Valdés, Gilberto. 2009. América Latina: Posneoliberalismo y movimientos antisistémicos.

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Valdés Gutiérrez, Gilberto. 2009. América Latina: Posneoliberalismo y movimientos antisistémicos. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

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América Latina: Posneoliberalismo y movimientosantisistémicosGilberto Valdés Gutiérrez

Valdés Gutiérrez, Gilberto. América Latina: Posneoliberalismo y movimientos antisistémicos. La Habana: Editorial deCiencias Sociales. 2009. págs. 201

Donde nos justificamos……….

Entrada……….

MOVIMIENTOS SOCIALES: DESAFÍOS ANTE LA CIVILIZACIÓN EXCLUYENTE,PATRIARCAL, DISCRIMINATORIA Y DEPREDADORA DEL CAPITAL……….

El Sistema de Dominación Múltiple……….

¿Narcisismo de las diferencias o diversidad articulada?

La teoría de la “traducción”: una herramienta epistemológica en laconstrucción de lo común de las luchas y resistencias……….

Vertientes de resistencia y lucha: Hacia un modo “no tramposo” dearticulación……….

POSNEOLIBERALISMO Y SOCIALISMO

El ave fénix del socialismo……….

El socialismo en las redes de la modernidad……….

Remake necesario: socialismo y mercado……….

Posneoliberalismo y alternativa socialista……….

Movimientos antisistémicos y gobiernos populares en América Latina: nuevosdesafíos……….

A María Elena, inspiración, apoyo, amor

A Mariana y Camilo, mis hijos

A mi padre y a mi hermano, que ya no están para alegrarse

Donde nos justificamos

Apropiadas y justas fueron las razones de Eliseo Diego para escribir Por los extrañospueblos. En el prólogo, el poeta explica de inmediato “cómo sucedió que teniendoganas de leerlo, y no hallándolo, así completo, por más que lo busqué en muchos

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sitios diferentes, decidí por fin escribirlo yo mismo” [1] . Mas no sólo era el legítimoplacer de leerlo. Existían otras causas. “Porque en esto ya no tengo dudas: o un libroes útil o no vale la pena, y cuando decimos que no sirve ­­¿habrá algo mástremendo?­­ ya lo decimos todo” [2] . El autor de este trabajo, antes de decidirse aescribirlo, también lo buscó en muchos sitios sin encontrarlo. Tenía, además delatrevimiento, la convicción de una razón suficiente: su probable utilidad, pese ainsuficiencias y limitaciones, en la vorágine de la actual controversia de ideas ennuestra América.

Encontramos, con temas similares, pero con mirada dirigida a otras coordenadas, yalgunos con sentido diferente, cuando no diametralmente opuesto al de estaspáginas, innumerables textos. Los que coincidían con nuestros presupuestos erantambién muchos y casi todos imprescindibles, germinadores y sugerentes ­­calificativos ajustados a aquéllos con quienes tuvimos desavenencia y ante los cualesel reto de aguzar el entendimiento haya sido a la postre el responsable de lasexpectativas más satisfechas de este empeño. Si bien lo leído clarificaba varias de laspropuestas contenidas en esta obra, ello se expresaba en ocasiones desde otraslatitudes históricas o políticas, otras épocas y coyunturas, o frente a opciones, aunquelegítimas, de naturaleza distinta a la que encarnan hoy los sujetos populares de laregión, y no siempre liberando las fronteras entre los asuntos que nos propusimosenfrentar.

Hay además otra razón que nos justifica. Este libro es, sobre todas las cosas, unreconocimiento a mis entrañables hermanas y hermanos que integran el grupoGALFISA del Instituto de Filosofía. Con Georgina Alfonso, Yohanka Léon, MaritzaHernández, Humberto Miranda, Alberto Pérez y José Ramón Fabelo hemosemprendido, desde 1995 y cada dos años, la utopía metodológica de los TalleresInternacionales sobre Paradigmas Emancipatorios, espacios de reflexión, aprendizajee intercambio solidario que inspiraron y nutrieron este texto.

Convocamos –de manera pionera con el CIE “Graciela Bustillos” de la Asociación dePedagogos de Cuba y el Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr, con quieneshemos forjado una entrañable relación de trabajo y amistad­­ a todas lasorganizaciones, redes, movimientos sociales, instituciones académicas y personasinteresadas en avanzar en el diálogo de saberes y prácticas para construir un mundojusto y humanizado, más allá de la lógica y la hegemonía del capital, que respete ladignidad y la diversidad cultural de los pueblos y los distintos grupos humanos, librede explotación, discriminaciones y exclusiones, con equidad de género, raza, edad yresponsabilidad ecológica. En los talleres de paradigmas favorecemos la crítica a lasprácticas de dominio acendradas en la sociedad contemporánea y el examen de losproblemas actuales de la articulación de las demandas emancipatroias, libertarias yde reconocimiento en el movimiento social y popular de América Latina y el Caribe.Partimos de admitir la diversidad de actores y, en consecuencia, formas de lucha yresistencia, culturas, identidades, cosmologías y perspectivas libertarias que hoy seenfrentan al neoliberalismo globalizado y a los poderes imperiales. El gran tema escómo superar la atomización y construir modos de articulación política para todasesas vertientes del sujeto social­popular.

Conviene, pues, advertir al lector: si este libro pareciera un tozudo intento derecuperación del pensamiento social crítico frente a la forma transnacionalizada del“sentido común”, ese “terrible negrero de los espíritus”, al decir de Gramsci, que hoydesvaloriza como irracional la acción alternativa anticapitalista, se trata efectivamentede esa falta de elegancia posmoderna.

En medio de tantos desaprendizajes necesarios y de tantas desconstruccionesdesmovilizadoras queda intacta la vieja certeza apodíctica que conmina a ejercer lacrítica radical de todo lo existente, sin que ésta retroceda ni frente a los resultados

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logrados ni frente al conflicto con las fuerzas existentes [3] . Como la tábula rasa essólo una candorosa prepotencia afirmativa del Renacimiento, hoy esa crítica implica“desaprender”, sin violar la continuidad de lo conocido, las nociones históricasconformadas y el instrumento analítico heredado, tal y como acostumbramos aaprehenderlos en las formalizaciones omnicomprensivas que, como se sabe, “noenseñan nada queriendo explicarlo todo”.

Quienes hayan percibido la parcialidad de estos enfoques, los tanteos que norebasan la víspera de las intenciones y los caminos reflexivos por los que aspiramosinternarnos, habrán dado justo en la diana del defecto que, en su prolongación,deviene virtud principal para compartir, en medio de tanta incertidumbre, la primeraidea clara y distinta: la necesaria construcción colectiva de nuestro propio paradigmaemancipatorio. Otra postura, rebosante de fatuo ingenio, vendrá de quienes juzguencontra­natura aquella vocación, considerando tópico la mera reminiscencia de uncuerpo conceptual devaluado por tanto nuevo converso. Nada más puntual, en estecaso, que dar por respuesta el viejo adagio de Juan de Mairena: “Nunca osaconsejaré el escepticismo cansino y melancólico de quienes piensan estar de vueltade todo. Es la posición más ingenuamente dogmática que puede adoptarse” [4] .

Estas consideraciones apresuradas que presentamos al lector latinoamericano ycaribeño no ocultan estar condicionadas por una historia colectiva y personal,registrada tanto en el manejo del sistema categorial utilizado como en el propio estilode su exposición. Escribimos desde Cuba, en momentos de búsqueda y solución decontinuidad a la alternativa histórica abierta hace medio siglo en 1959. Nos asiste, enconsecuencia, el derecho a abordar como cubanos asuntos de naturaleza hartocontrovertida en los cuales nadie puede ostentar el monopolio de la verdad, porcuanto sólo es patrimonio de la humanidad progresista en su conjunto.

Se comprende que en estas condiciones las ideas adelantadas en torno a losproblemas y desafíos que presentan las alternativas emancipatorias en nuestraAmérica tengan sólo como límites aquellos que José Martí estableció para su propiaprédica: “Y si no es mi debate con gente honrada a lo que vengo, avíseseme y alpunto abandonaré esta plataforma. Yo llevo en mi la tribuna, y conmigo va donde yovaya, donde se discuten con serenidad y nobleza los problemas del porvenir de lapatria” [5] .

Entrada

Un nuevo Fortimbrás, de atuendo posmoderno, erguido sobre los cuerpos depresuntos descendientes eslavos de Hamlet, repite las viejas e insólitas palabras:“Ese montón de cadáveres grita matanza. ¡Oh! Muerte soberbia, ¿qué festín seprepara en tu antro eternal, para que así de un golpe hayas derribado tan ferozmentea tantos príncipes? (...) En cuanto a mí, con dolor abrazo mi fortuna: tengo sobre estereino antiguos derechos, que lo propicio de la ocasión me incita a reclamar” [6] .¿Quién es, pues, este adelantado heredero? ¿Qué derechos invoca a cuenta de lospríncipes derribados? ¿Cuánto durará su nueva hegemonía?

Esta vez que a nadie le asalten dudas. Vástago putativo de aquellos hegelianos dederecha que redujeron la doctrina del maestro a la sacralización de la monarquíaconstitucional prusiana, éste, mientras anuncia la perpetuidad del Nuevo Orden,proclama la liberación del subjetivismo y el humanismo modernos, el fin de todafunción legitimadora y de la capacidad de guiar las opciones históricas antisistemicas.Y para disfrutar de la aquiescencia de un mundo que parece abandonar la sustanciautópica de la modernidad, encarnada en la vieja visión lineal, progresiva yhomogeneizante de la historia, no ve para Calibán otra salida que desempolvar loscalzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la

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montera de España.

Sin embargo, los profetas panglosianos del neoliberalismo y los sostenedores de lamitología del fin de la historia no tienen ante sí, pese a sus ilusiones, el mejor de losmundos. La crisis integral del modelo otrora incuestionable muestra la necesidadimperiosa del cese del fundamentalismo monetarista y el mito del Mercado Total.Crisis múltiple (económico­financiera, alimentaria, ecológica) y multicausal, cuyonúcleo no puede desligarse, según la imagen acuñada por Lester Thurow, de lasenormes “fosas tectónicas” sobre las que se asienta la sociedad neoliberal [7] .

El déficit teórico padecido por los intentos contemporáneos de transformación obliga,en primer término, a librarse del cautiverio en el que se ha pretendido relegar alpensamiento social crítico y radical de nuestro tiempo. La reconstitución, al principiocontrafáctica, de los valores que afirman la posibilidad de otro modo de convivenciahumana y de relacionamiento con la naturaleza es tal vez la primera victoria quepodamos alzar contra el desencanto.

Una cadena de eufemismos posmodernos se ha esforzado por diluir y estetizar ladureza creciente de las desigualdades. Mas cuando los sueños emancipatoriosparecían haber cedido su lugar a la pesadilla fáctica del capitalismo real, lapersistencia de la Revolución Cubana y la sorpresa zapatista del 1 de enero de 1994marcaron el parteaguas entre el desencanto y la esperanza, y aguaron la fiesta a lossostenedores del mito del fin de la historia. La emergencia de múltiples y novedosasformas de resistencia y lucha a nivel local, nacional, regional y mundial, obligó alpensamiento crítico a dar cuenta de la creciente rebeldía y de las alternativas social­políticas populares en ciernes. Proliferó, a contracorriente, un nuevo movimientoplural contrahegemónico que se negaba, con sus prácticas y visiones alternativas, aaceptar la peor de todas las utopías: la utopía de no tener utopías.

Las luchas y resistencias del movimiento social popular en América Latina han

producido el quiebre de la otrora hegemonía del neoliberalismo y del dominio

absoluto de nuestras soberanías por el imperialismo norteamericano. Todo lo que

parecía aplastado, acallado, luego de épocas de profundo malestar, de saqueo y

humillación, se levanta desde el Sur. La presencia de una amplia y diversa corriente

alterglobalizadora, devino nuevo fenómeno político mundial, visible en las resistencias

y luchas multivariadas que convergen a partir de este siglo en la experiencia del Foro

Social Mundial en Porto Alegre y sus sucesivas ediciones regionales y mundiales.

Nuevos gobiernos populares emergen en nuestro continente modificando el

escenario geopolítico a favor de los pueblos. Al decir de Helio Gallardo, se

entrecruzan “muchas luchas, muchas banderas micros y macros para que sea

posible el ser humano”.

En nuestra región se despliega lo que algunos autores definen como

posneoliberalismo, caracterizado por el avance de gobiernos y proyectos de corte

nacional­popular que, con mayor o menos consecuencia política y radicalidad,

rescatan la soberanía y el control de sus recursos básicos, hasta ahora en manos de

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las transnacionales. El término alberga un conjunto de posiciones que oscilan entre la

orientación anticapitalista de procesos como el de Venezuela y Bolivia, hasta las de

gobiernos de mayor o menor giro a la izquierda que intentan restituir una variante de

capitalismo nacional endógeno sobre las ruinas dejadas por décadas de políticas

neoliberales extremas en el Cono Sur. El posneoliberalismo, de cualquier modo,

expresa un nuevo escenario para la lucha de clases y la lucha por el pleno ejercicio

de la soberanía de los países en la región, que ponga freno al saqueo imperialista

transnacional. El ecuatoriano Alberto Acosta señala cómo la propia noción de

soberanía se amplía como resultado de las luchas plurales: al rescate y ejercicio de la

soberanía política y jurídica se unen la soberanía alimentaria, energética, las

soberanías cultural y educativa, hasta la soberanía del cuerpo [8] .

La resistencia del imperialismo y de las oligarquías a estos cambios se haintensificado en los últimos años, especialmente en los casos de Venezuela y Bolivia,y más recientemente Ecuador, a la vez que la presión de los movimientos socialespopulares por radicalizar los procesos en curso. Las nuevas estrategias escapan dela lógica etapista de épocas anteriores. Aparecen nuevos desafíos políticos y teóricosque las fuerzas de izquierda tienen el deber de asumir y resolver: cómo subvertir elorden neoliberal y a la vez mantener una perspectiva antisistémica que, desde lacotidianidad de las luchas, haga posible esa otra civilización que deje atrás la barbarieexcluyente, patriarcal, discriminatoria y depredadora del capital.

El Sub Comandante Marcos ha expresado: "el capitalismo agonizante ha puesto losojos en nuestras selvas, desiertos, bosques, montañas, ríos, aguas, vientos, mares,playas, maíces, saberes que durante miles de años hemos aprendido, defendido,alimentado, cuidado” [9] . El ecocidio, etnocidio, feminicidio y genocidio sonenfrentados hoy por trabajadores ocupados y no ocupados del campo y la ciudad,excluidos de las redes de reproducción del capital, mujeres, jóvenes e indígenas denuestro continente que protagonizan las luchas más variadas y creativas contra larecolonización imperial.

Estos nuevos escenarios no deben dar lugar a la creación de falsas expectativas deruptura del sistema, como resultado inminente de sus contradicciones internas, delacercamiento de una “hora cero” en la que se producirá el estallido esperado. Lacrisis del neoliberalismo no es la crisis terminal del sistema. Tal punto de vista siguesiendo un sustituto mesiánico o escatológico de la necesidad de estudiar elmovimiento real del capitalismo, sus metamorfosis. No para satisfacer un pruritoacadémico, sino para captar en todos los aspectos posibles las estrategias y losreacomodos del capital y estar así en mejores condiciones para oponer lasalternativas concretas de lucha que aconseje cada vuelta de tuerca de la época, enfunción de los intereses de las mayorías populares. La postura escatológica, alcontrario, fija una línea inmóvil de salto en el horizonte que, al desplazarse, hace quela perspectiva revolucionaria pierda credibilidad y eficacia.

Las posibilidades reconstructivas, sin embargo, no son eternas, ni mucho menosendógenas al sistema. Los elementos que previsiblemente pondrán tope a lareproducción actual del capitalismo ya hoy se anuncian en la crisis de civilización y delprincipio Vida que se agudiza entrado el siglo XXI. Pero resulta imposible aún preverel modo de desenlace, ni las formas institucionales y civilizatorias sustitutivas que

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sobrevendrán. La globocolonización del capital obliga a pensar las alternativasemancipatorias en términos de globoliberación [10] . Frente a los poderosos queacumulan depredando al género humano y a su entorno, una pluralidad de sujetosintenta, a partir del entrelazamiento de sus prácticas y sus rutas específicasentrelazadas, conformar colectivamente un nuevo mapa cognitivo, valorativo ypráctico para acceder al puerto donde los hombres y las mujeres comenzarán afabricar su verdadera historia. Lo que hagamos en la travesía no será indiferente alFin­Comienzo anhelado: el puerto es, en mucho, la travesía. De ella depende quelleguemos y que no tengamos que volver otra vez a preguntarnos extrañados: ¿quénos pasó?

Movimientos sociales: desafíos ante la civilización excluyente, patriarcal,discriminatoria y depredadora del capital

La civilización con que soñamos, será "un mundo en el cual caben muchos mundos"(según la bella fórmula de los zapatistas), una civilización mundial de la solidaridad y

de la diversidad. De cara a la homogeneización mercantil y cuantitativa del mundo, decara al falso universalismo capitalista, es más que nunca importante reafirmar la

riqueza que representa la diversidad cultural, y la contribución única e insustituible decada pueblo, de cada cultura, de cada individuo.

Michael Löwy y Frei Betto

No hay otros mundos, todos los otros mundos están en este.

Paul Eluard

El Sistema de Dominación Múltiple

Si se piensa en alternativas reales, de trascendencia desenajenadora, a la civilizaciónrectoreada por el capital, es imprescindible determinar las formas históricas deopresión que se entrelazan en la crisis civilizatoria de fines de siglo xx y principios delxxi. Nos parece oportuno, en esta dirección, asumir la categoría de Sistema deDominación Múltiple (SDM) [11] .

Su análisis debe realizarse teniendo en cuenta sus dimensiones económica, política,social, educativa, cultural y simbólica. El campo económico y social del capitalcompleta su fortaleza con su conversión en capital simbólico. Mientras enfrentábamossu poder visible con las armas de la crítica reflexivo­racional, sus tentáculosestetizados contactaban con los subvalorados rincones del inconsciente social eindividual de sus víctimas, logrando incorporarlas, en no pocas ocasiones, alconsenso de sus victimarios. Ello se hace patente especialmente en el lenguajecotidiano que, a juicio de Jean Robert, se transforma hoy en subsistemas del sistemacapitalista. Los hábitos lingüísticos del sistema­mundo internalizan la lógica delcapital. La actual jerga económica, política, profesional, carcelaria nos hace hablarcapitalismo. Para el investigador suizo­mexicano, se hace necesario confeccionar unGlosario del lenguaje capitalista para descapitalizar nuestras mentes y sentimientos[12] .

Para José Luis Brea, en el llamado tercer umbral del “capitalismo cultural” la

producción y reproducción de simbolicidad es el nuevo gran motor generador de

riqueza. La megaindustria contemporánea de subjetividad y sus redes de distribución

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transnacional, han producido modos de sujeción nunca antes vistos:

Pero las nuevas economías propias de las sociedades red no solo afectan a los

modos de producción y consumo de los objetos que las prácticas culturales generan y

distribuyen (digamos: de los objetos inmateriales) en su seno, sino también, y quizás

de manera aún más decisiva, a los propios sujetos, a los modos en que en ellas se

producen los efectos de subjetividad, de sujeción. En medio de la crisis profunda de

las Grandes Máquinas tradicionales productoras de identidad, el conjunto de los

dispositivos inductores de socializad ­familia, religión, etnia, escuela, patria,

tradiciones,…­­ tienden cada vez más a perder su papel en las sociedades

occidentales avanzadas, declinando en su función. Sin dudas el espectacular

aumento en la movilidad social –geográfica, física; pero también afectiva, cultural, de

género e identidad, tanto como de estatus económico y profesional—determina esa

decadencia progresiva de máquinas en última instancia territoriales. Pero lo que

sobre todo decide su actual debacle es la absorción generalizada de esa función

instituyente por parte de las industrias contemporáneas del imaginario colectivo (a la

sazón cargadas con unos potenciales de condicionamiento de los modos de vida

poco menos que absolutos). Una industria expandida –más bien una “constelación de

industrias”­­, en las que se funden las de la comunicación, el espectáculo, el ocio y el

entretenimiento cultural, y en términos aún más generales, la totalidad de las

industrias de la experiencia y la representación de la propia vida, que toma a su cargo

la función contemporánea de producir al sujeto en los modos en que éste se

reconoce como un sí mismo en medio de sus semejantes, administrando en esa

relación sus efectos de diferencia e identidad [13] .

El impacto global de esas megaindustrias ha hecho de la enajenación mediáticocultural la norma de la vida contemporánea en las sociedades capitalistas, generandoa la vez ilusiones y tensiones insolubles tanto en el centro como en la periferia delsistema. La hegemonía se presenta como lo que es: una praxis y un modo depensamiento, de subjetividad que se elabora desde las matrices ideológicas de losdominadores, pero que, como nos recuerda José R. Vidal, no se circunscribe a esepolo de los “victimarios”, sino que involucra a sus “víctimas”: el universo de los sujetossubalternos, dominados [14] .

Con la categoría de sistema de dominación múltiple podremos visualizar el conjunto

de las formas de la dominio y sujeción, algunas de las cuales han permanecido

invisibilizadas para el pensamiento crítico, y favorecer el acercamiento entre diversas

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demandas y prácticas emancipatorias que hoy aparecen contrapuestas o no

articuladas, y evitar de esta forma viejos y nuevos reduccionismos ligados a la

predeterminación abstracta de actores sociales a los que se les asignan a priori

mesiánicas tareas liberadoras. El contenido del SDM abarca las siguientes prácticas

de:

· Explotación económica y exclusión social (Aparecen nuevas formas de

explotación de las empresas transnacionales de producción mundial, a la vez que se

acentúan las prácticas tradicionales de explotación económica y a esto se agrega la

exclusión social que refuerza las primeras)

· Opresión política en el marco de la democracia formal (Política­espectáculo

neoliberal: contaminación visual y “pornografía” política, irrelevancia decisoria del voto

ciudadano, vaciamiento de la democracia representativa, corrupción generalizada y

clientelismo político, secuestro del estado por las élites de poder [15] ).

· Discriminación sociocultural (étnica, racial, de género, de edades, de opciones

sexuales, por diferencias regionales, entre otras).

· Enajenación mediático­cultural (Alta concentración de los medios como forma de

dominio del capital sobre la sociedad, su conversión en espacios de toma de

decisiones políticas y de contrainsurgencia frente las alternativas y las resistencias

populares que pongan en peligro su hegemonía, su papel como puerta “estetizada”

del mercado capitalista, antesala visual de la plusvalía, paralización del pensamiento

crítico a través de la velocidad de la imagen fragmentada y del simulacro virtual,

hiperrealista de las televisoras, lo que el Subcomandante Marcos llama, con razón, “el

Canal Único del neoliberalismo”).

· Depredación ecológica (en el sentido de que la especie humana, colocada como

“responsable” y no como “dueña” de la tierra, ha contraído una deuda ecológica, al

no haber podido impedir la proliferación de modelos utilitarios de intervención en la

naturaleza, que han destruido los ecosistemas. [16] ).

El despliegue de esta categoría nos facilita el análisis integral de las prácticas de

dominación, y por ende, permite debatir los problemas de la emancipación en clave

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más compleja. De ahí la necesidad de abordar la crítica a las prácticas de dominio y

sujeción acendradas en la sociedad contemporánea vinculadas al examen de los

problemas actuales de la articulación de las demandas libertarias y emancipatorias en

el movimiento social y popular de América Latina y el Caribe. Resulta necesario

contextualizar, a la luz del imperialismo transnacional y de los aportes de la teoría

social contemporánea, aquellos conceptos teórico­críticos surgidos de Marx:

explotación económica, exclusión social, opresión política, alienación individual y

colectiva, con el propósito de sistematizar las múltiples perspectivas de lucha y

demandas emancipatorias que se dan a diario y simultáneamente en los lugares más

diversos del planeta, y determinar las bases de una voluntad proyectiva mundial que

otorgue condiciones de posibilidad a la superación de la dominación capitalista.

La esencia de la categoría de sistema de dominación múltiple coincide con la

formulación que realiza István Mészáros para caracterizar la civilización del capital:

“El capital —apunta con razón el destacado pensador húngaro— no es simplemente

un conjunto de mecanismos económicos, como a menudo se lo conceptualiza, sino

un modo multifacético de reproducción metabólica social, que lo abarca todo y que

afecta profundamente cada aspecto de la vida, desde lo directamente material y

económico hasta las relaciones culturales más mediadas” [17] . La diversidad

articulada puede concebirse, en este sentido, potencialmente, como posibilidad de la

multiplicación de los sepultureros de esa reproducción metabólica social.

Al analizar la presunta crisis de los paradigmas, Franz Hinkelammert se pregunta si

existe realmente una pérdida de los criterios universalistas de actuar con capacidad

crítica beligerante frente al triunfo del universalismo abstracto propio del capitalismo

de cuartel, actualmente transformado en sistema globalizante y homegeneizante.

Este sistema, arguye, está lejos de ser afectado por la fragmentación. Todo lo

contrario: aparece como un bloque unitario ante la dispersión de sus posibles

opositores. Su conclusión es que no podemos enfrentar dicho universalismo abstracto

mediante otro sistema de universalismo abstracto, sino mediante lo que define como

una “respuesta universal”, que haga de la fragmentación un proyecto universal

alternativo:

Fragmentarizar el mercado mundial mediante una lógica de lo plural es una condición

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imprescindible de un proyecto de liberación hoy. No obstante, la

fragmentación/pluralización como proyecto implica, ella misma una respuesta

universal. La fragmentación no debe ser fragmentaria. Si lo es, es pura desbandada,

es caos y nada más. Además, caería en la misma paradoja del relativismo. Solo se

transformará en criterio universal cuando para la propia fragmentación exista un

criterio universal. La fragmentación no debe ser fragmentaria. Por eso esta

“fragmentación” es pluralización. [18]

En similar perspectiva epistemológica, Jorge Luis Cerletti aporta su propia visióncrítica sobre la reproducción del universalismo abstracto en el proyecto alternativo:“La totalidad” es una eminente cuestión política que, además de lo que abarca, exigedecidir en nombre de qué y de quiénes se plantean las luchas. Si se exalta launiversalidad de los mismos, se puede enunciar un sujeto ideal y privilegiado, sea laclase obrera, la nación, la humanidad o también la muchedumbre. Caso contrario,marchamos hacia la valorización de las partes que en sentido amplio connota lapluralidad. Y ésta exige un cambio sustantivo de mirada que contradice la culturapolítica que tenemos introyectada” [19] .

Ese cambio de cultura política lo ubica el autor argentino en una visión diferente delpoder y la organización. A partir precisamente de esa apuesta por las partes surgeninterrogantes que Cerletti se formula: ¿cómo se expresa el todo en cada parte?;¿cuál sería el hilo conductor que haría lazo entre las múltiples “inmanencias” de cadasituación?; Y si no hay tal lazo, ¿en qué consistiría el “todo”?, ¿en la pura diversidad?La tensión entre los lazos de poder y el tipo de organización que sea capaz de evitarla estructura piramidal es resuelta acá mediante la propuesta de construcción políticaen red:

La red no sólo se liga a través del hilo sino que éste conforma los nudos que sevinculan entre sí. O sea, el vínculo es de la misma naturaleza de lo que relaciona.Luego, se podría decir que los principios y la orientación política constituyen lasmúltiples hebras del hilo y de su cualidades dependerá la fortaleza de la red. Peroésta es obra del tejido que transforma el hilo en red. Esto exige ir construyendo losnudos al tiempo que se los va ligando (metodología de construcción). Traducido entérminos políticos, es producto de las acciones constitutivas de los nudos (las partes)pero que si no se vinculan pierden su razón de ser (potenciación de los cambioscolectivos). Y al hacer centro en la organización necesariamente debemos precisar aqué tipo de hilo nos referimos. Pues se pueden construir redes afines al ordenestablecido (conexiones interempresarias), como redes de autoayuda, de políticostradicionales, de mafias, etc. etc. Pero en este caso hablamos de una redemancipatoria.

Entonces, el problema revierte sobre la condición constitutiva de la red. Y para que lamisma no se convierta en la que emplea el pescador que es quien la maneja, elpoder debe circular entre los distintos nodos que componen la red y al interior de losmismos. Queda establecida así la condición fundante a que debe respondersemejante construcción para que no se constituya, bajo una apariencia distinta, enotra variante de una estructura piramidal a imagen del Estado.

Este esbozo metafórico, plantea simultáneamente la necesidad de crearorganizaciones políticas junto a la modalidad asumida para establecer sus relacionesinternas. De lo dicho se desprende tanto la autonomía de las partes en aptitud dedecidir las situaciones que la involucran así como sus vínculos que deben

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corresponder a la orientación política que define tal metodología de construcción [20].

Arrogarse la causa de la humanidad en general ha sido una fuente de errores y

distorsiones propias del imaginario capitalista occidental del que, culturalmente,

formamos parte. Una exigencia prioritaria desde esa lógica ha sido mirar al resto de

las culturas y modos de relacionamiento societal como subalternos o atrasados, como

mero caudal de elementos que, selectivamente, pudieran integrarse al patrón cultural

hegémónico, refuncionalizados. Desde una visión opuesta la luchadora social hindú

Corinne Kumar reclama:

Lo que necesitamos en el mundo hoy son nuevos universalismos, no universalismos

que nieguen los muchos y afirmen el único, no universalismos nacidos de

eurocentricidades, de patriarcados, sino universalismos que reconozcan lo universal

en los idiomas civilizatorios específicos en el mundo. Universalismos que no negarán

las experiencias acumuladas y conocimientos de generaciones pasadas, sino ese que

no aceptará la imposición de cualquier estructura monolítica bajo la cual se presume

que otros pueblos pueden estar incluidos. Nuevos universalismos que retarán el

modo universal –la lógica de nuestro desarrollo, ciencia, tecnología, patriarcado,

militarización, nuclearización, guerra. Universalismos que respeten la pluralidad de las

diferentes sociedades, de su filosofía, de su ideología, de sus tradiciones y culturas”

[21] .

En el Sur como categoría de otredad existe un caudal de prácticas culturales ycosmologías que han sido preteridas, cuando no subyugadas o destruidas por elparadigma cultural dominante. Redescubrámoslas –nos conmina Corinne Kumar­­.Pero no para hacer de ellas otro paradigma dominante, sino para hallar en cada unalo humanamente valioso que pueda enriquecer la cultura de cada rincón de esteuniverso.

Dentro del contenido del concepto “dominación” es necesario destacar la centralidadde la explotación. Sin embargo, esta medular concreción no agota lasmanifestaciones de dicho concepto, lo que ha sido demostrado por la experienciahistórica. A su vez, la crítica y la superación de los componentes del SDM debenmedirse a la luz de las posibilidades que brindan las alternativas sistémicas eintrasistémicas [22] . Por ejemplo, la categoría de exclusión social deja en ocasionesen la opacidad, fuera de la crítica radical a la categoría central de explotación,independientemente de la necesidad de develar las prácticas presentes deexplotación en el capitalismo transnacional. Pero si miramos el tema desde el ángulode las posibles alternativas intrasistémicas, la crítica a la exclusión asumecompetencia beligerante en el enfrentamiento a la forma prevaleciente de capitalismosalvaje [23] . Lo mismo ocurre con la opresión política. El Estado neoliberal se haconvertido en un mercado de intereses particulares, al desaparecer las conquistasdemocráticas que hicieron de la cosa pública un espacio en disputa entre las clases.

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Por ello, la batalla por la ciudadanización tiene un contenido político convergente conla izquierda en la medida en que se enfrenta a la desarticulación o “secuestro” de lacosa pública por las elites de poder. En el ámbito global, la existencia de un Gobiernomundial de facto, no regulado por la sociedad civil internacional, es también otroargumento en favor de este tipo de ciudadanización activa.

Tan erróneo, política y analíticamente, es representarse a la clase obrera de nuestros

días al estilo de lo que Hegel definía como momento abstracto­racional de la lógica —

esto es, como un concepto simple, no problematizado, como una identidad intuida

que no registra diferencias de intereses y aspiraciones relacionadas con el lugar

ocupado dentro de la estructura tecnoeconómica de la producción y la organización

del trabajo de las distintas categorías de trabajadores, y los contextos

socioeconómicos de que se trate—, como presentar el dato de la heterogeneidad de

la clase trabajadora (las transformaciones en las condiciones y relaciones de trabajo)

para negar su condición de sujeto colectivo de potencialidad anticapitalista,

desconociendo su condición de sujeto­mercancía, en la medida en que unos y otros

sectores, dentro de la totalidad del trabajo, dependen, precisamente, de la venta de

su fuerza de trabajo. “Esa creciente heterogeneidad, complejidad y fragmentación de

la clase­que­vive­del­trabajo —apunta Ricardo Antunes— no va hacia su extinción; al

contrario de un adiós al trabajo o a la clase trabajadora, la discusión que nos parece

adecuada es aquella que reconoce, por una parte, la posibilidad de la emancipación

del y por el trabajo, como un punto de partida decisivo para la búsqueda de la

multidimensionalidad humana”. [24]

Recordemos que el único y verdadero no capital es el trabajo. En la sociedadburguesa éste adopta una forma antagónica entre trabajo materializado y trabajovivo. Mas esta forma contradictoria ­­arguye Marx­­ es ella misma transitoria yproduce las condiciones reales de su propia abolición. Marx se ubica “fuera” de lafatalidad que presupone natural y no transgredible dicho orden enajenado. Para ellocuenta no solo con una teoría del desarrollo formacional ­­maltratada hasta el ridículoen versiones tanto panlogistas como positivistas­­, cuyo referente básico se halla enlas fuerzas productivas, sino con el punto de vista de clase necesario para asumircomo deseable, razonable y posible ese topus humano de una organización en la quelos individuos manejen la producción social como un poder responsable y conscientede sus límites ecológicos y una capacidad autogestiva comunes: la asociación deproductores libres. Mas no se trata de abogar por una prístina imagen incontaminadade “sociedad de llegada”, al estilo de las viejas profecías utopistas.

Hoy es impensable lograr la emancipación del trabajo vivo únicamente con losasalariados formales. Existen dos fenómenos contradictorios que se desarrollansimultáneamente en el capitalismo: por un lado la evolución tecno­científica,informacional y hoy digital de la maquinaria y el desarrollo cultural de los trabajadoresvinculados a los sectores empresariales más evolucionados, y por otro lado la superexplotación, la marginalización, la precarización y exclusión de los trabajadoresdesvinculados del proceso económico principal o directamente expulsados a la

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desocupación. Ambos son explotados económicamente y excluidos socialmente através del trabajo asalariado y semiasalariado, y a través del desempleo, subempleoinvisible y visible. El trabajo y el “no trabajo” (la fuerza de trabajo que ha dejado deser necesaria a la producción capitalista) encarnan la verdadera universalidad que elcapital usurpa.

Los núcleos de trabajadores vinculados a los sectores económicos más avanzados

pueden constituirse en células autogestionarias de un futuro en el que el capital

perderá su cetro como dueño de las condiciones de trabajo. Las experiencias de

cooperación, de economía solidaria y trueque, así como otras prácticas

altermercantilistas de los sujetos excluidos y precarizados complementan esa

fisonomía del modo de producción alternativo al hoy hegemónico. Una versión

formalista de la categoría de trabajador (ocupado) sería políticamente inoperante

para entender, por ejemplo, la naturaleza del nuevo sindicalismo argentino presente

en la Central de Trabajadores Argentinos y la de movimientos sociales, como pueden

ser los piqueteros, en el caso de Argentina, y otros donde el peso de los trabajadores

“no ocupados” o excluidos marca la radicalidad política de sus acciones, tal como

reconocemos en el Movimiento de los Sin Tierra, de Brasil. Dónde colocar —desde

una perspectiva reduccionista— a los pueblos indígenas de nuestro continente y de

otras regiones del planeta, cuya resistencia, cosmovisión y modos de entender el

relacionamiento con la naturaleza y el “tiempo político” desafían no solo a la

civilización productivista, consumista y disipatoria, al servicio de las superganacias de

las transnacionales y de los bloques imperialistas, sino a las nociones de cierta

“izquierda”, cuyas prácticas no van más allá del “juego democrático” [25] y de la

ilusión de humanizar el orden del capital.

Ricardo Antunes caracteriza la llamada nueva morfología del trabajo, a partir de los

conceptos de acumulación flexible y las formas de trabajo degradado: “Hay un

proceso en el que, como las plantas son flexibles, las producciones son más

flexibilizadas, el consumo no es el mismo tipo de consumo de masas de la época

taylorista­fordista: las empresas producen aquellos que la demanda requiere para

evitar la hiper producción y la incapacidad de vender los productos. Esto significa que

la clase trabajadora debe estar compuesta por un núcleo pequeño y estable, el grupo

que dispone del dominio técnico necesario para la empresa. Si la empresa va

creciendo mucho toma los tercerizados y cuarterizados. Son aquellos que son

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contratados cuando los mercados se expanden y que son brutalmente reducidos

cuando el mercado se reduce [26] ”. El investigador brasileño revela la lógica

destructiva del capital en su doble condición: “Yo pienso que el capitalismo hoy utiliza

la dimensión intelectual del trabajo para agregar más valor, plusvalía. Porque la

producción completa hoy es una producción muy heterogénea que cuenta con

sectores muy intelectualizados en la punta, hasta sectores muy precarizados en la

base. Por ejemplo, en la producción de la Nike, están aquellos que definen los

modelos, las marcas, que son trabajos más intelectuales. Al mismo tiempo, hay

trabajos ultra precarizados que están en la base de la producción [27] ”. El desempleo

estructural es una consecuencia de la precarización estructural del trabajo: “Cada vez

menos hombres y mujeres trabajan menos, encuentran menos trabajo estable y

necesitan de muchos trabajos –dos, tres, hasta cuatro– para sobrevivir. Y, cada vez

más, hombres y mujeres no encuentran trabajo y viven disputando la búsqueda de

cualquier labor” [28] .

