Un Psicoanalista en El Diván - Nasio - 2002

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Buenos Aires • Barcelona o México PAIDÓS ~II~ I .11 : ~ Un psicoanalista en el diván J.-D. Nasio

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Juan David Nasio

Transcript of Un Psicoanalista en El Diván - Nasio - 2002

Buenos Aires • Barcelona o México

PAIDÓS~II~

I.11:~

Un psicoanalistaen el diván

J.-D. Nasio

ISBN 978-950-12-2684-3

Impreso en Primera Clase,California 1231, Ciudad de Buenos Aires, en septiembre de 2008Tirada: 1500 ejemplares

Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© de todas las ediciones en castellano,Editorial Paidós SAICF,Defensa 599, Buenos Aires - Argentinae-rnail: dífusionfcareapaídos.com.arwww.paidnsargentina.ccm.ar

Reservados todon105derechos. Qued" rigurosamunte prohiblda.ain 1:1autcrteacíén escrita de lea titularesdel cnpyright. bojo lna sanciones cstoblecidcs en las 'leyes, la reproducción pardo1 o total de esta obra porecníquíer medio o prcccdímíento, incluidas In reprogrnfla y el trntamlcnto inrorm.ilico.

J.~D.N.1· edición,20014· reimpresión, 2008

1. Titulo 1. Autoayuda

Nasio, Juan DavidUn psicoanalista en el diván. -1" ed. 4" relmp. -

BuenosAires: Paidós, 200B.160 p. ; 22:<16cm- (ülvuígactón- Autoayuda)

158.1NAS

Cubierta: Gustavo Macrl

Este libro es la transcripción ampliamente desa­rrollada de una serie de entrevistas con el licenciadoJavier Díaz. Quise conservar el estilo oral de estosintercambios muy animados que fueron difundidospor el canal Argentina Televisara Color,con el título"Elpsicoanálisis y la vida",

ISBN 97&950·12·2684·3

AgradecimientoToda mujer es virgen

La fuerza de la feEl amor en la pareja

Freud más actual que nunca

**El hombre impotente, la mujer abandonada '"

El inconsciente de Adrián*

'"La soledad del homosexual

Florencia, el perrito humillado*'"¿Cómo elegir su 'psi"?

¿Cómo hablar auténticamente con su hijo?'"

*

Apertura

La verdadera amistadMario, mi miedo de descubrir la locura

El odio como ejercicio de todos los días

'"

*

Apertura

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J.-D. N.: -Nací en Rosario y viví allí hasta quemi familia se trasladó a BuenosAires, cuandoyo te­nía 10 años. Mi padre era médico, un gastroente­rólogo reconocido que se dedicaba por igual a lainvestigacióncientíficaya la escritura deobras tan­to médicas comoliterarias. Era un humanista y unclínicoapasionado por el trabajo con sus pacientes.Con respecto a esto, quisiera contarle un recuerdode infancia muy significativo.Cuando tenía apenas12 años,mipadre tomó la costumbre de llevarme alhospital para "asistirlo" en sus consultas. Meponíaun delantal blancoy me quedaba alIado delpacien­te durante ese examen terrible y desagradable quees la esofagoscopía.Soportar la introducción en elesófagode un grueso tubo metálico de veinte centí­metros de largo es, sin ninguna duda, una experien­cia horrible. Recuerdo que mi padre, antes decomenzarla intervencióny para distender el ambien­te, le decíaalenfermo:"Señor,le presento a mi hijo,Juan David, futuro médico,que hoylo acompañará.Ahora, le pido,por favor,que se relaje y respire pro-

P.: -Háblenos sobre usted. ¿Cómo nació su voca­ción depsicoanalista? ¿Y por qué vino a vivir a París?

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P.: -¿Cómo vive usted su doble identidad de ar­gentino y francés? P.: -ypara escuchar a sus pacientes, ¿estan com­

prometido? ¿Cómopráctica el psicoanálisis?

J.-D. N.: -Trato de ser un psicoanalista cercanoa mis pacientes, cercano no sólo en sentido figuradosino también en sentido propio. Si el analizante estáenfrente de mí, me siento habitualmente en el bord~del sillón para hacerme más presente; y cuando e~tarecostado me acerco al diván para concentrar mejormi escucha. No sólo la escucha de sus palabras, sinomás allá la percepción de las tensiones inconscien­tes que Io hacen sufrir. Estar cerca del analizante esestar fuertemente movilizado para entrar en sumundo psíquico y revelar el conflicto que causa ma-lestar.

Contrariamente a la imagen caricaturesca delpsicoanalista mudo, distante y pasivo, encerrado en

J.-D. N.: -Resido en París, escribo y hablo en fran­cés, hasta sueño en francés, pero el ritmo de mis pen­samientos, las entonaciones y las vibraciones de mivoz son profundamente argentinas. Diría que soy ar­gentino por el ritmo, y francés por la mente. Estafusión de dos culturas es una formidable estimu­lación para el pensamiento. Estoy convencido de quela ''bicultura'', y sobre todo el bilingüismo, fueron,para mí, una oportunidad única. Pertenecer a dosculturas me enseñó la agilidad y la maleabilidad enel ejercicio de la escritura. Gracias a la práctica coti­diana de mis dos lenguas, descubrí, a lo largo de losaños, que era posible aliar rigor de razonamiento yclaridad de un estilo fluido y animado.

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P.: -¿En qué es tan diferente el ritmo argentinodel francés?

J.-D. N.: -El ritmo argentino supone una parti­cipación franca y directa del cuer~o. Como m~choslatinos soy muy gestual; hablo mientras cammo yhago i~tervenir mucho mí cuerpo. Me sucede inclu­so de escribir mientras camino. Redacté mi texto"Metáfora y falo" en abril de 1970, mientras recorrí~los jardines del Hospital Sainte-Anne, elmás presti­giosohospital psiquiátrico de Francia. Daba vueltasalrededor de un cantero de flores hasta que las pala­bras me venían. Entonces subía rápido a la bibliote­ca para asentar la frase sobre el papel! de~ceI1:~arápido al jardín en busca de una nueva msprracion.

fundamente". Durante la intubación, me acercabaal paciente y trataba de reconfortarlo. Como ve, yame iniciaba, con absoluta inocencia, en el oficio depsicoanalista que calma la angustia y sostiene al otropor su presencia.

Algunos años más tarde, como había presentidomi padre, comenzaba mis estudios de medicina. Unavez recibido, hice mi especialidad en psiquiatría enel Hospital Evita, en el servicio del profesor MauricioGoldenberg, hasta que decidí venir a Francia, con elobjetivo de profundizar mi conocimiento de la cultu­ra francesa y de estudiar el psicoanálisis lacaniano.Llegué, pues, a París en el año 1969, y me instalédefinitivamente.

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tao Para un terapeuta, trabajar con su inconscientesignifica dejar resonar en él las más ínfimas vibra­ciones del inconsciente del otro. Buscar los conflic­tos inconscientes del analizante me hace pensar enlos buceadores de la película Azul profundo, de LucBesson. En la intensidad de una escucha semejante,yo también tengo la impresión de bucear con apneay de vivir la embriaguez de quien desciende hasta elmás profundo abismo submarino. Intento entonces"cazar" los conflictos escondidos que hacen sufriral paciente para volver de nuevo a la superficie ycomunicarle lo que he percibido de su inconsciente.Ésta es la intervención más decisiva del psicoana­lista, y,hay que decirlo, no se produce en cada sesión.Es un acto mental muy difícil pero indispensable paraaliviar al paciente. Para lograr esta zambullida senecesita una larga formación y una gran disponi­bilidad hacia el otro. Siempre tengo presente unafrase poco conocida de Freud que, a mi entender, re­sume perfectamente nuestro compromiso. Freud es­cribe: "El psicoanalista capta el inconsciente delanalizante con su propio inconsciente". Dicho de otromodo, el psicoanalista presta su inconsciente en tantoárea de proyección sobre la cual se imprimen las imá­genes infantiles y olvidadas del paciente. Es el com­promiso más sutil de un terapeuta que, sin perdersu identidad, utiliza una parte de su yo para captarlos conflictos inconscientes del otro. Así, cuando unanalista escucha, en el momento más extremo de laescucha, se divide entre aquel que se libera y se olvi­da, y aquel que controla la situación y actúa comoprofesional. Hablándole a usted de este modo, sé cuándifícil puede ser para un lector profano imaginar unaexperiencia de clivaje semejante: sentirse ligeramen-

su "neutralidad", concibo la presencia del analistacorno una presencia plena, activa, completamentecentrada en el psiquismo del paciente. Debe ser ungran observador, atento no sólo a las palabras y a lossilencios del analizante, sino también a todas susmanifestaciones corporales. A mi entender, el tera­peuta debe ejercer una escucha dinámica, movidopor la voluntad de alcanzar tres objetivos principa­les: establecer una relación sólida con su paciente-lo que llamamos la "transferencia"-; localizar la cau­sa de su sufrimiento -en general son conflictos quevienen de la infancia-; y, por último, lograr traduciresta causa en palabras expresivas que esclarezcan,conmuevan y alivien al analizante. Es absolutamentenecesario poner en palabras las tensiones inconscien­tes del paciente, ya que la palabra actúa como unaluz que disipa los fantasmas de la sombra. Si estostres objetivos son alcanzados, tenemos muchas posi­bilidades de ver desaparecer duraderamente los sín­tomas que motivaron el pedido de análisis. Paralograr esto, el terapeuta dispone de una teoría rigu­rosa, de una sólida experiencia clínica y, sobre todo,del beneficio que significó para él la travesía de supropio análisis. Así preparado, puede recibir el su­frimiento del paciente sin ser turbado. Desde luego,es sensible al dolor del otro, pero su reacción no es nila compasión ni la obstinación ciega de obtener lacuración.

Pero usted me preguntaba cuál era mi compro­miso como psicoanalista. Cuando un terapeuta es­cucha y se concentra hasta descender en el mundointerior del paciente, compromete su identidad másíntima, a saber, su propio inconsciente. El incons­ciente es el verdadero instrumento del psicoanalís-

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J.-D. N.: -Hay una gran distancia entre los dosmétodos. La escucha del psicoterapeuta es una es­cucha de acontecimientos, mientras que la del psi­coanalista es una escucha de conflictosinconscientessubyacentes a los acontecimientos.La primera con­siste en dar sentido a los hechos importantes yrepetitivos de la vida del paciente, es decir, relacio­narlos entre sí despejando sus rasgos comunes. Lasegunda va más allá, puesto que el psicoanalista in­tenta, comoacabo de mostrarle, descubrir los fan­tasmas infantiles a través de los cuales el pacientereinterpreta su historia y modela su realidad pre­sente. La mayoría de las veces,esos fantasmas con­flictivosse traducen en escenas imaginarias que setrata de revelar al paciente y,si es posible,de hacér­selas revivir hasta desdramatizarlas.

P.: -¿Qué diferencia hace usted entre la técnicaque acaba de describir y la de la psicoterapia?

J.-D. N.: -Para el psicoanálisis, la palabra con­flicto designa siempre una tensión entre dos impul­sos opuestos dirigidos hacia la misma persona, enparticular un pariente cercanoimportante en nues­tra vida. Por ejemplo,amar y odiar a la madre. Des­de luego, esas tendencias que se enfrentan, el amory el odio,raramente son conscientes.Pero seamos ono conscientes, una cosa es segura: cuando un con­flicto se instala duraderamente en nuestro incons­ciente, éste es la causa de numerosos síntomas, detrastornos del carácter y demuchosotros sufrimien­tos.La mayoría de nuestras dificultadesrelacionalesprovienen de conflictosinteriorizados que se reacti­van cuando estamos frente a una persona que re­cuerda al personajeprincipal del conflictoreprimido.Pienso enMarta, queme consulta por su inestabili­dad profesional. Cada vez que se encuentra bajo laautoridad deuna mujermayor,entra invariablemen­te en conflictoconella, corriendoel riesgo de perdersu empleo.En el cursode una sesión se revelóque elodiohacia lajefa "tiránica" no era más que la réplicade una antigua bronca contra su madre todopo­derosa.

Comove, el problema de esos conflictosinfanti­lesquese enquistanennosotroses quefalseannuestrarelación con la realidad hasta hacernos desgracia-

P.: -¿Cuáles son los conflictos inconscientes cap­tados por el analista?

te despersonalizado y,a la vez, más lúcidoque nun­ca. Es una experiencia que hay que vivir para com­prenderla de verdad.

dos. Por muy paradójico que parezca, no es la reali­dad lo que causa el sufrimiento, sino la interpreta­ción errónea que el paciente hace de ella, la idea, elfantasma que se forja a partir de conflictos crónicosque actúan en él sin que lo sepa. Por eso,mi trabajocon esa analizante fue percibir los sentimientos in­conscientes de odio,de amor y de angustia conres­pecto a su madre, debería decir con respecto a laimagen interiorizada de su madre, de la madre talcomoella la vive. Luegollevar a Marta a tomar con­ciencia de que sus dificultades profesionales eranprovocadaspor la proyecciónen la realidad del con­flicto inconsciente con su madre.

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Mario, mi miedode descubrir la locura

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J.-D.N.: -Le responderé simplemente con las pa­labras que un analizante me dirigió un día al finalde una sesión: "En el trabajo que usted hace conmi­go, usted no repara, no reemplaza ni agrega, ustedrefuerza lo existente". En efecto, el principio que meguía constantemente es que el paciente se reconcilieconsigo mismo, que se encuentre en sí mismo, a par­tir de lo que tiene y de lo que es. Si un artista meconsulta y de entrada me hace parte de su temor dever su inspiración y su talento aminorados por lacura, lo tranquilizo enseguida afirmándole que noretiraré ni agregaré nada a lo que él es, sino al con­trario, lo consolidaré.

P.: -Usted dice "modificar la personalidad", pero¿no corremos el riesgo de desestructurar al paciente?

J.-D. N.: -La psicoterapia y el psicoanálisis sona menudo complementarios. La primera es una es­cucha que alivia al paciente y reduce transitoriamen­te sus síntomas. La segunda puede no sólo hacerdesaparecer duraderamente los síntomas, sino tam­bién modificar en profundidad la personalidad delanalizante. Note que las dos técnicas, psicoterapia ypsicoanálisis, se completan cuando, en el progresode una cura analítica, el psicoanalista aplica la pri­mera antes de introducir la segunda.

P: -¿Qué ventajas tiene una técnica respecto dela otra?

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P: -¿Piensa usted que los últimos avancesde lasneurocienciasy de la psicofarmacologíanos permi-

J.-D. N.: -Definir la salud en general y la saludmental en particular es extremadamente difícil.Supregunta suscitó durante muchotiemponumerosaspolémicasy elaboracionesen el senode la Organiza­ciónMundial de la Salud. Por ello no le propondrémás que una respuesta provisoria.

Ami entender, la salud mental es el estado deun sujeto capaz de conocersus límites y de amarlos.Ser psíquicamente sano significavivir relativamen­te feliz consigomismo a pesar de las inevitablespruebas, sorpresas y restricciones que la vida nosimpone.En resumen, el equilibriomental es recono­cible en el placer de actuar en la vida, teniendo lafacultad deconfrontarnos a lo inesperadoy deadap­tarnos a él.

P: -Le pediré ahora que defina la salud mental.¿Cuáles son los criterios que permiten afirmar queuna persona está mentalmente sana?

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coanálisis y de las neurociencias, continuamos igno­rando las verdaderas causas de las enfermedadesmentales. Trabajamos con hipótesis perfectamentefundadas hemos afinado muchísimo la manera decurar a nuestros pacientes, y sobre todo disponemosde múltiples medicamentos eficaces, pero -y esto estotalmente desconocido por el público- todavía nosabemos cómonace y se desarrolla una esquizofrenia,una psicosis maníaco-depresiva o un delirio. Lo digosin ambages: ignoramos cuáles son los pro~es?s gene­radores de la enfermedad mental y, a [ortiori, el me­canismo de acción de nuestros medicamentos.Prescribimos neurolépticos cada vez más activos, ca­paces de reducir un delirio o de liberar ~ esquizo­frénico de una alucinación insoportable, y SIDembargono sabemos por medio de qué encadenamientosneuroquímicos tal molécula llega a hacer desapare­cer tal síntoma. Por otra parte, no olvidemos que enel momento en que le hablo, no existe ningúnpsicotrópico que cure verdader~~nte. ~d?s nues­tros medicamentos tienen una accion paliativa, peronunca una acción curativa. Pueden suprimir el sínto­ma, pero no suprimirán la causa del síntoma.

Este límite de nuestro saber nos vuelve a vecesdesesperadamente impotentes frente a si~uacione.sextremas vividas por los pacientes. He VIstOfami­lias sumergidas durante años en un drama sin sali­da porque su hijo o su hija se había. hundido e~ laesquizofrenia y alternaba entre me~or~ y ~~cruda,errando de hospitalización en hospitalización. Heconocido padres que al principio de la enfermedadluchaban como leones para que su hijo se curase,mientras que años más tarde, agotados, en pleno de-

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J.-D. N.: -¡No vayamos tan rápido! No olvidemosque la investigación actual en el dominio de la saludmental, desgraciadamente, está retrasada en rela­ción con la investigación aplicada a las enfermeda­des orgánicas. Como usted sabe, la psiquiatría y lapsicología son ciencias relativamente jóvenes. La ma­temática se remonta a la Antigüedad griega; la físi­ca ya tiene más de quinientos años de existencia; laquímica apareció en el sigloXVIII; la biología es casiigual de antigua; pero la psiquiatría y la psicolOgíadatan sólo del principio del siglo XIX. Recuerde quela locura no fue siempre sinónimo de enfermedadmental. Recién en el Renacimiento los locos dejaronde ser poseídos por el demonio para convertirse enenfermos dignos de cuidados, y el exorcismo cedió elpaso al tratamiento médico, aunque fuese el másprimario. El Renacimiento fue la época de los curan­deros, algunos de ellos practicaban esa singular es­tafa llamada la "piedra de cabeza". Pienso en uncélebre grabado flamenco en el que se puede ver enpráctica al charlatán que, después de haber cortadoel pelo de un demente y sajado la piel de su cráneoextirpa triunfalmente una piedra ensangrentada;se la muestra; piedra que desde luego había disimu­lado en su bolsillo. En el Museo del Prado existe otrocuadro igualmente notable, que representa una es­cena parecida titulada Extracción de lapiedra de lo­cura de Hieronymus Bosch.

