaecimiento perfectoen todos los sentidos, pero que introducido Como imperfeccin en

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    la perfeccin del anterior provoca la risa por l desconcierto. Lasreferencias interferidas, perfectas en s en cuanto estn en el ordenontolgico que vemos en las cosas, introducen la imperfeccin enlas dems referencias. En el orden de lo inesperado suele provocarsu intromisin el desconcierto y risa; en el orden de lo habitualy permanente una fecunda autropia social. Existira la risa sincosas? Se ren los ngeles?

    En el fondo he estado intentando construir una pragmatologasocial que explique el valor sociolgico de las cosas, objetos, etc-tera. Tal pragmatologa parece imprescindible para ocupar el lugarque queda entre el estudio psicolgico de la convivencia humanay las relaciones de convivencia consideradas objetivamente slo encuanto interhumanas. El tema sociolgico de las acosas, objetos,((artculos, enseres, trebejos, tiene la urgencia de lo inmedia-to que se desatiende sin motivo. Hoy nuestro mundo superpobladode objeto delata que el decurso de nuestro discurrir social est co-determinado por el concurso de las cosas que preconfiguran buenaparte del sentido de la convivencia social.

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