Por otra parte, la alianza entre los distintos capitales (entre empresasautomovilísticas, petrolíferas, agroindustriales y agrícolas) que pasan a controlardistintos sectores de la agricultura se constituyen en los nuevos enemigos para elcampesinado mundial. La tierra, el agua, las semillas y los conocimientos ancestralesestán siendo disputadas y despojadas por parte de las grandes corporacionesagroindustriales del mundo. Frente a este cuadro, muchos movimientos integrantesde la Vía Campesina proponen luchar por una reforma agraria integral, teniendo claroque su implementación significa golpear directamente los intereses de la oligarquíaterrateniente y con certeza una mayor represión y militarización; fortalecer la alianzaentre el campesinado, los movimientos indígenas y la sociedad organizada parapromover la soberanía alimentaria y energética por sobre los intereses de lasCorporaciones Transnacionales de Agronegocios (TNC) y desarrollar y aprendernuevas formas productivas, con tecnologías apropiadas y recuperación de laidentidad campesina e indígena allí donde esté deteriorada. “La crisis no se debe ni alcalentamiento global ni al aumento de la población sino al modelo mismo,concentrador, excluyente, contaminador, depredador de la naturaleza. Este modelofracasado debe ser superado con nuestras propuestas desde el campesinado a nivelmundial”­expresa Rafael Alegría [29] . En otras palabras: re­nacionalizar laproducción y las reservas de alimentos, echar al capital especulativo fuera de losalimentos. “Solo la agricultura campesina alimenta a los pueblos, mientras que elagronegocio produce productos de exportación y agrocombustibles para alimentar alos automóviles en lugar de los seres humanos”. [30]

La significación histórica y epistemológica de la noción de Sistema de DominaciónMúltiple radica en la superación del reduccionismo y la consecuente comprensión deque las luchas contra el poder político del capital están íntimamente vinculadas a lacreación no sólo de un nuevo orden político­institucional alternativo al capitalista, sinoa la superación histórica de su civilización y su cultura hegemónicas.

Si concordamos en que este orden económico y político hegemónico está ligado

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íntimamente a una civilización excluyente, patriarcal, discriminatoria y depredadora,

que impulsa la cultura de la violencia e impide el propio sentido de la vida humana,

habrá que reconocer que la absolutización de un tipo de paradigma de acceso al

poder y al saber, centrado en el arquetipo “viril” y “exitoso” de un modelo de hombre

racional, adulto, blanco, occidental, desarrollado, heterosexual y burgués (toda una

simbología del dominador), ha dado lugar al ocultamiento de prácticas de dominio

que, tanto en la vida cotidiana como en otras dimensiones de la sociedad, perviven al

margen de la crítica y la acción liberadoras.

Nos referimos, entre otros temas, a los millones de hombres y mujeres que son

expulsados de la producción, el mercado y la política, que sobran por no ser

redituables, a la discriminación histórica efectuada sobre los pueblos y las culturas

indígenas, los negros, las mujeres, los niños y niñas y otras categorías socio­­

demográficas que padecen prácticas específicas de dominación.

Son expresiones de una civilización excluyente, patriarcal y depredadora que el

capital encierra en su Pensamiento Único. José Luis Rebellato sintetiza lo que

queremos expresar con certeras palabras: “Patriarcado, imperialismo, capitalismo,

racismo. Estructuras de dominación y violencia que son destructivas para los

ecosistemas vivientes” [31] .

Dichas prácticas de dominio, potenciadas en la civilización (y la barbarie) capitalista,

han penetrado en la psiquis y la cultura humana [32] . No de otra manera se explica

la permanencia de patrones de prácticas autoritarias racistas, sexistas y patriarcales

que irradian el tejido social, incluso bajo el manto de discursos pretendidamente

democráticos o en las propias filas del movimiento anticapitalista.

Podría objetarse que existen discriminaciones y violencias mucho antes de lahegemonía del capital sobre la sociedad, lo cual es absolutamente cierto. Sinembargo, el régimen del capital las potencia y generaliza como nunca antes. Unejemplo de ello podemos verlo con los feminicidios en la actualidad. Se sabe quecada cultura patriarcal mantiene nichos de violencia y criminalidad, es el caso de laquema de mujeres como resultado del incumplimiento del tributo de la dote en lacasta de los Brahmā de la India. Esas prácticas de violencia sobre las mujeres fueronincluso esgrimidas por los ingleses para justificar como “civilizadora” la invasióncolonialista. Las mujeres que luchan hoy contra esa herencia patriarcal en la Indiaaducen que con el neoliberalismo y la mercantilización de la vida, lo que era privativode la casta “superior” devino una práctica generalizada en la sociedad globalizada.

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Según un cable de EFE fechado en Nueva Delhi el 23­05­2007, casarse en la India

sigue siendo una losa para miles de mujeres que, al no poder pagar las altas

cantidades que exige la dote, una tradición ilegal pero aún vigente, se suicidan o

mueren a manos de sus maridos. Los últimos casos de jóvenes muertas por esta

causa han puesto en evidencia que la costumbre de la dote, lejos de extinguirse,

sigue a la orden del día más allá de barreras de clase o casta. De acuerdo con la

Comisión de Mujeres de Delhi (DCW), son aún muchas las muertes por este motivo

que pasan desapercibidas: sólo el año pasado se denunciaron más de 9.800 casos

relacionados con violencia por la dote, según datos de la Policía de Delhi

difundidos recientemente por 'The Times of India'. La tradición no se limita al mero

desembolso económico en el momento de la boda, ya que, en los meses y años

siguientes, es posible que el marido y su familia sigan pidiendo dinero o bienes a la

esposa en concepto de gastos vinculados al matrimonio, o como confirmación de un

cierto estatus social.

Así cualquier hombre de esa sociedad puede ejercer la violencia sobre la mujer siconsidera que no ha recibido lo que de suyo le pertenece a cuenta de esa figuraancestral, hoy “democratizada” en la sociedad mercantil. “No nos dejan enfrentarnoscríticamente a los nichos de violencia de nuestra cultura tradicional, una vez que lasociedad neoliberal los generaliza”—expresaba Madhu, activista del CIEDS deBangalore al autor de este texto, en el marco del VI Foro Social Mundial en Mumbai.

Mas no es necesario ir tan lejos para comprobar cómo la lógica totalizadora delcapital subsume y recicla este tipo de violencia: el caso de las jóvenes asesinadas enCiudad Juárez en México es otro ejemplo de feminicidio multicausal en el que seentrelaza la cultura de la violencia del patriarcado con el narco, el tráfico de órganospor la frontera norte y la injusticia como norma del orden neoliberal.

El alto grado de explotación/exclusión, de prácticas de saqueo, de opresión política yde discriminación sociocultural, así como de densidad de enajenación (económica,social, política, cultural, mediática) común a los modelos de capitalismo neoliberaldependiente en América Latina hace que se reúnan en sí mismos todas lasdimensiones y las consecuencias de lo que hemos llamado Sistema de DominaciónMúltiple del capital; a saber: la muerte de los sujetos subalternos como “destino” (yasean pobladores urbanos o rurales, trabajadores ocupados, no ocupados, jubilados oexcluidos, indígenas, mujeres, jóvenes, personas LGBT) y la destrucción del entornoambiental, como efectos sociales, humanos y ecológicos en el Sur periférico de laimplementación de las nociones de “crecimiento”, “desarrollo” y “competitividad” de laglobalización imperialista.

¿Narcisismo de las diferencias o diversidad articulada?

La diversidad ha estado siempre, sobre todo en una región tan marcada por el

mestizaje cultural e histórico como la nuestra. Pero hoy la diversidad es mucho más

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que fragmentos identitarios preteridos o subyugados por las sucesivas vueltas de

tuerca de la homogeneización modernizadora: ha adquirido beligerancia política y

visibilidad epistemológica. Así como ella existe, existen sus lecturas [33] . La

explosión del tema de la diversidad no obedece a una moda, por más que tampoco

escapa a ciertos intentos de carnavalización en alguna que otra pasarela del

movimiento de los movimientos. “Construir la convergencia del conjunto de

movimientos y fuerzas sociales a través de las cuales se expresan las víctimas del

capitalismo neoliberal globalizado —afirma Samir Amin— exige, sin duda alguna, el

respeto a su diversidad” [34] .

Existen, al menos, tres actitudes que cuestionan o intentan “conducir” el derrotero de

la diversidad como valor positivo: la actitud del liberalismo, la perspectiva

socialdemócrata y la de la izquierda tradicional.

La tradición liberal sitúa al individuo como la prioridad axiológica con respecto algrupo y al conglomerado social. Sus derechos serán conceptuados como derechospre­sociales, naturales. El hombre miembro de la sociedad burguesa naciente fue elfundamento atomístico del Estado político, quien reconocía sus derechos humanoscomo ciudadano. Tales derechos sólo eran ejercitables en la comunidad política, enel Estado. La soberanía del pueblo existe sólo mediante la figura del ciudadano,despojada de las diferencias de nacimiento, estado social, cultura y ocupación, lasque pasan a ser consideradas como diferencias no políticas, pre­éticas. “No obstante–recordemos a Marx en La cuestión judía­­, el Estado deja que la propiedad privada,la cultura y la ocupación actúen a su modo, es decir, como propiedad privada, comocultura y como ocupación, y hagan valer su especial naturaleza. Lejos de acabar conesas diferencias de hecho, el Estado existe sólo sobre esas premisas, se siente sólocomo Estado político y sólo hace valer su generalidad en contraposición a esoselementos suyos” [35] .

La teoría liberal reformulada como filosofía política del neoliberalismo concibe a lasociedad como el producto de individuos separados que por su propia “naturaleza”persiguen su interés individual. Los individuos entran voluntariamente en la sociedadsólo porque pueden lograr beneficios netos en términos de ganancia adicional. Nadieestá obligado a unirse, por lo que nadie puede esgrimir una causa legítima paraobjetar su propia situación en la sociedad, puesto que todos están en libertad para“abandonarla”, cuando se han cumplido las obligaciones existentes.

El sistema analítico utilizado para expresar las nociones de eficiencia, equidad yestabilidad es el mercado. Las leyes de la oferta y la demanda que en él actúan serevelan en la creencia liberal como leyes “naturales” y “justas”, como una fuerzaanónima y universal, ajena al tiempo histórico. El mercado, pues, debe operar sintrabas por parte del Estado, para que la diversidad de individuos exprese librementesus inclinaciones y talentos. Así, las compulsiones sobre las conductas humanasfluirán motivadas por la providencia y no por agentes humanos que las orienten“contranatura”. Todo lo que tiene que hacer un agente socialmente responsable esproteger la regla del contrato voluntario.

Si hoy los mercados autorregulados se han convertido en un imaginario que atraviesa

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los discursos hegemónicos, ello pudo realizarse porque, a lo largo de la ideología

liberal, el régimen capitalista de producción de mercancías es concebido como la

racionalidad al fin descubierta. Sus modificaciones no afectan aquellos principios

atemporales inmanentes entre los cuales la defensa de la propiedad privada

capitalista no tiene alternativa “racional”.

Pese a que el liberalismo de la época de la globalización desglosa de sí los

“añadidos” históricos impuestos por más de un siglo de luchas reivindicativas (Estado

benefactor, democracia política, interés nacional, sindicatos, seguridad social,

satisfacción de las necesidades básicas, entre otros), que al final conspiraron contra

el “derecho natural”, extendido ahora hasta la nueva propiedad transnacional y sus

poderes económicos y políticos socialmente incontrolados, ello no significa que

aquella matriz de legitimación no siga presidiendo la restructuración global en curso.

Y lo que es más importante aún: está en capacidad de absorber las propuestas

antisistemas que no logren trascender sus límites epistemológicos en los ámbitos de

la economía y la política.

Solo desde los supuestos liberales que naturalizan las relaciones de mercado y

conciben la política como el marco institucional, legal, que vehicula dichas relaciones,

fue posible, en nombre de esos mismos ideales “reclasificados”, implantar el

neoliberalismo sin violar la lógica liberal general. “Con este significativo énfasis en la

libertad individual y esta aversión hacia la nivelación social que la intervención estatal

produce, una parte del liberalismo mira al pasado para reencontrarse con sus

orígenes no democráticos”. [36]

José Luís Orozco apunta con razón:

Que hoy se hable de la hegemonía global del liberalismo o del liberalismo como gran

“vencedor histórico” no traduce otra cosa que la instalación de los modelos duros de

la hegemonía capitalista al resultar disonantes e incosteables las expectativas

sociales históricas alentadas jusnaturalmente por el liberalismo racionalista antes y

después de la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo con la lógica liberal general, ello

no impone romper abiertamente con las nociones de los derechos humanos, los

derechos sociales o la misma democracia sobrecargada de expectativas; al contrario,

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todos ellos se uncen, corrigen e instrumentan, bajo las nuevas condiciones de

mercado, a un liberalismo preparado para manipularlos y depurarlos mediante las

vías “posmodernas”, “posestatales”, “posnacionales” y “posdemocráticas” [37] .

La versión liberal­demócrata de nuestros días va más allá, reconoce la diversidad

cultural­identitaria en los marcos del sistema de dominación, y aboga por la

implementación de políticas de reconocimiento siempre y cuando no afecten las

bases del sistema económico y político del capital. Se trata de una diversidad

atomizada, enajenada que facilita la lógica del control social del poder, a la vez que

estimula las diferencias entre los grupos y sectores subalternos y contestarios. Otra

de las actitudes es la que centra y limita, política y teóricamente, el alcance de las

luchas de los movimientos sociales a la noción de ciudadanización, como vía para

reconstruir el orden socialdemócrata, incluyente una vez que, supuestamente, se

cierre el ciclo “economicista” de la globalización. La diversidad quedaría anulada ante

la figura resucitada del ciudadano/na. La tercera actitud es la inherente a las visiones

estrategistas y reduccionistas de la izquierda tradicional, y su incapacidad para

reconstruir teóricamente la lucha en las nuevas condiciones históricas.

Lo primero que habría que admitir es que la emergencia de la diversidad es un dato

del sujeto social­popular, entendido como el conjunto de clases, capas, sectores y

grupos subordinados, que abarcan la mayoría de nuestros países y sufren un

proceso de dominación múltiple.

El problema surge a la hora de determinar el referente axiológico, práctico­político

para realizar la articulación: ¿debemos centrarnos en la diferencia como momento de

esa diversidad o en su identidad?

“El énfasis en la identidad como proceso de construcción social –señala GeorginaAlfonso González­­ supone la definición de posiciones cognitivas, valorativas,prácticas, ideopolíticas, entre otras, que a la vez que se personalizan vanconstituyendo también un referente común. La elaboración y realización de losproyectos de vida individuales, grupales y sociales constituye un objetivo de primerorden en la conformación de la identidad.

Este enfoque promueve interacciones y relaciones sociales basadas en el respetomutuo, el razonamiento, la cooperación, la aportación constructiva y la coherenciaética, en el que se asume la persona en su totalidad como ser humano social. Setrata de invertir la lógica civilizatoria: crear una nueva cultura que incluya la diversidada partir de las identidades, se trata de una cultura de vida en sociedad que propicie eldesarrollo de todas las personas y su participación responsable, reflexiva y creativa

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en los procesos de organización, toma de decisiones y control social.” [38]

Pese a que la macroidentidad social­humana (no homogeneizada, equitativa, justa,autogestiva) es mucho más fuerte que las diferencias existentes, las alternativaslibertarias y emancipatorias afrontan aún dificultades de esta naturaleza. Las razonesúltimas de la fragmentación se hallan en la enajenación del trabajo. Como se sabe, elcapitalismo disimula la naturaleza social del trabajo –arguye David Peerla—en elintercambio de mercancías, esconde lo que tenemos en común: el trabajocooperativo, fragmentando de ese modo nuestra identidad [39] .

Es bastante generalizada la idea de que la izquierda antisistema es ajena a las

políticas culturales de la diferencia y las identidades: las particularidades, los

fragmentos, las redes capilares, los micropoderes, la autonomía de los sujetos

sociales devienen así límites insuperables que problematizan la clásica estrategia de

poder de las fuerzas políticas de izquierda.

Es preciso, pues, admitir la existencia de múltiples sectores, prácticas contestatarias y

discursos diferenciados que se constituyen a raíz de demandas puntuales en el seno

del movimiento social, algunos con más capacidad crítica y propositiva, en relación

con la sociedad global, que otros. Sin embargo, la diversidad fragmentada y

desarticulada de micropoderes y redes capilares autónomas (la microfísica

organizativa) no son, precisamente, un signo per se de fortaleza frente a la

hegemonía de los poderes políticos y económicos transnacioanalizados y sus

pretensiones de totalidad. “La soledad de cada individuo diferente e idéntico es la

base de la masificación, es decir, la igualdad forzada se basa en la diferencia

forzada”. [40]

Esta sana perspectiva, centrada en el reconocimiento de la diversidad, puede ser

objeto en sí misma de sutiles manipulaciones, en la medida en que la igualdad, la

diferencia y la identidad se encapsulen en fórmulas forzadas, de relativa docilidad

para la lógica del control social por parte de los poderes hegemónicos de la sociedad

burguesa. Ciertos estudios culturales, luego de autocomplacerse con el

descubrimiento de la otredad, no logran superar el narcisismo de la diferencia,

cerrando el paso a cualquier reconstrucción que pretenda levantar, sobre tales

deferencias, identidades sociales colectivas capaces de subvertir el orden enajenante

que las discrimina a todas por igual. Paradójicamente, “la misma sociedad pide el

control de las identidades fijas. Si ya no se sueña con la posibilidad de una sociedad

libre, se exige por lo menos la justicia de otra manera: que nadie sea menos

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reprimido que la mayoría, este es el nuevo lema de nuestra sociedad, que tiene una

de sus expresiones en la identidad forzada”. [41]

Stefan Gandler nos incita a pensar las identidades esquivando cierto realismo y el

sentido común transnacionalizado:

La libertad no se alcanza sacrificándola. Suena como si fuera de conocimiento

común, pero no lo es. La libertad se alcanza superando su limitación principal, que es

la sociedad burguesa­capitalista. Igualdad, diferencia e identidad solamente se

pueden desarrollar libremente en una sociedad libre. El secreto de la emancipación

de los indígenas, de las mujeres, de los homosexuales, de las lesbianas y de todos

los llamados por la mayoría “otros” es la emancipación de la sociedad en cuanto tal.

Todo lo otro no es otra cosa que el perverso intento de superar una represión con

una nueva. De esto está llena la historia humana y ya no tiene caso repetirla una vez

más. [42]

En otras palabras, dejar que la igualdad haga la diferencia.

Para que la diversidad no implique atomización funcional al sistema, ni prurito

posmoderno light de relatos inconexos, es preciso desear, pensar y hacer la

articulación, o lo que es lo mismo: generar procesos socioculturales y políticos desde

las diferencias. El pensamiento alternativo es tal únicamente si enlaza diversidad con

articulación, lo que supone crear las condiciones de esa articulación (impulsar lo

relacional en todas sus dimensiones, como antídoto a la ideología de la delegación;

fortalecer el tejido asociativo sobre la base de prácticas y valores fuertes (de

reconocimiento, justicia social, equidad, etcétera).

Pareciera que el reconocimiento de las diferencias deviene punto de partida para la

constitución de sujetos con equidad entre los géneros y reconocimiento de las

identidades respectivas. Mas “lo diferente” puede ser sustantivado de manera que la

aspiración a la igualdad y a las identidades compartidas no sea una meta “realista”.

En el caso de las mujeres, por ejemplo, “la apelación a la diferencia como nuevo

principio constitutivo de identidad se esencializa y vuelve como amenaza siniestra de

fusión. El retorno del tema de la maternidad y de los mitos constitutivos de la

feminidad bajo formato mediático supone pagar un duro tributo a los retornos

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conservadores”. [43]

La diversidad que se pretende asumir desde el “narcisismo de las diferencias”

deviene recurso ideológico y cultural de dominación, cerrando el paso a cualquier

reconstrucción que pretenda levantar, sobre tales diferencias, identidades sociales

colectivas capaces de trascender el orden enajenante que las discrimina a todas por

igual.

Por otra parte, la diversidad en sí misma puede ser fundamento tanto de una genuina

unidad de acción desde lo local, de construcción de la alternativa desde abajo, como

base de conflictos en la vida cotidiana que se diriman negativamente en favor de la

dispersión y la atomización. En consecuencia, surge la necesidad de pensar cómo

promover prácticas que permitan visibilizar y concientizar la diversidad, a la vez que

se fortalezca, sobre dicho reconocimiento, la ética de la articulación entre los diversos

actores, el principio de integración táctico y estratégico, y la unidad sociopolítica

consensuada, necesaria al proyecto de emancipación social y dignificación personal,

en capacidad de desafiar al orden neoliberal mundializado.

No tenemos, en esto, dudas: necesitamos construir una ética de la articulación [44] ,

no declarativamente, sino como aprendizaje y desarrollo de la capacidad dialógica,

profundo respeto por lo(a)s otro(a)s, disposición a construir juntos desde saberes,

cosmologías y experiencias de acumulación y confrontación distintas, potenciar

identidades y subjetividades. Tal ética ha de moverse dentro de las coordenadas de

un paradigma de racionalidad crítica, organizada mediante el diálogo de los sujetos

implicados y orientada a descubrir el significado auténtico de la realidad humana.

La articulación, si bien presupone reconocimiento de la diversidad en lo interno del

sujeto subalterno o dominado, implica un esfuerzo supremo de unidad consensuada

desde abajo, pues sin la construcción de coaliciones estratégicas no podrán

enfrentarse, con posibilidades de éxito, los grandes poderes globocolonizadores,

enemigos tanto de la justicia económica y política, como del real ejercicio de la

autonomía cultural de los diversos grupos humanos.

La teoría de la “traducción”: una herramienta epistemológica en laconstrucción de lo común de las luchas y resistencias

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En las filas del movimiento contrahegemónico a la globalización neoliberal se verificalo que Boaventura de Sousa Santos define como un “equilibrio tenso y dinámico entrediferencia y equidad, entre identidad y solidaridad, entre autonomía y cooperación,entre reconocimiento y redistribución” [45] .

Es imposible obviar que algunos multiculturalismos nos han abierto los ojos respecto

a procesos y espacios de dominación que no conocíamos, hemos comprendido que

el dolor por la falta de reconocimiento puede ser tan terrible como la explotación o la

esclavitud; pero hemos comprendido también que buena parte de las reivindicaciones

por el reconocimiento no son nada si no van acompañadas de unas políticas de

redistribución. [46]

Sin desvalorizar la teorías culturales críticas que diseccionan esas prácticas

discriminatorias de lo “diferente”, no hay que olvidar tampoco que el multiculturalismo

liberal, al que se adscriben algunas de esas corrientes, cuenta con herramientas que

le permite sentar las bases para pensar la diferencia en clave de diversidad, y la

diversidad en clave de desigualdad natural. Dado que todas las personas contamos

con cualidades distintas, con competencias disímiles, la diversidad es en realidad un

reflejo natural de las cosas, que se traduce en un marco de igualdad ante la ley y de

oportunidades (no de resultados), en desigualdades más que justificadas. Frente a

esta visión maniquea que separa reconocimiento identitario de equidad y justicia

social y económica, se ha hecho lugar común “la idea de que una política de la

redistribución no puede conducirse con éxito sin una política del reconocimiento, y

viceversa.” [47]

La aspiración a articular las luchas por la equidad (redistribución) con las dereconocimiento (identidad/diferencia) se enfrentan al hecho de que las teorías de laseparación han prevalecido sobre las teorías que pregonan la unión entre la granvariedad de movimientos, campañas e iniciativas existentes. ¿Qué hacer ante estatendencia desmovilizadora de las identidades?

Si queremos impedir la fragmentación y el nihilismo es necesaria una apertura hacialos/as otros/as y un conocimiento más amplio de sus prácticas y visionescontrahegemónicas. Para generar este tipo de apertura vale recurrir al procedimientoque Boaventura de Sousa llama “teoría de la traducción”:

Una lucha particular o local dada (por ejemplo, una lucha indígena o feminista) soloreconoce a otra (digamos, una lucha obrera o ambiental) en la medida en que ambaspierden algo de su particularismo o localismo. Esto ocurre cuando se crea unainteligibilidad mutua entre tales luchas. La inteligibilidad mutua es un prerrequisitopara lo que denomino autorreflexión interna, una que combine la política de laequidad con la política de la diferencia entre movimientos, iniciativas, campañas yredes. Esta ausencia de autorreflexión es lo que permite que prevalezcan las teorías

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de la separación sobre las teorías de la unión. Algunos movimientos, iniciativas ycampañas se agrupan en torno al principio de la equidad; otros, en torno al principiode la diferencia. La teoría de la traducción es el procedimiento que permite unainteligibilidad mutua. A diferencia de la teoría de la acción transformadora, la teoría dela traducción mantiene intacta la autonomía de las luchas como su condición, ya quesolo lo diferente puede traducirse. Hacerse mutuamente inteligibles significaidentificar lo que une y es común a las entidades que se hallan separadas por susdiferencias recíprocas. La teoría de la traducción permite identificar el terreno comúnque subyace a una lucha indígena, a una lucha feminista, a una lucha ecológica, etc.,sin cancelar nada de la autonomía o la diferencia que les da sustento. [48]

Claro que esa inteligibilidad, compresión, re­conocimiento de las perspectivasdiferentes de lucha de los movimientos se logra solo a través de la accióntransformadora (aunque no de la versión vanguardista/estrategista del concepto, quees al parecer a la que hace referencia el autor citado). La llamada traducción no seentiende aquí como un mero ejercicio de interpretación desde una mesa, al margende la confrontación común con los poderes opresores e igualmente discriminatorios.La metáfora de la “traducción” funciona como recurso epistemológico para lainterpenetración de los sentidos contestatarios de las diferentes perspectivas delucha. Obviamente, esta se da en la actividad práctica transformadora conjunta, esahí precisamente donde podemos y debemos percatarnos de lo incompleto denuestras demandas, del particularismo que representa cada movimiento, que secentra en objetivos legítimos pero que no abarcan la subversión de todo el sistema dedominación, responsable máximo de la discriminación de un actor determinado y detodos. Esta perspectiva no implica la existencia autoproclamada de “un traductorautorizado”: cada cual debe traducir las visiones y prácticas de los otros, para asimilarlos fundamentos comunes de la lucha, percatarse de la limitación de cada cual y lanecesidad de complementarse.

Homi K. Bhabha llama la atención sobre la importancia de lo que clasifica como

momento híbrido del cambio político. Tomando como ejemplo a la mujer trabajadora

para revelar las identidades e intereses en conflicto (¿Qué es lo que pone por delante

una mujer trabajadora? ¿Cuál de sus identidades es la que determina sus opciones

políticas?), plantea que el valor transformacional del cambio radica en la

rearticulación, o traducción, de elementos que no son ni lo Uno (una clase

trabajadora unitaria) ni lo Otro (la política del género) sino algo más, que contesta los

términos y territorios de ambos. Hay una negociación entre el género y la clase,

donde cada formación encuentra los márgenes desplazados, diferenciados de

representación de su grupo y los lugares enunciativos en que los límites y limitaciones

del poder se encuentran en una relación agonista [49] .

Conviene detenerse en la propuesta sobre las identidades múltiples que nos hace

Héctor Díaz Polanco en su libro Elogio de la diversidad. Globalización,

multiculturalismo y etnofagia:

Puede decirse, por lo tanto, que la identidad múltiple es la regla. Los sujetos no se

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adscriben a una identidad única, sino a una multiplicidad de pertenencias que ellos

mismos organizan de alguna manera en el marco de las obvias restricciones

sistémicas, pero que están presentes de modo simultáneo. En su misma simplicidad,

la imagen de diversas camisetas convenientemente colocadas una encima de la otra,

sobre el mismo sujeto, ayuda a ilustrar el fenómeno. El mismo papel juega la de cajas

dentro de cajas como ilustración de los diversos planos y unidades de la identidad.

Comprender la diversidad, en este caso, requiere considerar tal articulación compleja

de planos identitarios como constitutivos de la noción social de los nosotros [50] .

Para Díaz Polanco, la multiplicidad de planos identitarios no actúa de manera neutra e

indiferenciada, existen criterios de jerarquización. “Hay que estar alerta –nos advierte­­

contra la pretensión de utilizar la noción de identidades múltiples para desvalorizar la

identidad misma, colocándola bajo la perspectiva de la “fluidez” o el “hibridismo” que

supuestamente “relativizan” el sentido de pertenencia” [51] . Sin embargo, el principio de

jerarquía es también dinámico, de acuerdo a las circunstancias concretas que ponen una u otra

pertenencia en primer plano, en otros términos, “en un caso se puede poner el énfasis en la

pertenencia étnica, en otro en la de género; en una situación se apelará a la filiación nacional y en

otra a la religiosa” [52] . Su conclusión es clara: “La noción de identidad múltiple, colmada con el

principio de jerarquización identitaria, permite comprender que una particular adscripción cultural no

implica forzosamente rechazar otras pertenencias con las que seguramente se tienen muchos

horizontes en común. Lo Cortés no quita lo Cuauhtémoc”. [53]

En lo que respecta a las mujeres, la opresión se expresa mediante una superposiciónde injusticias. Siguiendo a Nancy Fraser [54] , es posible definir dos tipos básicos deinjusticia, la socioeconómica y la cultural; la primera está enraizada en la estructurapolítica y económica de la sociedad. Explotación, marginación económica, privaciónde bienes básicos, son las características básicas de este tipo de injusticia. Lasegunda clase es cultural o simbólica. Esta última está enraizada en tejidos socialesde representación, interpretación y comunicación. Ejemplos de ello sería el estarsometido a una cultura extranjera, no ser considerado dentro de la especificidad desu propia cultura, o ser sujeto de estereotipos peyorativos y representacionesculturales. Para este último tipo de injusticia, el reconocimiento de las identidadesrespectivas deviene antídoto de la falta de respeto, la estereotipificación y elimperialismo cultural. Se requiere reconectar en la teoría y la práctica emancipatorialos aspectos de la economía política referidos a las injusticias de explotación, con losaspectos propios del reconocimiento de las especificidades culturales y de género,teniendo en cuenta que este último contribuye también al logro de la igualdad política.

Para esta autora, representante del feminismo político norteamericano, la justiciasupone satisfacer expectativas de reconocimiento como de redistribución, entrereconocimiento cultural e igualdad social, en el entendido de que “las desventajaseconómicas y la falta de respeto se entremezclan y apoyan mutuamente” [55] . Desde

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esta estructura crítico­teórica considera que el género y la raza actúan como“colectividades bivalentes” de manera paradigmática. Ambas, salvando suspeculiaridades, implican redistribución y reconocimiento:

Cuando nosotros negociamos con colectividades que aproximan el tipo ideal de laclase trabajadora explotada, nos enfrentamos a injusticias distributivas que requierensoluciones redistributivas. Cuando negociamos con colectividades que se aproximanal tipo ideal de sexualidad despreciada, por el contrario, nos enfrentamos a injusticiasde falta de reconocimiento que requieren soluciones de reconocimiento. (…) Estosasuntos se tornan turbios una vez que se desplazan de los extremos. Cuandoconsideramos colectividades locales en la mitad del espectro conceptual, nosencontramos formas híbridas que combinan características de la clase explotada concaracterísticas de la sexualidad despreciada. Estas colectividades son “bivalentes”.Se diferencian como colectividades en virtud de las dos estructuras de sociedad, lapolítica­económica y la cultural­valorativa. Cuando están en desventaja, deben sufririnjusticias que les llevan simultáneamente hacia la economía cultural y la política. Lascolectividades bivalentes, en suma, deben sufrir la mala distribución socioeconómicay el mal reconocimiento cultural en formas donde ninguna de estas injusticias es unefecto indirecto del otro, pero sí donde ambas son primarias y co­originales. En estecaso, ni las soluciones redistributivas ni las de reconocimiento por sí solos sonsuficientes. Las colectividades bivalentes necesitan a ambos. [56]

La comprensión de la opresión de género sigue desafiando los patrones valorativos

conformados históricamente en hombres y mujeres. En este caso, la operación

ideológica de naturalización de la realidad opresiva se vio favorecida por la aparente

desvinculación de estas formas moleculares de dominio genérico del ámbito de los

modos históricos de producción. Cabe suponer que se trata de un fenómeno anterior

a las sociedades de clase, aunque cada una de estas aporte modos específicos de

legitimación legal y simbólica de esta realidad opresiva.

Luchar contra el patriarcado y la discriminación de la mujer puede resultar una acciónincompleta si no se lucha simultáneamente contra la sociedad del capital, luchar porla toma del poder por los trabajadores es incompleto si se deja intacto el modeloeconómico y cultural productivista y depredador. Cada demanda reivindicativa,libertaria o de reconocimiento es, en relación con las del conjunto de movimientos,parcial y limitada, aunque significativa y relevante para quienes la enarbolan. Laalternativa está en traducir y traducirse, entenderse, asumirse, articularsesolidariamente desde un nuevo universalismo que no sea mudo, que no obvie lo queaporta cada cual, que no sea un “infinito malo” (según la expresión de Hegel), o sea,la absolutización de un solo componente emancipatorio, de un episteme, de unapráctica de confrontación alternativa y una visión particular de creación.

Para de Sousa, una vez identificado lo que une y es común a diferentes luchasantihegemónicas se convierte en un principio de acción en la medida en que seevidencia como la solución al carácter incompleto y a la ineficacia de las luchas quepermanecen confinadas a su particularismo o localismo. Este paso ocurre al poner enpráctica nuevos Manifiestos. Es decir, planes de acción detallados de alianzas queson posibles porque se basan en denominadores comunes, y que movilizan ya quearrojan una suma positiva, porque confieren ventajas específicas a todos los queparticipan en ellas de acuerdo con su grado de participación. En ocasiones, esosplanes de acciones en las campañas e iniciativas populares devienen sumatoria departicularidades y no integración genuina de las luchas, lo que se hace manifiesto una

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vez que se atenúa, modifica o desaparece la causa externa frente a la cual seprodujo la movilización.

El objetivo estratégico de este procedimiento es hallar la identidad común de ambasdirecciones contrahegemónicas (equidad y reconocimiento), mas no se trata de unaidentidad abstracta, muda, que escamotee las diferencias. Tampoco de una identidadque pretenda universalizar el significado particular de uno u otro movimiento, por muylegítimo que sea. Ninguna identidad puede ser impuesta sin violar el substrato éticode la política emancipatoria. No hay una identidad para imponer a los/as otros/as.Hay una identidad de intereses, aspiraciones y metas libertarias y emancipatorias quese construye articulando la diversidad, no desgajándola del conjunto de suscomponentes en beneficio de uno de ellos.

Conviene precisar que la identidad por la que abogamos no se reduce a la que pueda expresar las

necesidades, aspiraciones de reconocimiento y visiones comunes de un grupo o sector social

subalterno determinado, sino la identidad como movimiento social popular a la que debe tributar

cada una de las organizaciones, redes y movimientos, sin perder necesariamente su perfil.

Fernando de la Riva adelanta ideas similares a las antes expuestas mediante lo queel educador popular gaditano llama la “apuesta por el mestizaje”:

Vamos a tener que apostar por el mestizaje, por las mezclas que nacen desde laidentidad de cada uno, pero se convierten en algo más cuando incorporan la fuerza ylas capacidades de los otros. Aprender a buscar a los afines, a negociar, a sumarvoluntades, a construir alianzas, a sintonizar nuestros movimientos, nuestrasacciones, frente a los antagónicos. El aprendizaje de la tolerancia, como la entendíaPablo Freire. Sin perder la diversidad, en medio de ella [57] .

La diversidad (natural, social, humana) no es un lastre a superar, ni a nivelar

violentamente. No es debilidad, sino fortaleza. Es una riqueza para potenciar y

articular. No tratemos de negar las discrepancias, incomprensiones y visiones

diferentes sobre diversos asuntos que implica asumir esta perspectiva. No

busquemos consensos fáciles ni tramposos. La diversidad es un aprendizaje político y

humano, un proceso educativo para quienes transiten por ella. Ante la tentación de

erigirnos en jueces omnipotentes de quienes nos acompañan en el camino de la

emancipación social­humana integral, pensemos qué nos une e identifica, qué

podemos aprender de unos u otros movimientos y perspectivas liberadoras, qué retos

comunes enfrentamos y qué compromisos históricos claman por nuestro accionar.

