"DINARA ASANOVA, filmar la gracia" (2014) Julio Pollino Tamayo

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DINARA ASANOVA Filmar la gracia ©Julio Pollino Tamayo [email protected]

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DINARA ASANOVA

Filmar la gracia

©Julio Pollino Tamayo

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN..........................................................................................3 BIOGRAFÍA...................................................................................................5 FILMOGRAFÍA.............................................................................................8 1- “Rudolfio” (Рудольфио) (Rodolfo) (1969)...............................................9 2- “Ne bolit golova u dyatla” (Не болит голова у дятла) (Los pájaros carpinteros no tienen dolor de cabeza) (1975).........................10 3- “Klyuch bez prava peredachi” (Ключ без права передачи) (La llave no puede prestarse) (1976)............................................................12

4- “Beda” (Беда) (Desgracia) (1977)...........................................................14 5- “Zhena ushla” (Жена ушла) (La esposa se fue) (1979)..........................15 6- “Nikudyshnaya” (Никудышняя) (La chica inútil) (1980)......................16 7- “Chto by ty vybral?” (Что бы ты выбрал?) (¿Qué eliges?) (1981)........17 8- “Patsany” (Пацаны) (Adolescentes) (1983)..........................................19 9- “Milyj, dorogoj, lyubimyj, yedinstvennyj...” (Милый, дорогой, любимый, единственный)...........................................23 (Querida, estimada, amada, única...) (1984) 10- “Deti razdorov” (дети раздоров) (El niño en discordia) (1984)..........25 GALERÍA DE RETRATOS.........................................................................27

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INTRODUCCIÓN

Siempre he amado el cine ruso, incluyo el realizado en las repúblicas ex-soviéticas, el soviético menos, es la primera cinematografía por la que sentí empatía, identificación, formal, como cinéfilo, como espectador. Lo mismo me sucede con la literatura rusa, de la que fui coleccionista, ávido lector, durante muchísimos años, sobre todo durante mi adolescencia. Como buen adolescente rebelde, utópico, el idealismo eslavo, su inocencia agresiva, su fatalismo trágico, me atraían, tocaban, profundamente. Personajes inolvidables como Pechorin de “Un héroe de nuestro tiempo” o Vadim de “Novela con cocaína”, eran más yo que yo mismo, autobiografías noveladas por un tercero. Esa misma pureza, inocencia, potencia, formal, transmiten las mejores películas rusas, de Chujrai (“Balada del soldado”) a “Bartas” (“Freedom”). La poderosa energía que irradian las películas de Kalatozov, Abuladze, Pelechian, Vertov, Kanievski, Klimov, Muratova, o la propia Asanova, es imposible de imitar, es algo que surge de dentro, como la sensación de películas sin acabar, sin pulir, del cine español, nuestra arrogante, orgullosa, marca de agua.

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A Dinara Asanova llegué forzado por la perplejidad de que hubiera tan pocas directoras rusas conocidas, algo que me resultaba incomprensible, sospechoso, ya que en la cultura rusa las mujeres siempre han brillado a gran altura en todos los campos, en la poesía son auténticas titanes, Anna Ajmátova, Yulia Drunina, Anfisa Osinnik, María Petrovyh, Marina Tsvetaeva, etcétera. Como uno es curioso, cabezón, por naturaleza, me propuse investigar al respecto con la finalidad de añadir algún nombre más a mi imaginario cinéfilo ruso de directoras, que hasta ese momento estaba ocupado en exclusiva por Kira Muratova (de origen rumano) y Larisa Shepitko, las dos únicas directoras que han traspasado las fronteras nacionales, por la puerta grande. Pues bien, el esfuerzo dio resultado, triple resultado, la genial Lyudmila Stanukinas, directora de tres pequeñas maravillas, “Día de traslado”, “Tranvía atravesando la ciudad” y “Vuestra poesía personal”, la arrebatada Irina Poplavskaya, “Dzhamiliya” (Asanova tenía como proyecto realizar una nueva versión del libro de Chingiz Aitmatov), y la no menos genial Dinara Asanova, a la que llegué antes por sus retratos que por sus películas. Esa mirada triste, profunda, trágica, como la de Adelaida García Morales, tenía que esconder a una gran directora sí o sí, y no me equivoqué, era de esas miradas que llevan la muerte anticipada a rastras, murió con apenas 42 años, que son muchos años para un ruso, y para un español, que diría Machado. La nómina de grandes genios rusos muertos en plena juventud es interminable, Pushkin (38) y Lermontov (27) los más conocidos, ambos antes de los 40, y en un duelo, siendo coherentes, consecuentes, con su literatura, la única manera honrosa, digna, de morir. Dinara Asanova murió en el ruedo, como Larisa Shepitko, también muerta prematuramente, 41, mientras rodaba “Neznakomka” (Незнакомка) (La desconocida), adaptación del drama poético del gran Aleksandr Blok, que no fue terminada.

