Ética y Periodismo - Rafael Molina Morillo

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Conferencia magistral sobre Ética y Periodismo - Rafael Molina Morillo

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    Comisin Nacional de tica y Combate a la Corrupcin

    EQUIPO DIRECTIVO

    Dr. Miguel SuazoDirector Ejecutivo CNECC

    Lic. George KhouryEnc. Administrativo y Financiero

    Lic. Mayra DomnguezEnc. Planificacin y Desarrollo

    Lic. Vernica GuzmnEnc. Fomento de la tica

    Lic. Helen HasbnEnc. Comunicacin y Relaciones Pblicas

    Lic. Julio Anbal FernndezRepresentante del Ministerio de Hacienda

    Lic. Cristbal CardozaRepresentante de las Iglesias Evanglicas

    Dr. Fernando FerrnRepresentante del Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP)

    MIEMBROS DEL CONSEJO RECTOR

    Dr. Marino Vinicio CastilloSecretario de Estado Presidente Consejo Rector

    Dr. Csar Pina ToribioMinistro de la Presidencia

    Dr. Radhams Jimnez Pea Procurador General de la Repblica

    Monseor Benito ngelesRepresentante Iglesia Catlica

    Lic. Justo Pedro CastellanosRepresentante Sociedad Civil

    MIEMBROS DE LA UNIDAD TCNICA

    Lic. Ramn Ventura CamejoMinistro de la Administracin Pblica Coordinador de la Unidad Tcnica

    Lic. Hotoniel BonillaRepresentante de la ProcuraduraGeneral de la Repblica

    Lic. Daniel Omar Caamao Representante de la Contralora Generalde la Repblica

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    Equipo Editorial

    Helen HasbnCoordinadora Gabinete de Comunicacin Sector PresidenciaEnc. Comunicacin y Relaciones Pblicas CNECC

    Carolina JoaCoordinadora de Eventos y Protocolo

    Marianne AmparoAsist. Comunicacin y Relaciones Pblicas

    Pircilio GuerreroDiseador Grfico

    Willy Ricardo SantosReportero Grfico

    Se prohbe la reproduccin parcial y total de esta publicacin sin expresa autorizacin.

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    Nuestra Portada: Dr. Molina Morillo / Honoris Causa en Ciencias de la Comunicacin Social

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    Eran exactamente las 8 horas, 15 minutos y 17 segundos

    cuando las puertas del piso del avin Enola Gay se abrieron

    para dejar caer la primera bomba atmica de la Historia. Na-

    die que estuvo a un kilmetro a la redonda de donde cay

    la bomba sobrevivi a la explosin. Todos los seres vivientes

    dentro de ese permetro quedaron literalmente carboniza-

    dos. Ese 6 de agosto de 1945 en Hiroshima murieron ms de

    765 mil personas en una fraccin de segundo.

    En aquel momento, mientras el avin viraba a la derecha

    huyendo de la explosin, el copiloto, capitn Robert Lewis

    exclam horrorizado y arrepentido: Oh, Dios mo! Qu

    hemos hecho? Hemos sembrado muerte y destruccin!. En

    cambio, el capitn de la nave, comandante Tibbets, justific

    su accin porque, segn su criterio, cuando se est peleando

    en una guerra, para ganarla se deben usar todos los medios

    posibles.

    Como vemos, en la cabina del bombardero convivieron dos

    percepciones ticas tan distantes como las que constante-

    mente se debaten en cualquier circunstancia en que hay dos

    o ms personas, y de esa realidad no se excluye, por ejemplo,

    la sala de redaccin de cualquier peridico o noticiero. Qu

    est bien publicar o divulgar, y qu no est bien publicar o

    divulgar? El comandante Tibbets se apoy en la naturaleza de

    la guerra y en la obligacin de ganarla a cualquier costo; para

    l, lo correcto era poner fin a la guerra y salvar a la Humani-

    dad, sin fijarse en el alto precio de vidas humanas que haba

    que pagar. Pero para su copiloto ellos acababan de cometer

    un acto horrible e injustificable.

    En el mbito periodstico tambin hay quienes defienden

    que es vlido recurrir a cualquier estrategia para aumentar,

    digamos, la circulacin o la sintona, asumiendo, como en la

    guerra, que es preciso a cualquier costo derrotar a la compe-

    tencia para garantizar la supervivencia del medio. Como en la

    guerra dicen quienes as piensan- todo se vale.