Vertientes de resistencia y lucha: Hacia un modo “no tramposo” de articulación

La existencia de múltiples redes de movimientos sociales y prácticas contestatariasen el seno del movimiento social­popular en América Latina, las que se constituyenen torno de demandas puntuales (en muchos casos ancestrales e históricas) por laequidad y/o por el reconocimiento obliga, en principio, a describir los ámbitosarquetípicos de dichas prácticas y movimientos de la manera siguiente:

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Reivindicativos/redistributivos (equidad social)

Campesinos e indígenas (Vía Campesina/Coordinadora Latinoamericana de

Organizaciones del Campo (CLOC) (En contra de las empresas

transnacionales de agronegocios y a favor de la reforma agraria y la

soberanía alimentaria)

Barriales y sindicales (por demandas reivindicativas locales y sectoriales)

Nuevo sindicalismo con una noción más amplia de trabajador (trabajadores

ocupados, no ocupados, jubilados, excluidos/as). De las luchas por trabajo y los

derechos básicos de subsistencia algunos avanzan hacia la subversión de las

relaciones sociales del capital, la promoción de experiencias autogestionarias y

de economía solidaria (Alternativas y propuestas de nueva socialidad)

Movimientos por el reconocimiento (identitarios)

Indígena (autonomía cultural, derechos como pueblos, reconocimiento y

defensa de saberes y cosmovisiones)

Género (movimientos feministas y de mujeres: Marcha Mundial de Mujeres,

Red Latinoamericana Mujeres Transformando la Economía (REMTE), entre

otros)

Defensa de la diversidad sexual. (Personas LGTB (lesbianas, gays, bisexuales

y personas transgénero) (Diálogo Sur Sur LGBT)

Al luchar contra las prácticas racistas, discriminatorias (patriarcales, racistas yhomofóbicas) desde una dimensión utópico­liberadora, muchos de estos movimientosllegan a enfrentarse a los poderes hegemónicos, causantes supremos de la opresiónsociocultural y política de los grupos humanos que representan, a la vez que irradiany co­construyen con otras fuerzas alternativas nuevos patrones civilizatorios deinteracción social.

Movimientos contraculturales y juveniles (en contra del conservadurismo social y lasposturas patriarcales­adultocéntricas, en defensa de los derechos de los jóvenes yestudiantes).

Eclesiales y teológicos (iglesia popular, teología de la liberación, movimientosecuménicos liberacionistas)

Movimientos ambientalistas, conservacionistas y en defensa de la biodiversidad. (Un

papel destacado en estas luchas lo ocupa el movimiento indígena, existen diversas

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redes como la Red Latinoamericana contra las Represas, por los Ríos, sus

Comunidades y el Agua (REDLAR).

Movimientos en defensa de la cultura y la comunicación alternativa (Red de redes En

Defensa de la Humanidad, MINGA Informativa de movimientos sociales, Agencia

Latinoamericana de Información (ALAI), radialistas, radios y televisoras comunitarias,

entre otros)

Existen cada vez más movimientos y redes que articulan demandas emancipatorias,

libertarias y de reconocimiento como parte de sus estrategias antisistémicas de

resistencia y lucha contra el capital, entre ellos resaltan el Movimiento de los

Trabajadores Sin Tierra de Brasil y el neozapatismo, entre otras redes indígenas,

feministas y sindicales de ese carácter. Otros ejemplos son: Grito de los/as

Excluidos/as, Convergencia de los Movimientos de los Pueblos de las Américas

(COMPA) y en el ámbito nacional organizaciones como el Consejo Cívico de

Organizaciones Populares e indígenas de Honduras (COPINH).

“No es lo habitual –argumenta Raúl Zibechi en su ensayo “La emancipación comoproducción de vínculos”­­, ciertamente, que un movimiento haya desarrollado deforma pareja todos los aspectos que hacen a la emancipación y a la creación de unmundo nuevo. (…) Existen, por lo tanto, grados diversos de ruptura con lo viejo,siendo a mi modo de ver el zapatismo la ruptura más completa y explícita –tanto en elhacer como en el pensar—con las viejas formas de cambiar el mundo (…) Lasdiferencias anotadas entre los movimientos, y otras tantas que pudiéramos sumar, nodeberían ocultarnos las cuestiones en común de estos sujetos territorializados que,mientras resisten, se empeñan en convertir sus emprendimientos para lasobrevivencia en alternativas al sistema”. [58]

La mayoría de estos movimientos tributan a la dimensión utópico­liberadora delpensamiento social crítico latinoamericano frente a las consecuencias genocidas(humanas, ecológicas, socioculturales) del paradigma depredador de la modernidadcapitalista potenciado por la globalización neoliberal: indígenas, campesinos,feministas, comunidades eclesiales de base (teología de la liberación), juveniles, deexcluidos/as urbanos y rurales, etc. De sus vertientes de lucha se desprenden, entreotras, las visiones analíticas de la crítica al Desarrollo y la Economía (del capital), laecología social, el ecosocialismo, la soberanía alimentaria, los proyectosautogestionarios de fundamento ecológico, así como otras dimensiones utópicaspositivas de nueva socialidad, nueva economía, nueva construcción de poder y nuevarelación con el entorno [59] . Esto ya implica un salto de lógica, una racionalidaddiferente, no absolutamente identificable con la que ha prevalecido dentro de lamodernidad [60] .

En consecuencia, si existe un sistema múltiple de prácticas de dominio y sujeciónentrelazadas, podemos representarnos al movimiento social­popular como laintegración compleja y dinámica de todas las demandas emancipatorias yperspectivas de resistencia, lucha y creación alternativa a ese Sistema de DominaciónMúltiple del capital [61] . Sin embargo, este es un tema que sigue estando pendiente

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en la agenda práctica de los movimientos y redes, por más que se han logradoavances en determinadas campañas articuladoras de defensa de los interesesfundamentales de nuestros países, como ha sido la exitosa Campaña hemisféricacontra el ALCA.

Para Helio Gallardo el sistema de dominaciones provee a los sectores populares deidentificaciones inerciales: “Tú ocuparás el lugar de mujer o hembra, tú el de niño, túel de anciano, tú el de obrero, tú el de indígena, tú el de LGTB (lesbianas, gays,bisexuales y personas transgénero), el de desplazado o migrante no deseado…” yestas identidades “forzadas” los ha tornado vulnerables, discriminados y rebajados ensu autoestima por la dominación patriarcal machista y adultocéntrica.

La identidad autoproducida de los sujetos subalternos que enfrentan, resisten ycombaten las identidades inerciales que le confiere el sistema para aislarlo ydestruirlo material y simbólicamente, comprende su autonomía y autoestima: estaúltima consiste en aprender a quererse a sí mismo para ofrecerse a otros. Laautoestima no se liga con narcisismo ni con egoísmo. Pasa por cuidar de sí,integrarse, quererse a uno mismo, aprender a asumirse como parte de unemprendimiento colectivo (de la familia, de la especie, del sistema de vida)… y sesabe que uno la posee porque se la testimonia en la existencia cotidiana, o sea en lavida de todos los días, en cada acto, todo el tiempo. Es factor decisivo de la identidadautoproducida. Y puede ser muy complicado y riesgoso testimoniar esta autoestima,irradiarla, porque, ya hemos visto, puede darse en un sistema de poder que no laadmite, que la invisibiliza, la persigue y acosa para destruirla [62] .

Es así que ­­en la reflexión de Gallardo­­ para los movimientos sociales populares lospuntos de referencia decisivos son su autonomía, la autoproducción de identidadefectiva, la conversión de sus espacios de encuentro y discusión, de susmovilizaciones en situaciones de aprendizaje, el testimonio, la irradiación deautoestima. Sin autoestima –arguye­­, ninguna aproximación social o humana resultapositiva. Esto vale tanto para las relaciones de pareja como para el movimientocampesino o para un movimiento ciudadano por instituciones democráticas Conautoestima, cualquier propuesta o acción, venga de amigos, de adversarios o deenemigos, será juzgada como conveniente o inconveniente por la competencia yeficacia que el actor social popular ha ido ganando, es decir autotrasfiriéndose,mediante su lucha.

¿Tendrán éxito estas fuerzas? Tal vez sí. Tal vez no. Fidel Castro ha reflexionado

ampliamente sobre estas nuevas prácticas:

Surgen movimientos de masas que se están formando con tremenda fuerza y yo creo

que esos movimientos desempeñarán un papel fundamental en las luchas futuras.

Serán otras tácticas, ya no será la táctica al estilo bolchevique, ni siquiera al estilo

nuestro, porque pertenecieron a un mundo diferente. En este de ahora […] tienen

que surgir nuevas tácticas, sin que ello signifique desanimar a nadie, en ninguna

parte, y hacerlo de la forma que estime conveniente. Pero tratamos de ver y analizar

con la mayor objetividad posible el cuadro actual y el desarrollo de la lucha, bajo el

dominio unipolar de una superpotencia: Estados Unidos. Serán otros caminos y otras

vías por los cuales se irán creando las condiciones para que ese mundo global se

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transforme en otro mundo [63] .

No hay por qué presuponer una desvinculación total entre las prácticas tradicionales y

los gérmenes de lo nuevo. Los múltiples intercambios de que se nutre el tejido social

son mucho más ricos que los esquematismos que estrechan horizontes. Pero hay

también fuerzas identificables —dentro de nuestro propio espíritu, por no hablar de

las fuerzas de la riqueza y de los privilegios— que se resisten. Ello es resultado, en

buena medida, de los instrumentos categoriales con que analizamos la situación

actual y formulamos alternativas, los cuales se encuentran dentro de los marcos de

una estructura cultural que a veces nos lleva a ciertas aporías y a ciertos límites en el

análisis mismo.

Tiene razón Jorge Luis Cerletti cuando afirma:

Nos parece tan importante asumir la diversidad de las situaciones como plantearse la

lucha por una cultura emancipadora que comience a desarrollarse dentro de la

misma interioridad de los conflictos. Que genere otra forma de relacionarse y que

combata las supremacías larvadas hallando nuevas fórmulas de efectividad al

accionar colectivo. Estos dos planos requieren combinar tiempos distintos: la

inmediatez que demanda resolver los problemas concretos de las diversas

situaciones y la perseverancia en procura de nuevas formas culturales y organizativas

que se vayan desarrollando en el seno de los conflictos y entre sus protagonistas.

Aquellas formas deberán ir germinando en la vida cotidiana de las masas a través de

sus propias experiencias [64] .

Mucho se ha discutido acerca de las dificultades para construir un modelo dearticulación que no esté preestablecido por una u otra fuerza política, o por lasexpectativas corporativistas o gremiales de uno u otro actor social. Este tipo demodelo “colonizador”, pretendiendo un universalismo poscapitalista, ha dado lugar,en ocasiones, a consensos “fáciles” o pseudoconsensos que ocultan lascontradicciones, liquidan las visiones distintas y desplazan los puntos conflictivosentre los sujetos involucrados en la construcción de un proyecto compartido. Aquíaparece un problema central que resolver:

¿En qué medida la nueva articulación sociopolítica por la que abogan los

movimientos devendrá garantía para asumir, respetar y desplegar la emergencia de

la diversidad —sociocultural, étnico­racial, de género, etárea, de opciones sexuales,

diferencias regionales, entre otras que son objeto de manipulación y diversas formas

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discriminatorias por el actual orden enajenante del imperialismo global—, no como

signo de dispersión y atomización, sino de fortaleza y como la propia expresión de la

complejidad del sujeto social­popular en las dimensiones micro y macrosocial?

La preocupación anterior se formula con mucha frecuencia ante cada propuesta de

articulación sugerida desde cualquiera de las fuerzas políticas del campo popular.

Mientras un componente del sujeto social y popular se erija en designador

omnipotente del lugar del otro, habrá normatividad de roles, e identidades

adscriptivas. Esta especie de desvergüenza epistemológica legitima el juego del

“elogio y el vituperio” en el plano político. Si el actor que sufre tal designación trata de

vivir como si pudiera hacer abstracción de las designaciones de que es objeto por el

otro, y pretende autodefinirse desde su propia experiencia subalterna, no hace sino

seleccionar de nuevo, por cuenta propia, los aspectos del mundo que ya han

seleccionado para él, y resignificar el lenguaje mismo que lo destina a una forma de

vida y de comportamiento que debe acatar, dentro de un espacio ausente de

actividad crítico­reflexiva.

Una totalidad “tramposa”, en consecuencia, sería aquella que conciba al proyecto

como sinónimo de rasero nivelador para un denominador común. Desde la

perspectiva popular, es primordial que los sujetos demanden y constituyan al

proyecto, y no a la inversa. Nadie pone en duda la necesidad de un proyecto y la

viabilidad de este, que dé credibilidad a las masas populares, que supere, en sentido

positivo, la crisis de valores existente. Pero no debe ser concebido como la

idealización y la autoconciencia, en sí mismas. La experiencia política propia, labrada

sobre las prácticas socioclasistas y de otros géneros, ha sido y es la que constituye al

sujeto, y en ella este, a su vez, valida al proyecto. Cualquiera de estas dos partes que

falte hace que el sujeto real se transforme en virtual, y que un proyecto virtual se

presente como real y verdadero, propio para ese sujeto; pero nunca, por ese

carácter, puede hacerlo completamente suyo.

La práctica más severa confirma que el carácter de un proceso solo está determinado

por las contradicciones sociales que resuelve y no por un supuesto protagonista que

puede ser virtual (como lo ha sido en la mayor parte de la historia), y que ha

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defendido un proyecto como suyo, pero que en realidad lo han convertido, por

exclusión participativa, en algo que nada o muy poco tiene que ver con él,

anteponiendo una utopía “alcanzable”, como velo de un proyecto del y para el poder

de otros.

Lamentablemente, muchas experiencias frentistas en Latinoamérica reprodujeron

estos viejos esquemas, y al final llegaron al fracaso. Por eso se produjo una crítica al

estrategismo, es decir, a la visión que tenían algunas fuerzas de izquierda de que una

vez que se tomara el poder, se iban a resolver, de la noche a la mañana, el problema

del medio ambiente, el de la mujer, el de las poblaciones indígenas, de los barrios,

etc., y no incorporaron temas de estas demandas en la construcción de la propia

lucha, desde el mismo comienzo del camino hacia una sociedad humanizada. La

sociedad deseada, por supuesto, tiene mucho que ver con el camino que recorramos

para llegar a ella, y de la capacidad para no desvincular fines y medios, para no

reproducir viejas o generar nuevas formas de dominación.

El conocimiento mutuo, la superación de prejuicios, el desarrollo de la confianza

mutua entre personas y entre organizaciones es clave en este proceso. Compartir el

análisis que hacemos de la realidad —dentro de la diversidad. Fijar objetivos

comunes, claros, concretos, posibles; que sea un espacio (con procedimientos claros)

para la participación de las organizaciones y personas. Evitar desequilibrios (unos,

siempre mucho; otros, siempre poco). Si hay desequilibrios, que sean razonados,

“conscientes”, asumidos y solidarios. Así como evaluar, revisar —conjuntamente,

responsablemente— la acción común y el funcionamiento de la coordinación. Vamos

a tener que apostar por el mestizaje —dice Fernando de la Riva—, por las mezclas

que nacen desde la identidad de cada uno, pero se convierten en algo más cuando

incorporan la fuerza y las capacidades de los otros [65] .

Debemos estar preparados para una nueva estrategia liberadora, que implica

ensanchar el continente y el contenido de lo político, percibir la política implícita en lo

social, y no solo en las estructuras concebidas habitualmente como tales, incorporar

con ello más actores sociales que asuman posiciones contestatarias frente a las

discriminaciones de todo tipo, tal vez dispersas y no sistemáticas; pero igualmente

válidas. “El proceso de lucha es —escribe Isabel Rauber—, a la vez que construcción

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(reconstrucción), articulación y puente, un proceso educativo­formativo de

construcción de sujetos, de conciencias, de contrahegemonías y de poder” [66] .

La posibilidad de elaborar un nuevo proyecto que represente y sintetice las actuales

aspiraciones y necesidades de los pueblos latinoamericanos y caribeños —apunta

dicha autora— está directamente relacionada (y condicionada) por la capacidad de la

teoría, del pensamiento de y para la transformación. Capacidad que presupone la

actualización de la propia teoría, asunto que —en nuestro caso— pasa, en primer

lugar, por asumir el mestizaje étnico y cultural de los pueblos y, por tanto, de la teoría

de la transformación.

Desde el ángulo de esta convocatoria, esto supone “mestizar” el marxismo, asumir

sus aportes junto a los de otras corrientes del pensamiento latinoamericano y

nacional: con el pensamiento de los independentistas, con las propuestas de los

pueblos originarios, con los aportes de la educación popular y de la Teología de la

Liberación, con las reflexiones de las experiencias de resistencia y construcción de

los movimientos urbanos y rurales desarrollados en las últimas décadas, etcétera [67]

.

En este sentido, parece hoy más importante encontrar una matriz política, ética y

simbólica, que permita integrar, sin exclusiones, todas las demandas emancipatorias,

libertarias y de reconocimiento que dan sentido a las luchas de los actores sociales

que están hoy frente a un sistema de dominación concreta, y que arrastran —como

sucede particularmente con las mujeres—, ancestrales opresiones y discriminaciones

de difícil y/o incómodo reconocimiento para la cultura patriarcal. Para ello es clave

reconocer estos cuatro nódulos de referencia: el género, la raza, la etnia y la clase.

Estas cuatro categorías han padecido diversos usos reduccionistas.

Es tan perjudicial preterir el enfoque de género en aras de una visión estructural o

económica de la sociedad, como asumir la lucha contra la cultura patriarcal haciendo

abstracción de la denuncia y el enfrentamiento a los poderes económicos y políticos

de clase, responsables de la explotación, la exclusión y la llamada feminización de la

pobreza. Lo mismo puede suceder con la raza o la etnia, o con la clase. Los que

vienen de una tradición marxista en América Latina conocen el itinerario del

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reduccionismo de clase a la hora de elaborar las tácticas, las estrategias, los modos

de acumulación. Claro está que la crítica al reduccionismo de clase ha llevado

también a una postura nihilista: desconocer la clase como categoría fundamental de

análisis.

La apuesta por la articulación social­política de estos sujetos y actores subalternos no

constituye un fin en sí mismo, sino una condición de la emergencia de lo que István

Mészáros llama movimiento radical de masas, germen a su vez de alternativas

emancipatorias antiimperialistas y anticapitalistas. Sin embargo, la articulación de las

resistencias y luchas no debe ser identificada con la noción idílica de “unidad

aglutinante”, supeditada a intereses virtuales de pretendidas “vanguardias” ajenos a

la experiencia política propia de los actores sociales involucrados.

No es ocioso recordar que el nuevo sentido político de las articulaciones seráresultado de la experiencia política propia de los actores. Cada cual (organización,movimiento y redes sociales) deberá y podrá traer todo lo suyo (sus practicas ytradiciones de resistencia y lucha, las visiones civilizatorias y perspectivas libertarias yla diversidad de “epistemes” y saberes construidos desde las identidades sociales yculturales). En tanto proyectos emancipatorios compartidos, las nuevasincorporaciones de actores y grupos se harán sin abandonar necesariamente su selloidentitario, su metodología, su tradición y discurso. Qué quedará en la perspectivahistórica de la identidad de cada movimiento y organización es algo imposible dedeterminar a priori, al margen de la lucha política y social concreta [68] .

La inclusión del Eje “Poder, política y luchas por la emancipación social” en el ForoSocial Mundial Policéntrico en Caracas (Enero 2006), contribuyó a colocar en elcentro del debate la necesidad de avanzar hacia nuevos consensos para enfrentarlos retos nacionales, regionales, continentales y globales que tienen ante sí losmovimientos sociales, en el sentido de rescatar la soberanía de nuestros países,promover nuevas nociones y prácticas en favor del desarrollo humano sostenible yhacer frente a los poderes imperiales que pretenden recolonizar a nuestra región. Laconstrucción colectiva de nuevos modos de articulación política presupone una claracompresión de las nuevas condiciones en América Latina.

Esas condiciones (ingobernabilidad/crisis política, saqueo imperialista transnacional(ALCA, TLC, DEUDA, Militarización), absolutización del Principio Mercantil(mercantilización del trabajo, de la vida, de las relaciones humanas, del sexo, de lanaturaleza), llevan objetivamente a la diversidad de sujetos a encontrarse en centrosde gravedad políticos, apareciendo, con mucha fuerza, la necesidad de la articulaciónde esa diversidad y, en consecuencia, de la re­construcción del sentido político y elpoder en las luchas de los movimientos sociales.

Sabemos todos y todas, por nuestras experiencias, que la articulación presentanumerosas barreras objetivas y subjetivas. En principio, no puede ser “tramposa”,preestablecida por un autoproclamado “tejedor” de los hilos dispersos, nihegemonizada por una u otra fuerza política, o por las expectativas corporativistas ogremiales de uno u otro actor social. No se trata tampoco de reproducir la nivelaciónviolenta de lo heterogéneo, como sucedió en la conformación histórica de los Estadoslatinoamericanos. Sin embargo, las malas prácticas sólo nos hacen tensar nuestra

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imaginación y voluntad para re­inventar nuestros propios modos de articularnos y deasumir la responsabilidad de hacer gobierno popular allí donde las correlaciones defuerzas nos lo permitan.

La idea de la articulación tendrá que salir de las propias prácticas y necesidades de

superación de la dispersión actual del movimiento social y popular, y no de esa figura

virtual colocada por encima de los sentidos políticos de las fuerzas sociales

participantes en la lucha. Arrogarse la causa de la humanidad en general ha sido una

fuente de errores y distorsiones propias del imaginario progresista occidental del que,

culturalmente, formamos parte. No se trata de negar a priori la mediación y la

representatividad, ni mucho menos menospreciar la importancia, en el ámbito

latinoamericano y caribeño, de la aparición de liderazgos legitimados ética, social y

políticamente por los sujetos del cambio, cuya impronta educadora y movilizativa

puede ser decisiva a la hora de los enfrentamientos nacionales e internacionales

contra las oligarquías locales y el imperialismo norteamericano. La génesis de esos

nuevos liderazgos y sus desarrollos son, por lo general, fruto de las nuevas

estrategias del movimiento popular, y de la superación en su seno del apoliticismo —

la criminalización de toda política— construido desde el poder en décadas pasadas

para buscar el consenso de las víctimas con los victimarios en torno a la inevitabilidad

del orden neoliberal.

Por otra parte, si nos apresuramos al clausurar el proceso continuo de articulación, o

lo asumimos demagógicamente, corremos el peligro de “beber vino viejo en odres

nuevos”, esto es, reeditar la fórmula elitista y verticalista de la organización política y

de la unidad como nivelación formal de lo heterogéneo, lo cual excluye la autonomía

y la integración de las organizaciones sociales. Tenemos que estar listos para dar

cabida a las prácticas, los discursos y las actitudes antimodelo neoliberal y

antisistema; pero también a las voces que enfrentan, desde demandas específicas, a

la actual civilización patriarcal, depredadora y consumista a partir de otras visiones

paradigmáticas. En otras palabras, abrir el debate sobre la emancipación en clave

más compleja, como proceso político­cultural contrahegemónico, distinto del

reduccionismo estrategista o “vanguardista”.

Lo anterior requiere, en consecuencia, la búsqueda de un eje articulador que pasa,

inevitablemente, por la creación de un nuevo modelo de acumulación política. Esto

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presupone, al menos:

· El reconocimiento de la especificidad cultural y la competencia simbólica y

comunicativa de cada sujeto o actor social, la realización de acciones comunicativas

de rango horizontal, que permitan develar las demandas específicas, integrando

solidariamente las de otros sectores, sobre la base de la confrontación teórica y

práctica con las formas de dominio de clase, género, etnia y raza. Aquí es importante

concebir no solo las problemáticas fundamentales de los trabajadores formales y no

formales (ocupados y no ocupados), de los excluidos del sistema, sino la aparición, o

nuevos desarrollos, de problemáticas antes no consideradas por las fuerzas

contestatarias: las de género, las étnicas, el cuestionamiento de la moral tradicional,

la politización de ciertos movimientos juveniles, etc. Sigue vacante la construcción de

una articulación política para todas esas líneas de iniciativas populares que se forman

en torno a diferentes cuestiones particulares y evolucionan, en muchos casos, hacia

un cuestionamiento global del sistema económico, social y cultural. Ese papel lo

puede cumplir solamente una organización horizontalista, plural y democrática en su

interior. Horizontalista en cuanto no acepte liderazgos permanentes e indiscutibles, y

plural en cuanto a no convertirse en una organización centralizada que aspire a la

homogeneidad ideológica y tenga, además, capacidad de incorporar organizaciones

preexistentes que no resignen su identidad propia. [69]

· La aceptación de la pluralidad de maneras de acumular y confrontar, propias de

cada tradición política dentro del movimiento popular.

· La necesidad de un modo horizontal de articulación de los movimientos

sociales, de los partidos y otras fuerzas sociales y políticas de la sociedad civil. Lo

cual no quiere decir renunciar a la organización, sino a la concepción elitista,

verticalista de ella. De lo que se trata es de imaginar el movimiento político como una

organización que debe asumir la doble tarea de promover el protagonismo popular y

contribuir efectivamente a crear las condiciones para que sea posible, como una

fuerza nueva capaz de integrar las más diversas tradiciones y las formas

organizativas más variadas, y articular horizontalmente, no unificar verticalmente. [70]

El sujeto del cambio es plural —demandante de expectativas emancipadoras de

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distinto carácter—, y no una entidad preconstituida. Su autoconstitución implica, en

consecuencia, una intencionalidad múltiple, construida desde diversidades (no

siempre articuladas) y dirigida a transformar los regímenes de prácticas

características de explotación y dominio del capitalismo contemporáneo. Ello será

posible en la medida en que se constituyan como agentes alternativos por vía de la

plasmación de otros patrones de interacción social opuestos a los hoy

institucionalizados. Esta situación no debe interpretarse como un simple “basismo” o

como propuesta a favor de la “gradualidad” de las transformaciones requeridas para

que se impongan dichos patrones alternativos. [71]

Una articulación “no tramposa”, tal y como hemos examinado anteriormente, entraña

alternativas acompañadas de visiones diferentes sobre la significación de la vida

humana a aquellas que prevalecen en la modernidad capitalista. Se trata de ir más

allá, de trascender la lógica antihumanista de la mercantilización de la vida, del

trabajo, de la naturaleza, del amor, del arte, del compañerismo, del sexo, que impulsa

la transnacionalización irrefrenable del capital. Descartemos la ilusión de poder

promulgar un salto ahistórico hacia una nueva civilización, puesto que existen

alternativas viables que están encapsuladas por las formas y los poderes económicos

e institucionales hegemónicos. La creación y generalización de nuevos patrones de

interacción social, desde la vida cotidiana, el despliegue de las nuevas estructuras y

subjetividades y sus praxis contrahegemónicas, harán variar la relativa poca

capacidad de interpelación o interlocución de dichas alternativas con la situación

social general.

Se impone hacer un registro lo más abarcador posible de las prácticas de resistencia

y lucha a diversas escalas (local, nacional, regional, global), no para decirnos solo “lo

que le falta a cada una”, sino “lo que tiene de interesante, lo que aporta ya, lo que

promete potencialmente”. En otras palabras, sistematizar mejor las experiencias

alternativas emprendidas por los sujetos sociales que se enfrentan a los patrones de

interacción social hegemónicos, y cuyo accionar multifacético se orienta hacia la

creación de regímenes de prácticas colectivas, características y recurrentes

(comunitaria, familiar, clasista, educacional, laboral, de género, etnia, raza, etc.),

alternativas al patrón capitalista neoliberal, depredador y patriarcal, que usurpa la

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universidad humana de nuestra época.

Ello nos permitirá, en principio, ensanchar la noción de sujeto social­popular

alternativo con la diversidad de movimientos sociales (barriales, feministas y de

mujeres, étnicos, indígenas y campesinos, de trabajadores excluidos, sindicales,

ambientalistas, juveniles, contraculturales), de identidades y culturas subalternas

amenazadas por la homogeneización mercantil y la “macdonalización” del entorno y

el tiempo libre; cosmologías preteridas, perspectivas liberadoras que se enfrentan,

cada cual desde su propia visión y experiencia de confrontación, al pensamiento

único del neoliberalismo global.

La desesperación ante la falta de reales, efectivas, viables y radicales propuestas y

acciones políticas alternativas que engloben a todos los actores sociales

comprometidos en construir ese otro mundo posible, mientras los dueños del mundo

que se quiere cambiar siguen actuando impunemente contra los pueblos y las

personas, destruyendo su entorno identitario y natural, es y será legítima, siempre

que, desde esa insatisfacción, se avance creativa y audazmente en la búsqueda del

verdadero centro de gravedad político en cada país, región y a escala planetaria. Ese

centro no se diseña “desde arriba” ni se declara a partir de una sola de las fuerzas

beligerantes, por muy buenas intenciones y capacidad “representativa” y teórica que

tenga. No se puede prever en sus detalles, pero sí captar a tiempo su posibilidad y

apostar por ella sin temor a dejar en el camino cualquier signo o seña particular que

nos haya acompañado en la lucha, por muy amada que sea, en aras de la

emancipación y la dignificación social que nos involucra a todos y todas.

La tarea estratégica implica construir un enfoque ético­político que reconozca la

multiplicidad y diversidad del sujeto social alternativo (y la legitimidad de sus

respectivos epistemes), que dé lugar a un nuevo modelo de articulación política en el

movimiento popular, en el que esté representado el conjunto de demandas

emancipatorias y libertarias, independientemente de las tendencias cosmovisivas

confrontadas, para llegar a un consenso que admita puntos de conflictos.

No se trata de negar los desencuentros, incomprensiones y visiones diferentes sobre

diversos asuntos, entre las distintas vertientes del movimiento social­popular, entre

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las tradiciones marxistas, socialistas, comunistas, religiosas, indígenas, feministas,

sindicales, ambientalistas, comunitaristas, etc., y sus modos actuales de afrontar los

poderes hegemónicos desde sus organizaciones, redes y movimientos sociales. Lo

importante es no encapsularnos en corazas corporativas y abrirnos hacia la identidad

social­humana en el compromiso emancipatorio, en la defensa de vida, en la

solidaridad.

Posneoliberalismo y socialismo

La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo y no puede nacer lo nuevo; y

en ese interregno se producen los fenómenos morbosos más variados.

Antonio Gramsci

La propiedad privada nos ha hecho tan estúpidos y unilaterales que un objeto es

nuestro solamente cuando lo tenemos ­­cuando existe para nosotros como capital, o

cuando es directamente poseído, comido, bebido, usado, habitado, etc., en fin,

cuando es usado por nosotros.

Carlos Marx

...rechazar la idea del mejor de los mundos no quiere decir renunciar a trabajar por

un mundo mejor.

Edgard Morin

El ave fénix del socialismo

La expansión y acumulación capitalita en el planeta, desplegada bajo la figura

mediática desmovilizadora de la globalización, ha estado y estará cada vez más

ligada al genocidio humano. La dimensión destructiva que acompaña este desarrollo

instala en la agenda de la humanidad, como nunca antes, la memorable dicotomía de

“socialismo o barbarie”.

En tal sentido, el debate sobre el llamado socialismo en el siglo XXI no es un mero

ejercicio de futurología académica, sino una cuestión de sobrevivencia de la propia

especie y su entorno, lo que hace superfluo, cuando no negativo, intentar asumirlo

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desde una preceptiva que vuelva a presentarnos la fórmula “mágica” de su

naturaleza (acabada de salir del gabinete del sabio de turno), lista para ser aplicada

en toda circunstancia histórico­política.

Las consideraciones que siguen tan solo adelantan algunas “pistas” a tener en cuentaen esta dirección. El contexto desde el que son presentadas es el de las nuevasalternativas social­políticas abiertas en América Latina y el regreso a las calles denuestro continente de la idea del socialismo.

Pensar los retos que afronta la alternativa socialista en las condiciones del capitalismomonopolista transnacional de principio de siglo, presupone un colosal esfuerzo en elámbito de la teoría emancipatoria [72] .

La necesidad de crear espacios plurales de reflexión equivale a desplazar lacentralidad de las respuestas acostumbradas, portadoras de certezas estériles, hacialas preguntas. Debemos convenir en que si no siempre hemos acertado con lasprimeras, quedan en pie todas las segundas. Formular los nuevos problemas queafronta la alternativa socialista frente a la culminación a escala mundial del procesode expansión capitalista, de internacionalización del ciclo completo del capital, exige,en principio, un enorme esfuerzo explicativo y pronóstico de los nuevos marcos de laacción colectiva.

La significación del tema aconseja no perder de vista el deslinde epistemológico entrela herencia del marxismo clásico y sus desarrollos posteriores durante el siglo XX, y lateleología evolucionista y positivista que usurpó sus créditos y desnaturalizó unpensamiento fundacional que rechazaba para sí el carácter de “pasaporte universalde una teoría histórico­filosófica general cuya suprema virtud consiste en sersuprahistórica” [73] .

Avanzar en la conceptualización del socialismo supone, de inicio, el abandono de laimagen teleológica sobre la “sociedad de llegada”. Utilizamos el término paradesignar aquella actitud que confunde la teorización sobre el socialismo con suformalización empobrecida. Durante buena parte de su desarrollo, en el marxismoposleninista domina una preceptiva que incluye definiciones “congeladas” desocialismo, construidas sobre la base de la yuxtaposición de algunos rasgosempíricos de experiencias particulares. Parafraseando a Marx, lo concreto­sensiblefue elevado directamente al plano de lo concreto­pensado sin depurar lo específico.Lenin, como se sabe, se opuso a esa propensión apriorística cuando lo conminarona dar una definición lapidaria del socialismo: “...no podemos dar una definición delsocialismo; cómo será el socialismo cuando alcance sus formas definitivas, no losabemos, no podemos decirlo. Decir que la era de la revolución social ha comenzado,que hemos hecho tal y cual cosa y nos proponemos hacer tal otra (...) Pero en cuantoa cómo será el socialismo en su forma definitiva, eso ahora no lo sabemos” [74] .

En este sentido, la nostalgia formalista del pasado reciente ­­que en el caso de lasicología y el pensamiento petrificado se manifiesta mediante la ilusión según la cualpara el retorno del socialismo bastaría con retomar a la línea seguida por lossocialismo reales desaparecidos a principio de la década del 90 del siglo XX, unaespecie de vuelta al estado de cosas anterior, lo que relegitimaría el enfoquedoctrinario hoy desacreditado­­, tiene que ser sustituida por la suspensión provisoriade las concepciones habituales sobre el socialismo: única manera de visualizar lasformas emergentes de socialidad resultante de los cambios. No para subsumirlos enuna lógica regresiva o acomodaticia, sino para afirmar la voluntad emancipatoriapresente sin ataduras conceptuales que le creen incongruencias a la práctica eintentar desbloquear el futuro de la opción socialista en las condiciones venideras.

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Por concepciones habituales de socialismo, en este caso, entendemos aquella quetuvo como presupuesto considerar lo alternativo como lo ya realizado y la posibilidadreal como realidad desplegada, a despecho del tiempo, modo y lugar que impedíadistinguir la aspiración de la realidad. El error consistió en otorgar los rasgos de unproceso interformacional, aún no desplegado en su integridad, sin adecuadacategorización y estudio, al socialismo como tal, cuya plenitud supone el predominiode una efectiva socialización de la producción y de la política, garantía para la plenadignificación humana.

Conviene distinguir que para la solución de este tema, no es productivo fijar nocionesinmutables de “lo socialista”, ni hacer tabula rasa con la historia conformada, actitudinherente al nihilismo rupturista. No se trata de colocarnos en el otro extremo de latentación dogmática de aprehender de manera apriorística la “esencia” delsocialismo, al margen de su automovimiento, y sin considerar la afectación que éstepadeció en sucesivos contextos de enfrentamiento y oposición.

La afirmación o negación subjetiva de cualquiera de sus segmentos temporales, nopuede hacer perder de vista el deber de captar toda su trayectoria. DomenicoLosurdo apuntaba con razón que “una cosa es subrayar el desfasaje entre laconciencia subjetiva de los protagonistas de la revolución y el sistema social queprodujeron, y otra cosa es reducir ese nuevo sistema social o ese comienzo delnuevo sistema social al sistema capitalista preexistente. Una cosa es subrayar ladiferencia que separa la sociedad producida por la revolución francesa y el terrorjacobino de la polis, y otra es afirmar la identificación de la sociedadposrrevolucionaria con el antiguo régimen” [75] . En otros términos: la comprensiónracional de ese itinerario ­­de lo válido y lo caduco, de sus variaciones histórico­concretas y de sus deformaciones y desproporciones socialmente condicionadas­­ esrequisito sine qua non de su estudio. Mas la versión panlogista de estos presupuestosrebaja el nivel de la crítica y oculta la naturaleza real de la quiebra producida.

Luego de criticar su envoltura de “socialismo de Estado”, y las formas de alienación ydominación reproducidas en su seno, Emir Sader no deja de reconocer que aquellaexperiencia histórica ha sido “la construcción más generosa que la humanidad hacreado hasta hoy. Fue allí donde más se confrontó con el mercantilismo, con elegoísmo y con otros fenómenos que el capitalismo lleva al extremo. Por lo tanto, es laforma superior, más importante que la humanidad haya construido hasta hoy” [76] .