[No,no somos ni omniscientes ni infalibles! Nues­~roactual conocimientode la vida psíquica es aún muymcompleto. A pesar de los aportes decisivos del psi-

ten esperar una victoria decisiva en la lucha contrala enfermedad mental?

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J.-D. N.: -A modo de respuesta, le voy a contaruna reciente experiencia clínica. Hace poco tiempo,he recibido a Mario, un muchacho de 17 años acom­pañado por sus padres. Como es mi costumbre, lespido a los padres que se queden en la sala de esperamientras converso primero a solas con su hijo. Este,alumno del último año, me explica que no quiere irmás al liceo a causa de la angustia que lo paraliza. Amenudo, llegando a la puerta del colegio, siente queva a desvanecerse, se asusta y se aleja lomás rápidoposible del lugar.

Mario es un muchacho atlético, le encanta el te­nis, y es particularmente comunicativo. Cierta dul­zura y un gran sufrimiento se transparentan en surostro, y despiertan inmediatamente la simpatía ylas ganas de ayudarlo.

Con este caso, quisiera hacerle comprender, li­cenciado Javier Díaz, cuán perplejo me siento frente

P.: -Pero, en tanto psicoanalista, ¿cómo abordala enfermedad mental?

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sasosiego, me confesaban su deseo patético de quesu hijo se suicidara para liberarse de la locura quetambién los amenazaba.

Sin embargo, debo precisarle que actualmente,fuera de los casos extremos, llegamos, gracias a lapuesta en práctica de estrategias terapéuticaspolivalentes, a reducir el número de recaídas, a acor­tar la duración de la estadía hospitalaria, favorecien­do una rehabilitación que permite a los pacientesmás autonomía y mejor integración en el espaciosocial.

a un paciente como Mario, porque temo descubriruna ruptura irreparable. Frente a ese muchacho demirada conmovedora, me sentí preso del temorsecreto de constatar que encierra en él el monstruode la locura. Es necesario que durante la primeracita yo sepa si su ser íntimo fue quebrado o quedóintacto. Para mí, psicoanalista, los enfermos menta­les se dividen esquemáticamente en dos grandes ca­tegorías. Los que sufren porque un mecanismointerno se rompió -pienso en los psicóticos-; conLacan llamamos forclusión al mecanismo de esa rup­tura. Y aquellos que sufren, si bien nada esencialfue alterado -pienso en los neuróticos-; el mecanismointerno aquí es la represión. Por eso, en presencia deMario, me siento profundamente turbado por la ideade detectar, detrás de los síntomas de fobia escolar,una psicosis larvada. Siento la misma desazón queel oncólogoescrupuloso que, examinando con cuida­do a su paciente, busca el cáncer esperando no en­contrarlo nunca. Ésta es exactamente la actitud queadopto, movilizo todo mi saber de psicoanalista paradesenmascarar una falla que quisiera con todas misfuerzas no ver aparecer: la fractura psíquica. Descu­brir en ese joven tal fractura, es decir, descubrir quesufre de una esquizofrenia incipiente, significa paraél y los suyos el inicio de un drama que va a durartal vez toda una vida, una vida de mártir. Debo de­cirle que con Mario quedé aliviado porque se confir­mó que sufría de una fobia grave, pero no de unapsicosis irreversible.

Ahora, si usted me pregunta: "Pero, ¿cómo supoque se trataba de una neurosis fóbica y no de unapsicosis latente?", diría que lo supe escuchando lasrespuestas de Mario a las preguntas simples pero

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efecto, la participación de los padres es indispensa­ble para el tratamiento de los pacientes pSlCOtICOSjóvenes. .

Hasta acá le he dado una idea aproximada de nnactitud clínica para revelar una psicosis. Se~:un.en­te puede imaginar que, en la realidad ~e rm practIc~,sólo establezco un diagnóstico tan delicado despuesde varias sesiones. .

Usted me preguntó por el papel que ocupa el PSI-coanálisis en el tratamiento de los sufrimientos psí­quicos. Para responder a esta pregunta distinguimosdos categorías de enfermedades mentales: una e~ laque el aparato psíquico fue preservado (neuros.ls),otra en la que fue profundamente altera~o (pSIC?­sis). El psicoanálisis es sin ~uda el t~at~mlento ~aseficaz cuando el funcionannento pSlqWCOquedo In­tacto, pero cuando el alma ha sido quebrada, la curaanalítica ya no es suficiente, hay que completarlacon un tratamiento de medicamentos. Es así com.ola acción combinada del psicoanálisis y de la medí­cación se impone como la mejor estrategia terapéu­tica para esos pacientes jóvenes o adult?s q,:e,desgraciadamente, sufrieron una fractu:a interiorque es también la fractura de toda una VIda.

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precisas que yo le había hecho. Le pregunté, por ejem­plo: "Cuando estudiás, ¿podés concentrarte?", Y élafirmó: "Sí, no tengo problema, pero a veces me atas­co". Entonces insistí: "Pero las veces que no avanzaso que tenés que hacer un gran esfuerzo para com­prender lo que leés, ¿sentís un dolor en la cabeza?,¿te duele la nuca o la parte alta de la espalda?". yahí él dijo: "No, no". Al escuchar esta desmentida ,estuve tranquilo. Si, por el contrario, Mario me hu-biese respondido que efectivamente debía esforzarsepara concentrarse y que entonces le dolía la cabezaindicándome el lugar de su dolor, y bueno, si esemuchacho me hubiera hablado así de su sufrimientohubiera sido para mí la primera sospecha de unapsicosis incipiente. ¿Por qué? Porque un signo típicode la formación de una esquizofrenia es el dolorhipocondríaco, es decir, un dolor alucinado que eljoven paciente localiza frecuentemente en la nuca oen lo alto de la espalda.

Para alejar mis últimas dudas, le pregunté:"Cuando te mirás al espejo, tenés a veces la impre­sión de que tu cuerpo se modificó, que tu cara no esmás la tuya o que tu nariz se deformó?". A lo cualrespondió "No, no". "¿Ytus manos? ¿Teocurre sentirque tus manos cambiaron?", agregué. "No", me vol­vió a responder. Si, por el contrario, él me hubieradicho "Sí, a veces me miro la mano y la siento dife­rente, como extraña a mí", eso hubiera sido un sín­toma de despersonalización, primer paso hacia undiagnóstico de esquizofrenia embrionaria.

Si Mario hubiera respondido de esta manera, yohabría debido dirigirme a sus padres y decirles coninfinito tacto cuánto me haría falta toda su colabo­ración para llevar adelante la cura de su hijo. En

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¿Cómo elegir su ''psi''?.~

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J.-D. N.: -En efecto, para el profano, la distin­ción entre esos tres especialistas no siempre es cla­ra. Le diré que el psicólogo es una persona que haterminado sus estudios universitarios y obtenidosu diploma de psicología. Puede ejercer en muchossectores, como el medio escolar, la empresa, el hos­pital psiquiátrico, el hospital general, la materni­dad, la guardería infantil, etcétera. Puede tambiénrecibir pacientes en un marco liberal siguiendo di­ferentes métodos terapéuticos, entre ellos el psicoa­nálisis.

El psiquiatra es un médico que cura enfermosmentales, ya sea en un marco institucional, ya seaen un consultorio privado. Puede prescribir medica­mentos o aplicar, él también, diferentes métodos,entre ellos el psicoanálisis.

Agrego que otras personas que hayan seguido ini­cialmente diversas formaciones universitarias -cien­tífica, jurídica, filosófica u otras- pueden dedicarseal psicoanálisis y conducir curas analíticas.

P.: -El público confunde a menudo entre los dife­rentes (psi", ¿cómo distinguir un psicólogo, un PSl­quiatra y un psicoanalista?

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IilI)34

P.: -Usted recuerda la difusión indiscutible delpsicoanálisis a lo largo de todo el siglo XX, pero ¿quéhay de sus límites?

rapéutica por sus efectos espectaculares sobre el su­frimiento. Tengo la satisfacción, al igual que nume­rosos colegas, de haber tratado una gran cantidad depacientes cuyos síntomas, a veces graves, se esfuma­ron definitivamente. ¡Cuántas cartas he recibido deantiguos analizantes anunciándome un matrimo­nio que parecía imposible, el nacimiento del hijotanto tiempo esperado, y tantos otros testimoniosde los beneficios de la cura analítica! Indiscutible­mente, el psicoanálisis es un medio formidable deapaciguar el sufrimiento, pero como toda terapéuti­ca tiene sus límites que son inherentes a sus modosde acción.

¿Qué límites? Sistemáticamente, se hacen al psi­coanálisis tres grandes reproches: "Es un tratamientolargo, caro y doloroso". En efecto, una cura analíticapuede durar varios años, pero eso depende de los tera­peutas y de los analizantes. Yomismo practico curasde adultos relativamente cortas, que pueden durarentre dosy cuatro años. Cuando lospacientes consultanpor sus problemas de pareja, fijo por adelantado uncalendario de consultas repartidas en un período deseis meses. Si se trata de un niño, prefiero reducir almáximo la cantidad de sesiones y evitar así que elpequeño paciente se instale en una dependenciapsicoanalítica que vendría a sustituir la necesaria de­pendencia familiar. La cura de un niño -cuando es in­dispensable- dura, en promedio, entre seis meses y dosaños, según la gravedad de los síntomas.

El segundo reproche es sobre el costo de un aná­lisis. En este aspecto, naturalmente reconozco queemprender un análisis representa una inversión fi­nanciera importante. Aunque numerosos colegaspractican honorarios moderados, el presupuesto con-

J.-D. N.: -Freud definía el psicoanálisis como unproceso de investigación del funcionamiento psíqui­co, un método terapéutico y la teoría que resulta. Deestas tres facetas, retendré, sobre todo, la acción te-

Pero, ya sean psicólogos, psiquiatras u otros pro­fesionales provenientes de diversos horizontes, sólopueden practicar psicoanálisis con la estricta condi­ción de haber llevado a término un análisis personal,haber estudiado ampliamente los textos fundadoresdel psicoanálisis y haber referido su práctica a unsupervisor que garantice la seriedad y la calidad deltrabajo clínico. En resumen, el psicoanálisis es unapráctica terapéutica que puede ser ejercida por unpsicólogo, un psiquiatra o cualquier otro facultativoque cumpla estas tres condiciones.

Comove, el psicoanálisis no es una disciplina mé­dica, aunque el psicoanalista sea un clínico que debesaber localizar los síntomas de sus pacientes, sin ol­vidar nunca que el cuerpo es un lugar de resonanciadel inconsciente. El psicoanálisis está constantemen­te atravesado por múltiples corrientes culturales ysociales, e inversamente no deja desde hace cien añosde influir en los diversos dominios del arte, la litera­tura, la filosofía y aun las neurociencias. Tambiénmarcó definitivamente los campos de la educación yla salud, y participa activamente en la humanizacióndel hospital por el reconocimiento del enfermo entanto persona digna de respeto.

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J.-D. N.: -Es una pregunta que me han hechomuy seguido: "¿Qué consejos daría para encontrar

P.: -Usted habla de psicoanálisis y de psicoana­listas, pero frente a la diversidad de técnicas y deescuelas surge una pregunta: ¿cómo elegir el psicoa­nalista que conviene? ¿Qué criterios adoptar?

al psicoanalista 'ideal'?". Cuando sabemos que losmo­tivos de consulta conciernen a los fundamentos másprofundos de un ser, sin ninguna duda hay que otor­gar a la elección del psicoanalista la mayor importan­cia y prestarle toda la atención necesaria. Entonces,¿cómo proceder para elegir el psicoanalista que másnos conviene?

Comencemos por decir lo que no hay que hacer, asaber: orientar su elección refiriéndose a las escuelaso a las diversas corrientes psicoanalíticas. En todaslas escuelas existen buenos y malos terapeutas. Pue­do ser muy crítico respecto de una corriente y, no obs­tante, reconocer la presencia de clínicos de valor. Ami entender, la calidad de la persona del terapeuta esmil veces más importante que la escuela a la que per­tenece.

Más allá de esta reserva, ¿cuál es entonces elmejorcriterio para elegir un psicoanalista? Diré que el ca­mino a seguir es simplemente ir y consultar al analistaque se les indicó y -algo de capital importancia- eva­luar los efectos sobre sí mismo del primer encuentro.Quizá sea necesario ver dos o tres analistas, pero nomás; ¡hay que evitar hacer como algunos que cons~­tan hasta ocho facultativos antes de tomar una deci­sión! Es muy perjudicial, puesto que al tercer o cuartointento el paciente se acostumbra al relato de su his­toria, se vuelve insensible a ella y pierde la apuestaesencial de la entrevista inicial: la espontaneidad, amenudo mezclada con la angustia que toda experien­cia nueva suscita.

El mejor criterio de elección es, pues, la impre­sión que me queda, a mí, futuro paciente, al salir demi primera visita a un psicoanalista. Es necesario

sagrado a una cura de dos sesiones semanales es aveces considerable. Pero tal gasto pesa poco en labalanza si lo relacionamos con lo que está en juego,aquello por lo cual emprendemos un análisis: con­ductas de fracaso, trastornos sexuales, crisis de pa­reja, relaciones dramáticas con un hijo, soledad,etcétera. Hay que comprender que el análisis con­cierne a veces a cuestiones de vida o muerte, y queel resultado de una cura es crucial para el paciente.

Finalmente, el último reproche concierne al ca­rácter doloroso del tratamiento. Sin ninguna dudael analizante atraviesa momentos penosos y de granemoción. A veces el paciente se va de nuestro consul­torio conmovido y necesita tiempo para recuperar­se. Hay que saber que el método psicoanalíticofavorece la reviviscencia de recuerdos a veces dolo­rosos, único medio de deshacerse de los síntomas queobstaculizan la existencia. Indiscutiblemente, la curaanalítica tiene fases delicadas, pero, usted lo imagi­na bien, nadie soportaría un análisis en el que todaslas sesiones fueran penosas. Hay que decir que tam­bién compartimos con el paciente muchos momen­tos felices, en los cuales siente placer en reconstruirsu historia, en medir los progresos realizados y enproyectarse en el futuro.

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J.-D. N.: -El tema que usted plantea, el de la"analizabilidad", fue objeto de numerosos debatesen el seno de la comunidad analítica. Ahora le dirélo esencial de mi posición. Ante todo, sepa que elpsicoanálisis no es un método aplicable a todos; di­cho de otro modo, no todo el mundo es analizable.¿Cuáles son entonces las condiciones de la analiza­bilidad? Quiero decir, ¿cuál es el perfil del paciente

P.: -¿Pero el psicoanálisis es un método válidopara todos? ¿Quién es analizable y quién no lo es? ¿Ypor qué?

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J.-D. N.: -Es primordial. Le doymucha impor­tancia a la estética del lugar en el que recibo a lospacientes. Usted vioel estilo demi consultorioycons­tató que esmuy coloridoy luminoso,puesto que quie­ro que ese espacio sea animado y cálido.Es así comome gusta. Hay colegas que, por el contrario, prefie­ren la austeridad de un escritorio sombrío, empape­lado de colores oscuros y lleno de libros. No es miestilo. Puede ser que algunos pacientes, después dehaberme consultado, se digan: "No,no, este analistano me conviene.El ambiente tornasolado de su con­sultorio memolesta y no me incita a hablar íntima­mente". Se orientarán entonces hacia otro terapeutaque convendrá mejor a su expectativa.

En suma, elmejor criterio para encontrar su psi­coanalista es, pocodespués de haberlo conocido,ex­perimentar el deseo confiadode renacer.

P.: -Eti esta óptica, ¿qué piensa usted del marcoen el que trabaja el analista?

que me sienta aliviado y confiado, dándome cuentacómo supo encontrar las palabras para decirme conclaridad lo que yo sentía confusamente. Esto es loque determinará la elección del terapeuta: tener laconvicción íntima de que me comprendió y que estálisto para acompañarme; en una palabra, tener elsentimiento de que el analista que acabo de ver yame hizo bien. Así, a la salida de la primera consulta,el paciente se dice a sí mismo: "Yame siento mejor.Este analista me devolvió esperanza y me insufla lafuerza que necesito en este momento". El pacienteno se dice "Es él (o es ella) a quien voy a elegir", sinosimplemente "Tengoganas de volver porque presien­to que es con él (ocon ella) que va a cambiar el cursode mi vida".

Ahora bien, para favorecer ese estado de confian­za, es indispensable que el terapeuta intervenga enlos últimos minutos de la sesión inicial. En ese sen­tido, recomiendo siempre a mis alumnos concluir laprimera entrevista dirigiéndose al paciente paradecirle el sentido profundo de lo que oyeron. Es in­dispensable, antes de terminar la primera sesión,reformular en términos diferentes lo esencial de laqueja que acabamos de escuchar. Luego debemosmostrarle al paciente que su sufrimiento puede serconsiderado desde otro punto de vista, sin omitirdarle nuestra opinión sobre la necesidad o no deemprender una cura. Esta palabra final del analistaes, a mi entender, la mejor manera de recibir al queconsulta y, como lo decimos en nuestra jerga, permi­tir la instalación inmediata de una relación de trans­ferencia fecunda.

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do -promesa que el analista jamás formuló, peroque imagino que es suya- podrá emprenderse lacura.

La última condiciónde la analizabilidad derivanaturalmente de esta espera creyente. Se trata dela angustia. En efecto,incluso si eso le parece curio­so, hace falta que quien consulta tema comprome­terse en el análisis y dude en entregarse al otro. Sí,hace falta el miedo -el miedo de exponerse- paraque la acciónanalítica tenga una oportunidad de sereficaz.