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    Pero este no es el pensamiento de hombres como el capitn

    Lewis, que, olvidado de la guerra, concentr su pensamien-

    to y su sensibilidad en las vctimas; como l, hay tambin

    periodistas capaces de intuir los efectos secundarios de una

    informacin sensacionalista, o las posibilidades de bien o de

    mal que abre una noticia, antes que los clculos para ganar

    lectores o anunciantes.

    Estamos, pues, ante el desafo de poder diferenciar a un pe-

    riodista tico de otro periodista no tico.

    Inicialmente debo precisar que en la vida real no se da este

    cuadro en blanco y negro, de buenos y malos, de lo tico y

    lo no tico; esa apariencia es el producto de un hecho, este

    s real y existente en las salas de redaccin y en la vida de los

    periodistas: la coexistencia de distintas sensibilidades frente

    a lo tico, como tambin las hay frente al arte, o al deporte, o

    a cualquier actividad humana.

    Existe, pues, un conflicto. Lo que hay que determinar es si

    hay posibilidades de acercamientos y avenimientos entre las

    distintas concepciones.

    El conflicto se explica por una visin de la tica considerada

    como una utopa; la visin del comandante Tibbets es tan

    realista y desprovista de utopas como la del periodista que

    busca el titular y la fotografa de portada que ms vendan;

    Lewis con su invocacin a Dios aparece tan utpico como

    otro tipo de periodista, el que en nombre de valores ticos,

    pone en duda el valor periodstico de la portada escogida

    simplemente para provocar mayor impacto en el lector. La

    utopa parece, pues, levantar trincheras y se convierte en un

    factor importante a la hora de asumir una carrrera en la vida.

    De ah resulta que es conveniente formularnos, de entrada,

    una pregunta fundamental relacionada con la profesin o el

    oficio que cada uno ha escogido: Para qu est un soldado,

    cul es su papel en la vida?, se preguntaran en el avin que

    tir la bomba atmica. Para qu sirve un periodista, cul es

    su rol en la sociedad?, nos preguntamos nosotros cuando

    surgen los dilemas ticos.

    El para qu de la guerra pudo haber desatado una discusin

    entre Lewis y Tibbets, pero ello no iba a pasar de ah; pero

    el para qu de un peridico o de un noticiero debiera causar

    ms desvelos de los que realmente provocan.

    Los jvenes periodistas que se inician en la carrera y todava

    creen en la tica como camino hacia la excelencia profesional,

    se encuentran a veces con algunos colegas veteranos que,

    desencantados talvez porque su ejercicio profesional no ha

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    sido exitoso, les inculcan que deben olvidarse de las utopas

    y de las normas ticas, porque eso no conduce a nada, o

    peor todava, eso no paga o no deja. Es, les dicen, un obs-

    tculo para la eficiencia en el trabajo diario de un peridico.

    Para algunos, la utopa es sinnimo de ilusin, de sueo di-

    vorciado de la realidad. De esas utopas, sostienen, est lleno

    el pas de las maravillas de Alicia; utopas, para ellos, son

    los unicornios y los pegasos, o las ciudades de tira cmica

    congestionadas de torres de cristal y de transportes areos.

    Esas utopas, sostienen, son refugios de la imaginacin y

    de la impotencia, refugios que enajenan e inactivan porque

    llenan la mente y la voluntad con el contraste brutal entre las

    limitaciones del ser humano y las cumbres empinadas de lo

    imposible, lo irrealizable y lo irracional.

    Lo tico, situado en esos escenarios aparece entonces como

    un obstculo y como una distraccin que le dan toda la razn

    al periodista frustrado.

    Pero la utopa de la tica se puede mirar tambin bajo otra

    luz y con otros ojos. Con los ojos de Toms Moro, por ejem-

    plo, cuando imagin un espacio para la tolerancia, conside-

    rada como uno de los cimientos de una sociedad ideal a la

    que llam, precisamente, Utopa. Segn su etimologa esta

    palabra equivale a una ciudad que no existe porque, agrego

    yo, tiene que ser construida. La Repblica de Platn fue eso,

    una utopa, porque no exista y tena que ser construida

    como histricamente ha ocurrido con todas las democracias

    que se han alimentado de la utopa platnica.