El análisis realizado nos confirma la idea de que más que elaborar una modelísticaabstracta sobre el socialismo, se impone adoptar una postura teórica ajena a lo queGramsci criticaba como “proyectos mastodónticos” de socialismo [77] , sean estoshoy fruto de disquisiciones analíticas formales, de escasa o casi nula viabilidadhistórica, como de visiones rupturistas mesiánicas que prometan la solución de todaslas contradicciones.

Pero también es necesario protegernos de la tendencia contraria: la máximapretensión de lo socialista convertida en hipóstasis conceptual inalcanzable, desdecuya idealidad se menosprecian las evoluciones factibles en dicha dirección,inherentes al segmento discreto del desarrollo interformacional en que nosencontramos. El no comprometimiento del socialismo con un paquete de rasgos fijose inamovibles es, precisamente, la manera más productiva de conservar loalcanzado, descubrir las salidas multivariadas que ofrece la crisis de la época yabrirnos hacia nuevos grados de socialidad desenajenada.

Los reacomodos de la noción del socialismo en el siglo XXI ante la crisis civilizatoria

precipitada por el capitalismo salvaje y depredador (luego de superarse el impacto de

la sorpresa histórica de la desaparición de su forma conocida como “socialismo real”,

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que llegó prácticamente a paralizar el imaginario alternativo del movimiento

revolucionario) reafirman más que nunca el compromiso ético implícito en la tarea

estratégica apuntada por François Houtart: “Deslegitimar el capitalismo, como

expresión de una modernidad deshumanizante, lo que significa la utilización de todos

los espacios posibles para el desarrollo de un pensamiento crítico en los sectores de

la economía, de la ecología, de la política y de la cultura. En este sentido, los foros

sociales han cumplido con un papel importante, el desarrollo progresivo de una

conciencia colectiva” [78] .

El socialismo en las redes de la modernidad

La opción asumida como libre elección de las masas en las revolucionesprotosocialistas del siglo XX, como experiencias de ruptura interformacional, implicóque en ocasiones las medidas socialistas, justificadas o no, se alzaran históricamentesobre una especie de vacío, así como sobre una inadecuada preparación de lossujetos­actores sociales que impedía la plena hegemonía socialista.

La imagen oficial de la “razón suficiente” del derrotero tomado por la socialización dela producción durante la etapa post­revolucionaria, borró durante décadas el conflicto,concientizado por Lenin, entre la superación económica de la propiedad privada y lascircunstancias políticas que impusieron la vía jurídico­administrativa de dicha“superación”, como “castigo” a la burguesía en medio de la agudización de loscombates de clase. El proyecto original, que sólo comprendía la instauración delcontrol de la producción social y de la distribución de los productos por los Soviets,devino, contrariamente a lo expresado por Lenin, una forma sui géneris de“implantación” del socialismo.

La guerra civil y el sabotaje convierten la expropiación y la nacionalización enmedidas de autodefensa de la propia Revolución. Se trataba de condicionesexcepcionales que en modo alguno hacían superfluas las conclusiones esbozadas enun texto como “Las tareas del proletariado en nuestra Revolución”, donde para Leninel nuevo poder «no “implanta”, no se propone implantar ni debe implantar ningunatransformación que no esté ya perfectamente madura en la realidad económica y enla conciencia de la inmensa mayoría del pueblo» [79] .

El resultado es la discordancia entre el desarrollo de elementos vitales (producción­distribución­consumo, administración­control­sociedad civil, y Estado­poder­ejerciciodel poder); y de las relaciones que tienen como elemento central mediador elproblema de la propiedad.

La discusión sobre la disparidad de desarrollo, sus causas y clasificaciones, tiene unalarga historia. De lo que se trata es de determinar si fue posible o no la alternativasocialista al capitalismo, como proceso civilizatorio y formacional nuevo, con su propialínea cultural, no depredadora, de desarrollo, o si lo que devino fue una alternativa ala modernidad occidental, como proceso de actualización civilizatoria, sobre la basede un tipo de propiedad no capitalista.

La expropiación de la propiedad privada no es automáticamente sinónimo desocialismo, si no se supera al capital como relación de producción (la propiedad es susimple expresión jurídica), como totalidad que afecta de suyo al asalariado; si se

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soslaya la solución real a la contradicción capital­trabajo, y el trabajo se mantienecomo simple valor de uso específicamente diferente del valor de cambio y opuesto alvalor como tal, es decir, que se sigue conservando de antemano en una relacióneconómica diferente y exterior a la del cambio. En esa experiencia, además, sereprodujeron aspectos que venían de la comuna rural y de relaciones precapitalistas,superadas unilateralmente. Todo esto impidió la creación de una nueva línea típicade desarrollo, o que la alternativa condujera a ella dadas las condiciones en queaquélla aparece.

Tenemos que concebir al socialismo bajo la impronta del desarrollo histórico. Enconsecuencia, Rusia poseía las condiciones para que se deformara la alternativa alcapitalismo. Para Rusia, la estatalización representó un paso de avance, en lo queconcierne a la actualización civilizatoria alternativa al capitalismo occidental. Esto eracasi imposible de realizar de otra manera. Sin embargo, en la línea general deldesarrollo, al estar inmaduros los sujetos sociales, incluido el Estado, lacorrespondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción noconstituyó tal avance con la conversión del Estado en “empresario universal”, el cualse desvinculó de lo que podía haber sido su contrapartida de poder. La solución decontinuidad no dio como resultante a una genuina antítesis del capital.

El dominio político tiene por base el ejercicio de una función social, y puedemantenerse a la larga tan solo mientras exprese esta función. En consecuencia, lafunción social inherente al Estado­empresario universal, cuando se separa de lasociedad civil popular, pierde su legitimidad en el tránsito previsto hacia la nuevaestrategia de orden propia del “no Estado socialista”, en la cual se hace superflua lavieja condición de representante plenipotenciario de la sociedad. Paradójicamente, enlos socialismos reales se fue construyendo una sociedad satrápica, en la que noprima la privacidad de propiedad, pero se garantizan patrimonios independientes queen última instancia abonaron el terreno para un proceso de privatización a largo plazoy de anexión económica, siempre que garantice un mínimo de posibilidad de ejerciciopolítico y económico de poder a la cúspide dominante.

De esta manera, el modo de apropiación que se generaliza es contrario a sus finesde equidad, da lugar a la despersonificación de los sujetos sociales. Las condicionessobre las que aparece no responden al producto del trabajo (entendido como frutodel desarrollo orgánico que condujera a una socialización de la producción, a la cualse le extirparía el antagonismo). Se da así la posibilidad formal de la enajenaciónproductor/propietario, quebrándose desde un inicio la ley fundamental de ladistribución. El excedente o plus producto queda en “tierra de nadie”, salvo la“divinidad terreno estatal” que induce la apropiación.

Si bien es un hecho que el socialismo como alternativa al desarrollo capitalista, porlas condiciones de su surgimiento, puede dar lugar a que los males ya señalados, yen particular la corrupción, lleguen a afectar las relaciones de propiedad, también esinobjetable que esta degeneración está relacionada con el aspecto consciente deldesarrollo social, pues la madurez que logre el sujeto social deviene garantía y únicopresupuesto posible para eliminar aquélla.

La revolución proletaria apareció en la evolución de la sociedad como la vía desuperación del dualismo instaurado por la emancipación política burguesa. Pero vistosus resultados históricos a la altura del legado de los procesos socialistas del sigloXX, en los que la estadolatría negativa (según la expresión de Gramsci), deformada,impidió conquistar la nueva calidad de emancipación social­humana anunciada por lateoría revolucionaria, el dilema entre la emancipación política y la emancipaciónhumana adquiere nuevos significados.

Se suponía que el socialismo real implicaba la quiebra de ese dualismo entre la vidaindividual y la genérica. Sin embargo, se mantuvo, bajo otras condiciones materiales y

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falsa conciencia ideológica, la separación entre la vida del estado (que no fue aquelque Engels definía como No­estado) y la del individuo real. En otras palabras: laemancipación política de la dominación, dejó en pie la dominación bajo otrascondiciones.

Se hace necesaria una lectura contextualizada de “La cuestión judía”, texto en el queMarx ya revela y crea las condiciones para trascender el horizonte de la modernidadcon el deslinde entre los conceptos de “emancipación política” (emancipación de lasociedad burguesa de la política) y lo que entonces llama “emancipación humana”.Por supuesto que a esta última debe antecederle una nueva calidad de emancipaciónpolítica (la revolución proletaria), así como toda la gama o conjunto de formas queintegran la emancipación global, que se desarrollan a partir de la emancipaciónpolítica, pero que no terminan con ella. Este proceso debía pasar inevitablemente porla quiebra de la dualidad entre el hombre individual real y el ciudadano abstracto; estoes, cuando aquél “no desglosa ya de sí la fuerza social bajo la forma de fuerzapolítica”. La abstracción de Marx de esa fuerza social no política sería un retorno,hecho conciencia, como superación efectiva de todo el desarrollo previo, plasmadoen la asociación de los hombres individuales reales [80] .

La lógica seguida por aquellas experiencias pretendió reproducir la modernidadcapitalista sin propiedad privada. Pero esta modernidad, en el sentido de procesocivilizatorio, ya existía a escala mundial con sus consecuencias. Rusia era unelemento de dicho sistema, integrado a su historia. Resultaba imposible, pues,reproducir aquella modernidad, con resultados diferentes, en una ruptura con ellamisma. El desafío alternativo era alcanzar una cualidad de desarrollo equivalente,mediante un proceso de superación, no por simple acumulación/actualización, sinopor creación civilizatoria de trascendencia cultural­humanista que transformara losejes del desarrollo.

Una interpretación sui géneris del error de partida aparece en la reflexión de Franz J.Hinkelammert:

Al inscribirse el socialismo soviético en la tradición de la civilización occidental y sumodernidad, no pudo ni ver lo que era la crisis del capitalismo en su fondo. Por tanto,no pudo ser la alternativa al capitalismo, que pretendía ser, y reproducía en suinterior esta misma crisis del capitalismo, cuya solución había pretendido (...) Elcolapso del socialismo soviético demuestra, que este socialismo no era la alternativa,necesaria para responder a la crisis del capitalismo. La victoria del capitalismo encambio muestra, que la crisis del capitalismo es la crisis de la civilización occidental.Es una victoria de Pyrhus, una victoria aparente, en la cual el victorioso resulta ser elderrotado. Superar la crisis del capitalismo, nos lleva ahora a la necesidad, de ir másallá de la civilización occidental y de su modernidad misma [81] .

Son, no obstante, dos crisis diferentes. En sus inicios la estatalización constituyó unestímulo cuantitativo, dada la necesidad de una fuerte concentración y centralizaciónde medios y recursos para acceder en parte al desarrollo de la modernidad, sobretodo en su vertiente de industrialización. Con el desarrollo relativo de las fuerzasproductivas en ese impulso civilizatorio, éstas chocaron con el primitivismo eimperfección de las relaciones de producción, que al no resolver completamente elproblema de la propiedad y la representatividad en el ejercicio de poder que ellapresupone, engendró el desgobierno y la inorganicidad de la producción, en primerainstancia entre la comunidad laboral y la administración verticalista [82] .

Así, el obrero en vez de convertirse cada vez más en productor libre asociado, sehace más asalariado; el campesino pierde su “naturaleza”, y los empleados segeneralizan ante el seudopropietario representante de “sus” intereses como“empresario universal”. [83] El error consistió en considerar el socialismo como unaexcepción en la correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones de

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producción. Creer que el incremento cuantitativo espontáneo de las fuerzasproductivas modificaría de esa misma manera las relaciones de producción, estandoestatalizada/socializada la propiedad y viceversa.

La alternativa en el plano económico tenía que estar en correspondencia con eldesarrollo de las fuerzas productivas, independientemente de las alternativas políticasligadas a ella o subsumidas en ella, pero con una relativa independencia. Estaalternativa no pudo establecerse como tal en el socialismo real, a pesar de tener unmínimo de condiciones, por el hecho de que no se adelantó a la lógica del desarrollode la reconstrucción capitalista, sino que siguió en tal sentido la lógica del desarrollode la industrialización burguesa con otros modelos.

En realidad, un cambio de modelo de industrialización era insuficiente para latransformación social que se pretendía realizar. Este siguió por los cauces extensivosy cuantitativos. En lo referente a la concepción sobre la transformación social, eladelanto a la lógica de la reconstrucción capitalista, no constituyó nunca una matrizdirectriz en el proceso del desarrollo, al subordinarse completa y absolutamente a lasdecisiones burotecnocráticas y políticas que no lo tomaban en consideración. Seconvirtió dicha concepción en un factor instrumental para la carrera lineal contraOccidente, que impedía el desenvolvimiento de la independencia relativa deldesarrollo socioeconómico alternativo.

Era decisivo que las relaciones de producción desempeñaran un papel alternativo­activo, pues el desarrollo de las primeras puede estar mediatizado por el desarrollode estas últimas. El contenido de las fuerzas productivas requería formas diferentes alas que tuvo [84] . Tanto para esquivar una mera actualización civilizatoria conindustrialización forzada, como para impedir la distorsión del desarrollo socialista ygenerar variables en las que el trabajador deviniera en verdadero dueño de losmedios de producción y verdadero ejecutor del poder (sin que fuera adoptadaindefectiblemente una forma directa­personal, aunque sí real y no virtual). Esto es:tensar las prerrogativas que brindaba la superación de la democracia de la Comuna,empezando por la propiedad, las relaciones de producción y el propio modo deproducción [85] .

La congelación de esta posibilidad generó contradicciones en el funcionamiento delsistema de relaciones político­económico, derivadas de una contradicción estructural:la expropiación (no la socialización) junto a la creación de patrimonios, limita pordoble vía la plena realización de la propiedad social y el sistema de relaciones deproducción. Se crea así un modo seudosocialista de producción, al no ser eltrabajador un sujeto activo en la dirección, conducción y realización de la producción,al no objetivar su propiedad [86] .

¿Por qué asombrarse del vuelco sufrido en el pasado reciente? Se fueron gestandotodas las condiciones para la disolución de la comunidad: la aparición de unaproducción, distribución, e intercambio seudomercantil “patrimonializados”, quereforzaron no el carácter “irreversible” del socialismo, proclamado oficialmente, sinosu carácter reversible, mediante una vía inversa particular.

Para Adolfo Sánchez Vázquez, “lo que se construyó como “socialismo real” fue unsistema ­­ni capitalista ni socialista­­ que, tras los avances logrados en otras décadas,acabó por estancarse económica, científica y tecnológicamente y entrar en unproceso de descomposición social y degradación moral. Por su inmovilismo, estesistema no retrocedía al capitalismo ni avanzaba hacia el socialismo” [87] .

“¿Mediante qué códigos de cultura política dominó la burocracia soviética? –se

pregunta Ariel Dacal Díaz­­. Las masas que ejecutaron la Revolución en 1917

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portaban la mentalidad de la servidumbre, sin ninguna experiencia democrática, y el

desarrollo de la conciencia del proletariado, clase llamada a encabezar la Revolución,

era patrimonio de un pequeño número de hombres y estaba relacionado más con un

“adelanto” del campo de las ideas que con las condiciones histórico­materiales que

hicieran más abarcador este tipo de conciencia. Las masas rurales, la mayoría en ese

momento, eran portadoras de los elementos más conservadores, afianzados en el

alto nivel de analfabetismo existente, materia prima valiosísima para el

adoctrinamiento.”

“Por su parte, la burocracia usurpadora fue otro ejemplo histórico de cómo los

vencedores incorporan la mentalidad de los vencidos, algo previsto por Lenin. En este

caso, heredaron como códigos de la dominación el control absoluto, el elitismo

político, la idea de que la “muchedumbre” no sabía ni era capaz de dirigirse, por lo

que necesitaba una figura que sintetizara los destinos del país. Uno de los rasgos

más apreciados por el ciudadano promedio de Rusia respecto a sus dirigentes es la

imagen de hombre fuerte, capaz de enfrentar con determinación las dificultades

cruciales del país” [88]

La aspiración a que el Estado sea reabsorbido por la sociedad ­­concepto límitepositivo de toda alternativa socialista desde la Comuna de París [89] y fundamentobásico de la construcción teórica de la lucha emancipatoria­­, no puede sustituir elhecho cierto de que el Estado alternativo aparece como organización general de lapropia sociedad, como mediación política necesaria. Al criticar la restauraciónestalinista de la forma de Estado adoptada en el socialismo real hay que tomar enconsideración que las ideas originales de la democracia directa, y del no Estado, seenfrentaron a la complejización de las sociedades contemporáneas. La estadolatríanegativa, el “gobierno de los funcionarios” reflejó también las necesidadesinsatisfechas de una mediación política no hallada, cuyo espacio de poder fuedetentado por la deformación estamentaria conocida de dicho sistema político.

En esto reside, en gran medida, la fuerza relativa del liberalismo político, el cual hapodido sostener ­­no sólo mediante la coerción, sino por la reproducción de unconsenso que involucra a los propios sujetos excluidos de la democracia­­ una formapolítica que satisface representativamente el poder de los núcleos clasistasdominantes. No ha sucedido lo mismo con la representación y el ejercicio del poderde las clases subalternas en las experiencias socialistas del Este. Parece que todavía,como en tiempos de Marx, “tendrán que pasar por largas luchas, por toda una seriede procesos históricos, que transformarán completamente las circunstancias y loshombres” [90] .

Las causas de esta deformación no se deben buscar en el carácter social de lapropiedad, argumento del dogmatismo hoy en boga que afirma su inviabilidad engeneral. La socialización es premisa para evoluciones de diferentes alternativas.Precisamente, la variedad de alternativas que comprende la socialización de lapropiedad contradice el carácter fatal­instrumentalista que avalaba el tipo adoptadoen el socialismo real.

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La cuestión planteada por este fracaso ­­opina Jacques Texier­­ es saber sidesautoriza la idea marxiana de socialización de la producción y de la política. Larespuesta que se da hoy a esta pregunta es casi universalmente positiva. Confieso nopoder convencerme de la verdad de esta evidencia. Para que la experiencia socialistaobligue a enterrar la idea marxiana, el “socialismo pretendidamente real” hubieradebido socializar, precisamente, la producción y la política. Ahora bien, desde finalesde los años veinte, se produjo exactamente lo contrario en la URSS. El fracaso de laURSS, desde luego, no demuestra que la socialización de la producción y la políticasean posibles. La demostración de su posibilidad está por hacerse. Demuestra contoda certeza, sin embargo, que cuando los métodos de la lucha revolucionariaexcluyen cada vez más radicalmente esta socialización de la producción y de lapolítica, se puede llegar a algo cuya naturaleza es difícil de precisar pero que, contoda seguridad, no es el socialismo [91] .

La redefinición ideológica que precedió la desaparición del socialismo real no pudoobviar cómo la quiebra de patrones valorativos y la “ignorancia en que fueronsumidos los pueblos del “socialismo real” los ha llevado no solo a repudiar lo queidentifican con socialismo, marxismo­leninismo, etcétera, que para ellos fue opresión,sino a buscar su contraparte como alternativa, sin tomar en cuenta la realidad delcapitalismo que, por supuesto, tampoco es como lo han imaginado en su ignorancia”[92] . Se repite lo que Marx señalaba al exponer la naturaleza del socialismoproudhoniano: “Todos ellos quieren lo imposible, a saber: las condiciones burguesasde vida, sin las consecuencias necesarias de estas condiciones. [93]

Dada la naturaleza de la distribución en el extinto “socialismo”, las expectativas quese cifran en el cambio privado tuvieron sus fuentes de motivación, por analogía, en elhecho de que éste “se opone a la distribución basada en la jerarquía y lasubordinación naturales o políticas de los individuos en el seno de las sociedadespatriarcal, antigua y feudal” [94] . “Pero ­­señala igualmente Marx­­ el cambio privadose opone asimismo a la libre relación de los individuos asociados sobre la base de laapropiación y del control colectivo de los medios de producción” [95] .

Conocedor de estas consecuencias, Georg Lukács alertaba:

La relación entre el desarrollo económico y transformación del hombre a la quealudimos aquí es en su concreción práctica mucho más complicada. A primera vistase presenta como una reforma económica con el objetivo de acrecentarcuantitativamente y de mejorar cualitativamente el aparato productivo y distributivo.Sin embargo, la economía socialista, si bien su relación elástica con el consumo se convierte para ella en un problema vital, no está en condiciones de resolverse conuna simple “introducción” del “modelo” capitalista [96] .

Mientras que la democracia no se haga superflua con el predominio de la democraciadirecta integral, el Estado será la organización general de la misma sociedadsocialista y las formas políticas caracterizarán por ello la gestión de los asuntosgenerales. Pero ese Estado no puede ser una unidad superior aglutinante.

La concepción del Estado como ente superior aglutinante, cuyos instrumentos depoder son separados orgánicamente de la sociedad civil, pese a que se declaransujetos al control popular, aparece en la historia del socialismo real como la más seriadesviación de la teoría socialista sobre el Estado. En franca oposición a la secta delos negadores del Estado, y a diferencia de la consagración stalinista posterior de unade sus formas, Lenin se coloca en la perspectiva de que en la sociedad socialistacuanto más completa es la democracia, más próximo está el momento en que ésta sehace superflua, como forma de Estado. Al mismo tiempo que exalta en todas susformas el desarrollo de la democracia, la desacraliza, y no cede ni ante lainterpretación extensiva de ella, típica de la retórica oportunista, ni ante las

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tendencias post­revolucionarias que entorpecen el proceso de reabsorción del Estadoen la sociedad.

La garantía para que esto no ocurra está en su conversión en un no­Estado [97] .Este proceso no se halla ni en la reproducción de la democracia de la RevoluciónFrancesa, mejorada, ni en la simple reproducción de la democracia de la Comuna. Ladirección colectiva debe contar con un poder real de renovación y revocación porparte de la comunidad desde abajo; la simple revocación no es un antídoto directo dela socialización (en las sociedades satrápicas existía la revocación temporal de losfuncionarios y no por ello perdía su carácter), si su contenido no está encorrespondencia con la nueva democracia social participativa.

La democracia adquiere un contenido verdaderamente social con la redefinición de lapolítica planteada por el avance hacia el socialismo; se anula la separación entreinstituciones y masas y la organización del Estado privilegia las asambleas porencima de las burocracias y las tecnocracias. De otra manera: al menosteóricamente, el formalismo de la democracia política capitalista (asumiendo aldemocratismo político liberal como conquista histórica de los pueblos impuesta alelitismo originario del liberalismo) [98] se llena de contenido real. Sin embargo,teniendo claro la diferencia sustantiva de la democracia socialista con respecto a susformas anteriores, ese salto no debe mitificarse como el paso de algo “absolutamentenegativo” a lo “absolutamente positivo”; esto es, de una democracia ilusoria,incompleta, imperfecta, a una democracia real, completa, perfecta, construida de ungolpe.

El socialismo fenecido en las redes de la modernidad confirma que, para esa otrademocracia, de lo que se trata es de una superación histórica real, no declarativa,tanto del liberalismo como del democratismo burgués; no de un “rodeo” sociopolíticoque a la postre no satisfaga las expectativas democráticas superadoras. La historiareciente muestra cómo terminaron esos ensayos (por muy legítimos que resultaranen sus inicios): con la vuelta al más ramplón consumo “simbólico” liberal [99] .

Adolfo Sánchez Vázquez constata cómo el liberalismo se ha mantenido por más detres siglos en la escena de las ideas y de la práctica. A su juicio, no pueden ignorarsesus méritos históricos ganados en la lucha contra el despotismo europeo y ennuestras gestas liberadoras durante el pasado siglo. En este sentido, valora lasignificación histórica de sus principios políticos, aunque éstos hayan mostrado serincompatibles con la igualdad y la justicia social. Considera también el destacadofilósofo marxista que, aunque no pueda catalogarse como tendencia, hay quedistinguir del cuerpo doctrinal hegemónico a “cierto liberalismo que ha pretendidosuperar esa incompatibilidad, ya sea acercándose a posiciones socialistas –comoStuart Mill en el pasado­­, o como Bertrand Russell en nuestro tiempo, al defender lalibertad sin subordinarla a la propiedad privada” [100] . No obstante estosreconocimientos, afirma que en la sociedad industrial contemporánea, el liberalismo

no sólo no ha podido trascender sus límites, sino que incluso se recortan aún mássus principios y valores, cuando no desaparecen. Y así vemos cómo la masificación,manipulación o colonización de las conciencias convierte la libertad del individuo enpura retórica; cómo las libertades concretas (de expresión o información), alconcentrarse el poder político y el poder económico, se vuelven cada vez másestrechas o vacuas; y cómo el libre mercado se arrodilla ante el comercio dirigidotransnacional. Y, en cuanto a la justicia social, el neoliberalismo se encarga de tirar alsuelo las migajas que de ella quedaban en la mesa liberal no ha podido trascendersus límites, sino que incluso se recortan aún más sus principios y valores, cuando nodesaparecen. Y así vemos cómo la masificación, manipulación o colonización de lasconciencias convierte la libertad del individuo en pura retórica; cómo las libertadesconcretas (de expresión o información), al concentrarse el poder político y el podereconómico, se vuelven cada vez más estrechas o vacuas; y cómo el libre mercado se

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arrodilla ante el comercio dirigido transnacional. Y, en cuanto a la justicia social, elneoliberalismo se encarga de tirar al suelo las migajas que de ella quedaban en lamesa liberal [101] .

Estos procesos, sin embargo, no estuvieron fatalmente determinados. Se contaba enpotencia con elementos mediadores que no se desplegaron en todas susposibilidades: “no Estado”, democracia, sistema político, identidad de la sociedad civilpopular, etc. Aun cuando no se ubicaran en el sistema productivo, estos elementossuperestructurales tenían capacidad de repercusión decisiva en la producción, ladistribución, el cambio y el consumo, sobre todo en el control y autorregulaciónsocioproductiva [102] .

Remake necesario: socialismo y mercado

La mayoría de los autores que hoy tratan el tema socialismo y mercado desde unaperspectiva anticapitalista sostienen la tesis de la imposibilidad de una sociedadposmercantil. A su favor, la experiencia confirma que el desconocimiento de lasexigencias mercantiles, subvaloradas por los intentos socialistas, reaparecen mástarde o más temprano en medio de situaciones de crisis. Asignar un lugar al mercadoen el contexto de este tipo de transformación, es casi tópico. Nos encontramos aquícon el sentido común alternativo que fija el consenso progresista de nuestros días.

El tema es polémico. Suponiendo que el socialismo hubiera triunfado en los paísescapitalistas desarrollados, no resulta probable que la producción mercantil seeliminara con el acto de la expropiación de la propiedad privada. Cabría esperar(hipotéticamente) que la solución a dicha contradicción surgiera espontáneamente enla práctica, como sucedió con la transformación de la renta al aparecer la propiedadmoderna de la tierra, hecho que tan solo capta Marx, a diferencia de Smith y Ricardo[103] . Si colocamos el orden posmercantil como concepto límite positivo, el problemareviste mayor complejidad: el desafío es aplicar y descubrir algo que no está aún enla realidad, al menos conocida. La superación de esta contradicción sería unresultado valioso en el sentido teórico, como premisa de una nueva contractualidaddesconocida.

A nuestro juicio, sin embargo, la complementariedad de mercado y plan, mercado ysocialismo, espontaneidad y autoridad, siendo absolutamente necesaria para todauna época interformacional, de límites imposibles de fijar desde el presente, no es el“gran descubrimiento”: es el gran sucedáneo de nuestra incapacidad intelectual (o dela inmadurez societal) para descubrir el secreto de la superación histórica de lacivilización del capital, pese a que asumamos el reto que nos impone dicha época.Tal vez la paradoja sea consecuencia de aquella observación de Marx: “No basta conque el pensamiento acucie hacia su realización; es necesario que la misma realidadacucie hacia el pensamiento” [104] .

Admitiendo que el mercado ­­contenido viejo que actúa en este caso como forma­­puede y tiene que ser utilizado en la nueva “esencia” socialista (aún infomal en talsentido), su talón de Aquiles radica en hacer caso omiso de las condicionesfundamentales donde éste debe actuar. ¿Cuáles serán sus nuevas leyes, papel ylugar en el sistema socioeconómico? ¿Qué contenido tendrá el mercado que lo hagaadecuado al proyecto social y a la economía socialista?

Hay suficientes elementos históricos para consentir que el fin de la produccióncapitalista de mercancías no es el fin de las relaciones mercantiles, toda vez quecontinúa un proceso de producción y un intercambio de productos supeditados a ladivisión social del trabajo. Sin embargo, la mera extensión de las leyes del mercado alsocialismo, sin una determinación clara del mecanismo de acción de las mismas,

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muestra, hasta el momento, los límites teóricos y prácticos que aún marcan elproceso de emancipación humana.

Lo primero que habría que cuestionarse es si el mercado que necesitaría elsocialismo coincide con la noción neoliberal, ampliamente aceptada como “realidad”,del “mercado libre”. Esta falacia intenta pasar por alto el hecho de que, comorecuerda Adam Schaff,

dejando de lado los pequeños enclaves del comercio al detalle y de la artesanía, nohay, en ninguno de los países económicamente desarrollados, nada que se parezcaal mercado libre (...) Se dice “mercado” (fenómeno que siempre existió allí donde elhombre intercambiaba o vendía productos y, por supuesto, también existió en lospaíses socialistas) y se piensa (o se añade explícitamente) “mercado libre” con elfuncionamiento de la supuesta “mano invisible que lo regula todo y a la que no hayque molestar [105] .

El mercado existe desde tiempos inmemoriales, pero el mercado capitalista no es nimucho menos idéntico al mercado feudal, ni al simple trueque que le dio origen.Condición del mercado capitalista es propiedad privada sobre los medios deproducción, consolidada real y formalmente, es imperio de la mercancía. Condiciónde este mercado es un nivel de socialización real de la producción que genera susefectos en un tipo de circulación. Condición de este mercado y de esta socializaciónes una integración socioproductiva y cultural sobre la base de esa propiedad.Condición de este mercado, de esta socialización y de esta integración es unainterdependencia y una dependencia que rebasan los marcos de la comunicación,que afecta a todos los aspectos de la vida social y que parten de unas relaciones deproducción maduras para el nivel alcanzado. En consecuencia, surge la interrogante:¿existen esas condiciones en la nueva esencia socialista que haga factible utilizareste viejo contenido en su forma capitalista, como alternativa, con capacidadcompetitiva, y que le sirva a la nueva esencia, si partimos de reconocer que elsocialismo aparece como alternativa del desarrollo desigual y a saltos de esecapitalismo?

Capitalismo no es sinónimo de mercado en general. Pero el mercado en elcapitalismo es ante todo mercado de capitales en competencia que tratan devalorizarse. Su perspectiva no es simplemente la circulación general de mercancías.El monopolio, ya se sabe, quiebra esa competencia, y la actual fase detransnacionalización apunta hacia la globalidad regulada que conserva y acentúa ladominación. ¿Qué espacio queda, pues, a la reproducción en las condiciones delsocialismo?

Soslayar el problema que representa desentrañar la lógica de la superación real delcapital continúa siendo una tarea teórica no resuelta. Si la formulación de unproblema, como apuntaba Marx, equivale a su resolución, tendríamos que enfrentaren principio la siguiente: ¿Por qué el régimen del capital, pese a todas suscontradicciones acumuladas y su naturaleza perversa y depredadora, ha podido serviable y “eficiente” como totalidad, y el socialismo, con todas las ventajas que supone,no ha podido mostrar su superioridad en el ámbito particularmente decisivo de laeconomía?

Puede aducirse un conjunto de elementos explicativos. En primer lugar, la debilidaddel desarrollo de las fuerzas productivas en los países que emprendieron dichastransformaciones, lo que impidió la aparición de relaciones de producciónverdaderamente socialistas. Sin embargo, en su desarrollo histórico el capitalismologra superar esa limitación. El factor tiempo, en este caso, no actúa en la mismadirección de las “vueltas atrás” del capitalismo, las que no se producen porinsuficiencia económica sino por disparidad con las relaciones de producciónimperantes. Por el contrario, este factor en el socialismo conspiró contra su eficiencia.

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Existen suficientes razones para dudar que las verdaderas contradiccioneseconómicas del desarrollo del socialismo hallan sido encontradas. Nos referimos aaquéllas cuya solución debiera colocarlo en un curso orgánico­natural, progresivo, yno al espectro de contradicciones inherentes a la democracia, el sistema político, etc.El punto de partida del análisis no puede ser otro que el estudio contemporáneo delcapital como proceso y del “socialismo real” (como único proyecto sustitutivo de aquélque se ha intentado realizar). Sus resultados deberían permitir la analogía de ambossistemas productivos y lógicas de reproducción.

Enfocamos la necesidad de este estudio como investigación fundamental, por lo quea estos efectos las fases del capitalismo se asumirían como contradiccionesgenéricas del capital, que se autodesarrollan en el sentido formal, con cambios decontenido, pero no de esencialidad. De la misma manera, lo que aparece hasta ahoracomo sistema de contradicciones económicas del socialismo tiene que serproblematizado, pues nada asegura que se trate de todo lo contrario.

Todos los esquemas interpretativos partieron hasta ahora de la concepción deldesarrollo constante de las fuerzas productivas como imperativo del desarrollo social,sin establecer su correlación permanente con las relaciones de producción ­­como siéstas se mantuvieran estáticas hasta el momento en que chocan con el desarrolloobtenido por las fuerzas productivas y, luego del cambio formal de la propiedad,volvieran a paralizarse por la “correspondencia” con las primeras­­. Su independenciade las condiciones socio­económicas en las cuales interactúan, hace de laexpropiación un acto jurídico formal, y no un factor que modifica el procesoproductivo, la reproducción, la acumulación y al propio trabajo como no­capital en suaspecto más esencial. Lo fundamental no solucionado hasta el presente no es laconjugación de plan y mercado y sus posibles combinaciones, sino si el movimientoapunta verdaderamente hacia la superación de la totalidad de las relaciones deproducción capitalistas.

La investigación de estos problemas ha privilegiado el análisis de la mercancía. Apartir de la década del 80 los esfuerzos teóricos se orientaron hacia el lugar de ésta ydel mercado en el socialismo. Ello está avalado por el hecho cierto de que laproducción de mercancías en el capitalismo “no lo distingue de otros sistemas deproducción; lo que lo distingue es la circunstancia de que en él el ser mercancíasconstituye su carácter predominante y determinante de sus productos” [106] . Unaaplicación consecuente de ese presupuesto es adelantada por James Petras:

Bajo el socialismo, la actividad del mercado suministra los servicios y las mercancías,pero las condiciones de producción, reproducción y realización están guiadas por losintereses sociales del régimen. Un régimen político basado sobre movimientossociopolíticos activos dentro de un estado democrático, puede evitar el traslado del“poder del mercado” al poder político y la transformación de los intereses sociales enintereses de los actores del mercado. Es así que éste es necesario y útil bajo elsocialismo en áreas específicas como la de servicios, producciones especiales y ladistribución, pero sujeto a control por la sociedad civil [107] .

La mercancía y el mercado expresan una forma de contractualidad objetivada,fetichizada. Pero por encima de ella se alza, determinándola, la contractualidad quebrinda el capital, como contractualidad social, orgánica. ¿Cómo acceder a unacontractualidad social íntegra que estimule el desarrollo económico sin el capitalcomo relación de producción? Nos alejaríamos del planteamiento correcto delproblema si nos limitáramos a las relaciones monetario­mercantiles en el socialismo.Reconocerlas es una victoria pírrica. La gran interrogante sigue siendo: ¿cómosuperar el capital en su condición de relación de producción, proceso, medio y modode producción?

Un mercado funcional al proyecto socialista tendría que brotar de forma adecuada a

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las modificaciones estructurales de este sistema, en particular las de propiedad. Masestas últimas nacieron, por razones socialmente condicionadas, de maneraimperfecta, inacabada, representada y, hasta cierto punto, en el sentido histórico,“fetichizada”. Al no resolver esas contradicciones, las relaciones económicas surgidasen el antiguo socialismo real, condicionadas por la modalidad de socialización(jurídico­administrativa) impuesta en el curso de su desarrollo, se vieroncontaminadas con relaciones de viejas formas que facilitaron la consolidación delpoder­función burocrático, no controlado por las bases, en la superestructurasociopolítica y administrativa [108] .

Ello ocurrió al no concertarse un proceso alternativo de socialización y cooperaciónreal que repercutiera en los planos estructurales y funcionales, que diera cabida acategorías mercantiles dentro de una socialidad democrática popularverdaderamente nueva, socialista. El mercado necesita una centralidad. En elcapitalismo el

que provee tal garantía obviamente es el Estado. El es quien provee el marco delmercado y le da el carácter de “privado” (no social, no general, no público) a lasrelaciones de intercambio, en cuanto a través de las decisiones garantiza(esencialmente) no intervenir sino sólo para restablecer las situaciones patrimonialesya existentes. En este sentido el mercado es siempre político: su intervención legitimarestableciendo la red allí donde hubo algún “cortocircuito”, garantiza (a través de laamenaza de intervención fáctica como detentados monopólico de la fuerza) lareproducción del sistema, la reproducción permanente de las relacionesinterindividuales como privadas (no sociales), la reproducción, en suma, del derechoprivado [109] .

