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Revista Ecuménica , Teología, Feminista, Inclusión, Contingente, Mirada, Crítica

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Editorial

Un aporte cristiano Pág 01PuEblos indígEnas

Los desafíos pendientes frente a las demandas históricas... Pág 02 Paulina Acevedo

una lEctura dEl País Tiempos de afirmar el tranco Pág 05 Manuel Hidalgo

EcumEnismo

Felipe Adolf, Presidente de CLAI: “Latinoamérica clama por iglesias que trabajen... Pág 08 Paulina Vera

dEbatE cultural y FE cristiana Marxismo, Psicoanálisis y Cristianismo Pág 13 Manuel Ossa

8 dE marzo Mujeres, sobras… vida… Pág 21 Pastora Izani Bruch

Mujeres y judaísmo: tras las huellas de Bruria y las Claras Pág 24 Maxine Lowy

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Editorial

El cambio de página electoral es esperanzador para algunos, decepcionante para otros. Hay razones de

peso para ambos estados de ánimo. Pero ni la esperanza ni la decepción pueden configurar una hoja de ruta para nadie. Tampoco la rutina diaria y su necesario conformismo. Así lo sienten quienes salieron a la calle para la “marcha de todas las marchas”. Su abigarrada, multicolor y pacífica convocatoria fue un signo prometedor. Representó a muchos de los que sentimos que no basta ya con promesas que vienen de arriba, - de los supuestos “donantes”-, porque pocos están ya para seguir recibiendo “bonos”, sino más bien para labrarnos nuestro común destino, mancomunadamente, de la mano con todos.El común y lo común, lo que es de todos y de lo que nadie puede adueñarse, es hoy uno de los signos de los tiempos. Como cristianos, nuestro aporte consiste en reconocerlo y señalarlo. Ya lo dijo Jesús. Por decirlo y llevarlo a la práctica lo mataron quienes no tienen otro criterio que su interés particular. Lo común es el agua y el aire, son las plantas y el ambiente, es la educación y la salud, son los caminos y las noticias. Nadie puede adueñarse de un patrimonio por el que nos paseemos tomados de la mano, gozando de lo que es de todos sin ser de nadie en exclusiva. Tomados de la mano... Pero ¿cómo hacerlo, si no nos confiamos los unos en los otros? Los cristianos podemos aportarnos algo, mutuamente, y aportarles a otros, en esta sociedad de desconfiados: la certeza de que en nosotros está la comunidad que ha de venir, la de quienes nos tratemos como iguales sin hacernos zancadillas ni sacar provecho de lo que es común y de todos.En nosotros está la locura e insensatez de la cruz resucitada. Pues la vida en común de quienes le siguen “resucita” a Jesús de entre los muertos de todos los

tiempos. Este es el símbolo que nos hace vivir al apostar por una vida compartida, como la de Jesús. Nos hace vivir, si inspira de veras nuestra vida cotidiana. En nosotros está. Si no, somos “miserables”. Lo dijo San Pablo (1 Cor. 15,19). Y no nos queda otra que comportarnos como tales, según lo agregó en estos días, pero sin la alusión de Pablo, un influyente consultor, cohonestando así sus propias prácticas: “Tenemos que resignarnos a nuestra condición de seres miserables… Yo actúo y vivo en ese mundo” (Ver recuadro). Pues es en la vida diaria donde se realiza la verdad del símbolo del pan de la cena, en el que se vio Jesús, dado y para todos, como había sido su vida. Esa verdad se realiza en el quehacer común que nos devuelva a todos, mediante la organización y la acción política, los bienes que son de todos: el agua limpia, el aire puro, las escuelas, los hospitales y centros de salud comunitaria, el amor de quienes se quieren.PP

Un aporte cristiano

Eugenio Tironi dejó clara su postura en una declaración entregada al documental Un Mundo Miserable, del periodista Dauno Tótoro. “Uno no transgrediría ninguna ética en un mundo feliz donde toda la gente es santa, y donde el pecado original, y todo tipo de pecado, no existe, y todos nos moviéramos por valores y no por intereses. Pero ese mundo, lamentablemente, no existe. Y no existe ni en la derecha ni en la izquierda, ni en los empresarios ni en los trabajadores. Ni en los sindicatos ni en la iglesia. Tenemos que resignarnos a nuestra condición de seres miserables… Yo actúo y vivo en ese mundo”.