Me explico dándole el ejemplo de una primeracita en la que, justamente, este miedo faltó, Recien­temente, recibí a un hombre de negocios de unoscuarenta años.Vestidomuy elegante, llegóami con­sultorio en un MercedesBenz conducidopor su chó­fer.Yaenla sala deespera,y sin ninguna incomodidad,utilizó ruidosamente su celular.Luego,cuando entróenmi escritorio con un paso seguro, se instaló en elsillónconla soltura un pocoarrogante delquenotemenada. En un tono de igual a igual, comosi tratara unnegocio,ese paciente esperaba demí consejosprácti­cos.Una de las primeras palabras que le dirigí enton­ces tuvo comoobjetivoresituarlo, pidiéndole que nouse su teléfonoen la sala de espera: "Lapróximavez,cuando tenga que esperar, prefiero que se siente ypiense en usted. Cuando atraviese la puerta de en­trada, le pido que sienta este lugar comoel lugar desu tiempo interior, comosi atravesara el umbral node un consultoriosino de un sueño. Comosi soñara.Imagine que es el momento en que se acuesta y lasluces se apagan. Ybueno, es ese instante, ese tiempoínfimodel pasaje de la vigilia al sueño, el que quiero

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susceptible de beneficiarse al máximo con el trata­miento psicoanalítico? Y bueno, para ser analizable,varias condiciones son necesarias. Primero, el hom­bre, la mujer o el niño que consulta debe ser un suje­to que sufre en los límites de lo soportable, y se queja.Segundo, es alguien que se pregunta por qué sufre.Eso parece elemental, pero es decisivo.Ser analiza­ble significa preguntarse: ¿por qué sufro?, ¿por quéestoy mal? Y tratar de darse uno mismo una res­puesta. La tercera condiciónes justamente esa apti­tud para responder al porqué del malestar. Sufrir,preguntarse sobre la causa de su sufrimiento, y tra­tar de responder, he aquí las condicionesindispen­sables para emprender un análisis. Pero otrascondicionesson también necesarias. Hace falta ade­más que el que consulta espere del análisis una sali­da a sus dificultades. Esta espera es fundamental,puesto que es sinónimo de esperanza, y comosabe­mos ésta es una de las fuerzas que animarán la curahasta el apaciguamiento del dolor.Desde un puntode vista teórico, Lacan propuso una fórmula elo­cuente para designar esta confianza ubicada en elanálisis y en el analista: "Sujeto-supuesto-Saber".Expresión que traducimos aquí por: "Analista-su­puesto-Saber", es decir,un analista que creosuficien­temente competente para ayudarme a encontrar lasolucióna mi problema. Es por eso que la espera estambién una creencia: el paciente espera la curaciónde un analista a quien atribuye el poder de condu­cirlohasta allí. Esperar ya es creer.Noespero la sal­vación más que de aquel en quien tengo confianza.Todoestá ahí, en creer que el terapeuta sabrá res­ponder. Sóloa partir de la promesa de que seré cura-

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si elmétodoutilizado se llama psicoterapia opsicoa­nálisis, lo que esperan es no sufrir más. Después dealgunas entrevistas; le toca al psicoanalista adaptarsu técnica a las particularidades de cada paciente.

verlo revivir aquí. También, cuando llegue la próxi­ma vez, instálese tranquilamente en la sala de espe­ra e intente concentrarse en sí mismo". Desde luego,le formulé estas observaciones en un tono para nadareprobador. Sin duda las recibió bien, porque proba­blemente era ese acto de autoridad lo que realmentebuscaba al venir a verme.

Ya comprendió usted que la falta de angustia,quiero decir la actitud desenvuelta de ese pacientelo hace difícilmente analizable. Por eso, le propuseun calendario limitado de sesiones, sin invitarlo arecostarse en el diván. Esperaba que, luego de unosquince encuentros, él me preguntara: "Doctor, ¿porqué nunca me pidió que me recostara en el diván?".En ese momento, le respondería que hay que ser pa­ciente y que la indicación del diván dependería de laevolución de nuestras entrevistas. Ya que pararecostarse es necesaria cierta capacidad de retornosobre sí mismo. Hay que saber entrar en sí mismo ypercibir las pulsaciones de su vida interior. Muchosson los que no saben concentrarse en ellos mismos yque se quedan permanentemente vueltos hacia el ex­terior. Este ejercicio es muy difícil para esos hombresomujeres de acción,mientras que otros pacientes, ma­nifiestamente más angustiados, saben interrogarse.Para estos últimos, el diván sigue siendo el medioterapéutico más eficaz.

A propósito de las personas que ven un analistapor primera vez, quisiera recordar que la mayoríaestá motivada por su malestar y no por el deseo dehacer un análisis. Es un error creer que aquellos queconsultan piden explícitamente hacer un análisis.La mayoría de esos pacientes están ante todo deseo­sos de suprimir su malestar y no les interesa saber

La soledad del homosexual

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J.-D. N.: -Usted sabe, losmotivosde consulta noson tan variados comose cree. En el fondo, se rela­cionan con los principales capítulos de la existencia:la sexualidad en la pareja, los lazos afectivos en elseno de la familia, las relaciones en el trabajo. Perocuando usted me pide ubicar el malestar en generalde este fin de siglo, entonces le respondo que es sinduda alguna la cuestión preocupante de la identi­dad sexual del hombre. Demanera flagrante, el pro­blema mayor, y que amenaza con agravarse, es lapérdida progresiva de parámetros que definan elcarácter masculino del hombre. Es uno de los gran­des sufrimientos que encuentro cotidianamente enmi práctica: muchos hombres consultan actualmen­te por impotencia sexual, eyaculaciónprecozy,másampliamente, por dificultades para encontrar su lu­gar de hombre en la pareja, de padre en la familia ode patrón en la empresa.

P.: -Usted debe recibir gente muy diferente conmotivos de consulta extremamente diversos. A partirde su experiencia, ¿podría decirnos cuáles son losgrandes malestares de los que sufre nuestra socie­dad?

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J.-D. N.: -No, la homosexualidad no es ni unaperversión ni una enfermedad, es una modalidadpropia del amor, una manera particular de amar yde sentirse amado. Comodecía antes, el homosexualviene a consultar porque sufre y sufre de un trastor­no grave, el de la soledad. Hace un tiempo, recibí aRogelio,un hombre joven, muy culto, alto funciona­rio de una gran administración. Me dijo esto: "Doc­tor, soy homosexual. Mis padres lo ignoran, sólomihermana comparte mi secreto. Me siento desgracia­do porque estoy desesperadamente solo. No logrovivir en pareja". Éste es el drama de los homosexua­les de hoy: su soledad afectiva. Aunque muy inte­grado socialmente, el homosexual sigue estando

P.: -¿La homosexualidad ya no es consideradauna enfermedad?

mosexual en heterosexual. Es imposible cambiar unaidentidad sexual afirmada. Ahora bien, hoy en díaun homosexual ya no viene más para "curar su ten­dencia"; viene por otros motivos.

Sabemos cómo supo la comunidad homosexualhacerse reconocer y ocupar un lugar nada despre­ciable en el tejido social, en particular en el momen­to de las campañas de prevención contra el SIDA.En poco tiempo, en veinte años de luchas, el movi­miento homosexual obtuvo derechos que hubieransido inimaginables antes de 1980. Es cierto que lahomofobia aún existe, pero es incomparablementemenos virulenta que hace años. Sin duda, se produ­jo un cambio decisivo de la representación social dela homosexualidad.

Desde la decadencia de la autoridad paterna ini­ciada en los años setenta hasta nuestros días, en losque vemos cuestionada la transmisión automáticadel nombre del padre a sus descendientes, o inclusorecientes procesos biotecnológicos que permiten pro­ducir un ser humano prescindiendo del sexo mascu­lino, el hombre está dolorosamente desestabilizadoen su ser viril. Ya no logra ubicar los límites de suidentidad. Tradicionalmente, en la sociedad patriar­cal, los hombres representaban los valores de auto­ridad y de combatividad, mientras que las mujeresencarnaban el hogar, la disponibilidad de la madrey de la esposa que sostiene y acompaña. Al adquiriruna autonomía profesional y financiera, las mujerestrastornaron radicalmente el esquema y debimos, ydebemos todavía, volver a pensar por completo laorganización social. Sé que en este instante en el queestamos hablando, somos muchos los que constata­mos estas mutaciones, pero ignoramos totalmentesus consecuencias. ¿Qué formas revestirá la relaciónde un hombre y de una mujer en el año 2090, porejemplo? ¡Misterio! Es un enigma fascinante saberqué lazos inéditos inventarán los hombres y las mu­jeres para amarse.

De lo que estamos seguros hoy, y que mi trabajoconfirma, es no solamente de los cambios profundosde la identidad sexual, sino también de la apariciónde nuevos comportamientos sociales con respecto ala sexualidad. Por ejemplo, cuando comencé mi acti­vidad de analista, recibía homosexuales que me pe­dían dejar de serlo. No olvidaréjamás que mi primerapaciente en el diván se sentía culpable por su homo­sexualidad. En aquella época -yo tendría 22 años­ya sabía que era inconcebible transformar a un ho-

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J.-D. N.: -¡No hay homosexualidad en general!Atención, no le hablo más que de la homosexualidadmasculina. El universo de las mujeres homosexua­les es de una naturaleza completamente distinta alde los hombres.

Ahora bien, si nos dedicamos sólo a la homose­xualidad masculina, primero hay que saber que to­dos los hombres sin excepción tienen tendenciashomosexualesy que losjuegoshomosexuales, tan fre-

P.." -¿Podría decirnos brevemente cómo explica elpsicoanálisis la homosexualidad en general?

rotundamente solo.El problema no es tanto afirmarsu identidad sexual comoacceder al amor que cadauno de nosotros necesita. Se sabe que si un homo­sexual quiere satisfacer un deseopuramente sexual,puede hacerlo en todomomento. Basta con frecuen­tar los lugares de encuentros que él conoce-saunas,baños de cafés, ciertos parques ocines-, para encon­trar rápidamente una pareja ocasional y obtener unorgasmomasturbatorio furtivo. Pero el afecto,la ter­nura, unir su vida a la de un compañero que ama,lavarse los dientes en el mismobaño, hacer las com­pras o viajar juntos, en resumen, vivir lo cotidiano,todo eso le falta y lo sufre comouna herida abierta.Este contraste dolorosoentre una actividad sexualexacerbada y la inestabilidad de los sentimientosamorososexplica, sin duda, la precariedad de las pa­rejas de jóvenes homosexuales. Sólolos hombres decierta edad se instalan duraderamente en una vidacomún alimentada de intercambios y de proyectoscompartidos.

cuentes en la pubertad) son perfectamente norma­les. Sólo podemos hablar de homosexualidad cuan­do estas tendencias se fijan duraderamente en unaelecciónsexual exclusiva.

A propósito de esto, le recuerdo que la bisexua­lidad es una disposición constitutiva del ser huma­no, disposición que en psicoanálisis llamamos''hermafrodismo psíquico".Pero cuidémonosde con­fundir esta bisexualidad fundamental conuna prác­tica bisexual. Una cosa es afirmar que cada uno denosotros contiene una parte masculina y una partefemenina; otra, muy diferente, es hacer el amor in­distintamente conuno u otro sexo.Usted sabe, des­demi experiencia clínica,la actividadbisexual nuncaes el reflejo de la bisexualidad psíquica, sino másbien una expresión de la homosexualidad. Llegaréincluso a afirmar que un hombre que tiene relacio­nes sexuales conhombres y mujeres indiferentemen­te es en el fondo de sí mismo homosexual; quierodecir que sus pulsiones más arraigadas sólo se sa­tisfacen verdaderamente en el contacto carnal conun cuerpo viril.

Acabo de declarar que la homosexualidad no esni un vicioni una perversión, y no podríamos califi­carla de enfermedad. Para nosotros, el homosexuales ante todo un ser profundamente narcisista, esdecir, intensamente atado a su cuerpo, a su imagenya su sexo. Pero, atención, no vea en esta ataduraun egoísmo complaciente, por el contrario, el narci­sismodelhomosexuales una tendencia intransigenteque, por su carácter excesivo,hace sufrir mucho.

Entonces, ¿cómoexplicamos la homosexualidadmasculina? Los psicoanalistas consideramos la ho­mosexualidad comouna de las variantes de la iden-

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J.-D. N.: -Justamente, es una escena de seduc­ción,escena en la que figuran su madre -en el papeldeuna mujer seductora- y élmismo,niño, seducido

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P.: -Pero, en esta escena dominada por el perso­naje de la madre, ¿qué hace el niño? ¿Cuál es el fan­tasma del homosexual?

*

por esta mujer. Y entonces, sin darse cuenta, el hom­bre proyectará ese fantasma en la realidad de supareja homosexual. Él tiene el rol de la mujer seduc­tora y atribuye a su compañero el del niño seducido.Esta puesta en acto del fantasma, este pasaje a larealidad de una escena inconsciente, explica por quéalgunos homosexuales buscan a menudo compañe­ros que se parezcan al niño que eran ellos.Así, aman­do a su amigo, el homosexual se ama a símismo comosu madre lo amó. Representa, pues, los dos roles prin­cipales, madre e hijo, de un fantasma que actúa ensu vida.

tidad sexual determinada por un detenimiento deldesarrollo sexual del varón; detenimiento debido aun desborde de ternura y de deseo maternos que su­mergen al niño. Esta presencia exagerada de la ma­dre, a menudo acentuada por una relativa ausenciadel padre, será olvidada por el niño para resurgirmás tarde -y es esto lo que importa- bajo la formade una presencia igualmente desmesurada pero in­teriorizada de la madre. La madre ya no es apre­miante afuera, sino fuertemente actuante adentro,y durante toda la vida. Ahora bien, a esta presenciaintensa e imperiosa de otro que actúa en nosotros,dentro de nosotros, y decide sobre nuestras inclina­ciones y elecciones afectivas, la llamo fantasma.Debería decir "escena fantasmal", ya que ese perso­naje interiorizado del Otro -aquí, la madre- nuncaestá solo, es la figura central de un cuadro psíquicoque reagrupa otros personajes en una situación dada.Lo que resulta extraordinario es que este cuadropsíquico, este fantasma, aunque inconsciente, regu­la la lógica de nuestros comportamientos más coti­dianos. Concibo su asombro: ¡una escena fantasmalde la que no tenemos conciencia es actuada por no­sotros, sin que lo sepamos, en el teatro de la vida enlos momentos clave de nuestra existencia!

El hombre impotente,la mujer abandonada

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J.-D. N.: -El hombre de hoy no sufre del mismomalestar que el homosexual del que hablábamos.Mientras que este último tiene una identidad, ladefiende y sufre por ella, el heterosexual busca unanueva imagen viril. No crea que esta búsqueda tra­duce la voluntad de alcanzar cualquier ideal masculi­no, es una búsqueda bien precisa que puederesumirse en una sola pregunta. Una pregunta queme inspira la célebre fórmula de Freud a propósitode la mujer. Una vez, mientras él conversaba conaquella célebre psicoanalista francesa que era MarieBonaparte, le confesó:''La inmensa interrogación quequedó sin respuesta y a la que yo mismo nunca puderesponder a pesar de mis treinta años de estudio delalma femenina es la siguiente: '¿Qué quiere una mu­jer?'". Hoy, un siglo más tarde, la cuestión del deseofemenino sigue igual y se dobla con otra, igualmen­te esencial y enigmática, que parafrasearé aSÍ:¿Quépuede -y no "qué quiere"- un hombre?

La problemática de la mujer es la del querer, laproblemática del hombre es la del poder. Entendá-

P.: Si le parece, volvamos a la problemática delhombre heterosexual y su búsqueda de identidad.

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J.-D. N.: -Yo diña que la mujer no se inscribe enlamisma problemática que elhombre.Desdeun pun­to de vista psicoanalítico,la identidad sexual femeni­na se construye a lo largo de toda la vida; una mujernodejadeconstruir su femineidad.En cambio,la iden-

tidad sexualmasculina se consolidadeuna vezy parasiempre en el momentode las experienciasatravesa­das por el niño entre los 6 y los 15 años.Ahí, el hom­bre encuentra y confirmasu identidad viril definitiva,aun cuando, comoacabode decir,ella pueda ser cues­tionada. En la mujer, la identidad sexual se elaborapermanentemente, incluso más allá de la materni­dad. Comosi la particularidad de la identidad feme­nina fuera enriquecerse a lo largo del tiempo y en elcontacto no sólo con otras mujeres, sino también ysobre todo conel hombre. Seguramente, lo que haceque una mujer se sienta mujer es la mano delhombreque la acaricia ola sostiene, la palabra que la recono­ce o la mirada que la ilumina. La participación delhombre en la constitución de la identidad sexual fe­menina es evidentemente decisiva.Si bien la identi­dad femeninaesmuchomás establequela delhombre,en cambiola mujer vive constantemente en el temordel peligro, a menudo imaginario, de que el hombrese vaya y la deje. Si el punto vulnerable del hombrees el poder, el de la mujer es el amor.El malestar dela mujer en nuestra sociedad es el miedo de serabandonada por ese a quien ella ama.Unmiedoquelacondena a la soledad,puesto que, por temor de verseabandonada,prefierenocomprometerseenuna relaciónamorosa.Amenudorecibopacientesqueme consultanpor esta razón.Por ejemplo,tuve en tratamiento a unapianistafamosa,elegante,una mujermuyhermosa,peroque,a los36años,sufríaporvivirsola.Apesar devariosintentos,nohabía podidoformaruna pareja porelpáni­coque le causaba la idea de relacionarse conun hom­bre que podría dejarla. Este es el malestar femeninopor excelencia:la angustia del abandono.

P.: -¿Y la mujer?

monos bien. Poder no es aquí sinónimo de poder po­lítico o social. Poder significa, en mi fórmula, el sen­timiento íntimo que experimenta un hombre de poderrealizar una acción, de sentirse potencialmente ca­paz. La interrogación "¿Quépuede un hombre?"equi­vale para cada uno de nosotros a "¿Podré lograrlo?¿Tendré la fuerza de responder a lo que me piden?".Definiré la angustia del hombrecontemporáneocomoel temor de ser incapaz de satisfacer el pedido delotro, en particular el de una mujer.