El mercado en el socialismo también necesita una centralidad, al menos mientras nose descubran, construyan y consoliden los modos de autorregulación (autogestión)de la sociedad para evitar la regresión a su forma capitalista [110] . Pero si estacentralidad se enajena de la nueva sociedad civil popular, del pueblo, sólo se encubreel totalitarismo­dominación que presupone la planificación que existía. En otraspalabras: sin un micropoder real de la comunidad laboral, en primer lugar, sin unaparticipación popular activa y resuelta en todos los espacios que le corresponden y uncompletamiento de la representación estatal en todas sus instancias, la reinserciónmercantil puede conducir al totalitarismo empresarial que transita hacia una nuevadivisión de clases.

Dada la naturaleza de la distribución en el extinto “socialismo”, las expectativas quese cifran en el cambio privado tuvieron sus fuentes de motivación, por analogía, en elhecho de que éste “se opone a la distribución basada en la jerarquía y lasubordinación naturales o políticas de los individuos en el seno de las sociedadespatriarcal, antigua y feudal” [111] . “Pero ­­señala igualmente Marx­­ el cambioprivado se opone asimismo a la libre relación de los individuos asociados sobre labase de la apropiación y del control colectivo de los medios de producción” [112] .

Conocedor de estas consecuencias, Georg Lukács alertaba:

La relación entre el desarrollo económico y transformación del hombre a la quealudimos aquí es en su concreción práctica mucho más complicada. A primera vistase presenta como una reforma económica con el objetivo de acrecentarcuantitativamente y de mejorar cualitativamente el aparato productivo y distributivo.Sin embargo, la economía socialista, si bien su relación elástica con el consumo se convierte para ella en un problema vital, no está en condiciones de resolverse conuna simple “introducción” del “modelo” capitalista [113] .

Al parecer, la gran utopía de la reforma soviética consistió en pretender que elmercado, manteniendo el mismo contenido, pero en otras supuestas condiciones ­­

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que desde luego no podían ser reales­­, provocaría una socialización (y desarrollo)real y efectiva con su correspondiente integración.

Mas, la inversión mecánica de los términos no implica necesariamente obtener losresultados esperados, como si los actos de la producción fueran independientes a losde la circulación, y los aspectos formales estuvieran identificados completamente conlos actos de función que le dan especificidad cualitativa (Marx se esforzó endemostrar la diferencia entre el dinero en su aspecto formal y el dinero­capital comoacto de función). Intentar refutar, positivamente, la tesis de Marx de que toda“empresa de producción de mercancías es, al mismo tiempo, una empresa deexplotación de la fuerza de trabajo” [114] , no se logra añadiendo el ingredientetécnico de la regulación estatal o la planificación, sino descubriendo el movimientoobjetivo hacia aquello que lo diferencia del capitalismo en general.

Mientras que bajo el capitalismo ­­escribe Adolfo Sánchez Vázquez­­ la asociación enel mercado se opera en el plano del homo económicus, bajo el socialismo laasociación de los productores tiene que rebasar ese plano abstracto y responder alas finalidades sociales que deja fuera el “mercado libre”. De ahí la necesidad deponerle límites, y, por tanto, de regularlo y someterlo a cierta planificación ointervención estatal para atender a las necesidades sociales que el mercadocapitalista no atiende en absoluto o no atiende satisfactoriamente. Ahora bien, laintervención del Estado no ha de asumir forzosamente la forma que ha asumido enlos países del “socialismo real” (...) Se trata, pues, de vincular mercado y plan, peroesta vinculación sólo podrá responder a una finalidad social, común, si la sociedadcontrola a uno y a otro, y establece entre ambos la adecuada relación mutua. Es lasociedad en su conjunto la que determina, mediante sus diversas formas dedemocracia (política y económica, parlamentaria y autogestionaria), no sólo lanaturaleza y el alcance de la planificación, sino también el carácter y los límites delmercado, así como las relaciones mutuas entre ambos [115] .

¿Podrá satisfacer un mercado “no libre” las finalidades sociales, sin que esto choque,a su vez, con la “libertad” que demanda el propio mercado? ¿Cómo establecer lavinculación mutua entre mercado y plan para responder a la finalidad social? ¿No seestablece con esto un círculo vicioso, donde para controlar el mercado hace falta lademocracia y para ampliar la democracia es necesario soltarle riendas al mercado,en el sentido de que es la sociedad en su conjunto la que determina estasrelaciones? ¿Qué mecanismos o formas de control se emplearán, las del mercadolibre que conocemos, las de la planificación totalitaria que se critica, o serán las de unmodelo de articulación más racional y razonable que aún no se ha logrado?

La aparente circularidad que sugieren estas interrogantes parte de una premisa queha sido colocada de manera errónea, puesto que es cada vez más evidente quecapitalismo y democracia son conceptos no intercambiables.

Una presentación dicotómica de las categorías “capitalismo” y “socialismo”,“socialismo” y “mercado”, “plan” y “mercado” empobrecería el espectro teórico ypráctico de alternativas intermedias, formas transicionales ajustadas a una u otraépoca o coyuntura, cuya riqueza es del todo imposible de fijar de antemano. Así loconfirma la experiencia inconclusa de la Nueva Política Económica (NEP)

Capitalismo de Estado y cooperación son los dos pilares básicos de la NEP. Más aún,sin la cooperación, el extraordinario capitalismo de Estado introducido en la RusiaSoviética perdía sus nexos de continuidad hacia el socialismo. Puede discutirse,incluso de manera bizantina, el sentido táctico o estratégico de la NEP, mas no resisteobjeción seria la idea de que el cooperativismo, en aquellas condiciones, esestrategia de largo plazo: “En este sentido ­­escribe Lenin­­ la NEP representa ya unprogreso, pues se adapta al nivel del campesino más corriente y no le exige nadasuperior. Mas para lograr, por medio de la NEP, que tome parte en las cooperativas

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el conjunto de la población, se necesita toda una época histórica” [116] . Estas dosgrandes tareas no son “todavía la edificación de la sociedad socialista, pero sí todo loimprescindible y lo suficiente para esta edificación” [117] .

Múltiples argumentos factuales pueden hoy esgrimirse para problematizar, re­definiro refutar este esquema. Un elemento generalizado es el hecho cierto de que Lenincontextualizaba su propuesta en torno a una población mayoritariamente campesina,pese a que la cooperación ocupa en su concepción un lugar que trasciende a esereferente concreto. Pero es indudable que en esto consiste, precisamente, el famoso“cambio radical producido en todo nuestro punto de vista sobre el socialismo” [118] ,una vez que, desde el nuevo Estado, intuye una fórmula factible de condicionar latransición hacia el no Estado, en pro de la autogestión directa de la población: “Sipudiéramos organizar en las cooperativas a toda la población, ya estaríamos conambos pies en el suelo socialista” [119] .

Poder político de las mayorías; ampliación, consolidación y autoafirmación de lasociedad civil popular; movimiento procesual hacia el no Estado; tránsito de larepresentación a la participación directa en todos los ámbitos políticos y sociales,expresado en una democracia social verdaderamente participativa y cooperativismoeconómico avanzado que legitime la propiedad sobre los medios de producción porparte del productor libre asociado: he ahí los puntos esenciales para una agendahistórica básica de progresiva autogestión transicional hacia el socialismo.

No se puede obviar la pluralidad y singularidad que manifiestan esas combinaciones ­­desde la NEP hasta las actuales variantes asiáticas de la llamada economíasocialista de mercado, la particularidad cubana y los actuales procesos transicionalesde Venezuela, Bolivia y Ecuador bajo la aspiración programática del socialismo delsiglo XXI­­ desplegadas en condiciones radicalmente diferentes a las de principio desiglo XX­­, las que no siempre han dependido ni dependen del proyecto voluntario delos ejecutores, sino que están dictadas, aunque no fatalmente, por los procesoshegemónicos de internacionalización, así como por elementos estructurales propios yotros que van desde aspectos geopolíticos hasta sociopsicológicos, sin obviar el pesodecisivo de la voluntad política en todas estas transformaciones.

La clásica imagen del tránsito del reino de la necesidad al reino de la libertad,vulgarizada y simplificada como estados antitéticos, no fue en modo algunodesarrollada por Marx como dos polos inconexos, ni mucho menos como idealobjetivado en cualquier condición histórica: “La libertad, en este terreno, solo puedeconsistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulenracionalmente su intercambio de materias con la naturaleza, lo pongan bajo sucontrol común en vez de dejarse dominar por él como por un poder ciego, y lo llevena cabo con el menor gasto posible de fuerzas y en las condiciones más adecuadas ymás dignas de su naturaleza humana” [120] .

Esta instancia poscapitalista se mantiene aún en la órbita de la producción material,“siempre seguirá siendo este un reino de la necesidad. Al otro lado de sus fronterascomienza el despliegue de las fuerzas humanas que se considera como fin en sí, elverdadero reino de la libertad que, sin embargo, solo puede florecer tomando comobase aquel reino de la necesidad” [121] . No hay, pues, un salto ahistórico, un mundoa descifrar de antemano, una especulación sobre un nóumeno social trascendente ala racionalidad humana.

Pensar que los modos, formas y derroteros de esa asociación de productores libresserán revelados con un paciente esfuerzo hermenéutico en torno a la obra de Marx,sin negar la necesidad de tal empeño inacabado aún en nuestra época, pasa por altoel hecho de que no todas sus anticipaciones y tesis han resistido la prueba deltiempo. Pero más que ese detalle obvio, ello implicaría reproducir la “modalidad”investigativa criticada por el propio Marx a James Mill en relación con al culto a

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Ricardo:

No trabaja ya directamente sobre la realidad, sino sobre las formas teóricasproclamadas por el maestro. Pugna por refutar las contradicciones teóricas de losadversarios de la nueva teoría o por negar las paradójicas relaciones existentes entreesta teoría y la realidad. Pero, al hacerlo, se ve envuelto a su vez en contradiccionesy, en el empeño de resolverlas, representa e inicia ya la liquidación de la teoría quedogmáticamente representa [122] .

La especulación posmercantil, al menos en el futuro previsible, es una espada deDamocles para la viabilidad estratégica de la alternativa socialista. Por otra parte, ladeificación del mercado como principio de organización de la sociedad no será jamásuna actitud coherente con la acción anticapitalista y el pensamiento antisistémico denuestra época. La manera en que el socialismo incorpore y domestique al mercadono se develará apriorísticamente de ningún modelo teórico. Será, a la postre, unresultado del protagonismo de los actores populares enfrascados en la consecuciónde dicha alternativa, cuya participación real en todos los asuntos de la sociedad,incluida las decisiones fundamentales, irá resolviendo de manera práctica losmisterios que hoy la teoría emancipatoria no ha podido descifrar.

Posneoliberalismo y alternativa socialista

Los nuevos escenarios políticos en América Latina muestran un amplio consenso

antineoliberal. Mas la radicalidad explicativa del modelo hegemónico varía de una a

otra posición o contexto dentro de ese consenso. Emir Sader lo ha expresado

claramente:

El agotamiento —teórico y práctico— del neoliberalismo no representa su muerte. Los

mecanismos de mercado que ese modelo multiplicó siguen siendo tan o más fuertes

que antes, condicionando y cooptando gobiernos y partidos, fuerzas sociales e

intelectuales. La lucha contra la mercantilización del mundo es la verdadera lucha

contra el neoliberalismo, mediante la construcción de una sociedad democrática en

todas sus dimensiones, lo que necesariamente significa una sociedad gobernada

conscientemente por los hombres y las mujeres y no por el mercado [123] .

El tipo de sociedad que suceda al neoliberalismo es el gran tema —apunta el

sociólogo brasileño—, puesto que dicha sustitución puede darse por la superación del

neoliberalismo en favor de formas de regulación de la libre circulación del capital, ya

en la lógica del gran capital, ya en sentido contrario. Esto dependerá de las

condiciones en que se dé esa superación, de la correlación de fuerzas y de la

coalición social y política que la lleve a cabo. Para Sader, el gran capital puede

retomar formas de regulación, de protección, de participación estatal en la economía

[124] , bien sea alegando necesidades de hecho, bien retomando concepciones más

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intervencionistas del Estado, con críticas a las limitaciones del mercado.

Al analizar los posibles escenarios del posneoliberalismo en la región, Robinson

Salazar ubica el contenido positivo y las debilidades potenciales de lo que llama

populismo radical. En principio, recuerda que el modelo hegemónico asume diversas

“caras” (modos de acumulación), según sea la variable más conveniente a la

correlación de fuerzas nacional e internacional [125] .

El tema no es nuevo. Desde los propios momentos del predominio neoliberal en elContinente, ya muchos autores preveían desde la década del 90 del pasado siglo loscursos más probables de las agendas de políticas de recambio, una vez que sesuperaran “los viejos resabios ideológicos sobre la superioridad moral del mercado”[126] . Se requería evaluar de forma crítica y objetiva, la perspectiva “renovada” del llamado neoestructuralismo, más allá del hecho cierto de que la alternancia deiniciativas de ajuste y modelos de reestructuración registra un hecho que soslayabanlos respectivos discursos: las sucesivas imposiciones de la división internacional deltrabajo.

En términos generales, la mayoría de los autores concuerdan en que elneoliberalismo no sólo no pudo superar, sino que es el causante principal de la crisisactual del sistema capitalista. Si cabe hablar de éxito, el neoliberalismo lo tuvo en laesfera cultural­ideológica. Un ejemplo puntual de ello lo constituye la consideraciónnegativa que logró imponer sobre la propuesta de ampliación del sector público,duramente cuestionada desde otros puntos de vista por su secuela deburocratización y centralización de las decisiones.

La baja rentabilidad de este sector (además que ha fungido como generalización“apodíctica”, no siempre válida, para justificar todo género de privatizaciones) seasoció a su no comprometimiento con las leyes de la competitividad y el mercado. Siconcordamos en que “no conduce muy lejos una discusión de las alternativas alpresente esquema de desarrollo, que tome como punto de partida y de referencia elmercado o el Estado. Estado y mercado son ingredientes al mismo tiempo queespacios de desenvolvimiento de cualquier estrategia de desarrollo” [127] , no esmenos cierto que la demonización neoliberal del sector público obvióintencionalmente la única manera en que éste sí puede y debe ser asumido porcualquier alternativa concreta al neoliberalismo: sometiéndolo a un controldemocrático eficaz que beneficie a la sociedad en su conjunto y no sólo al sectorprivado.

Lógicamente, oponer el modelo estatal centralista de la empresa pública,desarrollado en los países latinoamericanos en el pasado reciente, como sucedáneoa las privatizaciones tuvo múltiples inconvenientes [128] . “Ahora el sistema está tanenredado –afirma Boris Kagarlitsky—que la única salida es cortar el nudo gordiano desus contradicciones. Las reformas parciales y las mejoras graduales sólo son posiblesluego de cambios radicales en la integridad de la estructura de la sociedad y de laeconomía. Sin una vasta nacionalización del capital privado (la expropiación de losexpropiadores”), sin haber triunfado sobre el libre mercado, es imposible llevar a caboni siquiera una mínima reforma del sistema de salud o de mejorar la protecciónsocial” [129] .

Osvaldo Sunkel y Gustavo Zuleta en su trabajo “Neoestructuralismo versusNeoliberalismo en los 90”, esclarecieron, a partir de su itinerario, el nuevo cuerpo deideas del enfoque neoestructural. En sus inicios, el neoestructuralismo surgió como

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una vertiente teórica alternativa al enfoque ortodoxo neoliberal del ajuste, intentandoaportar soluciones menos recesivas y menos regresivas a los problemasinflacionarios y de desequilibrio comercial por la vía de los programas deestabilización y de ajuste heterodoxos de los años 80. Se trataba entonces, como enel caso neoliberal, de un enfoque esencialmente de corto plazo. Pero en la medidaque muchos de los planes de ajuste de uno y otro signo fracasaban y la crisispersistía, el neoestructuralismo comenzó a recurrir al legado positivo de un ideariopropiamente latinoamericano sobre desarrollo y a nutrirse de él: el estructuralismo delas décadas de posguerra.

Si bien el neoestructuralismo siguió ubicando las causas de la condición desubdesarrollo de la región en factores históricos, endógenos y estructurales, yproclama en su discurso la búsqueda de la equidad y la justicia social, admitió unaserie de planteamientos de corte neoliberal de manera pragmática. Entre ellos sedestacan: la crítica a los peligros de la expansión sin límites de la gestión estatal, lainsistencia en la utilización de los mercados externos como fuentes dinámicas dedemanda (aunque objeta que esta orientación se identifique dogmáticamente con laausencia de intervención estatal), y la necesidad de restablecer los equilibriosmacroeconómicos básicos (pero con menores costos recesivos).

Aunque reconocían las diferencias entre las premisas axiomáticas y filosóficas de laspropuestas neoliberales y neoestructurales, los autores antes citados convenían enque “el consenso en estos temas se encamina por la vía de acercar las posicionesneoliberales menos extremas con las tesis tradicionales de la economía sobre eldesarrollo latinoamericano debidamente reformuladas” [130] . Los procesos deglobalización y transnacionalización imperantes determinaron así un espectro deinserción de América Latina que no ofrecía márgenes mayores para laimplementación de desarrollos alternativos a contrapelo de los fundamentossistémicos hegemónicos a escala mundial.

A diferencia de los países centrales del sistema, América Latina no pudo generar unpatrón de desarrollo autóctono que impidiera el liderazgo de la inversión extranjera enla definición de la expansión industrial, aun en tiempos de auge del Estado nacional yde políticas de protección a la importación de bienes. Por otra parte, el débil EstadoBenefactor conformado en aquellas condiciones favoreció más a las capas mediasque al conjunto de las clases trabajadoras y los pueblos subyugados [131] . Tomardicho patrón al menos como referente alternativo al modelo neoclásico supone, enprimer término, develar críticamente las limitaciones históricas y de clase de suimplementación y el balance de sus resultados, que la ideología desarrollista oculta.En cualquier caso, no hay que olvidar que las versiones actuales del keynesianismo –con todo el consenso que les aporta el imaginario social nostálgico del EstadoBenefactor—deben ser conceptuadas no como estrategias superadoras de lapresente situación, sino como fórmulas de hegemonía sustitutiva [132] .

Las políticas de desarrollo ­­ha escrito Agustín Maraver­­, tanto en su versiónestructuralista como neoliberal, parten de un concepto metodológico de creación demodelos, cuya base es el equilibrio macroeconómico. Dentro de este modelo seasigna al Estado un papel activo, bien como principal agente impulsor de la política dedesarrollo, bien como impulsor de su propia reducción para permitir el protagonismomayor al sector privado de la economía, de manera que no compitan por los recursosfinancieros [133] .

Estos consensos no atenúan las diferencias existentes ­­que deben ser evaluadascon realismo y sin falsas expectativas por el pensamiento crítico y democráticoradical­­, contenidas en la discursividad del neoestructuralismo: complementariedaddel mercado con la acción estatal activa y selectiva; énfasis en las políticas decorrección de imperfecciones estructurales, en especial de índole tecnológica,industrial y educativa; la consideración de la equidad como condición, y no como

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presumible resultado, de la sustentabilidad del proceso de desarrollo; suspensiónnegociada total o parcial de la transferencia externa (canalizando los recursosliberados hacia un fondo nacional de reestructuración productiva y privilegiando losproblemas sociales más agudos), y en definitiva, la conceptualización de un ajustecon crecimiento y mayor equidad.

Claudio Katz desmistifica los discursos neodesarrolistas esgrimidos hoy por gobiernos

de centroizquierda: “El viraje en curso es “neo” y no plenamente desarrollista ­­

precisa el autor argentino­­ porque preserva la restricción monetaria, el ajuste fiscal,

la prioridad exportadora y la concentración del ingreso. Solo apunta a incrementar los

subsidios estatales a la industria para revertir las consecuencias del libre­comercio

extremo. La vulnerabilidad financiera de la región y la atadura a un patrón de

crecimiento muy dependiente de los precios de las materias primas induce a ensayar

este cambio. Pero este giro afecta a todos los dogmas económicos que dominaron en

la década pasada y abre grietas para contraponer alternativas socialistas al modelo

neo­desarrollista” [134] .

Un rompimiento de ambas posiciones aparece con la emergencia de los procesosdefinidos por algunos autores como populismo radical (que superan los límites antesdescritos del discurso y la práctica neoestructural y neo desarrollista). RobinsonSalazar lo explica del siguiente modo:

En medio de estas dos, aparece una tercera opción, sin dejar de ser capitalista, que

se denomina populismo radical, que practica una revaloración del estado como

principio organizador de la pluralidad social y como ordenador de la articulación

externa, pero también como actor que debe hacerse cargo de aquellos aspectos de

la vida económica necesarios para el bienestar general en los que el mercado es

incompetente o ineficaz. Tanto el capitalismo estatal asiático como el populismo que

amenaza en Latinoamérica, son contrapesos del capital financiero, porque limitan sus

ganancias, desacreditan su labor y empíricamente son evidenciados, porque el

capitalismo de Estado genera crecimiento, aun con la dosis de autoritarismo que le

agrega el Estado; en cambio, el capital financiero ahuyenta el empleo, desplaza a los

trabajadores de sus puestos de trabajo, volatiliza a la economía y vive en permanente

riesgo, por ello, la mayoría de las crisis en los países con crecimiento económico

amparado en el capitalismo de Estado han sido sometidos a severas crisis

provocadas por el capital financiero, como una muestra de la tensión y contradicción

del capitalismo en su fase neoliberal imperial [135] .

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Desde esta perspectiva, para el citado autor, el populismo radical, en la medida en

que va más allá de la lógica liberal en términos políticos, económicos y culturales,

ofrece el espacio para la necesaria construcción social del enemigo y la

resignificación política de las resistencias y luchas anticapitalistas:

Construir socialmente el enemigo no es una tarea de dirigentes, es una consecuencia

lógica que se puede desatar cuando los vastos sectores populares y despojados se

den cuenta que el enemigo verdadero no es el gobierno, sino todo aquel que lo

despoja, le quita su trabajo, los persigue y criminaliza por ser inmigrante, la niega la

tierra, le cierra las puertas de los hospitales y las escuelas a sus hijos, quien le

arrebata su casa, los que le prohíben acceder a los recursos que la naturaleza nos

ofrece como el agua, la biodiversidad, etc.. Justo aquí salta a la imaginación que el

enemigo es quien le niega vivir y contra él van a luchar.

Construir socialmente al enemigo es otra forma de construir lo político, de encaminar

por un rumbo distinto la lucha; es una suerte de reencauzar la lucha y llevarla por los

canales en donde está el factor o los factores que le impiden crecer o lograr sus

metas. El enemigo construido y referenciado es la recuperación de la esencia de la

lucha, contra quien lucho y qué gano si lo despojo de lo que es mío.

Si es construido socialmente a partir de los espacios donde se nutren los procesos

asambleístas, de intercambios de saberes, los foros deliberativos, las fábricas

recuperadas, las microempresas comunitarias, las universidades, los talleres

artesanales colectivos, en la calle, en las marchas, en los piquetes y cortes de ruta,

en las manifestaciones reclamadoras de derechos, en las protestas contra el despojo

de vindicaciones añejas, en los reclamos por mantener vigente los derechos

humanos y ciudadanos, etc., son complementación de luchas, pero ante todo es

acción política que busca la recuperación de la caja de herramientas de las prácticas

políticas de antaño y recientes, que los coloque en la posibilidad de asomarse a la

convergencia emancipadora que construyen los sujetos sin derechos [136] .

El término populismo radical termina quedando chico y no permite captar la riquezade los procesos de corte claramente alternativos al neoliberalismo, de carácternítidamente antiimperialista y liberacionista, cuyo imperativo societal alberga unanueva voluntad proyectiva hacia el “socialismo del siglo XXI”. Evidentemente, “losaprendizajes que se han obtenido en las experiencias de emprendimientos yconstrucciones en los espacios autónomos estratégicos, nos dicen que la lucha

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puede pasar de un populismo radical a una etapa de confrontación liberacional, comose muestra en Venezuela y Bolivia” [137] .

Si consideramos los procesos recientes en América Latina a partir de la experiencia

de la Revolución bolivariana, en Venezuela, incluyendo a Bolivia y a Ecuador el

posneoliberalismo puede ser conquistado a contramano de la dinámica del gran

capital, imponiendo políticas de desmercantilización fundadas en las necesidades de

la población. En este caso, aun sin romper todavía con los límites del capitalismo –

señala Sader­­, se trata de introducir medidas contradictorias con la lógica del gran

capital,que más temprano o más tarde llevarán a esa ruptura o a un retroceso, por la

incompatibilidad de convivencia de dos lógicas contradictorias [138] .

“Comenzar la erección del socialismo –apunta Claudio Katz­­ implicaría sustituir la

preeminencia de un régimen sujeto a las reglas del beneficio por otro regulado por la

satisfacción de las necesidades sociales. Desde el momento que un modelo

económico y político ­guiado por la voluntad mayoritaria de la población­ asuma estas

características, empezaría a regir una forma embrionaria de socialismo. Este debut

es la condición para cualquier avance posterior. Una sociedad post­capitalista no

emergerá nunca, si el giro socialista no se concreta en algún momento del presente.

Los opresivos mecanismos de la ganancia y la concurrencia deben quedar

drásticamente neutralizados, para que una nueva forma de civilización humana

comience a despuntar. [139] ”

Álvaro García Linera, Vicepresidente de la República de Bolivia se preguntaba, a raízde los derroteros de la lucha contra el neoliberalismo, la relación que guarda lanoción de posneoliberalismo con la de socialismo:

Está claro que el socialismo, entendido como una sociedad de felicidad donde la

gente recupera el control de sus decisiones económicas, culturales y políticas de

manera comunitaria no es algo que se construye ni en un año ni en diez ni en

cincuenta ni algo que se define por decreto. Ese socialismo está anidado en las

luchas contra el neoliberalismo. Y los revolucionarios, lo que tenemos que hacer, es

potenciar esas tendencias que están presentes no en el papel, en los hechos

prácticos. En el caso de nuestra sociedad, hay que potenciar la capacidad de

organización de las comunidades indígenas, asediadas, golpeadas, fragmentadas por

el colonialismo, pero que internamente tienen un potencial de comunitarización de la

riqueza, de la producción, del uso de la tierra, del agua, de la técnica y de los

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materiales. Es deber de los revolucionarios potenciar, en esta lucha contra el

neoliberalismo, esta tendencia de una sociedad socialista que en el fondo es

reapropiación colectiva, social, de nuestras riquezas. En nuestras comunidades

indígenas, que hay en México, que hay en Ecuador, que hay en Guatemala, que hay

en Chile, que hay en Bolivia, que hay en el Perú, está anidado este potencial. Y hay

que despertarlo, hay que impulsarlo, hay que expandirlo como una propuesta que

vaya más allá del simple posneoliberalismo. [140]

La voluntad política que deberá abrir cauces a esta nueva perspectiva posneoliberal

de naturaleza anticapitalista y voluntad socialista se encuentra escindida entre dos

visiones estratégicas que, si bien se articulan en puntos de confluencia dentro de una

lógica geopolítica compartida, necesaria para frenar la hegemonía del imperialismo

norteamericano, difieren sustantivamente a la hora de concebir la transición

socialista. Así lo explica Claudio Katz:

El contexto latinoamericano actual incita, por lo tanto, a retomar los programas

anticapitalistas en varios terrenos. Pero estas orientaciones se plasman en

estrategias diferentes. Una vía posible implicaría desenvolver la lucha popular, alentar

reformas sociales y radicalizar las transformaciones propiciadas por los gobiernos

nacionalistas. Este curso exigiría desenmascarar las duplicidades de los mandatarios

de centroizquierda, cuestionar el proyecto neo­desarrollista y fomentar el ALBA como

un eslabón hacia la integración regional pos­capitalista. Hemos expuesto algunos

lineamientos de esta opción en un texto reciente.

Otro rumbo plantea una secuencia diferente. Auspicia preceder la construcción del

socialismo por un largo un período capitalista previo. Promueve desarrollar esta fase

con políticas proteccionistas, a fin de mejorar la capacidad competitiva de la zona. Por

eso observa con simpatía el actual giro neo­desarrollista, alienta el MERCOSUR y

avala la expansión de una clase empresaria regional. Convoca a forjar un frente entre

los movimientos sociales y los gobiernos de centroizquierda (Bloque Regional de

Poder Popular) e imagina al socialismo como un estadio posterior al nuevo de

capitalismo regulado. [141]

Aunque la pertinencia de una política económica posneoliberal es una necesidad

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sentida por la izquierda, Fernando Martínez Heredia, por su parte, llama la atención

sobre la inconveniencia de limitar la crítica al sistema de dominación del capital al

ámbito de las políticas económicas neoliberales:

La crítica de la ideología económica del sistema, y de su estrategia y políticas

económicas, es muy procedente y necesaria. Sería erróneo, sin embargo,

convertirlas en el centro de nuestra crítica, por ser aquellas instrumentos del sistema,

y no el sistema. Solo una concepción que ayude a conocer el sistema como totalidad

es capaz de producir una crítica fundada y utilizable de sus realidades económicas

materiales e ideológicas. El neoliberalismo fetichizado puede ser el contrincante de

una lucha estéril para sus oponentes. El proyecto alternativo eficaz no será el que

tenga su centro y su punto de partida en la economía, aunque su objetivo

fundamental es cambiar la vida de los desposeídos y una medida principal de su

eficiencia será su capacidad de atraerlos a la acción [142] .

A nuestro juicio, el análisis precedente no implica bajar el perfil de la crítica al

neoliberalismo, ni subvalorar las propuestas de modelos económicos alternativos al

hoy hegemónico, sino colocar la crítica revolucionaria en el plano de la totalidad del

sistema, sin negar la necesidad de enfrentar las modalidades coyunturales que

describe la acumulación capitalista en cada etapa. En esta dirección, indudablemente,

el tema de la conquista de la hegemonía cultural por los pueblos es clave para

enfrentar los fetiches ideológicos del neoliberalismo y del “libre mercado”, orientados

hacia la exacerbación del individualismo, el consumismo impositivo y la

despolitización y apatía social.

Estas luchas nacionales presuponen insertarse en lo que Daniel Campione define

como

una perspectiva que, más que internacionalista, podría llamarse “mundialista”, de

articulación de los explotados, alienados y asqueados de todo el planeta y de todos

los sectores, contra el poder del gran capital. En la nueva era, las contradicciones

antagónicas, la lucha de clases, siguen existiendo, y su sentido último se despliega

sobre el plano mundial. Hay que partir de esa base para tener posibilidades de

triunfo. Las ilusiones de desenvolverse en el plano “micro”, administrando

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contradicciones conciliables o negociables, no llevan más que a callejones sin salida

[143] .

Tales banderas, si no se inscriben en una perspectiva de enfrentamiento a las

políticas clasistas del capital, terminan por convertirse en una nueva retórica carente

de significación social positiva. Lo mismo sucede con los proyectos alternativos que

reformulan el modelo productivista­consumista­disipatorio, con la ilusión del añadido

“externo” de la equidad y el imperativo ecológico. No se trata tampoco de sustituir

ambas desviaciones con radicalismos verbales. La nueva socialidad superadora del

capitalismo es cada vez más necesaria y deseable, pero no es un resultado de una

“implantación”, sino un proceso que avanza desde múltiples planos, pese a las

falacias apologéticas del sistema.

Por otra parte, intentar un proyecto completamente nuevo, desvinculado de su lógicaconexión con los antes realizados o por realizar, o los que quedaron truncos, seríatambién falsear la atención a los dictados de la realidad y construir una nuevateleología. La cualidad del proyecto no sólo depende, por otra parte, de la cualidadde la teoría general. La calidad intrínseca del proyecto está dada por la justeza conque se aplique y varíe la propia teoría general. La experiencia de la RevoluciónCubana lo confirma. Ahí radica el papel del “proyectista” mediador (el sujeto concreto)que no termina la obra, pues en su fase de aplicación y materialización va haciendo las modificaciones a pie de obra, dándole el colorido y la riqueza imposibles deposeer la teoría monocromática. Sin esa labor difícilmente se rebasaría el marcoteleológico, ni saldremos de la crisis de creatividad que invadió desde décadaspasadas el pensamiento socialista.

Hay que admitir que una alternativa como la de Rusia del 17, que se dio por una crisisde fraccionamiento en los polos de poder imperialista, hoy no la tenemos; lasalternativas aparecidas en la posguerra, pese a sus deformaciones, tampoco hoyexisten. De igual forma, no pueden repetirse las alternativas de los años 60 ­­en lasque el sistema socialista mundial, a pesar de todo, fue una condicionante frente alpoder imperialista­­, favorecidas por la coyuntura internacional. Cualquier alternativaactual tiene que partir del presupuesto de la imposibilidad del retorno a lasperspectivas anteriores.

La nueva época y las particularidades de la contradicción capital­trabajo, capital­vida,inducen a revisar todo lo referente a la revolución democrática, su carácter nacional,la posición real de estos países y regiones ante una nueva alternativa, cómo haavanzado lo internacional por la transnacionalización y cómo ha avanzado por víaretroversa lo nacional aliado por la dependencia, en la lógica que impone las nuevascondiciones para el desarrollo formacional.

La práctica, que incluye al accionar popular y la política práctica de susrepresentantes, debe conducir, ante todo, a la recreación del paradigma y al ensayode un modelo eficaz (no imaginario, no esotérico o teórico puro), que es lo que hafaltado. Los instrumentos son tales si se corresponden a un paradigma y a unproyecto concreto. La crisis que enfrentamos ha estado precisamente en elestablecimiento de un círculo vicioso entre modelos viejos “remaquillados” yparadigmas resquebrajados, porque no ha emergido lo nuevo de la nueva época.

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Esto es resultado, entre otras cosas, del estancamiento ideológico, de la falta dedesarrollo en la ideología emencipatoria que no cubrió las exigenciascontemporáneas, porque no descubrió en las nuevas condiciones los giros que debíatomar esa reconstrucción. Se siguieron tratando las fases bajo los presupuestos, enel mejor de los casos, de principios de siglo XX. En ese sentido es necesaria unasobredimensión teórica, que evite un eclecticismo reduccionista por no encontrarsalidas efectivas a esta situación compleja de crisis terminal o casi terminal.

La gran debilidad de la izquierda continental estuvo, ante todo, en la predestinación adestiempo de un proyecto que no podía, en rigor, seguir los cauces de una supuestamatriz (el socialismo real) que en realidad era ajena, y que a lo sumo constituía algosingular, un elemento de algo más general que lo contenía. De ahí que, en nuestramímesis, muchos proyectos antes de resolver lo popular, lo democrático, el desarrolloalternativo concreto, y los antagonismos reales más inminentes, pretendieran unsocialismo que no era el lógico devenir de esta síntesis. Los actores sociales paradicha situación, no estaban producidos, sino prefijados por el proyecto mismo, junto avías que no eran accesos naturales, sino evocaciones impuestas por una voluntadproyectada.

De esta forma, el carácter popular, democrático que correspondía a aspectospolíticos, fue concebido como derivación automática de un simple cambio deestructura económica, incluso de un cambio formal de esa estructura, que en realidadno afectaba, o afectaba muy tenuemente, a la cualidad necesaria para queconstituyera una verdadera alternativa. Faltaron las alternativas políticas quecondujeran a consolidar lo popular y lo democrático antiimperialistas.

El patrimonio civilizatorio no puede estar circunscrito a ninguna región o cultura endetrimento de las otras. Tiene que nacer ya con el sello de universalidad como culturade vida nueva en todos los sentidos, porque la civilización y la cultura universal libresde dominación constituyen la culminación de una prehistoria. De ahí que el propiosalto que conduce a su antípoda tenga que ser universal, no en extensión, sino enprofundidad y magnitudes, manteniendo la diversidad natural, social y cultural, queborre todo lo que conduzca a un “comunismo local” aislado e inconexo y todorevolucionarismo simplificador que haga una nivelación de la sociedad y elimine a suportador material: al individuo, al sujeto social protagónico de la nuevatransformación.

Por eso, las nuevas leyes que sedimentarán la nueva civilización, siendo alternativasen un inicio, tendrán que ganar en competitividad ante las viejas leyes yactualizaciones civilizatorias, para convertirse, cuando logren su pleno desarrolloevolutivo, en orgánicas del nuevo orden social. Por otra parte, no podemos aspirar auna inteligibilidad absoluta de esas leyes, ya que se trata de constructos teóricos quenos ofrecen un saber contextual interpretativo, no una verdad­por correspondencia.Las epistemologías de segundo orden, en especial la visión epistemológica desde lacomplejidad clarifica esta formulación del concepto de leyes o legalidad social queasumimos. Pedro Luis Sotolongo refiere en este sentido la existencia de unadialéctica entre determinismo e indeterminismo, en la que es imposible discernir cuáles ontológicamente más determinante en el plano social. Podemos percibir yconceptualizar una trama de redes de interacciones sociales no lineales, distribuidaspor todo un espacio social, y de las cuales emerge, a partir de un determinadomomento y de una forma espontánea, un patrón de interacción social global quesustituye al antes hegemónico [144] .