El Mostrador, 13 de marzo 2014

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2 Pueblos Indígenas

Recientemente el designado Intendente de la Región de la Araucanía, Francisco Huenchumilla, pidió

perdón al pueblo mapuche “por el despojo que el Estado hizo de sus tierras y sus bienes”, así como también “a los colonos y sus descendientes”, quienes a su juicio han sufrido las consecuencias de haberlos traído a un “lugar inadecuado en un momento inoportuno”.Este reconocimiento, por una parte, del proceso usurpatorio mediante el cual es Estado chileno se impuso en los territorios que ancestralmente han habitado los pueblos indígenas, y por la otra, de “la raíz (histórica) de nuestros males presentes”, en alusión a los problemas de convivencia interétnica que hoy se verifican en esa región y que algunos de forma inapropiada denominan conflicto mapuche, como si éstos fueran el origen del problema, constituye sin duda un primer paso –aunque hasta ahora solo sea un gesto individual- hacia lo que debiera ser el espíritu que motive todo diálogo para reparar el daño causado y orientar la política pública en la materia.Y es que la solución definitiva a los conflictos que han marcado la relación entre el Estado y los Pueblos Indígenas a lo largo de dos siglos, y que continúa agudizándose, como lo demuestra la reprimida movilización del pueblo Rapa Nui o la defensa jurídica

Paulina Acevedo

Los desafíos pendientes frente a las demandas históricas de

los pueblos indígenascon que los pueblos del norte procuran evitar el aniquilamiento de sus comunidades y costumbres debido a la escasez hídrica, agudizada por un descontrolado extractivismo minero, únicamente se puede alcanzar si tiene como base la actitud decidida del Estado de asumir su responsabilidad frente a estos abusos y la violencia que ello origina.Lo anterior, como punto de partida del diálogo. Seguido del reconocimiento de la preexistencia de estos pueblos a la conformación del Estado, del cese inmediato de la criminalización de sus demandas y el uso de la violencia policial para combatir su protesta social, que ha alcanzado a mujeres, ancianos y niños con total desproporción. Además de garantizarles a nivel interno los derechos individuales y colectivos que se encuentran consagrados en el derecho internacional de los derechos humanos e indígena, en particular a la autonomía, a la libre determinación, a la consulta previa y a definir sus propias prioridades en materia de desarrollo.Solo así se estará en pie de iniciar la reparación de una deuda histórica que el Estado mantiene olvidada, y que continúa por lo mismo siendo el principal desafío de toda administración, sea cual sea el signo político de quienes la encabecen.

Reconocimiento constitucional

Chile, junto a Costa Rica y Uruguay (donde el genocidio indígena fue prácticamente absoluto), son los únicos países de América Latina que teniendo existencia de pueblos indígenas no les han reconocido en su Constitución Política. Determinándose aquellos que así lo han consagrado como estados multiculturales o plurinacionales, generando de este modo relaciones de mayor simetría de poder al momento parlamentar y definir prioridades.Si bien en nuestro país existen desde hace años esfuerzos legislativos que han procurado buscar este reconocimiento, estos están muy lejos de avanzar en la

Francisco Huenchumilla

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Pueblos Indígenas

dirección correcta, por lo que han concitado un rechazo categórico tanto de organizaciones indígenas como de la sociedad civil. En ellos se insiste en instaurar la noción de que “Chile es una Nación única e indivisible”, por lo que toda aspiración de autonomía o libre determinación por parte de alguno de estos pueblos atentaría contra las bases de la institucionalidad, que es el capítulo de la Constitución donde se estipularía dicho reconocimiento. Abriendo nuevas puertas a la represión de dichos pueblos.Si bien en su propuesta de gobierno Michelle Bachelet reconoce este punto como “un desafío impostergable”, plantea que ello será en el marco de la discusión por una Nueva Constitución. Planteamiento que minimiza su importancia, al circunscribirlo a una deliberación más amplia; impone ese espacio como mecanismo para su consagración sin hacerse cargo de la obligación de consultar previamente a los pueblos indígenas, como lo establecen tratados internacionales vigentes; y tampoco aclara que más allá de un asunto de voluntad política, este reconocimiento es un compromiso incumplido por el Estado hace más de una década, contraído en el marco del acuerdo de solución amistosa firmado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, ante la denuncia presentada a dicho organismo por el desplazamiento obligado de comunidades y la inundación de un cementerio indígena por la central hidroeléctrica Ralco.

