Autoconcepto
description
Transcript of Autoconcepto
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
____________________________________________________________
Nancy Chiapa López
Psicología social de la interacción
Facultad de Psicología
Sábado 10 de agosto de 2013
AUTO CONCEPTO, ¿QUIÉN SOY?
Nuestro sentido del yo organiza nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, por lo que todo lo que
observemos e interpretemos, concibamos y creamos, a quien conozcamos y aceptemos, será filtrado a
través de nuestros yos ¿Cómo nos conocemos, con que precisión, qué determina nuestro autoconcepto?
En el centro de nuestro universo, el sentido del yo
Las respuestas que da un individuo a las pregunta ¿quién soy yo? conforman su autoconcepto. Los
componentes del autoconcepto y las creencias específicas con las que se define uno mismo, conforman
los esquemas del yo (Markus y Turf, 1937). Son ellos los que afectan la forma en que procesamos la
información social e influyen en cómo percibimos, recordamos y evaluamos a los demás y a nosotros
mismos. Los esquemas del yo conforman nuestros conceptos y nos ayudan a catalogar y recordar
nuestras experiencias. Los esquemas son patrones mentales que organizan nuestro mundo. Sobre la
memoria el concepto de uno mismo influye en un fenómeno conocido como el efecto de autoreferencia:
cuando la información es relevante para nuestros autoconceptos, la procesamos rápidamente y la
recordamos bien (Higgins y Bargh, 1987). Este efecto ilustra el que nuestro sentido del yo es el centro de
universo y como tendemos a vernos a nosotros mismos como el centro de atención, sobrestimamos el
grado que la conducta de los demás está dirigido a nosotros. Al ser extremadamente conscientes de
nuestras propias emociones, solemos vivir bajo la ilusión de que somos transparentes para los demás
(Stavitsky) y entre más conscientes somos de nosotros mismos, más creemos en esta “ilusión de la
transparencia” (Vorauer y Ross).
Concepto de yo y cultura
Para algunas personas, sobre todo de las culturas occidentales industrializadas, el individualismo
permanece y la identidad está muy autocontenida. La identidad propia como individuo permanece intacta
y es en la adolescencia cuando se define la identidad independiente personal. En las culturas
occidentales individualistas, se celebra al individuo que depende de sí mismo más que a la persona que
satisfaga las expectativas de otros. El yo es personal y definido por las características y metas
personales; lo que importa es yo, consecuciones y realización personal, mis derechos y libertadas y no es
aprobada la conformidad. Su autoestima es personal y menos relacional. Este individualismo florece
cuando la gente vive en un entorno de riquezas, movilidad, contexto urbano y medios de comunicación de
masas (Freeman, 1997, Marshall 1997, Triandis, 1994).
En las culturas de Asia, África y América Central y del Sur, se asigna un mayor valor al colectivismo. Se
promueve lo que Shinobu Kitayama y Hazel Markus (1995) denominan identidad interdependiente. En
esta, el yo es social y definido en función de las relaciones con los demás. Lo que importa es el nosotros
y no aprueba el egoísmo. Aquí la gente es más crítica de sí misma y necesita menos tener una opinión
positiva de sí misma (Heine, 1999). Con un yo interdependiente se tiene un mayor sentido de
pertenencia, sus conexiones sociales definen quienes son y no tienen un único yo, ya que está
entremezclado en la pertenencia social. El objetivo de la vida social no es mejorar el yo individual propio
como armonizar las comunidades propias y respaldarlas (Choi y Choi, 2002). Su autoestima está
relacionada con lo que otros piensan de mi y sus grupos; el autoconcepto es maleable (específico al
contexto) mas que estable (duradero independientemente de la situación).
Autoconocimiento
Aunque tenemos información confidencial y todos los datos sobre nosotros mismos, algunas veces
creemos que sabemos, pero nuestra información confidencial es errónea.
Explicación de nuestra conducta
Cuando las causas son sutiles, nuestras autoexplicaciones suelen ser incorrectas. Podemos descartar
factores que importan, y exagerar la importancia de otros que no son importantes. Richard Nisbett y
Stanley Schachter (1966) demostraron que la gente interpreta mal sus propios pensamientos.
Predicción de nuestra conducta
La gente también se equivoca cuando predice su conducta, ya que muchos de nosotros somos
vulnerables a las influencias. Cuando se predicen conductas negativas, como llorar o mentir, las
autopredicciones son más precisas que las de otros (Shrauger, 1996). Cuando se predice la conducta, lo
mejor es analizar la conducta anterior en situaciones similares (Osberg y Shrauger, 1986, 1990). Nicholas
Epley y David Dunning (2000) descubrieron que, a veces, podemos predecir mejor la conducta de la
gente pidiéndole que prevea las acciones de los demás en vez de las suyas.