Las soluciones, en consecuencia, no vendrán por la vía de un retorno acrítico al tipode desarrollo de décadas anteriores, en el que era factible un modelo de acumulacióncapitalista industrial con políticas asistencialistas. La noción del socialismo como“desarrollismo de izquierda” no puede ser sostenida tras la debacle del “estatismosocialista” en Europa y las consecuencias destructivas de la globalización capitalista

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transnacional.

El “retorno” de las formas liberales de gestión económica, social y política delneoliberalismo no trae necesariamente consigo el retorno de las condicioneshistóricas en que se desenvolvieron las luchas del pasado, pese a que las masas serefugian en ocasiones en las formas pasadas tradicionales de luchas, ya ensayadas.En este sentido, Holloway destacaba: “Entonces, me parece que también entérminos prácticos es muy difícil pretender reconstruir una forma política cuando elambiente en que ha sido posible esa forma política ya no existe. Me refiero alambiente en que ha sido posible la construcción del Estado de Bienestar. Entoncespienso que intentar volver al Estado de Bienestar no es realista” [145] .

La defensa de ese Estado también tiene una manera conservadora de realizarse. Sinembargo, asumir que el Estado Benefactor (pese a sus signos de agotamiento, y enespecial de imposibilidad ecológica asociada a la ideología productivista que lecaracterizaba) es irrecuperable en términos absolutos, nos conduce a juzgar ladisminución del gasto público y de los servicios sociales a la luz de la lógica capitalistadel beneficio empresarial. Considerar a las luchas reivindicativas de los trabajadores ylos sectores medios gravados por la crisis como una fórmula “nostálgica” de tiemposya pasados, coloca de “contrabando” una premisa del discurso hegemónico en lareflexión alternativa.

Jesús Albarracín considera que no es cierto que el Estado Benefactor seaeconómicamente insostenible, puesto que existen recursos productivos reales quepermitirían garantizar el bienestar general:

“Lo que está en crisis no es el Estado del Bienestar ­­escribe­­, sino el capitalismo, ylo que pretenden no es reducirlo a un nivel que sea sostenible, sino hacer retrocederlas conquistas sociales de los trabajadores que se plasmaron en él, porque esto loconsideran necesario para que aumente la tasa de beneficio. (..) Así, la ofensivaideológica liberal no sólo busca una reducción del papel del Estado en la economía,sino incluso someter su actuación a las reglas del mercado. La gestión con criteriosde mercado debe animar todo: la sanidad, la educación, incluso el sistema carcelario”[146] .

Pensar la alternativa supone hoy la crítica sistémica radical, más no desde posturasdeclarativamente radicales que conduzcan a parapetarse en fórmulas inviables,antesala de la frustración del movimiento popular o de la soberbia ostracista.

Queda en pie encontrar las verdaderas alternativas que entronquen con el centro de

gravedad político configurado hoy por la globalización transnacional y la hegemonía

del imperialismo de los Estados Unidos. Frente a esto se perfila, en la perspectiva

histórica inmediata, la necesidad de una transformación radical, cuya propensión

estratégica coincide (pese a los usos viciados del concepto) con la idea de la

revolución democrática completa. El término fue empleado por Lenin para distinguir

las transformaciones democráticas prosocialistas del contenido de la revolución

democrática burguesa. En la literatura soviética oficial posterior, este concepto es

preterido en aras de la apología de un socialismo que perdió su sentido,

precisamente, como revolución democrática completa. Contenido democrático y

revolución socialista no son dos continentes que requieran puentes comunicantes. Un

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socialismo sin ese contenido, no podrá calificar como tal. Ambos conceptos están

integrados en una misma alternativa. Hallarle solución a las contradicciones que

genera esta alternativa era, es y será por algún tiempo el contenido fundamental de

esta fase interformacional, a pesar de los cambios de épocas y marcos históricos que

harán variar las singularidades, pero no su contenido esencial [147] .

En América Latina esa revolución democrática completa adquiere contenidos

liberadores particulares, en primer lugar dirigidos a restituir, afianzar y completar la

independencia nacional y la soberanía política mediante proyectos populares de

mayor o meno radicalidad (demonizados como populistas por los voceros de la

“democracia” neoliberal) y el rescate de los recursos naturales, económicos en

manos de las transnacionales y sus socios vernáculos, así como la conservación de

las identidades. Transformaciones transicionales democráticas incompletas,

mediatizadas, como las que caracterizaron a nuestra región, por el desarrollo medio

del capitalismo alcanzado en nuestros días, o son imposibles o son paliativos ante la

dominación imperial transnacionalizada.

Emir Sader ha llamado posneoliberalismo a la actual etapa de construcción

contrahegemónica en América Latina. Etapa transicional que, a su juicio, se construye

por vías heterodoxas. No es aun el socialismo, aunque sí manifiesta contenidos

anticapitalistas, por la voluntad política de acorralar la mercantilización y rescatar los

recursos naturales de nuestros países del otrora dominio absoluto de las

transnacionales [148] .

En una dirección similar reflexiona Gustavo Codas:

que haya cuestionamiento y oposición al neoliberalismo no quiere decir aún que otro

proyecto ya esté claramente en marcha. Lo que significa es que ese programa se

agotó porque no ofrece más perspectivas de gobernabilidad (al menos en un marco

democrático), que está abierta la temporada de formulación, construcción y aplicación

de alternativas. Por otro lado, no hay un programa alternativo ya listo y válido para

todos los casos. Por último, el desenlace de la coyuntura dependerá de la

constitución de voluntades políticas capaces de impulsar a cada país y a la región

hacia un proyecto de superación del neoliberalismo; y serán "capaces" si construyen

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mayorías políticas (por ello, el tema clave es el de la "hegemonía" en los procesos

nacionales). [149]

El socialismo en América Latina será resultado mancomunado de alternativaspolíticas (y sus estrategias de orden, de nueva estatalidad) y prácticas populares desocialidad emergentes, de experiencias autogestivas y solidarias. No vendrá deningún libro iluminado sobre “el socialismo del ni en el siglo XXI”. Vendrá, en primerlugar, de los movimientos radicales de masas (y de la intelectualidad orgánica a ellos)en pro de alternativas social políticas que recuperen la soberanía y la dignidad de lospueblos y enfrenten con decisión e inteligencia estratégicas a los instrumentos dedominación (de recolonización) del imperio (OMC, ALCA, TLC, militarización y deudaexterna). Estas alternativas surgen hoy de manera multivariada en nuestra región,algunas podrán ser mediatizadas y encapsuladas por un tiempo. Sin embargo, si nose conforman gobiernos con voluntad política que expresen esas alternativaspopulares de resistencia y lucha, las transnacionales (y las políticas de sus centrosimperialistas) seguirán su saqueo y depredarán nuestros recursos naturales ybiodiversidad y nos lo seguirán devolviendo como mercadería y patronesmacdonalizados de consumo mediático, generador de tensiones insoportables parauna enorme masa de trabajadores precarizados y excluidos.

Para que se ponga fin a esa cadena de expoliación, un requisito es lograr la másamplia articulación política de los movimientos sociales y populares y su accionaroportuno, de conjunto, desde el centro de gravedad política de cada país y región.

En esas batallas en nuestra región, que siguen siendo más que nunca una creaciónheroica, participan todos los sectores interesados en subvertir y remontar la siniestralógica del neoliberalismo. Para ello contamos con numerosos movimientos sociales ypopulares que colocan las demandas reivindicativas (económicas, sociales,culturales) en una perspectiva cada vez más política, como se expresa en las nuevasagrupaciones sindicales que aglutinan a trabajadores ocupados, desocupados yjubilados, todos en mayor o menor medida víctimas de la precarización o, como elMovimiento Sin Tierra (MST), que incluye no solo las demandas de los trabajadoressin tierra, sino de todas las clases populares del Brasil. Pero también ocupan un lugarprotagónico los movimientos indígenas, de mujeres, ambientalistas y otros que, apartir de sus reclamos de reconocimiento y equidad, autonomías y defensa de labiodiversidad desafían la lógica global del sistema que los discrimina y excluye porigual.

Con ellos, desde ellos, habrá que seguir profundizando los procesos, enfrentando lareacción imperialista y sus servidores locales, catalizadores de la radicalización de lospueblos.

El socialismo por inventar en nuestra América tendrá, inevitablemente, fasestransicionales (no etapas mecánicas). La lucha contra el neoliberalismo deviene, si esconsecuente, lucha antiimperialista y anticapitalista que, de hecho, incorporapropietarios pequeños y medios asfixiados por el capital transnacional, y puedeasumir modelos diversos de economía mixta.

No pasemos por alto que construir una sociedad de igualdad, justicia y bienestarsería una ardua y prolongada tarea histórica, que requeriría eliminar progresivamentelas normas de la competencia, la explotación y el beneficio. No es una meta a realizaren poco tiempo. Esa contra­lógica frente la mercantilización de la vida y el ordeneconómico del beneficio capitalista puede ser sostenida solo si emana de unarevolución popular, que construya su propia noción de democracia política, social yeconómica.

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Sería especulativo definir a priori cuáles serán los grados de posibilidad de avancehacia el socialismo de las alternativas democrático­populares que aparecerán,desaparecerán tal vez y reaparecerán en Latinoamérica, ni medir sus resultados a laluz de lo que hemos concebido tradicionalmente como mecanismos de acción de laleyes de la sociedad socialista. Existe, sin embargo, una enseñanza históricaimposible de soslayar: el reto del socialismo es ir más allá de la lógica del capital,superar lo que llamamos sistema de dominación múltiple del capital. Ese sistema dedominación múltiple es enfrentado por una gran diversidad de prácticasconstestatarias de actores y movimientos, que expresan no solo protestas colectivassino propuestas de nueva socialidad. No podremos volver otra vez a decir: conustedes vamos hasta aquí, después tendrán que hacer dejación de sus demandas yvisiones alternativas. Se trata de una cuestión de la mayor importancia teórica ypráctica.

Movimientos antisistémicos y gobiernos populares en América Latina: nuevos

desafíos

El actual escenario en América Latina tiene como novedad la quiebra relativa delhegemonismo imperialista norteamericano, marcada con el medio siglo depermanencia y renovación de la Revolución Cubana, el rechazo regional al ALCA, lalucha contra los TLCs y las políticas de los nuevos gobiernos populares integrantesdel ALBA (Venezuela, Bolivia, Nicaragua). A ello se une el ascenso en Ecuador deRafael Correa, las posiciones latinoamericanistas de diverso grado e incidenciageopolítica de los gobiernos integrantes del “giro a la izquierda” en el Cono Sur(Argentina, Brasil, Uruguay) [150] , las movilizaciones post fraude electoral y encontra de la privatización del petróleo en México, la sublevación antidictatorialoaxaqueña y el proceso de La Otra Campaña, el avance del MST como paradigmade madurez política y social entre los movimientos sociales populares del hemisferio,el auge de las protestas colectivas en países que mantienen Acuerdos de LibreComercio con Estados Unidos como Perú y Chile, la lucha del pueblo de Costa Ricacontra el TLC, el triunfo de Fernando Lugo en Paraguay y todo el mapa de lasresistencias de los excluidos, los campesinos, los indígenas, las mujeres, losafrodescendientes y trabajadores en general en la región. Frente a esta nuevarealidad, cargada tanto de amenazas como de posibilidades y retos inéditos para elmovimiento popular y revolucionario, la construcción social del enemigo se desplazade los gobiernos (como era evidente en la llamada “década neoliberal” de los 90 delsiglo XX, saturada de ejecutivos y “técnicos” al servicio del Consenso de Washington)a las clases y sectores políticos tradicionales, desalojados del poder y aliados másreaccionarios del imperialismo en la región [151] .

“Pasada la sorpresa de la multiplicación de gobiernos en que el control del aparatoestatal escapaba a su gestión directa ­­­señala Emir Sader­­, la derecha retomó lainiciativa. En Brasil, con las campañas de denuncia sobre el gobierno de Lula; enVenezuela –tras el intento de golpe de 2002–, con la defensa de los monopoliosprivados de medios, señalando la corrupción y el desabastecimiento; en Bolivia,oponiéndose a la reforma agraria, la nueva Constitución y la aplicación de otrosimpuestos a las exportaciones de gas con los que el gobierno central quiere ejecutarpolíticas sociales; en Argentina, objetando formas regulatorias y eldesabastecimiento; en Ecuador, contra la nueva Constitución y renovadas formas denormatividad estatal. Cuenta también con los dos principales gobiernos de derechaen la región –México y Colombia,­ que intentan abrir un proceso de privatización de laempresa estatal de petróleo Pemex, en el primer caso, e intensificando el epicentrode las guerras regionales infinitas en el segundo” [152] .

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Los movimientos sociales se han visto colocados frente a lo que Raúl Zibechi llamanuevos desafíos políticos y conceptuales [153] . Una vez que ellos lograron, con suaccionar protagónico en las décadas precedentes, modificar la correlación de fuerzasen buena parte de nuestros países, gracias a sus resistencias exitosas “canalizadas através de amplias movilizaciones que en ocasiones derivaron en levantamientospopulares o de procesos electorales que desplazaron a las elites tradicionales de losgobiernos” [154] , en las circunstancias actuales se ha producido un corrimiento delcentro de gravedad político que obliga a un rediseño de la construcción teórica de susluchas.

El primero de esos desafíos radica, precisamente, en el tipo de relaciones aestablecer con esos gobiernos, surgidos en muchos casos de la acciónmancomunada de los movimientos en el pasado reciente. El investigador uruguayocuestiona la pertinencia de las nociones de “cooptación” o “traición” a la hora decaracterizar a los líderes populares devenidos gobernantes, como es el caso típico deBolivia o a los que deciden apoyar críticamente, sin perder su autonomía, a losgobiernos antes señalados en el Cono Sur. No hay dudas que los casos varían deuna a otra nación y experiencia. Sin embargo, lo que resulta patético en estadenominación para Evo Morales, por ejemplo, no puede ser juzgado igual, a fuerzade ingenuidad y continuismo, para otros líderes de los gobiernos de centroizquierda,aunque efectivamente coincidimos con Zibechi en que “parece necesario huir de lassimplificaciones, ya que muchos dirigentes están lejos de haber sido cooptados o“comprados”, y su apoyo a los gobiernos de ese signo se debe a sólidas y profundasconvicciones, avaladas por un conjunto de cambios reales en curso y las dificultades,también reales, de romper sin más con el modelo vigente” [155] .

La actitud de los movimientos sociales ante la nueva etapa posneoliberal en América

Latina resulta hoy un tema de primer orden. “La dificultad con los movimientos

sociales es que—refiere Emir Sader­­, no logran construir opciones políticas (…) la

autonomía es fundamental para defender los intereses del pueblo, de la masa, pero

no es absoluta. La política tiene un momento institucional y si se le rehúye, si se

insiste en preservar su autonomía como una categoría absoluta, si se oponen

autonomía y hegemonía, los movimientos se relegan y pueden adquirir rasgos

corporativos” [156] . El tránsito de lo social a lo político conlleva numerosos retos y

peligros que deben ser afrontados, a riesgo de hacer retroceder la actual ola

antiimperialista en la región.

“La autonomía que tiene sentido en la lucha emancipatoria –insiste Sader­­ es aquella

que se opone a la subordinación de los intereses populares y no la que se opone a la

hegemonía, que articula obligatoriamente las esferas económica, social e ideológica,

en el plano político. El paso de la defensiva – concentrada en la resistencia social ­ a

la lucha por una nueva hegemonía, caracteriza la década actual del continente, que

se transformó, de laboratorio de experiencias neoliberales, en el eslabón más frágil

de la cadena neoliberal del mundo” [157] .

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Francois Houtart, en su intervención en el Coloquio Internacional Planeta Tierra:

Movimientos Antisistémicos, convocado por el EZLN, recordaba que “un proceso

social es también una construcción y aquí interviene el hecho de su

institucionalización. La experiencia de los movimientos sociales comprueba esta

dialéctica, oscilando entre corrientes anarquistas que privilegian la creatividad, las

iniciativas de base, la efervescencia cultural y los que insisten sobre la organización,

la claridad de objetivos y la adaptación de los medios a los fines. La paradoja es que

los dos son necesarios, a condición de que la referencia a la utopía no se transforme

en un cultivo de ilusiones y la institucionalización en sistemas piramidales que

tornándose como fin terminan por contradecir los objetivos. Eso se experimenta en

todos los campos de la vida social: político, social, cultural, religioso [158] .”

En consecuencia, ¿reconocemos la necesidad de (auto) constitución de movimientospolíticos alternativos? Si admitimos esta necesidad, ¿nacerá este de la articulación dey desde los movimientos sociales y otras fuerzas? ¿Cuáles son los sentidos éticos ypolíticos que deberían encarnar en estos procesos de articulación? ¿Cómo tomar encuenta la reclamada autonomía de lo social y los movimientos que lo expresan? Y enel caso en el que estas problemáticas puedan ser respondidas positivamente, en elque un movimiento social rico y diverso se de a sí mismo una expresión política, yllegue hipotéticamente al gobierno, ¿cómo vivir entonces la autonomía en esasnuevas condiciones, hasta qué punto convertirla en un coto cerrado? ¿Cómoconstruir esa nueva política realmente emancipatoria, en la que los fines no sonindiferentes a los medios, en la que la postura ética personal y el compromiso con lasmayorías son intransferibles?

¿Se enajenan el movimiento político y el movimiento social?

O en el caso de quienes tienen una reconocida trayectoria y liderazgo enorganizaciones y movimientos sociales y a la vez poseen una militancia partidaria,¿cómo viven como individuos (sujetos) esa aparente contradicción?

Tendremos que enfrentar –apunta con razón Joel Suárez­­ estas y otrasinterrogantes e intentar hallar pistas y caminos que nos orienten en la constitución deun (nuevo) bloque histórico y una (nueva) hegemonía emancipatoria [159] .

Una distinción necesaria es expresada por José Luis Cerletti, cuando admite que “esimportante distinguir las diferencias existentes entre los gobiernos no para sumarse asus políticas estatales sino para favorecer el contenido popular que puedan albergarpero desde una política propia. Claro, hay quienes rechazan a los gobiernos másradicalizados calificándolos de “populistas” aunque, casualmente, en eso coincidencon la prédica del gran capital y sus voceros.” [160]

Ante la nueva correlación de fuerzas en la región y el impulso contrahegemónico del

proyecto bolivariano en Venezuela, Emir Sader expresa: “El que no comprende el

papel preponderante que tiene la hegemonía imperial estadounidense cometerá

errores graves. Los movimientos de Venezuela deben ser entendidos en la

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perspectiva de crear un amplio frente de resistencia frente a Estados Unidos. Sus

alianzas deben ser vistas no como una legitimación de tal o cual régimen, sino como

parte de una lógica que busca quebrar la hegemonía unipolar de Estados Unidos”

[161] .

La reflexión sobre el vínculo conflictual entre movimientos sociales y gobierno popular

en los escenarios actuales de América Latina constituye una de las urgencias más

acuciantes del pensamiento emancipatorio y de la práctica política alternativa hoy. Al

respecto Isabel Rauber [162] llama la atención sobre los prejuicios ­­y a la vez los

desafíos ­­de los movimientos contrahegemónicos que una vez dadas las

posibilidades para constituir gobierno popular, resignan de ella por el prurito de

mantenerse “incontaminados” de los vericuetos del poder, dejando libre el campo a la

reacción.

El segundo desafío señalado por Zibechi actúa igualmente de forma problemáticasegún sea la política gubernamental de que se trate. Nos referimos a losposicionamientos de los movimientos sociales frente a los planes estatales paraenfrentar la pobreza [163] . En este significativo tema, la caracterización sin más dedichos planes de populismo, verticalismo estatal y neoclientelismo, siendo válida enciertos casos, no puede ser generalizada sin que se corra el riesgo de perder labrújula política del movimiento social popular. A nuestro juicio, pese a estos evidentespeligros, las estrategias orientadas a limitar la pobreza es una de las demandas mássentidas por los movimientos durante la ola neoliberal. La profundizaron de lasmismas más allá de la “caridad” del Banco Mundial, la presión ante los gobiernospara que asuman una real voluntad política para erradicar no solo la pobreza sino elempobrecimiento, integra la agenda de los movimientos populares en estas nuevascondiciones. Los planes sociales impulsados desde el esquema integracionistasolidario del ALBA son hoy el desafío mayor que tienen los movimientos sociales ensu compromiso con “los de abajo” de nuestro continente.

“Un tercer desafío refiere al proceso que se está desarrollando en las periferias de lasgrandes ciudades, donde se juega una triple partida entre los estados, losmovimientos y el crimen organizado, que a menudo está siendo ganada por esteúltimo” [164] . Zibechi retoma lo expresado por Mike Davis en el sentido de que esasperiferias conforman un nuevo escenario geopolítico decisivo en términos deautoorganización y prácticas de reracionamiento social de los pobladores pobres almargen y en contra de los Estados y afirma que “los movimientos están muy lejos depoder convertirse en alternativa de organización y de vida para esos millones depobres” [165] .

El último desafío constituye, tal vez, el más trascendente aporte de los movimientos ala sociedad alternativa por construir: “el desafío de expandir aquellas iniciativas deproducción y reproducción autogestionada de la vida cotidiana que han idoconstruyendo a lo largo de las dos últimas décadas, como forma de resistencia ysobrevivencia” [166] . El componente utópico de este último desafío actúa comohorizonte regulador de la nueva socialidad que se prefigura en las célulasautogestivas de los movimientos populares. Se trate de asumir esas propuestas, hoylarvales y preteridas frente a la hegemonía mercantil, como referentes críticos deluniversalismo productivista que las subvalora como modelos de imposibilidad en

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cualquier estrategia contrahegemónica.

En otro de sus agudos análisis, Raúl Zibechi califica el momento posneoliberal en

curso como el inicio del cierre de un ciclo de luchas iniciado en los 60 en pro de un

proyecto nacional­popular en América Latina [167] . Habría, no obstante, que

diferenciar las distintas agendas políticas de los proyectos nacionales que se

desarrollan en el continente. Por otra parte, el contenido del proyecto nacional

popular no se ha mantenido inmutable a lo argo de esas décadas. No se trata hoy de

la visión niveladora de lo heterogéneo que se mantuvo como lastre modernizador de

los proyectos de izquierda en décadas pasadas. En América Latina hoy recuperar el

Estado­nación implica, como plantea Yamandú Acosta, recuperarlo como espacio de

un proyecto nacional alternativo a las tendencias destructivas y desagregantes de la

globalización y el poder de las transnacionales. Un proyecto que sea la articulación de

muchos proyectos, que no reproduzca necesariamente la homogeneización y la

negación de las diferencias al interior del estado­nación. Un proyecto social­popular,

participativo y sustantivamente democrático [168] .

En términos generales, Zibechi llama la atención sobre los retos que se le presentan

al movimiento antisistémico que participa (en mayor o menos grado según el proceso

de que se trate, puesto que hay radicales diferencias de voluntad política entre ellos

[169] ) en estos proyectos nacional­populares emergentes: “Un primer problema

surge de constatar que los movimientos que luchan contra el sistema capitalista, o

sea, los movimientos antisistémicos, cuentan con menos aliados que en el periodo

nacional­popular, o desarrollista si se prefiere, inspirado en la conservación y

reconstrucción del Estado del bienestar. Por un lado, un sector de quienes

participaron en los llamados movimientos sociales y en la izquierda partidaria

participa hoy en la gestión estatal. Por otro, un amplio sector de las viejas clases

medias ha descubierto que tienen más en común con las elites nacionales y globales

que con los sectores populares. En tercer lugar, ya no existen burguesías nacionales,

barridas y subsumidas por la globalización y la expansión del capital financiero, que

en algún momento dieron sustento al proyecto nacional­popular” [170] .

Ante estas dificultades para profundizar y radicalizar la perspectiva popular en los

procesos posneoliberales, y sin subvalorar (ni tampoco idealizar) el cambio que ello

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supone si recordamos los antiguos gobiernos entreguistas que les antecedieron,

Zibechi constata un hecho: “La principal alianza hoy es la que pueda construirse en el

interior del mundo del trabajo, entre la enorme diversidad que conforman los sectores

populares que siguen resistiendo. Lo que los zapatistas llaman el “abajo y a la

izquierda”. De algún modo es una alianza “hacia adentro”, ya no buscando captar

aliados externos” [171] .

Tomando como referencia las opiniones de Gilmar Mauro, dirigente del Movimiento

de Trabajadores Sin Tierra de Brasil (MST), el analista uruguayo señala el

cuestionamiento existente desde el movimiento antisistémico de la vieja cultura

etapista de la izquierda, según la cual la actual etapa nacional­popular es un

antecedente necesario, en términos de desarrollo, del futuro avance al socialismo,

una fase de “acumulación de fuerzas”. Interpretando las ideas de Gilmar Mauro sobre

las nuevas estrategias del movimiento popular destaca la existencia de “cinco

desafíos: construir lazos entre movimientos y “luchas comunes”, analizar y estudiar

los cambios en el capital y las clases sociales, investigar cómo organizar a los

precarizados y subempleados, trabajar para construir un proyecto común con todos

esos sectores y huir del inmediatismo. Los problemas que busca superar el MST son,

en los hechos, muy similares a los que se plantea la otra campaña, impulsada por el

zapatismo. Más que acumular fuerzas, concepto siempre lineal de crecimiento

sostenido hacia una meta, se trata de crear espacios y tender puentes para la

intercomunicación de los de abajo” [172] .

La perspectiva antisistémica nos ayuda a comprender que el horizonte de nuestrasluchas no se reduce a un mero cambio de gobierno. La aspiración es por la justicia, laequidad, pero no desde el paradigma liberal­democrático, sino desde un verdadero ysignificativo tránsito civilizatorio­cultural, de un nuevo modo de relacionamiento socialy con la naturaleza. Convenimos en que si desde hoy no impregnamos al camino deresistencia, lucha y construcción alternativas con esos valores, si no lo aplicamos ennuestro accionar cotidiano, en las articulaciones políticas y sociales que hacemos, noaparecerán por simple generación espontánea.

El término movimientos antisistémicos fue acuñado en la década del 70 por Immanuel

Wallerstein [173] , para clasificar dos tipos de movimientos populares que emergieron

desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la primera del XX: los movimientos

sociales (partidos y sindicatos socialistas y comunistas) y los movimientos nacionales

por la independencia contra el colonialismo y el imperialismo. Luego de 1968,

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aparecen cuatro tipos de movimientos que reclaman el status de antisistémicos (los

maoísmos, los nuevos movimientos sociales ambientalistas, feministas, étnico­

raciales, las organizaciones de derechos humanos y los movimientos

antiglobalización).

El colombiano Libardo Sarmiento Anzola señala dos hitos que marcan la aparición de

nuevas luchas antisistémicas: el levantamiento del movimiento indígena en Mexico

(1994) y la batalla de Seattle contra la OMC (1999). A su juicio, los rasgos de esta

nueva oleada antisitémicas serían:

Antipoder: Crear relaciones sociales donde el poder desaparezca o se

encuentre muy limitado. Más que tomar el Estado se trata de desapoderarlo

Ampliar y fortalecer nuestra capacidad de autodeterminarnos: autonomía y

autogestión (crear grietas en el Sistema mundo capitalista)

La revolución es hoy. Cambios radicales y duraderos en las relaciones sociales.

Cada vez que se crean espacios autogestionados, no mercantiles, libertarios,

igualitarios y sin luchas por el poder se está revolución

Horizontalidad. Nadie esta por encima de nadie, todos tienen autoridad para

tomar decisiones

Estructuras de coordinación y organización en red. Una red es una trama de

vínculos voluntarios y laxos entre personas u organizaciones autónomas

Multiplicidad del sujeto revolucionario. El sujeto como algo más indefinido,

móvil, polifónico y ubicuo. Unidad de diálogo sin violencia. Cada sujeto encara a

su manera su lucha por la emancipación y la desalienación. La unidad en la

diversidad se va construyendo mediante la negociación de las diferencias.

Una política para cada situación. Es mejor organizar las luchas prestando

atención a la situación local, a las características propias de cada grupo y del

enemigo, y del tipo de lucha que se protagoniza

Globalización de las luchas

Acción directa y desobediencia civil

Cultura de la imaginación y la creación: creación de una vida plena, alegre y

feliz, dialéctica de lo personal y lo colectivo, aceptar el no saber como parte de

la vida, deseo y placer como parte de la vida, comprensión de la fragilidad,

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necesidades y temporalidad humana, valoración del coraje como de la

sensatez, culto a la vida y a los luchadores de todos los días, militantes

integrados luchando desde el interior del sistema, compromisos flexibles,

militantes alegres [174] .

Desde el punto de vista del marxismo posleninista, lo antisistémico se asoció a lalucha de clases, como lucha nacional y global contra el capitalismo y el imperialismo,por el socialismo y el comunismo en lo económico, político, cultural. Pero en estavisión, primó acríticamente la idea del tránsito formacional como proceso evolutivo delas fuerzas productivas generadas en el capitalismo, asociada a una concepción linealy homegenizante de la historia.

La hipótesis de Marx del comunismo como movimiento real que se despliega como

resultado de un alto grado de desarrollo de las fuerzas productivas, engendradas en

la sociedad burguesa y durante la transición a la nueva sociedad, fue esgrimida en

clave de productivismo por la publicística del socialismo real. Las deducciones de

Marx tienen obviamente que ser replanteadas y revalidadas a la luz de las profundas

consecuencias genocidas y depredadoras de la economía capitalista mundial y la

política imperialista internacional durante el siglo XX y el actual. Paradójicamente, al

no dialectalizarse, muchos planteos de Marx se vieron transfigurados en una estéril

“anticipación dogmática del mundo”. Así, se pasó comúnmente por alto que para su

creador, “la construcción del futuro y la invención de una fórmula perennemente

actual no es obligación nuestra” [175] .

A nuestro juicio, resulta estratégico asumir la perspectiva antisistémica equidistante

tanto de las visiones panlogistas de la historia como de las opuestas que se centran

en la ruptura y desconexión nihilista de las luchas de clases y las perspectivas

libertarias de los nuevos movimientos sociales. Lo antisitémico actúa como horizonte

de sentido de las resistencias y las luchas del presente (aunque teniendo los pies y

las mentes puestos en las contradicciones que deben ser resueltas en el plano social­

popular, nacional y regional), que adelantan, desde la cotidianidad de esas luchas,

procesos económicos, políticos y culturales en franco desafío a la lógica del capital en

todos los planos. Dicha perspectiva, en consecuencia, va más allá de la mera

sustitución de un régimen de propiedad por otro, ya que contiene un desafío integral

a las formas de dominación múltiple del capital y a la civilización que este engendró a

nivel planetario. Se trata de un potente esfuerzo de ruptura radical con la lógica de

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dominación y sujeción del capital en todas sus modalidades, desde lo económico­

productivo hasta lo simbólico­cultural.

Lo antisistémico se resignifica como subversión/superación no sólo política,

económica y social del capitalismo, sino civilizatoria y cultural, mediado por ejes

transversales, cuyo centro es la diversidad (de género, etnico­racial, cultural,

identitaria, etc.). La referencia de los valores antisistémicos (anticapitalistas,

antipatriarcales, por relaciones de producción no depredadora con el medio

ambiente, en defensa de la diversidad natural, de la diversidad social­humana) es

clave para asumir esos valores en la cotidianidad y fundar las acciones de

transformación en esa ética y no desligar fines y medios. En otros términos, lo que

hoy atenta contra la existencia y plenitud del principio Vida, en el contexto de la

civilización capitalista, no puede ser asumido como necesario en una etapa

presumiblemente alternativa al sistema social­productivo y cultural vigente.

Lo anterior significa que el ideal de justicia distributiva y de equidad social,irrenunciable para cualquier proyecto de socialismo, de avance hacia la emancipaciónhumana, tendrá que acompañarse de nuevos desafíos relacionados con elcuestionamiento del patriarcado en todas sus formas (económicas, políticas ysimbólico­culturales), del modelo productivista y depredador de desarrollo, no solovigente a nivel mundial, sino deificado como aspiración y única alternativa deprogreso humano, metamorfoseado con el apellido “sostenible” para el Sur, o deexpresas alusiones a la reducción de la pobreza, siempre que estas escondan elproceso real de empobrecimiento que la produce. No se trata de renunciar albienestar, sino de comprender que el mito del bienestar centrado en el consumodesenfrenado del industrialismo moderno y sus variantes actuales, es causa delcamino acelerado hacia un punto de no regreso para la posibilidad de la propia vida.En nombre de ese bienestar en los países centrales, se lanzan y lanzarán guerrasgenocidas por las reservas de hidrocarburo y los recursos hídricos del planeta.

Si bien el pensamiento antisistémico no se agota en lo posible­político, ni cede ante el

“sentido común” que tiende a hacerlo prescindir pragmáticamente de la idea de un

orden nuevo posible y deseable, aun cuando éste no aparezca visible ni latente en la

coyuntura de la época, ello no significa que pueda producirse un salto ahistórico del

reino de la necesidad al reino de la libertad. En esta dirección, Joao Pedro Stédile ha

expresado: “A largo plazo todos tenemos como proyecto estratégico el socialismo,

pero el socialismo por sí solo no organiza la lucha política, es una referencia,

entonces hasta que lleguemos al socialismo ¿qué proyecto tienes para el país? El

desafío actual es construir un proyecto que represente soluciones concretas a los

problemas de las masas y que acumule fuerzas para el socialismo” [176] .

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Al plantear la pertinencia de diseñar una estrategia de larga duración en la lucha

hacia el socialismo, Atilio Borón señala:

“El problema es que, en la tradición del socialismo marxista, la reflexión sobre la

transición del capitalismo al socialismo está inevitablemente centrada en el corto

plazo. Esto fue observado con inusual agudeza por Gramsci, cuando sostenía que el

corpus teórico del marxismo se había desarrollado enteramente dentro del ciclo

revolucionario que comienza con la Revolución francesa en 1789 y que culmina con

la Revolución rusa en 1917. Este «clima ideológico de época» fue exaltado durante

las revoluciones europeas de 1848, de las cuales tanto Marx como Engels formaron

parte, a tal punto que el Manifiesto del Partido Comunista es una genial anticipación

del desenlace de la coyuntura prerrevolucionaria que se vivía desde mediados de

1840. El impacto de esas experiencias vitales, y la vigencia de una tradición política

que concebía la revolución como un tema de «corta duración», hicieron que en la

teoría marxista no se desarrollasen enfoques y conceptos adecuados para

comprender aquellas transformaciones que podrían llegar a abarcar décadas

enteras. Por otro lado, la gravitación que en la teoría de Marx tuvo la noción de que la

política era una esfera alienada y alienante y, más allá de esto, la subestimación —

reconocida luego por el propio Marx— respecto a la enorme capacidad adaptativa del

capitalismo, hicieron que la propia reflexión teórico­política sobre el Estado capitalista

y su derrota en las manos de la revolución proletaria, fuesen concebidas como

rápidas transiciones desprovistas de nuevas particularidades. En suma: el capitalismo

sería liquidado de una manera tan fulminante como las masas parisinas pusieron fin

al absolutismo feudal en las jornadas de 1789. Las cosas, claro, no ocurrieron de esa

forma” [177] .

Immanuel Wallerstein en su texto ya citado “Las nuevas rebeliones antisistémicas:

¿Un movimiento de movimientos?”, afirma la existencia de un periodo de transición

como resultado de la crisis estructural del moderno sistema­mundo. Se trata de un

periodo de transición sistémica de profunda incertidumbre, en el que los poderes

actuales tratarán de acentuar su ciclo de privilegios, injusticias y dominaciones. Ante

esta posibilidad, los movimientos antisitémicos requieren elaborar una nueva

estrategia. A juicio de Wallerstein esa estrategia consta de cuatro componentes. El

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primero está asociado al mantenimiento de “un proceso de debate constante y

abierto sobre esta transición y sobre la salida de ella que nosotros esperamos [178] .”

El segundo comprende la necesidad de asumir la acción defensiva de corto plazo,

contrario a la versión estrategista que niega las luchas puntuales en defensa de los

intereses de los ciudadanos, los trabajadores y excluidos del sistema. “La población

mundial vive en el presente –recuerda Wallerstein­­, y sus necesidades inmediatas

deben ser resueltas. Cualquier movimiento que olvide estas necesidades inmediatas

está destinado a perder el amplio soporte pasivo que es esencial para su éxito a largo

plazo. Pero el motivo y la justificación para esta acción defensiva no debe ser la de

curar a un sistema en decadencia, sino más bien la de evitar que sus efectos

negativos se vuelvan peores en el corto plazo. Y esta justificación es muy diferente,

psicológica y políticamente » [179] . El tercer momento estratégico apunta hacia la

potenciación de procesos de desmercantilización en todos los ámbitos que sean

posible (económico­productivos, de servicios básicos, etc.), como acción contrafáctica

a la absolutización neoliberal del principio mercantil capitalista. Lo que Libardo

Sarmiento Anzola define como “ampliar y fortalecer nuestra capacidad de

autodeterminarnos: autonomía y autogestión (crear grietas en el Sistema mundo

capitalista)” [180] .