Criminalización y militarización

La improcedente aplicación del poder punitivo y policial del Estado para perseguir las legítimas demandas de los pueblos indígenas, incluido uso de leyes especiales como la ley antiterrorista, fue planteada con preocupación ya en el año 2003 por el Relator Especial de Naciones Unidas sobre derechos de pueblos indígenas, Rodolfo Stavenhagen, tras su visita oficial al país. En dicha oportunidad denunció que esta “criminalización de la protesta social indígena” constituía una violación de derechos humanos y conminó al Estado chileno a modificar su actuar, además discriminatorio.Tras este claro primer pronunciamiento, diversos han sido los órganos de Naciones Unidas que han hecho recomendaciones en el mismo sentido, incluido el Comité de Derechos Humanos de la ONU en el marco de los dos exámenes que Chile ha rendido a la fecha (Examen Periódico Universal, EPU, 2009 y 2014)”; donde dos tercios de las reconvenciones al Estado se relacionan con la situación de los pueblos indígenas, y principalmente el Pueblo Mapuche. También organismos internacionales como Human Rights Watch, la Federación Internacional de Derechos Humanos y Amnistía Internacional se han sumado a estos pronunciamientos de alerta. Mientras que la Corte Interamericana de la OEA está ad portas de entregar su fallo –obligatorio para el Estado- por tres denuncias interpuestas por falta al debido proceso en juicios a personas mapuche.

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No obstante esta condena internacional la situación lejos de resolverse, ha recrudecido. A los brutales allanamientos masivos de fuerzas especiales de Carabineros desde inicios del 2000 en tierras mapuche, han seguido los secuestros, los interrogatorios ilegales, la tortura e incluso el asesinato por parte de agentes del Estado. Siendo lo más grave, que todos estos delitos no han afectado únicamente a adultos, incluidas mujeres y ancianos, sino también a niños, con las consecuencias traumáticas irreversibles que ello representa. Por otra parte, sus territorios han sido objeto de un proceso de “militarización”, instalándose puestos permanentes policiales que buscan intimidar a las comunidades, y que generan mayores grados de violencia.A 10 años de la visita de Stavenhagen, esta agudización del conflicto fue evidenciada por la visita oficial de otro relator especial de la ONU, Ben Emmerson, a cargo de la protección de los derechos humanos en la lucha contra el terrorismo. En su informe, Emmerson sostuvo que “la ley antiterrorista ha sido aplicada de manera desproporcionada y discriminatoria contra el pueblo mapuche”, por lo que llamó a las autoridades a cesar de inmediato su uso. Exhortando además al gobierno a situar la situación mapuche entre las principales prioridades del diálogo político y trazar un Plan Nacional para resolver la demanda territorial de los pueblos indígenas. Pues “en ausencia de una acción rápida y efectiva a nivel nacional, esta situación podría escalar rápidamente y convertirse en disturbios y violencia generalizada”, sentenció el relator. Hechos recientes demuestran que tenía razón, pero sigue pendiente la restitución territorial por parte del Estado.