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BIOGRAFÍA

Atención pregunta: ¿Quién puede situar en un mapa Kirguistán? Lo mismo pensó Dinara Asanova (Frunze, Bishkek, Kirguistán, 24 de noviembre de1942- Murmasnk, Unión Soviética, 4 de abril de 1985), que si quería crecer como creadora tenía que dejar la pequeña república soviética, Bishkek, y tirar para la capital, Leningrado. Ser el director del pueblo está muy bien, y resulta muy cómodo, conformista, conservador. Cada villorrio, cada región, cada diputación, tiene sus propios héroes locales, completamente desconocidos, generalmente con justicia, fuera de sus estrechos, reducidos, límites. Pero quedarse en eso, en la devoción, dejémoslo en conocimiento, de los aldeanos, de los familiares y conocidos, es profundamente reaccionario, provinciano, empobrecedor, cobarde. Como expresó a la perfección Machado, primero español, luego andaluz. Lo de cabeza de ratón para las ratas, para los nacionalistas, que hasta el rabo todo es toro, león. Sin ambición, sin creer, no hay creación, crecimiento, así de claro, así de simple. Hablo de la época predigital, los años 60, ahora los aspirantes a director se han quedado sin excusas, sin coartadas.

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Si plantarse en la capital procedente de un lugar dejado de la mano de Dios ya era un serio inconveniente, el hecho de ser una mujer rodeada de hombres tampoco ayudaba mucho que digamos. Lo de mujer, directora, hecha a sí misma, es lo que mejor la define. Dinara comenzó a trabajar en 1963 en el estudio Kirgizfilm, como actriz y asistente en la película de graduación en la VGIK (el Instituto Estatal de Cinematografía de la Federación Rusa, sito en Moscú) de Larisa Shepitko “Znoj” (Calor). La misma, y prestigiosa, escuela, tenía como profesor a Romm, y uno de los compañeros el gran Solovyov, en la que la propia Dinara se graduó en dirección en 1970, con el mediometraje “Rudolfio” (1969), basado en una historia de Valentin Rasputin. Una vez graduada comienza a trabajar en 1974 en el estudio Lenfilm, en Leningrado, un estudio que no tiene la fama, el prestigio, de Mosfilm, porque estaba más orientado al cine popular, juvenil, el anticristo de la crítica mundial, el cine tiene que ser catequesis, de autor, alimento espiritual para los pobres de espíritu y de materia. En este estudio realiza su primera película, “Ne bolit golova u dyatla” (Los pájaros carpinteros no tienen dolor de cabeza), que tuvo un gran éxito de público y de crítica, lo que la permitió poder seguir rodando de forma continuada. Diez películas para cine y televisión en apenas trece años, todas en el mismo estudio.