Por último, la estrategia deberá clarificar los objetivos a largo plazo: “Necesitamos

dejar de asumir que ya sabemos cómo será la mejor sociedad (no la sociedad

perfecta). Mas bien, necesitamos discutir este modelo de nueva sociedad, esbozarlo,

experimentar con estructuras alternativas para llevarlo a cabo; y necesitamos hacer

esto al mismo tiempo que realizamos las primeras tres partes de nuestro programa,

frente a un mundo caótico que se encuentra en una transición sistémica. Y si este

programa es insuficiente, y probablemente lo será, entonces esta misma insuficiencia

deberá ser parte del debate, el que es justamente el Punto numero Uno del

programa” [181] .

Por su parte, François Houtart, al plantear las estrategias para avanzar hacia las

alternativas antisistémicas destaca tres niveles que deben observase de manera

coherente, no como mera sumatoria. Un primer nivel es la utopía como “una

construcción colectiva y permanente, no un regalo milagroso que cae del cielo” [182] .

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Le siguen el mediano y el corto plazo que “dependen de las coyunturas, pero deben

ser el objeto de estrategias concertadas y realizadas en convergencia entre actores

sociales diversos. Son el lugar de las alianzas.” [183] Para Houtart hoy existe una

subsunción de todo el trabajo por el capital, ningún grupo humano escapa a la ley del

valor, por lo que se amplia el espectro de los sujetos antisistémicos.

En América Latina existe una tensión entre la lógica de la lucha política(antineoliberal, antioligárquica, antiimperialista) (la nueva emancipación política) y laemergencia civilizatoria antisistémica derivada de las prácticas y visiones utópico­liberadoras de los movimientos sociales (sus desafíos y propuestas frente a lacivilización excluyente, patriarcal, discriminatoria y depredadora del capital) (lacontextualización contemporánea de lo que Marx llama emancipación humana). Estatensión se ha hecho tradicionalmente explícita desde una visión instrumentalista de lapolítica y de la lucha por el poder como demiurgo de lo social. Más desde una visiónmás amplia de lo político, ella reaparece como algo imposible de obviar. La actitudmás productiva para intentar superar dicha tensión no radica, salvo que noscontentemos con un consenso “fácil” e igualmente estéril, en desplazar los puntosconflictivos que suponen ambas lógicas.

Al caracterizar las líneas de discusión entre las estrategias liberadoras contenidas enlas prácticas y conceptos de las llamadas “contrahegemonías” (dirigidas a laconstrucción de un poder alternativo) y las “emancipaciones”, entendidasesquemáticamente como procesos tendientes a la liquidación de las propiasrelaciones de sujeción y poder, Raúl Ornelas reseña las antinomias de la que puedenser presa ambas lógicas. “Desde la perspectiva de la emancipación –nos dice el autormexicano—el sujeto que se construye es también múltiple pero caracterizado por ladiversidad y anclado más en la sociedad civil (o si se prefiere, en las luchaspopulares) que en la esfera política. La diferencia esencial con el proyectocontrahegemónico es que la emancipación privilegia, pone el énfasis en larecuperación del control de la reproducción del sujeto transformador. Por encima decualquier otro objetivo, el proyecto emancipador parte de enfrentar las dependenciasy opresiones que viven cotidianamente los individuos y sus comunidades” [184]

El proyecto emancipador, a diferencia de la estrategia política del proyectocontrahegemónico de las fuerzas de izquierda, asume la política en un sentido másamplio, como proceso de autoafirmación, lo que Helio Gallardo caracteriza comoidentidad autoproducida e irradiación de autoestima popular [185] .

La demonización de las mediaciones institucionales y del Estado, comorepresentación de la dominación, por parte de algunos movimientos libertarios,deviene un punto de no entendimiento y de conflicto entre ambas concepciones. Deigual manera el pragmatismo y el peligro de reproducir o continuar la cadena dedominaciones en los proyectos contrahegemónicos que queden truncos y no sepropongan trascender el sistema y superar la civilización y el orden cultural delcapital, constituye el principal cuestionamiento que puede hacerse a la perspectivalineal contrahegemónica. Con razón Ornelas planea que “los esfuerzos que serealizan actualmente en ambas direcciones están encerrados en callejones sin salidaaparente en lo inmediato” [186] . Ni las emancipaciones han logrado quebrar desde lacotidianidad y territorialidad de sus emprendimientos la hegemonía capitalista, ni lascontrahegemonías son tales si no incluyen en sus estrategias de orden el perfilemancipatorio, libertario y autogestivo de los movimientos sociales.

Ninguna de estas lógicas debe ser supeditada una a la otra, sino armonizadas ycomplementadas, lo que implica asumir sus puntos de tensión como desafíos

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creativos de aprendizaje de los sujetos involucrados. La construcción teórica de lalucha implica acompañar las prácticas para sistematizarlas y reflexionarlascolectivamente, asumir una lógica dialógica, de complementariedad: “con todos ytodas, en cualquier lugar y en cualquier momento [187] ”. En otras palabras: si enaras de la presunta toma del poder se abandonan las demandas libertarias y dereconocimiento por las que han luchado muchos movimientos, el nuevo podercontrahegemónico pudiera derivar en una entidad ficticia o desnaturalizada. De igualforma, negarse a participar en el movimiento radical de masas que se constituya enuna nación determinada ante la crisis del modelo hegemónico, colocando lasdemandas específicas (por muy legítimas que sean) por encima de las de la inmensamayoría de la población, implica signar la noción de “diferencia” con un alto rango deuniversalidad excluyente.

Habría que reconocer, en principio, que la confluencia de los movimientos sociales ypopulares para generar alternativas social­políticas en una dirección anticapitalista noimplica hacer dejación de sus demandas específicas (libertarias y dereconocimientos) ni posponerlas para etapas posteriores, aunque se modifiquen susobjetivos y métodos en cada coyuntura. La lógica geopolítica antiimperialista queavanza hoy en América Latina no es incompatible con la lógica de los movimientossociales. Las razones de los movimientos son tantas como los atributos del mundoque es posible conquistar: dignidad para personas y pueblos, equidad, igualdad degénero, medio ambiente, diversidad sexual, multiculturalismo, soberanía alimentaria,biodiversidad. El “programa máximo” emancipatorio y libertario de la revoluciónpolítica anticapitalista (pospuesto en las experiencias protosocialistas del siglo XX) seconvierte en “programa mínimo” de las luchas de los movimientos sociales ypopulares.

A juicio de Ana Esther Ceceña, “los esfuerzos por encontrar los nudos deentrelazamiento entre las relaciones de clase, de discriminación cultural, cognitiva(que suele aparecer como científica) o civilizatoria (que suele aparecer como racial, oincluso religiosa y de género), apuntan hacia la aprehensión y reformulación teóricadel universo concreto en el que se debaten las luchas emancipatorias, destacando laslíneas centrales de sus elementos de complejidad, desde una perspectiva queremonta históricamente a su origen genealógico para encontrar las pistas de lainstitución de la diferencia como otredad interiorizada o criminalizada, de lo femeninocomo medio de imposición de un mestizaje que es signo viviente de la derrota de losvencidos y de las condiciones de explotación que a través de las relacionesesclavistas, feudales y/o directamente salariales han marcado a los pueblos delmundo hasta nuestros días” [188] .

Para la autora mexicana, “un sistema de organización social como el capitalista,sustentado en la competencia y en la consecuente negación del otro, es un sistemaen el que la guerra es un rasgo inmanente, y la contrainsurgencia, aunque seasubliminal, es el signo disciplinador permanente” [189] . Esa contrainsurgencia nodudará en expresarse en forma de guerra y represión policial armada cada vez que elpoder hegemónico se sienta amenazado, mientas mantiene y reproduce las mássofisticadas, simbólicas y enajenantes formas en el plano medidito­cultural parainvolucrar a las víctimas en las visiones de los victimarios. “El tema nodal en elterreno de las hegemonías y emancipaciones no es sólo la dominación, no es sólo nisiempre la fuerza física –que finalmente puede ser enfrentada en su mismo terreno—sino, como indicaba Gramsci, la capacidad de generar una concepción universal delmundo a partir de la propia, de dominar a través del consenso y de reproducir lasformas de dominación en los espacios de los dominados” [190] .

Frente a este cuadro de dominaciones, no puede establecerse a priori una estrategiacontestataria y de insubordinación unívoca para toda la cadena de sujetoscontrahegemónicos, no siempre identificados entre sí como enlazados a un sistemaúnico y a la vez heterogéneo de sujeción y dominio social. De acuerdo con las

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condiciones concretas de dominación en cada país y región serán unos u otros losactores (las vertientes emancipatorias) que se eleven a primer plano en determinadascoyunturas políticas y se constituyan como impulsores del cambio. Cambio que, endependencia de su profundidad, va a abrir un cúmulo extraordinario decontradicciones y tensiones cuya solución llenará toda una época histórica.

Gustavo Castro Soto ofrece una visión particular ante el conflicto de las luchas

antihegemónicas y las demandas emancipatorias. Para el activista social mexicano

las expresiones y experiencias antisistémicas siempre han existido, con mayor o

menor impacto y duración histórica. La dificultad radica en que “ellas no lograron

conformar un sistema hegemónico que globalice las reglas de vida de toda la

humanidad, como lo ha hecho el sistema capitalista porque no son su esencia sino la

diversidad” [191] . La dirección antisistema (antihegemónica) está ligada en su

razonamiento al avance de las emancipaciones, mas no de la noche a la mañana, ya

que “no se puede vivir una mutación genética sociopolítica de manera inmediata,

espontánea y radicalmente distinta al sistema hegemónico capitalista, sino como

parte de un desprendimiento de la vieja piel para cubrirse de otra alternativa. Esta

transición implica por tanto incoherencias, contradicciones, pero con una

direccionalidad por medio del desprendimiento para dar origen y parir otros mundos”

[192] . La construcción de alternativas antisistema debe vivenciar, a su juicio, las

siguientes características:

1) Participación. Contraria a la competencia capitalista la población participa de

manera activa y creativa para construir su mundo sin el detrimento de que otros

queden rezagados en el camino.

2) Distribución. Contraria a la acumulación. Este mundo reparte lo que sobra, los

excedentes. Nadie acumula y el valor de compartir sobresale y se contrapone al valor

del acumular. El rico no tiene cabida en este sistema­mundo. Los bienes alcanzan

para todos: agua, tierra, alimentos, etc.

3) Diversidad. Contrario a la homogeneización la diversidad complementa y

enriquece; la diversidad biológica y cultural alimenta los mundos; la diversidad une y

no separa.

4) Colectividad. Contrario a la relación dueño y desposeído, el proyecto mundo es de

la colectividad. No hay patrón. Hay iguales.

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5) Perspectiva de género. Contrario al sistema patriarcal, es una visión científica,

analítica y política sobre las mujeres y los hombres. Elimina las causas de la opresión

de género (desigualdad, la injusticia y la jerarquización de las personas basada en el

género). Promueve la igualdad entre los géneros a través de la equidad, el adelanto y

el bienestar de las mujeres; contribuye a construir una sociedad en donde las mujeres

y los hombres tengan el mismo valor, la igualdad de derechos y oportunidades para

acceder a los recursos económicos y a la representación política y social en los

ámbitos de toma de decisiones.

6) Necesidades. A diferencia de la especulación, las necesidades reales marcan la

producción y reproducción de la vida.

7) Democracia. Sin totalitarismos, imposiciones o decretos para imponer voluntades

de pocos, la participación informada y activa construye futuro y dignidad.

8) Solidaridad. No hay deudas que pagar, hay solidaridad que expresar.

9) Para todos todo. A diferencia del empobrecimiento de la mayoría y enriquecimiento

de muchos, la riqueza material, cultural y de cualquier tipo alcanza para todos y

todas; es de todos y todas.

10) Igualdad. A diferencia del racismo y los privilegios que genera, se expresa y se

vive las relaciones de igualdad en derechos pero también en obligaciones colectivas.

11) Ecológico. Contrario al ecocidio, respeta la naturaleza y vive en armonía con ella.

Hace uso razonable y sustentable.

12) Soberanía. Contrario al control monopólico sobre los bienes, la capacidad de

definir por sí mismo el rumbo y el camino que se quiere tomar para vivir en plenitud.

13) Equidad. A diferencia de la explotación, las relaciones ni el bienestar de unos es a

costa del sufrimiento, el hambre y la pobreza de otros.

14) Justeza. Sin necesidad de generar necesidades artificiales que consuman

desproporcionadamente el sistema, se usa lo que se necesita con justeza.

15) Público. No convierte todo lo que ve y encuentra en propiedad privada, sino que

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garantiza el beneficio de todos y todas.

16) Autonomía. Sin dependencia parasitaria sino unidad en la diversidad de visiones y

modos propios de autogestión y en libertad.

17) Paz. Contraria a la guerra que alimenta la vida y la economía, es la diversidad, la

autonomía, la soberanía como sinónimos de paz, que no se entiende como la mera

ausencia de balas o conflictos armados o la mera pacificación mientras sigue

existiendo el hambre y la violencia institucionalizada, sino la paz con justicia, equidad

y felicidad para todos y todas.

18) Nuevo lenguaje. Una nueva forma de llamarle a las cosas en el nuevo

sistemamundo que no repita o solo reformule la conceptualización capitalista.

19) Visión política. Clara conciencia de querer vivir y expresar otros mundos

diferentes al capitalismo.

20) Derechos Humanos. Donde toda persona humana, su felicidad y su plenitud, sea

el objetivo central del proyecto político. No como una dádiva o regalo, sino como los

elementos esenciales para poder vivir esa plenitud. No como un mero derecho, sino

también como una obligación que liga con la sociedad [193] .

Hoy, como nunca antes, la izquierda requiere tensar sus instrumentos de análisis y de

creación, puesto que “es necesario pensar en una empresa muchísimo más difícil: la

labor histórica de superar la lógica objetiva del capital en sí, mediante un intento

sostenido de ir más allá del capital mismo”. [194] Pero esas alternativas sociopolíticas

no serán obra de gabinetes, ni fruto de ninguna arrogancia teórica o política. Serán

construidas como proyectos colectivos y compartidos, desde y para el movimiento

social­popular.

Para América Latina las preguntas estratégicas hoy serían: ¿cómo alcanzar nivelesde “crecimiento” y “productividad” sin las contradicciones que lleva aparejada la víanatural capitalista?, ¿cómo eliminar las contradicciones sin caer en las paradojas,trastornos y desviaciones que impidieron al socialismo real ser una alternativa viableal desarrollo natural capitalista?, ¿cómo eliminar el sofisma que entraña esecrecimiento y ese desarrollo y su mecanismo depredador y preservar al mismotiempo los niveles esenciales de civilización, base para otra nueva que ya no puedeser ni occidental ni oriental, ni norteña ni sureña, sino global?

Los pueblos indígenas del continente aportan importantes referentes a la hora de

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desafiar las lógicas del desarrollo capitalista. “En la creación de la armonía social, los

pueblos indígenas incluyen en la ecuación del desarrollo elementos que transcienden

la dimensión económica, como la relación con la naturaleza, la solidaridad con los

otros, la pertenencia comunitaria, la necesidad de encontrar espacios de participación

para la formulación de nuevas políticas públicas y promoción de los derechos

humanos. Para los indígenas, la finalidad de un auténtico desarrollo radica en

construir gradual y democráticamente las condiciones materiales y espirituales para

alcanzar el alli káusai, o sea, el Buen Vivir” [195] .

El concepto de Buen Vivir (Sumak Kawsay), propio del mundo andino, actúa como

una propuesta de convivencia humana y con la naturaleza centrada en medidas de

equilibrio y complementariedad. La noción de Buen Vivir difiere de la de Bien Común,

la que devino justificación ideológica del enriquecimiento y la actitud depredadora.

Desde el Bien Común se legitimó éticamente la homogeneización violenta de las

culturas de los pueblos originarios, consideradas como lastres premodernos,

arcaicos, en lo interno del Estado­nación de la modernidad. No se trata de idealizar

estas nociones ancestrales, de proclamar un retorno acrítico a ese universo

precapitalista. Edgar Isch López señala al respecto que “a pesar de los aspectos de

justicia social involucrados en la concepción del “buen vivir”, y que son un avance

para superar el neoliberalismo, ello no puede reducir la lucha por la implantación del

socialismo y sus propias estrategias de desarrollo y distribución de la riqueza, así

como de la restitución del metabolismo entre sociedad y naturaleza indispensable

para mantener la producción y la vida misma. El eje de la economía socialista va más

allá al plantearse la eliminación de las diferencias de clase social y de otro tipo, solo

alcanzables mediante la socialización de la propiedad productiva y de la riqueza

producida por el trabajo de la mayoría, pero que hoy es apropiada por pocos” [196] .

Lo antisitémico, entendido como perspectiva de superación del dominio y las lógicasproductivas y culturales del capital no es sólo impulso utópico liberador. Siconcebimos la lucha anticapitalista desde la cotidianidad, se trataría de mostrar lasbrechas, los intersticios de ruptura de ese sistema, de esas tramas y esas lógicas dela dominación reproducidas e internalizadas en nuestras propias prácticas. Se tratade potenciar las experiencias de articulación política en función de una nueva lógicade la Vida, que desafíen la lógica de la producción y la reproducción del capital. Hacervisible experiencias de construcción civilizatoria alternativa que no son hegemónicas,que existen invisibles no solo para el poder hegemónico, sino en muchas ocasionespara las organizaciones de izquierda.

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Las referencias van desde el modo de producir y reproducir la vida en las

comunidades zapatistas y en diversas comunidades indígenas en la región, las luchas

y propuestas de la Vía Campesina por la soberanía alimentaria en diversas regiones

del planeta, del MST en Brasil, la crítica feminista y del ecosocialismo al productivismo

patriarcal, hasta nuevos emprendimientos de esta naturaleza en Venezuela y en otras

naciones, sin olvidar las múltiples iniciativas populares de convivencia, asociación e

intercambio no mercantilizadas, autogestivas, en toda América Latina, como las

cooperativas de la vivienda extendidas en varios países de la región y en especial los

proyectos participativos de construcción a partir de tecnologías apropiadas y

apropiables y utilización de materiales locales [197] . No se trata de idealizar o

mistificar estas prácticas, muchas de las cuales han convivido como “islotes” en

medio del océano global de la propiedad privada, sino de estudiarlas y potenciar sus

posibilidades en las alternativas políticas antisistémicas que se construyan.

Esas experiencias anuncian nuevos mundos que no siempre vemos, ni socializamoscomo es debido, y están en las propias prácticas alternativas de los movimientossociales populares, aunque al parecer son contingentes y fuera de lo pensadohabitualmente desde el paradigma modernizador.

El conflicto aparente entre la lucha antihegemónica antimperialista y lasemancipaciones superadoras de la civilización del capital, será resuelto por lospropios sujetos populares involucrados en dichos procesos, en la medida en que sesuperen positivamente las contradicciones del llamado orden posneoliberal y se logreavanzar hacia el socialismo como sociedad emancipada, desenajenada,auntogestionaria. El socialismo en el siglo XXI, no puede reproducirse en los marcosde la actual civilización excluyente, patriarcal, discriminatoria y depredadora queheredamos de la modernidad y que la globalización imperialista potencia a límitesinsospechados.

De las alternativas políticas antineoliberales y de los pequeños, continuos y diversossaltos que demos hoy en nuestras luchas cotidianas y visiones de sociedad,emergerá el salto cultural­civilizatorio que nos coloque en esa deseada perspectivahistórica que rescatará y dignificará al socialismo en este siglo, como realemancipación humana.

No hay fórmulas a priori ni cómodos determinismos para transitar esos derroteros.

Hoy, como nunca antes, la izquierda requiere elaborar nuevas visiones estratégicas,

puesto que “es necesario pensar en una empresa muchísimo más difícil: la labor

histórica de superar la lógica objetiva del capital en sí, mediante un intento sostenido

de ir más allá del capital mismo [198] ” Pero esas alternativas sociopolíticas, no serán

obra de gabinetes, ni fruto de ninguna arrogancia teórica o política. La emancipación

política y la emancipación humana serán cada vez más procesos concomitantes,

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construidos como proyectos colectivos y compartidos, desde y para el movimiento

social­popular.

[1] Eliseo Diego: Poesía, Editorial Letras Cubanas, La Habana , 1983, p.81.

[2] Ibídem.

[3] Carlos Marx: “Carta a Arnold Ruge, septiembre 1843” , Los anales franco­alemanes, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1970, p. 67.

[4] Antonio Machado: “Notas y recuerdos de Juan de Mairena”. Citado por Jordi Borja:“Sobre la izquierda y la hegemonía en los países de Europa del Sur”, Hegemonía yalternativas políticas en América Latina, Siglo XXI, México, 1985, p. 195.

[5] José Martí: Obras completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana , 1975,t.22, p.18.

[6] William Shakespeare: “Hamlet, príncipe de Dinamarca”, Obras completas, Aguilar,Madrid, 1951, p. 1399.

[7] Ver: “Entrevista con Alberto Recio Andreu (I)”, www.rebelion.org, 12­12­2008.

[8] Cf. Alberto Acosta: “El "buen vivir" para la construcción de alternativas”,www.rebelion.org, 18­07­2008.

[9] “Con espíritu anticapitalista, se abre el encuentro indígena de América”, LaJornada, viernes 12 de octubre de 2007.

[10] Cf. Frei Betto: “Globocolonización”, Tesis 11 Internacional, No. 31, Noviembre­Diciembre 1996.

[11] Véase Raúl Leis, “El sujeto popular y las nuevas formas de hacer política”,Multiversidad, n. 2, Montevideo, marzo de 1992, y Gilberto Valdés Gutiérrez, Elsistema de dominación múltiple. Hacia un nuevo paradigma emancipatorio, Tesis dedoctorado, Fondo del Instituto de Filosofía, La Habana , 2002. La categoríaoperacional de Sistema de Dominación Múltiple ha sido enriquecida a lo largo de losTalleres Internacionales sobre Paradigmas Emancipatorios, convocados desde 1995cada dos años por el Grupo GALFISA del Instituto de Filosofía en coauspicio conotras organizaciones e instituciones cubanas e internacionales, como el CentroMemorial Dr. Martin Luther King, Jr.

[12] Cf. Jean Robert: Ponencia presentada en el Coloquio Internacional PlanetaTierra: Movimientos Antisistémicos, convocado por el EZLN, San Cristóbal de lasCasas, México 13­17 diciembre, 2007, p.4 (meca).

[13] José Luís Brea: El tercer umbral. Estatuto de las prácticas artísticas en la era delcapitalismo cultural, CENDEAC, Murcia, España, 2003, p.89.

[14] Cf. Anneris Ivett Leyva y Abel Samohano: “Claves dialógicas para interpretar larealidad cubana. Entrevista a José R. Vidal”, Caminos, No. 49, 2008.

[15] “La “clase política” actúa en la práctica como una elite unificada, en la que ladivisión en diferentes partidos obra sólo como una formalidad necesaria para ladistribución de cargos vía elecciones y la consiguiente legitimación que ello produce,pero no encarna proyectos diferentes ni pretensiones serias de transformación del

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orden social existente. Se aprecia una situación de “partido único virtual”, en la que ellugar de gobierno y oposición puede intercambiarse sin mayores consecuencias, y sinfrenar ni atenuar la tendencia persistente al empeoramiento de la calidad de vida delas mayorías, y al deterioro de las instituciones políticas. El gran compromisorealmente eficaz de la dirigencia política es con el gran capital y sus instituciones,compromiso que se toma a veces con entusiasmo y otras con resignación frente a loque se considera una valla infranqueable para la realización de políticas más“progresistas”, pero se asume y ejecuta invariablemente por parte de quienes tienena su cargo la conducción del aparato estatal”. (Daniel Campione, “Los problemas dela representación política y el movimiento social. Algunas reflexiones críticas”,Periferias, a. 5, n. 8, Buenos Aires, segundo semestre de 2000.)

[16] “La utilización de los recursos naturales, tal como se está llevando adelante enesta forma de capitalismo, tenemos que modificarla, hay que empezar a encontrarotra lógica. La lógica del capitalismo es utilizar los recursos, sean naturales ohumanos, para maximizar sus ganancias; nosotros pretendemos encontrar una lógicaque utilice los recursos naturales y humanos para maximizar la felicidad de la gente.(…)Necesitamos construir una forma nueva de relación con los recursos que respete,por ejemplo, lo que pregonan los pueblos originarios desde hace más de 500 años enAmérica, de que somos parte de un todo y si nos comemos las montañas y los ríos yel aire nosotros tampoco vamos a estar, o no van a estar nuestros hijos o nuestrosnietos. El tema es que cada vez está más cerca ­y no de los que van a ser nuestrosnietos sino de nuestros hijos y de nosotros mismos­ que el agua se acaba, el aire seacaba, la tierra se acaba. La pelea por construir un nuevo modelo no es sólo por unavisión romántica de la naturaleza y el mundo, ni es sólo por querer plantear unaalternativa al capitalismo tal cual lo conocemos, sino que hoy por hoy es una urgenciade vida.” (Entrevista a Juan Vita, de la Central de Trabajadores Argentinos,www.rebelion.org, 06­09­2007)

[17] István Mészáros, “La teoría económica y la política: más allá del capital”www.rebelión.org, 26 de diciembre de 2002.

[18] Franz J. Hinkelammert, Determinismo, caos, sujeto. El mapa del emperador, DEI,San José, 1996, p. 238.

[19] Ver Jorge Luis Cerletti: Totalidad y nuevos rumbos, inédito. Sobre las llamadasepistemología de segundo orden confrontar Pedro L. Sotolongo: “Complejidad, nolinealidad y redes distribuidas”, Fondo Cátedra de la Complejidad , Instituto deFilosofía, La Habana.

[20] Ibídem.

[21] Corinne Kumar: El viento del Sur, meca, p. 10.

[22] Carlos Vilas distinguía dos tipos de alternativas al neoliberalismo: sistémicas eintrasistémicas. “Si se considera que el neoliberalismo es la forma presente de existirdel capitalismo –señala­­, la formulación de alternativas debe plantearse como unacuestión sistémica, estrechamente asociada al debate respecto de si existen o noalternativas al capitalismo (…) Si en cambio la cuestión se plantea en términosintrasistémicos, la alternativa se refiere al diseño de una estrategia o estilo dedesarrollo que, conservando alguna de las dimensiones básicas del capitalismo –porejemplo, propiedad privada de medios de producción, estímulo a la iniciativa privada,apropiación privada de los frutos del desarrollo—las articule a enfoques y diseños queprioricen el beneficio colectivo, la creatividad social y el bienestar general como algoque no deriva automáticamente de la dinámica del mercado y la competenciainterindividual; la armonización de la iniciativa privada con la regulación pública; elequilibrio entre la libertad y la responsabilidad” (Carlos M. Vilas: “Democracia yalternativas al neoliberalismo”, América Latina y el Caribe: Perspectivas de su

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reconstrucción (Raquel Sosa Elízaga coordinadora), Asociación Latinoamericana deSociología, UNAM, 1996, p. 170.)

Esta distinción es clave para la estrategia de la izquierda. No tenerla en cuenta hasido, y puede seguir siendo, un motivo de frustración del movimiento popular en dossentidos. Si al apostar por la alternativa sistémica (como sucedió en el pasado)quedan en la opacidad –no pensadas ni reelaboradas desde el punto de vista críticoalternativo, en función de la mayor obtención de beneficios para la sociedad y no parael capital privado­­ las posibles modalidades evolutivas del capitalismo y lademocracia desarrollada dentro de sus marcos, la frustración adquiere carácter dedesarme teórico y político y deja a las fuerzas de izquierda en la “intemperie” social,sin alternativas concretas ante la no visualizada modificación de la hegemoníaburguesa. Si, por el contrario, como sucede en el presente, se abandona laperspectiva sistémica, la izquierda corre el riesgo de perder su identidad y serutilizada por los poderes económicos y políticos hegemónicos para legitimarsituaciones de recambio dentro del sistema, en las que los actores populares quedanmarginados de las decisiones fundamentales en cuanto al uso del excedente. Encierta medida, eso sucede al quedar presas de la matriz keynesiana, muchas de lasalternativas económicas de la izquierda, o peor aún, cuando la “negociación” paraacceder al gobierno enajena el sentido reivindicativo, emancipatorio que debecaracterizar la propuesta de la izquierda.

[23] Frei Betto aboga por no minimizar las diferencias de modelo. Si pretendemospulsar los intereses inmediatos de los sectores populares (y su representación en laconciencia cotidiana de las masas), que el capitalismo salvaje deja de satisfacer, espreciso distinguir, sin ninguna idealización, las diferencias entre las vías “incluyente” y“excluyente” adoptadas por el sistema de acuerdo con sus cálculos de beneficio:“Todos sabemos que el neoliberalismo es una nueva fase del capitalismo. Nosotrossentimos en nuestras vidas, en la piel, en el bolsillo, cuál es la diferencia entre elcapitalismo liberal y el capitalismo neoliberal: Pequeñas pero significativas diferencias.Porque antes el capitalismo hablaba de desarrollo. Y había una esperanza de quemucha gente iba a ser beneficiada por ese desarrollo. Por ejemplo, en los años 60 laAlianza para el Progreso era un esfuerzo de preocupación por el bienestar de toda lapoblación de América Latina. Hoy el neoliberalismo no habla de desarrollo. Habla demodernización. Y modernización no incluye a la mayoría de la gente. Modernizaciónes este proceso creciente en que las inversiones no se hacen teniendo en vista lasnecesidades del pueblo, sino teniendo en vista la tecnología de punta. (…) En elliberalismo se hablaba de marginalización. Una persona que está marginalizada enuna iglesia, en una escuela, tiene la esperanza de volver al centro. Ahora no, ahorase habla de exclusión. Y uno que está excluido no tiene más como volver al centro. Elneoliberalismo es la canonización de la exclusión”. (Frei Betto: “Luchadores de unmundo nuevo”, América Libre, No. 10, enero 1997, pp. 7­8.).

[24] Ricardo Antúnes, “¿Cuál crisis de la sociedad de trabajo?”, Utopías, No. 176­177,Madrid, 1998, p. 24.

[25] A propósito del sentido del juego “democrático” dentro de la sociedad neoliberal,podrán citarse muchos estudios críticos. Pero, como ya sabemos, con Martí, que elarte es la forma más rápida de llegar a la verdad, el autor de este texto, en unareciente estancia en un entrañable país latinoamericano afectado profundamente porese “sentido”, no pudo dejar de meditar cada noche, en la soledad de su habitación,escuchando la impresionante canción de Luis Eduardo Aute, “La belleza”. Vale lapena recordar algunas frases: Y ahora que ya no hay trincheras / el combate es laescalera / y el que trepe la más alta / pondrá a salvo su cabeza / aunque se hunda enel asfalto / la belleza…”, y también, por supuesto, “Míralos como reptiles al acecho dela presa / negociando en cada mesa ideologías de ocasión”.

[26] Ricardo Antunes: “Nueva morfología del trabajo: Entrevista con Ricardo Atunes”,

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La Haine , 05.03.08, p.1.

[27] Ibidem.

[28] Ibidem.

[29] Ver resultados de la mesa “Movimientos campesinos, reforma agraria integral ysoberanía alimentaria”, en el II Encuentro Hemisférico contra la Militarización , que sedesarrolló en La Esperanza , Intibucá, Honduras (3 al 6 de octubre 2008), reseñadapor Gerardo Cerdas (“Los alimentos no son mercancía”, Minga informativa demovimientos sociales, 2008­10­05).

[30] Cf. Carta de Maputo: Agricultura Campesina y Soberanía Alimentaria Frente a laCrisis Global, www.viacampesina.org, 26­10­2008.

[31] Cf. José Luis Rebellato, Antología mínima, Editorial Caminos, La Habana , 2000.

[32] Cf. Jorge Luis Cerletti, El poder bajo sospecha, De

[33] Cf. Gilberto Valdés Gutiérrez: “La controversia en torno a la diversidad”, RevistaCaminos, Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr., No. 33, 2004.

[34] Samir Amín, “Convergencia en la diversidad”, www.rebelion.org, 9 de febrero de2002.

[35] Carlos Marx:”La cuestión judía”, Los anales franco­alemanes, Ediciones MartínezRoca, S. A., Barcelona, 1970, p.232.

[36] Pedro Chaves Giraldos, “Siete tesis sobre la democracia mínima”, inédito, p. 104.

[37] José Luis Orozco, Sobre el orden liberal del mundo, Centro Coordinador yDifusor de Estudios Latinoamericanos, México, 1995, p. 10.

[38] Georgina Alfonso González: La identidad como principio y valor de la articulación,inédito. Fondo Instituto de Filosofía, La Habana , 2006.

[39] Ver comunicación de David Peerla en el artículo de James O Connor: “Lascondiciones de producción. Por un marxismo ecológico, una introducción teórica”,Utopías. Nuestra Bandera, No 176/177, Madrid, 1998.

[40] Stefan Gandler, “Tesis sobre “diferencia e identidad””, Dialéctica, n. 32,Universidad Autónoma de Puebla, primavera de 1999, p. 114.

[41] Ibídem, p. 115.

[42] Ibídem, p. 116.

[43] Alejandra Ciriza, “Contradicciones culturales del capitalismo tardío. Imágenes demujeres en el fin de siglo. De continuidades y rupturas”, www.rebelion.org, 23 deagosto de 2003.

[44] Cf. José Luis Rebellato, Antología mínima, Op. cit., La Habana , 2000.

[45] Boaventura de Sousa Santos: “Nuestra América: reiventando un paradigma”,Casa de las Américas, No. 237, Octubre­ Diciembre 2004, p. 13.

[46] Cf. José Luis Castilla Vallejo, “El multiculturalismo y la trampa de la cultura”,inédito.

[47] Idídem, p. 10.

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[48] Boaventura de Sousa Santos: “Nuestra América: reiventando un paradigma”, Op.cit., p. 13. El subrayado es nuestro.

[49] Homi K. Bhabha: El compromiso con la teoría, www. Cubaliteraria.cu, Noviembre12, 2004.

[50] Hétor Díaz Polanco: Elogio de la diversidad. Globalización, multiculturalismo yetnofagia, Siglo XXI Editores, S.A, México, 2006, pp. 144­145.

[51] Ibídem, p. 146.

[52] Ibídem, p. 145.

[53] Ibídem.

[54] Véase Nancy Fraser: “¿De la distribución al reconocimiento? Dilemas sobre lajusticia en una época post­socialista”, Utopías, No. 176­177, Madrid, 1998.

[55] Ibíd, p. 138.

[56] Ibídem, p143.

[57] Cf. Fernando de la Riva : En la encrucijada, inédito.

[58] Raúl Zibechi: “La emancipación como producción de vínculos”, en Los desafíosde las emancipaciones en un contexto militarizado, Op. cit., p.125.

[59] Véase Yohanka León del Río: Sobre el papel de la utopía en el pensamientosocial crítico contemporáneo, Fondo instituto de Filosofía, La Habana , 2006.

[60] Sobre el papel de los nuevos movimientos sociales ver: Alberto Pérez Lara:Articulación social­política y sujeto histórico emancipador en América Latina, FondoInstituto de Filosofía 2006­2008.

[61] Ver Gilberto Valdés Gutiérrez, El sistema de dominación múltiple. Hacia un nuevoparadigma emancipatorio, Tesis de doctorado, Fondo del Instituto de Filosofía, LaHabana , 2002. La categoría operacional de Sistema de Dominación Múltiple ha sidoenriquecida a lo largo de los Talleres Internacionales sobre ParadigmasEmancipatorios, convocados desde 1995 cada dos años por el Grupo GALFISA delInstituto de Filosofía en coauspicio con otras organizaciones e instituciones cubanas einternacionales, como el Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr.

[62] Helio Gallardo: “Intervención en el VII taller Internacional sobre ParadigmasEmancipatorios, La Habana , abril 2007, Sitio web: Pensar América Latina:http://www.heliogallardo­americalatina.info

[63] Fidel Castro Ruz, “El mundo caótico al que conduce la globalización neoliberal nopuede sobrevivir, no puede subsistir, trae la crisis inevitablemente”, Granma, LaHabana , 25 de junio de 1998, p. 6.

[64] Jorge Luis Cerletti, ob. cit. pp. 81­82.

[65] Cf. Fernando de la Riva : En la encrucijada, inédito.

[66] Isabel Rauber, Construcción de poder desde abajo. Claves para una nuevaestrategia, Pasado y Presente XXI, Santo Domingo, p. 123.

[67] Ibídem.

[68] La vinculación entre los actores políticos y sociales no puede ser casual ni

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coyuntural —afirma Alberto Pérez Lara—, sino que tiene que darse de maneranecesaria y continuada sobre la base de un conjunto de principios: una relación derespeto mutuo a la identidad de ambos y a la autonomía, un impulso y respeto a lademocracia; tolerancia y flexibilidad; fijar áreas de acción común que garantice elpaso de las reinvidicaciones inmediatas a la construcción de poder político; laconstrucción en común de un pensamiento crítico impugnador del neocapitalismo. Elparadigma de emancipación, en consecuencia, debe ser construido por todos/as conexpresión del contenido plural y el protagonismo debe basarse en la participaciónefectiva y real y no en la pretendida superioridad de una organización respecto a laotra. (Alberto Pérez Lara, Nuevo sujeto histórico y emancipación social en AméricaLatina, Fondo Instituto de Filosofía, La Habana , p. 14.)