Consulta de buena fe

El Convenio 169 de la OIT, ratificado y vigente en Chile, consagra el “derecho a la consulta de buena fe” ante medidas susceptibles de afectar a los pueblos indígenas (artículo 6) y a “definir sus propias prioridades en materia de desarrollo (artículo 7). Sin embargo la suscripción de estos estándares internacionales, en el contexto de ausencia de reconocimiento constitucional y de criminalización de sus demandas antes descritos, más allá de importar mayores grados de respeto a los derechos de estos pueblos ha generado un nuevo foco de tensiones. En efecto, si antes se les consideraba el origen de las situaciones de conflicto y violencia que se experimentan, hoy se les acusa además de oponerse el desarrollo del país, al exigir la garantía de estos derechos ante los tribunales de justicia frente a mega proyectos extractivos (mineros, forestales, hidroeléctricos, geotérmicos, y de

piscicultura, entre otros) que proliferan en sus territorios, varios de los cuales han sido detenidos por resoluciones judiciales. Visión que ha sido alimentada a su vez por los medios de comunicación, donde abundan la referencias a una supuesta “judicialización” e “inseguridad para invertir” en Chile, atribuida a estos pueblos.De mantenerse este abordaje erróneo de una situación histórica de usurpación no resuelta, nunca se comenzará a abordar el problema de fondo, que no es otro que la disputa por la tenencia de la tierra y la restitución territorial a sus propietarios ancestrales: los pueblos indígenas.Por lo mismo, las medidas anunciadas por la administración de Bachelet resultan insuficientes. Puesto que la creación de nuevas institucionalidades, sin facultades mayores ni asignación de recursos económicos suficientes para dar respuesta a estas demandas, comprometidas algunas de ellas para los primeros 100 días de gobierno, no hará más que abultar estructuras inoperantes frente a los grandes desafíos que la situación actual requiere de modo urgente.Todos los actores involucrados (Estado, Pueblos Indígenas y ciudadanía en general) debieran ver en el reconocimiento de los daños infringidos, en el rechazo a la violencia, en el respeto a la diferencia y en la valoración de su existencia, así como en las herramientas que ofrecen la democracia y el derecho interno e internacional, una oportunidad inmejorable, y tal vez la única posibilidad, para encontrar una convivencia justa y pacífica. Mediante la implementación de un proceso político de buena fe que permita alcanzar el pleno respeto a los derechos de los pueblos indígenas y de todas las personas, y una sociedad más inclusiva y menos discriminatoria.

Esperamos que así sea.

Pueblos Indígenas

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Una Lectura del País

Con la inauguración de un nuevo período presidencial y el recambio de la mayor parte del parlamento,

se ha instalado un nuevo escenario político formal en Chile. En su segundo mandato, la presidenta Michelle Bachelet, se presenta liderando una coalición en la que la desgastada Concertación por la Democracia se refuerza con la inclusión del Partido Comunista y otras fuerzas menores, para llevar adelante un programa que pretende responder a las mayores demandas instaladas por la movilización popular y ciudadana de los últimos 3 años. Qué ocurrirá realmente, en los próximos meses y años, no dependerá -sin embargo- tanto ni tan sólo de lo que ocurra en ese escenario político institucional. De hecho, no fue la actuación y la iniciativa de las fuerzas y actores que se mueven en ese tinglado, que marcó el dinamismo histórico en Chile desde 2011 en adelante. Fue la emergencia de la movilización popular y ciudadana, en particular del movimiento estudiantil por la educación, la que desde entonces empezó a disputar el contenido de la agenda política y a cuestionar los cimientos de la institucionalidad, política, económica, social y cultural que se ha impuesto en el país, a lo largo de más de 3 décadas. El remezón de una hasta entonces incontrastada hegemonía política e ideológica de los detentores del poder y del dinero, fue lo suficientemente fuerte como para que la mayoría de ellos se plegara a la iniciativa de

Tiempos de afirmar el tranco

Manuel Hidalgo

respaldar un nuevo mandato de Michelle Bachelet, con un programa de reformas delimitadas pero potencialmente capaces de recuperar un debilitado consenso social que