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Todas ellas fueron muy populares en la antigua Unión Soviética (USSR), pero apenas traspasaron sus fronteras, con excepción de “Milyy, dorogoy, lyubimyy, edinstvennyy...” (Querida, estimada, amada, única...) (1984), que fue presentada en Cannes en 1985 en la sección paralela Un certain regard (Una cierta mirada).

¿Motivos de este desconocimiento? Aparte de ser mujer directora, algo que todavía sigue siendo un inconveniente para el reconocimiento por parte de la crítica misógina, la práctica totalidad, el principal son los temas que aborda en gran parte de sus películas, la infancia, la adolescencia, y las mujeres. Tres temas menospreciados, que nunca han sido tomados en serio por la crítica, abrumadoramente machista, misógina, a pesar de contar con el favor, refrendo, del público.

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FILMOGRAFÍA

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1- RUDOLFIO

(Рудольфио) (Rodolfo) (1969)

Hay un extraño fenómeno que solo sucedió en la Rusia Soviética y en la España de los 60, la existencia de Escuelas de Cine verdaderas en las que realmente se enseñaba cine y a la que acudían los mejores, de todas las partes del país. Y no solo eso, sus trabajos de graduación lejos de ser amagos de cine, simples bocetos para cubrir el expediente, tenían consistencia cinematográfica, y en algunos casos, forman parte de lo mejor de la obra de sus respectivos directores, en España tenemos el caso de Regueiro, que con “Sor Angelina, virgen” cuajó su obra maestra, y en la URSS (unión de repúblicas soviéticas), Dinara Asanova, que con “Rodolfo” realiza una de sus mejores películas, en la que ya se adivina todo su universo, todas sus constantes formales, todos sus temas. Lo que viene siendo la adolescencia, el enamoramiento adolescente, y no tan adolescente, tratado con una mezcla insuperable de riqueza observacional y de profundidad, ingenuidad, emocional, que huye por completo del morbo, del histerismo, y eso que el amor platónico inter-generacional, vamos jovencita-maduro, daba para ello. La inocente protagonista, Yelena Naumkina, es deslumbrante, el bailecito que se marca en la azotea, repicado tres veces, la fragmentada bajada de las escalera, repicado dos veces, es cine en estado de gracia. “Rodolfo” es una película luminosa, blanca sobre blanco, tristemente alegre, como todas las grandes películas de Dinara Asanova.

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2- NE BOLIT GOLOVA U DYATLA

(Не болит голова у дятла) (Los pájaros carpinteros no tienen dolor de cabeza) (1975)

La película más conocida, con diferencia, de Dinara Asanova, y la más entrañable, que no la mejor, popularidad y calidad no suelen ir de la mano, en cine menos todavía, en este caso sí. ¿Motivo de su fama? Una historia de amor verdadero, de enamoramiento infantil, compartido entre la fascinante chica de la peca y la música jazz. Y como hablamos de amor infantil, no hace falta elegir, descartar, ninguna de las dos pasiones. Si el amor fuera adulto, habría sus más y sus menos, sus amagos de posesión, de imposición, de acortamiento de alas. Al ser un amor incipiente, primerizo, más bien enamoramiento que otra cosa, cualquier adulto se siente identificado con la película, no solo los jovenzuelos. Esa primera fase de cualquier pareja, tengan 12 años u 80, es la más próxima a la infancia, la más llena de inseguridades, de chispazos, de tontería, porque como diría Valéry, amar consiste en hacer el tonto juntos, lo demás es literatura barata, poesía becqueriana.