[69] Cf. Daniel Campione, “Los problemas de la representación política y elmovimiento social. Algunas reflexiones críticas”, Periferias, a. 5, n. 8, Buenos Aires,segundo semestre de 2000.

[70] Ibídem.

[71] Concuerdo con Pedro Luis Sotolongo en que debemos, en primer lugar, asumirnuevas pautas teóricas, epistemológicas y prácticas que permitan captar los modosdel registro subjetivo —sus componentes inconsciente o arreflexivo, tácito oprerreflexivo y consciente— del sistema de sujetos­actores sociales alternativos. Enotros términos, para calar ulteriormente, en toda la complejidad de esa mediaciónaportada por la praxis interpersonal, social e histórica, la relación entre los sereshumanos y el mundo por conocer y transformar por ellos, hace falta articular nuestrostratamientos tradicionales de la dimensión social clasista, consciente e ideológica (consu sentimiento de pertenencia a ella) con, por lo menos, la dimensión delinconsciente, vinculada a ámbitos prerreflexivos tales como el deseo, el sabercotidiano tácito, los plastos prerreflexivos del poder microsocial (micropoderes) y elámbito enunciativo o del discurso, que han sido puestos en evidencia por diversospensadores y corrientes de conceptualización social contemporánea. (Ver: Pedro LuisSotolongo Codina, Hacia un nuevo paradigma epistemológico, Fondo del Instituto deFilosofía, La Habana. )

[72] François Houtart propone tres niveles de reflexión: el nivel de la utopía (¿quésociedad queremos?); los medios y finalmente las estrategias. Distingue cuatroobjetivos o principios, según las dimensiones ecológicas, económicas, políticas yculturales; a saber: Prioridad de una utilización renovable de los recursos naturales, Predominio del valor de uso sobre el valor de cambio, Participación democrática entodos los sectores de la vida colectiva, Interculturalidad. Ver: Un socialismo para elsiglo 21. Cuadro sintético de reflexión, Ponencia en la jornada “El socialismo del siglo21” , Caracas, 03­07­06.

[73] Carlos Marx, “Carta al director de El Memorial de la Patria ”, Carlos Marx yFederico Engels. Correspondencia, Editora Política, La Habana , 1988, p. 392. Criticarlos usos especulativos de la razón teórica, no equivale a subvalorar la permanentenecesidad de avanzar en la construcción contextualizada de la teoría en todas lasesferas del saber. Un alerta en tal sentido formulaba Sergio Bagú, al destacar franjasolvidadas del conocimiento ante la voraz asimilación de las nuevas tecnologíasimpulsada por los procesos de modernización en Latinoamérica:

“La ciencia básica es la búsqueda de algo cuya aplicación práctica se ignora, peroque se supone corresponde a ese tipo de conocimientos que se transforma en elpunto de partida de todos los otros tipos de conocimiento, así como de la aplicaciónpráctica del saber. Las ciencias sociales inquieren sobre la naturaleza de lassociedades humanas y de sus dinámicas. Ni las ciencias básicas, ni las cienciassociales, pueden, en un primer estadio de su desarrollo, aportar nuevos productoscomercializables, pero no existe tecnología de la producción en las sociedades

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modernas que pueda responder a necesidades nuevas si no se apoya en la cienciabásica y se inserta en el vasto contexto relacional que estudian las ciencias sociales.El abandono de la ciencia básica en favor de la tecnología y la desaparición de lasciencias sociales en favor de la mercadotecnia son dos fases de un mismo suicidiocultural”. (Sergio Bagú, “América Latina: esbozo de defensa de lo sustancial”,Dialéctica, México, No. 22, primavera de 1992, pp. 27­28.)

[74] V. I. Lenin: Obras completas, Editorial Progreso, Moscú, 1986, pp. 69­70.

[75] Domenico Losurdo: “Marx, Cristobal Colón y la Revolución de Octubre”, ¿Hayalternativa al capitalismo? Congreso Marx Internacional, Kohen & AsociadosInternacional, Buenos Aires, 1996, p. 52.

[76] Emir Sader: “La historia es un proceso abierto”, América Libre, No. 10, Enero de1997, p. 104.

[77] “Pero entonces ­­escribía Gramsci en 1918 sobre la sociedad rusa­­ ¿no es elsocialismo? (...) No, no es el socialismo en el groserísimo sentido que dan a lapalabra los filisteos constructores de proyectos mastodónticos; es la sociedadhumana que se desarrolla bajo el control del proletariado. Cuando éste se hayaorganizado en su mayoría, la vida social será más rica en contenido socialista queahora, y el proceso de socialización irá intensificándose y perfeccionándoseconstantemente. Porque el socialismo no se instaura en fecha fija, sino que es uncambio continuo, un desarrollo infinito en régimen de libertad organizada y controladapor la mayoría de los ciudadanos, o sea, por el proletariado” (Antonio Gramsci:“Utopía”, Antonio Gramsci. Antología,Editorial de Ciencias Sociales, La Habana ,1973, p. 51.).

[78] F. Houtart: Ob.cit.

[79] V.I. Lenin: “Las tareas del proletariado en nuestra Revolución”, Obras escogidasen tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, t.2, pp. 53­54.

[80] En su interpretación de “La cuestión judía”, Isabel Monal apunta que para Marx“no existe una enajenación global del hombre que no sea la del conjunto de susmanifestaciones específicas, puesto que el conjunto de las formas y planosespecíficos de la alienación, forman la enajenación en su totalidad. Esta tesis eraparticularmente significativa para el proyecto de emancipación (revolución) humana,porque permitía comprender la posibilidad de la superación de una forma particularde enajenación (la del estado político o la de la religión) sin que ello implicase lacompleta emancipación del hombre como tal”. (Isabel Monal: “Enajenación yrevolución en el joven Marx (1843­1844)”, Cuatro intentos interpretativos, EditorialPueblo y Educación, La Habana , 1974, p.27.).

[81] Franz Hinkelammert: La lógica de la expulsión del mercado capitalista mundial yel proyecto de liberación, (meca).

[82] El verticalismo catalizó la falta de viabilidad de los mecanismos de controlpopular. Esta es, aunque no se quiera, la base del despotismo cualquiera que fuere,al erguirse el Estado (separado de la sociedad civil popular) como empresariouniversal. Sin embargo, la ausencia de ese carácter no presupone una contrapartidaprivada, en la medida en que las estructuras y funciones que realiza den cabida aotras formas de organización de la sociedad civil, el control popular y la autogestiónde los productores asociados. También hay que establecer la relación entre el altomando económico y el cuerpo de agentes de ejecución, y cómo este cuerpo puede, alburocratizarse, ocupar una posición intermedia, ajeno a la sociedad civil y al controlde las comunidades laborales.

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[83] Ariel Dacal Díaz señala: “A finales de 1920, el número de funcionarios del Estadohabía pasado de poco más de 10 000 a la astronómica cifra de 5 800 000, quesobrepasaba en cinco veces la de los obreros industriales. En agosto del mismo año,48 400 antiguos oficiales zaristas se habían alineado como especialistas militares enel Ejército Rojo.2 Al final de la guerra civil, muchos de ellos ocuparon diversasresponsabilidades políticas y administrativas, trasladando a sus funciones laformación militar de ordeno y mando. A partir de esta realidad, Lenin insistía encalificar a Rusia como un Estado obrero con fuertes deformaciones burocráticas.Explicó el fenómeno como una excrescencia parasitaria y capitalista en el organismodel Estado obrero, nacida del aislamiento de la Revolución en un país campesino,atrasado y analfabeto”. (“¿Por qué fracasó el socialismo soviético?”, Temas, No. 50­51: 4­15, abril­septiembre de 2007, p. 5.)

[84] No podemos olvidar que las fuerzas productivas tienen su propia lógica dedesarrollo, como contenido de relativa independencia. El socialismo tenía y tiene quetransitar por esa lógica de desarrollo con sus consecuencias y resultados, suscontradicciones. Pero el arte del socialismo debe estar en que ellas no generen lascrisis sociales y ecológicas del productivismo capitalista. Para que ello no se produzcano basta con que la propiedad esté socializada, pues a las contradicciones yresultados del desarrollo de las fuerzas productivas se le agrega, o está implícito enellas, las condiciones de su forma, las relaciones de producción y el tipo depropiedad, más las contradicciones de la época en que ésta se realiza. Y es ahí,precisamente, donde se pone a prueba el arte del socialismo, la cautela que hablaraLenin, para que no se engendre un “inmovilismo”, sino un desarrollo sostenido ysustentable al eliminar de forma revolucionaria plena esas contradicciones.

[85] Merecería un punto aparte los planteamientos de Lenin sobre la democracia dela Comuna sobre estos aspectos y cómo se conjugarían estos en el contexto de laNEP. Precisamente , en el proyecto socialista europeo, las diferencias patrimonialesincidieron en el resto de la diferenciación social (no sólo en el aspecto inicial quehablara Lenin sobre el salario y las concesiones de los funcionarios públicos), bajo elmanto de una supuesta lucha contra el igualitarismo. La condición básica para laexistencia de esta diferencia patrimonial no radica sólo en la distribución, sino en laseparación productor/propietario, en la separación del representante plenipotenciariode la sociedad, de la propia sociedad que representa, sin tener ésta acceso para sudominio.

[86] La parálisis del movimiento hacia una verdadera co­propiedad, hizo quedesapareciera el aspecto real positivo de la propiedad colectivo­social. De hecho, lasociedad civil se producía y reproducía solo en el trabajo vivo; aspecto importantepara comprender el curso de la distribución, el consumo, la pérdida de organicidad enla reproducción, la creación de patrimonios enajenables, la falta de control y laplanificación adoptada. El camino hacia la autoconstitución del sujeto quedó trunco,transformándose éste en agente para la transformación en el sentido instrumentalista(por las razones esgrimidas en las distintas coyunturas). La reproducción y laproducción sobre la base del trabajo pretérito no eran accesibles a la sociedad comoproductores libres asociados. De ahí la ineficiencia, el burocratismo, el inmovilismo, elvoluntarismo y la enajenación.

[87] Adolfo Sánchez Vázquez: “Izquierda y socialismo”, El futuro de la izquierda enMéxico, Fundación Fiedrich Ebert, México, 1992, p. 83.

[88] Ariel Dacal Díaz: “¿Por qué fracasó el socialismo soviético?”, Temas, No. 50­51:4­15, abril­septiembre de 2007, p. 6.

[89] La experiencia de la Comuna va a ser resaltada por Marx, Engels y Lenin no solocomo primera experiencia de destrucción de la vieja maquinaria estatal, sino por lacapacidad e iniciativa de su sustitución por lo que llamaron un nuevo tipo de Estado y

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de poder, ejercido directa y orgánicamente por el pueblo. Un Estado, enconsecuencia, “que ya no es propiamente un Estado”, un “no­Estado”, en cuyasformas nuevas estaban latentes las bases del proceso mismo de su extinción. En losmateriales preparatorios de El Estado y la revolución, Lenin apunta: «" La Comuna noera ya un Estado en el verdadero sentido de la palabra" (y ¿qué era, pues? por lovisto, ¡una forma de transición del Estado al no­Estado!)». (Obras completas, EditorialProgreso, Moscú, 1986, t.33, p. 171).

[90] Carlos Marx, “La guerra civil en Francia”, Obras completas, Editorial Progreso,Moscú, 1973, t. 2, p. 237.

[91] Jacques Texier: Democracia y Revolución, Ediciones de Kohen & AsociadosInternacional, Buenos Aires, 1994, pp. 31­32.

[92] Octavio Rodríguez Araujo: “De Trotski a Gorbachov. Previsiones y perspectivas”,Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, No. 142, octubre­diciembre 1990,p. 62.

[93] Carlos Marx: “Carta a P. V. Annenkov, 28 de diciembre de 1846” , Miseria de lafilosofía, Editorial progreso, Moscú, 1979, p. 188.

[94] Carlos Marx: Fundamentos de la crítica de la economía política (Esbozo de 1857­1858), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana , 1970, t. 1, p.91.

[95] Ibídem.

[96] Georg Lukács: El hombre y la democracia, Editorial Contrapunto, Buenos Aires,1989, p. 201.

[97] “Marx dedujo de toda la historia del socialismo ­­escribió Lenin­­ y de las luchaspolíticas que el Estado debería desaparecer y que la forma transitoria de sudesaparición (la forma de transición del Estado al no Estado) sería “el proletariadoorganizado como clase dominante”. Pero Marx no se propuso descubrir las formaspolíticas de este futuro”. (V.I. Lenin: “El Estado y la revolución”, Obras escogidas, ed.cit., t. 2, pp. 705­706).

[98] “El Estado liberal, que a mediados del siglo XIX estableció en Inglaterra laslibertades políticas indispensables para el desarrollo del capitalismo, no erademocrático: no hacía extensible la libertad política a la masa del pueblo. Cuandomás adelante lo hizo, esto empezó a limitar la libertad de mercado. Mientras mayorse hacía la libertad política, se tornaba menor la libertad económica. Comoquiera quesea, la correlación histórica no demuestra que el capitalismo constituya una condiciónindispensable para la libertad política”. (C. B. Macpherson, “Elegant Tombstones:Note on Friedman’s Freedom”, Democratic Theory. Essays in Retrieval, Oxford, 1973,p.148.).

[99] “El Estado liberal, que a mediados del siglo XIX estableció en Inglaterra laslibertades políticas indispensables para el desarrollo del capitalismo, no erademocrático: no hacía extensible la libertad política a la masa del pueblo. Cuandomás adelante lo hizo, esto empezó a limitar la libertad de mercado. Mientras mayorse hacía la libertad política, se tornaba menor la libertad económica. Comoquiera quesea, la correlación histórica no demuestra que el capitalismo constituya una condiciónindispensable para la libertad política”. (C. B. Macpherson, «Elegant Tombstones:Note on Friedman’s Freedom», Democratic Theory. Essays in Retrieval, Oxford,1973, p.148.).

[100] Adolfo Sánchez Vázquez: “Liberalismo y socialismo”, Dialéctica, No. 22,Primavera 1992, p.110.

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[101] Ibídem.

[102] El curso seguido por el pensamiento teórico oficial fue, de manera pionera,denunciado por Antonio Gramsci a propósito de sus comentarios a un manual deeconomía política del socialismo publicado en la URSS en 1928: “Lo que llama laatención es esto: que un punto de vista crítico, que requiere el máximo deinteligencia, de falta de prejuicios, de frescura mental y de inventiva científica, se haconvertido en un monopolio de cháchara de cerebros estrechos y mezquinos, quesólo por su posición dogmática consiguen mantener un lugar no, ciertamente, en laciencia, por sí en la bibliografía marginal de la ciencia. El peligro más grande en estascuestiones es una forma de pensamiento osificado: hay que preferir hasta una ciertadespreocupación desordenada, antes que la defensa filistea de posiciones culturalesconstituidas” (Antonio Gramsci: “Acerca del método de la investigación económica”, Antonio Gramsci. Antología, Ob. Cit., p. 454.)

[103] “Ahora bien ­­dice Marx­­, la forma en que la producción capitalista incipiente seencuentra con la propiedad territorial no es su forma adecuada. La forma adecuadade propiedad territorial la crea el propio régimen de producción capitalista al someterla agricultura al imperio del capital, con lo que la propiedad feudal de la tierra, lapropiedad feudal y la pequeña propiedad campesina combinada con el régimencomunal se convierten también en la forma adecuada a este sistema de producción,por mucho que sus formas jurídicas puedan diferir” (El Capital, Editorial Nacional deCuba, La Habana , 1962, t. III, p. 629.).

“Ahora bien ­­dice Marx­­, la forma en que la producción capitalista incipiente seencuentra con la propiedad territorial no es su forma adecuada. La forma adecuadade propiedad territorial la crea el propio régimen de producción capitalista al someterla agricultura al imperio del capital, con lo que la propiedad feudal de la tierra, lapropiedad feudal y la pequeña propiedad campesina combinada con el régimencomunal se convierten también en la forma adecuada a este sistema de producción,por mucho que sus formas jurídicas puedan diferir” (El Capital, Editorial Nacional deCuba, La Habana , 1962, t. III, p. 629.).

[104] Carlos Marx: “Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel”, Losanales franco­alemanes, Ob.cit., p. 111.

[105] Adam Schaff, ¿Qué ha muerto y qué sigue vivo en el marxismo?, Tesis 11Grupo Editor, Buenos Aires, 1995, pp. 70­71.

[106] Carlos Marx: El Capital, Ob. cit, t. III, p. 883.

[107] Cf. James Petras: “La conceptualización del socialismo”, Realidad Económica,No. 128, Instituto Argentino para el Desarrollo Económico, Buenos Aires, 16 deNoviembre­31 de Diciembre 1994, p. 37.

[108] Aún está por realizar un estudio de la relación entre las funciones de ese Estadoy el excedente (su distribución y redistribución). Cuando el excedente se convierte,para el poder­función, en una renta de cualquier monto, ésta nutre dicho poder y noafecta temporalmente su ejercicio y ejecutividad burocrática (aunque existandecrecimientos, depresiones o crisis relativas), ni el control, la organización de laproducción establecidos, sin necesidad de cambios bruscos; no afecta los aspectossociales de esta relación con la sociedad civil, el pueblo, la comunidad laboral y elindividuo. Esta relación aparentemente no crea una diferenciación social, al nogenerar “diferencias de clase”; tampoco peligra temporalmente la hegemonía delpoder­función, lo público y lo no público, sus aspectos socio­psicológicos,manteniéndose una estabilidad relativa, una unidad aparente.

El análisis de este poder­función en el ámbito político, sin embargo, debe

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diferenciarse de la renuncia nihilista de la personalización del mando. “Mientras hagafalta el Estado, mientras sea históricamente necesario gobernar a los hombres,cualquiera que sea la clase dominante, se planteará el problema de tener jefes, detener un “jefe” (...) El problema esencial consiste en la naturaleza de las relacionesque los jefes o el jefe tengan con el partido de la clase obrera, y de las relaciones queexistan entre ese partido y la clase obrera. ¿Son relaciones puramente jerárquicas,de tipo militar, o lo son de carácter histórico y orgánico? El jefe, el partido, ¿sonelementos de la clase obrera, son una parte de la clase obrera, representan susintereses y sus aspiraciones más profundas y vitales, o son una excrecencia de ella,una simple sobreposición violenta?”. (Antonio Gramsci: “Jefe”, Antonio Gramsci.Antología, Ob. cit., p. 150.)

[109] Edgardo Logiudice: Metamorfosis de la fe. Notas sobre democraciarepresentativa, Ob. cit., p.31.

[110] Cf. Humberto Miranda Lorenzo: Análisis del paradigma autogestonario en lascondiciones del capitalismo contemporáneo, neoliberal y globalizado, La Habana ,2006, Fondo Instituto de Filosofía.

[111] Carlos Marx: Fundamentos de la crítica de la economía política (Esbozo de1857­1858), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana , 1970, t. 1, p.91.

[112] Ibídem.

[113] Georg Lukács: El hombre y la democracia, Editorial Contrapunto, Buenos Aires,1989, p. 201.

[114] Carlos Marx: El Capital, Ob. cit, t. II, p. 38.

[115] Adolfo Sánchez Vázquez: “Socialismo y mercado”, Tesis 11 Internacional, No. 3,2 de abril de 1989, pp. 16 y 17.

[116] V.I. Lenin: “Sobre la cooperación”, Últimos artículos y cartas, Editorial Progreso,Moscú, p.29.

[117] Ibídem, p. 27. “En efecto ­­continúa Lenin­­ siendo la clase obrera dueña delpoder del Estado y perteneciendo a este poder estatal todos los medios deproducción, en realidad sólo nos queda la tarea de organizar a la población encooperativas. Consiguiendo la máxima organización de los trabajadores encooperativas, llega por sí mismo a su objetivo aquel socialismo que antes despertababurlas justificadas, sonrisas y una actitud de desprecio por parte de quienes estabanconvencidos, y con razón, de la necesidad de la lucha de clases, de la lucha por elpoder político, etc.”. (Ibidem, p. 26.).

[118] Ibídem, p. 33.

[119] Ibídem.

[120] Carlos Marx: El Capital, Fondo de Cultura Económica, México, 1966, t.3, p. 381.

[121] Ibídem.

[122] Carlos Marx: Historia crítica de la teoría de la plusvalía, Ediciones Venceremos,La Habana , 1965, t. 2, p. 144.

[123] Emir Sader, “¿Érase una vez el neoliberalismo?”, www.rebelion.org, 30 de juniode 2003.

[124] Esta última visión está representada por el megaespeculador George Soros,

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quien afirma que el mercado es bueno para producir cierto tipo de bienes, pero no losbienes que llama públicos o sociales, los cuales deberían ser responsabilidad depolíticas estatales. Se trata de un reconocimiento de que el mercado induce a laacumulación privada y no a la atención de las necesidades de la gran mayoría de lapoblación. O el gran capital puede, simplemente, por vía de los hechos, violar suspropias afirmaciones y desarrollar políticas proteccionistas —como las del gobiernode Bush—, alegando necesidades de seguridad, de defensa de sectores de laeconomía, e incluso del nivel de empleo. Véase Emir Sader, ob. cit.

[125] Existe otra ventana analítica ­­expresa el sociólogo colombiano­mexicano­­sobre los riesgos del populismo radical, cuyo argumento lo han construidointelectuales especialistas en la economía, quienes argumentan que el neoliberalismotiene dos manifestaciones, una radical de libre mercado ortodoxa, desprendida delEstado manejada por los organismos financieros y grupos de poder ligados al capitalfinanciero, cuyo comportamiento es una apuesta a la especulación y un desinteréspor el capitalismo productivo o de transformación, caso en América Latina de Méxicoy Chile; la otra cara del neoliberalismo es más estatista, le da un lugar preponderanteal Estado para impulsar empresas, erogar subsidios, ligar los apoyos bajo una políticade Estado de medio plazo que posibilite un incremento en el PIB, en lasexportaciones y generación de empleo, restándole importancia vital al capitalfinanciero. Lo anterior nos dice que hay dos versiones del neoliberalismo y las dosestán en permanente tensión, la que apuesta al libre mercado bajo la batuta delcapital financiero y la que se cobija en un capitalismo de Estado, con toqueautoritario, para incrementar la producción. (Robinson Salazar, “Visibilizando alenemigo: EE.UU vs. América Latina”, Utopía y Praxis Latinoamericana, n. 33,Maracaibo, junio de 2006, p. 9.)

[126] Osvaldo Sunkel, Gustavo Zuleta: “Neoestructuralismo versus Neoliberalismo enlos 90” , La Piragua , No. 8, Primer Semestre 1994, p. 67.

[127] Carlos M. Vilas, “Estado y mercado después de la crisis”, Nueva Sociedad, No.133, Caracas, septiembre­octubre, 1994, p. 134.

[128] Carlos Vilas evaluaba de la siguiente manera la dicotomía entre la estatizacióndesarrollista y el neoliberalismo: “Es innegable que el pensamiento críticolatinoamericano, en general, no ha pasado, en el terreno económico, de propuestasgenéricas en favor de una amplia estatización de la economía. Buena parte de lo queconvencionalmente podemos considerar política económica de orientación socialistaen el mundo subdesarrollado, fue simplemente una especie de Desarrollismo deizquierda. El fracaso mayor o menor de estas propuestas, o su agotamiento, handejado desarmado al pensamiento crítico, y a las organizaciones y fuerzas que dealguna manera se inspiran en él, frente a los embates renovados del neoliberalismo”.(Carlos Vilas: “Democratización para algunos, miseria para muchos: Notas sobredemocracia y neoliberalismo en América Latina”, XII Taller Regional deSistematización y Creatividad. Documentos, ALFORJA, Honduras, septiembre 1994,p. 30. ).

[129] Boris Kagarlitsky: “La tercera izquierda”, ¿Hay alternativa al capitalismo?Congreso Marx Internacional. Cien años de marxismo. Balance crítico y prospectivas,Kohen & Asociados Internacional, Buenos Aires, 1996, p. 87.

[130] Osvaldo Sunkel, Gustavo Zuleta: ob.cit, p. 66.

[131] Cf. Fernando Fajnzylber: “Sobre la restructuración del capitalismo y susrepercusiones en América Latina”, Hegemonía y alternativas políticas en AméricaLatina, Siglo Veintiuno Editores, México, 1985.

[132] Francisco Gómezjara y Herminia Foo situaban como imperativo para las nuevas

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formas teórico­prácticas del discurso sociológico alternativo la búsqueda “de unparadigma diferente al de las sociologías oficiales, que consideran a las sociedadesoccidentales metropolitanas como el modelo a seguir. Buscar por lo tanto, de manerademocrática, una metodología y un paradigma adecuados a las necesidades ydeseos de este 60% de la población enlazado con los sectores laborales del primergrupo, dentro de la visión de las ciencias sociales críticas desarrolladas en el mundo yLatinoamérica. Así, el liberalismo, el estatismo­desarrollista y el neoliberalismo, debenestudiarse como eslabones de la misma cadena de dominación ( Francisco A.Gómezjara y Herminia C. Foo: “La sociología frente a la nueva derecha y laposmodernidad”, Sistemas políticos, poder y sociedad, Editorial Nueva Sociedad,Caracas, 1992, pp. 145­146

[133] Agustín Maraver: “Las tensiones de la teoría en la transición del socialismoinexistente al capitalismo real”, Papeles de la FIM , No. 2, Madrid, Segundo Semestre1994, p. 120.

[134] Claudio Katz: “América Latina. Socialismo o Neodesarrollismo”,www.rebelion.org, 01­12­2006

[135] Robinson Salazar: “Visibilizando al enemigo: EE.UU vs América Latina” Ob.cit, p.9

[136] Ibídem, pp 8­9.

[137] Ibídem, p. 8

[138] Cf. Emir Sader, ob. cit.

[139] Claudio Katz: “América Latina. Socialismo o Neodesarrollismo”, Ob.cit.

[140] Álvaro García Linera: Discurso de Clausura en el Primer Encuentro de Pueblosy Estados por la Liberación de la Patria Grande , Sucre. “Cómo desmontar los cuatropilares del neoliberalismo y con qué sustituirlos”, www.rebelion, 29 de octubre de2006.

[141] Claudio Katz: “América Latina. Socialismo o Neodesarrollismo”, Ob.cit.

[142] Fernando Martínez Heredia, “Dominación capitalista y proyectos populares enAmérica Latina”, América Libre, n. 1, Buenos Aires, diciembre de 1992, p. 27.

[143] Daniel Campione, “Rebelión y comunicación”, 10 de diciembre de 2003,www.rebelion.org.

[144] Cf. Pedro Luís Sotolongo: ¿Qué aporta el enfoque de la complejidad al procesode reconstrucción plural de los nuevos paradigmas emancipatorios?, Fondo Institutode Filosofía, La Habana , 2007.

[145] “La cientificidad del marxismo es, justamente, la crítica. Entrevista con JohnHolloway”, Dialéktica, No. 7, Buenos Aires, septiembre 1995, p. 77.

[146] Jesús Albarracín: La economía de mercado, Ob. cit., p. 223.

[147] El retorno a la teoría de la revolución de Marx es hoy una necesidad de primerorden político y teórico. Hay que deslindar la doble abstracción en el concepto derevolución de Marx y Engels: la revolución en sentido amplio, como tránsitoformacional entre el capitalismo y el comunismo y en sentido estrecho, comorevolución sociopolítica. A ésta última es a la que se representa como “locomotora dela historia”. Marx entrelaza la revolución antiabsolutista con la revolución proletaria.Apoya la primera allí donde implica liberar las fuerzas de la sociedad burguesa­

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capitalista obstruidas por los frenos monárquico­feudales. Pero se diferencia de losdemócratas y liberales de su época por su concepto de revolución permanente,ininterrumpida.

[148] Ver Emir Sader: “América Latina: rumbo al posneoliberalismo”, Ob. Cit.

[149] Gustavo Codas: “América Latina: integración regional y luchas deemancipación”, Contexto Latinoamericano. Revista de Análisis Político, No. 1,septiembre­diciembre de 2006, México

[150] Ver al respecto la valoración crítica de Atilo Borón en su ensayo “La experienciade la “centroizquierda” en la Argentina de hoy”, Casa de las Américas, No. 246,Enero­Marzo 2007.

[151] “A lo largo de 2006 –escribe Raúl Zibechi­­, quedó en evidencia que laconfrontación entre los movimientos y los gobiernos conservadores, que habíapautado la década anterior, estaba siendo desplazada por la creciente polarizaciónentre los nuevos gobiernos progresistas y las derechas refractarias a los cambios,aliadas a la administración de George W. Bush. De ese modo viene sucediendo enVenezuela y Bolivia (ahora, al parecer, también en Ecuador), pero a menudo se hanregistrado situaciones similares en Argentina, Brasil y Uruguay, donde las derechashan sido capaces de crear circunstancias que fuerzan a los movimientos aposicionarse a favor de gobiernos con los que tienen coincidencias apenaspuntuales”. Raúl Zibechi: “Movimientos sociales: nuevos escenarios y desafíosinéditos”, en Revista del Observatorio Social de América Latina, Año VII, No. 21,Buenos Aires, Septiembre­diciembre 2006. Consejo Latinoamericano de CienciasSociales, p. 222.

[152] Emir Sader: “Fases de la lucha antineoliberal”, reproducido por Caminos, CentroMemorial Dr. Martin Luther King, Jr., La Habana , Viernes 18 de Julio de 2008.

[153] Cf. Raúl Zibechi: “Movimientos sociales: nuevos escenarios y desafíos inéditos”,Op. cit.

[154] Ibídem, p. 221.

[155] Ibídem, pp. 226­227.

[156] Emir Sader: “El posneoliberalismo será anticapitalista, no socialista”, La Jornada, viernes 12 de octubre de 2007, p. 7.

[157] Emir Sader: “¿Autonomía o hegemonía?”, www.rebelion.org, 14­07­2008, p. 1.

[158] Ponencia presentada en el Coloquio Internacional Planeta Tierra: MovimientosAntisistémicos, convocado por el EZLN, San Cristóbal de las Casas, México 13­17diciembre, 2007, p. 3 (meca)

[159] Estas interrogantes surgen en el debate acerca de la propuesta de investigaciónparticipativa “Diversidad, Identidad y Articulación en las organizaciones, redes ymovimientos sociales en América Latina y el Caribe” realizada por GALFISA y elCentro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr.

[160] Ver Jorge Luis Cerletti: Totalidad y nuevos rumbos, inédito.

[161] Emir Sader: “América Latina, rumbo al posneoliberalismo” La Jornada , jueves11 de octubre de 2007.

[162] Cf. Isabel Rauber: Movimientos sociales en situación de poder: claves del

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pensamiento y la acción política. (inédito)

[163] Cf. Raúl Zibechi: “Movimientos sociales: nuevos escenarios y desafíos inéditos”,Ob. cit., pp.227­228.

[164] Ibídem, p. 228.

[165] Ibídem.

[166] Ibídem. Cf. Al respecto Humberto Miranda Lorenzo: Alcance y límites delparadigma autogestionario en las condiciones del capitalismo contemporáneoneoliberal y globalizado, Tesis de Doctorado, Fondo Instituto de Filosofía, La Habana, 2007.

[167] Raúl Zibechi: “América del Sur. La maduración de un nuevo ciclo de luchas”, LaJornada , México, 29­8­08, http://www.jornada.unam.mx/

[168] Cf. Yamandú Acosta: Democratización en la globalización, Conferencia ofrecidaen el Encuentro “Filosofía Latinoamericana, Globalización y Democracia”, organizadopor el departamento de Filosofía de la Práctica y el Centro de EstudiosInterdisciplinarios Latinoamericanos, Facultad de Humanidades y Ciencias de laEducación , Montevideo, 28 de septiembre al 1 de octubre de 1999, meca.

[169] Baste comparar los casos de la revolución bolivariana en Venezuela y delgobierno Lula en Brasil para entender que el posneoliberalismo no es una opciónhomogénea que represente los mismos intereses de clase ni las mismasproyecciones de construcción popular alternativa. En el caso venezolano, desde elEstado existente, que de alguna manera encarna intereses nacional­populares,multiclasistas), se generan formas de estatalidad popular alternativa con las “Misionessocialistas”, los Consejos Comunales y otras formas de constitución y concientizaciónde los sujetos revolucionarios. No es válida, en consecuencia, la igualación de losproyectos nacionales que hoy pugnan por superar el lastre de la herencia neoliberal.

[170] Raúl Zibechi: “América del Sur. La maduración de un nuevo ciclo de luchas, Ob.cit., p. 1.

[171] Ibidem,

[172] Ibidem, p.2.

[173] Cf. Immanuel Wallerstein: “Las nuevas rebeliones antisistémicas: ¿Unmovimiento de movimientos?”, Revista Contrahistorias. La otra mirada de Clío, No 1,México, Septiembre 2003­Febrero 2004.

[174] Libardo Sarmiento Anzola: Humanismo radical y movimientos antisistemicos,Agencia Bolivariana de Prensa, Octubre 30 de 2007, p 3.

[175] Carlos Marx: “Carta a Arnold Ruge, septiembre 1843” , Los Anales FrancoAlemanes,Ediciones Martínez Roca, S. A., Barcelona, 1970, p. 67. Es imprescindibleintegrar las premisas lógicas del pensamiento crítico­futurológico de Marx con elacervo heurístico de las ciencias y el saber social de nuestros días, así como con losaportes de las luchas contemporáneas, aún por sintetizar desde aquella perspectivametodológica, en el nuevo escenario de modificaciones generadas por laglobalización transnacional, la revolución tecnológica y las inéditas formas deexplotación y dominio sobre los seres humanos y las naciones. Sólo así aquelladeducción original recobrará su significación social positiva.

[176] Joao Pedro Stédile “No vamos a acumular para disputar el poder sólo por elcamino institucional”, entrevista con Prensa de Frente, Brasil, 11/06/2008.

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[177] Atilio Borón: “El posneoliberalismo: un proyecto en construcción”, Buscandocamino, www.nodo50.org/caminoalternativo, Panamá, Año III, No. 73, 1 al 7 denoviembre de 2004, p. 1.

[178] Immanuel Wallerstein: “Las nuevas rebeliones antisistémicas: ¿Un movimientode movimientos?”, Ob. cit., p. 85.

[179] Ibidem.

[180] Libardo Sarmiento Anzola: Humanismo radical y movimientos antisistemicos,Agencia Bolivariana de Prensa, Octubre 30 de 2007.

[181] Immanuel Wallerstein: Ob. cit, p. 86.

[182] François Houtart: Los movimientos sociales y la construcción de un nuevosujeto histórico, Ponencia en el marco del V Encuentro Hemisférico contra el ALCA yel Libre Comercio, La Habana , 15 de abril de 2006, meca, p. 8.

[183] Ibidem, p. 9.

[184] Raúl Ornelas: “Contrahegemonías y emancipaciones. Apuntes para un inicio dedebate”, en Los desafíos de las emancipaciones en un contexto militarizado, AnaEstehr Ceceña Coordinadora, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales,Colección Grupos de Trabajo, Buenos Aires, 2006, p. 102.

[185] Cf. Helio Gallardo: “Intervención en el VII Taller Internacional sobre ParadigmasEmancipatorios, La Habana , marzo 2007, www.heliogallardo­americalatina.info

[186] Raúl Ornelas: “Contrahegemonías y emancipaciones. Apuntes para un inicio dedebate”, Op. cit, p.113.

[187] Cf. Hugo Ávila: El sujeto popular revolucionario en la experiencia de lascomunidades socialistas en Venezuela (Proyecto de tesis de doctorado), FondoInstituto de Filosofía, La Habana , 2008.

[188] Ana Esther Ceceña: “Sujetizando el objeto de estudio, o de la subversiónepistemológica como emancipación”, en Los desafíos de las emancipaciones en uncontexto militarizado, Ana Esther Ceceña Coordinadora, Consejo Latinoamericano deCiencias Sociales, Colección Grupos de Trabajo, Buenos Aires, 2006, pp.14­15.

[189] Ana Esther Ceceña: “Sujetizando el objeto de estudio, o de la subversiónepistemológica como emancipación”, Op. cit., p. 15.

[190] Ana Esther Ceceña: “Introducción”, Hegemonía y emancipaciones en el sigloXXI, Ana Esther Ceceña Coordinadora, Consejo Latinoamericano de CienciasSociales, Colección Grupos de Trabajo, Buenos Aires, 2004, p. 8.

[191] Gustavo Castro Soto: Otros mundos. Los elementos anti sistémicos,www.otrosmundoschiapas.org, 15 de julio de 2007.

[192] Ibídem.

[193] Ibídem.

[194] István Mészáros: La teoría económica y la política: más allá del capital,www.rebelión.org, 26 de diciembre de 2002.

[195] Carlos Jara: Del capitalismo salvaje al buen vivir, ALAI, América Latina enMovimiento, 2008­06­04.

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[196] Edgar Isch López: El buen vivir o Sumak Kawsay, voltairenet.org, 24 de julio de2008.

[197] Cf. Hugo Ávila: Ob. Cit.

[198] István Mészáros, La teoría económica y la política: más allá del capital”,www.rebelión.org, 26 de diciembre de 2002.

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