    La aparicin de la Utopa de Toms Moro coincidi con

    otros hechos que demostraron que es muy sano que los

    hombres corran el riesgo de internarse en las aguas cena-

    gosas de lo posible y que se rebelen contra la inmovilidad

    de lo real. Por esos aos Coprnico descubri que la tierra

    no era el centro del universo, otra peligrosa utopa que sa-

    cuda una inmovilidad apoltronada en la lectura primitiva

    y acientfica de los textos bblicos y en la incapacidad para

    explorar lo posible. Los navegantes utpicos tambin subvir-

    tieron la idea intocable de Europa como centro de la tierra y

    movieron con las quillas de sus naves las agujas de la rosa de

    los vientos que presida la cartografa del renacimiento. Ms

    audaces, los reformistas desplazaron de su centro a Roma,

    hasta entonces punto de convergencia de todos los caminos

    de la cristiandad. Las utopas, seores y seoras, cambiaron y

    siguen cambiando al mundo.

    Son utopas dinmicas las constituciones de nuestros pases,

    escritas, discutidas y aprobadas segn la medida de las am-

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    biciones colectivas. Casi todas ellas disean un estado social

    de derecho, repblicas unitarias, democrticas, participativas

    y pluralistas, porque ese es el lenguaje de las utopas que

    hacen ms humano al mundo. Relean los editoriales del

    primer nmero de los distintos peridicos del mundo y

    encontrarn que all se formula la utopa del peridico. La

    revista Ahora se defini, en su primer nmero el 15 de enero

    de 1962, como rgano, exclusivamente, de la verdad en

    todos los rdenes. En The Washington Post el objetivo es la

    bsqueda intensa, responsable e imparcial de la verdad. La

    Nacin de Buenos Aires se present el 4 de enero de 1870

    como tribuna de doctrina. El Comercio de Lima anunci el

    cuatro de mayo de 1839 que su servicio sera comunicar los

    sucesos con la rapidez que exigen los negocios. Y as podra

    seguir citando peridicos y revistas de todo el mundo que,

    desde su nacimiento, sealan su propia utopa. Todos ellos

    sentan y siguen sintiendo que la utopa es necesaria para

    que la historia no se estanque e inmovilice, y puesto que un

    peridico en cada edicin moviliza y propone tareas nuevas

    fundidas en los hornos de sus utopas, debe vivir guiado e

    inspirado por ellas. La utopa pone en tela de juicio la racio-

    nalidad dominante, el patrn de pensamiento instalado en

    las conciencias y en las instituciones y proclama que el pen-

    samiento, como la vida, si no se renueva, se muere. La utopa,

    al inspirar el cambio, induce una rebelin contra lo existente

    y muestra que lo real no est completo si no abarca lo po-

    sible: que el conocimiento no se limita a lo que muestran

    las luces de la razn porque existen, adems, los horizontes

    anchos que revela la imaginacin. Recuerden si no a Coln,

    no olviden a Pasteur, tengan presente a Von Braun, mirados

    al principio como imaginativos y soadores y consagrados

    despus, como los gigantes que impidieron que la humani-

    dad se inmovilizara, hundida en el fondo de sus aguas el ancla

    de la razn. La utopa es esa vela poderosa que inflaman los

    vientos de la imaginacin.

    Cuando en las redacciones de los peridicos se aclimata la

    utopa como en su ambiente propio es porque ella es un

    rechazo activo de la pasividad de los dogmatismos: es incon-

    formidad permanente; es la conviccin de que en la vida, por

    ms altas que sean las metas alcanzadas, siempre se puede

    hacer ms; es reconocer que la vida humana nunca est

    completa y que la ambicin del hombre desborda los lmites

    de todo lo real.

    Habr quien me diga, a estas alturas, que rechazar las utopas

    de los periodistas soadores no significa ser dogmtico, ni te-

    merle al progreso, ni a la ambicin, ni al reto del futuro. Pero

    debemos estar claros en que si afirmamos que la tica es

    una utopa, no es porque ella sea un imposible soado por

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    ilusos, ni un dogma sostenido por fundamentalistas, sino

    un reclamo constante de excelencia y un impulso siempre

    renovado para ir ms all de lo que se acostumbra.