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Si encima Asanova utiliza como vehículos de ese amor a dos niños verdaderos a punto de cruzar la frontera al mundo adulto, sobre todo la niña, que podría protagonizar la canción de Julio Iglesias de niña a mujer, está en esa etapa de maduración corporal en la que el pezón es un arma de destrucción masiva, pues miel sobre hojuelas, todo es más creíble, nadie puede dudar después de ver la película que ese niño de verdad ama la música, la batería, nadie se puede creer que está interpretando. Su filiación truffautiana es evidente, “Los 400 golpes”, y no solo por el final, cambiando la cinefilia por la melomanía, y compartiendo ambas la ternura, me quedo con la de Asanova. Esos maravillosos paseos solitarios de Yelena Tsyplakova, puro Antonioni, esa carrera feliz en bicicleta del niño violinista, como defiende obstinado la batería de su amigo, esa foto de la niña pegada en un mapamundi, le vienen demasiado grandes a Truffaut, un niño con demasiados picores, adultos.

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3- KLYUCH BEZ PRAVA PEREDACHI

(Ключ без права передачи) (La llave no puede prestarse) (1976)

Hay dos tipos de profesores, los que se plantan ante los alumnos con la actitud yo soy la autoridad y vosotros los discípulos, los enemigos, y los que abordan la enseñanza con el lema enseñar aprendiendo, sin subirse a un púlpito. Es obvio cual preferiría cualquier alumno, y también es evidente cual es el habitual, de hecho el segundo sólo lo he conocido en las películas. Esa misma clasificación se puede utilizar para el cine, para los directores, lo habitual es los directores que te miran por encima del hombro, que te dan lecciones, que te dicen en cada plano, en cada encuadre, mira que listo soy, ¿a qué soy muy bueno?, el mira lo que hazo infantil llevado a la creación, los que la crítica denomina “autores”, los que dirigen con el cerebro, solo con el cerebro, y la escuadra. Luego están los otros, los que se ponen al servicio de la película, de la cámara, los que acompañan al espectador, siguen su mismo paso, los que la crítica denomina impersonales, faltos de ambición, intelectual. Por suerte, este tipo de directores pasa olímpicamente de la opinión de la crítica, y van a su aire, hacen lo que sienten, son fieles a sus ideas cinematográficas, a sus sentimientos, sensaciones.

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De este tipo sí he conocido, incluso personalmente, a varios representantes, Dinara Asanova es una de ellos, una directora que no está obsesionada con su yo, que no está constantemente sacando pecho, que hace películas en las que se escucha, se observa, se trata de comprender. En concreto ésta es un reflejo nada idealizado, no es “El club de los poetas muertos”, aunque también sea profesora de literatura, del segundo tipo de profesor, del que disfruta enseñando y hace disfrutar a los alumnos, el que es más amigo que tutor, lo que lejos de ser un acicate, un ejemplo de superación, para el resto de profesores, constituye una fuente de conflictos, de envidias, como la vida misma. La sencillez, el carisma, nunca han sido, ni serán, respetados, considerados virtudes, ni en el campo de la enseñanza, ni del cine, los elitistas, los borregos, se lo pierden.

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4- BEDA

(Беда) (Desgracia) (1977)

El cine es el arte del contrapunto, sin dialéctica, sin contraste, no hay cine, y para ilustrar este axioma bastaría la primera secuencia de la película, unas niñas cantando de espaldas a una luminosa ventana, corte, un hombre recogiendo botellas de alcohol vacías por la calle. El paraíso y el infierno conviviendo en una misma realidad temporal. Dualidad que se arrastra por toda la película, hablamos de la “On the Bowery” del cine ruso, el país, junto con Finlandia, con mayor número de alcohólicos del mundo. Al igual que la película de Rogosin, la aproximación al tema es una transparente, fronteriza, mezcla de ficción y de documental, como casi todas las grandes películas de la historia del cine, por mucho que la crítica nos lo quiera vender como un posmoderno invento de última hora. Y claro, el alcoholismo mostrado sin disimulos, sin romanticismos literarios, tiene muy poco de diversión, de transgresión, y mucho de esclavitud, de constante humillación, repetición. Una película así de dura, de explícita, en la etapa más férrea de la dictadura soviética hubiera sido imposible, ya se sabe que las vergüenzas se lavan en casa, o mejor aún, en Siberia. Quien se espere una simpleza del tipo “La leyenda del santo bebedor”, o cualquier libro de Bukowski, me temo que se va a equivocar de película, aquí solo hay Dostoyevski, desesperación, verdad sin adornos, melancolía eslava, e inteligencia formal a raudales. Esos metafóricos planos de aviones, ese bellísimo viaje en tren. No sé si Dinara Asanova será la mejor directora de la historia del cine, las más asequible para cualquier espectador seguro, pero sí la que mayor número de grandes, honestas, películas, atesora, 10 de 10.