El hombre que viene a consultar a un analistaporque es impotente o eyaculador precoz; o bien,porque a menudo se encuentra mal con su compañe­ra recientemente promovida y de golpemejor remu­nerada que él;o también, más generalmente, que yano sabe cómoasumir su paternidad frente a sus hi­jos o sumasculinidad frente a sus amigos, esun hom­bre desalentado porque no tiene nada más queofrecer y se cree indigno de ser amado. El hombrequiere ser amado no por lo que es, sino por lo quepuede ser, dar o hacer. Para el hombre, el poder su­premo reside no en un objetomaterial o en una fun­ción,sinoen su aptitud para extraer de sí mismomásde loque hay efectivamente en él. Eso es el poder:sercapaz de superarse, de proyectarse en el futuro.

El amor en la pareja

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J.-D. N.: -¡Claro que es posible!Gracias por dar­me la oportunidad de decirlo, e incluso de procla­marlo. Porque los jóvenes no parecen saberlo: ¡elamor es duradero! En las generaciones precedentes,los matrimonios se concertaban por razones a me­nudo ajenas a los sentimientos. Eran uniones decon­veniencia; no obstante, los espososaprendían avivirjuntos y a quererse, a veces hasta la muerte. Ennuestros días, mientras que nos elegimoslibremen­te, y la mayoría de las veces conpasión, nos separa­mos al primer desacuerdo. Al fulgor del flechazoresponde la violencia de una separación impulsiva.Comosi los integrantes de la pareja no se tomaranel tiempo de sentir y confirmar su unión. Usted sabe,la vida de a dos es comoun organismo vivo que esnecesario alimentar constantemente, una planta querequiere luz, cuidadoy paciencia.Aveces,muere muyrápido, prematuramente, y otras veces crecevigoro-

P.: -En la actualidad, cada vez más las parejasse deshacen. ¿Es un fenómeno propio de nuestra épo­ca, o bien está en la naturaleza misma del amor elser un sentimiento efímero? En otros términos, ¿esposible que un amor perdure?

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J.-D. N.: -Es cierto. No hay parejas sin crisis,puesto que la crisis es inherente a la naturaleza mis­ma de la pareja. El problema no es evitar las crisissino aprender a superarlas para luego encontrarseapaciguados, vueltos hacia horizontes más serenos.Pero varias soldaduras son necesarias para la lon­gevidad del amor. Primero, el entendimiento sexual.Si éste no es feliz, la unión se desequilibra y a menu­do se deshace. No quiero decir que una pareja debili­tada por un problema sexual rompa necesariamente.¡No! Sólo quiero señalar' cuánto cuenta la satisfac­ción sexual para el equilibrio psíquico de cada unode los integrantes, en particular para la mujer. Digo"para la mujer" porque una mujer insatisfechasexualmente es una mujer insatisfecha afectivamen­te; es decir, una mujer que se siente dejada de lado.También es preferible tener una actividad sexualregular incluso si no se está siempre atrapado por elfuego de los primeros ardores. Largos periodos de si­lencio sexual son nefastos para la salud de la pareja.El secreto de una vida sexual duraderamente satis­factoria reside en la armoniosa combinación entre laregularidad de las relaciones y la parte de imprevistoy de fantasía que fomenta el deseo.

Acabo de hablar de entendimiento sexual, perola palabra "entendimiento" es débil. Se trata másbien de una sujeción sexual o, si se quiere, de una

P.: -Siti embargo, hay parejas que soportan tor­mentas a vecesdramáticas.

lucionen individualmente preservando la estabilidadde su amor.

samente. Depende de la manera en la que el hombrey la mujer manejan su relación; ahora bien, paramanejarla mejor hay que conocerla suficientemen­te. Estoy convencido de que el éxito o el fracaso deuna pareja depende de numerosos factores, ante todoinconscientes, pero también del conocimiento que losprotagonistas tienen de la dinámica conyugal.

Usted me preguntaba si era posible que un amorperdure, y yo le respondí decididamente que sí.Ahora,quisiera decirle en qué condicionesun amor puede re­sistir al paso del tiempo. Desde luego, no pretendoenunciar lo verdadero del amor, nadie correría eseriesgo -ni siquiera el Sócrates del Banquete-. Sólodaré cuenta demi experiencia clínica adquirida des­de hace tiempo junto a las parejas.

La primera enseñanza que saqué es una consta­tación: todo sentimiento amoroso evoluciona y ma­dura con el pasar de los años. El amor es muydiferente según estemos en el principio de la rela­ción, en el medio o en el final. Además, no se ama dela misma manera a los 20 años que a los 60 años. Alprincipio, lo que domina es la exaltación de estarjuntos y el deseo de realizar proyectos comunes; lue­go, después de inevitables desilusiones, son necesa­rios reajustes, y redescubrimos al amado bajo unrostro nuevo en una realidad nueva. Así cambia lamanera de amar. Es cierto que a 10 largo de una unióncada protagonista cambia física y mentalmente, yatraviesa experiencias que lo renuevan. Ahora bien,todo el arte del integrante de una pareja sólida esacompañar al otro en sus imprevisibles variaciones,tal como el bailarín que ajusta su paso al pasoinesperado de su pareja para guardar el ritmo co­mún. Lo que es importante es que los cónyuges evo-

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J.-D. N.: -¡No exageramos nada! Digamosque elsufrimiento es inherente a la naturaleza misma dela relación amorosa; llegaría a decirque es el núcleovital, elcorazóndetodoamor.¡Enel corazóndel amor

P.: -Al escucharlo, ¡parece que la vida en parejaes un infierno!

estabilidad de la pareja. Pienso, por ejemplo,que enciertos momentos el hombre debe poder comportar­se comoun niño y mirar a su compañera comounamadre, sin sentirse por elloinferior.Y,recíprocamen­te, la mujer debe poder conducirse comouna niñacon su compañero, sin sentir vergüenza. Éstos sonestados regresivos, en general pasajeros, absoluta­mente necesarios para la salud de la pareja.

Noobstante, ninguna de mis observacionespre­tende disipar lamagia inexplicabledelamor.El amorserá eternamente un misterio insondable. Hay unasola cosa de la que estoy seguro: el amado es aquelque me procura la más embriagante sensación devida y a quien insuflo la misma exaltación. En pocaspalabras, el amado es la persona que hace surgir ennosotros lo mejor de nosotros mismos.

Sin embargo, deboagregar que el amado es a lavez aquel que, por su simple alteridad, por el solohecho de ser un otro me limita, me refrena y mehace sufrir. En una pareja estable, con una histo­ria, el compañero es, como acabo de decir, el másmaravilloso excitante del deseo,pero es también labarrera queme frustra yme censura. Decididamen­te, el amado es ese genio que me da alas y las quie­bra a la vez.

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dependencia sexual en relación con el compañero.Para que haya un entendimiento durable tambiénhace falta que los dos sean mutuamente subyuga­dospor el atractivo sexual del otro.Apropósitode laincidencia de la sexualidad sobre la longevidad delamor,recuerdouna observacióndeFreud en "Eltabúde la virginidad", quien no dudaba en escribir: "Lasujeción sexual [deuna mujer a un hombre o de unhombre a una mujer] es indispensable para que semantenga el matrimonio".

Otro elemento de estabilidad es la admiraciónrecíproca. ¡Hacefalta, en efecto,que el amado sea elmejor!Pocoimporta en qué campo, pero mi compa­ñera debe ser para mí la más intuitiva de las muje­res, la mejor bailarina de tango o, qué sé yo, la mástemible mujer de negocios;y, para ella, debo ser elmás generosode los hombres, el mejor de los padreso inclusoun verdadero cardan bleu en el arte de pre­parar el pato a la naranja. ¡Quéimporta el objetodela admiración! Lo esencial es estar orgulloso de supareja, y recíprocamente, aunque sea a propósito dela más insignificante de las virtudes.

Pero existe otra fuerza que alimenta la llama delamor sonlos rituales de la vida en común.Merefie-, .ro a los gestos cotidianos invariablemente realiza-dos, siempre los mismos,cualquiera sea el estado deánimo:el beso al despertar, el cine de losjueves, oelmercado del domingo a la mañana. Estemos o noenojados,tristes oalegres, quedamos atados al mar­coinvisiblede la vida de a dos.Así,la lógicarepetitivade los rituales domina sobre la naturaleza capricho­sa de los sentimientos.

Para terminar -última lecciónde la clínica-, lediré la importancia de la alternancia de roles en la

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J.-D. N.: -Para nada. La frustración es la conse­cuencia inevitable de la buena regulación del deseo.Es justamente ahí donde interviene nuestro amado,porque es él quien, siendo agradable y frustrante ala vez, desempeña el papel de regulador de nuestratensión psíquica.

Sin duda esta idea puede desconcertar, porquehabitualmente atribuimos a nuestro enamorado lavirtud de satisfacer nuestros deseos y de procurar­nos placer. Vivimos en la ilusión, en parte verdade­ra, de que el otro amado nos da más de lo que nospriva. Ahora bien, también nos equilibra por la in­satisfacción inevitable que provoca en nosotros.Nuestra pareja nos insatisface parcialmente porque,mientras excita nuestro deseo, no puede y -llegadoel caso- no quiere satisfacernos plenamente. Siendohumano, no puede; siendo neurótico, no quiere, No

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yace el sufrimiento! Para admitir la idea de que elamado frustra y censura, hay que comprender cómofunciona nuestro psiquismo. Me explico: la dinámi­ca de la vida psíquica gravita alrededor de una faltaprimordial representada por la insatisfacción denuestros deseos. Normalmente, nuestros deseos nun­ca encuentran más que un placer parcial. Teórica­mente hablando, nuestros deseos están siempreinsatisfechos; nuestros bienestares, siempre limita­dos y efimeros. En otros términos, incluso si esto pue­de parecerle sorprendente, la buena salud de nuestrofuncionamiento mental depende de cierto grado defrustración.

puede porque ningún humano logra colmar comple­tamente un deseo, no quiere porque, estando ena­morado, tiene miedo de entregarse totalmente alamado. Él sabe excitarme, gratificarme en parte, yasí equilibrarme.

He aquí por qué el amado no es sólo aquel quenos hace felices, es también aquel que nos castra, ypor eso mismo estabiliza nuestro deseo.

Para terminar, agregaré que una unión durade­ra exige de cada uno de sus miembros que preservesu propia parte de soledad y la respete en el otro.

P: -fSertamos entonces todos masoquistas!

Toda mujer es virgen

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J.-D. N.: -Los hombres y las mujeres creen queel himen, luego de la desfloración, desaparece como

P.: -¡El himen no desaparece nunca! ¿Cómo eseso?

J.-D. N.: -Es cierto que, a lo largo de mi prácticapsicaanalítica, rara vezhe tenido a una paciente queme consultara por un problema ligado a la virgini­dad oa la desfloración.Sin embargo,también es cier­to que muchas pacientes, en un momento u otro dela cura, cuando hablan con autenticidad de susexualidad, declaran sentirse íntimamente vírge­nes. En el sentido anatómicodel término, saben per­fectamente que ya no son vírgenes, puesto que elhimen desapareció,pero sienten en lomás profundode su ser la existenciade un lugar invioladoe inviola­ble.Acabode decir que el himen desapareció, perofisiológicamenteno es exacto, de hecho el himen nodesaparece nunca.

P.: -¿La virginidad sigue siendo un tema de ac­tualidad?

7574

J.-D. N.: -Lo ignoro. ComoFreud, confiesoquemuchosaspectosde la sexualidad femenina resistenferozmente al saber psicoanalítico.No obstante, lepropongouna hipótesis que quedaría por confirmar.Creoque el sentimiento deuna virginidad irreducti­ble sólopuede instalarse en un ser -la mujer- cuyocuerpoestá destinado a recibir el cuerpodel otro, deun otro cuyo cuerpo está destinado, a la inversa, apenetrar. Para mí, sóloaquella que ha experimenta­dola sensaciónde recibirel pene puedesentir el sexocomouna envoltura, comoun continente sin fondo,comoun receptáculoque no puede ser investidomásque hasta cierto límite, un límite más allá del cualse abre un jardín para siempre secreto.En otros tér­minos, el fantasma femeninodeuna virginidad infi­nita sólopuede formarse en un ser que haya sentidola voluptuosidad de la penetración. Dicho esto,insisto, estas consideracionessonhipótesis que cadauno podrá o no verificar.

J.-D, N.: -No, yo hablo de su cuerpo real, de sucuerpo comolo viveny lo fantasean. Loviven a tra­vés de sensaciones y lo fantasean a través de cons­trucciones imaginarias. Insisto: cuando una mujernos confíaabiertamente, sin reservas, el sentimien­to que experimenta en el momento de la penetra­ción, ella nos revela la idea de que existiría en lomás profundode símisma un lugar intacto, intangi­ble, puro de toda intrusión.

P.: -¿Cómo sepuede explicar?

J.-D. N.: -Absolutamente. Tal mujer puede co­nocer el placer del orgasmo, sentirse plenamentesatisfecha con su compañero, y simultáneamenteestar habitada por la certeza, a menudo oscura, deque guarda una inocenciaoriginal que nada puedeempañar.

un ángel que se volatiliza. Pero el himen no desapa­rece. Es una membrana fina y suave que obtura elorificiovaginal. Lo encontramos únicamente en laespecie humana y no se le conoceninguna funciónfisiológicaprecisa. Normalmente el himen es perfo­rado, permitiendo la pérdida del flujo menstrual.Ahorabien, una vezdesgarrado,se retrae pocoapoco,formandopequeños burletes sobre el contornode laentrada de la vagina. Estos vestigios virginales tie­nen el bonito nombre de "encajedel himen". Si pro­cedemosa un examenginecológicodeuna mujer quetiene una vida sexual normal, e inclusoque ha pari­do,casi siempre encontramoshuellas de la membra­na virginal.

Sin embargo, la virginidad de la que hablaba noes anatómica, sino evidentemente fantasmal. Mu­chas mujeres tienen la íntima convicciónde que elsexo del hombre jamás las ha verdaderamente pe­netrado, jamás ha alcanzado la parte más ampara­da de su cuerpo.Es lo que denominéel fantasma dela virginidad,

P.: -¿Incluso una mujer sexualmente feliz puedetener ese sentimiento?

E: -¿Usted habla de su cuerpo simbólico?

7776

J.-D. N.: -Sin duda. La desfloración fue consi­derada durante mucho tiempo comoun aconteci­mientomayor,una prueba oinclusoun rito depasajeal estado demujer. La liberación sexual de las últi­mas décadas sacudió violentamente las mentalida­des tradicionales, y hoy admitimos fácilmente quela pérdida de la virginidad no tiene nada de dramá­tico en sí. Sin embargo, las chicas y los chicos si-

J.-D. N.: -Así lo creo, al punto de afirmar queToda mujer es virgen, cualquiera sea el grado de de­sarrollo de su sexualidad. Hay mujeres, activassexualmente,queespontáneamentepercibenesefan­tasma gracias a una gran capacidad de introspec­ción. Otras, menos sensibles a las sensacionesinternas y quizá menos imaginativas, reconocensusentimiento de virginidad, a condiciónde encontrarel marco de una palabra libre y confiada.

P.:-Ahora que la virginidad real, anatómica, noesmás un tabú social, ¿creeusted que la desfloraciónsigue siendo un acontecimiento en la vida de una ado­lescente?

P.:-¿Esefantasma de la virginidad sería universal?

J.-D. N.: -O más bien: "Note daré todo".Ome­jor: "Meofrezco,pero no me entrego por completo.En tanto cuide la fuente de mi fuerza, me sientomujer y orgullosa de serlo".En efecto,ella se ofrecepero no se entrega por completo, por el temor de per­der su identidad más íntima.

J.-D. N.:-¡Al contrario!Ese fantasma esnecesa­rio para mantener la coherenciay la armonía de suser. Me digo incluso que el núcleo de la identidadfemenina se construye alrededor de ese lugar silen­ciosoyvacío.Es comosi ser mujer consistieraen con­servar intacta esa virginidad virtual, y sentir miedode perderla un día.

P.:-El mensaje que dirigen al hombre sería, pues:«Hay algo en mí que no te doy".

P.:-¿Para una mujer es difícil vivir con ese fan­tasma de virginidad?

J.-D.N.: -Es muydifícilresponderle,porque laspacientes que verbalizan ese fantasma de virgini­dad tienen una actitud ambivalente. Por un lado, loesconden,por otro lado lo reivindican. Lo reivindi­can comosi intentaran preservar celosamentela vir­ginidad imaginaria, fuente secreta de su narcisismoesencial.

Sin embargo, encontré pacientes que no tienenpara nada ese sentimiento y cuyafemineidadparecemarcada por una fuerte identificacióncon la figuramasculina del padre. Son mujeres que tienen unavida social importante y una actividad sexual redu­cida.Comosi su virginidad imaginaria hubiera cedi­do el lugar a un ideal de accióny de conquista.

P: -¿Es un fantasma que se impone, al cual lamujer no puede resistirse?

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J.-D. N.: -No necesariamente. La desfloraciónes más bien indolora, sobre todo si la joven está de­seosa, distendida y confiada en su compañero. Peroincluso así, la primera relación sigue siendo decep-

J.-D. N.: -Miedo de lastimar a la chica ode lasti­marse él. No olvidemosque el miedo a lo desconoci­do siempre existe.

P: -¿Miedo de qué?P: -¡La desfloración siempre duele!

J.-D. N.: -Como una verdadera prueba en su ha­cerse hombre. A semejanza de la chica, la primerarelación representa para él una victoria sobre eldominiofamiliar, que le confiereun estatuto de adul­to. Sin embargo, usted no lo ignora, este aconteci­miento mayor es a menudo un fracaso, como loconfirman los numerosos testimonios negativos delas mujeres. Las tres cuartas partes de las mujeresdicen haberse sentido desilusionadas por una pri­mera relación insípida o dolorosa.