    La utopa tica grita en la conciencia que lo que se est ha-

    ciendo es bueno, pero que puede ser mejor; no deja olvidar

    que hay otras formas ms exigentes de hacer lo que siem-

    pre se ha hecho. Resistirse a la utopa de lo tico es dar por

    sabido que en la redaccin todo se seguir haciendo como

    siempre se ha hecho, porque no hay manera de mejorarlo;

    es aceptar, sin ms, que est prohibido rebelarse contra lo

    mediocre, lo rutinario y lo indigno, que no se puede aspirar

    a la excelencia, que han alcanzado rango de virtudes la pasi-

    vidad, la sumisin y la resignacin.

    Como no puedo estar de acuerdo con esa tabla de inten-

    ciones, gris y mezquina, rechazo que un periodista piense,

    aunque sea por un instante, que hay que olvidarse de las

    utopas y de las normas ticas.

    Al fin y al cabo, si al abrazar esta profesin, de ella a uno lo

    seducan su dignidad, su elevado papel en la sociedad, su

    influencia y su capacidad para inducir cambios en la historia

    comn, y al llegar a la redaccin uno se encuentra con otras

    tareas y propsitos, es imperativo preguntarse entonces:

    Qu soy yo como periodista?

    En el presunto choque entre un periodista tico y una reali-

    dad no tica, hay que tener en cuenta el factor de la identi-

    dad profesional.

    Escucho las voces mltiples de jvenes colegas desconcerta-

    dos por ese choque, cotejo con mis propios recuerdos y creo

    tener suficientes elementos para concluir que un periodista,

    mirado desde la perspectiva de un medio no tico, se des-

    cribe como empleado de un rgano del poder poltico o del

    poder econmico. En un peridico al servicio del poder, cual

    que sea, unos ocupan el trono, otros hacen parte de la corte

    y los dems se desdibujan dentro de una masa gris. Todo est

    dirigido dentro de esa estructura a mantener y fortalecer el

    poder y a obtener beneficios de su uso.

    El periodismo ha llegado muy cerca de ser tenido como un

    negocio ms, que slo responde por su inters. Desde que

    William Allen White, en la primera mitad del siglo XX descri-

    bi un tipo de periodismo que no acepta obligaciones socia-

    les porque slo aspira a ganancias pecuniarias, el mal no se

    ha detenido sino que ha seguido avanzando en un proceso

    de desdibujamiento progresivo de la identidad profesional.

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    Asombraba al filsofo espaol, Julin Maras la proporcin

    del espacio dedicado a crmenes, formas decadentes de

    conducta y flecos demenciales, y la manera desorbitada de

    hablar del deporte, porque es lo que el pblico pide, no lo

    que necesita. Segn el mismo Maras, la prensa necesitara

    valores positivos: amistad, paz, inteligencia, produccin lite-

    raria y cientfica, temas sobre los que se siente un silencio sis-

    temtico. Exagera ciertamente, pero la percepcin del lector

    es que predomina en los medios el culto de los poderosos,

    los ricos y los famosos, de modo que hacer la definicin de un

    periodista es un ejercicio que bordea peligrosamente cerca

    de la imagen de alguien que est en cacera permanente, de

    lo que quieran decir peloteros, cantantes, actores y estrellas

    de televisin, o los personajes de la crnica roja.

    De esa distorsin de la naturaleza de los medios resulta

    un periodista perplejo respecto de su identidad; Qu es,

    entonces, un periodista? Un relacionista pblico, acaso, al

    servicio de un partido, de un poltico o del empresario dueo

    del anuncio publicitario? O es un vendedor de publicidad

    en medios que le pagan con el porcentaje de las ventas? O

    un simple escribano que recoge palabra por palabra lo que

    dicen las fuentes que le asignan? O un agente chantajista

    de un poder que amenaza a quienes no se pliegan a sus exi-

    gencias e imposiciones? O un recolector de rumores que el

    medio se encarga de convertir en noticias con slo divulgar-

    los? O un modesto redactor de gacetillas con que se pagan,

    se demandan o se exigen favores? Podra agregar ms y ms

    preguntas que son las que hoy se hacen en un silencio indig-

    nado de frustracin, los periodistas que creyeron tener el cie-

    lo entre las manos el da en que obtuvieron su primer empleo

    como redactores y que luego, ante la realidad del trabajo

    diario, vieron como el cielo se les deshaca como agua que

    se escurre entre los dedos, hasta quedar convencidos de que

    era demasiado tarde para desembarazarse del maldito oficio.