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5- ZHENA USHLA

(Жена ушла) (La esposa se fue) (1979)

Sin el feminismo activo, feministas de boquilla hay muchas, muchos, las mujeres todavía seguirían siendo esclavas (hablo de las mujeres occidentales, el resto todavía lo siguen siendo), y los hombres no hubiéramos aprendido a ser hombres, de verdad, no unos patéticos machotes. Sin ese feminismo activo, activista, muchas mujeres jamás hubieran adquirido conciencia de su esclavitud, de su infelicidad. Un pájaro nacido en una jaula no echa de menos la libertad. Las mujeres soviéticas, como las de todas las dictaduras, religiones, cuando comenzó el declive, desmoronamiento, del régimen, se vieron de repente con la puerta de la jaula abierta, y lejos de disfrutarlo, encima se sentían culpables. Muchas prefirieron hacerse las locas, tirar para adelante con los aprendido, con lo desaprendido, pero por suerte hubo otras que se liaron la manta a la cabeza y se plantaron, rebelaron, ante lo establecido: matrimonio, hijos, cuidadora, o primero los demás, y luego los demás, lo que algunos, todas las religiones, llaman interesadamente generosidad, y que en realidad se llama aniquilamiento de la personalidad, sometimiento. Sin estas valientes pioneras, las mujeres actuales no hubieran tenido referentes, modelos, de superación. La película es la sufrida historia de una de ellas, de una mujer que no se resigna a ser desgraciada, nadie dijo que fuera fácil.

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6- NIKUDYSHNAYA

(Никудышняя) (La chica inútil) (1980)

Que una película realizada en los años 80 resulte más moderna, joven, que la mayoría de las realizadas en la actualidad es para que los “nuevos” directores se lo hagan mirar. La pelea a ritmo de “Mamma Mía” de Abba es eléctrica. La descarada, y siempre fascinante, luminosa, Olga Mashnaya, un animal fotogénico, habitual de las películas de Asanova, haciendo de joven punk, de rebelde sin causa, deja en palmitas a los insulsos siniestros actuales. La agilidad casi agresiva en las transiciones, la rudeza de las elipsis, los extraños encadenados, la violencia con que se expresan todos los personajes, el desenfado, descaro, con el que Asanova mueve la cámara o utiliza el zoom, la radicalidad de los primeros planos de la protagonista mirando a cámara, de una belleza arrebatada, la insuperable sensación de vitalidad que desborda toda la película, un verdadero chute de cinematógrafo, de cine asilvestrado, y en una película campera, no urbana. Tiene el mismo grado de libertad, de primitivismo salvaje, que las mejores películas del anarquista polaco Kondratiuk, las realizadas con espíritu amateur y total independencia del mercado. La versión fílmica de un programa de “Hermano Mayor”, con el mayor grado de honestidad, de verdad, que otorga la ficción, la realidad destilada, la realidad en bruto es vulgar pornografía. O Heidi si hubiera tenido una adolescencia complicada, y vocación de suicida.

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7- CHTO BY TY VYBRAL?