P: -¿Y cómo vive el varón su primera experien­cia?

J.-D. N.: -Recuerde que la desfloraciónera consi­derada por ciertos pueblosprimitivos comoun gestomaldito, un tabú propiamente religioso.El noviote­mía tanto ser el primero en desgarrar el himen de sufutura esposaque la costumbreconfiabaeste cuidadoa un tercero.Desflorara la jovenmujer tenía la signi­ficaciónde transgredir una prohibiciónsagrada, dic­tada por los dioses. Era un sacrilegio que traíadesgracia y anunciaba cataclismos.Hoy,en nuestrasociedad contemporánea, los mitos cambiaron. Des­florar a una jovenpuedeser vividopor elhombre comola conquista de un trofeoy la afirmación de su virili­dad. No obstante, cuando el joven sabe que es el pri­meroen penetrar a su compañera,tienemuchomiedo.

P: -¿Y qué representa para el hombre el acto dedesflorar a una joven?

J.-D. N.: -El probable sentimiento de triunfollega sólo después de haber realizado el acto, cuan­do el jovencito comprendió que era el autor. Muyfrecuentemente, los hombres jóvenes ignoran an­tes de la desfloraciónque la muchacha es virgen -lamayoría delas vecesellas lo esconden-.Seacomofue­re, los varones actúan en general con temor y brus­quedad.

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P: -¿El muchacho tiene miedo, incluso si tiene eldeseo de ser el primero ?

guen teniendo miedo respecto de esa primera pe­netración.

En cuanto a su virginidad, la actitud actual delas adolescentes varía según su personalidad y sumedio social. Llegar virgen al matrimonio, teniendoo no relaciones sexuales no coitales, o no ser másvirgen para vivir libremente su sexualidad, esas sonlas opciones para las chicas de hoy.

8180

*

J.-D. N.: -Los hombres, por ejemplo, se imagi­nan la cavidad vaginal comouna gruta oun agujero,mientras que en realidad la vagina es achatada ymás bien cerrada, conuna cara anterior, más corta,que adhiere a una cara posterior más larga. Duran­te el coito, estas paredes se distienden y se adaptanal pene, cualquiera sea su tamaño. Ese poder de di­latación es considerable puesto que permite el pasa­je del bebé en el parto. En pocas palabras, la vaginano es, comomuchos hombres piensan, un receptácu­lo pasivo del pene, sino el agente activo de la expre­sión sexual femenina, una cavidad ciertamenteachatada pero cuyas paredes son extensibles.

Entre los mitos concernientes al sexo femenino,existe el de la "vagina trampa". El hombre tiene mie­do de que el pene quede atrapado y no pueda reti­rarlo más. Otambién el fantasma de ciertospacientescuya erección es inhibida por la idea de que su penepueda chocar contra una pared imaginaria que ob­turaría el orificiovaginal. Existe también la célebreleyenda de la vagina dentada capaz de arrancar elsexo del que se arriesgue a la penetración.

J.-D. N.: -Eso creo, y la inexperiencia de los va­rones es la causa. El adolescente es generalmenteimpaciente, torpe, e ignora la importancia de losges­tos tiernos para despertar el deseo de su compañera;y la muchacha es generalmente indecisa, contrae­turada y llena de aprehensión.

No perdamos de vista que a menudo el hombre,tanto comola mujer joven, ignora todo de la morfolo­gía de ese órganoque es la vagina. Parece quenuestramente se hacemás fácilmenteuna idea del clítoriso elpene -partes salientes del cuerpo- que de la cavidadvaginal.Todosucedecomosi la representación psíqui­ca deun agujeroque suponemosque es la vagina fueraprofundamente reprimida; mientras que la represen­tación psíquicade algosaliente, comoelclítoris,el senoo el pene, se formaría más claramente al nivel de laconciencia.Un contraste sorprendente se crea, pues,entre la represión de la representación de la vagina y,por el contrario,una fuerte valorizaciónconsciente dela imagen de lo saliente. Tenemosgeneralmente unaidea vaga e imprecisa de un agujero, mientras quesomosfácilmentesubyugadosportal ocual prominenciadel cuerpo.Nunca sabemos muy bien lo que es unagujero,perodefinimosfácilmenteun apéndice.Mien-

P.: -¿Qué interpretaciones?

cionante. El problemano es tanto la desfloraciónsinoel miedo de la muchacha en relación con el acto, laculpabilidad de culminarlo, o la frustración de nohaber podido alcanzar el placer esperado. Si haydolor,es más a causa de la crispaciónmuscular de lamuchacha ansiosa.

tras que la sexualidad del hombre está dominada porla omnipresenciavisiblede un apéndice,elpene, la dela mujer está dominadapor el carácter escondidode lavagina. El desconocimientode la anatomía del sexofemenino-inclusoporlas propiasmujeres- suscitanu­merosas interpretaciones extravagantes.

P.: -¿Es inevitable que sea así?

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*

(traducción de Jorge Fondebrider)

¿No sintió pues desconfianzaDe ese extraño vagabundoCuando se sacó la gorraPara preguntarle el camino?No pareció sorprendidaUstedes dos se acercaronComo trigo y amapolaHija mía hija mía tiemblo

¿Sabía usted lo que escondíaLa flor que había en su boca?Lleno de moscas padre un mal puroYo lo oculté con mi piedadPero sus ojos mantenían la promesaQue a mí misma yo me hiceSoy insensata soy nuevaEs usted padre el que cambia.

Podría dejarla caerLa flor que lleva en sus dientesSi consiente en dar su nombre

[Y su hija le responde:]:"I

i !::I

I!I

Cuando el joven se alejóLa noche enmuró vuestro rostroCuando el joven se alejóDoblada la espalda la frente baja manos vacíasEstaba usted grave debajo de los mimbres¿Habrá de devolver vuestra belleza?Hija mía hija mía tiemblo

Bien sé que los caminos vanMás rápido que los escolaresA su mochila atadosMarchando en el engrudo de los humosDonde el otoño pierde el alientoNunca grato para usted.¿Es usted a quien vi sonreír?Hija mía hija mía tiemblo

Quisiera concluir este tema de la virginidadleyéndoleun poemade René Char titulado "El com­pañero de la escolar".Es un diálogoconmovedoren­tre un padre y su hija que se convierte en mujer,Usted escuchará primero las palabras del padre, an­gustiado ante la desfloraciónde su hija, seguidas dela respuesta de la joven exaltada.

Ya las olas dar sus restosDespués de una confesión malditaQue atormentaría vuestro sueñoEntre los cardos de su sangreHija mía hija mía tiemblo

El compañero de la escolar

El odio como ejerciciode todos los días

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J.-D. N.: -Absolutamente. Comprenda, las fuer­zas antagonistas que gobiernan nuestro psiquismoy condicionan nuestros comportamientos se expre­san a través de dos sentimientos mayores, el amor yel odio.La fuerza dela vida semanifiesta por el amor,y la fuerza de muerte genera el odio.Los dos senti­mientos enemigostraducen superficialmente el cho­que brutal de las pulsiones en el Ello. ASÍ,amor y

P.: -Entonces, ¿siempre habrá odio entre los hom­bres?

J.-D. N.: -La idea de que el odio,las guerras y laviolencia en general puedan desaparecer en el futu­ro es una mera utopía. Desde luego, debemoslucharcontra la violencia, pero sabemos también que lasfuerzas de la destrucción y de la creación se confun­den en lomás profundo de nuestro ser. Ellas son lasdos grandes tendencias antinómicas e indisociables,constitutivas de la naturaleza humana.

P: -¿Podemos esperar que un día la humanidaderradique definitivamente la violencia?

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'''El concepto de odio", en Lecciones sobre 7 conceptoscruciales del psicoanálisis, volumen 2.

J.-D.N.:-Exactamente. En un sujetoexisten doscaras del odio.Desarrollé ampliamente esta distin­ciónen un libro que aparecerá próximamente.' Pri­mero, el odiose presenta -acabamos deverlo- comola expresión inmediata de la pulsión de muerte. Esel odio-pulsión, fuerza bruta que podemosdomesti­car y volverpositiva ejerciéndolacada día. Luego,elodio puede tomar la forma de un sentimiento tanabsolutoy desvastador comola pasión salvaje.Estaúltima es el odio-reacción,consideradocomola res­puesta incontrolada a una herida de amor propio.Me explico:el odio-reacciónes la respuesta inme­diata a un daño de la imagen de sí, imagen nutridaen la relación conel otro amado.Miodioapunta en­tonces a aquel que, habiendo hasta ahí sostenidoy

P.: -Si comprendo bien, el odio sería, según us­ted, una fuerza benéfica,a condiciónde dominarla.

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En una palabra, el amor está siempre entreve­rado con el odio,y conocemosestados en los que sedistinguen tan mal uno del otro que Lacan inventóun nombreparticular para designar esosmomentoscomplejos,el de "odioamoramiento".

Para volver a su pregunta, no sólocreo que elodiono desaparecerá nunca, sino que, por el contra­rio,debemoscultivarloy domeñarlocomouna fuerzanecesaria y complementariade la vida del individuoy de la sociedad.

odio son la expresión consciente de las pulsiones in­conscientes, que no dejan de agitarse, de desplegar­se, de entrar en conflicto, de dinamizarse o, por elcontrario, de refrenarse mutuamente.

Ahora bien, a semejanza de una fiera que dejade ser peligrosa cuando es sometida a un adiestra­miento cotidiano, el amor y el odio, así comolaspulsiones que ellos manifiestan, requieren un en­trenamiento permanente. [Sí, el mismo odio debeser un ejerciciode todos los días! Pero, no se equi­voque.Mifórmula noes ninguna apologíade la vio­lencia. Usted sabe, el psicoanálisis nos enseña quetoda energía viviente en cuanto es encerrada sevuelve explosiva, mientras que la misma energíaprogresivamentedescargada sevuelvecreativa. Laspulsiones hierven cuando las reprimimos brutal­mente y les negamos toda salida; mientras que, porel contrario, se subliman exteriorizándose conme­dida. Insisto, el odio,al igual que el amor, debeejer­cerse permanentemente para evitar la furiadevastadora. Si en una pareja el odio se ejerce sinviolencia física, comopor ejemplo en la clásica es­cena doméstica en la que cada integrante descargasu ira, éste se transforma en energía elaborada, lacual mezclada con el amor, consolida la relación.Es por esoque la disputa en la pareja estable revis­te sobre todo una función económica:ser la sopapaque permite evacuar el exceso pulsional. Los dossaben, incluso si lo han olvidado en el fuegode suquerella, que el enfrentamiento al que se libran nosolamente no losseparará, sinoque losjuntará másque nunca. Lo vemos, el odioamansado comocom­plemento del amor, lo nutre y lo fortalece.

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J.-D. N.: -Para nada. Si es cierto que el odio­pulsión bien amaestrado nos consolida,elodio-reac­ción,por el contrario, nos encadena al enemigo quequeríamos alejar. Es verdad que en mi rabia, yomesiento ser, pero nome doycuenta de queme encierroen una relaciónpasionalymórbidaconel otroodiado.Antes, estaba atado al otro por amor, ahora soy es­clavode mi odio. *

P.: -¿En todos los casos, ya sea pulsional o reacti­vo, el odio nos fortificaría?

J.-D. N.: -Considero que la pulsión de vida y lapulsión de muerte están al serviciode la vida, cadauna actuandoen oposicióna la otra.La primera unien­do y la segunda desuniendo, pero ambas se asocianpara conservamos lomás posibleen vida.La primera-Eroe- es la tendencia que nos llama a la unión conlos seres y los objetos del mundo exterior ya preser­var esta unión. La estabilidad que resulta de ella noses absolutamente indispensable para asegurar nues­tra cohesióníntima y afirmar nuestra identidad. Lasegunda, la pulsióndemuerte - Tánatos-, es sin dudauna potenciade desunión yde destrucción,sobretodocuando está vuelta hacia el exterior. Pero vuelta ha­cia el interior -y es una idea personal queme es gra­ta- tiene comofunción sacamos de encima todo loque nos es dañino o se ha vuelto inútil. Para mí, lapulsión de muerte es un impulso positivoque, a pe­sar de esa siniestra palabra "muerte", tiene una ac­ciónbenéfica para el cuerpo y el psiquismo.Cuandoestamos enfermos,por ejemplo,la movilizacióncom­pleja de nuestros anticuerpos está organizada por lapulsión de muerte, así comoel gesto de disgusto dellactante que se aparta del seno porque llegó el mo­mento del destete. En suma, ya sea la fuerza de vidaque concentra o la fuerza de muerte que destruye enel exterior o purifica en el interior, la acciónconjuga­da y antagonista de las dospulsiones originarias sir­ve a la causa de la vida.

P.: -Usted dice que el odio es "la expresión inme­diata de la pulsián de muerte". ¿Cómo definiría lapulsión de muerte?

valorado mi imagen, me deja, me humilla y me de­sampara. Dicho de otra manera mi odio es el recha­zo de aquel que yo amaba porque lastimó mi imagen.Sin duda los combates más dolorososse emprendensiempre entre aquellosquemás se aman, puesto quese conocenmutuamente y saben tocar los puntos sen­sibles, losmejor escondidos.Así, el odio,al igual queel amor, es profundamente recíproco.

Es decir que mi odioconcentra toda mi violenciapara suprimir al otro. Estoy perdidamente resenti­docontra aquel queme hizo sentir la fragilidad de loque yo creía ser.A ese queremos borrarlo, destruir­lo, comoél nos destruye. Es por eso que el grado deodioes proporcionalal impacto de mi ilusión herida.Odiar al otroes, pues, un último sobresalto para pro­teger mi imagen dañada, una manera de defender­meyuna tentativa derenunciar, sin tristeza, al amorburlado. Es así que prefiero odiar que estar triste,porque en el odiome concentro,mientras que en latristeza me disuelvo.En una palabra: odio, luego mesiento ser.

La verdadera amistad

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P.: -¿Quépensar de aquellos que cambian frecuen­temente de amigos?

J.-D. N.: -La amistad nace y se instala pocoapocosin que nos demoscuenta. Un día, estamos sor­prendidos dedescubrir conalegría que el otro se con­virtió en nuestro amigo.Una amistad se instaló ennuestra vida comoun estado permanente. El amigoestá ahí, comouna presencia invisible, siempre dis­ponible, listo para responder al más insignificantedenuestros llamados.Laverdadera amistad es siem­pre una relación larga, durable, que pudo superarlos inevitables alejamientos, las crisis y los conflic­tos de la existencia.

Un amigo auténtico representa esa parte silen­ciosa de nuestra realidad y nos da la tácita se­guridad de no estar solos, la conviccióníntima depertenecer a un grupo. El mejor don que podemosesperar de un amigo es simplemente que exista, eincluso si 10 olvidamos, saberlo cerca, tengamos ono necesidad de él.

P: -¿Cómo definir la amistad?

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J.-D.N.:-Más que devanidad se trata de miedo.El miedo de ver, en la mirada de otro, nuestra ima­gen criticada o desvalorizada. Losinconstantes pre- *

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P.: -Pero, ¿porqué esta vanidad de los inconstan­tes?

J.-D. N.: -Ciertamente, hay quienes nos hacendudar de nosotros y quienes nos hacen creer en no­sotros.Y esta diferencia es capital. Por un sanonar­cisismo de autoconservación, buscamos preservarnuestra imagen. Es por elloque hay amigosque noshacen bien porque confortan nuestra imagen,mien­tras que otros nos hacen mal porque la hieren. Ocu­rre que por debilidad, algunos aceptan al amigoquelos ofende,cuando de hecho deberían alejarse.

No quisiera terminar sin destacar cuánto handeterminado las verdaderas amistades nuestro des­tino. Haga esta experiencia: evoquelas caras de losmejorescamaradas de su juventud, interrogue cadaamistad; no hay ninguna que no haya contadoen laelecciónde su amor, de su profesióno de sus ideas.Tal me ha presentado aquella que sería mi esposa,tal otro me prestó La interpretación de los sueños, ycon éste, descubrí también el placer de filosofar.Laamistad es esto: cada uno despierta en el otro su ri­queza ignorada.

P.: -¿Los amigos que nos hacen dudar de noso­tros no serían entonces amigos?

fieren entonces anticipar la ruptura antes que co­rrer el riesgo de sufrirla.

Por el contrario, en una relación sólida, el amigoes aquel que insufla en nosotros una fuerza, una es­pecie de energía y de calidez espontáneos. Por la in­tensidad de su presencia, el amigonos comunicalamás densa sensación de ser, de ser uno mismo.

J.-D. N.: -En general tendemos a conservar mu­cho tiempo a nuestros amigos, puesto que, comohu­manos que somos, aspiramos a la estabilidad y a laconservación de los seres y de las cosas. Freud llamaa esta pulsión conservadora "compulsión de repeti­ción". Así como nos excita el descubrimiento de 10nuevo, también nos sosega y nos colma la perma­nencia de 10 mismo. No olvidemos que la aspiraciónal reposo es una necesidad física más fuerte que eldeseo de cambio. Aunque nunca alcanzamos una es­tabilidad absoluta, tendemos a ella constantemente.Evolucionamos, sin duda, pero nos es indispensablesentirnos idénticos a nosotros mismos, a pesar deltiempo que pasa.

Ocurre entonces que nuestra búsqueda de esta­bilidad nos incita a proteger espontáneamente lasrelaciones de amor y amistad. Toda relación durablenos procura un agradable sentimiento de perenni­dad y de plenitud. Los que cambian frecuentemen­te de amigos no saben lo que es la amistad, puestoque ella necesita tiempo para existir. El tiempo esintrínseco a la amistad. Ya sea por orgullo o poruna susceptibilidad excesiva, los inconstantes seprivan de la ocasión única de una relación basada ,comodecíaAristóteles, en una "comunidad de vir­tudes".

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¿Cómo hablarauténticamente con su hijo?