    Es verdad que un peridico o un noticiero son negocios, pero

    no cualquier clase de negocios. All no todo est en venta y

    la ganancia es un objetivo subordinado, no el principal como

    en todos los negocios. Los peridicos de xito son los que no

    permiten que los negocios invadan la arena editorial. Pero

    si un peridico quiere ofrecer buen periodismo, tiene que

    triunfar como negocio. Las ganancias no son incompatibles

    con el buen periodismo. La diferencia con cualquiera empre-

    sa es clara: la primera prioridad es hacer buen periodismo,

    la segunda, mantener una empresa econmicamente slida

    para que se pueda hacer buen periodismo. La experiencia de

    los mejores gerentes indica que lo uno conduce a lo otro, en

    un crculo virtuoso: el buen periodismo produce ganancias y

    estas, a su vez, permiten hacer un buen periodismo.

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    Lo que resultara equivocado tica y empresarialmente, sera

    manejar el peridico con criterios de avaro y en vez de cana-

    lizar las ganancias al buen periodismo, desviarlas y congelar-

    las en el bolsillo de los empresarios; o manejar el peridico

    con los mismos objetivos de cualquier otra empresa. Tratar

    un peridico como un bien de produccin ms, puede ser

    devastador para la calidad de su periodismo. Prohbe ese

    equivocado tratamiento, entre otras, la calidad de la materia

    prima que se maneja en un peridico. En las otras empresas

    las materias primas se manejan con un criterio tcnico y de

    ganancia. Son elementos sobre los que el propietario o los

    accionistas tienen pleno dominio. No sucede as con esta

    materia prima de los peridicos que es la historia que toda

    la sociedad hace todos los das. Es un bien social que no se

    puede manejar a capricho y por el que debe responderse a

    toda la sociedad.

    Pero si no es un negocio como los dems, cul es su fisono-

    ma especfica y su papel en la sociedad?

    Las respuesta a esta pregunta son variadas y no siempre

    acertadas. El medio de comunicacin puede asumir la fun-

    cin de vocero del poder, como pretendieron los reyes que

    monopolizaron en la Francia anterior a la revolucin francesa

    el derecho de informar; como se proponen hacerlo todos los

    dictadores, como resultan hacindolo todos los gobernan-

    tes autoritarios y temerosos de la opinin pblica. Prestar

    oidos solamente a las voces del poder, asumir la defensa

    de lo oficial, con razn o sin ella, como contraprestacin a

    la generosa pauta de anuncios del gobierno y como seguro

    de supervivencia, no es tico ni tcnico porque toda accin

    oficial destinada a ejercer dominio sobre los medios es una

    usurpacin de un derecho ajeno. Los medios, por su natura-

    leza estn hechos para potenciar la palabra de la sociedad, y

    si alguna vez sirven a los poderes, es cuando estos aparecen,

    sin duda alguna, al servicio de la sociedad.

    Este hecho da lugar para hacer esta propuesta: fundar el

    acercamiento entre los miembros de una redaccin en el

    propsito comn de hacer el mejor peridico posible, un

    objetivo que conviene a todos porque de la publicacin de un

    buen producto informativo deriva ganancia para todos.

    Un buen peridico es, a grandes rasgos, el que el lector con-

    sidera indispensable para su informacin diaria, distinto del

    que se mira con curiosidad y de paso, por el escndalo que

    vocea, pero que es prescindible. Ese peridico tiene xito

    momentneo, aqul tiene imagen slida y duradera.

    Pero hacer un buen peridico es una tarea infinitamente

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    ms compleja que hacer buenos automviles, computadoras,

    zapatos o empanadas. Afirmacin que nos revela una clave

    para superar el conflicto: entender en qu consiste un buen

    peridico y trabajar alrededor de ese propsito.

    Los diarios que han aceptado esa concepcin del buen peri-

    dico, ante la complejidad de los elementos necesarios para

    alcanzar ese ambicioso objetivo, han revisado su estructura

    interna en busca de una que permita optimizar el recurso hu-

    mano. Por ese camino se ha llegado al desmonte de una es-

    tructura autoritaria y vertical, tradicional en algunos medios,

    y a la adopcin de un esquema horizontal y de participacin

    de toda la redaccin.