(Что бы ты выбрал?) (¿Qué eliges?) (1981)

Te das cuenta de lo importante que es un director en tu vida cuando lo plagias inconscientemente, conscientemente se llama homenaje. En concreto el maravilloso plano secuencia de seguimiento con steady-cam de los dos niños al salir del cole llevando sus carteras de la mano (las mochilas no se estilaban en los 70 y 80), más bien el niño, que lleva las dos, mientras la niña baila con toda la gracia a su alrededor. Plano que recuerda descaradamente a uno de mis películas, y que sólo puedo atribuir a mi mala memoria, cada vez que veo una película, o leo un libro, por segunda vez, es como si me adentrara en terreno virgen, no recuerdo ni el final. Esta desmemoria llega hasta el extremo que una vez mandé a un concurso un cuento adaptado de uno de mis guiones y que resulta que a su vez era la adaptación de un cuento de Máximo Gorki, una auténtica muñeca rusa de la creación, de la demencia anticipada. Virtud impagable como lector, espectador, que se transforma en defecto, en inconveniente, si das el paso a la creación, porque nunca estás seguro del todo de hasta que punto lo que creas, ideas, no es un producto de segunda mano, cosa que partiendo de la base de que no creo en la autoría, en los universos únicos e inimitables, francamente me trae el fresco, me resbala. Si lo que creo a mayores recoge la tradición, aunque sea por casualidad, eso que gana el espectador, y el cine, la cultura, la creación, nunca es algo individual, original, el inconsciente colectivo, el acervo, es demasiado poderoso, misterioso.

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Resumir la película es fácil, la mirada limpia, cristalina, de cuatro niños jugando, curioseando, observando, la vida de un portal, de una escalera, cuando en los portales, en las escaleras, bullía la vida y no eran búnkeres anti-personas como en la actualidad, hablo de los barrios populares, u obreros, en las casas de los ricos nunca ha existido la alegría de vivir. La película se centra en sus pequeños, e improvisados, gestos, miradas, sonrisas, en la felicidad del presente, y el resto no importa, porque realmente no pasa nada dramáticamente relevante, es decir, todo. A mayores es un canto de amor a la música, con homenaje a Natalija Sirotskaja incluido, en su vertiente más mágica, más de piel, y como hablamos de una película en la que los protagonistas absolutos son niños, por supuesto el instrumento más fascinante del mundo es el birimbao, a la altura del tambor, de la corneta, del triángulo, del xilófono, de la harmónica, de la carraca, y la botella de anís el Mono, o la Castellana. Rodada como si la cámara fuera un niño invisible más, parece rodada con cámara oculta a pesar de la precisión en la puesta en escena. No falta la recurrente imagen de felicidad absoluta de las películas de Dinara Asanova, en la que un intérprete baila fuera del contexto habitual de una sala de baile o de un concierto. Si en el fútbol basta una sola jugada para justificar el precio de la entrada, ver al niño preparando el té, o acariciando repetidamente el brazo de la madre antes de quedarse frito en la cama, compensa con creces el visionado. Y por favor no pongáis la excusa de que está en ruso a pelo para no verla, hablamos de niños, y supongo que todos habéis sido niños alguna vez, así que activar la imaginación, o los recuerdos, no seáis adultos cartesianos, espectadores coñazo.

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8- PATSANY

(Пацаны) (Adolescentes) (1983)

No deja de ser curioso que el cine ruso más reciente, el de finales de los 70, 80 y 90, el denominado Kinoglasnost, el que cubre el aperturista periodo histórico de la Glásnot, de la Perestroika, de Gorbachov, sea prácticamente desconocido, exceptuando a Tarkovski, el comodín del cine de autor, y que el clásico, el soviético, siga llenando miles de folios. Una operación de nostalgia cinéfila, paradójicamente de su ala más conservadora, retrógrada, fordiana, que tiende a ensalzar todo lo que huele a naftalina, a ñoñería, a “valores inmemoriales”, familia, trabajo, matrimonio, cualquier cosa realizada en blanco y negro, y que obvia, ningunea, todo lo que resulta diferente, crítico, todo lo que cuestiona la estúpida, simplista, visión que tenemos de los rusos y del comunismo, que se resume en un humanismo, buenismo, de postal, que nunca fue tal, ni antes ni después de Stalin. Tanto el capitalismo como el comunismo son igual de despreciables, con la única diferencia de que a pesar de la falta de libertad dentro del comunismo los pobres tienen cubiertas unas mínimas condiciones de vida, comida, alojamiento y trabajo, algo que el capitalismo no asegura, ni tan siquiera con el tan cacareado, e ilusorio, estado del bienestar, luego si hay que elegir, me quedo con ninguno de los dos Regímenes, con el anarco-nihilismo.