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J.-D. N.: -Le responderé que el primerintercam­bio con el niño ocurre antes de su nacimiento. Paralos padres, desear la llegada del hijo, estar felicesdesentirlo en el vientre de la madre y aún más felicesde verlo nacer ya es una elocuente manera de comu­nicarse con él y de recibirlo en nuestro mundo.

Pero el consejomás útil que puedo dar a los pa­dres deseosos de comunicarse con su hijo es dirigir­se a él comoyome dirijo a usted en este momento, esdecir,considerándoloun verdadero interlocutor. Hayque saber que el niño, por más chicoque sea, recibi­rá mi mensaje si le hablo con la firme conviccióndeque puede comprenderme. Un recién nacido, porejemplo, evidentemente no captará el significadodemis frases, pero sentirá el sentido profundo de laspalabras que le dirijo. El bebé capta intuitivamenteentonces lo esencial de lo que le decimos.

¿Cómohablarle? Es fundamental hablarle mirán­doloa los ojos,hablarle contoda nuestra serena con­vicción,conlas palabras quevienen espontáneamente

P.:-Abordemos ahora el tema de la infancia. ¿Quéconsejos daría usted a los padres que nos leen paracomunicarse mejor con sus hijos?

102

*

Florencio,el perrito humillado

y con la mayor autenticidad. Y si se trata de madresde origen extranjero, les aconsejo que no duden enhablar en su lengua. Los pequeños no son en absolu­to perturbados por la mezcla de culturas.

Hay que buscar también el momento más opor­tuno para hablarle de temas que le conciernen, yestar convencido de que le llegará el mensaje. Desdeluego, es inútil hacer largos discursos. Hay que em­plear pocas palabras, simples, pronunciarlas clara­mente y estar seguro de que el pequeño comprendelo que le decimos. Si los padres se expresan con con­vicción, el timbre de la voz o la melodía de las frasestendrán un impacto decisivo sobre el niño. Cuandouna madre, a la mañana, confía su bebé a la guarde­ría, y le dice: "Me voy a trabajar, y vuelvo a buscarteesta tarde", le dirige un mensaje claro, verdadero ytranquilizador; tranquilizador porque la madre dejaa su bebé la conciencia tranquila.

Si proceden así, estarán sorprendidos por la vi­vacidad de la reacción de su hijo.

105

P.: -¿Algunos niños son reticentes a emprenderun tratamiento?

J.-D. N.:-Los motivosque conducena lospadresa llamar a un psicoanalista son diversos: fracasosescolares y fobias, enuresis, comportamientos agre­sivos y coléricos,así comotrastornos del sueño o dela alimentación. Le aclaro enseguida que con algu­nos niños no es necesario iniciar una terapia. Porejemplo,que un pequeño de 4 años sufra de inconti­nencia urinaria no es motivopara emprender inme­diatamente una cura analítica. La cura es un pasoimportante que no debe ser decididoa la ligera. Me­jor, pues, ser prudente en cuanto a su oportunidad.Reciéndespués de la segunda entrevista conel niño,el terapeuta concluirá si una terapia es necesaria ono. Si ésta es indicada, personalmente soymás bienproclive a las curas de corta duración.

P: -Usted es psicoanalista de niños, ¿por quéproblemas vienen a consultarlo con más frecuen­cia?

••.•.•..j

107106

J.-D. N.: -Estoy convencidode que durante losprimeros instantes del encuentro inicial se decidelanaturaleza del lazo que el niño y yo vamos a con-

P.: -¿Ypor qué recibir al niño solo?

J.-D. N.: -Trabajamos con todos losmedios posi­bles de intercambio y de comunicaciónconel peque­ño paciente: dibujo, plastilina, algunos juguetes y,por supuesto, la palabra y el lenguaje del cuerpo.

En cuanto a los padres, los recibojuntos al finalde la primera entrevista; luego, una vez iniciada lacura del niño, los veoindividualmente una o dos ve­ces;y, al final del tratamiento, los recibo en presen­cia de su hijo para hacer el balance del trabajorealizado.

Quisiera precisar una particularidad técnica demi práctica. En el momento de la entrevista preli­minar, jamás hablo con los padres primero. A la in­versa de loque se practica habitualmente, reciboenprimer lugar al niño. Después de veinte minutos asolas con él, vuelvo a la sala de espera e invito a lospadres a reunirse connosotros.

P.: -Concretamente, ¿cómo transcurre la cura deun niño?

traer a lo largo de la cura. Esos minutos son decisi­vos porque se enfrentan por única vez nuestras dos"inocencias".Es un momento de frescura virginal: elniño avanza solo e inocente hacia lo desconocidodeun encuentro inédito, mientras que el terapeuta seprepara para recibir lo nuevo con el asombro y laespontaneidad de una primera vez. Son dos inocen­cias que se conjugan: un niño confía su sufrimientoíntimo a un desconocido;el analista, animado por eldeseo de lo nuevo, recibe lo desconocidode un sufri­miento.

Así, cuando veo al niño por primera vez, no sénada de él. Por teléfono nunca indago sobre el moti­vo de la consulta. Por el contrario, atribuyo una granimportancia a ese primer contacto telefónico parapreparar la entrevista inicial. Después de haber fi­jado una fecha, aconsejo a la madre decir a su hijoque llamó al doctorNasio, pidiéndole que pronuncieclaramente mi nombre con el fin de que el niño 10retenga. Le digo también que cuando su hijo o hijaquiera conocerla razón de esta cita, deberá respon­derle simplemente. Le pido que la referencia a minombre sea repetida varias veces antes del día de laconsulta, pero sobre todo la víspera. Hablando deesta manera a la madre, contraigo ya una relaciónde transferencia conlos padres. El solohecho de queel terapeuta dé directivas a la madre, la alivia y leprocura el sentimiento de que su hijo está de aquí enadelante a cargode un profesional.En cuanto al niño,conocerel nombre del analista, incluso antes de en­contrarse con él, constituye una entrada inmediataen la transferencia. Para un niño -y para todos no­sotros en general-, el nombre del terapeuta es fun­damental. Consideroque la transferencia es siempre

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J.-D. N.: -Eso sucede raramente. Hay una regla:~uar:do un niño no quiere emprender una terapia,Jamas lo fuerzo. Hace falta que su compromiso seaauténtico. Pero, de hecho, al final de la primera en­trevista, la mayoría de los niños desean continuar.

109108

Poco a poco descubrí que Florencia era un niñodeprimido, triste, maltratado por sus compañeros declase, aterrorizado cada mañana con la idea de ir ala escuela. Finalmente, el insomnio no era sino unamanifestación secundaria de su tristeza. Después deeste diálogo punzante concluí la primera parte de lasesión expresándole mi sentimiento: "Florencio, elproblema no es el mal sueño, sino más bien tu miedode que te peguen los muchachos que no te quieren; yentonces te ponés triste. Por lo tanto, la primeradecisión a tomar es cambiar de escuela y, si quieres,venir a hablar conmigo hasta que te sientas mejor.Ahora, vamos a hacer pasar a tu padre y a tu madre,y les voy a decir: 'Florencio ya me explicó por quéquería verme, y ustedes, señor y señora, ¿por qué

-¿Por qué Ilorás? -le pregunté.-Porque me duele acá (curiosamente, me mues-

tra el hueco de su mejilla).-¿Qué pasó?- Fueron Marcos y Luis que me pegaron ayer en

el patio.

J.-D. N.: -Voy a la sala de espera, saludo a lospadres y, dirigiéndome directamente al niño, le digo:"Buen día, Miguel. Pasá ..." Invariablemente, los pa­dres se paran para acompañarlo, pero enseguida pre­ciso: "¡Un momento, por favor! Veré a Miguel primeroy luego los recibiré a ustedes". Hago entonces entrara Miguel, siempre ignorando el motivo de la consul­ta y no sabiendo nada de él ni de su familia. El niñose dirige hacia la mesa de juego que preparé. Sobreesa mesa dispuse hojas, marcadores, plastilina y unacaja que contiene pequeños objetos heteróclitos como.. ,tijeras de punta redondeada, un silbato, canicas, unespejo, caracoles, etcétera ... Una vez que se sentó, lepregunto: "¿Sabés cuál es mi nombre?". A menudoh "" 1 bE'ace no con a ca eza. ntonces me presento: "Mellamo doctor N asio", mientras escribo mi nombre alrevés para que él pueda leerlo. Lo escribo, aunquesepa leer o no. Luego le digo: "¿Sabés a qué me dedi­co?". De nuevo responde "no" con la cabeza. "Reciboniños como vos, a veces grandes, a veces bebés conchupete. A propósito, ¿tenés hermano o hermana?"Si dice "sí", me informo de sus nombres y los anoto.Posteriormente le muestro el diván y le explico queahí se recuestan las personas grandes que vienen averme para contarme sus preocupaciones. "¿Sabés

P:-¿Cómo transcurre laprimera cita conun niñoy su familia?

lo que es una preocupación? Es cuando estamosmal, cuando lloramos, cuando estamos tristes o nocontentos. Y vos, ¿cuál es tu preocupación?". Asíes como comienza la mayoría de las veces la curade un niño.

Pienso en el caso de Florencio, un pequeño niñode 7 años que vino a verme por trastornos en el sue­ño. En su primera entrevista le pregunté en qué pen­saba durante sus insomnios, y si eran cosas feas. Merespondió que no, y fue entonces cuando, frente a migran sorpresa, se puso a llorar.

un apego a un nombre. Cuando consultamos a unanalista, hay que saber que su nombre es el primerobjeto de transferencia. La transferencia es, antetodo, el amor por un nombre.

111110

P.: -¿Y cómo terminó el análisis del pequeiio?

pondió que, en efecto, el amo era malo, pero que elperro lo queda mucho. Ahora bien, bastó con ese diá­logo para que Florencio se diera cuenta de que seramado equivalía, para él, a ser maltratado como unperro. Le expliqué entonces que el amor y la humi­llación eran sentimientos contradictorios y que nor­malmente no se ama al que nos rebaja.

Después de esta sesión, la cura de Florencio en­tró en su fase terminal. Si mi interpretación del di­bujo tuvo efectos positivos, es porque el niño ya sehabía autointerpretado realizando el dibujo. Es ne­cesario saber que todos nuestros pacientes, niños yadultos, participan activamente en el proceso de cu­ración. Un paso positivo en la cura es siempre unpaso compartido por el analizante y el analista.

El primero deja aflorar su inconsciente -no loretiene--, el otro lo atrapa y no falla. Así, depende deaquel que hable que el otro avance o espere. Ustedcomprende, si Florencio no hubiera hecho su grafis­mo es decir si no hubiera abierto la puerta de su,inconsciente, yono habría nunca descubierto la emo-ciónvehiculada por la imagen del dibujo, nunca ha­bría comprendidoque el deseode este niño era el deser humillado para ser amado.

Sin embargo,otro factorjugó en favordemi inter­pretación:mi propiosentimiento de terapeuta ante eldibujo. En efecto, la interpretación que le hice aFlorenciofue la puesta en palabras demi sentir. ¿Cuálfue ese sentir? Al ver el perrito triste, sentí lo quepodía sentir el Florenciohumillado.Yono habría po­dido formular mi interpretación sin estar identifica­do conel niñomaltratado.

El fenómenode identificaciónes fundamental enla escucha del analista. Una identificación no con el

J.-D. N.: -Muy positivamente, puesto que F10-rencio no sólo recuperó muy rápido el sueño, sinoque se sintió reconocido por nuevos amigos en sunueva escuela. La cura, que duró seis meses, estuvomarcada por una sesión decisiva en la cual el niñopercibió a través de un dibujo el fantasma que, a mientender, provocaba su tristeza. En efecto, en su di­bujo apareció un curioso personaje de manos enor­mes que tenía un perrito atado. Esta representaciónme hizo comprender la presencia dominante enFlorencio de un fantasma de humillación que le in­terpreté.

Le dije que el perrito parecía feliz atado, mien­tras que su amo parecía enojarse mucho. Me res-

piensan que hacía falta que Florencio me consulte?'."y proseguí, siempre dirigiéndome al niño: ''Vamos aver qué van a decir". Así se creó entre nosotros unaalianza espontánea, puesto que él y yo nos hacemoscómplices frente a la respuesta de los padres.

Fui entonces a buscar a sus padres a la sala deespera y,una vez sentados, procedí como estaba pre­visto. Siempre delante de Florencio, pregunté por elmotivo de la consulta. Me respondieron que el pro­blema de su hijo era la dificultad para dormir, au­mentado por una excesiva timidez. En sus palabrasno apareció nunca la verdadera causa del sufrimientodel niño, a saber, el terror de ser golpeado, el despre­cio de sí y la angustia de la escuela. Durante el cur­so de la entrevista, informé a los padres sobre misconclusiones y convine con Florencio una cura.

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El inconsciente deAdrián*

niño tal como lo veo (temeroso, lloroso y desgracia­do), sino con el Florencio que percibo en mi mente,humillado y sometido a su verdugo.

Para terminar, diré que el analista es un inter­mediario entre el niño fantasmal que visualizo y elpequeño paciente real al que le hablo. También meesfuerzopor ser elpuente queune a ambos.Soycomoun mensajero que comunica al niño presente lo quecomprendí del niño inconsciente.

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J.-D. N.: -Pienso en varias explicaciones posiblesdel inconsciente, pero voy a proponerle la que hoyme parece la más pertinente.

Diré que el inconsciente es ante todo una memo­ria, una curiosa memoria del pasado. Mientras quela memoria ordinaria, la de todos los días, hace re­surgir el pasado bajo la forma de recuerdos conscien­tes, la memoria inconsciente hace también resurgirel pasado pero según tres modalidades muy particu­lares.

La primera modalidad concierne al lugar de apa­rición de los recuerdos. Habitualmente, nuestro pa­sado nos viene a la mente a través de imágenesvisuales, olfativas, gustativas, u otras. Entramos enuna imprenta, sentimos el olor de la tinta y, ense­guida, nos transportamos a nuestras lapiceras de es­colares; en ese caso, la rememoración es mental yconsciente. Pero cuando se trata de un recuerdo in-

P: -Nos gustaría ahora escucharlo hablar de lateoría psicoanalitica. Conocemossu facilidad paraexplicar claramente nocionescomplejas.Tomemoselconceptofundamental de inconsciente. ¿Podríadefi­nirlo en algunas palabras?

P.: -Antes depasar a las otras dos modalidadesde la memoria inconsciente,¿puededarnos un ejem­plo de la influencia del inconsciente en la vida coti­diana?

117116

J.-D. N.: -Bueno, pienso en un paciente, Adrián,que sufría de impotencia sexual. Acababa de casar­se con una bibliotecaria, mujer que amaba por nu­merosas razones: su físico, su carácter, la simpatíapor sus padres y hermanos, etcétera.

Ahora bien, al principio de una sesión, habien­do percibido un atril sobre mi escritorio, le vino degolpe con mucha emoción un recuerdo de infanciahasta entonces completamente olvidado. La esce­na seguramente ocurría en el escritorio de su abue­lo materno. El nenito que era, sentado sobre laalfombra, dibujaba ojugaba con sus autitos mien­tras que su madre se atareaba frente a las pare­des llenas de libros. Hay que precisar que estabreve escena nostálgica hizo revivir a Adrián unmundo olvidado y marcó un giro decisivo en su aná­lisis.

Si le cuento este fragmento de cura es para mos­trarle que una experiencia infantil reprimida puedeser la causa de una de las mayores elecciones de laexistencia. Gracias a la escena de la biblioteca, mipaciente descubrió una evidencia que siempre habíaignorado: la atracción por la joven bibliotecaria con­vertida en su esposa estaba inconscientemente de­terminada por su relación con una madre tambiénatraída por los libros. y al mismo tiempo compren­dió cuál era la causa de su pasión por todo lo quetiene que ver con el universo sensual del libro: losolores del papel y del cuero, el crujido de las pági­nas, etcétera.

Esta revelación tuvo tal efectosobreAdrián quela figura de la madre se volviómenos amenazante y,por consiguiente,menos angustiante la relacióncar­nal conla mujer.

consciente, su lugar de aparición no es necesaria­mente la mente. Puede manifestarse concretamentea través de actos impulsivos, como una serie de tor­pezas, o incluso, en el terreno de los sentimientos,por una elección amorosa, o incluso por la simpatíao antipatía con respecto a otro; en ese caso, la "reme­moración" -entre comillas- es actuante e inconscien­te. Pongo comillas, puesto que no se trata de unaverdadera rememoración. Hablando con propiedad,esa vuelta al pasado no es mental sino en acto. Así,la decisión de casarnos con la que se convertirá en lamadre de nuestros hijos, o de emprender una rela­ción con el que se convertirá en nuestro mejor ami­go, son actos aparentemente intencionales ypensados, pero de hecho son dictados por el incons­ciente. Creo actuar deliberadamente, pero, en reali­dad, no hago más que obedecer con total inocencia aun amo secreto, el pasado imperioso. ¡El pasado pre­tende volver irresistiblemente al presente y no quie­re saber nada del olvido!

Creo profundamente que las grandes orientacio­nes que tejen la trama de nuestra vida son la expre­sión en la edad adulta de diversas experienciasafectivas, pero también de los amores y los odios, delas angustias y los deseos infantiles. En una palabra,en los asuntos del corazón, no elijo, es el inconscientequien elige. Creemos elegir y querer, pero no elegimossino lo impuesto y no queremos sino lo inevitable.

119118

*

nuestra vida pasada, sobre todo afectiva, queda in­tacta en nuestra memoria inconsciente. Creo quenuestras primeras emociones son conservadas has­ta en los más ínfimos detalles, que no olvidamosnada, y que todo lo que hemos sentido, percibido,pensado, querido con fuerza, luego del despertar denuestra conciencia, constituye el germen ignorado,indestructible de toda vida por venir. Concluiré conuna fórmula que resume bien mis palabras de hoy:el inconsciente está estructurado como una memoriaanimada por la búsqueda del placer.