    La estructura tradicional, jerarquizada y autoritaria, parte del

    supuesto de que el poder lo es todo y, por consiguiente, la

    capacidad de iniciativa y de crtica se concentran en una mi-

    nora que, generalmente, mira ms a los intereses de la em-

    presa y pierde de vista los de la sociedad. Adems, dentro de

    ese esquema, se utilizan el talento y la creatividad del grupo

    ubicado en los cargos de direccin. Los dems se tienen en

    cuenta a la hora de obedecer las rdenes. Una reingeniera

    empresarial est aconsejando en los peridicos la adopcin

    de un esquema horizontal de participacin democrtica de

    toda la redaccin, que permita aprovechar el potencial de to-

    dos para la elaboracin de agenda, para la autocrtica y para

    el hallazgo y realizacin de las mejores propuestas creativas.

    Se complementa la propuesta anterior con la de una prctica

    que hoy est renovando la vida de los mejores peridicos en

    el mundo: su interactividad con los lectores.

    Un examen de los vicios de que se acusa reiteradamente

    a periodistas y medios, revela que, en parte, se deben al

    aislamiento autosuficiente de estas empresas, en riesgo per-

    manente de dogmatismo, autoritariasmo y autosatisfaccin.

    La voz del lector agrieta dogmas y le baja el tono a la sufi-

    ciencia autocrtica de medios y periodistas, con una con-

    secuencia benfica: un acercamiento a la clientela, mucho

    ms efectivo que las frmulas publicitarias y de relaciones

    pblicas.

    De ese acercamiento resulta otro hecho que inspira una

    nueva propuesta: la operacin de mecanismos de autocrtica.

    Si la autocrtica se mira como un mecanismo para conocer

    mejor la realidad, es evidente que coincide con la manera de

    ser de peridicos y periodistas que, por definicin, buscan y

    no le temen a la verdad.

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    TICA Y PERIODISMO / Dr. Rafael Molina Morillo

    La autocrtica conduce a lo tico, que es el resultado de una

    exploracin sobre la naturaleza humana, y esa indagacin,

    nunca termina. Un dilogo tico es el instrumento para esa

    bsqueda que siempre enriquece porque aporta cada vez

    nuevos conocimientos sobre la naturaleza humana y sobre

    la profesin.

    Estas reflexiones finales me permiten llegar a una conclusin,

    que es el punto por donde deb comenzar y es que cuando se

    registra un choque entre la visin tica de un periodista fren-

    te a una sociedad o un medio no tico, el problema no es de

    tica versus no tica, sino de dogmatismos. Dos dogmticos

    enfrentados siempre chocan y generan un incendio que no

    ilumina, pero s quema y destruye. La luz de los valores ticos

    no resulta de los choques, sino de la serena e inteligente

    puesta en comn de pensamientos y experiencias.

    Cuando Aristteles defina la tica como un saber prctico,

    descartaba cualquier predominio de teoras y por supuesto

    el uso de trampas retricas y verbales, y reafirmaba su fe en

    el poder persuasor de los hechos. Es el examen de los hechos,

    es la sabidura que dejan como remanente las experiencias

    vividas, es la lectura de los propios errores que, como las

    cicatrices en el cuerpo del guerrero, se pueden deletrear

    como huellas y conocimientos que dej la vida. Son esos los

    caminos por donde se llega a la percepcin de lo tico.

    Coinciden la retrica y la expresin de los mejores en afirmar

    que esta, la del periodismo, es la ms bella de las profesio-

    nes; tambin tendremos que concluir que es la ms bella por-

    que es la ms exigente y porque en ella no hay cabida para

    la mediocridad, ni para la resignacin, ni para la vulgaridad.

    Por el contrario, es el campo propicio para las utopas y los

    idealismos de esa porcin de la humanidad que vive conven-

    cida de que con la palabra sana, honesta y sincera, se puede

    construir un mundo mejor.

    Muchas Gracias!

    Conferencia Magistral:

    tica y Periodismo

    Dr. Rafael Molina Morillo

    29 de octubre, 2009, Santo Domingo, Repblica

    Dominicana.