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¿Y nos hemos perdido algo importante? Desde luego, porque no son uno ni dos, ni diez, los grandes directores que surgieron, o que siguieron realizando grandes películas, en esa época, tanto rusos como procedentes de las ex repúblicas soviéticas, sin ánimo de ser exhaustivo suelto algunos nombres fundamentales, Herz Frank, Sergei Solovyov, Rangel Vulchanov, Artvazd Pelechian, Sergei Ovcharov, Aleqsandre Rekhviashvil, Sergei Bodrov, Georgi Daneliya, Nana Djordjadze, Otra Iosseliani, Tenguiz Abuladze, Elem Klimov, Kira Muratova, Vitali Kanievski, Sharunas Bartas, Aleksei Balabanov, Victor Kossakovsk, Darezhan Omirbaev, Artur Aristakisyan, Sergei Dvortsevoy, Aleksandr Sokurov, Aktan Abdykalykov, Temirbek Birnazarov, Laila Pakalnina, Karen Shakhnazarov, Djamshed Usmonov, Alexei German, Sergei Loznitsa, y la propia Dinara Asanova. Pocas cinematografías, pocos continentes, pueden exhibir una nómina de tal calibre, y menos aún en tres décadas de franca decadencia cinematográfica mundial.

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Dinara Asanova, al igual que la libertaria, transgresora, Kira Muratova, a pesar de desarrollar gran parte de su carrera en la época del deshielo, sufrió todavía las garras de la censura, sus personajes atormentados, marginales, no casaban demasiado bien con la imagen heroica de los carteles, de las estatuas, de las películas stalinistas, del catecismo marxista. Sus jóvenes protagonistas no procedían de escuelas de actuación estatales, ni de las juventudes comunistas, eran no profesionales que captaba en las escuelas o directamente en la calle, sus guiones no eran cerrados, les dejaba improvisar, expresarse con libertad, espontaneidad. Algo que se nota sobremanera en la película “Adolescentes”, adolescentes disfuncionales, problemáticos, que rezuma sinceridad por sus cuatro costados, y que es una de las películas más influyentes para la nueva generación de directores, Omirbaev (“Kairat”, “Kardiogramma”) la reconoce como su principal referencia para dedicarse al cine (“Empecé a tomarme en serio el cine a mediados de los años setenta, viendo una película sobre la vida de un grupo de adolescentes realizada por Dinara Asanova”), lo mismo que Andrey Kravchuk (director de “The Italian” (2005), “me gustan las películas de Dinara Asanova, “Adolescentes” y “Los pájaros carpinteros no tienen dolor de cabeza”. Fue honesta en su aproximación a los problemas de la infancia”).

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El realismo de Asanova no es complaciente, condescendiente, discursivo, ni pedagógico, es un hiperrealismo que trata de comprender, que no juzga, que indaga tanto en la felicidad como en el sufrimiento, que se abre a los demás. Más cercano a la aproximación del cine independiente americano de los 90, de Korine, Solondz y compañía, o de Vitali Kanievski, que la de los exaltadores de la juventud, tan nacionalsocialistas, falangistas, ellos, del maniqueo, merengón, cine soviético. Lo que no convierte sus películas en cine infantil, juvenil, sino en gran cine a secas, para todos los públicos, con intérpretes infantiles, juveniles. A quien pueda superar la maravillosa, metafórica, carrera grupal final, le pongo un piso.