Predicción de nuestros sentimientos
Los estudios sobre las “previsiones afectivas” revelan que la gente tiene una mayor dificultad para
predecir la intensidad y la duración de sus emociones futuras (Wilson y Gilbert). No somos capes de
predecir correctamente que sentiremos porque no estamos en esa situación y erraremos al exagerar lo
que creemos sentiremos. Y aunque nuestra teoría intuitiva parece ser: queremos , obtenemos, somos
felices, Daniel Gilbert y Timothy Wilson (2000), señalan que a menudo “malqueremos”.
Son los acontecimientos negativos los que nos hacen propensos al “sesgo del impacto”: a sobreestimar la
duración del impacto de acontecimientos emocionales, Aunque alguna pérdida la echemos de menos, la
felicidad general cierto tiempo después de producido el acontecimiento dependerá de dos cosas: el
suceso y todo lo demás. Al centrarnos en un acontecimiento negativo descontamos la importancia de
todo lo demás que contribuye a la felicidad y por ello, predecimos en exceso la duración de nuestra
desgracia. David Schade y Daniel Kahneman dicen que “nada de aquello en lo que se centre, marcará
una diferencia tan grande como la que usted cree”.
Wilson y Gilbert (2003) dicen que la gente menosprecia la rapidez y potencia de su sistema inmunológico
psicológico (que ellos denominan inobservancia inmune), que incluye sus estrategias para racionalizar,
desestimar, perdonar y limitar el trauma emocional. Así, los acontecimientos negativos importantes
pueden provocar una angustia menos duradera que las irritaciones menores que no activan nuestras
defensas: somos resistentes.
La sabiduría e ilusiones del autoanálsis
Nuestras intuiciones suelen ser radicalmente erróneas sobre lo que nos ha influido y sobre lo que
sentiremos y haremos. Pero cuando las causas de nuestra conducta son obvias y la explicación correcta
se ajusta a nuestra intuición, nuestras autopercepciones serán precisas ( Gavanski y Hoffman, 1987). Y
cuando las causas de la conducta no son evidentes para el observador, tampoco lo son para el individuo
afectado. Los estudios sobre la percepción y la memoria demuestran que somos más conscientes de los
resultados que de los procesos de nuestra reflexión: sólo experimentamos los resultados del
funcionamiento inconsciente de nuestra mente.
Timothy Wilson (1985) dice que los procesos mentales que controlan nuestra conducta social son
distintos de los procesos mentales con los que los explicamos, por lo tanto nuestras explicaciones
racionales pueden omitir las actitudes intuitivas que realmente guían nuestra conducta. Estas
conclusiones ilustran que tenemos un sistema de actitudes duales: nuestras actitudes implícitas
automáticas respecto a algo o alguien suelen diferir de nuestras actitudes explícitas controladas de
forma consciente. Aunque las actitudes explícitas pueden cambiar con relativa facilidad, las implícitas
como las viejas costumbres, cambian más despacio. Con la práctica repetida (actuando sobre la nueva
actitud) las nuevas actitudes habituales pueden sustituir a las antiguas. Sin embargo, Murray Millar y
Abraham Tesser (1992) consideran que Wilson exagera su ignorancia de nosotros mismos: aunque el
corazón tiene sus razones, a veces las razones propias de la mente son decisivas.
La investigación sobre los límites de nuestro conocimiento tiene dos repercusiones prácticas: 1) La
exploración psicológica: los autoinformes no suelen ser dignos de confianza ya que los errores de la
comprensión propia limitan la utilidad científica de los informes personales subjetivos. 2 ) En la vida
cotidiana la sinceridad con que la gente interpreta sus experiencias no constituye una garantía de la
validez de sus afirmaciones.
Por lo tanto el cómo nos conocemos está determinado por los esquemas del yo, que afectan la forma en
que procesamos la información y nos ayudan a conformar nuestros conceptos y dan lugar al efecto de
autorreferencia, donde la información relevante para nuestros autoconcepto es recordada y asimilada con
mayor facilidad. Estamos incluidos en una cultura, donde la identidad puede ser independiente o
interdependiente, de lo que dependerá nuestra individualidad o nuestro sentido de pertenencia en función
de los demás. La precisión con que nos autoconocernos y predecimos nuestros sentimientos, es poca ya
que la percepción y conclusiones son generalmente equivocadas y exageradas, debido al sistema de
actitudes duales en el que las actitudes implícitas y explícitas influyen en nuestra conducta. El asegurar
que nos autoconocerse poco confiable, desde el momento en que somos incapaces de definirnos
objetivamente y explicar lo que sentimos de una manera racional.