Dejemos ahora el ejemplo y volvamos a las otrasdos modalidades del inconsciente. Las mencionobrevemente. La primera es muy sorprendente. Esla siguiente: el funcionamiento de la memoria in­consciente no obedece más que a una sola ley: obte­ner placer. ¿Qué placer? El placer de liberarse deuna tensión acumulada. Hay que saber que el in­consciente tiende permanentemente a exteriorizar­se y descargar el exceso de energía alimentado porlos múltiples impactos afectivos que estremecierona un ser desde su nacimiento, incluso desde su vidaintrauterina. Usted comprende que el inconsciente,verdadero depósito de imágenes saturadas de afec­tos, vive constantemente bajo tensión, una tensiónque es necesario aliviar. Así, cuando afirmo que elinconsciente busca constantemente exteriorizarse,quiero decir que el pasado, un exceso de emociónpasada, busca obstinadamente irrumpir en el pre­sente bajo la forma de una descarga tranquilizadora.

Pero a esta tendencia "epicureana" del incons­ciente se opone la tendencia razonable del yo quellamamos represión. Hace un rato decíamos que losrecuerdos formados por el inconsciente transfigura­ban en actos los acontecimientos pasados, ahora sa­bemos por qué, y voy a nuestra tercera modalidad.Cada aparición consciente del inconsciente es el re­sultado fmal de la lucha encarnecida entre una ten­dencia inconsciente que querría satisfacersereproduciendo tal cual el acontecimiento pasado, entoda su integridad y su pureza original, y otra ten­dencia moderadora, la del yo, que pide que el regre­so del pasado se pliegue a las circunstancias actuales.

Para terminar con el concepto de inconsciente,quisiera expresarle mi íntima convicciónde que toda

Ereud más actualque nunca

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J.-D. N.: -¡Absolutamente! La lectura de Freudes para mí un descubrimiento permanente aumen­tado por un verdadero placer: el placer de resonarconlas palabras del texto. Cuando leemos los escri­tos freudianos, nos sentimos concernidosporque eltexto revela lo que sentimos íntimamente sin saber­lo. La complicidadentre un Freud que descubre yun lector que se siente reconocidoes una experien­cia única. En eso reside que Freud es actual, porqueresuena y vibra en nosotros.El día en que esta chis­pa se apague, los textos freudianos se volveránobsoletos,y no serán más que una especiede bibliasacralizada y muerta. Esta capacidad de hacernossentir nuestra presencia, esta vitalidad que Freudgenera en nosotros por la pertinencia y la agudezade su pensamiento, hacen de él un autor verdadera­mente moderno. El placer de leer a Freud es el pla­cer de sentirse existir, porque habla de nosotros.Asimismo,una novela es bella cuando, en el correrde sus páginas, nos olvidamosde nosotros y, al mis­motiempo, absorbidospor el relato, vivimosnuestro

P: -Vayamos a Freud. ¿Todavía es actual el viejomaestro?

125

. P.: -J~stamente, apropósito de la obrafreudiano,Sl nopudiera conservar más que una idea ¿cuál ele-~~? '

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J.-D. N.: -Absolutamente. Soymuy visual en miacercamiento a la teoría, lo que me lleva a veces ar~presentar las nociones abstractas. Cuando, poreJ~m?lo,deboexplicar un conceptoen un marco res­tr'ingidn comoel de la supervisión oel de mi semina­rio, me ocurre incluso de traducirlo en movimientoscorporales. Pero fuera de esas situaciones un pocoextremas, cuando deboestudiar y exponer una enti­dad teórica, me esfuerzopor presentar sus articula­cionessinuosas y amenudo complicadasa la manerade un dire?tor teatral. En efecto,hago del conceptoel personaje central de una intriga que se anuda, sedesanuda y se concluye.Me gusta atraer al auditoro al lector sobre el terreno al que mi razonamientome conduce,sorprenderlo y llevarlo a recrear en élmismo el saber transmitido.

A~imismo,cuando, "comoalumno", leo el textofreudiano, la escritura es tan sugestiva que soy to­mado por las ideas de Freud al punto de recrearlas.

P.: -¿Ese es el efecto que usted busca "dramati­zando un concepto"?

J.-D. N.: -Sin dudarlo, le responderé que es lamanera en la que Freud concibeel funcionamientode la vida psíquica.Ami entender, el pivote alrede­dor del cual da vueltas el conjunto de la teoríafreudiana es la idea de que nuestro psiquismo estágobernado por dos fuerzas antagonistas. Un primergrupo de fuerzas tiende permanentemente a des­cargarse -son laspulsiones-,mientras queelotrogru­pose oponea ellofirmemente-son las prohibiciones-.Tal vez vio en la televisión una publicidad en la queun hombre hace todo lo que se le ocurre: corre por lacalle, besa en la boca a una mujer desconocidaquediscute con su amigo, luego se desnuda y se zambu­lle en una fuente. He aquí un ejemplo de lo que na­die se atreve a hacer nunca, a menos que estémentalmente perturbado. Esta expresión directa,pura, inmediata y sin controlde nuestros deseosmásprimitivos, es algo imposible de llevar a la práctica.Aestas tendencias imperiosas que nos instan, Freudlas llama pulsiones; mientras que a las que contra­rían su expresiónlibre y salvaje, las llama censura orepresión. Ahora bien, resulta que, a pesar de estaoposición,una parte de la pulsión fuerza la barrerade la censura, mientras que otra parte permaneceen el interior. La lógicadel funcionamiento psíquicopuede entonces descomponerse en cuatro tiempos:lo que empuja, lo que frena, lo que atraviesa y lo quequeda. Ésta es la secuencia que, en mi opinión, elpensamiento de Freud estructura cada vez que debereflexionar sobre la dinámica del psiquismo.Yocreo-y le pediría que lo verifique- que podemosencon­trar estos cuatro tiempos lógicos en todos los escri­tos de Freud. Esta lógica de la vida psíquica me

sueño. Es una existencia soñadora. Un bello texto escomo un cuadro que, cuando lo contemplo, me anulacomo espectador y, simultáneamente, me hace so­ñar. En ese momento desaparece el ser de concien­cia para ceder su lugar al ser de ensueño.

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J.-D. N.: -Hay numerosos progresos neuro­científicos que confirman hoy las proposicionesfreudianas, hasta tal punto que ciertos investigado­res evocan un "inconscienteneuronal". Pienso tam­bién en autores, comoJ.-P.ChangeuxoA.R.Damasio,que localizanen la neurona lo que podríamos llamaruna representación. Changeux habla de "imágenesalmacenadas", a las que denomina "objetosmenta­les";Damasiointroduce la expresión"representaciónpotencial"para designar la capacidad de la neuronade producir un recuerdo. La aparición de un recuer­dopenoso,por ejemplo,resultaría de la reactivaciónde la representación potencial, que no sería el re­cuerdo mismo, sino el medio para formar el recuer­do.La representación potencialno designa, pues, unelemento intraneuronal, sinomás bien una conexiónentre diversas neuronas en espera de una reactiva­ción.Lointeresante es que Damasio no haya encon­trado otra palabra distinta de la de "representación",vocablo tomado de la psicología del siglo XIX,reutilizado por Freud, y que los psicoanalistas si­guen empleando actualmente. Sin entrar en la com­plejidad de la definición psicoanalítica de la"representación", existe una evidente afinidad en­tre el conceptode "representación freudiana" y el de"representación potencial".Aun si existe un abismo

P.:-¿De qué tratan actualmente sus propias in­vestigaciones?

P.: -¿Cuáles son las últimas investigaciones enneurociencias que interesan al psicoanálisis?

J.-D. N.: -Sostengo particularmente una propo­siciónque adelanté en 1978,peroque continúa abier­ta al debate, la del inconsciente único. En efecto, siextraemos todas las consecuencias de la definiciónlacaniana de un "inconscienteestructurado comounlenguaje", somosconducidosa atribuirle tres cuali­dades esenciales al inconsciente.En primer lugar, elinconsciente no puede existir ininterrumpidamen­te' solamente existe en el momento preciso en que,sobrevieneun acontecimientoespecial en la cura, esdecir, cuando el analizante o el analista ejecutan,sin concienciade ello,un acto que modifica su posi­ción de sujeto. El inconsciente es, por lo tanto, uninconsciente del acontecer, es decir que no advieneni antes ni después del acontecimiento; el incons­ciente es intrínseco, inmanente al acontecimiento.Esto significa, y ésta es su segunda característica,que el inconsciente nunca ya está ahí, a la manerade un secreto que habría que revelar, sino puesto enacto en el aquí y ahora de un lapsus, de un sueño ode cualquier otra manifestación involuntaria delpaciente o incluso del psicoanalista. Contrariamen­te a la idea recibida, el inconscienteno es el desvándel alma, sino una chispa que salta en los instantescruciales del encuentro analista-analizante ..

La tercera característica, finalmente, se refiere

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entre los dos, no deja de ser asombroso ver a Freuddialogar a través del tiempo con los neurocientíficosdel año 2002.

parece perfectamente actual y admisible por losneurocientíficos preocupados por comprender mejorlos mecanismos del funcionamiento mental.

129128

macionesdelinconsciente(lapsus, actosfallidos,sue­ños, etcétera), se inscriben fuera delmarco simbóli­co y resisten al impacto de una interpretación.Pienso, por ejemplo, en los pasajes al acto, en lasadicciones,en las afeccionespsicosomáticas,oinclusoen las alucinaciones. La particularidad de las foro:'macionesdel objetoa reside en una hipertrofia tóxi­ca del goce. Esta presencia masiva del gocehaceestallar el sistema simbólicoy conduce al sujeto aexpresarse tanto a través de pasajes a actos impul­sivos comopor trastornos somáticos sin causas or­gánicas descubribles.

Una tercera hipótesis, a menudo retomada porlos clínicosque se enfrentan a estados límite entrela psicosis y la neurosis, es la de la "forclusion lo­cal". Es un conceptonacido de una constatación clí­nica que se impone a todo facultativo. La mayoríade las veces, las manifestaciones llamadas "psicó­ticas", comopor ejemploun ataque delirante, hastauna alucinación, sobrevienen en pacientes que nopresentan obligatoriamente el conjuntode los sínto­mas de una psicosis;y, a la inversa, ocurre que pa­cientes diagnosticados "psicóticos" tengan, fuera desus accesos sintomáticos, comportamientos absolu­tamente normales. Pienso, por ejemplo,en un jovencomoAlfredo,conun pasado muy doloroso,marcadopor intentos de suicidio,episodiosdelirantes y dife­rentes hospitalizaciones, quien, no obstante, mecuenta su historia con una gran lucidez y un gransentido común.

Un ejemplosimple comoel deAlfredoy muchosotros me condujerona pensar que la forclusión,me­canismoprincipalen el origendelfenómenopsicótico,no se extiende al sujeto en su totalidad, sino que se

~ la extensión espacial de esta estructura de lengua­je que es el inconsciente.Si es verdad que "elincons­c~enteestá estructurado comoun lenguaje",nopuedes100desbordar ampliamente la entidad individuo.El inconsciente no puede ser individual -ni colecti­vo,por otra parte-, se encuentra entre dos, la partecomún que une a los dos protagonistas analíticos.Por ello, creoque no hay un inconsciente propiodelanalista y otro propio del analizante; no hay másque un soloy único inconsciente producidoen elmo­mento de un acontecimientosingular en el seno dela relación analítica. Desde este punto de vista, lainterpretación sería el retorno en el analista de 10reprimido del analizante; dicho de otra manera elanalista sueña y expresa lo que el paciente rep~e.En suma, el inconscientees, a mi entender una ins-. 'tancia del acontecer,producida y única.

Usted puede considerar contradictorias la hipó­tesis de un inconsciente único y la hipótesis, formu­lada e~ otra parte, según la cual el analista trabajacon el Instrumento de su propio inconsciente. Disi­par esta aparente paradoja requeriría amplios de­sarrollos. Limitémonos a decir que, primero, esnecesario que el analista trabaje con su propio in­conscientepara que un acontecimientocomún a losdos protagonistas del análisis sobrevenga. Previa­mente hizo falta la accióndel inconsciente del psi­coanalista para hacer emergerun inconscienteúnico.

La otra tesis que me parece que contribuye a laelucidación de los fenómenos situados en los lími­tes de la transferencia se refiere a la dimensión delgoce.Propuse el término "formaciones del objeto a"o "formaciones del goce" para designar las diversasformaciones psíquicas que, a diferencia de las for-

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J.-D. N.: -Por el contrario. Mi trabajo prolonga yrecrea la herencia que mis maestros me transmitie­ron. Pienso que la transmisión es un proceso en trestiempos: recibir, olvidar, recrear. La transmisión co­mienza por la adquisición de un saber formulado enla lengua del maestro, prosigue con un olvido, y secompleta con la recreación de ese mismo saber en supropia lengua. Transmitir no es nunca repetir lo idén­tico, sino reinventar un saber adquirido. Desde lue-

P.: -¿Pero sus hipótesis no están en situación deruptura con la tradición freudiana y lacaniana?

P.: -Ya que habla de sus maestros, justamente,¿cómo se inició en el psicoanálisis?

J.-D. N.: -Recuerdo mi primer encuentro con elpsicoanálisis, cuando aún era un joven estudiante.Un día, al pasar delante de un anfiteatro repleto degente de la Facultad de Medicina, encontré la puer­ta abierta. Me senté en las últimas filas e, inmedia­tamente, como si acabara de ser picado por unaguijón, me sentí subyugado por la elocuencia delprofesor que explicaba el psicoanálisis. Luego lo ol­vidé. Años más tarde, supe que este profesor era unode los psicoanalistas más importantes de la época,Arnaldo Rascovsky.Mi encuentro inicial con el psico­análisis fue marcado por la palabra de un profesor.y heme aquí hoy, enseñando a mi vez. Transmitir espara mí un placer indiscutible, y este placer es deci­sivo en la circulación del saber. Cuando un oyentepercibe mi entusiasmo, enseguida se siente estimu-

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go, esta reinvención es el resultado de un inmensoesfuerzo de conquista. Heredamos únicamente unsaber conquistado con esfuerzo.

Este principio se adapta perfectamente al discí­pulo de Freud y de Lacan que soy.Cada vez que debotratar una noción psicoanalítica, comienzo, en efec­to, por asimilar las palabras de los maestros, des­pués olvido, y luego, sin buscar ser original, trato derepetir tal cual el saber antiguo. Entonces es cuan­do conmucha frecuencia, para mi sorpresa, me des­cubro adelantando algo nuevo. Mi divisa podría ser:decir bien lo que está dicho para tener la oportuni­dad de crear algo nuevo.

limita a una realidad psíquica local muy específica.La premisa del concepto de forclusión local es la exis­tencia de una multiplicidad de realidades subjeti­vas que coexisten en un mismo individuo, psicótico ono. Realidades subjetivas en el sentido de escenasfantaseadas inconscientes compuestas en general pordos personajes y cuyo argumento se organiza alre­dedor de una emoción singular. Nuestro psiquismosería un sistema hojaldrado, organizado en unamultitud de planos superpuestos, cada uno corres­ponde a una realidad fantasmal diferente. Soy unadiversidad de escenas fantaseadas apiladas y rela­cionadas por un hilo invariable que asegura mi iden­tidad de sujeto. Sólo a partir de esta teoría de un yohojaldrado podremos admitir que un individuo pue­da ser perfectamente normal en la mayoría de susrelaciones cotidianas, y sin embargo localmente per­turbado, hasta delirante, bajo el dominio de una rea­lidad forclusiva que se volvió dominante, el tiempode una tormenta psicótica.

133l32

-Estoy perdidamente enamorado deAlbertina.Entonces nosotros le preguntaríamos:-Pero, ¿quéama enAlbertina? ¿Supersonalidad?-Sí -respondería.-¿Su cuerpo?-Sin duda.-Pero dígame, ¿quién es Alhertina para usted?-¡Es la mujer que amo apasionadamente!-Sí, pero ¿qué ama en ella?-Pero ledigoqueamosu carácter,sucuerpo,suima-

gen... [Ah,también amoque sea profesorade piano!

J.-D.N.:-Voya elegiruna de las nocionesmás di­ficilesy abstractas de la teoría deJacquesLacan,la de"objetoa". Concretamente, ¿qué es el objetoa? Su­pongamosla escena siguiente.Unhombrenos confia:

P.:-¿Quiere darnos un ejemplo de un concepto"dramatizado"?

'.:: !

es la claridad que nosotros, lectores, deseamos por­que nos da el gusto de pensar.

Si, en tanto profesor, se quiere exponer una no­ción, hay que presentarla de manera tal que induz­camos en el lector el sentimiento de que esta nociónle concierne y habla de él. Se trata, pues, de suscitaren el otro la visualización del concepto y de favore­cer su apropiación narcisista por el yo. No olvide queel yo está hecho de imágenes, y que imaginar es siem­pre imaginarse. A este modo de transmisión que in­duce en el lector la puesta en imágenes de unconcepto formal y su apropiación narcisista lo llamé"dramatizar un concepto".

lado en su deseo de aprender y, al reaccionar así,refuerza mi propio impulso.

El otro efecto que busco producir con mi activi­dad docente es enseñar al otro lo que está en él enestado embrionario. Enseñar con claridad es nom­brar lo que ya está naciendo y espera para desarro­llarse las palabras del profesor. Esta manera derevelar un saber preexistente recuerda el mecanis­mo de la interpretación psicoanalítica. ¿Qué otra cosaes una interpretación sino las palabras del psicoa­nalista que simboliza el afecto, la idea o el fantasmainconscientes del paciente en espera de ser simboli­zados? Si interpretar es nombrar lo reprimido antesde que se vuelva consciente, podemos decir que en­señar es nombrar el pensamiento embrionario an­tes de que nazca. A pesar de la distancia que lossepara, usted ve aquí la afinidad que acerca el actode enseñar al acto analítico.