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    TICA Y PERIODISMO / Dr. Rafael Molina Morillo

    BIOGRAFIADr. Rafael Molina Morillo

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    TICA Y PERIODISMO / Dr. Rafael Molina Morillo

    Abogado, periodista y diplomtico. Naci en La Vega el 31 de

    marzo de 1930. Hijo de Domingo A. Molina e celas Morillo,

    su esposa Francia Espaillat con quien ha procreado cuatro

    hijos: Jos Antonio, Amelia, Mara Alicia y Silvia Mara.

    Director del diario gratuito El Da; director de la Revista

    Ahora (segunda etapa) desde mayo del ao 2000 hasta la

    fecha de su cierre (2004); productor del programa radial de

    comentarios Los Buenos Das de Molina Morillo, por Zol

    FM; presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa

    (SIP); primer vicepresidente de la Sociedad Interamericana

    de Prensa (2005-2006); fue presidente de la Comisin

    de Libertad de Prensa durante cinco aos (1999 a 2004).

    Fundador y primer presidente del Centro para la Libertad de

    Expresin en la Repblica Dominicana (2004). Miembro del

    Comit Ejecutivo de la SIP. Ex-vicepresidente del Instituto de

    Prensa de la SIP (1998). Ex director del peridico Listn Diario

    (1997 hasta el ao 2000 por renuncia), fue subdirector de

    Revistas del Listn Diario y Ultima Hora (Junio 1991-95);

    fundador y conductor del programa de TV Rueda de Prensa

    (hasta 1995). Ex director de la Escuela de Ciencias de la

    Comunicacin en la Universidad Catlica de Santo Domingo

    (UCSD) (1984 al presente); Presidente del Consejo Nacional

    del Premio APEC al periodismo Jos Ramn Lpez (1986-

    88, 88-90, 90-92); Miembro del Consejo Nacional del Premio

    APEC al magisterio Federico Henrquez y Carvajal (1988-90,

    90-92); Miembro de la International Association of Political

    Consultants, con sede en NY (1985 al presente), comentarista

    de actualidad en el programa radial Matutino 103, de

    Radio Mil (1989-1992), fue productor de los programas de

    TV Testimonio y Domingo de Noche, por Teleantillas, y

    participante en Entrega Especial, por el mismo canal (1990-

    92). Fue vicepresidente del movimiento poltico Frente

    Democrtico de la Convergencia (1989). Presidente de la

    Asociacin Dominicana de Periodistas y Escritores (ADPE)

    desde 1985-86; miembro fundador y directivo de la fundacin

    de la Orquesta Sinfnica Nacional (1984-87). Fue embajador

    de la Repblica Dominicana en los EUA y Canad (1980-82)

    y embajador jefe de la Misin Permanente de la RD ante la

    ONU, en NY (1979-80).

    Anteriormente fue secretario de la Embajada Dominicana

    en Mxico (1956-57). Cnsul General de R.D. en Panam

    (1957-58) y consejero de la Embajada de RD en Mxico

    (1958-59). Se inici en el periodismo como reportero de El

    Caribe (1948-53) hasta llegar al cargo de director ejecutivo

    del mismo diario (1954-56). En 1961 fund la revista Ahora,

    la cual dirigi hasta 1979, cuando vendi las acciones de

    dicha empresa. Fund en 1966 el diario El Nacional, cuya

    direccin asumi posteriormente ejercindola tambin

    Dr. Rafael Molina MorilloDoctor Honoris Causa en Ciencias de la Comunicacin Social

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    TICA Y PERIODISMO / Dr. Rafael Molina Morillo

    hasta 1979. Miembro de la Cmara Americana de Comercio,

    de la Universidad Accin Pro Educacin y Cultura (APEC),

    de la Sociedad Dominicana de Biblifilos. Fue director de la

    Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) de 1967 a 1979.

    Ha publicado los libros La Prensa y la Ley en SD; Gloria

    y Repudio, Biografa de Pedro Santana y Personalidades

    Dominicanas 1992-1993. De 1948 al presente ha publicado

    artculos de inters general en la prensa nacional. Ha sido

    galardonado por su dedicacin y su quehacer en todos los

    campos de la comunicacin.

    Fuente externa: Peridico El Da

    Fotografa: Peridico El Da