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6 Una Lectura del País

amenaza la gobernabilidad y lo que es más importante, la estabilidad a más largo plazo del sistema de dominación. Y aún cuando no todos los actores ni las fuerzas políticas del nuevo gobierno respondan de igual forma y en igual medida a esta perspectiva del control del poder en Chile, claramente son mayoritarias las que se alinean con ella. Siendo esta la direccionalidad y la maniobra que cabe esperar desde los protagonistas de la escena política formal, la cuestión es qué pasará con quienes desde los pueblos y s e c t o r e s populares y ciudadanos en movimiento han venido gestando la voluntad y la capacidad colectiva de un cambio histórico profundo y real en Chile. En esta perspectiva, cabe entender que estos son tiempos de “afirmar el tranco”, de seguir incidiendo en las conciencias de una mayoría de la población, en contra de las lógicas intrínsecas del modelo político y económico neoliberal y de sus administradores. Debemos tener en cuenta que no basta un extendido malestar subjetivo con el “abuso empresarial”, con la desigualdad, con la percepción de que se crece y se gobierna en función de los intereses de los más ricos. Esto puede durar años, sin convertirse en factor de cambio. Si ese extendido malestar se traduce en resignación, en respuestas individuales o grupusculares, erráticas y dispersas, en conductas pasivas y clientelares, la dinámica de un cambio histórico real en Chile se debilitará y la maniobra de las clases dominantes logrará sus propósitos. Igual resultado se tendrá, si un sector mayoritario de la población le teme a un cambio radical del modelo político y económico y se contenta con las reformas “responsables” que desde el nuevo cuadro político formal se realizarán.Es importante y significativo que en los movimientos estudiantiles, de universitarios y secundarios, se haya mantenido y consolidado la demanda de una educación pública, gratuita y de calidad, del fin al lucro en la educación y del carácter de la educación como bien público. Y que, superando el desafío de la alternancia anual de sus liderazgos, hayan tenido la capacidad de mantener un protagonismo en la escena política nacional, desde la movilización social y también desde la interpelación con propuestas concretas al sistema

político institucional. Ello es reflejo de un proceso de maduración política de los movimientos estudiantiles. Un proceso similar, aunque más complejo y aún con grados de dispersión, se presentan en otros sectores populares y ciudadanos: el pueblo mapuche, los movimientos poblacionales, las comunidades afectadas por el patrón extractivista y los megaproyectos mineros y energéticos; dentro de los que han mostrado mayor continuidad y una

proyección política de su movilización. Pero es importante anotar que en ese proceso, estos movimientos sociales han tenido la capacidad de ir levantando liderazgos y herramientas políticas que podrían confluir en los próximos años para crear una fuerza con capacidad de profundizar en el cambio del escenario histórico y de entrar a disputar espacios para un uso contrahegemónico del estado.Para ello, no sólo es necesario que otros sectores –en particular, los trabajadores y trabajadoras- se sumen al ciclo de movilizaciones que se ha abierto, sino que se profundice en los espacios deliberativos y formativos, que permitan derrotar la cultura del consumismo y de la mercantilización del sentido de la vida. Combatir el endeudamiento crónico y la sumisión a las formas extendidas de superexplotación del trabajo. Recuperar tiempos y espacios para conocernos y reconocernos; para reconstruir nuestras identidades colectivas y empezar a construir y diseñar nuestros proyectos y alternativas. Sólo así será posible derrotar la tentación fácil de la conducta clientelar y asistencialista que se recrea con los “bonos” y las transferencias condicionadas de renta que se han hecho ya clásicas en todos los gobiernos de la región, que cultivan así una adhesión coyuntural. Sólo así es posible que derrotemos la despolitización de amplios sectores y fortalezcamos la autonomía política de los movimientos sociales. Lo hemos dicho ya antes: el factor determinante de la profundidad y perdurabilidad de los cambios políticos es el grado de constitución de los pueblos y movimientos populares en sujetos históricos; esto es en pueblos dotados de una identidad y resueltos a construir un proyecto político capaz de ganar la adhesión mayoritaria de la población Ese protagonismo es indispensable para imponer el cambio de la Constitución a través de una Asamblea

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Pastoral Popular

Una Lectura del País

Constituyente; direccionalidad central a la que todas las vertientes de movilización popular y ciudadana en Chile debieran apuntar, más allá de las demandas y propuestas sectoriales que se vienen levantando. En esa labor deliberativa, pedagógica y de orientación constituyente que es preciso multiplicar por todo el país, irán formándose las capacidades humanas y colectivas necesarias para la plena constitución de un nuevo movimiento popular en Chile; proceso que se ha iniciado, pero que tiene ahora nuevos desafíos por delante para cristalizar como tal. Hay quienes pretenderán abortar y hacer innecesario ese proceso. Y se apurarán para demostrar que la tecnoburocracia política y empresarial ha aprendido la lección y ahora serán capaces de realizar los cambios que la nueva realidad exige. Lo importante es que también, desde los movimientos sociales, tengamos conciencia de que es preciso profundizar nuestro compromiso, redoblar la militancia, extender nuestra convocatoria, acentuar el trabajo desde la base y desplegar nuestras iniciativas en todos los terrenos, desde la asamblea, hasta las acciones directas, en la calle y en la interpelación concreta al sistema político.