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9- MILYJ, DOROGOJ, LYUBIMYJ, YEDINSTVENNYJ...

(Милый, дорогой, любимый, единственный) (Querida, estimada, amada, única...) (1984)

Si Dinara Asanova no hubiera nacido en Kirguistán, hubiera podido nacer perfectamente en la república checa, o en el mismo portal que Cassavetes, sus películas tienen la misma libertad formal, e idéntica sensación de espontaneidad, de frescura. Como se puede ver en algunas imágenes de rodaje de sus películas, Dinara Asanova otorga una importancia capital a los actores, sean amateurs o profesionales, a la actuación, no es el típico director que está en los rodajes como un espectador más, o mirando por un monitor, Dinara Asanova supervisa, controla, las interpretaciones, a un palmo del encuadre, con concentración absoluta, temblando de emoción, de tensión. Las denostadas películas de la Glásnot, de la apertura del régimen soviético, cumplieron la misma función que las de la nueva ola checa, la de devolver el cine al pueblo, a las personas, y quitárselo al poder, a los políticos. Pasar de ser un vehículo de adoctrinamiento, de sumisión, a un escaparate público en el que poder volcar, plasmar, sus inquietudes y problemas cotidianos, con un lenguaje, con unas historias, con unos personajes, intérpretes, sencillos, cercanos. Sencillez en apariencia, lograrla es lo más complejo que existe, rodar una película que transcurre en su práctica totalidad en un escenario único, un coche, sin resultar teatral, ni pretenciosa, no está a la altura de muchos directores, Jarmusch y pocos más. Y no, la película no es ramplona, plana, ilustrativa, funcional, está llena de belleza, de concisión formal, la oscura fotografía, a la vez colorista, digna de Kieslowski, es preciosa, todo un acierto la lluvia, la nieve.

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La película da la impresión de que se desarrolla a tiempo real, sin cortes, que es un todo continuo, en directo, y sin cámaras. Y no la película no es aburrida, ni contemplativa, hay acción, movimiento, emoción, no es cine ensimismado, pretencioso, formalista, es una road-movie existencialista íntima, esencial. Una película de los hermanos Kaurismaki sin ningún tipo de distancia, de arrogancia, un episodio del “Decálogo” sin moraleja, ni colleja. Cine comprometido, social, romántico, con sangre en las venas.

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10- DETI RAZDOROV

(дети раздоров) (El niño en discordia) (1984)

Sabiendo que es la última película de Dinara Asanova (o si hacemos caso a IMDB la penúltima), es inevitable buscar señales, indicios, de su próxima muerte, y lo triste es que se encuentran. Ese solitario columpio que chirría inquietantemente, te deja muy mal cuerpo, resulta premonitorio. También que la propia Asanova aparezca como actriz. Pero que nadie se equivoque, no es para nada una película pesimista, fatalista, se abre y se cierra con niños, con bebés, la eterna, y circular, condena, milagro, del nacimiento, de la muerte.

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De hecho el resto, las causas de un divorcio y los problemas con la custodia, desde el punto de vista de los dos cónyuges en forma de falsa entrevista, de falso documental, me sobra, salvo por el aliciente de volver a ver de nuevo a dos viejos amigos, el afilado Valeriy Priyomykhov, y el niño habitual de sus películas, Anvar Asanov, su propio hijo, al que vemos crecer película tras película, actuar como si el cine fuera su casa. Nada está a la sublime altura de ese principio y ese final, del niño que llora y ríe a la vez, con esa risa de tanto haber llorado de Eulalia Galvarriato, de esa increíble mirada de felicidad, de paz absoluta, de la madre mientras da de mamar a su retoño, de las imágenes, miradas, más bellas de la historia del cine.

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GALERÍA DE RETRATOS

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