Con respecto a esto quisiera agregar una pala­bra sobre el problema de la claridad. Creo que unconcepto claramente expuesto puede estar cargadode tal fuerza sugestiva que se vuelve un formidableestimulante para el pensamiento del lector. Ahorabien, ¿cuándo podemos decir que un concepto es cla­ro? ¿Qué es la claridad? Una idea es clara cuandorevela en nosotros, simplemente dispuestas en unnuevo orden, ideas elementales que ya poseíamos.Nuestra inteligencia de lector, que no encuentra en­tonces en lo nuevo más que lo antiguo, se siente entierra conocida; nuestra mente se siente cómoda por­que comprendemos. Una exposición clara nos pare­ce tan simple y tan natural que apenas entendidanos parece haber conocido siempre el sentido. Ésta

135134

*

y bueno, el objetoa es justamente el brillo quedeslumbra al amante y lo cautiva. Es la gracia quese desprende de Albertina. El objeto a es... Existeuna palabra corriente que me permitirá hacermecomprendermejor: "encanto",el encanto del amado.Pero, ¿quées el encanto?Pienso aquí en un admira­ble texto de Platón: Carmides o de la Sabiduría. Esuno de los escritos más bellos del gran filósofo,en elque interviene el personaje de Carmides, un jovencuya exquisita belleza turbaba a Sócrates. Imaginola perplejidad del maestro, sin embargo pocoincli­nado a la emoción, cuando Carmides se acercaba:"Pero, ¿por qué me excita tanto? ¿Por qué estoy tanperturbado cuando siento a Carmides cerca? ¿Es subelleza, su inteligencia, o simplemente su presen­cia? ¿Qué es una presencia?" Responderíamos: "Esel encanto". Pero, ¿qué es el encanto? ¿Cuál es esacosaque emana deun ser, nos arrastra y nos produ­ce encantamiento? ¿Cuál es ese misterio? Y bueno,no sabemos. Ahora bien, sin negar la dificultad, aese encanto misterioso Lacan lo habría nombrado"objetoa". El objetoa es, pues, el nombre dado a lapresencia más íntima, fascinante e indefinible delotro amado, la que, para mí, hace de él un ser único.

En definitiva, ¿qué es el objetoa? El objetoa esla esencia del otro amado.No es la imagen del otro,no es el símbolo del otro, no es el cuerpo del otro. Suimborrable presencia, una presencia que hechiza,

comoun torbellino, me aspira yme lleva. El objetoaes un hueco, una falta, es el otro en tanto falta queexcita y llama a mi deseo. Se llame Carmides oAl­bertina, el amado es para el amante el objeto parasiempre inaccesible de su deseo.

Ésta es una puesta en escena improvisada paradramatizar una de las nocionespsicoanalíticas máselaboradas y de la que espero haberle hecho sentirla significaciónprimera, la derepresentar al otroqueamamos comola falta que enciende nuestro deseo.

, !

-¿Y luego? -insistimos.-y luegoamo...Escuche,no sé. ¡Nomehaga tan-

tas preguntas! ¡La amo, y punto, es todo! Hay enella un no sé qué que me atrae irresistiblemente yme subyuga.

La fuerza de la fe

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J.-D. N.: -La fe es la confianza absoluta que pon­go en el futuro. Es una esperanza, una espera. Es laespera de una realización de la que seré el actor. Peropoco importa que esta realización ocurra o no. Loque cuenta es que esté habitado por la espera fer­viente de un mañana. ¿Por qué sólo cuenta la espe­ra? Porque esta esperanza, esta promesa, es unafuerza inmensa que da sentido al presente. Quierodecir que si usted espera, si tiene fe, también tieneel orgullo de vivir el momento presente, de saborearel aquí y ahora de la vida. La ecuación sería la si­guiente: tenga fe en el futuro y tendrá placer en vi­vir el instante presente. Creer es estar habitado porla certeza de un más allá de sí que permite trascen­der las dificultades, las pruebas y las mediocridadesde 10 cotidiano. Todos aquellos que tienen fe estánseguros de sí mismos porque sienten en ellos algomejor que ellos. La fe conduce a la humildad, porqueaquellos que contienen esta fuerza saben que ella noles pertenece.

P: -No quisiera que nos despidamos sin pregun­tarle sobre un tema trascendente, el de la fe. En tan­to psicoanalista, ¿cómo definiría usted la fe?

141140

J.-D. N.: -¡Ah!, eso lo ignoro. Comotodo ser hu­mano, ignoro la fuente del movimiento que me ani­ma e inspira, por ejemplo,las palabras que he dichoa lo largo de nuestra conversación. Si es cierto queestoy habitado por la pasión, ella sería la expresiónvibrante de un deseoinconsciente cuyoorigen se meescapa.

En tanto psicoanalista, mi principal actividad esser un "zahorí"en búsqueda del lugar de nacimiento

J.-D. N.: -Les dirigiría un mensaje que se resu­me en dos términos: esfuerzo y modestia.

El pensamiento que no esmás que pensamiento,la escultura que no es más que imaginada, el poemaque no es más que soñado, no cuestan aún ningunapena. Es la transcripción del pensamiento en pala­bras, la transformación de la piedra en estatua o laversificacióndelpoema,loque exigeun esfuerzo.Eseesfuerzo es largo y doloroso,y sin embargo, despuésde haberlo realizado, tenemos el sentimiento de quees tan precioso,más preciosoquizá que la obra en laque culmina, porque, gracias a él, sacamos de noso­tros más de lo que había, nos elevamospor encimade nosotros mismos.

La experiencia del esfuerzo es, para mí, tanformadora y prometedora que no dudaría en decirlea los jóvenes: aunque el estrés es tan criticado, elfuturo pertenece a los que se estresan demasiado.

En cuanto a la modestia, la entiendo en el senti­do dehacer lo que tenemos que hacer, de realizar lomejor posible la tarea que nos hemos fijado. Quierodecir que, para tener una oportunidad de triunfar,hay que concentrar toda la energía sobre la acción

P.: -¿Ya usted?, ¿de dónde le viene su pasión?

P.: -Para terminar, ¿quépalabras dirigiría aljo­ven o a la joven que nos lee?

J.-D. N.: -Según la definiciónque acabo de pro­ponerle, Freud y Lacan son, hablando con propie­dad, hombres de fe. Sonhombres de fe porque, parahaber estado arrebatados comolo estuvieron en esemovimiento de descubrimiento, en ese deseo de su­perar los límites, les hizo falta la energía que sólolafe en lo desconocidopor venir puede procurar. Pero,entendámonos, no es ni un deseo deliberado de con­seguirlo, ni un cálculo intencional, ni siquiera unavoluntad conscientede alcanzar un objetivo.Es másque eso. Es un impulso no pensado, un entusiasmoinfaliblede ir hacia adelante. Fueron tomados,trans­portados, llevados por una fuerza irreprimible que~osempujó a crear y a superarse. Justamente, esteImpulso creador era una fuerza más allá de ellosmismos, era su fe.

del deseo de mis pacientes. Ahora bien, si es ciertoque remonto los ríos, jamás alcanzo su fuente. Pue­de imaginar que respecto de mi propiodeseoocurrelomismo.No,no sé de dóndevienemi pasión depsi­coanalista, comousted mismosin duda ignora cómonacieron sus ganas de saber.

P: -Freud y Lacan pertenecían, respectivamente,a familias judía y católica, ambas muy impregna­das por la fe, y, sin embargo, afirmaban no creer enDios. ¿Quépiensa de eso?

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Agradecimiento'"

presente sin pensar en el eventual éxito. Que la fra­se que escribimos o el trazo que dibujamos sean, enel momento en que son ejecutados, las únicas obrasque valgan. No hay obra más que el acto en el mo­mento de realizarse, aunque sea el más ordinario.Ésta es la máxima que podría guiar a un joven dedi­cado a un proyecto:

¡Hacer y, haciendo, hacerse!

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J.-D. N.:-Hace pocotiempoque conozcola razónque condujoal gobiernofrancés a condecorarme.Nose conocenlosmotivosde esta nominaciónhasta des­pués de haberla recibido.En mi caso, la razón esen­cial fue el número de traducciones de mis libros enel extranjero -están traducidos a docelenguas-. Y,en un plano más general, pormi contribuciónal de­sarrollo del psicoanálisis en Francia.

P.:-¿Cuál fue el motivo de tal distinción?

J.-D. N.: -Antes que nada, una sorpresa y unagran emoción.Debodecirle que nunca imaginé queFrancia iba a reconocermeen ese nivel de elite. Us­ted sabe, la Legión de Honor es una cofradía, laOrden de la nación. Formar parte de ese presti­giosocuerpo, siendo argentino y habitando este sue­lo desde los 27 años, es realmente una satisfaccióninmensa.

P.:-Usted acaba de recibir la más alta distinciónfrancesa, la Legión de Honor. ¿Qué significó parausted esta condecoración?

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Quisiera decirles, ante todo, loque siento en esteinstante: una inmensa emociónunida a una extra­ña impresión de vértigo en el que bailan una miríadade imágenes demi infancia y de mi juventud. Todomi pasado aflora y brota en un torbellino febril desensaciones, de gestos y de colores.

Me encontré en este mismo estado de memoriasensible cuando, al preparar nuestra ceremonia conel señor Heurley, evocábamosel trayecto demi vida.Conversando con él, me apareció súbitamente unaescena demi infancia que había olvidado;más exac­tamente, el despertar de una sensación:elmovimien­to de mi mano escribiendo sobre un lienzo blanco.

Señor Inspector General de la Administración,Señor Embajador,Señor Intendente;y todos ustedes, amigos míos:

Palabras de agradecimientode J.-D. Nasio

en la Casa de los Escritores,París, 22 de octubre de 1999

*

Guardo un hermoso recuerdo de la ceremonia quetuvo lugar en París, en la Casa de los Escritores,calle de Verneuil. Según dicta el uso, fui recibido enel seno de la orden de la Legiónde Honor por uno desus miembros, el señor G.P.Heurley, quien pronun­ció el discurso de bienvenida al que respondí conundiscurso de agradecimiento.

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Precisamente, entre los otros que me constitu­yen considero, ante todo, a mi tierra natal, la lenguamaterna, y mis maestros argentinos que, en la per­sona del profesor Mauricio Goldenberg, me han guia-

Esta distinción, a la cual yo no hubiera osado pre­tender, adquiere mucho más valor cuando me doycuenta de que, al reconocerme, recompensa a todosaquellos que han sabido despertar en mí lo mejor demí mismo.

Nacemos uno, pero a lo largo de los años,devenimos muchos. Seguramente, los honores distin­guen al hombre, pero valorizan sobre todo a los otros,a todos los otros, que le han permitido ser lo que es.

Señor Gaston Patrick Heurley, desde el fondo demi corazón, yo le agradezco, y agradezco en su perso­na a la orden de la Legión de Honor, la cual, en nom­bre de Francia, me acepta en su seno, y ello a travésde la propuesta del Primer Ministro, a quien expresotoda mi gratitud. Gratitud que le expreso igualmentea usted, Señor Embajador, Juan Archibaldo Lanús;así como a usted, Señor Ministro de la Cultura, Mar­tín Tiempo, por la atención solidaria que han presta­do a mi nominación.

Por supuesto, no obtendré nunca ese premio, ysin embargo, esta noche, en esta Casa de los Escri­tores, rodeado de mi familia y de mis amigos, honra­do por esta insignia, siento que acabo de realizar esesueño de niño ... y que ahora tendré que soñar otrossueños, encontrar otras sábanas blancas para pro­longar la curva de mis ambiciones infantiles.

Ocurrió en el verano de mis 11 años, cuando-después de un dificil primer año de Liceo- prepara­ba mis exámenes de diciembre. A fin de visualizar laescena, les pido que imaginen un vasto salón en elsilencio de una casa vacía -rni hermano y mi herma­na estaban de vacaciones-. Yoestudiaba entonces enesa gran pieza, horas yhoras, respetando rigurosamen­te un severo horario establecido por mimadre conmu­cha ternura, aunque también conmucha firmeza.

El salón, inundado de luz, era blanco, de unablancura deslumbrante, porque enormes sábanascubrían, como cada verano, muebles, canapés y al­mohadas apiladas. Así, alrededor de mi mesa se ex­tendía un paisaje de montes y de dunas que creabauna silenciosa atmósfera de soledad.

Ahora bien, una mañana, en el momento de laprimera pausa soñadora que me era permitida, meencuentro parado delante de una de esas soberbiascolinas de algodón blanco, tomo mi lapicera y, sinpensarlo, trazo de un solo gesto una curva ascen­dente puntuada por tres marcas.

Retorno luego a mi mesa de trabajo, y olvido eldibujo.

Más tarde, en la misma mañana, mi madre des­cubre enojada mis graffiti inocentes:

-¡Vení acá! ¿Qué significan esos garabatos sobremis sábanas? -exclama.

Es allí que espontáneamente le respondo:-¡Eeeh ... es la línea de mi vida!-¿Cómo es eso? -me pregunta.-Bueno, en la primera marca terminaré el Li-

ceo, en la segunda seré médico, y en la tercera, la demás arriba -son éstas palabras de niño-, en la ter­cera ¡recibiré el Premio Nobel de Medicina!

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Sin embargo, sobre esta ruta, yono avanzo solo,otros pasos me acompañan. Ante todo los de mi es­posa, indisociables de los míos, pasos que me ani­man y, a veces,me apaciguan, pero que siempre mehacen amar la vida. Luego, los pasos de nuestroshijos, queme aportan todas las emocionesy orgullosque puede esperar un padre.

Quisiera aún extender el honor que recibo estanoche a todos aquellospacientes, alumnos y lectoresque, por su compromisocon el psicoanálisis, lo re­nuevan sin cesar.

El psicoanálisis, ¡he aquí el verdadero destina­tario de este homenaje!Através demipersona ymásallá de ella, el Estado francés reconoceel vigor delpsicoanálisis actual, su soltura para hablar la len­gua de nuestro tiempo, su diálogopresente con lasneurociencias, la filosofíay la matemática, y sobretodo su participación activa en la lucha contra lasnuevas formas de la enfermedad mental. Pero másque todo,el homenaje de la Repúblicaresuena en mioídocomouna exigencia: que el psicoanálisis se re­nueve para enfrentar mejor los nuevos malestaresde nuestra civilización,sin perder por ello su esen­cia, su identidad, aquello que lo define desde su ori­gen, esto es, ser una práctica terapéutica destinadaa reducir el sufrimiento gracias a la escucha del in­consciente.

un cariño sin fallas y al sostén permanente de susconsejoshe logrado vencer las dificultades y conti­nuar mi camino.

do a través del mundo oscuro y dolorosode la enfer­medad mental.

Pero si la Argentina es mi savia, Francia es misuelo fecundo. Ella es esencialmente nuestra bellí­sima lengua francesa, esta arcilla que modeloy con­quisto con alegría y dolor, esta materia viva cuyosoplo ritma mi pensamiento, forja mi escritura, yagudiza mi escucha de psicoanalista. Es la lenguade mis primeras lecturas: Bossuet, Victor Hugo,Mallarmé, Roger Callois, Henri Michaux y RenéCharo

Francia es también Jacques Lacan, mi maestroen psicoanálisis, quien me ha transmitido el rigorde su doctrina; Francoise Dolto, maestra y amiga,quien mehizo compartir, sin reservas, su pasión porla clínica; y Serge Leclaire, por el don de una con­fianza generosa aljoven psicoanalista queyoera en­tonces.

Pero Francia es, sobre todo, ustedes, mis ami­gos,que me han recibidohace treinta años: los cóm­plicesdel"Cartel"-grupo detrabajo quemantenemosindefectiblemente desde hace tanto tiempo- y uste­des, los camaradas de mis comienzos,que me hanabierto las puertas de la Escuela Freudiana de Pa­rís, del Hospital de día deVille-d'Avrayy de la Uni­versidad deParís-VII.Yluegoustedes, mis queridoscompañeros de los Seminarios Psicoanalíticos deParís, conquienes he tenido el gusto de crear un lu­gar donde se forman desdehace años tantos jóvenespsicoanalistas y tantos profesionalesdel ámbitohos­pitalario, un lugar en el cual enseñar es una alegría,y pensar, un placer.

Todosustedes, amigos míos, no han cesado deenriquecerme con su presencia. Gracias al calor de

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* **

Ahora, es hacia el futuro que nos dirigimos. Elhonor que me ha sido otorgado esta noche será me­recido si da lugar a un nuevo comienzo.

¡Un nuevo comienzo,mis amigos, que les invitoa festejar con alegría y con una soberbia copa dechampagne!

Al comenzar con estas palabras, evocaba ese re­cuerdo infantil de la sábana blanca, pero sin com­prender verdaderamente su sentido. Me doy cuentaahora de que el deseo que ha impulsado mi mano deniño para trazar esa curva audaz, que me impulsahoy a transmitir a otros aquello que otros me hanenseñado, y que me impulsará mañana para prose­guir mi trabajo, ese deseo es el llamado poderoso deuna vozque me precede,me sostiene yme da la fuer­za de toda vida ferviente.

Este llamado es ante todo el de mi padre, quefue él mismomédico,escritor e investigador, pero estambién, comopara todo ser, el llamado de Un pa­dre hecho de todos los padres, ya sea Francia, el Psi­coanálisis, Freud o el Destino.

- "Toda mujer es virgen", entrevista con Jorge Halperín, Cla­rín, julio de 1994.

- "El odio como ejercicio de todos los días", entrevista con Jor­ge Halperin, Clarín,28 de julio de 1996.

- "Entrevista con J.-D. Nasio", entrevista conGraciela Sicilia­no Bousquet, Agenda Imago, octubre de 2000.

Algunos temas evocados en estas entrevistas ya fueronabordados en:

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Índice

Apertura .Mario, mi miedo de descubrir la locura .C ' lezi ".,,?¿ omo e egir su pSI ..La soledad del homosexual.. ..El hombre impotente, la mujer abandonada ..El amor en la parej a .Toda mujer es virgen .El odio como ejercicio de todos los días .La verdadera amistad .¿Cómo hablar auténticamente con su hijo? .Florencio, el perrito humillado .El inconsciente de Adrián .Freud más actual que nunca .La fuerza de la fe .Agradecimiento .

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