Qué profundidad alcancen las reformas y el proceso de cambios en Chile está, pues, en disputa. Y, por primera vez en varias décadas, es posible sostener que ello no dependerá tan sólo de las nuevas autoridades políticas, ni del gran empresariado que tras bambalinas ha ejercido sin contrapeso el control del poder.

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Pastoral Popular

8 Ecumenismo

Felipe Adolf, Presidente de CLAI:

Felipe Adolf, pastor de la Iglesia Evangélica Luterana de Ecuador,

fue elegido Presidente del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) en la Asamblea del organismo realizada

en La Habana en mayo último. De visita recientemente en Chile, conversó con Pastoral Popular sobre su visión de la

situación actual del CLAI y en general de las iglesias en América Latina, así como sobre los problemas más relevantes que

aquejan al continente.

¿Cómo visualiza la situación actual de la iglesias del CLAI, en el contexto y frente a la situación actual

de Latinoamérica?El CLAI es una pluralidad de iglesias de donde emanan diferentes expresiones, las hay pentecostales, metodistas, presbiterianas, luteranas, todas son diferentes. Incluso las iglesias de una misma expresión, depende mucho en qué país están. Lo importante es que la diversidad es un elemento que enriquece a la unidad. Nosotros creemos que en el CLAI la unidad tiene que darse en la diversidad, en la diversidad está la riqueza. Sabemos apreciar que es importante que cada iglesia se exprese en su forma, a su manera y de acuerdo al contexto en el que vive. Las iglesias que conforman el CLAI tienen la intención de estar juntas, para poder apoyarse mutuamente. Creo que el movimiento ecuménico tiene que tratar de socorrer cuando una iglesia no puede hacer algo sola, y que las otras iglesias estén dispuestas a socorrer para poder cumplir el objetivo que es la misión que nos encomienda nuestra fe.

¿Cuáles son los mayores desafíos que enfrentan las iglesias en el continente?

“Latinoamérica clama por iglesias que

trabajen más en lo ético

y no tanto en lo moral”

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Ecumenismo

queremos cambiar, queremos seguir viviendo como si nada raro estuviese ocurriendo, y así no vamos a solucionar el tema. Esto sólo para mencionar dos temas, pero también tenemos que aprender a vivir en unidad. Pertenecemos a una misma familia religiosa, a una misma familia de fe, y ahí incluyo a la Iglesia Católica. Confesamos que pertenecemos a un mismo Dios, que tenemos la misma biblia, pero cada uno vive como si el otro no existiera.

Frente a estos problemas que afectan en la actualidad a América Latina, ¿cuál puede ser el aporte de las iglesias, y especialmente de aquellas pertenecientes al CLAI?Lo que tenemos que hacer es tomar conciencia de las diferentes situaciones que tenemos. No vamos a adelantar mucho si escondemos la cabeza y queremos ignorar la situación que nos aqueja. Una de las cosas que tenemos que hacer es descubrir cuáles son las situaciones que afligen a cada uno de los países, las situaciones que afligen al pueblo y a las iglesias, no para reaccionar y tener acciones aisladas, sino para pensar

Depende de las regiones. Estuve hace un mes en Centroamérica, y el tema ahí es la violencia, lo que ellos llaman las maras. Esto está golpeando duramente a las sociedades de varios países de Centroamérica, y cada vez los jóvenes van ingresando a estos grupos, tipo pandillas, a una menor edad. Nuestros países, en ninguna parte, están librados del tema de la violencia. Creo que el tema de la paz, de una cultura de paz, es un tema que vamos a tener que enfrentar como iglesia, y todavía no sabemos cómo. Otro de los temas que tenemos que enfrentar es el de las emergencias que nos alerta a diario la naturaleza. El cambio climático está afectando cada vez más a nuestros países. Me dicen que acá en Chile hace más o menos cinco años que no llueve en forma normal. Estos fenómenos significan mucho para un país; no sería raro, de ninguna manera deseable, que cuando empiecen las lluvias se produzcan inundaciones. Y tenemos que admitir que no estamos preparados para enfrentar estas emergencias. Creo que las iglesias y la sociedad vamos a tener que tomar muy en serio el hecho que el clima ha cambiado. No queremos tomar nota, no

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globalmente y actuar localmente en unidad. América Latina tiene que salir adelante y no con los países aislados, en un sálvese quien pueda. Debemos pensar en América Latina como la Patria Grande, como dice el Presidente de Uruguay, José Mujica; ese es el gran desafío: pensarnos como una Patria Grande y que cada país vaya encontrando cuales son las situaciones que le afectan, identificar soluciones y actuar globalmente.

Precisamente frente a la presencia de una serie de mandatarios en América Latina, de izquierda o progresistas, que han apostado por una mayor integración en el subcontinente, ¿cuáles son sus expectativas?Son pasos muy importantes que se están dando hacia una mayor integración. Sin embargo, creo que son pasos iniciales, pero evidentemente incompletos. Son más acuerdos de presidentes, de dirigentes, que de pueblos. No nos han preguntado a los pueblos qué es lo que nosotros pensamos. Los presidentes son nuestros portavoces, pero me parece que es necesario y vital una consulta, para que sea algo efectivo, duradero, y no solamente que sea algo hasta que ese mandatario o esa mandataria esté en el poder. Porque después, si cambia la correlación de fuerzas, se acabó la relación. Me parece que la integración latinoamericana tiene que ser la integración de los pueblos y no solamente de los mandatarios y las mandatarias en ejercicio.

Pero, ¿le parece que este tipo de iniciativas tienen un valor positivo?Como iniciativa, sí, por supuesto, pero es incompleta porque es frágil, y lo estamos viendo en estos momentos. Cuando se producen ciertos cambios o ciertas turbulencias en algunos países, todo empieza a tambalear, y depende mucho de la relación que tengan los y las mandatarias para que esto tenga algún significado. Hasta que no participen los pueblos como decisión de los pueblos, vamos a tener siempre un mar de iniciativas importantes, pero incompletas.

¿Cómo ve la situación de Chile en este contexto? ¿Cuáles son a su juicio los grandes desafíos de nuestro país?Hacía mucho tiempo que no venía a Chile y es difícil decir después de dos o tres días acá cuál es la situación. Lo que he percibido, conversando con algunas personas, es que Chile ha hecho avances importantes en cuanto a su dinámica social y política, pero me

dicen que faltan muchas cosas. Lo que me expresan las personas es que el cierto bienestar que se ha dado, ha venido acompañado de mucho individualismo, y de mucha falta de fraternidad y de amabilidad, virtudes que caracterizan tanto a los pueblos latinoamericanos. Que en aras del progreso económico se prescinda del afecto, de la fraternidad entre las personas, creo que son asuntos que hay que tener en cuenta y remediar. Y el otro tema que hemos escuchado es el tema de la educación, que es privada y casi prohibitiva para personas sin recursos, y sería deseable que la educación sea un derecho para todas las personas, sin ningún tipo de limitaciones por su situación social o económica.

Respecto a la comunidad de creyentes latinoamerica-nos, ¿cuál es su visión sobre sus inquietudes y necesi-dades actuales?Creo, sin temor a equivocarme, que las personas exigen una iglesia más cercana. Exigen que los pastores de las iglesias cristianas trabajemos más en lo ético y no tanto en lo moral; lo ético son actitudes de vida, no solamente un “no hagas esto, no hagas lo otro”. Esperan de todos nosotros actitudes humanas, una iglesia que responda a situaciones reales, pero sobre todo que esté abierta

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Ecumenismo

a un diálogo constructivo y creativo. Una iglesia que no discrimine, uno de los tremendos problemas que tenemos es la discriminación; si aceptamos y comprendemos eso, va a ser un enorme avance, que acojamos a todas las personas, a los homosexuales, a todos. Y otro asunto muy importantes es pensar y trabajar pensando en un estado laico. El Estado tiene que ser estado, y la iglesia, aparte. Eso no significa que no haya diálogo entre el Estado y la iglesia, pero lo que no debe hacer un Estado es legislar para las iglesias. La iglesia tiene derecho de dar su voz, pero el Estado tiene la responsabilidad con sus ciudadanos. Creo en un Estado laico en el que no se discrimine a la iglesia, pero que no legisle para las iglesias, sino que legisle para su gente. Es la única manera que vamos a poder actuar con libertad.

El Papa Francisco y la reinvención de la Iglesia Católica

Hace un año fue elegido el primer Papa latinoameri-cano de la historia, con el que usted se reunió recien-temente, ¿cuáles son las expectativas del rol que el Papa Francisco puede tener en el proceso ecuménico de las iglesias?El Papa Francisco dice que en el diálogo religioso, en el diálogo entre las iglesias y comunidades de fe, no tiene que haber entendimiento de mayoría o de minoría, tiene que primar el concepto de fraternidad, un concepto tremendamente importante para el diálogo fraterno entre las iglesias. No vamos a lograr una unidad entre las iglesias si pensamos en el tema de competencias, no vamos a dar pasos significativos. Tenemos que pensar en que pertenecemos a una misma familia, y que nos debemos un diálogo respetuoso y de fraternidad. El Papa Francisco insiste mucho en el diálogo, lo reconoce como el único camino de entendimiento y el único camino que nos puede llevar a la paz. Nos alerta que si dejamos de dialogar, vamos perdiendo posibilidades de entendernos y de ir construyendo pasos hacia la verdadera paz. Esa es una de las cosas que me parece importantes, que personas como él, que tiene responsabilidad sobre 1.200 millones de personas, no pierda la frescura, que no se envanezca con el poder, sino que mantenga una actitud de diálogo, de respeto. El pontífice es una persona que no deja de mirar a los ojos a las personas con las que habla, que escucha con oídos atentos, esas son virtudes fundamentales para ir construyendo caminos

de diálogo y caminos ecuménicos, en definitiva. Entonces tengo muchas esperanzas. No espero que él resuelva todos los problemas, en este caso de la Iglesia Católica, pero que sí vaya sentando hitos y que los que vienen después sigan construyendo sobre eso. Tengo mucha esperanza que el Papa Francisco haga aportes importantes para un mayor entendimiento entre las iglesias y las comunidades de fe del mundo.

Y el hecho de que sea latinoamericano, ¿puede influir en el devenir de las iglesias en el continente?No creo que tenga que ver que sea latinoamericano o no, creo que es un privilegio que sea latinoamericano, pero lo importante es su actitud de cambio. Tenemos un montón de religiosos de las diferentes expresiones de fe que son terriblemente antipáticos y soberbios, y no son Papa. Y lo que el Papa dice es que lo que tenemos que desterrar, entre nosotros los religiosos, son esas actitudes de príncipes; el Papa exhorta a sus obispos y cardenales a que no tengan actitudes de príncipes. Incluso dice más: ustedes no tienen que ir al frente de las marchas, tienen que ir atrás, para ir recogiendo a los que se van quedando rezagados en el camino, esa es la función del pastor, el pastor es el que está atento a sus ovejas, personas en este caso, que se van quedando aisladas. Creo que esa actitud va cambiando, por lo menos diciéndole donde está el lugar de cada uno. La otra característica es su sencillez, su pectoral no es de oro, es una cruz sencilla, de plata, su anillo no es un anillo enorme de oro, es un anillo sencillo, su vestimenta es una vestimenta normal; cualquier obispo de pueblo se viste con más pompa y elegancia que el mismo Papa. Ese tipo de actitudes evidentemente que impactan. Pienso que la Iglesia Católica tiene una enorme capacidad de reinventarse, y creo que con el Papa Francisco lo está haciendo,